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ASIGNATURA ETICA PSICOLÓGICA PSIC. VIOLETA HURTADO CHANCAFE -1-
UNIVERSIDAD LOS ANGELES DE CHIMBOTE ESCUELA DE PSICOLOGÍA
profesionales a los que podría recurrir si considera que ellos están en mejores
condiciones para responder a su demanda? ¿Debe describirle en términos comprensibles
y sencillos su propia orientación teórica y técnica? ¿Debe incentivar a la persona -desde
la primera entrevista- a que exprese sus particulares fantasías o sentimientos respecto a
la terapia? Estas son algunas de las cuestiones éticas relacionadas con el inicio de la
relación individual entre una persona y un psicólogo.
A. EL CONSENTIMIENTO VALIDO
La primera entrevista es no solo es asunto técnico sino también ético. Es un deber
primordial de todo psicoterapeuta al comenzar la relación terapéutica con el paciente,
abordar las primeras entrevistas teniendo como uno de los objetivos fudamentales,
proporcionarle suficiente y adecuada información para que ésta pueda consentir líbre y sin
coacción sobre los pasos consiguientes que desee dar en el proceso terapéutico.
Durante la práctica en el consultorio se encuentran pacientes que no son
competentes para decidir sobre lo que van a hacer con sus vidas, por ello el psicólogo
tendrá que hacer siempre el ejercicio clínico de discernir si "este" individuo concreto que
sufre en "este" momento los síntomas de un determinado cuadro patológico es
"actualmente" incompetente. Y dado el caso en que el paciente no esté en condiciones de
tomar ninguna decisión, será su representante legal quien tenga que hacer el
consentimiento para poderse iniciar de forma éticamente correcta- la relación
psicoterapéutica.
Recordemos que una de las condiciones fundamentales de todo consentimiento
válido es la suficiente información para la decisión. Por ello es necesario presentar una
propuesta concreta de consentimiento valido para iniciar la relación psicoterapéutica que
puede ser útil como referencia cuando se quiera elaborar el propio formulario de
"acuerdo" entre un profesional de la salud mental y un paciente que requiere sus
servicios. Como propuesta concreta de formulación de las "reglas de juego" que se
entablarán en la relación es perfectible y adaptable a la orientación psicológica que luego
asuma cada profesional. Más allá de los detalles particulares, este modelo de formulario
busca que la relación se entable con el máximo de conciencia y de libertad por ambas
partes y que los derechos del paciente y del psicólogo queden debidamente garantizados.
Este Formulario puede ser dado al cliente al final de la primera consulta luego de
haber escuchado a la persona y de haber tenido la oportunidad de clarificar oralmente los
aspectos más centrales de la relación. Si se le entrega por escrito antes de concluir esa
primera entrevista la persona tendrá oportunidad de leerlo y reflexionarlo antes de volver a
la próxima cita. En esta o en las subsiguients entrevistas el cliente podrá tener la
oportunidad adecuada para entregar firmado la parte que se refiere al acuerdo mutuo para
el inicio de psicoterapia, mientras guarda el resto de la información escrita. He aquí el
texto concreto de Formulario para el Consentimiento Válido Inicial que sugerimos como
correcto:
ALGUNAS COSAS QUE UD DEBE SABER ACERCA DE LA TERAPIA Y DE SU
PSICOTERAPEUTA
Ya que toda psicoterapia puede ser llevada de muy diversas maneras, dependiendo del
terapeuta y de su orientación la descripción que hago a continuación es para informarle
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proyecto de cambio vital, que juntos acordamos enfocar al principio de nuestra relación,
se va logrando o no.
El tratamiento terminará cuando Ud. crea que haya logrado suficientemente lo que
esperaba, según lo que nos hayamos puesto de acuerdo al comienzo.
II. COMO PARTE DE MI ÉTICA PROFESIONAL YO RECONOZCO QUE UD.:
1. Tiene el derecho a decidir con la mayor conciencia posible si quiere recibir o no,
psicoterapia de mi parte. Para eso Ud. tiene derecho a preguntarme cual es mi orientación
psicológica y cuales pueden ser las otras alternativas psicoterapéuticas que hay en
nuestro medio. Si desea, le puedo proporcionar nombres de otros psicólogos cualificados.
2. Tiene el derecho de dar por finalizada la terapia en cualquier momento sin ninguna
obligación moral, legal o económica.
3. Tiene el derecho a hacer cualquier pregunta acerca de la manera que tengo de
proceder durante la terapia; si desea le explicaré (el) los métodos que comúnmente uso.
4. (si se van a usar técnicas específicas: ) Tiene el derecho de evitar el uso de ciertas
técnicas terapéuticas; le informaré si pienso usar procedimientos fuera de lo común y
puedo describirle los posibles riesgos que tienen.
5. Usted tiene el derecho a oponerse al registro electrónico de los datos. Por mi parte le
pediré permiso cuando me interese grabar las entrevistas o sacar apuntes, de forma que
a Ud. le quede claro con exactitud qué es lo que se vaya a hacer con esos registros y
durante cuánto tiempo serán conservados por mí. Le explicaré cuál es mi intención
respecto al uso de esos registros y le proporcionaré una declaración escrita respecto a
que ellos no serán usados con otro propósito que el que Ud. me autorice; usted tiene el
derecho de suspender su autorización en cualquier momento.
6. Tiene el derecho a revisar los datos objetivos que se refieren a Ud. (resultados de tests,
transcripciones de entrevistas, etc.) y que tengo en mis ficheros. En caso de que yo
considere que eso pueda serle perjudicial en su proceso psicoterapéutico, le haré saber
los motivos. De lo anterior quedan excluídos los apuntes personales escritos por mí a lo
largo de la psicoterapia, ya que esos textos se refieren a opiniones provisorias o hipótesis
de trabajo que me pertenecen.
7. Uno de sus derechos mas importantes es la confidencialidad. Dentro de ciertos límites,
la información que usted me proporcione durante las sesiones de terapia serán
mantenidas en estricto secreto y no serán reveladas a ninguna persona o institución sin
su autorización escrita.
8. Si usted lo pide, cualquier parte de los registros de sus datos pueden ser comunicados
a la persona o institución que usted indique. Le diré en ese momento si me parece que
hacer público esos datos puede resultarle perjudicial.
9. Tiene el derecho a saber cuales son las excepciones a mi deber de confidencialidad.
Esto quiere decir que hay circunstancias, absolutamente excepcionales, en las cuales
tengo la obligación moral de manifestar a otras personas, sin su permiso, una información
que ud. me haya confiado en la terapia. Esas situaciones son las siguientes: a. si usted
amenaza seriamente con cometer un gravísimo daño corporal o psicológico, a sí mismo, a
otra persona, o a la sociedad. b) si el Juez me ordenara, bajo pena. En ese caso estoy
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requiere tal forma de proceder, podría estar ocultando una actitud paternalista y un no
respeto por la autonomía de las personas. Hay psicoterapias que requieren procesos muy
prolongados y costosos o cuyos psicoterapeutas ya saben de antemano cuales son las
posibilidades de beneficio que pueden ofrecer. Evidentemente, desde el punto de vista
ético es imprescindible que, si tal es la perspectiva prevista por el psicólogo o psiquiatra,
se deba informar de ello al paciente para que éste pueda consentir de forma responsable
antes de iniciar el proceso. El profesional de la salud mental no tiene la obligación de
informar de lo que no sabe o no puede prever fehacientemente con los conocimientos que
dispone. Sin embargo, hay ciertos datos que forman parte de su preparación teórica y que
le permiten saber con cierta seguridad lo que él puede o no ofrecer a un determinado
paciente. No sería honesto ni veraz ocultar dichos datos, ya que podrían ser de gran
interés para el sujeto consultante antes de decidir si acepta o no entablar la relación.
El consentimiento válido permite a la persona que requiere la asistencia del psicólogo
conocer muchas y tener una idea de cual es el tipo de psicoterapeuta realmente
apropiado para su problema. Muchas veces lo único que solicita es una solución a lo que
le angustia sin preocuparse de que no cualquier trastorno puede ser abordado por
cualquier terapeuta. No es raro que la decisión del sujeto esté motivada por
recomendaciones de amigos, familiares, o vecinos con experiencias similares, pero no en
una información realista y suficiente como para una válida decisión.. La experiencia
práctica dice que, en la mayoría de los casos, el paciente se encuentra con que no tiene
suficientes elementos para poder elegir al terapeuta adecuado y a la psicoterapia que le
conviene.¿Cómo asegurar desde el punto de vista de la salud pública, que cada persona
sea adecuadamente referida al profesional que esté en las mejores condiciones de
ayudarla?. En esta primera entrevista es donde se ve con gran claridad la importancia que
tiene que las escuelas de psicología y psiquiatría formen a los terapeutas con un amplio
conocimiento de las posibilidades y limitaciones de las diversas terapias. Pero con eso no
es suficiente, puesto que hay muchas corrientes que consideran como parte de sus
mismos presupuestos teóricos y prácticos que ellas están en condiciones de solucionar
todos los tipos de trastornos psíquicos. ¿Cómo esperar que un psicólogo de alguna de
esas corrientes, vaya a traicionar sus propios presupuestos teóricos enviando al paciente
a un profesional de una escuela diferente, o aun opuesta?.
El saber brindar a los pacientes ese tipo de información, requiere un entrenamiento
específico; y un psicólogo que ya ha optado por una determinada escuela teórico-práctica
de psicología tendría serias dificultades en poder hacerlo. El "consultor de primera
entrevista" podría también estar capacitado en psicodiagnóstico de manera que -siempre
que el problema no sea acuciante y urja tratamiento inmediato de tipo psiquiátrico- podría
ofrecerle al paciente los beneficios de tal instrumento inicial de conocimiento. Este, luego
sería usado por el psicoterapeuta que el paciente elija para el tratamiento de fondo. Más
allá de la forma concreta que esta propuesta pueda tener, un asesor terapéutico de estas
características parecería ser un instrumento posible y útil para facilitarle al paciente las
decisiones bien informadas.
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competencia y llevar acabo sólo aquellas funciones para las cuales han sido preparados"
2. Los tests no pueden ser usados aisladamente sin otros datos relevantes de la persona.
3. Sus resultados deben ser puestos en perspectiva con otros datos relevantes del
contexto:
"haciendo esto, los miembros de la Asociación reconocen los efectos de factores
socioeconómicos, etnicos y culturales en los resultados de los tests
El último punto alude a uno de los problemas más analizados en los últimos años:
el de los prejuicios de los tests. La AACD previene a los psicólogos sobre la implicancia
ética que tiene no tener en cuenta en la interpretación de los resultados a las diferencias
de tipo socioeconómica, étnica, o cultural de los diferentes grupos de pacientes.
Especialmente en lo que refiere al riesgo de etiquetar discriminatoriamente a las minorías.
Quizá el problema fundamental en conexión con eso, es el asunto de la validez, es decir,
si un test realmente describe lo que se quiere que describa. De esto depende la
calificación que se le dé a las personas. Un test de inteligencia que maneje palabras no
frecuentes en el lenguaje de miembros de clase social baja, llevará a que estos tengan
dificultades en entender y, por consecuencia, los calificará con un coeficiente menor del
que les corresponde. Un test que maneje categorías culturales rechazadas por un
determinado grupo de personas traerá como consecuencia que se las "diagnostique" de
forma distinta que a otras.
Tanto los que elaboran los tests como los psicodiagnosticadores son conscientes
de estas variables y tratan de evitarlas buscando validar el test en distintos grupos y
poblaciones. En esta medida se disminuyen al máximo las variables de tipo sociológicas
pero no deja de evitarse el hecho de que todo test supone una concepción del hombre a
partir de la cual se dictamina qué es lo adecuado o qué es lo "malo" o "patológico" Si bien
esto es inevitable desde el punto de vista psicológico, es muy conveniente que el
terapeuta sepa señalar las limitaciones epistemológicas de su instrumento, precisamente
para que el test ejerza la función de facilitación del proceso de autoconciencia del
individuo y no de descalificación o marginación.
De los inconvenientes antes aludidos se desprende que este instrumento al servicio
del psicodiagnóstico debe ser manejado con la relatividad suficiente como para que no
produzca descalificación o marginación. Estas consecuencias pueden producirse, ya sea
en la terapia de tipo individual o en medios institucionales. Por eso creemos que toda
persona a la que se le hace un test tendría que ser informada también de la relatividad y
limitaciones que puedan tener, con el fin de evitar eventuales daños en la autoimagen que
el sujeto tenga de sí mismo.
Analizaremos con mayor detalle otros problemas relacionados con el uso de los tests,
cuando tratemos, en el capítulo VI, de los problemas éticos causados por la práctica del
psicólogo en medios escolares o laborales
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Una vez que el psicólogo hace una primera apreciación de la realidad del paciente
(un primer diagnóstico más o menos somero de lo que le pasa) decide -implícita o
explícitamente- si quiere o no ayudar a la persona consultante. No es posible continuar el
proceso terapéutico si el psicólogo no piensa que esa persona concreta necesite algún
tipo de ayuda. Junto a esta decisión van implícitas una serie de consecuencias para la
relación ya que el psicoterapeuta proyecta metas y objetivos a lograr con el paciente
desde teorías ya asumidas; y razona su forma de proceder desde dicho punto de partida.
No podría ser de otro modo. Sin embargo es necesario caer en la cuenta de que eso no
es "neutro" desde una perspectiva axiológica puesto que los objetivos pueden variar
según se busque un cambio en las actitudes, en las conductas, en las creencias, en la
conciencia de sí mismo, en los síntomas, en la relación con los demás, o en el
desempeño social.
A. OBJETIVOS TERAPEÚTICOS E IMPLICACIÓN ÉTICA.
Podríamos decir que hay tres grandes modelos de metas u
objetivos psicoteraéuticos, que pertenecen a las grandes
teorías psicológicas ya expuestas en el capítulo 2. Ellos son:
1. promoción de la autonomía 2. promoción de la armonía 3.
promoción de la perfección de la naturaleza humana. Cada
uno de estos tres modelos de objetivos o metas terapéuticos
contiene una imagen utópica del hombre y de la sociedad. Si
los juzgamos desde la psicoética, todos tienen sus valores y
sus contravalores.
El primero de estos modelos es el aquellos psicólogos
que consideran que el único objetivo éticamente justificable
de una psicoterapia es favorecer la autonomía del ser
humano en tanto individuo, -ideal típico de la cultura
occidental-. ENGELHARDT. le ha llamado a esto
"Psicoterapia como meta-ética" porque -aunque el término
"autonomía" es un concepto típicamente ético- no se trataría de apoyar ninguna
concepción moral concreta sino posibilitar que la misma persona busque sus valores de
acuerdo a sus propios intereses. El objetivo de una terapia -en este caso- estaría
orientado a satisfacer el mejor interés del individuo; y la insistencia se pone en lo que son
las necesidades del sujeto como tal.
Se esté o no de acuerdo con esta manera de ver la psicología, no hay duda que este
modelo encierra una opción ética que no está exenta de cuestionamiento. La visión que
-en última instancia- subyace a esta concepción es la de un hombre "narcisista" e
"individualista". El énfasis en la auto-experiencia, en la auto-estima, en la auto-realización,
en la seguridad en sí-mismo, están de moda en esta época en la que ha desaparecido la
cosmovisión única del ser humano que existía hasta la Ilustración. No es de extrañar que
las terapias que defienden este tipo de visión "narcisista" del hombre se den
preferentemente en sociedades donde el liberalismo individualista se haya adoptado
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los hemos descrito. Muchas escuelas psicológicas van incorporando elementos de uno u
otro de los esbozos antes desarrollados. Sin embargo, el interés de haberlos explicitado
tan esquemáticamente (véase la tabla 1) tiene como cometido el tomar conciencia de que
el trazado de determinados objetivos y metas terapéuticas implica opciones de valores
éticos que en la inmensa mayoría de los casos están de forma no consciente en el
psicólogo cuando éste planea una intervención o un proceso terapéutico. En una obra
como ésta, no sólo nos interesa saber la variedad de objetivos que los psicólogos suelen
tener implícitos en sus técnicas o teorías de la personalidad -y que de alguna manera
dirigen las expectativas con la que se sitúan frente a la persona- sino que hace falta
resaltar también que estos objetivos e "ideologías psicológicas" pueden inducir cambios
en valores éticos a los pacientes. Los estudios empíricos, que han intentado estudiar el
contagio de valores desde el psicólogo a la persona, parecen mostrarlo fehacientemente.
Este es el principal riesgo que trae aparejado el desarrollo de la relación psicológica.
Pero no sólo la elección de los objetivos o metas terapéuticas tienen valores éticos
implícitos o explícitos. También el tipo de medio que se escoja para lograr esos objetivos
tienen sus implicaciones éticas. De hecho, la gran pregunta que tratan de responder las
terapias psicológicas, se refiere a qué es lo que produce el cambio en la persona o -dicho
en otras palabras- qué es lo que lleva a eliminar los síntomas que motivan la consulta.
Tanto las terapias del autoconocimiento como las de la autoaceptación, parten de la base
que el medio fundamental para el cambio está dentro del mismo individuo y su capacidad
de libertad. Por otro lado, las psicoterapias de modificación de conducta como las de corte
biologicista parten de la base de que el método de cambio no reside en el interior del
individuo sino en algo exterior a él. En un caso, porque el cambio consistiría en el
aprendizaje de ciertas conductas previamente pautadas y regladas por el psicoterapeuta;
en el otro, porque se utilizan medios farmacológicos u orgánicos. En ambas posibilidades
la responsabilidad del individuo consiste en seguir las instrucciones que, desde fuera, se
le imparten.
Como puede inferirse de lo que hemos expuesto hasta aquí, además del problema de la
eficacia o no de los distintos métodos terapéuticos -asunto sobre el que no queremos
comentar nada aquí- la misma metodología, en la medida que estimula una
responsabilidad desde el interior del sujeto o desde su exterioridad, implica una opción
ética que tiene que ver con la libertad y con la concepción que tengamos del ser humano,
tal como ya lo hemos visto en otro momento de este mismo trabajo.
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pacientes han denunciado con más frecuencia al respecto, se encuentran sufrir pérdida
de confianza en cualquier terapeuta del sexo opuesto y en la misma psicoterapia,
depresión, angustia, rechazo, perjuicio en la relación sexual, sentimientos de haber sido
explotadas y abandonadas. La Asociación Americana de Psicología proscribe
terminantemente este tipo de conductas en el transcurso de una relación terapéutica. Sin
embargo, entre los profesionales no hay total unanimidad al respecto y un cierto
porcentaje de ellos piensa que el contacto erótico puede llegar a ser beneficioso porque
puede ayudar a los sujetos a sentirse más libres de inhibiciones y de culpas y con más
satisfacción en su experiencia sexual. Los estudios muestran que quienes piensan así,
generalmente son terapeutas hombres. Es motivo de preocupación, además, el hecho de
que no haya habido disminución en la prevalencia de los contactos sexuales entre
psicólogos y pacientessi se comparan los resultados obtenidos en las investigaciones de
la década de 1980 respecto a las de los años 60. No obstante, fue en ese ínterin de
tiempo que se publicaron los Códigos de Etica profesional, tanto de la As. Norteamericana
de Psicólogos como de la Asociación Psiquiátrica norteamericana . Eso hace pensar que
la conducta de los terapeutas no ha variado por el hecho de saber claramente la
proscripción radical que establecen dichos códigos éticos.
Comentarios similares nos merece toda circunstancia en la que el terapeuta se involucre
en cuestiones de negocios con sus pacientes. No sólo habrían dificultades de tipo técnico
-en el sentido de que toda relación extra-entrevista tiende a distorsionar la evolución
normal de la terapia- sino que, desde el punto de vista ético, la utilización del poder para
que el psicoterapeuta saque ventajas económicas a su favor, puede calificarse -sin más-
como una explotación.
No podemos dejar de mencionar aquí otro asunto relacionado con la manipulación
económica que puede hacer el psicólogo a través del poder desigual que tiene con su
paciente. Nos referimos a la temática especial de los honorarios profesionales,
problemática sobre la cual no nos podemos detener ahora.
En cuanto al mantenimiento -más o menos consciente- de la dependencia, ésta
puede realizarse de muy diversas maneras: intentando reforzar sutilmente la mistificación
social que pueden tener los psicoterapeutas en determinados ambientes sociales;
manteniendo una ambigua ocultación de los medios concretos que se usan en la terapia;
usando técnicas sofisticadas que impresionen al paciente; practicando la directividad en
las interpretaciones, aún bajo la apariencia de no serlo; reforzando la expresión positiva
que reciben del sujeto por medio de alabanzas o gestos amistosos; o usando contactos
afectivos fuera del marco estricto de la entrevista. Estos son algunos de los
procedimientos -claramente cuestionables desde el punto de vista ético- que se pueden
usar para fomentar la dependencia. Frases como "pronto se pondrá mejor", "ya lo
superará", "usted aparenta estar mucho mejor que la última vez", o "realmente está
haciendo grandes progresos", son formas de uso no infrecuente por parte de los
psicoterapeutas y que tienen como consecuencia que se mantenga la dependencia entre
el psicólogo y su paciente. Aturdir al sujeto con juicios raros, teorías poco comprensibles,
hipótesis sofisticadas y desconcertantes o juegos de imaginación -aún con la correcta
intención de movilizar la afectividad de la persona- pueden ser procedimientos "bálsamos"
usados para tranquilizar la ansiedad del paciente sin que lleven a un real progreso en la
autonomía
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necesaria a los pacientes que crean ver signos patológicos en sus terapeutas y deseen
tomar la decisión de dejar o continuar la relación psicológica. En algunos países se ha
organizado incluso, programas especiales para rehabilitar a este tipo de profesionales. Y
en caso de que no se hubiesen conformado dichos comités sigue quedando en la
conciencia de cada psicólogo la responsabilidad de no ser indiferente a situaciones como
la que hemos mencionado. No obstante, la forma concreta de responder a esa
circunstancia dependerá de una serie de variables a las que no nos referiremos en este
momento.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1 França-Tarragó, Omar "Introducción a la Etica Psicológica” Montevideo: Desclée, 1996.
2. Del Río Sánchez, Carmen. “Guía de ética profesional en psicología clínica”. Ediciones
Pirámide. Grupo Amaya S.A 2005.
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