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40002_67
Por todo lo que sucede en el país con la corrupción de los jueces, el plagio en la
escuela, los sobornos a la policía, los bajos referentes espirituales y el fraude en el
control fiscal, estamos en una profundad crisis en lo que podríamos llamar “nuevas”
éticas de ciudadanías alteradas. Muchas de estas lógicas se profundizan por asuntos
complejos como la economía del mercado, la débil seguridad estatal, la poca
empleabilidad, la pérdida del valor de la palabra o por la diversidad en lo que sería un
actuar políticamente correcto en el ámbito personal, organizacional o colectivo. La
tensión radica en saber tomar buenas decisiones, en dignificar la condición humana,
respetar procesos y como dijo el papa Francisco no dejarnos robar la esperanza. Estos
planteamientos que parecen solo personales, son también responsabilidad de nuestros
gobernantes, empresarios, dirigentes o líderes políticos al incentivar objetivamente
mejores percepciones de futuro, más oportunidades laborales, estimular la
participación o fortalecer la estabilidad económica.
Las altas presiones sociales o económicas que la gente vive sin solución alguna
provocan actuaciones equivocadas que terminan lamentablemente en hurtos, muertes o
prisión.
Las prácticas éticas de lo público, exige de los líderes mejores formas de comunicar,
prevalecer la defensa del bien común y establecer políticas sobre cultura de la
legalidad y de oportunidades meritorias. Así mismo, se necesita ejercer autoridad a los
comportamientos de algunos ciudadanos inadaptados para evitar ejemplos negativos
que al multiplicarse sin control debilitan la ética colectiva de la misma ciudadanía.
Ojalá el código de policía no sea un canto a la bandera, puesto que se requiere
comprender la dimensión nociva de no actuar, decir o pensar en el otro, sin hacer el
bien.
https://www.elespectador.com/opinion/etica-ciudadana-columna-714326