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Número Cero
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Si intentaríamos hablar de la iluminación, de la luz, de la
vida, podríamos imaginar que algo es; empezando por el
hecho de que refleja. ¿Podríamos decir que la luz es algo así
como un esplendor del fuego, que refracta sobre la tierra, el
sol y las estrellas?
Pero entonces, necesariamente, tiene que sobrevenir la
pregunta sobre la oscuridad; eso que el reflejo no logra
iluminar para imaginarlo, más que como una ausencia.
¿Qué es la sombra, esa impavidez sobre la que se sostiene
todo el universo, en donde, por partes, se ilumina la vida
tapando a la muerte? Una cosa es la certidumbre, otra muy
distinta la certeza.
He aquí, unos changuitos santiagueños, filósofos del baño,
literatos de patio, que buscan con palabras crear un puente
sobre ese vacío de sentido, así, por ejemplo, como aquel
espacio que hay entre el inodoro y el bidet; esa nada,
nuestra futilidad, que no fue ni será en vano, como
cualquier otra mentira que ilusiona, sin fanatismo sino con
pasión, estamos ahí, aceptando cada banalidad en la que
nos embrollamos, por rellenar esa ausencia.
escritosdesdeelpuente.blogspot.com
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El puenteño ahi anda por Emilio Dech
Hoy por la siesta tarde me había preguntado un compañero
qué es lo que estoy esperando. Le dije que espero encontrarme con mi
método. Claro, eso yo no me lo creía pero tampoco lo negaba, le daba
respiración de la mía, a la mentira. Entonces, al volver a la pregunta
pero ya sin interlocutor alguno, advertí adelante mío la imagen aún
incompleta del puente, que es mi atajo, pues, qué es sino, también, mi
método, pregunté, y me sobrevine en tres carcajadas, cortas pero
ásperas. El puente no es una novedad. Existieron muchos ya, antes.
También no son nuevas las crónicas sobre puentistas ahogados, que si
bien gozaban de fascinación, y en eso fueron sinceros y honestos, vivir
sobre el puente requiere de manutenciones jornales como, por ejemplo,
ajustar tornillos o redirigir los flujos de agua o, también, acomodarse, si
de acción diaria se refiere. “¡Oh, la imposibilidad de todas las
posibilidades! ¡Oh, mi reino intermedio!”, había gritado, tiempo atrás,
un poeta que pasaba caminando por el puente, minutitos antes de que
lo secuestraran, torturaran y luego asesinaran unos adoctrinados.
“El río es cosa seria”. Eso se andaba diciendo y todavía aún. El
río, que es de agua misma, no lo advierte porque, esta seriedad, tal vez,
no es sino solo una expresión de la complejidad de quien lo mira.
Aclaración: el río es, no parece. Los espíritus que moja son la mejor
demostración de su esplendida veracidad. Sin embargo, el río nos
desilusiona. El brillo corredizo, finito, sobre el agua, desaparece junto al
sol y renace nuevamente luego de la noche. ¿Qué será de los ríos y lo que
ellos mojan, en medio del oscuro? Esto no nos podrá contar el pescador
de la mañana, asiduo de los márgenes y la correntada suave, porque de
noche duerme, ya con el pescado dentro suyo. El puentografo me lo
había advertido, es difícil dar con los otros pescadores, los nocturnos.
Un recolector de datos, al encontrarse con un niño puenteñito,
improvisó su pregunta. Quiso saber como lograba cultivar el silencio. El
hombrecito le contestó señalando el árbol, donde había un pájaro
quietito y tranquilito y con los ojos cerrados, tal cual como un ave
huraña que sabe. Sabiduría de que el monte, con los manjares y peligros
que ofrece, nunca se va a ir, siempre estará ahí quieto y tranquilo,
cultivando quizás, también, un silencio. No le había creído mucho,
pues, había hurgado en los capítulos enciclopédicos referentes a la
fauna del lugar y aquel pájaro al cual hacia mención, a la noche, lejos de
ser silencioso, a gritos se lamenta. Estoy confundido. Entonces,
señalemos que, si eso que hace fuera su fiebre, el investigador al
preguntarle por la explicación única de su gracia, su interlocutor
quedaría en silencio, o solo podría aparentar y decir palabras grandotas
para que, al menos, solo se traicione el lenguaje y no su cosa. El puenteño
ahí anda sin poder contestarnos. Quizás, estuve queriendo comprenderlo
dentro de una estructura pero, esta, para mi y hacia a mi, no fue más que
un “sistema de grandes sospechas sospechadas, predispuestas para ser
sospechas sospechantes”. Eso yo sospecho. Tal vez deberíamos dejarle en
paz pues nunca sabremos que es “eso-que-hace”. Pero, como lo tenia
prometido, elaboré mi informe puentológico para ser presentado ante la
asamblea, mi Maestro, luego de felicitarme y abrazarme, se dirigió a los
otros compañeros: “presten su atención”. Sin soportarlo, en medio de una
pequeña tormentita, le dije al oído en un murmuro, “no me señales mi
querido Maestro, que en cualquier momento me tengo que ir”. “¿A
dónde?”, había escuchado que me dijo. “No sé”, escuche que le dije.
Así y todo, me fui en busca de los hombres del puente, pero no
tuve éxito. Han de estar en alguna de las orillas, en el monte quizás,
afincando la siembra para su cosecha y cercando su historia en el cultivo
de todos, o también, espantando a gritos y a piedrazos a la Topadora*,
porque ella, más que nada, les recuerda que la Realidad existe. En cuanto
a ese alambrado de las cosechas en el cultivo de todos, de seguro, desde
arriba, se verían los campos superpuestos, una total tontera en la tierra
terrenal, pero pues, ¿no seria fantástico? No, solo necesario. Agricultura y
literatura, fabuladas, también conviven en aquel atajo que, para mi, es
solo un puente más, de bocas anchas, suficiente para que quepan todos
(Bueno, está bien, por supuesto que no fueron ni serán todos, tienen
prohibida la entrada los Hijos de Puta y sobretodo aquellos que gozan de
su lógica engendrada por una razón que los ilumina. Los que gustan de
hacer Sombra. Para ellos: puto el que lee). El sustrato es siempre el mismo,
hermoso y repetido, porque no lo reforma ni el limite caprichoso de las
alambradas. La idea pretenciosa de consolidarme un puentista se está
evaporando, de a poquito y en pasitos chiquititos, solo voy deseando, ser
un digno puenteño. ¡Ay, perdón Culpa Mía! Aun todavía, no puedo
darme los lujos y los tesoros preciosos de tu desesperanza.
Queda tan solo advertir que todo esto es en vano si el que maneja el
timón bebe ron puro cubano y lee sin escuchar a su propio instinto
orgánico.
Que changos tonto por Emilio Dech
Bajaron los aplausos cuando entró el hombre a la sala. Luego de
sentarse en la silla del panel sobre el escenario, comenzaron las
preguntas de los presentes.
“No lo estoy entendiendo, pero, aun así, dice que la historia se puede
observar de manera total solo dejándose estar, pararse, sentarse,
acomodarse en la contradicción. Pero si es así, no seria historia porque
estaría detenida, seria solo una cosa en ti y para ti. Le leo un pasaje de su
libro”:
“Bueno”, concedió.
“Y claro”, interrumpió.
“Lo que pasa, señores, pensaba yo, que se habían dado cuenta por el
moño. Yo soy Ezequiel, un mozo que trabaja en el bar de la esquina, y el
filosofo que ustedes están esperando, se quedó ahí tomándose una
ginebrita y me pidió el favor para que venga a distraerlos y ponerlos en
su lugar, pero creo que ahí viene, si, ahí esta.”