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|//| EL PUENTE |\\|

Número Cero
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Si intentaríamos hablar de la iluminación, de la luz, de la
vida, podríamos imaginar que algo es; empezando por el
hecho de que refleja. ¿Podríamos decir que la luz es algo así
como un esplendor del fuego, que refracta sobre la tierra, el
sol y las estrellas?
Pero entonces, necesariamente, tiene que sobrevenir la
pregunta sobre la oscuridad; eso que el reflejo no logra
iluminar para imaginarlo, más que como una ausencia.
¿Qué es la sombra, esa impavidez sobre la que se sostiene
todo el universo, en donde, por partes, se ilumina la vida
tapando a la muerte? Una cosa es la certidumbre, otra muy
distinta la certeza.
He aquí, unos changuitos santiagueños, filósofos del baño,
literatos de patio, que buscan con palabras crear un puente
sobre ese vacío de sentido, así, por ejemplo, como aquel
espacio que hay entre el inodoro y el bidet; esa nada,
nuestra futilidad, que no fue ni será en vano, como
cualquier otra mentira que ilusiona, sin fanatismo sino con
pasión, estamos ahí, aceptando cada banalidad en la que
nos embrollamos, por rellenar esa ausencia.

Número Cero - 31 de Diciembre de 2010

escritosdesdeelpuente.blogspot.com
lospuentenios@gmail.com
El puenteño ahi anda por Emilio Dech
Hoy por la siesta tarde me había preguntado un compañero
qué es lo que estoy esperando. Le dije que espero encontrarme con mi
método. Claro, eso yo no me lo creía pero tampoco lo negaba, le daba
respiración de la mía, a la mentira. Entonces, al volver a la pregunta
pero ya sin interlocutor alguno, advertí adelante mío la imagen aún
incompleta del puente, que es mi atajo, pues, qué es sino, también, mi
método, pregunté, y me sobrevine en tres carcajadas, cortas pero
ásperas. El puente no es una novedad. Existieron muchos ya, antes.
También no son nuevas las crónicas sobre puentistas ahogados, que si
bien gozaban de fascinación, y en eso fueron sinceros y honestos, vivir
sobre el puente requiere de manutenciones jornales como, por ejemplo,
ajustar tornillos o redirigir los flujos de agua o, también, acomodarse, si
de acción diaria se refiere. “¡Oh, la imposibilidad de todas las
posibilidades! ¡Oh, mi reino intermedio!”, había gritado, tiempo atrás,
un poeta que pasaba caminando por el puente, minutitos antes de que
lo secuestraran, torturaran y luego asesinaran unos adoctrinados.
“El río es cosa seria”. Eso se andaba diciendo y todavía aún. El
río, que es de agua misma, no lo advierte porque, esta seriedad, tal vez,
no es sino solo una expresión de la complejidad de quien lo mira.
Aclaración: el río es, no parece. Los espíritus que moja son la mejor
demostración de su esplendida veracidad. Sin embargo, el río nos
desilusiona. El brillo corredizo, finito, sobre el agua, desaparece junto al
sol y renace nuevamente luego de la noche. ¿Qué será de los ríos y lo que
ellos mojan, en medio del oscuro? Esto no nos podrá contar el pescador
de la mañana, asiduo de los márgenes y la correntada suave, porque de
noche duerme, ya con el pescado dentro suyo. El puentografo me lo
había advertido, es difícil dar con los otros pescadores, los nocturnos.
Un recolector de datos, al encontrarse con un niño puenteñito,
improvisó su pregunta. Quiso saber como lograba cultivar el silencio. El
hombrecito le contestó señalando el árbol, donde había un pájaro
quietito y tranquilito y con los ojos cerrados, tal cual como un ave
huraña que sabe. Sabiduría de que el monte, con los manjares y peligros
que ofrece, nunca se va a ir, siempre estará ahí quieto y tranquilo,
cultivando quizás, también, un silencio. No le había creído mucho,
pues, había hurgado en los capítulos enciclopédicos referentes a la
fauna del lugar y aquel pájaro al cual hacia mención, a la noche, lejos de
ser silencioso, a gritos se lamenta. Estoy confundido. Entonces,
señalemos que, si eso que hace fuera su fiebre, el investigador al
preguntarle por la explicación única de su gracia, su interlocutor
quedaría en silencio, o solo podría aparentar y decir palabras grandotas
para que, al menos, solo se traicione el lenguaje y no su cosa. El puenteño
ahí anda sin poder contestarnos. Quizás, estuve queriendo comprenderlo
dentro de una estructura pero, esta, para mi y hacia a mi, no fue más que
un “sistema de grandes sospechas sospechadas, predispuestas para ser
sospechas sospechantes”. Eso yo sospecho. Tal vez deberíamos dejarle en
paz pues nunca sabremos que es “eso-que-hace”. Pero, como lo tenia
prometido, elaboré mi informe puentológico para ser presentado ante la
asamblea, mi Maestro, luego de felicitarme y abrazarme, se dirigió a los
otros compañeros: “presten su atención”. Sin soportarlo, en medio de una
pequeña tormentita, le dije al oído en un murmuro, “no me señales mi
querido Maestro, que en cualquier momento me tengo que ir”. “¿A
dónde?”, había escuchado que me dijo. “No sé”, escuche que le dije.
Así y todo, me fui en busca de los hombres del puente, pero no
tuve éxito. Han de estar en alguna de las orillas, en el monte quizás,
afincando la siembra para su cosecha y cercando su historia en el cultivo
de todos, o también, espantando a gritos y a piedrazos a la Topadora*,
porque ella, más que nada, les recuerda que la Realidad existe. En cuanto
a ese alambrado de las cosechas en el cultivo de todos, de seguro, desde
arriba, se verían los campos superpuestos, una total tontera en la tierra
terrenal, pero pues, ¿no seria fantástico? No, solo necesario. Agricultura y
literatura, fabuladas, también conviven en aquel atajo que, para mi, es
solo un puente más, de bocas anchas, suficiente para que quepan todos
(Bueno, está bien, por supuesto que no fueron ni serán todos, tienen
prohibida la entrada los Hijos de Puta y sobretodo aquellos que gozan de
su lógica engendrada por una razón que los ilumina. Los que gustan de
hacer Sombra. Para ellos: puto el que lee). El sustrato es siempre el mismo,
hermoso y repetido, porque no lo reforma ni el limite caprichoso de las
alambradas. La idea pretenciosa de consolidarme un puentista se está
evaporando, de a poquito y en pasitos chiquititos, solo voy deseando, ser
un digno puenteño. ¡Ay, perdón Culpa Mía! Aun todavía, no puedo
darme los lujos y los tesoros preciosos de tu desesperanza.

* La Topadora y sus sirvientes con fusilcitos y granaditas, lapiceritas y sellitos, satelititos


y pantallitas, la lista sigue.
De cara por Animalia
De cara larga
lavada
y al sol, observa como las pulgas del perro creen que ladran.
Son hombre-puente
se los huele.
La conexión de este con los otros está implícita en el borde de una
piedra llamada estela una cierta energía psíquica donde se dibuja
una plataforma de silueta cuneiforme
desde la cual intenta mostrar que su significado de dar, no es lo
mismo que darse.
La mentira es su compañera, la metonimia y la metáfora sus aliadas
predilectas.
Compartiendo es como cruzan en ese espacio lugar reservado que no
se cede, el que nadie señala. Algunas veces lloran pero miran de reojo
al ente de al lado y se alivian. Deciden fluir, porque son muchas más
las tandas musicalizadas de risas a las carcajadas.
Sin dirigir ni sentirse superior por el hecho de estar justamente donde
se tiene que estar, piden a cambio ser invisibles.
Como soldados de manteca, forman parte de un desvariado ciclo que
se digiere como el inicio de un fresco horizonte.
Hay sin embargo, una craza rotura que no cesa todo lo contrario se
abomina a cada latido vacio de ese órgano que aúlla odios y amores
desencontrados.
Y se los define de a cuatro -palabras
hambrientos
errados
desamparados
desalmados.

Comunicar es saber decir,


manifestarse con la palabra justa,
expresar lo que aporte y no lo que destruya,
aliviar en vez de herir,
hacer de puente en cambio de separar.
Del puente por Pepe montiel

Complicada dedicación es comenzar con la explicación de algo


que evita serlo, que pretende festejar los sinsentidos cotidianos.
Monumentos de estos puentes los hay en todos lados, condecoraciones
a veces casi innecesarias que sobran, como este intento de demostrar
que hay un por o para que prestar atención al puente. Pero en realidad
no, no es nada importante; tanto este intento como el puente, es un
accesorio más, concreto y bólido, al mismo tiempo que etéreo. Solo será
de interés este espacio para aquellos que dudan, que se intrigan por ese
vació que se pasa por alto, ese vacío que ruge por lo turbio o que hace
eco por lo profundo y seco.
Primero que nada hay que hacer una distinción sobre nuestro
Puente. Este no es una escalera, no hay que confundirse. No se busca
alcanzar nada, no se persigue una finalidad. Que hay de un lado y del
otro es fácil describir, encontrar y explicar, aunque siempre se divise un
lado desde el otro. Se debe seguir solamente el camino y al no curvarse,
muchos simplemente lo transitan con la mirada. Lo que a mi interesa en
particular es lo que hay debajo de ese camino, que muchas veces solo
descarrilándose se pueden derrochar las miradas en esa nada que
existe, solo para los que se imaginan antes de cruzar, qué es eso que
estamos saltando, para qué estamos yendo a través de un vacío hasta
otra orilla. No es un comercio de intereses el que se busca en la
comunión de los que lo cruzan, es solamente ponerle existencia a esos
cuerpos que transitan, sin vida y sin nombramiento, como sombras,
como gente, sobre la nada en la que se sostienen.
Por último, estas verdades que se pronuncian no lo son, o
quizás lo son solo para mí en este momento. Pero jamás estaré seguro de
lo que digo, porque no se a quien se lo digo y por eso no me siento firme
en ninguna orilla, ni si quiera en la mía; y solo por eso encuentro un
poco de excitación cuando me encuentro a mitad de camino en el
puente, como puenteño.
Paciente psicopata por Animalia

Una mañana le pregunté que tal estaba. Me contesto que había


pasado una noche maravillosa desinfectando todo el cielo con
cloruro mercurioso, pero que durante toda esa tarea sostenida no
había encontrado rastro alguno de Dios.
Es el hombre que padece en la utopía de un puente que parece ser
inalcanzable.
Este es conducido por una grúa mientras se pasea
disfrazado,
entre cadáveres misoneístas y
cabizbajo
por lo absurdo que requiere la estrechez social.

Con el estomago malcomido, confirma lo que la percepción y el


pensamiento le dicen:
Animal racionalmente salvaje
indiscutiblemente surrealista
lo oscuro ex-siste dentro de ti
-su sentimiento se torna agradable-
mejor es que conviertas en certeza
de que tu haber, es el resultado
de una mala noche de juerga-perras-geishas
-la intuición lo hace aun más deseable-.

+ poeta es el que peina las culebras de las mentes de los hombres +

Queda tan solo advertir que todo esto es en vano si el que maneja el
timón bebe ron puro cubano y lee sin escuchar a su propio instinto
orgánico.
Que changos tonto por Emilio Dech
Bajaron los aplausos cuando entró el hombre a la sala. Luego de
sentarse en la silla del panel sobre el escenario, comenzaron las
preguntas de los presentes.

“Si bien usted nos habla de que el concepto de totalidad histórica a


perdido sus dimensiones en la sociedad actual y que, desde ahora, es
una idea desdeñada, entonces, usted ¿Afirma que la historia solo es un
conjunto de pedazos de discursos que se entrechocan, se niegan o se
alimentan, para así, al fin, dar otra forma fragmentada, aleatoria y
desproporcionada?”

“Si, así es”, afirmó.

“Pero, entonces, si acepta que la historia se niega o se alimenta para dar


otra forma y, también, en algunos pasajes de su libro, advierte que hay
hechos actuales comprendidos como terrorismos totalizadores, por
algún lado, el concepto de totalidad, debe estar en su propuesta. ¿O
no?”

“Si, claro, va, puede ser”, respondió.

“No lo estoy entendiendo, pero, aun así, dice que la historia se puede
observar de manera total solo dejándose estar, pararse, sentarse,
acomodarse en la contradicción. Pero si es así, no seria historia porque
estaría detenida, seria solo una cosa en ti y para ti. Le leo un pasaje de su
libro”:

“Bueno”, concedió.

“¿Pues que seria acomodarse en la contradicción? Si, por ejemplo, miramos la


miseria adjudicada a lo humano y nos angustiamos, y del otro lado, el sol, que
nos devuelve el temple y la sonrisa, una fiebre de unidad nos llevaría, o a desear
desterrar toda injusticia del mundo porque hay un nosotros que debe salvarse
todavía y hasta incluso correr el peligro de ser uno mismo ese horror, o, por otro
lado, querer ser el sol y su calor exacto. (En esta categoría, abstengo a quienes se
broncean tirados panza arriba en la playa tal cual Adoradores del Sol. Para mas
información sobre este concepto dirigirse a “Los Adoradores del Sol y las
Cremas Humectantes” del genial pero muy aburrido Alejandro Kantizano).
Así entonces, uno se va acomodando, y como hombre de límites, de fronteras, se
la pasa yendo y viniendo, pasando por el puente que lo conduce del terror
ruidoso hacia la caricia más suave del tiempo y el silencio.”

“Y claro”, interrumpió.

En la sala se encontraba un pensador contemporáneo al cual


todos los presentes estimaban, sobretodo por su incisiva forma de hacer
filosofía, pero quizás solo le tenían miedo por ser él un poco más
perverso que los demás filósofos neuróticos de su generación. Con sus
amigotes alrededor, se levanto de la silla y mientras se acomodaba el
bigote, señalándolo con el dedo al disertante le dijo gritando: “¡Perdone
usted, pero creo que desde hace ya mucho tiempo viene tomándonos el
pelo!”

“Si, capas”, asintió.

En el mismo momento en que los concurrentes estaban a punto


de hervirse, el dueño de la palabra les dijo con un verificable aliento
recuperado:

“Lo que pasa, señores, pensaba yo, que se habían dado cuenta por el
moño. Yo soy Ezequiel, un mozo que trabaja en el bar de la esquina, y el
filosofo que ustedes están esperando, se quedó ahí tomándose una
ginebrita y me pidió el favor para que venga a distraerlos y ponerlos en
su lugar, pero creo que ahí viene, si, ahí esta.”

Bajaron los aplausos cuando entró el hombre a la sala. Luego de


sentarse en la silla del panel sobre el escenario, comenzaron las
preguntas de los presentes.
Un razonamiento absurdo por Pepe montiel
Si hoy, por ser allegado a tito, me preguntaran sobre el
absurdo, hablaría sobre la limitación. He ahí, donde reconocernos
limitados es encontrar en nosotros la genialidad, la sencillez de
pretender alcanzar aquello que podemos tomar y no buscar un mas
allá. Como dice tito, “para un espíritu absurdo la razón es vana y no hay
nada más allá de la razón”. No es mediocridad, esta es avara.
Contrariamente, la limitación genial es la sencillez.
La razón más común de la limitación de una vida es la muerte.
Buscarle algún sentido, ir más allá que el de la finitud, es complicar a la
vida buscando integrar la razón con lo absurdo, tanto lo absurdo como
noción y como sentimiento. La vida en si se cobra sentido solo a través
de la muerte, fuera de la intención de unir la razón al absurdo. De una
vida solo se puede hablar, para ser respetuoso, a partir de su muerte;
otorgarle algún sentido, a alguien que fue, como mito. Y sobre la
muerte para ser respetuoso no se puede hablar, porque no se la conoce
o, mas precisamente, no se la vive; a lo sumo se podría hablar del acto
final, del pasaje de vivo a muerto.
Motivo de la limitación del sentido, solo al fin se podría
empezar a hablar de una vida que se forjo en medio del sinsentido y del
compromiso que conlleva enfrentarla ante la muerte, el vaciamiento de
todo sentido que se pretende conocer mientras se transita una vida. Sin
embargo existe una capciosa forma de vivir en el mortal. Se intenta
vivir alejando la muerte, atándose a un sentido en la vida y
defendiéndolo sin aceptar que la vida no tiene uno, si no infinitas
posibilidades.
Uno no sabe del sentido de la vida, no lo tiene, se intenta
otorgarle alguno mediante actos. El distanciamiento final, sin que fuera
concretamente la muerte física, nos permite, ajenos de los propios
sentimientos que tropezaron en actos, un análisis de la vida solo en la
muerte. Prácticamente podríamos pretender llegar a unir y atar cabos
de una vida solo después de que concluya, ya que no se podrían
modificar los hechos, y si se es buen observador quizás se logren hallar
intenciones de sentidos en sencillos actos, aceptando la imparcialidad
propia del motivo y nuestra parcial atribución de sentido o significado
que intenciona ese motivo. Aclaro, el puente que se construye sobre esta
intención es de mitificar una porción de vida muerta para ejemplificar,
por mas sencillo que sea, un acto humano estructurado sobre una
ausencia.
Un viejo puenteño con el cual me suelo cruzar, me comento en
algún descanso que, encontrado con la limitación de sus actos, la
muerte de ellos todos los días por la arbitrariedad del sinsentido,
abandonó su consuelo en el desprecio. No valoró más sus
responsabilidades, solo las actúo fríamente y sin apasionamiento, se
asumió entregado involuntariamente; no existe voluntad propia en el
acto, ni si quiera en el suicido, eso comprendió al reconocer la limitación
de su responsabilidad en los actos, y no busco comprender mas. De
todas maneras, se dio cuenta. El sentido no significado seguiría
igualmente apreciado por los demás. Quizás por eso buscó en la
cotidianeidad su sencillez, para dejar de culparse de las valoraciones
que los demás atribuyen a la responsabilidad de sus actos cuando estos
buscan ser compartidos bajo la obstinación del espíritu humano. Le dio
así la libertad al sentimiento absurdo en su vida, para morir aferrado
con su propia razón, aceptándola irreconocible para él.
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