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UNIVERSIDAD LOS ANGELES DE CHIMBOTE ESCUELA DE PSICOLOGÍA

ETICA DE LA RELACION INDIVIDUAL


ENTRE EL PSICÓLOGO Y EL PACIENTE

Los campos de actuación del psicólogo los


podemos agrupar en dos tipos principales de
servicios dentro de la sociedad: la psicología
clínica o individual y la psicología institucional u
organizacional. La primera, sigue el patrón clásico
de relación individual entre un psicólogo y una
persona luego de que ambos entablan un acuerdo
basado en el libre consentimiento.
La segunda, tiene una evolución más reciente y
es la que requiere la pericia del psicólogo como
facilitador en el desarrollo de las personas que
conviven en las instituciones o grupos; o como
asesor para la potenciación de las cualidades individuales en los equipos de convivencia
o de trabajo.
En esta oportunidad revisaremos los problemas éticos en la Psicología individual .
A continuación enfocaremos los problemas éticos según el momento del proceso de la
terapia en el que estos problemas se den.

R E LA C IÓN TERAPÉUTI CA DURANTE E L INI C IO, E L PROCESO


Y LA FINALI ZA C IÓN DE L A ATENC IÓN PSICO LÓG I C A

ETICA DEL INICIO DE LA RELACION PSICOLOGICA

Cuando estamos frente a un paciente en la consulta psicológica nos muchas preguntamos


veces nos preguntamos¿Tiene capacidad de entendimiento la persona que acude a
consulta a un psicólogo?¿Está en condiciones de dar realmente un consentimiento
consciente y libre es decir válido para iniciar el proceso de relación psicológica?. Es
presumible pensar que una persona perciba la potencialidad de bien que hay en una
relación psicológica pero ¿es capaz de percibir también la potencialidad de riesgos que
ésta puede traer consigo? En la relación terapéutica cotidiana, un falso presupuesto por
parte del psicólogo, presiones de tipo económico o de prestigio o, aún, una mala conducta
ética, llevan a algunos profesionales a considerar que toda persona que les consulta lo
hace porque realmente quiere recibir el tratamiento que ellos están en condiciones de
ofrecer. Debe un psicólogo ofrecer al paciente una detallada información de la naturaleza
de la psicoterapia -en general- y del tipo de terapia que él está en condiciones de
ofrecer?. ¿Debe informarle, también, de cuáles son las otras alternativas y los otros

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ASIGNATURA ETICA PSICOLÓGICA PSIC. VIOLETA HURTADO CHANCAFE -1-
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profesionales a los que podría recurrir si considera que ellos están en mejores
condiciones para responder a su demanda? ¿Debe describirle en términos comprensibles
y sencillos su propia orientación teórica y técnica? ¿Debe incentivar a la persona -desde
la primera entrevista- a que exprese sus particulares fantasías o sentimientos respecto a
la terapia? Estas son algunas de las cuestiones éticas relacionadas con el inicio de la
relación individual entre una persona y un psicólogo.

A. EL CONSENTIMIENTO VALIDO
La primera entrevista es no solo es asunto técnico sino también ético. Es un deber
primordial de todo psicoterapeuta al comenzar la relación terapéutica con el paciente,
abordar las primeras entrevistas teniendo como uno de los objetivos fudamentales,
proporcionarle suficiente y adecuada información para que ésta pueda consentir líbre y sin
coacción sobre los pasos consiguientes que desee dar en el proceso terapéutico.
Durante la práctica en el consultorio se encuentran pacientes que no son
competentes para decidir sobre lo que van a hacer con sus vidas, por ello el psicólogo
tendrá que hacer siempre el ejercicio clínico de discernir si "este" individuo concreto que
sufre en "este" momento los síntomas de un determinado cuadro patológico es
"actualmente" incompetente. Y dado el caso en que el paciente no esté en condiciones de
tomar ninguna decisión, será su representante legal quien tenga que hacer el
consentimiento para poderse iniciar de forma éticamente correcta- la relación
psicoterapéutica.
Recordemos que una de las condiciones fundamentales de todo consentimiento
válido es la suficiente información para la decisión. Por ello es necesario presentar una
propuesta concreta de consentimiento valido para iniciar la relación psicoterapéutica que
puede ser útil como referencia cuando se quiera elaborar el propio formulario de
"acuerdo" entre un profesional de la salud mental y un paciente que requiere sus
servicios. Como propuesta concreta de formulación de las "reglas de juego" que se
entablarán en la relación es perfectible y adaptable a la orientación psicológica que luego
asuma cada profesional. Más allá de los detalles particulares, este modelo de formulario
busca que la relación se entable con el máximo de conciencia y de libertad por ambas
partes y que los derechos del paciente y del psicólogo queden debidamente garantizados.
Este Formulario puede ser dado al cliente al final de la primera consulta luego de
haber escuchado a la persona y de haber tenido la oportunidad de clarificar oralmente los
aspectos más centrales de la relación. Si se le entrega por escrito antes de concluir esa
primera entrevista la persona tendrá oportunidad de leerlo y reflexionarlo antes de volver a
la próxima cita. En esta o en las subsiguients entrevistas el cliente podrá tener la
oportunidad adecuada para entregar firmado la parte que se refiere al acuerdo mutuo para
el inicio de psicoterapia, mientras guarda el resto de la información escrita. He aquí el
texto concreto de Formulario para el Consentimiento Válido Inicial que sugerimos como
correcto:
ALGUNAS COSAS QUE UD DEBE SABER ACERCA DE LA TERAPIA Y DE SU
PSICOTERAPEUTA
Ya que toda psicoterapia puede ser llevada de muy diversas maneras, dependiendo del
terapeuta y de su orientación la descripción que hago a continuación es para informarle

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ASIGNATURA ETICA PSICOLÓGICA PSIC. VIOLETA HURTADO CHANCAFE -2-
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acerca de mi capacitación y de cómo veo yo el proceso psicoterapéutico. Creo que así Ud


podrá saber mejor lo que puede esperar de mí como profesional de la Psicología.
I.a. Mi capacitación:
He recibido el título de Psicólogo por la Universidad......... de......... Mi especialidad es
en........... para lo cual he participado de........(tales y tales cursos de postgrado) Mi
orientación psicológica es fundamentalmente......cuyos presupuestos téoricos y
metodológicos se basan en los importantes aportes hechos al conocimiento psicológico
por.... (tal y cual autor). Como miembro del Colegio de Psicólogos de ........ actualizo
permanentemente mi formación. He escrito....(X número de).... artículos para (tales
revistas de psicología)... y he participado en....(tales)... investigaciones psicológicas. (se
detallan sólo las más relevantes). He trabajado como psicólogo durante.(X nro.de). años
en.......... (tales instituciones) y ... (tantos)...años en..(tal otra)... Mi mayor experiencia ha
sido trabajando con........... (niños, parejas, adultos, ancianos, etc.). No soy médico y por
lo tanto no puedo prescribirle ningún medicamento. Si Ud. los necesitase puedo
recomendarle un psiquiatra de mi confianza. Incluso, en ciertas ocasiones será necesario,
por su propio bienestar, que trabaje en conjunto con él. Actualmente me superviso
psicológicamente con el Ps. Veraz Acogesanos
I.b. Informaciones sobre el proceso psicoterapéutico:
La psicoterapia es un proceso de ¿aprendizaje? ¿autoaceptación? ¿conocimiento de sí
mismo? ¿otra cosa?¿que contribuye a que Ud. se comprenda mejor a sí mismo, a los
demás, y a las interacciones que entabla en la sociedad?. A través de la relación
psicológica Ud.podría lograr un mejor funcionamiento como persona, de manera que las
interacciones con los demás sean más saludables y Ud pueda pueda sentirse más
satisfecho con ellas. También es posible que, a través del logro de lo anterior, sus asuntos
personales pueden ser enfrentados de una manera más eficaz.
Hay varios pasos en el proceso terapéutico. Primero necesitamos un cierto tiempo para
explorar los problemas que le han traído a la terapia. Es preciso que conozca cómo se ve
Ud. a sí mismo y cómo interactúa con las personas que le son significativas. Es probable
que yo entienda mejor su situación si hablamos de forma abierta y sincera. Mi
responsabilidad durante esta etapa es escucharlo, ayudarle a expresarse y brindarle un
contexto de confianza y acogida para que a Ud. le resulte fácil comunicar lo que desea.
Todas las sesiones serán confidenciales. Mi código de ética profesional me impide decir a
nadie lo que Ud me dice en la terapia (salvo a mi propio psicoterapeuta supervisor y en
casos muy excepcionales); y tampoco puedo brindar datos suyos que tenga en mis
ficheros.
Luego de que hayamos explorado suficientemente cual es su situación vital, nos
pondremos de acuerdo sobre los objetivos que Ud. quisiera alcanzar de ahí en adelante,
siempre que yo esté en condiciones de ofrecerle. Es probable que Ud. quiera
experimentar cambios en su vida. Estos requerirán esfuerzos e incomodidades. En
algunas ocasiones Ud. podrá experimentar, como consecuencia de ese mismo proceso,
sentimientos de impotencia, soledad, depresión, inseguridad o ansiedad. Ninguno de
estas vivencias son anormales ni tampoco insuperables, pero pueden hacerle pasar por
períodos de malestar.
Evaluaremos periódicamente el progreso que Ud. vaya haciendo, tratando de ver si el

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proyecto de cambio vital, que juntos acordamos enfocar al principio de nuestra relación,
se va logrando o no.
El tratamiento terminará cuando Ud. crea que haya logrado suficientemente lo que
esperaba, según lo que nos hayamos puesto de acuerdo al comienzo.
II. COMO PARTE DE MI ÉTICA PROFESIONAL YO RECONOZCO QUE UD.:
1. Tiene el derecho a decidir con la mayor conciencia posible si quiere recibir o no,
psicoterapia de mi parte. Para eso Ud. tiene derecho a preguntarme cual es mi orientación
psicológica y cuales pueden ser las otras alternativas psicoterapéuticas que hay en
nuestro medio. Si desea, le puedo proporcionar nombres de otros psicólogos cualificados.
2. Tiene el derecho de dar por finalizada la terapia en cualquier momento sin ninguna
obligación moral, legal o económica.
3. Tiene el derecho a hacer cualquier pregunta acerca de la manera que tengo de
proceder durante la terapia; si desea le explicaré (el) los métodos que comúnmente uso.
4. (si se van a usar técnicas específicas: ) Tiene el derecho de evitar el uso de ciertas
técnicas terapéuticas; le informaré si pienso usar procedimientos fuera de lo común y
puedo describirle los posibles riesgos que tienen.
5. Usted tiene el derecho a oponerse al registro electrónico de los datos. Por mi parte le
pediré permiso cuando me interese grabar las entrevistas o sacar apuntes, de forma que
a Ud. le quede claro con exactitud qué es lo que se vaya a hacer con esos registros y
durante cuánto tiempo serán conservados por mí. Le explicaré cuál es mi intención
respecto al uso de esos registros y le proporcionaré una declaración escrita respecto a
que ellos no serán usados con otro propósito que el que Ud. me autorice; usted tiene el
derecho de suspender su autorización en cualquier momento.
6. Tiene el derecho a revisar los datos objetivos que se refieren a Ud. (resultados de tests,
transcripciones de entrevistas, etc.) y que tengo en mis ficheros. En caso de que yo
considere que eso pueda serle perjudicial en su proceso psicoterapéutico, le haré saber
los motivos. De lo anterior quedan excluídos los apuntes personales escritos por mí a lo
largo de la psicoterapia, ya que esos textos se refieren a opiniones provisorias o hipótesis
de trabajo que me pertenecen.
7. Uno de sus derechos mas importantes es la confidencialidad. Dentro de ciertos límites,
la información que usted me proporcione durante las sesiones de terapia serán
mantenidas en estricto secreto y no serán reveladas a ninguna persona o institución sin
su autorización escrita.
8. Si usted lo pide, cualquier parte de los registros de sus datos pueden ser comunicados
a la persona o institución que usted indique. Le diré en ese momento si me parece que
hacer público esos datos puede resultarle perjudicial.
9. Tiene el derecho a saber cuales son las excepciones a mi deber de confidencialidad.
Esto quiere decir que hay circunstancias, absolutamente excepcionales, en las cuales
tengo la obligación moral de manifestar a otras personas, sin su permiso, una información
que ud. me haya confiado en la terapia. Esas situaciones son las siguientes: a. si usted
amenaza seriamente con cometer un gravísimo daño corporal o psicológico, a sí mismo, a
otra persona, o a la sociedad. b) si el Juez me ordenara, bajo pena. En ese caso estoy

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legalmente obligado a dar la información específicamente descrita en la orden judicial.


Otros aspectos prácticos
Las sesiones de terapia serán normalmente de 1 hora de duración.....X veces por
semana. No es posible predecir el número de sesiones que requiera su proceso, pero al
cabo de..(X).. sesiones, consideraré finalizada la 1a etapa del proceso, y estaré en
condiciones de hacerle una propuesta más específica. A partir de ella, Ud. podrá evaluar
si quiere continuar hacia adelante con el proceso..La tarifa profesional para mis servicios
es de...... que Ud. podrá abonar.........
Por favor haga preguntas.
La próxima vez que nos veamos, Ud. podrá hacer preguntas sobre cualquiera de los
párrafos contenidos en este texto. Pero si Ud. considera que ya tiene suficientes
elementos como para tomar la decisión de iniciar conmigo la relación psicoterapéutica en
los términos antes detallados, puede traerme firmado el acuerdo de trabajo que a
continuación le presento:
III. ACUERDO MUTUO PARA EL INICIO DE LA PSICOTERAPIA
1. Manifiesto mi acuerdo a entrar en psicoterapia con Dámaso A.Larrañaga por ....
(número) de sesiones, durante los próximos ....(número) semanas (o meses).
2. Estoy de acuerdo en pagar....(cantidad acordada) por cada hora de sesión. El pago lo
haré cada.(X tiempo).... de la siguiente manera:.......
3. Entiendo que puedo dejar la terapia en cualquier momento y que no tengo obligación
moral, legal o financiera de completar el número máximo de sesiones fijadas por este
contrato. Estoy acordando pagar sólo por las sesiones de terapias completadas.
4. Manifiesto que soy consciente que, entre los posibles beneficios de la psicoterapia,
puedo lograr un desempeño más satisfactorio en el seno de mi familia y de la sociedad.
Manifiesto que es razonable esperar de la psicoterapia, una mejor comprensión de mis
metas y valores personales así como una mayor madurez y crecimiento como persona.
Soy consciente, también, que la psicoterapia puede implicar el riesgo de recordar
acontecimientos dolorosos para mí que me provoquen emociones intensas de temor o
angustia o sentimientos de ansiedad, depresión, soledad o abandono. Sé que el psicólogo
no puede prescribir drogas o medicamentos, de manera que si esos tratamientos
estuviesen indicados tendría que elegir al psiquiatra correspondiente.
5. Manifiesto que he tenido tiempo de pensar por mi cuenta, consultar a personas o
profesionales de mi confianza y hacerle a Dámaso A.Larrañaga todas las preguntas
necesarias respecto a su "Propuesta de Servicios".
Por eso, luego de sopesar mi decisión, deseo recibir psicoterapia de parte de Dámaso
A.Larrañaga en los términos antes formulados.
Firma fecha:

La negación u oposición de un psicólogo a permitir por principio que sus pacientes


den un consentimiento previamente informado antes de empezar la relación psicológica y
la actitud sistemática de justificar dicha decisión afirmando que su técnica terapéutica

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requiere tal forma de proceder, podría estar ocultando una actitud paternalista y un no
respeto por la autonomía de las personas. Hay psicoterapias que requieren procesos muy
prolongados y costosos o cuyos psicoterapeutas ya saben de antemano cuales son las
posibilidades de beneficio que pueden ofrecer. Evidentemente, desde el punto de vista
ético es imprescindible que, si tal es la perspectiva prevista por el psicólogo o psiquiatra,
se deba informar de ello al paciente para que éste pueda consentir de forma responsable
antes de iniciar el proceso. El profesional de la salud mental no tiene la obligación de
informar de lo que no sabe o no puede prever fehacientemente con los conocimientos que
dispone. Sin embargo, hay ciertos datos que forman parte de su preparación teórica y que
le permiten saber con cierta seguridad lo que él puede o no ofrecer a un determinado
paciente. No sería honesto ni veraz ocultar dichos datos, ya que podrían ser de gran
interés para el sujeto consultante antes de decidir si acepta o no entablar la relación.
El consentimiento válido permite a la persona que requiere la asistencia del psicólogo
conocer muchas y tener una idea de cual es el tipo de psicoterapeuta realmente
apropiado para su problema. Muchas veces lo único que solicita es una solución a lo que
le angustia sin preocuparse de que no cualquier trastorno puede ser abordado por
cualquier terapeuta. No es raro que la decisión del sujeto esté motivada por
recomendaciones de amigos, familiares, o vecinos con experiencias similares, pero no en
una información realista y suficiente como para una válida decisión.. La experiencia
práctica dice que, en la mayoría de los casos, el paciente se encuentra con que no tiene
suficientes elementos para poder elegir al terapeuta adecuado y a la psicoterapia que le
conviene.¿Cómo asegurar desde el punto de vista de la salud pública, que cada persona
sea adecuadamente referida al profesional que esté en las mejores condiciones de
ayudarla?. En esta primera entrevista es donde se ve con gran claridad la importancia que
tiene que las escuelas de psicología y psiquiatría formen a los terapeutas con un amplio
conocimiento de las posibilidades y limitaciones de las diversas terapias. Pero con eso no
es suficiente, puesto que hay muchas corrientes que consideran como parte de sus
mismos presupuestos teóricos y prácticos que ellas están en condiciones de solucionar
todos los tipos de trastornos psíquicos. ¿Cómo esperar que un psicólogo de alguna de
esas corrientes, vaya a traicionar sus propios presupuestos teóricos enviando al paciente
a un profesional de una escuela diferente, o aun opuesta?.
El saber brindar a los pacientes ese tipo de información, requiere un entrenamiento
específico; y un psicólogo que ya ha optado por una determinada escuela teórico-práctica
de psicología tendría serias dificultades en poder hacerlo. El "consultor de primera
entrevista" podría también estar capacitado en psicodiagnóstico de manera que -siempre
que el problema no sea acuciante y urja tratamiento inmediato de tipo psiquiátrico- podría
ofrecerle al paciente los beneficios de tal instrumento inicial de conocimiento. Este, luego
sería usado por el psicoterapeuta que el paciente elija para el tratamiento de fondo. Más
allá de la forma concreta que esta propuesta pueda tener, un asesor terapéutico de estas
características parecería ser un instrumento posible y útil para facilitarle al paciente las
decisiones bien informadas.

B.JUICIO DIAGNOSTICO Y PODER TERAPEUTICO


Otro problema ético importante que está en conexión con el período inicial de
relación entre psicólogo y persona consultante es todo lo que tiene que ver con el

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"diagnóstico" psicológico y el uso que de él se haga. El "poder" psicológico se ejerce


sobre los individuos o sobre la sociedad -en buena parte- a través del diagnóstico . Y
como todo "acto de poder" puede ser altamente manipulador en la medida que encierra
una prescripción implícita de cual debe ser el futuro de los individuos implicados. Se ha
dicho que el "poder" que ejerce quien es capaz de hacer un diagnóstico -cualquiera sea-
proviene del hecho de que satisface en los profesionales una serie de necesidades y
ansiedades sociales de diverso tipo: emocionales, socioideológicas y epistemológicas.
Dependiendo de la especificidad del sistema teórico que tenga cada psicólogo o
psiquiatra; de la manera en que evalúen la conducta de las personas, que saquen
conclusiones acerca de ellas y que contrapesen el desacuerdo entre la persona y la
norma social, el diagnóstico puede ser enormemente influido por los presupuestos
subyacentes al sistema de interpretación y al concepto de enfermedad mental que éste
tenga. Reich pone como paradigma de todo esto, a lo sucedido en la escuela de
psiquiatría de la Ex Unión Soviética.
Evidentemente el diagnóstico tiene una importante implicación ética, ya sea para
beneficio o para manipulación, desacreditación y castigo de los miembros de la sociedad.
Podría utilizarse en este último sentido cuando un político o un estadista califica de "loco"
a un líder o a un presidente extranjero; o cuando se juzga de "esquizofrénicos" a los
disidentes o antagonistas políticos. Se ha visto, en ocasiones, que cuando hay intereses
económicos, políticos, o afectivos en pugna, los psicólogos y psiquiatras han intervenido
para legitimar con su diagnóstico las pretensiones de uno u otro bando, ya sea en los
conflictos legales individuales, en los de grupos, o aún en los que se han producido entre
naciones.
Es evidente que mucho se ha avanzado con
la uniformización de categorías diagnósticas
del tipo del DSM-IV de la Asociación
Americana de Psiquiatría y del Manual de
Diagnóstico de la Asociación mundial de
Psiquiatría. No obstante, el problema de la
relatividad del diagnóstico pscoñógico sigue
siendo una realidad insoslayable que hay que
tener en cuenta -desde el punto de vista ético-
por el alto componente estigmatizador que
puede implicar. Todas las variables subjetivas
que intervienen en él hacen que deba ser
hecho "con temor y temblor", si se quiere
evitar la temible repercusión para la vida futura de los pacientes que pueda tener
cualquier equivocación. De ahí el constante riesgo ético que implica la perseverancia en
continuar usando los presupuestos de una determinada teoría científica si no se la
confronta permanentemente con la realidad y con el diálogo transdisciplinar.
Así como la psiquiatría tiene sus problemas de "opciones" previas en el juicio
diagnóstico, la psicología no está exenta de ellos. El principal medio que tienen los
psicólogos para diagnosticar, son los tests. Desde que Lippmann en 1922 publicó un
célebre artículo a propósito del grave daño que podía acarrear la ingenua creencia en la
validez de determinados tests, la queja se ha seguido repitiendo insistentemente a lo largo
de todo este siglo. A pesar de que actualmente muchas dificultades técnicas se han ido

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solucionando, no todos los problemas se han eliminado. Es explicable, pues, que la


Asociación Americana de Psicólogos en su Código de Etica se haya preocupado
explícitamente de este tema, en los siguientes términos:
"Ellos (los-as psicólogos-as) se cuidan del mal uso de los resultados
evaluatorios (de los tests). Respetan el derecho de los clientes a conocer los
resultados, las interpretaciones hechas y las bases para las conclusiones y
recomendaciones que se le da. Los psicólogos hacen cualquier esfuerzo
para mantener la seguridad de los tests y otras técnicas de diagnóstico
dentro de los límites legales. Buscan asegurar en otros, el uso apropiado de
los tests" (Código de ética).

Recogiendo esta apretada enumeración de los problemas éticos suscitados por el


uso de los tests, podemos detectar por lo menos cinco problemas principales relacionados
con la elaboración y uso de tales instrumentos de medida.
1. El asunto de qué es lo que se considera "normal". Se trata de un viejo y repetido
problema, que los psicodiagnosticadores lo solucionan, pragmáticamente, usando el
criterio estadístico para definir lo "normal".
2. El problema de la validez; es decir, si un determinado test realmente describe lo que
pretende describir. Puede suceder que un test sea discriminativo desde el punto de vista
estadístico, pero la denominación del rasgo que se cree que mide, es algo que depende
de la calificación del que lo hace, de sus hipótesis y de su teoría psicológica de fondo.
3. El problema de los errores de interpretación de los datos objetivos obtenidos, debido a
la distorsión que proviene de la subjetividad del psicólogo que los lee.
4. El problema del informe psicodiagnóstico. El psicólogo, al intentar buscar reconciliar los
datos contradictorios que aparecen en los resultados del test para que sean coherentes
con la teoría que él sustenta, puede dejar de lado -como irrelevantes- datos de gran
importancia.
5. El asunto del adecuado balance de los datos positivos y negativos encontrados en el
test. El psicodiagnosticador, al darle al paciente su informe final, trata de que los aspectos
positivos de la personalidad queden realzados frente a los negativos; o, al menos, que los
aspectos negativos queden contrapesados con aquellos aspectos positivos que pueden
ser los que ayuden al individuo a salir adelante. Pero este objetivo tan loable, puede estar
muy impregnado de sus propios deseos e hipótesis respecto a lo que debe ser la
evolución futura de un determinado paciente.
Como puede verse, los riesgos de perjudicar o beneficiar a los pacientes a través de los
tests surgen en cada una de las dificultades que acabamos de reseñar. La Asociación
Americana para el Counseling y Desarrollo (AACD) ha desarrollado una serie de patrones
éticos para el uso de tests en la relación psicológica, que nos parecen especialmente
pertinentes en este momento. En síntesis su Código de Etica establece que:
1. Los psicólogos que hagan tests psicodiagnósticos deben saber para qué son, cómo se
relacionan con la situación del paciente y como pueden ser usados los resultados
"Diferentes tipos de tests demandan diferentes niveles de competencia para hacerlos,
calcularlos e interpretarlos. Los miembros (de la AACD) deben reconocer los límites de su

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competencia y llevar acabo sólo aquellas funciones para las cuales han sido preparados"
2. Los tests no pueden ser usados aisladamente sin otros datos relevantes de la persona.
3. Sus resultados deben ser puestos en perspectiva con otros datos relevantes del
contexto:
"haciendo esto, los miembros de la Asociación reconocen los efectos de factores
socioeconómicos, etnicos y culturales en los resultados de los tests
El último punto alude a uno de los problemas más analizados en los últimos años:
el de los prejuicios de los tests. La AACD previene a los psicólogos sobre la implicancia
ética que tiene no tener en cuenta en la interpretación de los resultados a las diferencias
de tipo socioeconómica, étnica, o cultural de los diferentes grupos de pacientes.
Especialmente en lo que refiere al riesgo de etiquetar discriminatoriamente a las minorías.
Quizá el problema fundamental en conexión con eso, es el asunto de la validez, es decir,
si un test realmente describe lo que se quiere que describa. De esto depende la
calificación que se le dé a las personas. Un test de inteligencia que maneje palabras no
frecuentes en el lenguaje de miembros de clase social baja, llevará a que estos tengan
dificultades en entender y, por consecuencia, los calificará con un coeficiente menor del
que les corresponde. Un test que maneje categorías culturales rechazadas por un
determinado grupo de personas traerá como consecuencia que se las "diagnostique" de
forma distinta que a otras.
Tanto los que elaboran los tests como los psicodiagnosticadores son conscientes
de estas variables y tratan de evitarlas buscando validar el test en distintos grupos y
poblaciones. En esta medida se disminuyen al máximo las variables de tipo sociológicas
pero no deja de evitarse el hecho de que todo test supone una concepción del hombre a
partir de la cual se dictamina qué es lo adecuado o qué es lo "malo" o "patológico" Si bien
esto es inevitable desde el punto de vista psicológico, es muy conveniente que el
terapeuta sepa señalar las limitaciones epistemológicas de su instrumento, precisamente
para que el test ejerza la función de facilitación del proceso de autoconciencia del
individuo y no de descalificación o marginación.
De los inconvenientes antes aludidos se desprende que este instrumento al servicio
del psicodiagnóstico debe ser manejado con la relatividad suficiente como para que no
produzca descalificación o marginación. Estas consecuencias pueden producirse, ya sea
en la terapia de tipo individual o en medios institucionales. Por eso creemos que toda
persona a la que se le hace un test tendría que ser informada también de la relatividad y
limitaciones que puedan tener, con el fin de evitar eventuales daños en la autoimagen que
el sujeto tenga de sí mismo.
Analizaremos con mayor detalle otros problemas relacionados con el uso de los tests,
cuando tratemos, en el capítulo VI, de los problemas éticos causados por la práctica del
psicólogo en medios escolares o laborales

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ETICA DEL TRANSCURSO DE LA RELACION PSICOLOGICA

Una vez que el psicólogo hace una primera apreciación de la realidad del paciente
(un primer diagnóstico más o menos somero de lo que le pasa) decide -implícita o
explícitamente- si quiere o no ayudar a la persona consultante. No es posible continuar el
proceso terapéutico si el psicólogo no piensa que esa persona concreta necesite algún
tipo de ayuda. Junto a esta decisión van implícitas una serie de consecuencias para la
relación ya que el psicoterapeuta proyecta metas y objetivos a lograr con el paciente
desde teorías ya asumidas; y razona su forma de proceder desde dicho punto de partida.
No podría ser de otro modo. Sin embargo es necesario caer en la cuenta de que eso no
es "neutro" desde una perspectiva axiológica puesto que los objetivos pueden variar
según se busque un cambio en las actitudes, en las conductas, en las creencias, en la
conciencia de sí mismo, en los síntomas, en la relación con los demás, o en el
desempeño social.
A. OBJETIVOS TERAPEÚTICOS E IMPLICACIÓN ÉTICA.
Podríamos decir que hay tres grandes modelos de metas u
objetivos psicoteraéuticos, que pertenecen a las grandes
teorías psicológicas ya expuestas en el capítulo 2. Ellos son:
1. promoción de la autonomía 2. promoción de la armonía 3.
promoción de la perfección de la naturaleza humana. Cada
uno de estos tres modelos de objetivos o metas terapéuticos
contiene una imagen utópica del hombre y de la sociedad. Si
los juzgamos desde la psicoética, todos tienen sus valores y
sus contravalores.
El primero de estos modelos es el aquellos psicólogos
que consideran que el único objetivo éticamente justificable
de una psicoterapia es favorecer la autonomía del ser
humano en tanto individuo, -ideal típico de la cultura
occidental-. ENGELHARDT. le ha llamado a esto
"Psicoterapia como meta-ética" porque -aunque el término
"autonomía" es un concepto típicamente ético- no se trataría de apoyar ninguna
concepción moral concreta sino posibilitar que la misma persona busque sus valores de
acuerdo a sus propios intereses. El objetivo de una terapia -en este caso- estaría
orientado a satisfacer el mejor interés del individuo; y la insistencia se pone en lo que son
las necesidades del sujeto como tal.
Se esté o no de acuerdo con esta manera de ver la psicología, no hay duda que este
modelo encierra una opción ética que no está exenta de cuestionamiento. La visión que
-en última instancia- subyace a esta concepción es la de un hombre "narcisista" e
"individualista". El énfasis en la auto-experiencia, en la auto-estima, en la auto-realización,
en la seguridad en sí-mismo, están de moda en esta época en la que ha desaparecido la
cosmovisión única del ser humano que existía hasta la Ilustración. No es de extrañar que
las terapias que defienden este tipo de visión "narcisista" del hombre se den
preferentemente en sociedades donde el liberalismo individualista se haya adoptado

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como ideología dominante a partir de la Revolución Francesa y de la emergencia del "libre


pensamiento".
Este modelo parte de la base de que no es posible encontrar qué es LO normal y
LO sano; y opta -pragmática y teóricamente- por orientar los objetivos del proceso
terapéutico según los valores del sujeto. Lo que intenta es que el individuo -a través de su
propia autoconciencia- experimente aquellas vivencias, pensamientos o sentimientos que
lo hagan estar conforme consigo mismo. No importa si eso incluye la indiferencia hacia la
sociedad o hacia los demás. Se asume implícitamente que el individuo tiene el derecho a
vivir como le parece. La meta es promover el autocontrol y la autoestima sin ejercer
influencia indebida sobre la persona y sin cuestionar su mundo de valores.
Un segundo gran grupo de psicólogos se reúne en torno a quienes buscan como objetivo
principal de la terapia el ayudar a que la persona se ajuste a los valores del medio
ambiente y esté en armonía con ellos de forma que su convivencia sea satisfactoria, tanto
para sí mismo como para la sociedad. La visión del hombre que encierra este segundo
modelo es el de un "hombre-pueblo". No concibe al ser humano como conviviendo con
múltiples enfoques o visiones de la realidad sino que -implícita o explícitamente- busca
encontrar una ideología consensuada, una práctica consensuada, unos valores
consensuados. Aquí el objetivo de la terapia está determinado por "nuestro" mejor interés;
y la insistencia principal se pone en el "nuestro". En este tipo de terapia se prescinde del
hecho de si ciertas conductas son "sanas" o "enfermas" en sí mismas. Se procupa por
saber cuáles son las "deseables" o "indeseables" para la sociedad. Este grupo de
psicólogos no pretende tanto que el sujeto se "rebele" contra su medio ambiente sino más
bien que se acomode a él.
Un tercer modelo teórico, es el que pretende con la psicoterapia que el paciente no se
acomode a las conductas o intereses de una determinada sociedad sino que conduzca su
vida de acuerdo con valores que -implícita o explícitamente- se consideran verdaderos en
sí mismos, no sólo para un grupo determinado de personas. El objetivo terapéutico en
este caso está orientado por "el" mejor interés. Quizá la imagen que está detrás de este
modelo es el de una sociedad en cierta manera simple. En ese sentido, los hombres se
dividirían en dos grupos: los que saben qué es lo adecuado para ser felices y realizarse, y
quienes no lo saben y por eso sufren trastornos psicológicos. En este modelo hay una
clara idea de lo que es una persona sana y, al mismo tiempo, se conocen los medios para
lograrlo. Los objetivos terapéuticos de esta corriente buscan una determinada imagen de
lo que es el hombre "sano" y tratan que el sujeto se adapte a ella. A veces esa imagen se
impone por métodos directivos, otras veces, por medio de la introvisión o de la toma de
consciencia.
Aunque parezca que este tercer modelo es obsoleto sólo es una primera impresión.
Salvando la diferencia de procedimientos que hay entre ellas, tanto las terapias de Ellis o
Glasser -que parten de cierta noción de lo que es racional y de lo que es real- como
algunas terapias biológicas -que afirman tener una idea "científica" de lo que es el
hombre- participan de este mismo modelo conceptual. )No tendría que incluirse en este
tercer grupo a toda teoría psicológica de la personalidad que establezca criterios sobre
cual es el "carácter ideal" o la personalidad "madura" basadas en concepciones teóricas
"a priori"?
En los hechos, los modelos de estrategias terapéuticas no son tan puros como aquí

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los hemos descrito. Muchas escuelas psicológicas van incorporando elementos de uno u
otro de los esbozos antes desarrollados. Sin embargo, el interés de haberlos explicitado
tan esquemáticamente (véase la tabla 1) tiene como cometido el tomar conciencia de que
el trazado de determinados objetivos y metas terapéuticas implica opciones de valores
éticos que en la inmensa mayoría de los casos están de forma no consciente en el
psicólogo cuando éste planea una intervención o un proceso terapéutico. En una obra
como ésta, no sólo nos interesa saber la variedad de objetivos que los psicólogos suelen
tener implícitos en sus técnicas o teorías de la personalidad -y que de alguna manera
dirigen las expectativas con la que se sitúan frente a la persona- sino que hace falta
resaltar también que estos objetivos e "ideologías psicológicas" pueden inducir cambios
en valores éticos a los pacientes. Los estudios empíricos, que han intentado estudiar el
contagio de valores desde el psicólogo a la persona, parecen mostrarlo fehacientemente.
Este es el principal riesgo que trae aparejado el desarrollo de la relación psicológica.
Pero no sólo la elección de los objetivos o metas terapéuticas tienen valores éticos
implícitos o explícitos. También el tipo de medio que se escoja para lograr esos objetivos
tienen sus implicaciones éticas. De hecho, la gran pregunta que tratan de responder las
terapias psicológicas, se refiere a qué es lo que produce el cambio en la persona o -dicho
en otras palabras- qué es lo que lleva a eliminar los síntomas que motivan la consulta.
Tanto las terapias del autoconocimiento como las de la autoaceptación, parten de la base
que el medio fundamental para el cambio está dentro del mismo individuo y su capacidad
de libertad. Por otro lado, las psicoterapias de modificación de conducta como las de corte
biologicista parten de la base de que el método de cambio no reside en el interior del
individuo sino en algo exterior a él. En un caso, porque el cambio consistiría en el
aprendizaje de ciertas conductas previamente pautadas y regladas por el psicoterapeuta;
en el otro, porque se utilizan medios farmacológicos u orgánicos. En ambas posibilidades
la responsabilidad del individuo consiste en seguir las instrucciones que, desde fuera, se
le imparten.
Como puede inferirse de lo que hemos expuesto hasta aquí, además del problema de la
eficacia o no de los distintos métodos terapéuticos -asunto sobre el que no queremos
comentar nada aquí- la misma metodología, en la medida que estimula una
responsabilidad desde el interior del sujeto o desde su exterioridad, implica una opción
ética que tiene que ver con la libertad y con la concepción que tengamos del ser humano,
tal como ya lo hemos visto en otro momento de este mismo trabajo.

B. DERECHO A LA INTIMIDAD Y CONFIDENCIALIDAD DE LOS DATOS


La enfermedad mental es un elemento estigmatizante de gran fuerza en nuestra sociedad.
En consecuencia toda difusión de los datos psicológicos y psiquiátricos de los pacientes
trae por consecuencia graves perjuicios sociales y emocionales para los implicados. El
derecho a la confidencialidad -y el consiguiente deber del profesional de guardar el
secreto- se refiere al uso de la información que concierne a una persona determinada y
que es única e inseparable de ella. Los datos que son objeto de este derecho a la
Intimidad y a la confidencialidad se refieren a:
1. El mismo hecho de informar que una persona es -o ha sido- un paciente.
2. La información trasmitida en confidencia durante la relación psicológica entre el

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paciente-sujeto y el que presta asistencia.


3.Las informaciones relativas al diagnóstico o a los hechos
necesarios para la prestación de los servicios o tratamientos,
trasmitida en confidencia entre el psicoterapeuta y el paciente o
entre miembros de la familia del paciente y el que presta la
asistencia.
Cabe recordar que el paciente tiene derecho a tener
confidencialidad; en principio, sólo su consentimiento puede
autorizar a que un profesional revele tales datos a terceras
personas.
Cabe decir que la confidencialidad es una norma moral "prima
fascie", es decir, que debe cumplirse moralmente "en principio"
siempre que no entre en conflicto con bienes morales mayores,
como la vida o la integridad física o psíquica de terceros
inocentes

a. Revelación de datos a terceras personas con consentimiento del sujeto


Evidentemente, en la medida que la confidencialidad es un derecho que pertenece al
paciente, éste puede revelar su contenido si lo desea. No obstante, el psicólogo o el
psiquiatra también tiene derecho a proteger su buena fama como profesional ante
cualquier eventualidad surgida a posteriori y causada por su paciente después que se
hayan revelado los datos a terceros. En consecuencia, cuando es el paciente el
interesado en que se rompa la confidencialidad, sería muy necesario que le firme al
psicólogo un consentimiento explícito en el que autorice la revelación de esa información
y en el que conste: a. el nombre de la persona a la cual se le deban revelar los datos; b.
los datos que deben ser informados; c. con qué propósitos; d. nombre y firma del paciente
(en algunos casos, también firma de testigos).
b. Revelación de datos de niños o incompetentes
Creemos que hay que diferenciar el procedimiento que se debe llevar a cabo con niños
menores de 12 años del que se practique con adolescentes mayores de esa edad. Como
criterio general creemos que ningún dato debe darse a los padres sin que el hijo mayor de
12 años dé expreso consentimiento. Sin embargo, habría que exceptuar de este criterio
aquellos casos en los que el adolescente esté poniendo en riesgo la vida o integridad
física o psíquica de terceros. También debería considerarse una excepción aquellas
contadas situaciones en que sea imprescindible para la recuperación de la autonomía del
menor -o para su progreso terapéutico- que los padres o tutores sepan determinada
información de él.
c. Acceso del sujeto a sus propios datos
Como parte del derecho a la intimidad y a ejercer su Autonomía respecto a todo lo que le
concierne, el individuo tiene también derecho -en principio- a acceder a sus propios datos,
si estos están registrados como "historia Clínica" o de cualquier otra manera. Sin
embargo, la defensa que aquí hacemos de este derecho no implica que creamos que se
lo pueda ejercer de cualquier manera y sin ningún límite. En consecuencia, la sociedad o

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las instituciones respectivas -o el profesional en su práctica clínica individual- deberían


establecer criterios claros, justos y conocidos al respecto; y si es necesario, también
establecer leyes oportunas al respecto. Por lo tanto, si se trata de los registros que están
en manos del psicólogo clínico individual habría que diferenciar aquellos datos que son
"objetivos" (resultados del diagnóstico hecho con metodología científica) de los que
pueden ser comentarios, hipótesis o apuntes hechos por el psicólogo durante el proceso
de diagnóstico o tratamiento psicológica. Según nuestro criterio, el paciente tiene derecho
a acceder a los primeros, pero no a los segundos. Este último tipo de datos pertenecen a
la intimidad del profesional por el hecho de ser provisorios, circunstanciales y subjetivos;
como tales son propiedad intelectual del profesional y el paciente no tendría derecho a
reivindicarlos.

C. MANIPULACIÓN DE LA DEPENDENCIA Y DE LA CONTRATRANSFERENCIA.

Los términos "transferencia" y "contratransferencia" tienen un sello


psicoanalítico claro y sería deseable no usarlos, ya que algunas escuelas de psicología
niegan que se dé ese fenómeno tal como lo define el Psicoanálisis. Sin embargo, no
encontramos otros términos mejores para referirnos al hecho -casi ineludible- de que el
individuo tenga sentimientos dirigidos al terapeuta (surgidos al identificarlo con personas o
experiencias significativas de su vida) y que el psicólogo también los sienta por su parte.
Por "contratransferencia" entendemos aquí, el conjunto de sentimientos y
expresiones experimentados por el psicólogo hacia el paciente. Y de la misma manera
que por la transferencia el paciente experimenta una distorsión en la percepción que tiene
del terapeuta, al psicólogo le pasa algo similar respecto a su paciente. Esos sentimientos
pueden ser positivos (amor, aceptación, simpatía, etc.) o negativos (rechazo, odio,
antipatía, etc)
El problema ético no está en que, como terapeuta, se experimente ese tipo de
sentimientos, sino en las consecuencias negativas que pueden derivarse por no buscar
tomar consciencia de ellos y no evitar sus efectos distorsionantes en el proceso de
recuperación de la autonomía que él debe facilitar en el paciente. Y como ya hemos visto
reiteradas veces, el primer nivel de obligatoriedad del Principio de Beneficencia es -al
menos- no perjudicar.
Las principales consecuencias perjudiciales que esto podría tener son, que el
psicoterapeuta:
1. distorsione su percepción de la realidad del paciente eludiendo el tratamiento de ciertos
temas o insistiendo tozudamente en otros;
2. "pase a la acción" en cuanto a los deseos eróticos o socio-afectivos;
3. incremente una actitud de protección que mantenga al paciente en una continua
dependencia.
El tema del "soborno" sexual entre los psicoterapeutas y las personas, (generalmente se
trata de profesionales varones y pacientes mujeres) no es un asunto excepcional en la
práctica psicológica o psiquiátrica. Entre las consecuencias perjudiciales que las/os

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pacientes han denunciado con más frecuencia al respecto, se encuentran sufrir pérdida
de confianza en cualquier terapeuta del sexo opuesto y en la misma psicoterapia,
depresión, angustia, rechazo, perjuicio en la relación sexual, sentimientos de haber sido
explotadas y abandonadas. La Asociación Americana de Psicología proscribe
terminantemente este tipo de conductas en el transcurso de una relación terapéutica. Sin
embargo, entre los profesionales no hay total unanimidad al respecto y un cierto
porcentaje de ellos piensa que el contacto erótico puede llegar a ser beneficioso porque
puede ayudar a los sujetos a sentirse más libres de inhibiciones y de culpas y con más
satisfacción en su experiencia sexual. Los estudios muestran que quienes piensan así,
generalmente son terapeutas hombres. Es motivo de preocupación, además, el hecho de
que no haya habido disminución en la prevalencia de los contactos sexuales entre
psicólogos y pacientessi se comparan los resultados obtenidos en las investigaciones de
la década de 1980 respecto a las de los años 60. No obstante, fue en ese ínterin de
tiempo que se publicaron los Códigos de Etica profesional, tanto de la As. Norteamericana
de Psicólogos como de la Asociación Psiquiátrica norteamericana . Eso hace pensar que
la conducta de los terapeutas no ha variado por el hecho de saber claramente la
proscripción radical que establecen dichos códigos éticos.
Comentarios similares nos merece toda circunstancia en la que el terapeuta se involucre
en cuestiones de negocios con sus pacientes. No sólo habrían dificultades de tipo técnico
-en el sentido de que toda relación extra-entrevista tiende a distorsionar la evolución
normal de la terapia- sino que, desde el punto de vista ético, la utilización del poder para
que el psicoterapeuta saque ventajas económicas a su favor, puede calificarse -sin más-
como una explotación.
No podemos dejar de mencionar aquí otro asunto relacionado con la manipulación
económica que puede hacer el psicólogo a través del poder desigual que tiene con su
paciente. Nos referimos a la temática especial de los honorarios profesionales,
problemática sobre la cual no nos podemos detener ahora.
En cuanto al mantenimiento -más o menos consciente- de la dependencia, ésta
puede realizarse de muy diversas maneras: intentando reforzar sutilmente la mistificación
social que pueden tener los psicoterapeutas en determinados ambientes sociales;
manteniendo una ambigua ocultación de los medios concretos que se usan en la terapia;
usando técnicas sofisticadas que impresionen al paciente; practicando la directividad en
las interpretaciones, aún bajo la apariencia de no serlo; reforzando la expresión positiva
que reciben del sujeto por medio de alabanzas o gestos amistosos; o usando contactos
afectivos fuera del marco estricto de la entrevista. Estos son algunos de los
procedimientos -claramente cuestionables desde el punto de vista ético- que se pueden
usar para fomentar la dependencia. Frases como "pronto se pondrá mejor", "ya lo
superará", "usted aparenta estar mucho mejor que la última vez", o "realmente está
haciendo grandes progresos", son formas de uso no infrecuente por parte de los
psicoterapeutas y que tienen como consecuencia que se mantenga la dependencia entre
el psicólogo y su paciente. Aturdir al sujeto con juicios raros, teorías poco comprensibles,
hipótesis sofisticadas y desconcertantes o juegos de imaginación -aún con la correcta
intención de movilizar la afectividad de la persona- pueden ser procedimientos "bálsamos"
usados para tranquilizar la ansiedad del paciente sin que lleven a un real progreso en la
autonomía

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D. DEBE HABER NEUTRALIDAD ANTE LOS VALORES ETICOS DEL PACIENTE


Quisiéramos simplemente aludir ahora a la profunda responsabilidad ética que
tiene el psicólogo o psiquiatra cuando, en la relación con su paciente, éste aborda temas
de fuerte contenido ético. Nos referimos -a manera de ejemplo- a los casos en que el
psicólogo sabe que su paciente está llevando a cabo la explotación o abuso sexual de
menores, ancianos u otras personas indefensas, aborto, eutanasia, robo, complicidad con
la mafia y el narcotráfico, tortura o tratos inhumanos o degradantes, graves corrupciones
en la administración pública, despojos o destrucción de bienes sociales, u otras conductas
por el estilo.
Ya hemos insistido -a propósito del principio de respeto por la autonomía- que el psicólogo
debe ser particularmente cuidadoso en no imponer a la persona sus propios valores o
concepciones éticas. Pero también hemos afirmado que otro principio de equivalente
entidad e igualmente imperativo para todo profesional es "la igual consideración y respeto
por todo ser humano".El psicólogo, sin duda, tiene que respetar a quien tiene delante y lo
requiere como profesional. Pero tampoco puede permanecer indiferente ante violaciones
flagrantes de la dignidad y de los derechos de la persona humana llevada a cabo por sus
pacientes en terceros; especialmente si quienes se perjudican son seres indefensos. Hay
situaciones en que puede constituir un deber moral romper la relación terapéutica y la
neutralidad, para plantearle abierta y sinceramente al paciente, el repudio que merecen
determinadas acciones suyas que van contra la Declaración Universal de los Derechos
del hombre. De otra manera, la indiferencia del psicólogo hacia tales actitudes repudiables
se volvería complicidad con esas faltas éticas, e incluso, complicidad con el delito.
Sería ingenuo pensar que es posible recuperar la neutralidad axiológica una vez
que se ha hablado abiertamente de la ética de determinados temas. Eso implica romper la
relación terapéutica. No es posible abundar sobre un tema como éste, que requeriría un
fino trabajo de análisis de cada caso particular. Como hemos señalado en otras
oportunidades, aprender ética no es sólo saber cuáles son los grandes principios o
normas, sino aprender a discernir cuál es la forma correcta de actuar en cada
circunstancia concreta. Ahí es donde adquiere enorme importancia la interacción con los
colegas y la participación o consulta de los Comités de Etica Profesional; aún cuando la
incertidumbre sea una característica muy consustancial a la tarea de ser un homo eticus.

E. EL PSICÓLOGO QUE SE DESEQUILIBRA REPENTINAMENTE


Agotamiento psíquico, depresión, manía, psicosis de todos los tipos, son algunos
de los imprevistos que pueden aparecer en los psicoterapeutas en no menor incidencia
que la que se da en la población general. No es fácil que un sujeto en proceso de
tratamiento psicológico o psiquiátrico se dé cuenta de los cambios más o menos
profundos que se producen en su terapeuta. No es un asunto que corresponda a los
pacientes sino a los colegas, el deber de evitar que un psicólogo o psiquiatra, que
empieza a sufrir un proceso de deterioro patológico, siga dañando a sus pacientes. Es
importante que haya un Comité de Etica en cada asociación profesional para resolver este
tipo de casos sumamente complejos. Esos comités especiales podrían asesorar a
cualquier psicólogo que crea que un colega está presentando problemas psicológicos o
psiquiátricos severos. También tendrían la función de brindar toda la información

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necesaria a los pacientes que crean ver signos patológicos en sus terapeutas y deseen
tomar la decisión de dejar o continuar la relación psicológica. En algunos países se ha
organizado incluso, programas especiales para rehabilitar a este tipo de profesionales. Y
en caso de que no se hubiesen conformado dichos comités sigue quedando en la
conciencia de cada psicólogo la responsabilidad de no ser indiferente a situaciones como
la que hemos mencionado. No obstante, la forma concreta de responder a esa
circunstancia dependerá de una serie de variables a las que no nos referiremos en este
momento.

ETICA DE LA TERMINACION DE LA RELACION PSICOLOGICA

GOMES-SCHWARTZ, HADLEY y STRUPP 1978 clasificaron en tres categorías las


definiciones de lo que se considera mejoría en las terapias: buen funcionamiento social,
sentido íntimo de bienestar, e integración de valores y proyectos personales. El asunto de
juzgar cuándo una persona ha logrado esto, en parte es un problema del sujeto, pero
también depende del terapeuta. Ya hemos visto cómo el psicólogo puede manejar la
dependencia de muy sutiles maneras; en ocasiones, puede experimentar la necesidad de
que el paciente continúe en la relación de ayuda mucho más de lo que le correspondería,
porque necesita sentirse imprescindible como psicólogo. Como dice WOLMAN ayudar a la
gente es una actividad gratificante porque da poder ofrece apoyo afectivo y económico.
Por el contrario, aceptar que una persona ya no necesita de la terapia, supone "elaborar
un duelo"; es caer en la cuenta de que "ya no tengo nada para ofrecerle que la haga
mejor". No es extraño pues, que el terapeuta se sienta tentado a convencer al paciente,
de que su intento de abandonar la terapia es "prematuro", "producto de la resistencia",
"fruto de la presión de las circunstancias", o de una "circunstancial depresión".
La pregunta que planteaba FREUD de si hay tal cosa que sea un "fin natural para el
análisis", o si en realidad, lo que se hace es "conducirlo a ese fin", sigue planteada en la
actualidad. Freud pone entre las condiciones para que una persona juzgue si ha llegado el
momento de concluir la relación, que ya no experimente sus primitivos síntomas, y que
haya superado sus ansiedades e inhibiciones. Por parte del analista, que éste vea que el
sujeto haya traído a la conciencia lo fundamental del
material reprimido, y haya superado la resistencia al
terapeuta, de tal manera ya no deba temerse la
repetición de los síntomas patológicos. También
propone como criterio, el de verificar si el cambio
producido en el paciente ha sido lo suficientemente
profundo como para que nada sustancialmente
nuevo se espere, una vez finalizado la relación. O,
dicho en otras palabras, cuando se haya alcanzado
de la mejor manera posible las condiciones
necesarias para el funcionamiento del ego. En ese
sentido, habría que decir que un análisis siempre es

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imperfecto, y no, que no tiene fin


¿Pero cómo juzgar esto?. ¿Cómo tener la certeza de que se han alcanzado "las
condiciones necesarias para el funcionamiento del ego"?. Por otro lado WOLMAN dice
que "cada terapeuta tiene la obligación moral de terminar su función tan pronto como su
trabajo ya no traiga mejoras adicionales y significativas" para el sujeto. La APA en su
código ético establece claramente que un psicólogo debe transferir su paciente a otro
terapeuta, en caso de que no disponga de habilidades para hacer progresar a la persona.
Este es un criterio en el que todo terapeuta, en teoría, está de acuerdo. La dificultad se da
en el juicio concreto. Hay mucha incertidumbre al respecto, por eso es conveniente tomar
ciertas medidas que posibiliten al sujeto que consulta, en conjunto con el terapeuta,
determinar el momento del fin.
Podemos decir que un instrumento adecuado en este sentido es el uso de un
consentimiento válido escrito desde el inicio del proceso. Si en aquel entonces se logró la
toma de conciencia del camino a recorrer, de las metas que se deseaban y de los
objetivos a alcanzar, ahora es posible evaluar -sobre una cierta base objetiva- si se han
logrado esas metas o no. Pero debe tenerse en cuenta que la formulación inicial de las
metas que se aspiren, como instrumento, no elimina la incertidumbre de cuándo
establecer el momento oportuno para concluir, simplemente facilita la resolución de ese
interrogante.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1 França-Tarragó, Omar "Introducción a la Etica Psicológica” Montevideo: Desclée, 1996.
2. Del Río Sánchez, Carmen. “Guía de ética profesional en psicología clínica”. Ediciones
Pirámide. Grupo Amaya S.A 2005.

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