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a una Existencia llena de sentido. Pero ¿por qué el hombre es un ser en búsqueda?
¿Qué le hace ser una creatura inquieta e inconforme? ¿Qué es lo que en
profundidad desea? Para responder a estas interrogantes, es necesario detenernos
en el mismo hombre, y comprender su constitución ontológica.
La naturaleza humana es una naturaleza abierta:
Lo que define al hombre como tal no es la naturaleza en cuanto naturaleza, sino la
particularidad y singularidad de su naturaleza “humana”, que es una naturaleza
racional, es decir espiritual, lo cual no puede limitarse a la sola dimensión intelectivo
– volitiva, sino que abarca toda la persona en la totalidad de su cuerpo y de su alma.
El ser humano es tal, no solo porque es naturaleza, sino porque es “apertura”, o,
mejor dicho, porque su naturaleza es una naturaleza abierta. La misma estructura
de la corporeidad humana denota esto. Esta organización material requiere, en sí
misma, una instancia ultrabiológica. Esta instancia es lo que llamamos la
racionalidad o espiritualidad. Sin embargo, la peculiaridad humana no se da sólo
por esta dimensión espiritual cerrada en sí misma, esto es por una espiritualidad
pura. Lo específico de la naturaleza humana está en el hecho de que, incluso desde
el punto de vista biológico, el hombre es un ser aparte porque su dimensión
biológica es estructuralmente capaz de conformarse con el espíritu.
Además de esto, ciertamente, el elemento principal que nos permite distinguir la
naturaleza racional de la no racional es la capacidad de autoconocimiento (reditio)
que muy bien señalaba Sto. Tomas. Por este autoconocimiento el hombre es capaz
de volver sobre sí mismo y sus propios actos. De hecho, la característica principal
del hombre, en contraposición con el mundo puramente material, es la apertura al
absoluto. En el hombre esta apertura se manifiesta en todos los actos de su vida,
pero especialmente en los intelectivos-volitivos, es decir en la autoconciencia y
en la autodeterminación. En efecto, la propiedad esencial del espíritu, en
contraposición con la materia, es la libertad, la independencia, la infinitud. La
realidad material se encuentra circunscrita al espacio – temporalidad; el espíritu en
cambio, trasciende el espacio y el tiempo, tiende a superar todo límite, a ir siempre
más allá de lo que ya ha conquistado. Así la inteligencia humana no ocupa un
espacio ni en el cuerpo ni en el universo; trasciende el tiempo con la memoria que
recoge el pasado y con la esperanza anticipa el futuro, proyectándose en él.
Además, la inteligencia no se queda nunca en su sed de conocer y de indagar, sino
que quiere conocer cosas nuevas y, además, conocer mejor y más profundamente
lo que y ha adquirido, hasta tal punto que podría encontrar su satisfacción sólo si
podría encontrar la Verdad absoluta e Infinita hacia la que tiende. La inteligencia
humana va más allá de todo lo dado, no se contenta nunca con las cosas como
están dadas, sino que las modifica, trasforma, inventa cosas nuevas. Por esta
característica, el hombre, a diferencia de los animales, tiene cultura, inventa una
técnica, modifica el medio ambiente, crea una historia. Este dinamismo de la
inteligencia forma parte de la naturaleza humana, y por eso se puede hablar de una
naturaleza abierta o espiritual.
TEMA 1 – TEOLOGÍA I
Bibliografía: