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“AÑO DE LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN E IMPUNIDAD”

UNIVERSIDAD PRIVADA DE TACNA


FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLITICAS
ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

DEONTOLOGIA FORENSE
TEMA: CARACTERÍSTICAS PROFESIONALES DEL ABOGADO

INTEGRANTES:
RAMIREZ ROJAS, STEPHANIE
DELGADO CRUZ, SERGIO
ASPÍLLAGA TICONA, MARIA JOSE
GUTIERREZ NEYRA, MAYRA

DOCENTE: MAG. VERÓNICA CALIZAYA VARGAS


CICLO: X

TACNA-PERÚ
2019
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DEDICATORIA

A nuestros padres y a

nuestro docente que nos da su apoyo constante

para culminar con éxito este trabajo.


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AGRADECIMIENTO

Gracias a nuestra universidad, por permitirnos

formarnos y mejorar cada día en el aspecto

estudiantil. Gracias a todas las personas que

fueron participes de esta monografía, ya sea de

manera directa e indirecta, gracias a ustedes por

haber permitido concluir este trabajo con éxito.


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INDICE

INTRODUCCIÓN.........................................................................................................5

MARCO TEÓRICO......................................................................................................5

CAPÍTULO I.- ÉTICA DEL PROFESIONAL DEL DERECHO............................6

1.- ÉTICA ESPECÍFICA DEL PROFESIONAL DEL DERECHO................6

2.- FUNCIÓN SOCIAL DEL ABOGADO........................................................7

3.- DATOS CONCRETOS SOBRE CÓMO DEBE SER EL


PROFESIONAL DEL DERECHO.........................................................................8

4.- DECÁLOGO DEL ABOGADO....................................................................8

CAPÍTULO II.- CARACTERÍSTICAS DE LA ACTIVIDAD ÉTICA DEL


ABOGADO...............................................................................................................11

1.- ABOGADOS QUE LABORAN EN EL PODER JUDICIAL....................11

2.- ABOGADOS QUE LABORAN EN EL MINISTERIO PÚBLICO...........17

3.- ABOGADOS QUE LABORAN EN LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA 25

4.- ABOGADOS LITIGANTES.......................................................................41

CONCLUSIONES......................................................................................................57

BIBLIOGRAFÍA..........................................................................................................59
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INTRODUCCIÓN

El profesional del derecho se debe a sí mismo y a su misión de auxiliar


de la justicia otorgada por la ley, una conducta íntegra y ceñida a los
parámetros de lo moral, de la equidad, desprendimiento de sus propios
intereses con tal de favorecer plenamente aquellos clientes que son siempre
el motivo de su labor.

De lo dicho se desprende que actualmente, la preparación del Abogado


debe ser integral e interdisciplinaria, no puede limitarse a la ciencia del
derecho, debe comprender conocimientos de informática, idiomas extranjeros,
administración de empresas, economía y en fin todas aquellas materias que
tiene relación con cada una de las ramas del derecho. La ciencia del derecho
está llamada a normar y regular la conducta humana, bajo esta premisa el
Abogado debe prepararse para afrontar y adaptarse a los cambios y las
nuevas tendencias futuras.

Las tareas del abogado abarcan una amplia gama de renglones


diversos que pueden orientar a este profesionista al servicio de la sociedad y
de sí mismo.

La ética profesional es imprescindible para matizar el contenido de las


reglas jurídicas que regulan la actividad profesional del abogado, pero,
además, es indispensable para enaltecer la dignidad de nuestra profesión y
para mantener el decoro que apoye el prestigio de una actividad tan noble
puesto que su finalidad es sostener la convivencia armónica en el seno de la
sociedad.
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MARCO TEÓRICO

CAPÍTULO I.-
ÉTICA DEL PROFESIONAL DEL DERECHO

1.- ÉTICA ESPECÍFICA DEL PROFESIONAL DEL DERECHO

La ética del profesional del derecho se rige por el Código de Ética del
Colegio de Abogados

Los deberes esenciales del abogado son: la probidad, independencia,


moderación y la confraternidad. Partimos de que la probidad es la
representación que hace un abogado a nombre de su cliente, la cual debe ser
llevada con un alto nivel de dignidad. La independencia del abogado es propia
del perfil de la carrera porque estamos ante un profesional liberal, que no se
encuentra subordinado a un superior, sino a lo que sus principios y su
preparación académica le pauten. La moderación implica en no incurrir en
abusos, es obedecer ciertos parámetros éticos y morales que le exige su
oficio. La confraternidad consiste en no incurrir en una competencia desleal
respecto de sus colegas abogados, respetando la labor de los demás como la
propia.

La Ética Profesional está integrada por normas de conducta. El obrar


humano está sujeto a diversas reglas que orientan la actuación del hombre
frente a sus semejantes, también quiere decir que se trata de reglas de
conducta con las características propias que corresponden a las normas
morales: Son unilaterales porque frente al sujeto obligado no existe un sujeto
pretensor con facultades para exigir el acatamiento a las reglas de conducta.

La ética profesional es imprescindible para matizar el contenido de las


reglas jurídicas que regulan la actividad profesional del abogado pero,
además, es indispensable para enaltecer la dignidad de nuestra profesión y
para mantener el decoro que apoye el prestigio de una actividad tan noble
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puesto que su finalidad es sostener la convivencia armónica en el seno de la


sociedad. La maldad es motivo de repudio y de justa censura; por tanto, el
abogado en su actuación ha de apegarse a la realización del bien en todas
aquellas ocasiones en que el obrar profesional lo coloque ante una disyuntiva
de bien o mal. Ese es el gran objetivo de la Ética Profesional que justifica
plenamente su existencia.

Debe actuar con dignidad tanto en el ejercicio de su dignidad como en


su vida privada. Debe ser leal y veraz, no deberá aconsejar ningún acto
fraudulento contrario a sus principios.

No deberá olvidar que como auxiliar y servidor de la justicia, su


cometido es defender los derechos de su cliente con diligencia y estricta
sujeción a las leyes.

Sus alegatos verbales o escritos deberán ser siempre moderados y


precisos, con una energía adecuada, sin exigencias sino peticiones,
solicitudes humildes pero bien fundadas y con base, tanto legal como en los
hechos. Deberá omitir expresiones sarcásticas o violentas.

2.- FUNCIÓN SOCIAL DEL ABOGADO

Con el paso del tiempo el Estado comienza a observar que el resultado


del proceso judicial no es extraño al interés, pues en todo proceso se
encuentra la aplicación de la ley, o sea, el respeto de la voluntad colectiva. La
sociedad espera que el abogado sea el sostén de sus instituciones jurídicas.

La moralidad del abogado no se limita al buen ejemplo sino a la acción,


al cambio. La abogacía implica la representación realidad civil de la
comunidad. Sin embargo, hoy, ciertos abogados se caracterizan por su interés
lucrativo por encima del interés social. Mientras tanto, nosotros creemos que
el abogado debe ser un defensor del bien común y de la justicia, y que así
dirija la conducta de los pueblos hacia la construcción de un orden social
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conforme a las condiciones de un ideal más humano, para lo que deberá


despojarse de su egoísmo.

3.- DATOS CONCRETOS SOBRE CÓMO DEBE SER EL PROFESIONAL


DEL DERECHO

Los deberes, como imponencias indeclinables que forman parte de la


responsabilidad del individuo.

 El abogado debe cultivar sus virtudes profesionales y formación


integral mediante el estudio y el seguimiento de las normas morales.
Nos referimos en este aspecto al estudio y actualización del
abogado como ente impulsador del cambio en la sociedad. Esto lo
llevará a proponer soluciones que estén orientadas al bien en todos
los aspectos que sea posible. Esto va de la mano de su capacidad,
talento y experiencia al servicio de la justicia.
 Debe ser disciplinado, firme y sensible en su vida profesional y
privada.
 Debe ser un fiel intérprete de la ley, un guardián y defensor de los
principios jurídicos, de la justicia y la verdad.
 Debe ser responsable, puntual.
 Debe actuar con serenidad y fe en la causa de su cliente.
 Debe ser honesto, veraz, prudente.
 Debe ser digno de fiar y de respeto, incapaz de cometer fraude.

En cuanto al cliente, el abogado tiene un compromiso especial con el


cliente, debe actuar con responsabilidad y diligencia. Debe estar atento de los
plazos legales respecto de los actos del procedimiento. Debe comprometerse
a poner todo su esmero, su saber y habilidad para realizar una defensa útil.

Debe adoptar una actitud de servicio. Si por su negligencia pierde una


causa es evidente que con ello comete una injusticia.
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4.- DECÁLOGO DEL ABOGADO

A lo largo de la Licenciatura, y más aún, durante el ejercicio profesional


de la Abogacía, escuchamos infinidad de veces frases relacionadas con el
comportamiento adecuado que debemos tener en el desempeñó de tan noble
profesión, toda vez que la abogacía implica tener un alto grado de ética y
compromiso profesional, no sólo con el cliente o representado, sino con la
sociedad en general.

Pero entre todas ellas destaca por supuesto un ideario profesional


desarrollado por un jurista uruguayo, Eduardo Juan Couture Etcheverry (1904-
1956), quien desarrolló el Decálogo del Abogado.

Diez principios, que de alguna forma deberíamos de considerar como


los compromisos que debemos tener con nosotros mismos, con nuestra
carrera, pero sobre todo, con la sociedad, la cual espera que aportemos lo
mejor de nosotros cada día y logremos así que los ideales de justicia y
libertad sean una realidad material, pero sobre todo, que sean generales y
universales.

I. Estudia. El Derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos


serás cada día un poco menos Abogado. El Derecho, o más bien las normas
jurídicas, sus principios e instituciones, son productos humanos, por lo tanto
son perfectibles, deben además de ser cambiantes, adecuarse a las nuevas
condiciones sociales que se vayan generando, ya que de no ser así, la norma
dejaría de ser eficaz; por lo tanto es deber del abogado mantenerse
actualizado, continuar preparándose día con día.

II. Piensa, El Derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando. Si


bien es cierto que para ejercer la carrera de licenciado en Derecho, es
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necesario conocer una serie compleja de disposiciones jurídicas, ello no


implica que debamos aprender de memoria su contenido, es mucho más
importante comprender y entender cuando y por que se aplican dichas figuras,
así como las obligaciones y derechos que nos conceden, y en consecuencia
por el ejercicio diario y su utilización repetitiva al final las aprenderemos de
memoria, pero es mucho más importante pensar y analizar la ley, comprender
su sentido, no solamente su contenido en sentido estricto.

III. Trabaja . La Abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la Justicia.


Para lograr el éxito no hay formulas mágicas, solamente el trabajo y la
constancia nos permitirán lograr que nos desarrollemos de forma exitosa. Si
bien la suerte pudiera favorecernos en ciertas ocasiones, para llegar o estar
en un puesto determinado, será nuestro trabajo diario lo que hará la
diferencia, entre nuestro trabajo y el de los demás. Pero además en el caso
de los abogados, debemos de trabajar teniendo como objetivo la justicia, para
poder restablecer el Estado de Derecho.

IV. Lucha . Tu deber es luchar por el Derecho, pero el día que encuentres en
conflicto el Derecho con la Justicia, lucha por la Justicia. Nunca debemos
olvidar que nuestro compromiso es con la justicia, y que no siempre la ley
será justa; es entonces cuando haremos valer nuestro conocimiento y
nuestros razonamientos deberán de llevarnos a procurar la justicia, el
bienestar colectivo.

V. Sé leal . Leal para con tu cliente, al que no puedes abandonar hasta que
comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando el
sea desleal contigo, Leal para con el Juez que ignora los hechos, y debe
confiar en lo que tu le dices; y que, en cuanto al Derecho, alguna que otra vez
debe confiar en el que tú le invocas.En el desempeño de la actividad
profesional, debemos recordar que nos rige el secreto profesional, por lo
tanto, la información que obtengamos con motivo de nuestra actividad,
solamente debemos ocuparla para el desempeño de nuestra labor. Pero
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además, la lealtad la debemos entender también como un principio ético, que


nos obliga a mantenernos en nuestra posición, pero sobre todo a conducirnos
con la verdad.

VI. Tolera. Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea
tolerada la tuya.
Una de las cuestiones fundamentales en las relaciones humanas es el
respeto, no podemos exigir que alguien respete nuestros derechos o nuestras
opiniones, si nosotros nos mostramos intolerantes.

VII. Ten paciencia. El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su
colaboración. A pesar de que a veces no es fácil seguir este principio, no
debemos olvidar que la mayoría de las cosas tienen un tiempo y un momento
en el cual van a suceder, y que muchas veces el apresurar los
acontecimientos no nos permite estar preparados adecuadamente para
afrontarlos.

VIII. Ten fe. Ten fe en el Derecho, como el mejor instrumento para la


convivencia humana; en la Justicia, como destino normal del Derecho, en la
Paz como substitutivo bondadoso de la Justicia; y sobre todo, ten fe en la
Libertad, sin la cual no hay Derecho, ni Justicia, ni Paz.

IX. Olvida. La Abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras


llenando tu alma de rencor llegaría un día en que la vida sería imposible para
ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.

X. Ama tu profesión. Trata de considerar la Abogacía de tal manera que el día


que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti
proponerle que sea Abogado.
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CAPÍTULO II.-
CARACTERÍSTICAS DE LA ACTIVIDAD ÉTICA DEL ABOGADO

1.- ABOGADOS QUE LABORAN EN EL PODER JUDICIAL

El Poder Judicial, en su compromiso social por la excelencia en el


servicio, tiene como misión administrar justicia para resolver los conflictos y
garantizar los derechos de las personas, consolidar la paz social y el
desarrollo de la democracia dentro del marco del Estado de derecho. Esta
misión está sustentada en la equidad, la imparcialidad, la honestidad, la
transparencia y el respeto por la independencia de criterios. Por tanto, se
instituye el Código de Comportamiento Ético para todos los miembros del
Poder Judicial.

El Código de Ética busca dotar a los Jueces del Poder Judicial peruano
de un conjunto ordenado de reglas que orienten su comportamiento ético,
tanto en el ejercicio de sus funciones públicas como privadas.

La sociedad espera de los Jueces un comportamiento de excelencia en


todos los ámbitos de su vida. Por lo tanto, es posible exigirles altos
estándares de buena conducta con la finalidad de que contribuyan a crear,
mantener y acrecentar la confianza ciudadana en la judicatura.

A fin de garantizar el cumplimiento de la misión institucional, su


fortalecimiento, renovación y efectividad, los integrantes del poder judicial
debemos orientarnos por el camino de la integridad, la transparencia y la
conciencia funcional e institucional.

Las normas contenidas en el Código son de naturaleza ética.


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Ningún proceso de reforma y transformación puede ser sostenible si no


cuenta con un sistema de integridad Institucional que implica:

 La definición de la cultura del capital humano que orienta hacia un


comportamiento de cada uno de sus integrantes dirigido al usuario del
sistema de justicia e indica la conducta esperada.
 Que los valores y principios éticos se manifiestan a través del Código
de Comportamiento Ético, lo que permite a cada uno de los servidores
administrativos judiciales aplicar en el día a día el deber ser.
 Que todo deber ser conlleva una consecuencia de méritos o de censura
manifestada a través del sistema de promociones de la Institución o del
sistema disciplinario, según el caso.
 Que la transparencia en la gestión de los procedimientos
administrativos, financieros y de auditoria Institucional

En consecuencia, se requiere difundir y promover políticas de


honestidad y de moral pública, independientemente de la normativa que en el
marco del derecho regulan el ámbito sancionador. Se trata pues, de formular
parámetros y postulados que constituyan aspectos de singular valor en el
desempeño de la administración de justicia y su desarrollo Institucional.

Sin embargo, esto no es suficiente en el ámbito normativo; se precisa


además, hacerlo concluyente y armónico, pero, sobre todo, que se logre
contar con un personal de excelente calidad, que garantice la efectividad en el
desempeño de sus funciones y la correcta observancia de los valores y
principios éticos.

La ética no sólo va en contra del comportamiento corrupto, sino también


es contraria a la falta de vocación, a la irresponsabilidad y a la ausencia de
conciencia social en el servidor judicial

Este Código de Comportamiento Ético que presentamos, representa la


columna vertebral de nuestra cultura como servidores judiciales, además de
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estar adecuado a la exigencia de los tiempos que demandan valores y


principios éticos Institucionales.

1.1.- LINEAMIENTOS DEL MODELO DE CONDUCTA DEL JUEZ

Se consagran como los valores más elevados del modelo de conducta


de los jueces – tanto en la esfera individual como institucional, en el
desempeño de sus funciones y en la vida social, el Juez debe comportarse,
según el Código de Ética del Poder Judicial del Perú:

Artículo 4: Autonomía e Independencia judicial

Libre de interferencias y rechazará con firmeza cualquier intento de


influencia jerárquica, política, social, económica o de amistad, de grupos de
presión o de cualquier otra índole; asimismo, no adoptará sus decisiones por
influencia del clamor público, temor a la crítica, consideraciones de
popularidad, notoriedad o por motivaciones impropias o inadecuadas.

El Juez no debe realizar actividades ni aceptar encargos públicos o


privados que obstaculicen el pleno y correcto desenvolvimiento de su función
jurisdiccional; tampoco los que, por la naturaleza, la fuente o la modalidad del
cometido puedan, de alguna manera condicionar su independencia.

Transparencia, apertura a la sociedad y uso de los medios de


comunicación

Artículo 5: Imparcialidad judicial

El Juez debe ser imparcial tanto en sus decisiones como en el proceso


de su adopción. Su imparcialidad fortalece la imagen del Poder Judicial.

El Juez debe respetar la dignidad de toda persona otorgándole un trato


adecuado, sin discriminación por motivos de raza, sexo, origen, cultura,
condición o de cualquier otra índole. En el ejercicio de sus funciones, el Juez
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debe superar los prejuicios que puedan incidir de modo negativo sobre su
comprensión y valoración de los hechos así como en su interpretación y
aplicación de las normas.

El juez no debe valerse del cargo para promover o defender intereses


particulares, ni transmitir, ni permitir que otros transmitan la impresión de que
se hallan en una posición especial para influenciarlo.

El juez debe gobernar sus asuntos personales y económicos, de modo


tal que las ocasiones en las cuales le sea necesario inhibirse, en las causas a
su cargo, tengan carácter excepcional.

Artículo 7: Diligencia judicial

Los deberes judiciales del Juez tienen precedencia sobre toda otra
actividad. El Juez debe ser diligente y laborioso.

También debe actualizar y profundizar permanentemente sus


conocimientos.

En el ejercicio de sus funciones, el Juez -consciente del servicio que


brinda a la colectividad - debe atender las actividades propias del cargo,
evitando dilaciones injustificadas y/o molestias inútiles a los usuarios y a sus
abogados.

El Juez debe desempeñar su rol con pleno respeto a los demás; en tal
sentido, actúa reconociendo la dignidad de los protagonistas del proceso y
buscando desempeñarse con el máximo cuidado para lograr una decisión
justa.

El Juez debe comportarse siempre con reserva y prudencia,


garantizando el secreto de las deliberaciones judiciales, así como el ordenado
y mesurado desenvolvimiento del proceso.

Al redactar la fundamentación de las resoluciones, el Juez debe


emplear un lenguaje claro, coherente y ordenado. Al exponer las razones de
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la decisión - evaluando adecuadamente los hechos y los argumentos


presentados por las partes-debe respetar los principios que gobiernan el
proceso.

Al fundamentar las resoluciones y durante la realización de las


audiencias, el Juez debe evitar pronunciarse sobre hechos ajenos a la causa
y emitir juicios de valor sobre la capacidad profesional o la conducta de otros
magistrados, defensores, partes del proceso y los auxiliares de justicia; salvo,
en los casos permitidos por la ley.El juez debe cuidar que los medios, las
dotaciones y los recursos del despacho judicial sean empleados en razón de
su objetivo institucional, evitando cualquier forma de dispendio o utilización
indebida.

Transparencia

Artículo 8

El Juez debe actuar con responsabilidad en el cumplimiento de sus


funciones, las cuales son de interés público. Cuando no está sujeto al secreto
o reserva de la información que conoce, por razón de su cargo, el Juez
puede, a su libre criterio, proporcionar todas aquellas sobre la actividad
judicial, para un adecuado conocimiento de ella por la colectividad. Realiza
ello en salvaguarda de la imagen de la justicia, a través de una oficina
especializada del Poder Judicial, cuidando de no adelantar criterio u opinión
sobre el fondo de las cuestiones jurisdiccionales a su cargo.

El Juez debe ser prudente en la utilización de los medios de


comunicación y no usarlos para agraviar a otros magistrados, a los órganos
de Gobierno del Poder Judicial o a terceros.

Asimismo, el juez debe actuar con justicia, Honestidad, Probidad de sus


actos, Decencia, Integridad, Dignidad, Moderación, Sensibilidad.

Finalmente, el comportamiento del juez debe ser, estrictamente:


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Según el Artículo 9 el Juez debe comportarse con el decoro y


respetabilidad que corresponden a su alta investidura. En particular, el Juez
debe evitar:

 Aceptar invitaciones de personas que tienen intereses creados respecto


de alguna decisión a su cargo; y tampoco de abogados que ejercen en
asuntos bajo su jurisdicción.
 Concurrir a lugares de dudosa reputación.
 Ingerir sin moderación bebidas alcohólicas.
 Aceptar directa o indirectamente dádivas o beneficios económicos
provenientes de personas o abogados que puedan ser afectados por
alguna decisión jurisdiccional a su cargo.
 Consumir sustancias estupefacientes.

En consecuencia, este Código de Comportamiento Ético propicia la


forma de hacer operativa la conducta de todos los integrantes del Poder
Judicial en correspondencia con sus valores y principios éticos Institucionales.

2.- ABOGADOS QUE LABORAN EN EL MINISTERIO PÚBLICO

Según lo dispuesto en el articulado de la Ley Orgánica del Ministerio


Público, El Ministerio Público es el organismo autónomo del Estado que tiene
como funciones principales la defensa de la legalidad, los derechos
ciudadanos y los intereses públicos, la representación de la sociedad en
juicio, para los efectos de defender a la familia, a los menores e incapaces y
el interés social, así como para velar por la moral pública; la persecución del
delito y la reparación civil. También velará por la prevención del delito dentro
de las limitaciones que resultan de la presente ley y por la independencia de
los órganos judiciales y la recta administración de justicia y las demás que le
señalan la Constitución Política del Perú y el ordenamiento jurídico de la
Nación. Para sus efectos, las palabras “Fiscal” o “Fiscales”, designan a los
representantes del Ministerio Público, excepto al Fiscal de la Nación, a quien
se referirá siempre en estos términos.
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El Ministerio Público mayormente se encuentra conformado por


abogados, quienes son finalmente quienes ocupan el cargo de Fiscal, por ello
es importante considerarlos y regular que su actividad laboral sea
complementada con su conducta ética, puesto que sobre ellos recae una
parte de la administración de justicia de nuestro país.

Su actividad jurisdiccional se encuentra regulada por la Constitución


Política del Perú, el Código de Ética del Ministerio Público y la Ley Orgánica
del Ministerio Público, sin embargo, para efectos del presente trabajo
académico nos enfocaremos en desglosar lo señalado en los dos últimos
textos normativos.

Como se mencionó líneas arriba, el Fiscal es aquel abogado


representante del Ministerio Público, persecutor del delito, encargado de
promover de oficio, o a petición de parte, la acción judicial en defensa de la
legalidad y de los intereses públicos tutelados por el derecho, para lo cual se
ciñe al cumplimiento de lo siguiente:

El perfil del fiscal, conforme al artículo 02 de la Ley Orgánica del


Ministerio Público, está constituido por el conjunto de capacidades y
cualidades personales y profesionales que aseguran que, en el ejercicio de
sus funciones, los fiscales respondan idóneamente a los roles
constitucionales de defensa de la legalidad, de los intereses públicos
tutelados por el derecho, de representación de la sociedad en juicio y de
investigación del delito.

En tal sentido, las principales características de un fiscal son:

1.- Formación jurídica sólida.


2.- Capacidad para interpretar y razonar jurídicamente a partir de casos
concretos.
3.- Vocación de servicio a la sociedad y sentido de justicia.
4.- Capacidad para identificar y prevenir el delito y los conflictos sociales
dentro del ámbito de su competencia.
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5.- Rectitud y firmeza para conducir la investigación a su cargo y para


defender la legalidad y el interés público.
6.- Independencia y objetividad en el ejercicio de la función.
7.- Conocimiento de la organización y manejo del despacho fiscal.
8.- Conocimiento de la realidad nacional y prácticas culturales del lugar
donde desempeñe su función.
9.- Compromiso con la promoción y defensa de los derechos humanos.
10.- Propensión al perfeccionamiento del sistema de justicia.
11.- Trayectoria personal éticamente irreprochable.
12.- Acreditar conocimientos en técnicas de investigación e interrogatorio
criminal adecuadas a la legislación penal vigente, según la especialidad
que corresponda.

El rol de fiscal adquiere importancia porque son los que defienden la


legalidad y velan que la administración de justicia sea correcta. De esto se
desprende que es fácil advertir que la labor fiscal que deben cumplir los
funcionarios y servidores del Ministerio Público son piezas esenciales para
salvaguardar el estado de derecho del país. De aquí los fiscales tienen la
delicada labor de dar cumplimiento a la constitución, ejerciendo la función
fiscal con imparcialidad, profesionalismos, excelencia, profesional, objetividad
e independencia como señala la función fiscal.

Por ello, se asume que los fiscales como funcionarios públicos son
agentes profesionales que impulsan, difunden por medio de su actuación los
valores de honestidad, eficacia, laboriosidad, transparencia, servicio al
ciudadano, objetividad, atención y responsabilidad que tienden a coadyuvar a
la correcta impartición de justicia.

Se puede advertir que hablar de justicia es relacionar directamente con


la ética porque de esta relación las personas encuentran la construcción de
vivencias sanas con justicia social y cumplimiento de los derechos que nos
asisten.
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Asimismo, a través del Código de Ética del Ministerio Público del año
2016, el cual tiene por finalidad orientar, prevenir y auxiliar al fiscal, ante la
interrogante sobre qué hacer frente a la diversidad de situaciones que se
presentan en el diario devenir de su vida, se enumera una serie de principios,
valores y deberes los mismo que sirven de directrices y prescripciones de
corrección, independientes de las medidas disciplinarias y de cualquier
sanción legal, conforme se detalla seguidamente.

El Código de Ética del Ministerio Público señala los siguientes principios y


valores:

1.- Humanidad.- Debemos considerar a cada persona como un ser con


dignidad, como un fin en sí mismo y no como un medio, respetando en
todo momento sus derechos fundamentales.
2.- Justicia.- Debemos mantener una conducta constantemente
encaminada a dar a cada quien lo que le corresponde; debemos
considerar que la justicia puede ser distributiva cuando toma en cuenta
las necesidades, circunstancias o condiciones de la persona, y
conmutativa cuando da a cada quien en reciprocidad o igualdad; y, que
es también un sentimiento de rectitud que hace acatar y atender
debidamente los derechos de los demás.
3.- Igualdad.- Debemos reconocer en los demás los mismos derechos, sin
distinción alguna, evitando los privilegios y desigualdades arbitrarias.
4.- No Arbitrariedad.- Debemos actuar de manera racional, razonable y
justificada.
5.- Probidad.- Debemos ser personas integras, honorables y rectas,
cumplir nuestros deberes sin fraudes ni engaños; actuar con
transparencia, autenticidad y buena te. En base a este valor, las
personas deben conducir sus vidas por el camino correcto. La probidad
guarda estrecha relación con la veracidad y la honestidad.
6.- Honestidad.- Debemos comportarnos y expresarnos con coherencia y
sinceridad, de acuerdo con los valores de verdad y justicia. La
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honestidad obliga a conducirse con verdad y transparencia en relación


con la realidad y los demás seres humanos.
7.- Veracidad.- Debemos actuar con precisión y exactitud, de acuerdo a la
realidad circundante, comprendiendo que sin la verdad no se puede
alcanzar la justicia. La verdad involucra exactitud, objetividad e
imparcialidad.
8.- Objetividad.- Debemos actuar al margen de cualquier tipo de Valoración
que no provenga del caso concreto. La objetividad se distancia de
cualquier arbitrariedad, exige racionalidad y búsqueda de la verdad, sea
ésta favorable o desfavorable.
9.- Independencia.- Tenemos la obligación ética de rechazar cualquier tipo
de interferencia, evitando que criterios, influencias o imposiciones
ajenas a nuestras atribuciones legales, incluso el clamor público,
puedan torcer la rectitud y justicia de nuestras acciones.
10.- Imparcialidad.- Debemos proceder sin favoritismo, predisposición o
prejuicio respecto a las partes interesadas. Nuestra conducta debe
excluir toda apariencia de parcialidad.
11.- Transparencia.- Debemos mostramos a los demás tal y como somos,
manteniendo una vida pública y privada acorde con la dignidad del
cargo. Debemos también ser transparentes hacia la sociedad respecto
de nuestro patrimonio, de modo que su licitud esté en permanente
disposición de ser demostrada.
12.- Prudencia.- Debemos conducirnos en forma justa, adecuada y con
cautela; aprender a distinguir lo bueno de lo malo a partir de nuestra
experiencia y conocimientos. La prudencia nos aconseja a proceder con
equilibrio y moderación, con ecuanimidad y mesura en nuestros actos y
opiniones, buscando siempre la cordura y el justo medio.
13.- Reserva.- Es un valor que debe ser mantenido en todos los asuntos que
así lo exijan. No debemos utilizar la información que poseamos en
razón de nuestras funciones, en beneficio propio o ajeno; ello no impide
informar, con las limitaciones de ley, en casos en que se afecte el
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prestigio de la institución o la credibilidad pública de nuestras


decisiones.
14.- Decoro.- Debemos mantener un actuar acorde a la dignidad del cargo
que se ostenta, un estilo que trasunte la seriedad y honestidad que
haga confiable nuestra labor.
15.- Coraje moral.- Debemos actuar con decisión, perseguir nuestros
objetivos y metas sin desmayar ni quebrantar principios, dominando los
temores. El coraje moral es la fortaleza que cada persona debe tener
para no dejarse llevar por tentaciones que no sean acordes a los
lineamientos de vida racional o prudente; además, es el valor, que nos
permite enfrentar a la corrupción, arbitrariedad y abuso, denunciando y
combatiendo a todo aquél que pone en peligro la dignidad y los
derechos de las personas.
16.- Responsabilidad.- Debemos ser conscientes de las consecuencias
sociales o personales de nuestros actos. La responsabilidad nos obliga
a realizar nuestra tarea de la mejor manera, con eficiencia y
compromiso con el bien común, sin necesidad de supervisión.
17.- Competencia.- Debemos realizar una actividad razonable para
mantener y aumentar nuestros conocimientos, habilidades y cualidades
personales necesarias para el correcto desempeño del cargo. Debemos
mantenemos informados también sobre los cambios de importancia a
nivel científico, tecnológico y humanista.
18.- Diligencia.- Debemos actuar con prontitud y cuidado en el cumplimiento
de nuestras funciones, procurando obtener el mejor rendimiento del
tiempo disponible.
19.- Dedicación.- Debemos hacer de la función nuestra actividad principal y
exclusiva, y emplear en ella el tiempo suficiente para cumplir la labor
con seriedad. La dedicación significa que debemos ocupar el tiempo
suficiente para el estudio y la resolución en cada caso bajo nuestra
competencia, y tener una disposición permanente a desempeñar
nuestro cargo con acuciosidad, conocimiento y eficiencia.
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20.- Respeto.- Debemos valorar al otro como si fuera uno mismo, como un
ser digno de consideración y merecedor de un trato amable y cortés, El
respeto hacia los demás fomenta un ambiente de cordialidad.
21.- Trabajo en equipo.- Debemos coordinar e integrar esfuerzos entre
varios para lograr objetivos y metas comunes, compartiendo valores y
principios éticos semejantes. El trabajo solidario en equipo contribuye a
una actuación coordinada y armónica con los demás.
22.- Liderazgo.- Debemos ejercer nuestro cargo con un elevado nivel de
autoestima, basado en la confianza y la obtención de logros, el
autodominio y las competencias laborales. Debemos sobresalir por el
acierto de nuestras iniciativas y la firmeza de nuestras decisiones,
promover el diálogo y la concertación, así como una actividad positiva
en el grupo, y comprometer a éste en el proceso de toma de decisiones.

El Código de Ética del Ministerio Público señala las siguientes normas de


conducta:

Art. 1. Los fiscales tienen el deber imperativo de actuar, tanto en su función


pública como en su vida privada, conforme a los principios, valores y deberes
del presente Código de Ética y basar sus acciones en la razón, la libertad y la
responsabilidad.

Art. 2. Los fiscales deben ejercer sus funciones con cuidado, puntualidad,
oportunidad y orden.

Art. 3. Los fiscales deben dar ejemplo de honestidad, manifestando una


imagen de incorruptibilidad a fin de conservar el reconocimiento social.

Art. 4. Es deber de los fiscales preservar y mejorar el prestigio de la


institución, a fin de fortalecer la confianza pública y la consolidación del
Ministerio Público como un organismo constitucional autónomo del Estado.
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Art. 5. Los fiscales se deben mutua consideración y respeto, sin importar la


jerarquía funcional; igual trato y consideración debe mantenerse con los
demás funcionarios y servidores de la Institución.

Art. 6. Los fiscales deben brindar un trato amable, cortés, tolerante y


respetuoso a todas las personas, sean éstas autoridades, abogados,
justiciables o público en general.

Art. 7. Los fiscales deben realizar sus funciones sin prejuicios, predisposición,
desigualdad o favoritismos, tanto con miembros de la Institución como con el
público en general. Cuando exista conflicto entre intereses privados y
públicos, los fiscales deben preferir estos últimos.

Art. 8. Los fiscales deben cuidar su conducta social y honorabilidad personal,


propios de la investidura del cargo que, la Constitución y las leyes, le
reconocen; a fin de mantener su autoridad moral.

Art. 9. Los fiscales deben de mantener la mesura en su trato con los medios
de comunicación a fin de no entorpecer la tramitación de los casos que estén
bajo su competencia.

Art. 10. Los fiscales deben fortalecer e incrementar sus conocimientos,


habilidades y cualidades personales necesarias, para el idóneo desempeño
de sus funciones.

Art. 11. Los fiscales tienen el deber de ejercer su función con liderazgo,
centrados en el trabajo en equipo y la mística institucional.

Teniendo en cuenta los conceptos precitados sobre la importancia de la


ética profesional, conlleva a afirmar que las personas que laboran en una
institución pública, en el puesto que desempeñan su función pública tienen la
obligación de ejercer su labor bajo el cumplimiento del orden, disciplina,
profesionalismo para fomentar confianza en la ciudadanía para que el servicio
prestado no se subordine a ventajas u cobros indebidos. Lo que se asume
que el funcionario debe actuar de acuerdo a los códigos, procedimientos o
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normas de su oficio actividad o profesión, así como cumplir y hacer cumplir la


legalidad vigente de manera correcta. Hoy en día, se debe consolidar,
fortalecer la ética pública para así minimizar los actos de corrupción que
constituyen una amenaza para la sociedad democrática.

En consecuencia, para los fines institucionales resulta imprescindible el


buen desempeño profesional que debe asumir el funcionario y servidor
público ejerciendo las funciones específicas que debe cumplir a cabalidad.
Entre las funciones tenemos: la pro actividad, que es el compromiso de
ejecutar las funciones sin que exista un mandato u ordenanza. La motivación
que es una expectativa intrínseca para ejecutar la función por convicción
propia. La autorrealización como impulso individual para mejorar las
potencialidades y satisfacer los proyectos personales en base a
responsabilidad y obligación en el cumplimiento del deber de forma eficiente,
oportuna y de calidad.

Se concluye que el Ministerio público en su actuación al servicio de la


comunidad se rige por la norma constitucional, complementada con el código
de ética del Ministerio Público, norma que tiene por finalidad orientar la
conducta de los miembros del Ministerio público en una cultura de principios,
valores y deberes, durante el accionar de los roles públicos en el quehacer
diario como ciudadanos, así como afianzar la recta administración de la
justicia.

3.- ABOGADOS QUE LABORAN EN LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

3.1. EL SERVIDOR PÚBLICO.


Se llama servidor público a toda persona que realiza tareas dentro del
estado o en la administración pública, siendo la principal misión del servidor
público administrar, gestionar, diseñar y ejecutar políticas o acciones para
lograr el bienestar de la comunidad y la calidad de vida de las personas. El
servidor público tiene un empleo o cargo en algún organismo del estado
nacional, regional o local donde desempeña sus actividades. Estas funciones
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no tienen como finalidad generar lucro como en una empresa privada sino que
buscan mejorar el funcionamiento de la sociedad. Servidor público Ciertos
empleos tienen como propósito el servicio público como los maestros,
médicos, bomberos, jueces, personal de las fuerzas armadas, administrativos,
personal de mantenimiento urbano, miembros del congreso o funcionarios de
alta jerarquía como el presidente o ministros. A mayor jerarquía del cargo le
da más responsabilidad al servidor público.

3.2. LA PROFESIÓN DE ABOGADO: UN SERVICIO QUE DEBE


TRASCENDER
La escogencia de una determinada profesión debe,
necesariamente, tener su origen en un examen vocacional 1 hecho de
manera personal y responsable. Es reprochable la presencia de un
profesional cuyo objeto superior de carrera no le es claro, o más bien se
distorsiona aquél pretendiendo alcanzar fines disímiles a los que realmente
se deben perseguir. La nota que caracteriza una profesión es la de estar al
servicio de otra o de otras personas; es decir, se parte de un ejercicio por y
para servir; se le sirve al cliente, al patrono, al colega, al que clama
justicia, pero sobretodo, se le sirve al país con lo que se hace
diariamente.

En un sentido estricto el operador jurídico –ubicado en cualquier


esfera de trabajo– está comprometido con un norte elemental del
entorno social: hacer que el estado, afincado en los preceptos de ser un
estado constitucional, social y democrático, se cumpla en todo momento.
Esto lo debe procurar alcanzar con su servicio el juez como el litigante, el
consultor como el asesor, el profesional de planta como el contratado

1
“La vocación es un deseo entrañable hacia lo que uno quiere convertirse en un futuro, lo que uno quiere hacer
por el resto de su vida, es algo que se enlaza y se determina por los conocimientos generales. Un
profesional que carezca de vocación, tendrá un proceso más tardío y difícil para poder desarrollar sus
conocimientos, a diferencia de un profesional que sienta una verdadera vocación. / En definitiva, la vocación va de
la mano con la ética profesional pues, la vocación nos debe inspirar los más altos valores cívicos y éticos, el
llamado a servir como profesional nos debe enaltecer de tal manera que no exista placer más grande que sentir
la satisfacción del deber cumplido”. Vid, Memoria del XV Congreso Jurídico Nacional: “Ética con Responsabilidad
Social”, Ponencia Ética profesional I, p. 64.
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externamente, el abogado en cargos políticos como el catedrático; en


suma, todos los posibles espacios de desarrollo profesional parten de un
punto en común: primero se es abogado.

La profesión, se nos comenta, “es una capacidad cualificada requerida


por el bien común, con peculiares posibilidades económico- sociales. El
profesional no tiene el carácter de tal por el simple hecho de recibir el
titulo que lo certifica o le da la cualidad de profesional, nadie es
profesional por el titulo en si, el titulo lo único que expresa es su calidad
de ser ya un profesional, mas no que tiene todas las cualidades
éticas para serlo, el titulo profesional mas allá de ser un alguien es la
manifestación intrínseca de lo que internamente se lleva, no por la
naturaleza de la persona sino por sus cualidades éticas, como la idoneidad
o aptitud que le da un nuevo perfil a su personalidad”.

Ahora, el ejercicio de la abogacía igual se debe entender bajo un


claro sentido de servicio. Y “servir” resulta ser un concepto que supera
con creces el ejercicio de una determinada profesión, pero se puede
servir basado en diferentes objetivos. Así, es factible servir para intereses
diferentes al de carácter público cuando se ejecuta un cargo del servicio
estatal: servir de modo poco diligente al cliente, sea en una
representación judicial; servir erradamente, de manera provocada o por
falta profesional, al emitir un criterio legal, un asesoramiento. En fin, de
frente al imperativo del servicio, el profesional debería cumplir con los
cánones de probidad, que más adelante se profundizarán, además del
ingrediente crucial del conocimiento o la destreza en el manejo de las
leyes, la doctrina o la jurisprudencia.

Todo depende, conforme lo señalado, de dónde esté ubicado el


interés del profesional. En ese sentido, nos permitimos hacer un
paralelo con cierto pasaje evangélico que más o menos dice: allí donde
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esté ubicado tu tesoro (tus intereses como abogado o profesional), allí


estará tu corazón 2 (la razón de ser de lo que se hace). Pensamiento que
obviamente hace ver ese examen personal de saber ubicar la
motivación de ser persona, y luego profesional.

Según se entiende, “la palabra profesión se deriva del latín, con la


preposición pro, delante de, en presencia de, en público, y con el verbo
fateor, que significa manifestar, declarar, proclamar. De estos vocablos
surgen los sustantivos professor, profesor, y professio (sic) profesión,
que remiten a la persona que se dedica a cultivar un arte, con una
disposición que hace al sujeto especialmente apto para una
determinada actividad profesional… en ese sentido, la profesión tiene
como finalidad el bien común o el interés público. Es más, nadie es
profesional, en primera instancia, para sí mismo, pues toda profesión
tiene una dimensión social, de servicio a la comunidad, que se anticipa a
3
la dimensión individual de la profesión…”.

De lo que viene hemos de señalar que en esto del servicio a través


del ejercicio de una profesión, y en nuestro caso del desempeño de la
abogacía, cabe una especial mención a la “trascendencia”. Nos
explicamos mejor, trascender en la vida es dejar huella en otras
personas de lo que se fue, de lo que se hizo, de lo que se cosechó en
otros seres humanos; sea, es la suma de todos aquellos aspectos
generados adrede o no necesariamente, que permiten recordar a una
persona de manera única. Podríamos relacionarlo como ese deseo último,
y verdaderamente importante, de pasar por el mundo haciendo el bien.
Trascender también abarca lo que profesionalmente se haga en bien del
propio sujeto y de los demás. Nos parece que esto se comprende de
una mejor manera desde la psicología motivacional, por lo que optamos

2
Cita del Evangelio de san Mateo, Cap. 6, versos 21-24.
3
Memoria del XV Congreso Jurídico Nacional: “Ética con Responsabilidad Social”, Bases conceptuales, p. 8.
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por recurrir a un autor calificado como lo es Jorge Bucay que en su libro


El camino de la felicidad nos comenta lo siguiente:

Así, pues, el ejercicio de la profesión también supone hallar un


sentido de vida; 4 no son elementos disímiles: se es persona, luego se es
profesional, pero una cosa no se separa de la otra; lo primero comporta
saber contestarse una pregunta: ¿para qué se vive?, lo segundo podría ser
parte de la respuesta que se dé. Sea, se vive para desarrollar
una profesión, una que debe estar al servicio de los demás, una que
permite trascender, una que ayude a dejar huella. Y esto, como decía
David Starr Jordan, permite decir al profesional que “No hay en todo el
mundo un triunfo verdadero que pueda separase de la dignidad en el
vivir”.

Ahora, la persona que ejerce como abogado debe saber que su


título tiene origen del latín advocatus, sea aquella persona licenciada en
derecho que, entre otros roles, representa y/o hace la defensa de las
partes en un juicio, ejecuta toda clase de procesos judiciales y
administrativos; realiza asesoramientos o consultorías en las materias de su
competencia. Agreguemos que el abogado es un agente esencial para
sacar adelante la administración de justicia, sea como juez,
litigante, perito u otro. Por él se da un enfoque todavía más acertado de los
problemas de los ciudadanos cuando éstos accionan el aparato de
justicia. El abogado es un experto conocedor del ordenamiento jurídico, la
doctrina y jurisprudencia que le informa, de ahí que su actuar esté
basado en el uso de su inteligencia, misma que se destina, e insistimos, a
la búsqueda de la justicia (sea la judicial o administrativa), y con ello la paz
social.

4
Sobre esto del sentido de la vida, este mismo autor nos regala la siguiente frase: “Encontrar
el sentido de tu vida, es descubrir la llave de la felicidad”.
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Por tanto, el ejercicio de la profesión de abogado es, así lo


proponemos como definición, un servicio personal dado a otro (o a los
otros) que debe trascender en beneficio del crecimiento de cada uno, y
por ello, en pro de la sociedad que se verá directamente beneficiada.
En este sentido, el Código de deberes jurídicos, morales y éticos del
profesional en derecho indica en su norma lo siguiente: “El abogado y la
abogada, como ciudadanos y como profesionales, deberán cumplir con los
preceptos institucionales del Colegio de Abogados, debiendo tener la
satisfacción jurídica, ética y moral del servicio prestado”.

Pese a que la actividad del abogado es generalmente de orden


privada, sucede que en ocasiones ésta se vuelve pública cuando, en un
cargo predeterminado, el profesional es contratado para desempeñarse
como funcionario público. Aquí surge una doble connotación de deberes y
alcances de la función porque se debe cumplir tanto lo que se exige
por el hecho de ser letrado en leyes –imposiciones originadas en el
Colegio profesional respectivo, por ejemplo–, como por ser funcionario
público –sea lo propio de la legislación pública–, elementos que son
diferentes, pero que al unirse refuerzan los imperativos por observar.

En efecto, son cientos los abogados que se desempeñan para el


Estado, sea sujetos que directamente reciben un salario cargado a la
hacienda pública por lo que, de esta manera, deviene en importante
detenernos en los conceptos de función y empleado público.

3.3. FUNCIÓN PÚBLICA Y EL EJERCICIO DE LA PROFESIÓN


COMO SERVIDOR ESTATAL
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Por función 5 pública comprendemos toda actuación formal-


mente designada o no a una persona física o jurídica inclusive, que
se hace en beneficio del Estado, sea ésta remunerada, por
cualquier tipo de pago, o no. La función pública puede ser permanente
o temporal, y siempre lo es bajo la autoridad supervisora del Estado.
Por lo tanto, quien ejerza estas funciones debe ser considerado
funcionario o servidor público, por lo que debe sujetarse a los
deberes y obligaciones que la Constitución y las leyes le establecen.

El vocablo “función” deriva de la voz latina “functio”, palabra


perteneciente a la misma raíz del verbo “fungir”, que da a entender el
hecho de cumplir, ejecutar o desempeñar algo. Por ende, hay
una relación directa a la idea de actividad o movimiento; se trata así
de un contenido dinámico del que no se puede apartar. Se dirige,
pues, a ejecutarse siempre un cometido o cumplir con una tarea. Toda
función no es sino la actividad cumplida por un órgano para la
realización de determinado fin.

Advertimos, eso sí, que el concepto de función pública en


comentario difiere del tema de la división de funciones de los diferentes
órganos constitucionales existentes; en esto bien sabemos de los
postulados esenciales de Montesquieu: “el que hace las leyes no
sea el encargado de aplicarlas ni de ejecutarlas; que el que las
ejecute no pueda hacerlas ni juzgar de su aplicación; que el que

juzgue no las haga ni las ejecute” 6 . Así, función pública parte de


una comprensión genérica, sea todo lo que hagan (toda su actuación)
las administraciones públicas, es decir, todo sujeto que recibe,
5
El Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, tomo I, 21 a. edición, 1992, p.378 señala
lo siguiente sobre función: “f. Capacidad de acción propia de los seres vivos y de sus órganos y de
las máquinas o instrumentos. 2. Capacidad de acción propia o acción propia de los cargos y
oficios...:”.
6
Citado por JINESTA LOBO (Ernesto). Tratado de Derecho Administrativo, Tomo I, Parte general, Biblioteca
Jurídica DIKÉ, Medellín, Colombia, 2002, p. 19
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planifica y gasta fondos y recursos de la hacienda pública.


Incluso podemos incluir, por el amplísimo concepto de funcionario
público de la Ley anticorrupción, a aquellos sujetos privados
(fundaciones, gestores, concesionarios, asociaciones, etc.) Que
reciben prestaciones de esa misma hacienda pública.

Función administrativa o pública la explica Jinesta Lobo de


la siguiente manera:

“Nuestro texto constitucional, en su ordinal 49 emplea


un concepto que constituye la clave de bóveda del
derecho administrativo, cual es el de “función
administrativa”. Esta noción presupone, desde una
perspectiva dialéctica, el de “disfunción
administrativa”. El término función administrativa,
además de tener una connotación dinámica
engloba, al presuponer su antítesis, todas las formas
jurídicas y no jurídicas de exteriorización de las
administraciones públicas (v. gr. Las actuaciones
materiales o técnicas y las omisiones). A nuestro
juicio, la función engloba el conjunto de potestades
que tiene un ente o un órgano, por lo que se
relaciona con el concepto dogmático de competencia.

En el ordenamiento jurídico-administrativo
costarricense, el término “función” tiene una gran
relevancia, puesto que, el constituyente lo emplea,
reiteradamente, para distinguir las diversas
manifestaciones de la función estatal…
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Como se ve, el Constituyente le encarga a cada uno de


los órganos constitucionales, la tarea de realizar, a
nombre y por cuenta del ente público mayor–
Estado– un fin determinado, mediante la utilización
de sus potestades y competencias (cantidad de
instrumentos jurídicos y materiales) y el despliegue
efectivo de la función constitucionalmente asignada.

Sabino Cassese, ha sostenido que la Administración


Pública no tiene como únicos elementos la
organización y sus actividades articuladas en fases
(procedimientos), sino que existe otro que determina
a todos los demás que son las funciones. Para
esto afirma que “La Administración está en función de
las funciones, en el sentido de que las funciones qu
está llamada a realizar determinan los otros
elementos. En relación a la (sic) funciones que debe
realizar una Administración, se articularán las unida-
des administrativas, se elegirá al personal…”. 7

Procede, pues, delimitar que la función pública de nuestro


interés es simplemente la que desarrolla el funcionario público,
en sentido genérico. O bien podemos señalar que la idea de
función pública se debe entender como la relacionada a un
órgano público, compuesto por personas, para el logro de una
finalidad de interés general o que le es inherente.
El concepto de funcionario público que nos precede, entendemos que
aplica solo para los alcances de la legislación citada, por lo que igual
debemos recurrir al concepto clásico patrio estatuido en la Ley general
de la administración pública. En ese sentido, el ordinal 111 de tal
7
JINESTA LOBO (Ernesto), op. cit., p. 207.
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cuerpo legal señala: “1. Es servidor público la persona que presta


servicios a la Administración o a nombre y por cuenta de ésta, como
parte de su organización, en virtud de un acto válido y eficaz de
investidura, con entera independencia del carácter imperativo,
representativo, remunerado, permanente o público de la actividad
respectiva. / 2. A este efecto considérense (sic) equivalentes los
términos “funcionario público”, “servidor público”, “empleado público”,
“encargado de servicio público” y demás similares, y el régimen de
sus relaciones será el mismo para todos, salvo que la naturaleza de
la situación indique lo contrario. / 3. No se consideran servidores
públicos los empleados de empresas o servicios económicos del

Estado encargados de gestiones sometidas al derecho común”; (15)


como se ha visto, con respecto a este último inciso, la Ley
anticorrupción sí genera similitud con respecto a los alcances del
concepto de funcionario público.

Ahora, tal grupo de sujetos que cumplen y realizan funciones


públicos, son parte de una “clase social” o una “burocracia” (según
concepciones antiquísimas), sin embargo, pese a que originalmente
“burocracia” se ligada a la idea de un estado ordenado a cumplir
oportunamente las demandas ciudadanas, teniendo para ello una
clase de servidores idóneos, ello vino de más a menos hasta llegarse
asimilar el concepto dicho, como sinónimo de sujetos o
administraciones poco diligentes, desordenadas, ineficientes, entre
otros.

3.4. EMPLEO PÚBLICO Y FUNCIÓN PÚBLICA


La incorporación de las personas físicas al empleo público, y por
ende, al ejercicio de la función pública, provoca una relación jurídica
entre el Estado y su funcionario o empleado, cuya naturaleza no ha
logrado un consenso en la doctrina, dada la diversidad de teorías que
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tratan de explicarla, acerca de lo cual André de Laubadère hace notar


que:

El problema de la situación jurídica del funcionario


público es doble: 1o. se trata de saber si esta situación
es de derecho público o de derecho privado; o. Por
otra parte se trata de saber si el funcionario está
dentro de una situación legal y reglamentaria o dentro
de una situación jurídica subjetiva, y especialmente si
está ligado por una relación de carácter contractual a
la colectividad pública que lo emplea.

La noción de empleo público, señala Jorge Fernández Ruiz, se enlaza


con a de función pública, actividad reservada a los órganos
depositarios del poder público, explicable como la actividad esencial
del Estado contemporáneo, fundada en la idea de soberanía, cuya
realización satisface necesidades públicas; es decir, necesidades del
Estado, del aparato gubernamental, de la administración pública; en
suma, de los entes públicos. El ejercicio de la función pública se
distribuye entre los diversos órganos o poderes del Estado de acuerdo
con sus competencias; más para que estas la puedan concretar en
actos que trasciendan a la realidad cotidiana se requiere de personas
físicas que, mediante su actividad intelectual o física, desempeñen el
papel de funcionarios o empleados públicos cuyas voluntades o
acciones configuran la voluntad o acción del Estado. La Suprema
Corte de Justicia de la Nación (SCJN) asimiló la noción de función
pública a la de empleo público, e identificó al órgano depositario de la
función pública con el empleado público, al sostener:

Si por función pública ha de entenderse el ejercicio de


atribuciones esenciales del Estado, realizadas como
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actividades de gobierno, de poder público que implica


soberanía e imperio, y si tal ejercicio en definitiva lo
realiza el Estado a través de personas físicas, el
empleado público se identifica con el órgano de la
función pública y su voluntad y acción trascienden
como voluntad o acción del Estado, lo que justifica la
creación de normas especiales para su
responsabilidad.

3.5. DELIMITACIONES DE ÉTICA, MORAL Y PROBIDAD


Nos parece necesario advertir a estas alturas diferencias
existente entre ética y moral, conceptos integrados de por sí al de
probidad, cuyos alcances son mayores, tal y como lo analizaremos.

Resulta que la ética y la moral tienen en común el hecho de


guardar un sentido eminentemente práctico; sin embargo, la ética es
un concepto más amplio y rico que la palabra moral. Puede
entenderse por moral cualquier conjunto de reglas, valores,
prohibiciones y tabúes procedentes desde fuera de la persona, es
decir, que le son inculcados o impuestos por la política, las
costumbres sociales, la religión o las ideologías.

En cambio, la ética siempre implica una reflexión teórica sobre


cualquier moral, una revisión racional y crítica sobre la validez de la
conducta humana. En tal caso, la ética, al ser una justificación racional
de la moral, remite a que los ideales o valores procedan a partir de la
propia deliberación de la persona. En tanto la moral es un asentimiento
de las reglas dadas, la ética es un análisis crítico de esas reglas. Por
eso la ética es una “filosofía” de la moral, si se entiende la filosofía como
un conjunto de conocimientos racionalmente establecidos.
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La moral nace con la existencia misma de la persona ya que


históricamente no se conoce ningún pueblo, por “salvaje” o “primitivo”
que se le quiera suponer, que no haya tenido normas, pautas o
rituales de conducta. En cambio, la ética como saber teórico que
justifica o legitima la conducta moral, es relativamente reciente; ésta
aparece con el advenimiento de la filosofía en el siglo VI a. C. en
Grecia. Empero la práctica de una ética teórica en sentido estricto
surge hasta el siglo V a. C. con Sócrates, quien hace tambalear la
moral de su sociedad al proponer como primordiales los valores
espirituales antes que los materiales.

La ética es el arte de la perfección humana que se extiende desde los


individuos concretos hasta el conjunto de todos los seres
racionales. Así, la ética es una forma saludable de vida que
muchas veces implica apartarse de las prescripciones que imponen
los grupos mayoritarios, en vistas a un desarrollo auténticamente
humano.

En esto de las diferencias entre ética y moral, ARNAND, citando a


Cortina, propone el siguiente modo para comprenderlo; así:

“La diferencia entre ética y moral resulta muy clara al


leer a Cortina (1995) cuando afirma que la ética, si bien
incide también en las decisiones correctas de la
conducta humana, lo hace a través de cánones o
fundamentos morales, es decir, no señala lo que es
bueno o malo hacer (moral) sino cuándo lo es
(ética). En realidad, la ética es un juicio que se
expone socialmente sobre las conductas de los seres
humanos que componen la sociedad. La ética trata sobre
los principios del deber hacer, mientras que la moral
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modela esa ética en costumbres, modos y maneras de


hacer. Resumiendo, la moral es lo que se practica y la

ética piensa cómo debe ser esa moral”. (18)

La ética, siguiendo con su estudio, es una ciencia que aspira a


explicar la validez de sus afirmaciones, tratando de comprobar por qué
algo es bueno o malo, justo o injusto, moral o inmoral desde una
perspectiva universal y necesaria. La ética es una filosofía práctica
que busca reglamentar la conducta con vistas a un óptimo
desarrollo humano. La ética se propone perfeccionar al hombre en su
acción. Aun cuando la ética sea un conocimiento teórico, es, en
última instancia, más importante el resultado de los actos que
mejoren la condición humana, que la más perfecta elaboración
especulativa de principios éticos que nunca se aplican a la vida
práctica. La ética queda plasmada como la exigencia de perfección
integral de la naturaleza humana, lo cual implica la búsqueda de la
excelencia como seres individuales, familiares y sociales, y esto
puede ser, por ejemplo, bajo una guía de enunciados nutrida del
testimonio o propuesta de vida de Jesucristo, modelo sobre el cual
regresaremos más adelante.

Importa manifestar, por otro lado, que la ética pública descansa


sobre la idea de una serie de principios que son aplicables a
las conductas de aquellos que desempeñan una función pública, o
que, de algún modo, se vinculan con ésta –desde la esfera privada,
tal y como se ha expresado líneas atrás–. Eso sí, no creemos que la
ética pública sea distinta de la ética privada. En esta línea, y sin
profundizar aún en el posible listado de preceptos probos rectores,
nos parece que algunos de los enunciados aplicables serían:
honestidad, transparencia, evaluación, uso adecuado de los
bienes, del tiempo, rectitud, justicia, equidad, buena fe,
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colaboración, obligación de denunciar, dignidad que es lo mismo que


honor, decoro, austeridad y templanza.

A estas alturas surge la interrogante de siempre: ¿puede el Estado


regular la esfera ética de los funcionarios públicos? Y si puede
hacerlo, la otra pregunta necesaria se da: ¿puede girarse tal
obligación a todos los ámbitos de la vida del servidor público, durante
las 24 horas del día, todos los días del año? Nuestro parecer es que
sí.

En suma, en este campo de la probidad se puede indicar que existe


una sola común a todas las personas, sin perjuicio de su concreción
en principios específicos según el ámbito de actuación; además, los
abogados funcionarios públicos en definitiva son también ciudadanos
aunque encargados, por lo que se hace, de la gestión de la cosa
pública; igualmente, muchas faltas éticas de los funcionarios públicos
requieren, necesariamente, idéntica actitud de los particulares; y,
final- mente, sólo desde la eventual hipocresía social se
comprendería la exigencia de comportamientos éticos en los
funcionarios sin el correlativo compromiso de los particulares a
asumirlos.

3.6. EL DEBER DE PROBIDAD DEL ABOGADO; EL COMPROMISO


PERSONAL Y SOCIAL
Stephen R. Covey, en su clásico libro “Los 7 hábitos de la gente
altamente efectiva” nos comenta un tanto sobre la “ética del

carácter” como cimiento del éxito. 8 Tal concepto aplica en cosas tales
como la integridad, la humildad, la fidelidad, la mesura, el valor, la
justicia, la paciencia, el esfuerzo, la simplicidad, la modestia y la “regla

8
“Somos lo que hacemos día a día. De modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito”; frase
de Aristóteles, citado por COVEY (Stephen R.). Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva. Impreso
en Litografía Rosés, S.A., España, 1998, p. 58.
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de oro”. 9 Esta ética del carácter, que se genera muy antes de la


escogencia de qué carrera cursar en una universidad, provoca en las
personas la verdad de una especie de enunciados que le dirigen en
su vida diaria. Previo a las manifestaciones exógenas del ser humano
que es profesional y abogado, existe el elemento endógeno que
genera, o así debería de ser, compromisos en el sujeto.

“Como universitarios preparados y disciplinados, cultivadores de su


inteligencia, tienen la obligación de actuar en el plano social,
político y religioso, sin más limitaciones que las impuestas por el
ordenamiento jurídico, el prestigio de su profesión y su propia
conciencia moral y ética”.
Bajo esta línea, don Alberto Brenes Córdoba nos viene a ilustrar
con la siguiente reflexión:

“Toda profesión liberal tiene, según su propia índole,


su moral específica, que no es otra cosa que aquellos
preceptos de la ética general aplicables a la conducta de
la persona, en lo que mira al ejercicio de la ciencia que
es objeto de sus actividades.

La profesión de abogado, en particular, a causa de la


clase de trabajos a la misma referente, coloca
constantemente a quien ella se dedica, en
situaciones muy dadas a poner a prueba la rectitud de su
conciencia. De ahí la necesidad de que en su ánimo
vayan asentándose desde que principia el estudio de
su carrera, las nociones de buen gobierno interior que
han de guiarle en el curso de su vida profesional.
Sin firmeza de carácter para no transigir con lo malo, sin
9
COVEY (Stephen R.), op. cit., p. 27.
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principios de honradez que arraiguen profundamente en


su espíritu, jamás puede el abogado alzarse a mayor
altura en la sincera estimación de sus conciudadanos,
aunque le adornen, por otra parte, notables dotes de
ingenio y saber. La elocuencia misma, con su poderoso
atractivo, no llega a producir efectos de importancia en
las lides forenses, cuando falta el orador autoridad
moral. Es como el sol de invierno en las regiones frías:
brilla, pero no calienta”. 10

Ahora, pretender alcanzar éxito como abogado subsume el


hacerlo pero bajo preceptos de probidad; eso es una exigencia implícita
de la profesión. El lego en derecho debe comprender que su profesión
es esencial en el quehacer nacional, mismo que se refleja en su
labor privada o pública, eso es indiferente.

4.- ABOGADOS LITIGANTES

Los abogados litigantes deben ser personas excepcionales que poseen


todo un acervo de aptitudes específicas, empero, esto no quiere decir que
hayan nacido con ellas.

Necesitan práctica, mucha práctica. También se requieren confianza,


disciplina y determinación. Si en algún lugar dentro del sistema judicial
americano hubiera un buen abogado litigante que no hubiese trabajado duro
para llegar a ser lo que es, esto sería un caso insólito e inaudito.

El principal problema con los abogados litigantes es que comienzan


bastante tarde; por lo general, lo hacen después de haber egresado de la
escuela de derecho. El momento ideal para iniciar el proceso de preparación
es durante los años de estudio en la facultad, cuando las personas son más
susceptibles de ampliar sus horizontes con gran rapidez.
10 BRENES CÓRDOBA (Alberto). Sobre la moral y la profesión del abo- gado. Ética Jurídica, Editorial Jurídica Continental, I Edición, 2002, p. 9.
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La respuesta es siempre la misma: si quiere ser un buen abogado


litigante, aprenda a leer, a hablar en un lenguaje correcto y desde ahora
mismo. El lenguaje debe ser su fuerte. Aparte de esto, lo ideal es una amplia
cultura con sólidas bases en humanidades y con énfasis en filosofía, historia y
psicología. Hay muy buenas razones para hacer estas recomendaciones.

La capacidad de usar el lenguaje de una manera efectiva es de


importancia vital para el abogado litigante. Todas sus aptitudes se manifiestan
a través del uso efectivo de la palabra escrita o hablada, y de su capacidad
para entender de una sola pasada lo que otros han escrito. El abogado que
tiene el pleno dominio del lenguaje aventaja a cualesquier oponentes menos
talentosos; ya que su principal herramienta es el idioma de la persuasión.

En cuestiones de derecho, la retórica ha sustituido a la espada y, si


todos los abogados usaran la primera, obtendrían mejores resultados,
gozarían de mayor confianza de parte del público y habría más personas
dispuestas a utilizar los tribunales para resolver sus disputas, en vez de tratar
de resolverlas por sí mismas, a menudo, con desastrosas consecuencias.

¿Y la filosofía? Una gran parte de la actividad jurídica es la filosofía, ¿A


qué se debe esto? Los abogados asumen la responsabilidad de lo que ocurra
con las personas que tienen problemas. La filosofía no trata tanto de lo que
son las cosas, sino de cómo deberían ser. Como dijera el procurador de
justicia Robert Kenned y en una ocasión: "Otras personas dicen: - “¿Por qué?;
yo digo: “¿Por qué no/ lo contrario?” la filosofía se relaciona directamente en
el trabajo de un abogado litigante; él debe tener una filosofía personal que lo
guíe en el ejercicio de su inmenso poder, y un buen dominio de los principios
de la lógica para presentar argumentos que convenzan a los tribunales a que
adopten normas nuevas y establezcan precedentes que reflejen el mismo
respeto para la dignidad humana que para la ley. ¿Y la historia? Según lo
aprende todo estudiante de leyes, ya en sus primeras semanas en la facultad,
el derecho se enseña por medio de la historia.
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Si tendríamos que enumerar y dividir, de cierta forma, las


características que tienen los abogados que se dedican al litigio, podríamos
desarrollarlo de la siguiente manera:

1. Facilidad de expresión oral y dominio del lenguaje

Es fundamental, no sólo en la actuación ante los Tribunales, sino


también a la hora de atender a los clientes. Es importante tener
conocimientos profundos del tema en cuestión y además saber expresarlo de
forma clara y precisa. Cualquier persona puede aprender a hablar con fluidez
con los años de práctica jurídica. No obstante, quien posee esta aptitud de
forma innata, va a tener ventaja sobre los demás.

2. Hábito o aptitud para la comprensión lectora

Los juristas tenemos que leer constantemente y es fundamental


comprender de forma rápida y eficiente lo que leemos. Quien no tenga estas
dos cualidades no va a poder, en muchas ocasiones, abarcar las demandas
que esta profesión requiere.

3. Sociabilidad

Este componente es fundamental para la comercialización de nuestro


trabajo. Podemos ser unos abogados válidos y fiables, pero debemos
comercializar nuestro trabajo, debemos saber vendernos. Las personas
seguras de sí mismas, comunicativas y extrovertidas tienen siempre mayor
éxito profesional que las que no lo son.

4. Disciplina y orden

Continuamente debemos estar atentos a caducidades, prescripciones,


fechas ineludibles, etc. Para ello, debemos saber planificarnos eficientemente,
ser disciplinados y ordenados. Una buena planificación permite que podamos
hacer muchas más cosas en menos tiempo.

5. Flexibilidad y espontaneidad
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Es importante la búsqueda de soluciones alternativas. En el juicio es


fundamental no ceñirse a los esquemas que llevamos estudiados. En gran
parte de los juicios debemos improvisar, ya que, tanto testigos, peritos,
denunciante, denunciado etc., pueden cambiar su declaración en la sala de
vistas.

6. Tener buena psicología

A veces hacemos una labor más de psicólogos que de abogados.


Debemos tener capacidad para escuchar a nuestros semejantes y así poder
encontrar una solución y ajustarnos a las demandas del cliente. Algunos
temas requieren que el abogado se implique en el problema y ser capaces de
empatizar. El cliente lo agradecerá, se sentirá comprendido y le aportarás la
confianza que busca en un profesional.

7. Tener un carácter conciliador y diplomático

Fundamental para enfrentarnos a clientes difíciles, o que requieran de


un trato humano que el caso lo precise

8. Ser capaz de actuar de forma autosuficiente

En muchas ocasiones, nos enfrentamos a temas que no hemos visto


antes. Debemos saber buscar la información adecuada y con celeridad. Con
la aparición de Internet y las nuevas tecnologías, lo importante ya no es
conocer, sino saber dónde se encuentra la fuente de información adecuada.

1. CARACTESTICAS DEL ABOGADO: UNIVERSIA - MEXICO

La página web, Universia 11 ha desarrollado en su página virtual ocho


característica y/o cualidades que debe tener todo abogado para ser
catalogado como excelente.

A. Disfrutar de las discusiones con buenos argumentos

11
Universia es la red universitaria de referencia para Iberoamérica y agrupa 1.341 universidades.
https://www.universia.net.mx/
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Si eres de las personas que disfrutan de una discusión bien


argumentada entonces vas por buen camino. Una de las características que
no puede faltar en todo buen abogado es la argumentación; estos
profesionales dedican parte de su día a exponer sus perspectivas frente a
quien haga falta.

B. Negociar es una de sus actividades preferidas

Negociar es uno de los verbos predilectos de todo buen abogado. En


casi cualquier caso los acuerdos entre las partes son parte esencial de su
trabajo. Razón por la que si estás pensando dedicarte al mundo de las leyes,
es importante que tengas buenas habilidades de negociación que te permitan
llegar a buenos acuerdos antes de caer en procedimientos más engorrosos.

C. La persuasión es una habilidad que nunca falta

La persuasión es otra habilidad que hace a un buen abogado. Qué tan


desarrollada tengas esta competencia puede marcar la diferencia no solo a la
hora de presentar el caso, sino también de “convencer” al jurado acerca de la
postura de tu cliente. Por eso, si estás pensando en dedicarte a esto, será
mejor que comiences a entrenar tu capacidad de persuasión.

D. Crear una buena coraza emocional

Diariamente los abogados están expuestos a muchas discusiones,


malos humores e incluso a posibles amenazas; situaciones que de no tener
una buena coraza emocional te será difícil soportar. Quienes ejercen esta
carrera aseguran que tener una “piel gruesa” es clave para ser un buen
abogado y lidiar con el estrés que trae consigo cada caso.

E. Ser capaz de llevar una excelente organización

Si te destacas por tener una buena organización tanto del tiempo como
de tu trabajo, entonces estás un paso más cerca de ser un buen abogado.
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Esta profesión te obligará a pasar tus jornadas entre entrevistas con clientes,
papeleo diario, llamadas telefónicas, comparecencias, así como otra cantidad
de actividades que deberás mantener organizadas correctamente.

F. La persistencia es otra de las grandes virtudes

La persistencia es otra de las grandes virtudes de estos profesionales;


un abogado no tiene permitido rendirse nunca. Si quieres tener éxito debes
estar dispuesto a luchar hasta el final por conseguir tus objetivos. Esto no
quiere decir que no fallarás, sino que tendrás que estar preparado para
levantarte las veces que haga falta.

G. El éxito también dependerá de la paciencia

Esta es una profesión que requiere esperar mucho tanto por los
juzgados, los tribunales, como por otros actores del sistema legal. Si no
quieres caer en el desespero debes ejercitar tu paciencia para aprender a
esperar por horas, semanas e incluso meses antes de que salga una
resolución.

H. Tener cierta dosis de agresividad bien entendida

Los tribunales no necesitan boxeadores o personas violentas, pero sí


abogados con agresividad bien entendida. Está claro que todo cliente desea
contar con un abogado resuelto, decidido, que trabaje con agilidad y que esté
dispuesto a hacer frente a todos los obstáculos que hagan falta para
conseguir sus objetivos.
2. CARACTERITICAS DEL ABOGADO: SEGÚN INVESTIGACIÓN: ‘‘LA
ENSEÑANZA DEL DERECHO EN EL PERÚ: SU IMPACTO SOBRE LA
ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA’’
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En el año 2004, el abogado Luis Pasara elaboro un trabajo de


investigación que denomino: ‘‘La enseñanza del derecho en el Perú: su
impacto sobre la administración de justicia 12 ’’, aquela trabajo fue encargado
por el ministro de justicia de ese entonces, el doctor Baldo Kresalja. Su
propósito, más que académico, se orienta a presentar un problema y
bosquejar vías para atacarlo. En él, se ha buscado identificar, de la manera
más objetiva y completa posible, la situación de la enseñanza del derecho en
el país, desde la perspectiva de las necesidades de un sistema de justicia que
se halla en franco estado de crisis.

De esta manera, en luego de una ardua elaboración de encuentras y


entrevistas a abogados a fin de darle sustento fáctico a su investigación,
examino cinco características específicas de los abogados que comparecen
ante el sistema de justicia nacional.

 Conocimiento del caso a su cargo

 Solidez del razonamiento jurídico

 Capacidad para redactar con claridad y precisión un recurso

 Disposición y capacidad para la negociación como solución de un


conflicto

 Preocupación por el interés del cliente

En lo que se refiere al conocimiento del caso , se encontró dos


versiones entre las respuestas recibidas. Cuatro abogados en ejercicio
coincidieron en que, en general, el abogado litigante “conoce medianamente
el caso”, aunque tal conocimiento “sea básico” o, cuando menos, “razonable”.
Pero otros abogados más todos los magistrados conformaron una mayoría de
entrevistados que consideró insuficiente el conocimiento del caso. “Falta

12
PASARA, Luis. La enseñanza del derecho en el Perú: su impacto sobre la administración de justicia. 2004.
Lima – Perú. http://justiciaviva.org.pe/acceso_justicia/publicaciones/facultades_de_derecho_pasara.pdf
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dedicación al caso”, sostuvo una jueza en materia penal. “No vienen


preparados, por pereza, descuido”, añadió una colega en materia civil. Un
magistrado precisó: “Un porcentaje altísimo no conoce, no ha leído”. Un
abogado penalista y docente calificó de “pésimo” el conocimiento del caso en
los abogados jóvenes: “No se lee todo el expediente. Los gana lo fácil, lo
cómodo, lo rápido, lo que no exige”. “No llega a conocer el caso en
profundidad”, coincidió otro abogado entrevistado.

Matizando las afirmaciones rotundas, un abogado en ejercicio previno


sobre el nivel de conocimiento del caso: “Varía según los estratos
profesionales”. Aludiendo quizá a ellos, un magistrado registró: “Una ligera
mayoría tiene conocimiento”. Otro abogado fue más preciso, al indicar que en
el estrato alto “se trabaja con equipos que organizan la información”.
Reapareció, así, con respecto a este tema, la diferenciación entre estratos
profesionales.

Algunos de quienes imputaron desconocimiento del caso a los


abogados litigantes aportaron espontáneamente razones explicativas de tal
insuficiencia. “Esto se debe a la preparación en la universidad”, sostuvo un
abogado en ejercicio. Dos abogados y un juez coincidieron en que, “dado que
se compite por cobrar menos” y “los clientes no pueden pagar la dedicación
del abogado, éste toma muchas causas”; en palabras más claras: “no les
prestan atención suficiente porque no reciben lo suficiente”.

En cuanto al razonamiento jurídico, hubo una mayoría clara de


entrevistados tendiente a caracterizar al promedio de abogados litigantes en
términos deplorables. Un magistrado sostuvo que el abogado se comporta de
modo “muy formalista, apegado a clichés y sin referirse a los argumentos de
la otra parte”. “Son expertos en falacias” anotó otro magistrado. “No saben
pensar. Hay falta de lógica”, completó una jueza. “No conocen la bibliografía
especializada”, advirtió un abogado en ejercicio. Sin embargo, entre los
abogados del estrato alto surgieron matices. Una abogada dijo, respecto de
los abogados con los que litiga, que “a pesar de estar mediocremente
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formados, son agudos en el análisis jurídico, gracias a un aprendizaje en la


práctica, no en la universidad”. Otro abogado en ejercicio observó que “el
cambio del código procesal civil ha hecho del litigio algo más técnico; con el
código anterior cualquiera podía litigar, ahora no”. Subrayando la diferencia
entre estratos, un abogado en ejercicio sostuvo: “Los de abajo no tienen idea.
Los de arriba recurren a jurisprudencia y a legislación extranjera”.

En cuanto al razonamiento jurídico , hubo una mayoría clara de


entrevistados tendiente a caracterizar al promedio de abogados litigantes en
términos deplorables.

En el nivel explicativo de las insuficiencias anotadas, sobresalió la


remisión a la formación universitaria deficiente. “Es un problema de
formación”, diagnosticó un juez entrevistado. “El pobrísimo nivel está
asociado a la educación legal”, coincidió un magistrado. Un abogado impugnó
en la enseñanza “una formación codiguera, que no interpreta, no razona”. “En
la universidad no se enseña argumentación”, precisó una jueza, luego de
advertir que el problema se inicia en la formación escolar. Un abogado en
ejercicio sofisticó el análisis: “No es necesariamente un problema de
conocimientos sino de método”.

En lo que se refiere a la capacidad para redactar recursos, jueces y


abogados coincidieron en que las deficiencias son muy marcadas. “A veces es
difícil entender qué piensa” el recurrente, admitió un magistrado. Un
magistrado respondió: “Pocos son los recursos claros, con uso correcto de las
categorías jurídicas” y una jueza civil corroboró: “Pocas veces se encuentra
un escrito claro y entendible en una lectura. Es frecuente tener que pedir
aclaraciones”. “Se abunda en los hechos y no en el razonamiento jurídico
sobre ellos. No se le dice al juez qué se quiere y por qué”, coincidió un
entrevistado, desde el lado de los abogados en ejercicio. Los recursos
contienen “contradicciones e incongruencias” anotó otro abogado en ejercicio;
un tercer colega ilustró: “Hay recursos jocosos”; y un cuarto abogado resumió
una práctica nociva: “Si no puedes ganar, por lo menos confunde”. Surgió, sin
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embargo, una diferencia que había sido mencionada antes, en la referencia al


impacto positivo del nuevo código procesal civil en el razonamiento del
abogado litigante. En contraste, un abogado en ejercicio observó: “Las
conclusiones en el proceso penal son de rutina, mecanizadas. Se llenan
páginas para impresionar al cliente”. El matiz según estratos sólo fue
mencionado por uno de los entrevistados que, sin embargo, añadió: “Pero, en
general, es mediocre”. Dos de los entrevistados aludieron espontáneamente a
las deficiencias propias de la formación universitaria, como origen del
problema, y un tercero lo hizo indirectamente, al asociarlo “a la falta de
razonamiento”.

Una jueza civil testiminió: “Pocas veces se encuentra un escrito claro y


entendible en una lectura. Es frecuente tener que pedir aclaraciones”.

En cuanto a la disposición y capacidad para realizar procesos de


negociación , casi todos los entrevistados coincidieron en que ambas son
bajas en el medio profesional peruano. En esto parecen entrecruzarse dos
factores: de una parte, una cultura propensa al litigio – que se inicia en las
partes y es compartida por el abogado– y, de otra, el interés del abogado
promedio en hacer que el conflicto se prolongue en la medida en que así se
procurará el mantenimiento de ciertos ingresos.

Una tercera parte de los entrevistados mencionó el interés del abogado


promedio por seguir un pleito en razón de la percepción de honorarios. “Los
abogados creen que al negociar fuera de proceso pierden al cliente y pierden
dinero”, argumentó un juez. “Buscan el litigio para justificar honorarios”,
coincidió una magistrada penal. “La tendencia del abogado es a mantener el
proceso. Esto se ve en las apelaciones” sin fundamento que se presentan,
observó un juez penal. “Se debería pactar honorarios por la solución, no por
la duración del juicio”, sugirió un abogado. Dos jueces sostuvieron que incluso
cuando el cliente acepta la posibilidad de una negociación que dé término al
conflicto, el abogado los disuade: “Hay gente que quiere transar y el abogado
no los deja. El cliente no quiere ir al poder judicial pero el abogado lo lleva”,
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testimonió un juez en materia penal. Sin embargo, una jueza en materia civil
advirtió: “Esto vale para el tipo de 14 abogado que puede pagar el litigante
mayoritario; en el de nivel más alto es distinto”. Con ella coincidió un abogado
en ejercicio que, luego de responder a la pregunta: “Disposición, escasa y
capacidad, casi nula”, se apresuró a matizar: “Pero es mayor en el estrato
profesional alto”. En cuanto a disposición negociadora, otro abogado ratificó:
“Se circunscribe a los mejor preparados”.

“Se debería pactar honorarios por la solución, no por la duración del


juicio”, sugirió un abogado.

Además del interés por los honorarios a cobrar mientras dure el


proceso, parece incidir en la actitud del abogado un aspecto cultural y uno
formativo. “Falta motivación. No hay una actitud negociadora”, sostuvo un
abogado. “El abogado no propugna transacciones”, añadió un magistrado.
Otro abogado admitió: “Predomina el abogado pleitista”. Un penalista ilustró:
“No se usa el criterio de oportunidad ni los acuerdos reparatorios. Piensan en
que deben ganar, como sea”. De allí que en una encuesta realizada en el
Colegio de Abogados de Lima, en 1994, se encontrara que “La defensa en
juicio sigue siendo la actividad principal a la que se dedican los abogados”. 13
Un magistrado ofreció cifras recientes: en 2000, sobre un total de 39 mil
denuncias se aplicó en sólo nueve casos el principio de oportunidad. En
referencia al aspecto formativo, “Nadie ha estudiado para negociar en el
Perú”, observó un abogado en ejercicio y docente. De allí que otro abogado
sostuviera “El mejor conciliador es el que no es abogado”.

Sin embargo, otro tercio de las respuestas recibidas apuntó al alto nivel
de litigiosidad aportado por las partes y a su renuencia a llegar a una
transacción que, como una jueza recordó, “implica ceder”. Un magistrado
elaboró la idea: “No hay una cultura tendiente a encontrar solución al
conflicto. Las partes no tienen disposición a solucionar; buscan que el

13
Paul Súmar Gilt, El cuerpo de la toga. Datos y apuntes para el estudio de abogados y abogacía, Asesores
Empresariales, Cusco, 1997, p. 65.
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proceso les dé la razón y rechazan el acuerdo sobre una falsa esperanza de


lograr que se sancione y se les repare”. De allí, “la tendencia a antagonizar el
conflicto”, observada por otro magistrado, quien aseguró: “La gente litiga por
principio: tengo que hacer valer el respeto que se me debe, tú no me impones
nada”. Un tercer magistrado corroboró la tendencia social, especialmente en
los sectores bajos de la población: “Tener a alguien en juicio es joderlo,
aunque no se le condene”. Un abogado del estrato alto dio fe de la existencia
de esta tendencia también entre sus clientes: “Al principio, nadie quiere
negociar, dado que es más barato litigar. Cuando se llega a la negociación es
por cansancio”. Ciertamente, esta visión impresionística requeriría un estudio
empírico de la cultura jurídica nacional, para corroborar o no lo que podría ser
un componente clave del funcionamiento del sistema de justicia.

En lo que se refiere a la preocupación por el interés del cliente ,


volvió a surgir la variable de los estratos, en este caso tanto profesionales
como sociales, con fuerza diferenciadora y explicativa. Mientras en el estrato
profesional alto se ofrece una atención personalizada a clientes que hasta
cierto punto pueden “controlar” la calidad del servicio que reciben, el resto de
profesionales apenas trata de, en apariencia, “quedar bien con el cliente”,
quien se halla relativamente inerme frente al curso del caso y la actuación del
abogado. El hecho de que en el estrato alto la relación abogado/cliente tenga
estabilidad y permanencia, mientras que en el resto sea eventual, refuerza
esta diferenciación.

“En el mundo empresarial, el cliente te exige tener una perspectiva de


sus posibilidades en la vía judicial”, testimonió un magistrado con algunos
años previos de ejercicio profesional. Como consecuencia de ello, el abogado
no puede “arrastrar” a juicio a un cliente con la facilidad con la que puede
hacerlo en el resto de la población, donde hay que sumar “la tendencia a la
litigiosidad más la capacidad limitada para exigirle al abogado”. Tratándose
del abogado promedio, “hay más interés personal que en el del cliente”
aseguraron una jueza en materia civil y un abogado en ejercicio. Otro colega
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fue más allá: “Lo importante es cuánto sacar del caso, sin interés por el
resultado. No hay responsabilidad con el litigante”. Complementó un
penalista: “Todo el sistema está hecho para los operadores, no para el
usuario”. Sólo dos entrevistados disintieron de esta impresión mayoritaria 14 .

3. CONSECUENCIAS CALIDADES DEL ABOGADO LITIGANTE PARA


EL FUNCIONAMIENTO DE LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA

En definitiva, ¿qué consecuencias tienen estas calidades del abogado


litigante para el funcionamiento de la administración de justicia?, se preguntó
a los informantes calificados. Un magistrado respondió que la deficiente
calidad del abogado, en términos generales, “ha contribuido a profundizar el
problema de la administración de justicia, puesto que hay un desempeño
deficiente en todos los actores: abogados, fiscales y jueces”. Esta
observación genérica encontró una ilustración alarmante en el caso de los
jueces, cuando un alumno entrevistado, en una universidad privada del sur,
que confió a la encuestadora: “No me gusta el derecho pero mis padres
quieren que lo estudie” y, luego, indicó imaginar su trabajo profesional como
juez, una vez graduado.

La deficiente calidad del abogado “ha contribuido a profundizar el


problema de la administración de justicia, puesto que hay un desempeño
deficiente en todos los actores: abogados, fiscales y jueces”.

Concentrando la atención en los abogados litigantes, al tipo de


desempeño predominante resultaron atribuidas tres características actuales
del sistema: congestión, dilación y corrupción. Respecto de lo primero, “estos
abogados recargan el trabajo del sistema” con casos que podrían ser
resueltos en otras vías, sostuvo un abogado en ejercicio y docente; “el exceso
de abogados incentiva una cultura del litigio”, añadió. “En un marco de

14
PASARA, Luis. La enseñanza del derecho en el Perú: su impacto sobre la administración de justicia. 2004.
Lima – Perú. Pág. 11-15
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conflictividad social, estos abogados producen una litigiosidad exacerbada”,


coincidió otro abogado.

Con relación al retardo, se señaló que éste es promovido por el


abogado mediante incidentes innecesarios. “Un abogado que entrampa el
proceso no colabora”, sentenció una jueza civil. “La dilación procesal, que
produce entrampamiento, es consecuencia del abogado”, admitió un abogado
en ejercicio. Finalmente, se sostuvo que la corrupción es alimentada por el
desempeño de estos abogados. En particular, observó un abogado en
ejercicio, “el abogado ‘operador de calle’ no necesita saber derecho; puede
que entre a una maestría pero lo hace sólo para conocer jueces”.

Varios de los entrevistados coincidieron en que el papel de auxiliar de


la justicia no está siendo desempeñado cabalmente por el abogado promedio.
“El magistrado siente impotencia en los casos en que el abogado no usó
ciertos medios de prueba”, ejemplificó un juez civil. De allí que una jueza
sostuviera que el abogado, en los hechos, no es un colaborador del juez. Otro
magistrado fue más concluyente al señalar que “El litigio se construye con un
grave déficit de parte de los abogados”; debido a ello, “el juez no siente que el
abogado lo ayude y, por tanto, se prescinde del papel del abogado”; esto es,
el juzgador deja de prestar atención a los recursos del abogado del caso.
Como salvedad, un abogado advirtió que los abogados del estrato alto “sí
obligan a los jueces a leer”.

En el desempeño del abogado promedio parece residir, de otra parte,


una clave de la imagen actual de la justicia. Un pobre servicio profesional,
que “crea falsas expectativas en el cliente”, conforme anotó un juez, conduce
usualmente a un desenlace perjudicial para la parte, que recibirá de su
abogado la explicación de que tal resultado fue fruto de los frecuentes errores
del sistema judicial o, peor, de la corrupción a la que recurrió la parte
contraria. Para reforzar esta tesis, el abogado se vale de una queja que no
sólo sobrecarga los mecanismos existentes para ello sino que pone en
dificultades al juez, incluso cuando la misma carezca de bases: “Los jueces
UNIVERSIDAD PRIVADA DE TACNA
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tiemblan ante la denuncia de los abogados. La usan como arma. La denuncia


le quita tiempo al juez, que prefiere, entonces, no asumir la dirección del
proceso, no entrar al fondo, no resolver”, observó un abogado del estrato alto.

“Los abogados alimentan el descrédito de la justicia ante la sociedad”,


argumentó otro entrevistado. “Desprestigian el sistema de justicia”, añadió un
juez. “Son parte del combustible de la crisis”, afirmó un abogado penalista. En
términos conclusivos, otro abogado sostuvo: “Gran parte de las deficiencias
dependen del pésimo servicio del abogado, que no está cumpliendo su rol
como auxiliar de la justicia, la sobrecarga con casos que no deberían ir a ella.
El abogado es quien hace venal al juez, no el justiciable. Sin un cambio de los
abogados, cualquier intento de reforma no puede funcionar”.

“Gran parte de las deficiencias dependen del pésimo servicio del


abogado. Sin un cambio de los abogados, cualquier intento de reforma no
puede funcionar”.

Si esto es así, cómo explicar la opinión pública existente que, como se


ha visto, es relativamente favorable a la actuación profesional de los
abogados, que sólo advierte en ellos un marcado interés por el cobro de
honorarios y, de parte de quienes tienen una opinión desfavorable, un alto
grado de corrupción. ¿Cómo explicar que casi la mitad de los encuestados en
Lima y Callao –la mitad de los cuales ha tenido experiencia de cerca con
abogados– crea que los abogados facilitan la solución de los problemas?

Ciertamente, el tema merece una indagación más cuidadosa pero, por


de pronto, se podría formular un par de hipótesis. En primer lugar, como se ha
recordado antes, la mayor parte de los clientes no están habilitados para
“controlar” la actuación del profesional que contratan para ocuparse de su
caso; a diferencia de lo que ocurre en otras profesiones, el 17 oscuro velo
impuesto por lenguaje y rituales del derecho impide a un lego determinar a
ciencia cierta si está recibiendo o no un buen servicio.
UNIVERSIDAD PRIVADA DE TACNA
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En segundo lugar, los abogados mismos –como se ha examinado


antes– han contribuido de manera sistemática a deteriorar la imagen de la
justicia, como cobertura de su práctica profesional pobre. Cuando se debate
públicamente sobre el estado de la justicia y sus causas, los participantes son
principalmente abogados, venidos a evaluadores. Responsabilizando al
sistema o a sus funcionarios, los abogados litigantes se han descargado de la
responsabilidad que en verdad tienen en relación con el desempeño de la
justicia.

‘‘Los abogados mismos han contribuido de manera sistemática a


deteriorar la imagen de la justicia, como cobertura de su práctica profesional
pobre. ’’

La tesis que subyace a ambas hipótesis debe ser sometida a la prueba


de una investigación empírica sobre la calidad de la defensa que, a partir del
examen de expedientes judiciales, establezca si la visión que nuestros
informantes calificados proporcionaron corresponde aproximadamente a la
realidad. Sólo así se podrá estar seguro acerca de la importancia y gravedad
la contribución del factor del desempeño profesional dentro del estado de la
justicia 15 .

15
PASARA, Luis. La enseñanza del derecho en el Perú: su impacto sobre la administración de justicia. 2004.
Lima – Perú. Pág. 15 - 17
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CONCLUSIONES

PRIMERA: Nuestra intención en el presente trabajo académico ha sido la de


describir cuáles son los lineamientos que prevén los distintos textos en esta
materia sobre cómo el abogado debe comportarse y responder ante el diario
vivir el profesional del derecho para ser considerado como un auténtico
profesional de las ciencias jurídicas. Éstos contienen una serie de valores,
que además de regir como directrices en su conducta, también son detalles
que dejan huellas enormes en la referencia que cualquier persona pueda
tener del mismo.

SEGUNDA: El perfil de un profesional debe desempeñarse en las ramas del


saber cómo en la práctica de tal forma que pueda contribuir con soluciones
efectivas y justas, ya sea como funcionario público, administrador de justicia,
litigante, o en los diversos campos del derecho teniendo una visión clara y
concreta comprometido con los principios éticos y morales, tanto en el ejerció
de su profesión como la vida personal y social.

TERCERA: Del Código de Ética del Poder judicial se desprende que el mismo
busca dotar a los Jueces, así como a los auxiliares jurisdiccionales y demás
trabajadores del Poder Judicial, de un conjunto ordenado de reglas que
orienten su comportamiento ético, tanto en el ejercicio de sus funciones
públicas como privadas, siendo que la sociedad espera de los mismos un
comportamiento de excelencia en todos los ámbitos de su vida.
Por otro lado busca también contribuir en combatir la corrupción, como a
prestar un eficiente servicio de justicia, en consecuencia las personas a
comprenderán mejor el rol que corresponde a la judicatura.

CUARTA: La profesión del abogado debe ser sin duda una de las completas
si hablamos de las ciencias humanas, pues no solo acarrea que el estudiante,
o el ya abogado, tenga un vasto conocimiento en leyes y en cultura general
de todo tipo, sino que también va a la par con sus cualidades sociables y sus
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aptitudes como orador, ya que este a diferencia de otras carreras, va a


dedicarse no solo a nutrirse de conocimiento para luego aplicarlo y plasmarlo,
sino que también debe poder explicarlo, y aun así, no basta con eso pues
debe usar herramientas como la persuasión y la negociación al momento del
ejercicio de su oratoria.
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BIBLIOGRAFÍA
 Vid, Memoria del XV Congreso Jurídico Nacional: “Ética con
Responsabilidad Social”, Ponencia Ética profesional I,
 Evangelio de san Mateo, Cap. 6, versos 21-24
 Memoria del XV Congreso Jurídico Nacional: “Ética con
Responsabilidad Social”, Bases conceptuales
 Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, tomo I, 21 a.
edición, 1992
 Tratado de Derecho Administrativo, Tomo I, Parte general, Biblioteca
Jurídica DIKÉ, Medellín, Colombia, 2002
 Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva. Impreso en Litografía
Rosés, S.A., España, 1998
 Ética Jurídica, Editorial Jurídica Continental, I Edición, 2002

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