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Ander Retolaza
Médico Psiquiatra
Jefe de Centro de Salud Mental (CSM) de Basauri-Galdakao; Red de Salud Mental de
Bizkaia. Osakidetza)
Grupo de Investigaciónn SM en Biocruces Bizkaia.
Instituto de Investigación Sanitaria/Osasun Ikerketa Institutoa
Sea como sea, lo que a buen seguro nos vamos a encontrar en las
próximas semanas y meses es un aumento claro de la demanda
asistencial en SM, con efectos tanto cuantitativos como cualitativos
sobre la misma. Siguiendo con el TEP, una revisión de 24 estudios sobre
la psicología de las cuarentenas, realizada por el King´s College y
publicada en The Lancet (4), encuentra que incluso 3 años después se
reportan episodios de este trastorno.
Referencias:
1.-Pauline Anderson: COVID-19: Psychiatric Patients May Be Among the Hardest Hit.
Medscape. April 09, 2020.
2.-Macarena Vidal Liy. Wuhan (China). 10 Abr. 2020. Para El País, 13-04-2020.
3.-Greenberg N, Docherty M et al.: Managing mental health challenges faced by healthcare
workers during covid-19 pandemic. BMJ 2020; 368 doi:https://doi.org/10.1136/bmj.m1211
(Published 26 March 2020).
4.- Brooks S; Webster R et al.: The psychological impact of quarantine and how to reduce it:
rapid review of the evidence. The Lancet, Vol 395, Issue 10227, P912-920. March 14, 2020.
5.-Deborah Brauser: COVID-19: Dramatic Changes to Telepsychiatry Rules and
Regs. Medscape. March 26, 2020.
6.-Randy Dotinga : COVID-19: A Guide to Making Telepsychiatry Work. Medscape. April 13,
2020.
7.-Rafael Bengoa: Una oportunidad para mejorar el sistema de salud. El País, 22 de Abril 2020.
Introducción
¿Qué hacer?
Bibliografía
Jiao, W.Y; Wang, L. N; Liu, J; Fang, S.F; Jiao, F. Y; Pettoello-Mantovani, M &
Somekh, E (2020): Behavioral and Emotional Disorders in Children during the
COVID-19 Epidemic. The Journal of Pediatrics. European Paediatric Association, 1-
3. https://dio.org/10.1016/j,peds.2020.03.013
Pedreira, J.L. (2005): Habilidades de comunicación con el paciente pediátrico:
Comprendiendo al niño enfermo. Madrid: Ed. Just in time.
Pedreira, J.L. (Coord.) (2020): Principios generales para la salida de niños, niñas y
adolescentes a la calle desde el confinamiento por la infección por Covid19. Madrid:
Ministerio de Sanidad (en fase de publicación).
Romero Casabona, C (Coord.) (2020): Informe del Ministerio de Sanidad sobre los
aspectos éticos en situaciones de pandemia: El SARS.Cov-2. Disponible
en: https://www.mscbs.gob.es/profesionales/saludPublica/ccayes/alertasActual/nC
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Wang, G; Zhang, Y; Zhao, J; Zang, J & Jiang,F (2020): Mitigate the effects of home
confinement on children during the COVID-19 outbreak. The Lancet, 04..3.2020.
Disponible en: https://doi.org/10.1016/S0140-6736(20)30547-X
Sin embargo, esta crisis también nos está enseñando cosas que ya
estaban presentes, pero de las que apartábamos la mirada. No voy a
hablar de las peticiones de los agricultores con relación a la
necesidad de los inmigrantes, ni del resurgir de la naturaleza, ni de la
desaparición de la polución, ni siquiera de la precariedad de la
investigación, ni de lo escuálido de la industria relacionada con EPIs o
respiradores, pero sí me voy a extender en la situación de las
Residencias de Mayores y de la Sanidad Pública.
Roberto Mezzina ha sido director de los Servicios de Salud Mental de Trieste, un centro
que colabora con la OMS y mantiene vivo el enfoque basagliano sobre la salud mental.
Le preguntamos qué está sucediendo hoy.
Los servicios están en una fase defensiva. En muchas regiones han sido cerrados
ambulatorios, servicios territoriales y centros diurnos y el riesgo ahora es que olvidemos a
las personas más solas. En algunas regiones el Tercer Sector continúa proporcionando
soportes domiciliarios, pero en condiciones extremadamente difíciles.
Hay señales desde los primeros días del confinamiento de un impacto muy fuerte sobre los
servicios: mientras éstos han estado sobredimensionados por las normas de prevención de
la infección, y han acordado aflojar los lazos sociales y terapéuticos (entre servicio y
usuario, entre individuos y grupos) se ha extendido la contraseña quedaos en casa, os
telefoneamos. En la práctica muchas situaciones han sido dejadas a una especie de
autogestión de los individuos, de las pequeñas comunidades o de las familias. El tema de
las familias es fortísimo, como ya ha sido señalado por la Unione Nazionale Delle
Associazioni Per La Salute Mentale (UnaSaM), por eso con algunos colegas estamos
afirmando que, además de las indicaciones de higiene pública en sentido estricto, son
necesarias indicaciones de actos terapéuticos a seguir para no dejar solas a las personas.
Éste ha sido el sentido del documento que he propuesto a la Conferencia Nacional para la
Salud Mental, que lo ha adoptado en gran parte.
Los servicios, que se han vuelto asépticos, se han retirado a una situación de defensa que
ha hecho emerger la insuficiencia crónica de nuestros recursos. Sabemos que las personas
con mayor desventaja social, las personas sin ingresos, cuyas necesidades primarias
mínimas estaban siendo absorbidas por los servicios territoriales, por ejemplo, a través de
comidas, subsidios, bolsas de trabajo, están sufriendo muchísimo, sobre todo donde no
hay familia o donde las familias no son capaces de satisfacer estas necesidades. Por una
parte, es verdad lo que ya era notorio y que se dice en estos días, que en situaciones de
emergencia como ésta las personas con trastorno mental ven “normalizada” no sólo su
condición de aislamiento social, sino también su misma angustia, que se dirige hacia una
amenaza común, y ahí responden adecuadamente. Por otra parte, los daños irreparables y
las condiciones insostenibles vienen de lejos, como sabemos por la experiencia de salud
mental de guerra. Benedetto Saraceno ha recordado la condición de las personas
abandonadas en los manicomios, en la primera guerra de Irak: en una primera fase las
personas desarrollan una gran capacidad para autogestionarse, pero luego con el tiempo
no llegan recursos y la situación deviene catastrófica.
Debemos prepararnos, nuestros servicios son ya la pálida sombra de lo que fueron, han
entrado en un “gran sueño”, por tanto, debemos pensar enseguida a quién tutelar y cómo
desarrollar formas nuevas de intervención, por ejemplo, respondiendo a las necesidades
primarias de manera integrada con los servicios sociales y el tercer sector. El gobierno
central debe declarar nuevos niveles de asistencia esenciales, con miras a garantizar la
atención y los servicios esenciales a quien los necesita, y para ello debe interactuar de
manera muy activa con las Regiones, porque la fragmentación actual es ya un problema
muy grande de la Salud Mental en Italia.
Me llegan señales de toda Italia de empresas sanitarias que están estableciendo lugares de
“doble aislamiento”, Covid-Psiquiatría: se crean áreas de ulterior “guetización” de
enfermos psiquiátricos positivos al coronavirus. Personas puestas en aislamiento en los
servicios de diagnóstico y tratamiento, el invento de servicios de salud mental especial
para pacientes psiquiátricos con infección por coronavirus, son ejemplos de un enfoque
equivocado e insostenible. Es decir, las estructuras identificadas para las cuarentenas de
los positivos Covid deben valer para todos.
Una alta medicalización, como la que estamos viviendo, destruye la dimensión social,
propone respuestas reduccionistas, centradas en la especialización, en la fragmentación y
ese es el riesgo de la fase de emergencia. Pero ya un montón de universidades italianas,
junto con el Istituto Superiore di Sanità (ISS), proponen una búsqueda en la población
general que, mientras investiga el impacto en términos más amplios, trata de identificar
síntomas y síndromes, con el consiguiente riesgo posterior de producir respuestas
individuales, parcializadas y codificadas en sentido psiquiátrico, y por lo tanto
principalmente farmacológicas. Pero de esta situación se podrá salir sobre todo de manera
colectiva, aceptando la realidad social de que existe un sufrimiento compartido, que es
difuso, pero que impacta de manera diferente según las condiciones sociales.
Aunque, nunca como ahora, empieza a ser evidente el tema de los determinantes sociales
de la salud y la enfermedad, por nuestra parte debemos imaginar cómo volver a proponer
la dimensión social de la psiquiatría, que realiza la salud social comunitaria, por la que
hemos luchado en estos años, pero de una forma nueva e integrada. Por poner un
ejemplo, ahora están suspendidos los entornos ambulatorios preferidos de la psiquiatría
residencial, pero también las intervenciones domiciliarias deseables, comportan riesgos de
transmisión del virus. Es necesario minimizar estos riesgos y crear nuevos modos de llegar
a las personas en sus contextos de vida, y crear nuevos medios de comunicación. Pero la
comunicación por sí sola ni resuelve ni logra la dimensión social, que está hecha de la
materia de la vida, de respuesta a necesidades, materialistas y postmaterialistas, y no sólo
de relaciones, por otra parte, ahora prevalentemente virtuales. El nuevo desafío esta
hecho de un cuerpo orgánico junto a un cuerpo social, que están intrínsecamente ligados,
como escribían Franca y Franco Basaglia.
El nuevo plan de acción global para la salud mental de la OMS 2020-2030, en preparación,
trae por primera vez un capítulo sobre la salud mental en las emergencias y las catástrofes.
Es un nuevo objetivo que por primera vez aparece claramente, considerando las
migraciones, las guerras y las carestías; la OMS dice a los países que estén preparados para
las catástrofes, es necesario un plan que funcione durante y también después, por el
impacto que se abate a medio y largo plazo sobre las comunidades.
No sirve combinar todas las intervenciones bajo el sombrero del trastorno de estrés
postraumático. Como ya ha sucedido en situaciones de guerras y catástrofes, llegan
multitud de profesionales que practican técnicas; las técnicas se asientan y queda oculta la
dimensión real del sufrimiento. También la OMS ha aclarado en sus pautas para las
catástrofes (versión traducida por Emilia-Romagna y Lombardía) que es necesario
concentrarse en las necesidades inmediatas, también las sociales. Es preciso prestar
atención a la tecnificación de los problemas. Me llamó la atención a este respecto el gran
surgimiento de redes privadas de psicólogos que proporcionan intervención especialista
de emergencia; es importante que los nuevos servicios nacionales se reestructuren
desincentivando un rumbo posterior hacia lo privado y hacia la dimensión sólo individual
del sufrimiento. Si se trata de una necesidad pública, de la multitud, debe ser gestionada
desde lo público.
Es un poco como si hubiera venido al pelo una cuestión denunciada desde hace años:
cuanto más se basan los modelos en aglomeraciones de personas que viven juntas y están
en una dimensión de totalización de su existencia, tanto más se ven afectados por los
problemas. También la OMS pide que se atiendan las instituciones. Ahora sabemos que es
posible prescindir de las comunidades artificiosas, son superables; hoy el virus actúa como
una prueba de fuego de esto. Helen Killespy, responsable de la rehabilitación psicosocial
del Royal College de los psiquiatras ingleses, ha escrito que en los cerca de 34.000 puestos
que hay en las residencias en Gran Bretaña se corre el riesgo de una masacre, como está
sucediendo en nuestras residencias de ancianos y en las RSA: hay una situación de total
abandono y falta de controles mínimos. Se está mostrando un mundo que va a la deriva.
Quizá en Italia hay una mayor coordinación con el servicio público y por tanto menos
abandono, pero el tema está ahí y es un problema general. Se debe pasar a modelos de
apoyo a la vida independiente, como afirma la Convención de la ONU sobre los Derechos
de las Personas con Discapacidad.
Quizá es el momento en que el mundo de la salud mental vuelva a dar indicaciones para la
sociedad del bienestar. No podemos encontrarnos como psiquiatras gestionando
situaciones socioeconómicas que la sociedad del bienestar no ha logrado absorber. Lo
vemos en las periferias del mundo: las grandes masas que viven en los márgenes de las
ciudades y se convierten en poblaciones en riesgo de supervivencia.
Los determinantes sociales de la salud son aquí una cosa muy concreta: el malestar difuso
de la población será interpretado a través de estos ejes. Es también una reflexión que
hacemos mirando a nuestros pacientes, y estamos compartiendo entre profesionales, por
ejemplo, con AIRSAM y con Raffaele Barone. Pongamos un ejemplo: en este momento los
proyectos territoriales de inserción laboral están suspendidos, se trata de una catástrofe
absoluta desde el punto de vista social y terapéutico. Estos programas de oportunidad dan
sentido a la vida de las personas y además los ayudan en sus ingresos. Los que hemos
construido servicios territoriales hemos visto que muchas personas con historias largas de
contacto con los servicios de salud mental viven en condiciones de indigencia: en Trieste
hay muchas personas que sobreviven gracias al hecho de que en los centros de salud
mental o en las microáreas se pueda ir a comer. Si esos espacios no están utilizables estas
personas han perdido, en primer lugar, recursos sociales. Muchos de nuestros pacientes
no acceden a ninguna forma de ayudas sociales que no sea el gestionado por los servicios
de salud mental. Seguramente esta situación impone repensar los servicios necesarios
para la sociedad del bienestar. Es necesario hacer propuestas innovadoras y no pensar
sólo en los dispositivos protectores; estamos aún en una fase defensiva, pero en este
momento es preciso pensar enseguida en nuevos instrumentos.
¿Imagina un cambio no sólo en términos de respuestas a las emergencias sino como
cambio estructural?
Una toma de posición de nuestro mundo sobre nuevas formas universales de apoyo a los
ingresos, no como política de emergencia sino como nuevo enfoque a los servicios sociales
de soporte, es una cuestión que está sobre la mesa, es necesario un debate público
innovador. Nosotros en salud mental vemos la insuficiencia de los modelos de bienestar
fundados sobre los ejes “productividad/improductividad”. Para quien ha tenido durante
mucho tiempo problemas de salud mental y no ha entrado en el mercado laboral, no hay
acceso a la mayor parte de los instrumentos de soporte social que nosotros tenemos, y es
una situación que se ha modificado ligeramente sólo gracias a los ingresos de la
ciudadanía. Se trata de sobrevivir con una pensión de invalidez de 300 euros al mes. Este
modelo ya no es sostenible. Si inventamos algo nuevo podría emerger una salud mental de
verdad, y además comunitaria.