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I

El sentimiento oceánico es considerado y como un sentimiento sin límites hacia algo


equiparando posiblemente con la relgiòn o la fé, sin embargo Freud
contraargumenta la posiciòn de su amigo ya que duda de este sentimiento por el
hecho de que él no lo ha experimentado, aclara que únicamente podemos tener la
certeza del sentimiento sobre sì mismo, de nuestro propio yo y un sentimiento sólo
puede ser fuente de energía si él mismo constituye la expresión de una intensa
necesidad Hay estados que en los que los límites son rebasados, expuestos de la
manera efectiva incorrecta así se reconocer entonces que el sentimiento yoico está
expuesto a perturbaciones y por lo tanto sus límites tampoco son fijos.

El sentimiento yoico cumple con un desarrollo, si bien el lactante aún no


separa al yo del mundo exterior logra hacerlo a partir de que reconoce que sus
fuentes de excitación son dadas por su madre, así que para satisfacerse
nuevamente tiene que llorar lograr recuperar en reclamo de asistencia, en este
punto se contrapone por primera vez al yo un objeto - el pecho materno- como algo
que se encuentra afuera y mediante una acción particular es forzado a aparecer. A
partir de aquí en este sentimiento yoico primario también se comienza a segregar de
todo lo exterior que sea fuente de displacer, aprendiendo asì a distinguir entre lo
interno lo cual pertenece a yo y lo externo que proviene del mundo exterior, dando
paso de esta manera a la instauración del principio de realidad destinado a gobernar
en el desarrollo posterior conservando ese sentimiento en alguna parte en la vida
anímica de los sujetos.
Jessica Galván Jones
Tutoría Grupo 1613

Sigmund, F. ( 1927-1031). El malestar en la cultura. En: Obras completas de Sigmund ( pp.


74 - 84) Freud, Buenos Aires: Amorrortu

II

La vida suele conllevar varios dolores, desengaño, tareas y una serie de acciones
que podrían generar daño así que para soportar de alguna manera existen o
generamos distracciones que reducen un poco la miseria; las satisfacciones
sustitutivas que la reducen, como las que ofrece el arte creando una ilusión respecto
a la realidad y las sustancias embriagadoras que vuelven insensibles ante el daño,
alterando el psiquismo.

A pesar de que la religión no entra dentro de estas maneras para conllevar


la vida, se juega un papel muy importante en la sociedad y cultura donde las
personas se sujetan ante el sentimiento religioso o la religión pues es un sistema de
doctrinas y promesas que aparentemente permite dar una explicación a los
enigmas del mundo, ademàs asegura que la Providencia vela por nuestras vidas y
repara todas las frustraciones padecidas después de la muerte; esta Providencia se
representa a través del Padre, una persona grandiosa y capaza de conocer las
necesidades de las personas quien logra por estas promesas que los seguidores
religiosos se empeñen en defender a toda costa sus sentimiento religioso.
Por tal motivo y retomando el contexto inicial podrìa decirse que el Principio
del placer se fija en la vida del sujeto, se busca alcanzar la dicha, conseguir la
felicidad y mantenerla, esta fijación puede discernir en dos metas; por un lado
quieren la ausencia de dolor y de displacer por otra parte vivenciar intensos
sentimientos de placer. Sin embargo nuestra constitución limita nuestras
posibilidades de dicha, amenazando el sufrimiento desde el cuerpo propio destinado
a la rutina y la disolución; desde el mundo exterior y desde los vínculos con otros
seres, a pesar de esto, de esta manera cuando el principio del placer perdura se
obtiene únicamente un ligero bienestar.

A partir de aquí se puede situar que la felicidad en la vida se busca sobre


todo en el goce de la belleza en cualquier de las maneras que se represente ante
los sentidos y el juicio propio. La ciencia de la estética indaga las condiciones bajo
las cuales se siente lo bello, mientras que desde el psicoanálisis la belleza deriva
del ámbito de la sensibilidad sexual. Es bien sabido además que la imposición del
principio del placer, ser felices no es posible no obstante la religión perjudica en
cierta medida ya que impone a todos un camino para conseguir la dicha y protección
ante el sufrimiento por medio de la desfiguración de la imagen del mundo real.
Jessica Galván Jones
Tutoría Grupo 1613
Sigmund, F. ( 1927-1031). El malestar en la cultura. En: Obras completas de Sigmund
( pp. 85-96) Freud, Buenos Aires: Amorrortu.
III

Existen tres fuentes de las que provienen nuestro penar. la hiperpotencia de la


naturaleza, la fragilidad de nuestro cuerpo y la insuficiencia de las normas que
regulan los vínculos recíprocos entre los hombres en la familia. Sin embargo por
más que busquemos evitar este malestar no podemos por ejemplo interferir ni
dominar completamente la naturaleza; por otra parte negamos a admitir nuestra
conducta ante a la tercer fuerza de sufrimiento, la social, no podemos entender la
razón por la cual hay normas establecidas que hemos creado descubriendo a partir
de esto que el ser humano se vuelve neurótico porque no puede soportar las
medidas de frustración que la sociedad impone a partir de sus ideales culturales,
encontrando que disminuir suprimir esas exigencias lo llevaría nuevamente a un
estado de dicha.
La cultura juega un papel bastante importante para la vida anímica de las
personas, esta palabra designa toda la suma de operaciones y normas que
distancian nuestra vida de los animales y que sirven como protección del ser
humano frente a la naturaleza y como reguladora de los vínculos recíprocos entre
los hombres, a partir de aquí se reconoce como culturales todas las actividades y
valores que son útiles para el ser humano en tanto lo protegen contra la violencia de
las fuerzas naturales. por tal motivo a lo largo de su historia ha transformado lo que
la naturaleza le ofrece para su comodidad y felicidad, ya que el ser humano no se
siente feliz con lo que hay a sus alcance. Los sujetos también asemejan la cultura
con belleza, de ahí nace una exigencia con la limpieza y el orden extendiendo estas
exigencias hasta el propio cuerpo.
Otro rasgo de la cultura se relaciona con el modo en que se establecen los
vínculos recíprocos entre los seres humanos, como miembros de una familia o como
objetos sexual de otro persona de acuerdo en la manera en que se permitan
relacionarse. Dentro de una comunidad que está permeada de cultura los sujetos
limitan sus posibilidades de satisfacción, con el fin de atender los requisitos
culturales que se establecen como lo son la justicia, la seguridad, el orden jurídico
que en ninguno de los casos será quebrantada para favorecer a un individuo, al
contrario si el hombre se niega a cumplir con estas estipulaciones será él el
castigado por la cultura, entonces podemos afirmar que la libertad individual no es
un patrimonio de la cultura ya que el patrimonio cultural experimenta limitaciones y
la justicia exige que nadie escape de ellas, así bien el esfuerzo libertario se dirige
contra las formas y exigencias de la cultura.
Jessica Galván Jones
Tutoría Grupo 1613
Sigmund, F. ( 1927-1031). El malestar en la cultura. En: Obras completas de Sigmund
( pp. 96-104) Freud, Buenos Aires: Amorrortu

IV

La convivencia de los seres humanos tuvo un doble fundamento; por un lado la


compulsión al trabajo, creada por el exterior, y por el otro el poder del amor, pues el
varón no quería ser privado de la mujer viéndola como objeto sexual, a su vez ella
no quería separarse de su hijo ya que viéndose obligadas a permanecer junto al
hombre. Así comenzó a formarse una comunidad humana en donde una mayor
cantidad de seres humanos comenzaron a permanecer juntos, unidos mediante
Eros y Ananké, lo que se esperaba en consecuencia era la consumación sin
sobresaltos hacia un dominio y extensión de seres humanos abarcados por la
comunidad.
El amor es una de las bases en la base de la cultura, teniendo como
antecedente el amor sexual -genital- que proporciona al ser humano intensas
vivencias de satisfacción, haciéndolo buscar esta dicha en las relaciones sexuales,
situando al erotismo genital en el centro de su vida; volviéndose así dependiente de
una parte del mundo exterior y exponiéndose al padecimiento provocado al perder,
dañarlo; este amor genital lleva a la formación de nuevas familias, en ciertas
culturas es la tendencia a limitar la vida sexual y al mismo tiempo conserva la
tendencia de ampliar su círculo. Por otra parte en la cultura contemporánea al autor
deja entender que sólo se permitirá las relaciones sexuales sobre la base de una
ligazón definitiva e indisoluble entre un hombre y una mujer, que no quiere
sexualidad como fuente autónoma de placer sino como fuente para la multiplicación
de los seres humanos. A pesar de que la sociedad culta se ha visto precisada por
aceptar muchas transgresión experimentando en consecuencia un sensible
retroceso en cuanto a su valor como fuente de sensaciones de felicidad, es decir el
cumplimiento de de su fin vital, lo que nos permite referirnos a la cultura como lo que
nos deniega la satisfacción plena y nos lleva por otros caminos impuestos por ella.
Jessica Galván Jones
Tutoría Grupo 1613

Sigmund, F. ( 1927-1031). El malestar en la cultura. En: Obras completas de Sigmund


( pp. 105-112) Freud, Buenos Aires: Amorrortu

A pesar de la relación entre cultura y amor sexual se identifican diferencias entre


estas, por una parte el amor sexual es una relación entre dos personas en donde los
terceros quedan a un lado cuando este amor se entra en el ápice no existe interés
hacia el resto de las personas ni siquiera precisa del hijo en común para ser
dichosa; por otro lado en la cultura reposan vínculos entre un gran número de seres
humanos, su objetivo es ligar libidinalmente entre sí a los miembros de la
comunidad valiéndose de todos los caminos para establecer identificaciones entre
ellos y fortalecer los lazos comunitarios mediante vínculos de amistad.
Cuando el cristianismo menciona en su mandamiento Amarás a tu prójimo
como a ti mismo se juegan diferentes pensamientos en contra ante esta afirmación y
presenta un título de orgullo ya que el amor es tan valioso que no se quiere dar a
otra persona sin pedir cuentas, se puede amar a alguien más pero sólo si es alguien
conocido, alguien que está sufriendo o alguien parecido a uno mismo, por el
contrario si es alguien extraño no podré o será difícil amarlo, Estos límites o
condiciones para amar al prójimos nos permiten identificar que el ser humano no es
un ser amable, gran parte de su dotación pulsional está ligada a la agresividad, en
este sentido el prójimo es una tentación para satisfacer en él la agresión; en este
sentido el papel de la cultura tiene que establecer límites a las pulsiones agresivas
incluso a través de las leyes que prohíben y castigan estas acciones.Sin embargo
renunciar a satisfacer su agresividad no es fácil, sin embargo estas diferencias se
segregar y se identifica el narcisismo de las pequeñas diferencias en donde se
discierne la satisfacción relativamente inofensiva de la inclinación agresiva.
Aquí podemos identificar las cambios a los que el hombre ha tenido que enfrentarse
para obtener su seguridad, en nuestro estado actual de cultura satisface nuestras
demandas bajo un régimen que propicie la dicha a costa de seguir ocultando
nuestras pulsiones.
Jessica Galván Jones
Tutoría Grupo 1613

Sigmund, F. ( 1927-1031). El malestar en la cultura. En: Obras completas de Sigmund


( pp. 113- 118) Freud, Buenos Aires: Amorrortu
VI

Es indispensable reconocer que las investigaciones del autor se han ido modificado
conforme iba avanzando, en este punto estable que además de la pulsión por
conservar la sustancia viva hay otra pulsión opuesta, la de muerte, ambas permiten
dar explicación a los fenómenos de la vida. Es preciso entender que el autor refiere
a la pulsión de muerte como una fuente de trabajo dentro el ser vivo, sin embargo
una parte de esta pulsión se dirige al mundo exterior, saliendo como pulsión de
agredir o destruir y dirigida a los objetos, forzada únicamente a procurar al yo la
satisfacción de sus necesidades vitales y el dominio sobre la naturaleza.
Eros por su parte reúne a los individuos aislados, posteriormente a las
familias, formando etnias, pueblos, naciones es decir: humanidad; estas multitudes
son ligadas libidinalmente entre sí, sin embargo esta cultura se opone la pulsión de
muerte debido a la agresividad que muestra hacia el resto de la humanidad por lo
tanto es responsabilidad del desarrollo cultural enseñar a los seres humanos a
pelear constantemente entre Eros y Muerte, siendo esta lucha esencial en la vida
humana.
Jessica Galván Jones
Tutoría Grupo 1613

Sigmund, F. ( 1927-1031). El malestar en la cultura. En: Obras completas de Sigmund


( pp. 119-129) Freud, Buenos Aires: Amorrortu
VII

La agresividad provoca una conciencia de culpa refiriéndose a la tensión entre el


superyó y el yo sometido por medio de la cultura se somete a un sentimiento de
culpa, se podría decir que uno se siente culpable cuando ha hecho algo que
discierne como malo; lo malo es en contexto aquello por lo cual uno es amenazado
con la pérdida de amor y es preciso evitarlo por la angustia frente a esa pérdida.
Se retoman dos orígenes del sentimiento de culpa: la angustia frente a la
autoridad la cual conlleva a renuncia a las satisfacciones pulsionales y la angustia
frente al superyó donde no se pueden ocultar los deseos prohibidos; la renuncia de
lo pulsional es la consecuencia de la angustia frente a la autoridad externa es decir,
se renuncia a las satisfacciones para no perder el amor . mientras que en la renunci
del superyó pese a la renuncia sobreviene un sentimiento de culpa y esta es una
desventaja en la formación de la conciencia moral, En un inicio el renuncio de lo
pulsional como resultado de la angustia frente a la agresión de la autoridad externa,
posteriormente la angustia se instaura ante la conciencia moral, de ahí parte la
conciencia de culpa, la necesidad de un castigo, es decir de la angustia a la
conciencia moral; proveniente de la renuncia pulsional impuesta a nosotros desde a
fuera y crea la concia c¿moral que reclama paulatinamente más renuncias.
Este concepto podría asemejarse con el de arrepentimiento, sin embargo si
uno tiene un sentimiento de culpa tras infringir algo y por eso mismo,debería
llamarlo arrepentimiento, el sentimiento se refiere sólo a un acto, y desde luego
presupone que antes de cometerlo existía ya una conciencia moral, la disposición a
sentirse culpable; por ello el psicoanálisis hace bien en excluir de estas
elucidaciones el caso de sentimiento de culpa por arrepentimiento.
Jessica Galván Jones
Tutoría Grupo 1613

Sigmund, F. ( 1927-1031). El malestar en la cultura. En: Obras completas de Sigmund


( pp. 130-140) Freud, Buenos Aires: Amorrortu
VIII

Estos elementos nos permiten situar al sentimiento de culpa como el problema más
importante del desarrollo cultural y muestra el progreso cultural que debe pagarse
tras el aumento del sentimiento de culpa. Para esto es importante esclarecer los
términos: el superyó es una instancia por nosotros descubierta; la conciencia moral
es la función que le atribuimos, la de vigilar y enjuiciar las acciones y propósitos del
yo, el sentimiento de culpa, la dureza del superyó es lo mismo que la severidad de
la conciencia moral. Por otra parte la angustia frente a la necesidad de castigo es
una exteriorización pulsional del yo y emplea un fragmento de la pulsión de
destrucción interior, preexistente en él, en una ligazón erótica con el superyó; el
arrepentimiento a su vez es una designación genérica de la reacción del yo en un
caso particular del sentimiento de culpa, es él mismo un castigo y puede incluir la
necesidad de castigo.
El proceso cultural de la humanidad y el desarrollo del individuo son procesos
esenciales para la vida. El proceso cultural es la modificación que el proceso vital
que experimentó bajo el influjo de una tarea planteada por Eros e incitada por
Ananké, el apremio objetivo y esa tarea es la reunión de seres humanos aislados en
una comunidad atada libidinosamente; mientras que en el principio de placer:
conseguir una satisfacción dichosa; en cuanto a la integración en una comunidad
humana, o la adaptación a ella, aparece como una condición difícilmente evitable y
que debe ser cumplida en el camino que lleva al logro de la meta de dicha. Si
pudiera prescindir de esa condición.El superyó de la cultura ha plasmado sus
ideales y plantea sus reclamos, se resumen bajo el nombre de ética, atribuyéndole
el máximo valor a esta ética, por lo tanto se dirige a aquel punto que fácilmente se
reconoce como la desolladura de toda cultura , por tal motivo Por eso en la tarea
terapéutica nos vemos precisados muy a menudo a combatir al superyó y a rebajar
sus exigencias. El desarrollo cultural entombre logrará dominar la perturbación de la
convivencia que proviene de la humana pulsión de agresión y de
autoaniquilamiento, permitiendo una rutina pertinente para el desarrollo individual.

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