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Negada durante siglos por los hombres de ciencia, la existencia de los míticos
sirénidos nunca se ha logrado borrar por completo del imaginario colectivo,
desde que -cuenta la Odisea- el héroe griego Ulises obligó a su tripulación a
taparse los oídos con cera para no escuchar los cantos de esos seres mitad
mujer mitad pez que enloquecían a los marinos, haciéndolos saltar de los
barcos al mar. Aunque testimoniadas por crónicas e incluso por registros de
valor histórico, la falta de evidencias materiales llevó a la investigación
científica de las enigmáticas “mujeres-pez” hasta un punto muerto. Pese a
conocer menos del 0,1% de las especies que habitan el océano, la biología
marina ha dado sin embargo la espalda a la existencia de una especie que
pulula tanto en antiguas obras literarias como en relatos recientes. ¿Sano
escepticismo o negación de lo desconocido?
Todos los años, distintas costas del mundo reciben cadáveres de animales no
clasificados por la zoología. Solo durante el tsunami de Indonesia en 2004,
decenas de especies raras afloraron a la superficie por el movimiento de las
placas tectónicas. No obstante, el número de especies marinas desconocidas
tiende a sobrepasar cualquier cálculo imaginado. Unas 2.000 especies
acuáticas “nuevas” son descubiertas cada año en todos los rincones del
planeta. Formas simples (como virus y bacterias) o más complejas (serpientes,
tiburones abisales y calamares descomunales) no dejan de sorprender cada
mes a la comunidad científica. No obstante, las sirenas parecen condenadas a
la no existencia en el campo de la antropología teórica. ¿Existen razones
sólidas para fundamentar tal descarte?
De acuerdo a las reglas biológicas teóricas, no existe razón alguna que impida
la existencia de una o varias especies de mamíferos marinos, como los
pinnípedos o los cetáceos. De hecho, lo que Colón y otros exploradores
entrevieron y registraron en sus documentos no fueron sino manatíes,
mamíferos placentarios pertenecientes justamente al orden de los sirenios. La
ciencia simplemente aduce que, para afirmar la existencia de un objeto de
estudio, primero debe aparecer ese objeto de estudio. No obstante, según las
últimas estimaciones realizadas, probablemente tardaríamos unos siete siglos
en descubrir la totalidad de especies que se ocultan en las profundidades
marinas, donde la noche es perpetua. Aunque por supuesto, como cualquier
otro mamífero, una sirena no podría vivir siempre allá abajo...