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PARTE 11
LOS SUEÑOS
1915-6 [1916]
Sei10ras y sei1or\?s:
manera que nosotros. Sabemos asimismo que todos los pueblos antiguos han
atribuido a los sueños un importante valor, y los han considerado como prácti
camente utilizables, hallando en ellos indicaciones relativas al futuro y di..ndoles
el significado de presagios. En Grecia y otros pueblos orientales resultaba tan
imposible una campaña militar sin intérpretes oníricos como hoy resultaría
sin los medios de observación que la aviación proporciona.
Cuando Alejandro Magno emprendió su expedición de conquista llevaba
en su séquito a los más reputados onirocríticos. La ciudad de Tiro, que en aquella
época se hallaba situada todavía en una isla, oponía al monarca una tan pertinaz
resistencia, que Alejandro había decidido ya levantar el sitio, cuando una noche
vio en sueños a un sátiro entregado a una danza triunfal. Habiendo dado parte
de su sueño a un individuo, éste lo interpretó como el seguro anuncio de una
victoria próxima, y Alejandro Magno ordenó, en consecuencia el asalto
que rindió a la ciudad. Los etruscos y los romanos se servían de otros métodos
de adivinar el porvenir; pero la interpretación de los sueños continuó siendo
cultivada, y gozó de gran predicamento durante la época grecorromana. De la
literatura que a esta cuestión se refiere ha llegado, por lo menos, hasta nosotros
una obra capital: el libro de Artemidoro de Dalcis, escrito probablemente en
la época del emperador Adriano. Lo que no puedo indicaros es cómo se produjo
la decadencia del arte de interpretar los sueños y cómo éstos cayeron en un total
descrédito. A mi juicio, no podemos atribuir tal decadencia y tal descrédito a
los efectos del progreso intelectual, pues la sombría Edad Media conservó
fielmente cosas harto más absurdas que la antigua interpretación de los sueños.
El hecho es que el interés por los sueños degeneró poco a poco en superstición
y halló su último refugio en el pueblo inculto. El último abuso que de la inter
pretación onírica ha llegado hasta nuestros días consiste en tratar de deducir
de los sueños los números que saldrán premiados en las loterías. En compen
sación, la ciencia exacta actual se ha ocupado de los sueños repetidas veces, pero
siempre con la intención de aplicar a ellos teorías fisiológicas. Los médicos
veían, naturalmente, en los sueños no un acto psíquico, sino la manifestación,
en la vida anímica, de excitaciones somáticas. Binz declara en 1879 que los sueños
son un «proceso corporal, inútil siempre, patológico con frecuencia, y que con
respecto al alma universal y a la inmortalidad es lo que una llanura arenosa y
estéril al éter azul que la domina desde inmensa altura». Maury compara los
sueños a las contracciones desordenadas del baile de San Vito, que contrastan
con los movimientos coordinados del hombre normal, y una vieja comparación
asimila los sueños a los sonidos «que produce un individuo profano en música
recorriendo con sus diez dedos las teclas del piano».
Interpretar significa hallar un sentido oculto, y, naturalmente, no puede
hablarse de nada semejante desde el momento en que se desprecia de este modo
el valor de los sueños. Leed la descripción que de los mismos hace Wundt, Jordl
y otros filósofos modernos. Todos ellos se limitan a enumerar los puntos en los
que el fenómeno onírico se desvía del pensamiento despierto y a hacer resaltar
la descomposición de las asociaciones, la supresión del sentido crítico, la eli
minación de todo conocimiento y todos los demás signos en los que se puede
fundar un juicio adverso a toda la importancia a que dicho fenómeno pudiera
aspirar. La única contribución interesante que para el conocimiento de los
sueños nos ha sido proporcionada por la ciencia exacta se refiere a la influencia
que sobre su contenido ejercen las excitaciones corporales que se producen
PSICOANALlSIS.-LOS SUEÑOS.-DIFICULTADES y AI'IWI'IMACIONES 2171
Pero ante todo debemos orientarnos en nuestra labor y pasar revista a los
dominios del sueño. ¿Qué es un sueño? Resulta dificil responder a esta pregunta
con una definición, y, por tanto, no intentaremos construirla, pues se trata,
además, de algo que todo el mundo conoce. Sin embargo, deberíamos, por lo
menos, hacer resaltar los caracteres esencialcs de este fenómeno. Mas, ¿dónde
encontrarlos? Existen tantas diferencias de toda clase dentro de los límites del
objeto de nuestra labor, que tendremos que considerar como caracteres esen
ciales de los sueños aquellos que resulten comunes a todos ellos. Ahora bien:
el primero de tales caracteres comunes a todos los sueños es el de que cuando
soñamos nos hallamos dormidos. Es evidente, pues, que los sueños son una
manifestación de la vida psíquica durante el reposo 1427, Y que si esta vida ofrece
determinadas semejanzas con la de la vigilia, también se separa de ella por
considerables diferencias. Tal era ya la definición de Aristóteles. Es posible
que entre el sueño y el estado de reposo existan relaciones aún más estrechas.
Muchas veces es un sueño lo que nos hace despertar, y otras se inicia el mismo
inmediatamente antes de un despertar espontáneo o cuando hay algo que viene
a interrumpir violentamente nuestro reposo. De este modo, el fenómeno onírico
se nos muestra como un estado intermedio entre el reposo y la vigilia, planteán
donos, ante todo, el problema de la naturaleza del acto de dormir.
Es éste un problema fisiológico o biológico aún muy discutido y discutible.
No podemos decidir todavía nada con respecto a él; pero, a mi juicio, podemos
intentar caracterizar el reposo desde el punto de vista psicológico. El reposo
es un estado en el que el durmiente no quiere saber nada del mundo exterior,
habiendo desligado del mismo todo su interés. Retirándonos precisamente
del mundo exterior, y protegiéndonos contra las excitaciones que de él proceden,
es como nos sumimos en el reposo. Nos dormimos cuando nos hallamos fatigados
del mundo exterior y de sus excitaciones, y durmiéndonos, le decimos: «Déjame
en paz, pues quiero dormir.» Por el contrario, el niño suele decir: «No quiero
irme a dormir todavía; no estoy fatigado; quiero jugar aún otro poco.» La ten
dencia biológica del reposo parece, pues, consistir en el descanso, y su carácter
psicológico, en la extinción del interés por el mundo exterior. Uno de los carac
teres de nuestra relación con este mundo, al cual hemos venido sin una expresa
1427 En alemán existen términos diferentes para ambos conceptos. Como esto pudiera originar confu
designar el sueño -fenómeno onírico- y el acto de siones, diremos tan sólo sueño refi.riéndonos al fenóme
dormir (Traum y SchlaJ). Igualmente en francés y en 110 onírico, y emplearemos para designar el aclo de
inglés (réve y sommei/; dream y s/ecp). Pero en caste dormir la palabt"a reposo. (Nota del T)
llano poseemos un mismo término -suei'io- para
cl72 S 1 G M U N D F R E U D - O B R A S e o M P L E T A S
dormimos, aunque lo único real que en ellos hay es, quizá, la presencia de una
excitación perturbadora. Dichos sucesos se nos presentan predominantemente
en forma de imágenes visuales, acompañadas algunas veces de sentimientos,
ideas e impresiones. Pueden, pues, intervenir en nuestros sueños sentidos dife
rentes del de la vista, pero siempre dominan en ellos las imágenes visuales. De
este modo, parte de la dificultad con la que tropezamos para exponerlos en un
relato verbal proviene de lener que traducir las imilgcnes en palabras. «Podría
dibujaros mi sueño dice. con frecuencia, el sujeto ,pero no sé cómo contá
roslo.» No se trata aqui, en realidad, de una actividad psíquica reducida como
lo es la del débil mental comparada con la dél hombre de genio, sino de algo
cualitativamente diferente, sin que pueda decirse en qué consiste tal diferencia.
Fechner formula en una de sus obras la hipótesis de que la escena en la que se
desarrollan los sueños (en el alma) no es la misma de las representaciones de
la vida despierta, hipótesis que nos desorienta y nos parece incomprensible;
pero que expresa muy bien aquella impresión de extrañeza que nos deja la mayor
parte de los sueños. Tampoco la comparación de la actividad onírica con los
efectos obtenidos en un piano por una mano inexperta en música resulta ya
aplicable, pues el instrumento musical producirá, siempre que una mano re
corra al azar su teclado, los mismos sonidos, sin reunirlos nunca en una melodía.
Para lo sucesivo habremos de tener siempre bien presente el segundo carác
ter común que aquí hemos establecido, aunque permanezca oscuro e incom
prendido.
persona sin sufrir modificación alguna o con ligeras variantes. Vemos, pues,
que este mínimo fragmento de actividad psíquica dispone de un repertorio
colosal y es apto para recrear todo lo que el alma crea en su actividad diurna;
mas sus creaciones son siempre distintas de las de la vida despierta.
Podríamos intentar explicar todas estas variedades de los sueños supo
niendo corresponden a los diversos estadios intermedios entre el reposo y la
vigilia, o sea a diversos grados del reposo incompleto. Pero si así fuera, a medida
que el rendimiento onírico nos mostrase un mayor valor, un contenido más rico
y una precisión más grande, deberíamos darnos cuenta, cada vez con más cla
ridad, de su carácter de sueño, pu('s en los de este género la vida psíquica nocturna
se aproxima mucho a la del estado de vigilia, y sobre todo no deberían aparecer
en ellos, al lado de fragmentos precisos y razonables, otros por completo nebu
losos y absurdos, seguidos a su vez por nuevos fragmentos precisos. Admitir
la explicación que acabamos de enunciar sería atribuir a nuestra alma la facultad
de cambiar la profundidad de su reposo con una velocidad y una facilidad
inadmisibles. Podemos, pues, rechazar tal explicación, demasiado fácil para
problema tan complicado.
alto del mismo la pequeña campana pueblerina que debe anunciar dentro de
poco el comienzo del servicio divino. Durante algunos instantes la campana
permanece inmóvil; pero luego comienza a moverse, y de repente sus sones
llegan a hacerse tan claros y agudos, que ponen fin a mi sueño. Al despcrtar
oigo a mi lado el timbre del despertador.»
«Otra combinación: Es un claro día de invierno, y las calles se hallan cu
biertas por una espesa capa de nieve. Tengo que tomar parte en un paseo en
trineo, pero me veo obligado a esperar largo tiempo antes que se me anuncie
que el trinco ha llegado y espera a la puerta. Antes de subir a él hago mis prepa
rativos. poniéndome el gabán de pieles e instalando en el fondo del coche un
calentador. Por fin subo al trineo; pero el cochero no se decide a dar la señal dc
partida a los caballos. Sin embargo, éstos acaban por emprender la marcha,
y los cascabeles de sus colleras, violentamente sacudidos, comienzan a sonar;
pero con tal intensidad, que el cascabeleo rompe instantáneamente la telaraña
de mi sueño. También esta vez se trataba simplemente del agudo timbre de mi
despertador.»
«Tercer ejemplo: Veo a una criada pasar por un corredor hacia el comedor,
llevando una pila de varias docenas de platos. La columna de porcelana me
parece a punto de perder el equilibrio. 'Ten cuidado -advierto a la criada-;
vas a tirar todos los platos.' La criada me responde, como de costumbre, que
no me preocupe, pues ya sabe ella lo que se hace; pero su respuesta no me impide
seguirla con una mirada inquieta. En efecto, al llegar a la puerta del comedor
tropieza, y la frágil vajilla cae, rompiéndose en mil pedazos sobre el suelo y
produciendo un gran estrépito, que se sostiene hasta hacerme advertir que se
trata de un ruido persistente, distinto del que la porcelana ocasiona al romperse
y parecido más bien al de un timbre. Al despertar compruebo que es el ruido
del despertador.»
Estos tres interesantes sueños se nos muestran plenos de sentido y, al contrario
de lo que generalmente sucede, en extremo coherentes. Por tanto, no les pon
dremos tacha alguna. Su rasgo común consiste en que la situación se resuelve
siempre por un ruido que el durmiente reconoce, al despertar, ser el ocasionado
por el timbre del despertador. Vemos, pues, cómo un sueño se produce, pero
aún observamos algo más. El sujeto no reconoce en su sueño el repique del
despertador -el cual para nada interviene, además, en el sueño-, sino que
reemplaza dicho ruido por otro e interpreta de un modo diferente cada vez la
excitación que interrumpe su reposo. ¿Por qué así? Es ésta una interrogación
para la que no hallamos respuesta por ahora; diríase que se trata de algo arbi
trario. Pero comprender el sueño sería precisamente poder explicar por qué
el sujeto escoge precisamente tal ruido y no tal otro para explicar la excitación
provocada por el despertador. Puédese igualmente objetar a los experimentos
de Maury que, si bien vemos manifestarse la excitación en el sueño, no llegamos
a explicarnos por qué se manifiesta en una forma determinada, que nada tiene
que ver con la naturaleza de la excitación. Además, en los sueños de Maury
aparecen enlazados con el efecto directo de la excitación numerosos efectos
secundarios, tales como las extravagantes aventuras del sueño provocado por
el agua de Colonia, aventuras que res;lltan imposibles de explicar.
Ahora bien: observad que es también en los sueños que acaban en el des
pertar del sujeto en los que más fácilmente logramos establecer la influencia
de las excitaciones interruptoras del reposo. En la mayoría de los demás casos,
~ 176 SIGMUND FREUD -OBRAS COMPLETAS
nuestra misión será harto más difícil. No siempre nos despertamos después de
un sueño, y cuando por la mañana recordamos el sueüo de aquella noche, nos ha
de ser imposible volver a encontrar la excitación que quizá había actuado durante
el reposo. Por mi parte, sólo una vez, y merced a circunstancias particulares, he
cons~guido comprobar a poslcriori una excitación sonora de este género. En un
balneario del Tirol desperté una mañana con la convicción de haber soñado
que el Papa había muerto. M ientras intentaba explicarme este sueño me preguntó
mi mujer si había oído, al amanecer, un formidable repique de todas las iglesias
y capillas de los alrededores. No había oído nada, pues mi reposo es harto pro
fundo; pero estas palabras de mi mujer me permitieron comprender mi sueüo.
Mas, ¿cuál es la frecuencia de estas excitaciones que inducen al durmiente a
soñar sin que más tarde le sea posible obtener la menor información con respecto
a ellas"! Nada podemos determinar a este respecto, pues cuando la excitación
no puede ser comprobada al despertar, resulta generalmente imposible hallar
indicio alguno que nos permita deducir su efectividad. Además, no tenemos por
qué detenernos en la discusión del valor de las excitaciones exteriores desde el
punto de vista de la perturbación que las mismas aportan al reposo, pues sabemos
que no pueden explicarnos sino solamente un pequeño fragmento del sueño y no
toda la reacción que lo constituye.
Sin embargo, no resulta esto razón suficiente para abandonar toda esta
teoría, susceptible, además, de un importante desarrollo. Poco importa, en
el fondo, la causa que perturba el reposo e incita al fenómeno onírico. Si esta
causa no es siempre una excitación sensorial procedente del exterior, puede
tratarse también de una excitación cenestésica procedente de los órganos internos.
Esta última hipótesis parece muy probable y responde a la concepción popular
sobre la génesis de los sueños. Así, habréis oído decir muchas veces que los
sueños provienen del estómago. Pero también en este caso puede suceder, des
graciadamente, que una excitación cenestésica que ha actuado durante la noche
no deje por la mañana huella alguna y quede, por tanto, oculta a toda investi
gación. No queremos, sin embargo, despreciar las excelentes y numerosas
experiencias que testimonian en favor de la conexión de los sueños con las
excitaciones internas. Constituye, en general, un hecho incontestable que el
estado de los órganos internos es susceptible de influir sobre los sueños. Las
reacciones que existen entre el contenido de determinados sueños y la acumu
lación de orina en la vejiga o la excitación de los órganos genitales no pueden
dejar de reconocerse. Mas de estos casos evidentes se pasa a otros en los que
el contenido del sueño no nos autoriza sino a formular la hipótesis, más o menos
justificada, de que tales excitaciones cenestésicas hayan podido intervenir en
su génesis, pues sólo hallamos en dicho contenido algunos elementos que podemos
considerar como una elaboración, una representación o una interpretación
de excitaciones de dicho género. Scherner, que se ha ocupado mucho de los
sueños (1861), defendió particularmente esta motivación de los mismos por
excitaciones procedentes de los órganos internos, y ha citado en apoyo de su
tesis algunos bellos ejemplos. En uno de ellos ve «frente a frente, en actitud de
lucha, dos filas de bellos muchachos de cabellos rubios y pálido rostro, que al
poco tiempo se precipitan unos sobre otros, atacándose mutuamente, para
separarse luego de nuevo, volver a su posición primitiva y recomenzar otra vez
el combate. La primera interpretación que para este sueño hallamos es la de
que las dos hileras de muchachos son una representación simbólica de las dos
PSICOANALISIS.-·LOS SliEÑOS.-DIFICULTADES y APROXIMACIONES 2177
Puesto que los caracteres comunes a todos los sueños no nos son de utilidad
ninguna para la explicación de los mismos, seremos quizá más afortunados
llamando en nuestro auxilio a las diferencias que los separan. Los sueños son
con frecuencia desatinados, embrollados y absurdos, pero también los hay
llenos de sentido, precisos y razonables. Intentaremos ver si estos últimos per
miten explicar los primeros. Con este objeto voy a comunicaros el último sueño
razonable que me ha sido relatado y que fue soñado por un joven: «Paseando
217R SIGMUND F R E U D - OBRAS COMPLETAS
diurnos, pues no presentan ninguno de los dos caracteres comunes a los sueños
propiamente dichos. Como lo indica su nombre, no tiene relación alguna con
el estado de reposo, y por lo que respecta al segundo de los caracteres comunes
señalados, observamos que en estas producciones imaginativas no se trata de
sucesos ni de alucinaciones, sino de representaciones, pues sabemos que fan
taseamos y no vemos nada, sino que lo pensamos. Estos sueños diurnos apare
cen en la edad que precede a la pubertad -muchas veces ya en la segunda in
fancia- y se conservan hasta la edad madura y en algunos casos hasta la más
avanzada vejez. El contenido de estas fantasías obedece a una motivación harto
transparente. Trátase de escenas y sucesos en los cuales el egoísmo, la ambición,
la necesidad de potencia o los deseos eróticos del soñador hallan satisfacción.
En los jóvenes dominan los sueños de ambición, y en las mujeres, que ponen toda
la suya en los éxitos amorosos, ocupan el primer lugar los sueños eróticos.
Pero, con la mayor frecuencia, se advierte también la necesidad erótica en el
segundo término de los sueños masculinos. Todos los éxitos y hechos heroicos
de estos soñadores no tienen por objeto sino conquistarles la admiración y los
favores de las mujeres.
Aparte de esto, los sueños diurnos son muy variados y sufren diversas suertes.
Muchos de ellos son abandonados y sustituidos al cabo de poco tiempo, mientras
que otros se conservan y desarrollan formando largas historias que van adap
tándose a las modificaciones de la vida del sujeto, marchando, por decirlo así,
con el tiempo, y recibiendo de él la marca que testimonia la influencia de cada
situación. Estos sueños diurnos son la materia bruta de la producción poé
tica, pues sometiéndolos a determinadas transformaciones y abreviaciones,
y revistiéndolos con determinados ropajes, es como el poeta crea las situaciones
que incluye luego en sus novelas, sus cuentos o sus obras teatrales.
Pero es siempre el soñador en persona quien, directamente o por identifi
cación manifiesta con otro, es el héroe de sus sueños diurnos, los cuales deben,
quizá, su nombre al hecho de que, en lo que concierne a sus relaciones con la
realidad, no deben ser considerados como más reales que los sueños propia
mente dichos. Puede ser también que esta comunidad de nombre repose sobre
un carácter psíquico que no conocemos todavía. Por último, es también posible
que nos equivoquemos al atribuir tal importancia a esta comunidad de nombres.
Problemas son éstos que quizá más adelante podamos dilucidar.
LECCION VI
.., CONDICIONES Y TECNICAS DE LA INTERPRETACION
t..
Señoras y señores: