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La neurobiología relacional se fundamenta en la idea de que los procesos

mentales son una manifestación que surge de la interacción de la persona con

su entorno, tomando en cuenta los procesos relacionales y la energía

emergente de cada situación de la vida cotidiana. En el caso de los

adolescentes, no podemos limitar nuestra visión a los procesos de maduración

cerebral, sino que debemos considerar las condiciones del contexto en el que

se desarrollan los jóvenes.  Como nos menciona Siegel (2016) “Podemos decir

que, en una relación sana, se respetan las diferencias  entre las personas y se

cultiva su conexión por medio de una comunicación compasiva y deferente”.

Las condiciones de tensión, incertidumbre y falta de apoyo provocan

alteraciones en el sistema nervioso, modificando la capacidad de regulación

emocional. Los jóvenes desarrollan un estado constante de tensión y

confluencia con un entorno caótico, trayendo consigo una experiencia que

modifica las condiciones cerebrales, creando nuevos patrones de respuesta a

nivel del sistema nervioso. Este desequilibrio emocional produce un desajuste

en el funcionamiento cerebral, dando origen a experiencias disfuncionales

como la depresión, ansiedad, etc.

Las conductas suicidas están relacionadas con ansiedad aguda, depresión y

experiencias traumáticas. Cuando el estrés se mantiene como una experiencia

continua, provoca alteraciones en el sistema nervioso, afectando la capacidad

del adolescente para lograr regulación emocional.


Los altos niveles de cortisol se relacionan con estrés crónico, afectando la

capacidad para tomar decisiones o lograr regular conductas impulsivas y/o

agresivas. La ansiedad aguda va afectando el funcionamiento emocional y

cognitivo en los adolescentes, además puede ser una de las causas de

trastornos del estado de ánimo. Los jóvenes con conductas suicidas presentan

una alteración en la percepción de riesgo del entorno. Esto provoca que el

cerebro se habitúe a esta condición, modificando el funcionamiento del

hipotálamo en cuanto a las necesidades básicas, el hipocampo, en memoria

emocional y aprendizaje, finalmente, la amígdala tiene problemas para regular

la percepción de peligro y controlar las respuestas conductuales ante los

estímulos del entorno.

En los adolescentes con estrés crónico podemos identificar una falta de

regulación emocional, así como mayores índices de impulsividad y

compulsividad. Esto lo podemos reconocer con conductas de riesgo como el

consumo de drogas, las conductas autolesivas e incluso las conductas

suicidas. Las situaciones que provocan un estrés constante en los

adolescentes provocan la segregación de cortisol el cual limita la sensibilidad

del adolescente, porque lo pone en una actitud defensiva de sobrevivencia,

causando que afecte la capacidad de empatía hacia las experiencia ajenas. Por

eso podemos identificar como los jóvenes que presentan conductas suicidas

tienen problemas para identificar los problemas emocionales de las demás

personas, solo se enfocan en sus propios problemas.


La tensión contínua provoca que la capacidad vincular se encuentre

disminuida, debido a la falta de empatía que se produce por el cortisol. Esto

debido a que dicha hormona nos provoca mayor impulsividad e impaciencia en

las relaciones con los demás. Con base en esto, la terapia Gestalt relacional

busca que el adolescente vaya disminuyendo su ritmo para ir recuperando la

sensibilidad a través de un acompañamiento estético, que permita al

adolescente ir reconociendo las experiencias de alteridad e ir percibiendo el

dolor ajeno. Es importante señalar que el cortisol tiene una función positiva

sobre el organismo, pero se vuelve tóxica para el mismo cuando se encuentra

en exceso, creando una experiencia constante de amenaza e hipervigilancia.

Como se ha mencionado anteriormente, las experiencias traumáticas inciden

en la configuración de los procesos cerebrales y relacionales de los

adolescentes. Los abusos y malos tratos durante la infancia -como el abuso

sexual o físico o la negligencia de los cuidadores-, están relacionados con la

tendencia suicida en adolescentes. La mayoría de las personas que han vivido

experiencias traumáticas presentan tendencias suicidas en algún momento de

su vida. La experiencia suicida emerge de un campo lleno de desesperanza.

Las crisis suicidas se presentan con mayor frecuencia en comunidades donde

prevale la violencia, pobreza, guerras, discriminación, exclusión, falta de

oportunidades, aislamiento o crisis económicas.

Cabe mencionar que cualquier persona es susceptible y tiene más o menos

riesgo de suicidio. Sin embargo, nos enfocaremos en comprender los procesos

cerebrales vinculados a las conductas suicidas. Las alteraciones a nivel de la


regulación de emociones afectan significativamente las funciones ejecutivas,

limitando el juicio para responder a la ideación suicida. Además de esto, se

necesitan considerar los factores genéticos relacionados con el riesgo de

suicidio, así como las comorbilidades presentes. La falta de regulación

emocional y de control de impulsos es una de las principales causas de la

conducta suicida en adolescentes.

Dentro de los proceso cerebrales relacionados con las experiencias depresivas

y la tendencia suicida, se encuentra el descenso de transmisión de serotonina

ya que conduce a estados depresivos y puede explicar, al menos parcialmente,

que el comportamiento suicida se encuentra relacionado con el funcionamiento

del sistema serotonina-lóbulos prefrontales, lo que limita la función inhibidora

que le permite frenar las conductas impulsivas. Cuando el adolescente percibe

una situación peligrosa, el sistema límbico reacciona, teniendo una

hiperexcitación que inhibe el adecuado funcionamiento de los lóbulos

prefrontales. Por esta razón, la persona se vuelve más vulnerable a estados

emocionales y a la posibilidad de tener una experiencia emocional caótica que

le impida controlar sus impulsos. Algo parecido sucede en las experiencias

adictivas crónicas. Por ese motivo, los adolescentes con dependencia severa a

las drogas tienen un alto riego de realizar actos suicidas.

Se presume que pueden existir alteraciones en el funcionamiento de la corteza

frontal en adolescentes con conductas suicidas debido al descenso de la

disponibilidad de los transportadores de serotonina, afectando la regulación de

las funciones como la inhibición y decisión de conductas, el control afectivo o


los procesos de acción-recompensa. Si estas vías se ven afectadas, podría

resultar en un control disfuncional del comportamiento y la propensión a

emociones y conductas violentas y suicidas.

Las situaciones de tensión constante que vive el adolescente provocan un

estrés agotador del sistema nervioso, dicha experiencia provoca que el

organismo segregue hormonas que actúan en la corteza suprarrenal y

producen cortisol. Los adolescentes con experiencias de angustia crónicas

desarrollan una incapacidad para controlar sus impulsos, así como para

empatizar ante el dolor ajeno.

El cortisol es una hormona que aumenta el estado de alerta produciendo una

falta de regulación emocional e incrementando las conductas agresivas e

impulsivas en adolescentes que presentan tendencias suicidas. La tendencia

suicida está relacionada con los altos niveles de cortisol, que es una sustancia

que se segrega ante experiencias traumáticas. Con base en esto, podemos

relacionar las experiencias traumáticas con las tendencias suicidas.

Existen adolescentes que se encuentran más vulnerables a experimentar

melancolía y experiencias depresivas con tendencia suicida. Esto a causa de

experiencias traumáticas durante la infancia que produjeron cambios

epigenéticos que han perdurado hasta la adolescencia.

La tensión en la frontera-contacto provoca que el adolescente vaya

desarrollando una rigidez relacional que le impide adaptarse a las nuevas


condiciones del campo. Esta tendencia produce una inhibición emocional que

produce un déficit serotoninérgico predominantemente prefrontal, el

predominio noradrenérgico de la hiperreactividad límbica , que provoca un

fuerte desgaste en el adolescente hasta el punto de perder la capacidad de

apreciar las novedades y disfrutar de las experiencias cotidianas.

El enojo contenido va produciendo un deterioro en el sistema nervioso, por la

lucha entre las necesidades de la persona y las expectativas del entorno.

Cuando las expresiones emocionales de los adolescentes son invalidadas, se

produce una tensión que genera reacciones a nivel del sistema límbico. El

hipocampo se activa, relacionando la experiencia presente con recuerdos

relevantes al respecto, generalmente de tipo traumático. La excitación

contenida produce mayor inquietud y reacciones impulsivas como discusiones

o reacciones agresivas. Las reacciones emocionales intensificadas generan un

aumento de dopamina, noradrenalina y vasopresina que afectan el

funcionamiento de las funciones ejecutivas. En el caso de los adolescentes,

estas reacciones son mucho más intensas que en los adultos.

Este tipo de reacciones de alto impacto emocional, pueden ser detonantes de

conductas suicidas, porque pueden brindar el impulso que permita que las

ideas o planes suicidas se conviertan en acciones específicas dirigidas a

terminar con la vida. En el acompañamiento terapéutico, es necesario

comprender que ciertas intervenciones terapéuticas pueden incidir en

conductas que ponen en riesgo la vida del adolescente.


Las experiencias depresivas melancólicas causan un sufrimiento emocional

constante, que atenúan el funcionamiento del cerebro, disminuyendo los

niveles de serotonina y dopamina. En el caso de los adolescentes, estos

cambios alteran radicalmente sus conductas, provocando que los jóvenes

tengan una fuerte desconexión emocional, aumentando los pensamientos

obsesivos y las conductas impulsivas.

El tratamiento psicológico para adolescentes con conductas suicidas, debe

tomar en cuenta que cuando los jóvenes se van sintiendo mejor, también

puede aumentar el nivel de riesgo de un acto suicida de alta letalidad. Esto

sucede porque cuando los jóvenes se van sintiendo mejor, realizan más

conductas de riesgo porque creen que no les va a pasar nada o porque sienten

la energía necesaria para consumar sus planes o ideas relacionadas con el

suicidio. El trabajo terapéutico enfocado en la experiencia intercorporal es una

excelente alternativa para modificar algunos aspectos que se encuentran

desajustados a nivel del sistema nervioso. Por lo tanto, el trabajo somático-

cinestésico puede ayudar a prevenir las conductas suicidas.

DEHUS ॐ DEsarrollo HUmano y Salud emocional ॐ·Jueves, 9 de abril de 2020·2


minutos
Poema del libro de Iza. La mejor reflexión sobre la cuarentena de hoy.
Y la gente se quedó en casa.
Y leyó libros y escuchó.
Y descansó y se ejercitó.
E hizo arte y jugó.
Y aprendió nuevas formas de ser.
Y se detuvo.

Y escuchó más profundamente.


Alguno meditaba.
Alguno rezaba.
Alguno bailaba.
Alguno se encontró con su propia sombra.
Y la gente empezó a pensar de forma diferente.

Y la gente se curó.
Y en ausencia de personas
que vivían en una peligrosa ignorancia
sin sentido y sin corazón.
Incluso la tierra comenzó a sanar.

Y cuando el peligro terminó.


Y la gente se encontró de nuevo.
Lloraron por los muertos.
Y tomaron nuevas decisiones.
Y soñaron nuevas visiones.

Y crearon nuevas formas de vida.


Y sanaron la tierra completamente.
Tal y como ellos fueron curados.

Con el corazón lloroso


y el destino bendecido,
Nos sentiremos dichosos
tan solo por estar vivos.

Y le daremos un abrazo
Al primer desconocido.
Y alabaremos la suerte
De conservar un amigo.
Y entonces recordaremos
Todo aquello que perdimos
Y de una vez aprenderemos
Todo lo que no aprendimos.

Ya no tendremos envidia
Pues todos habrán sufrido.
Ya no tendremos desidia.
Seremos más compasivos.

Valdrá más lo que es de todos,


Que lo que jamás conseguido.
Seremos más generosos
y mucho más comprometidos.

Entenderemos lo frágil,
que significa estar vivos.
Sudaremos empatía
Por quien esta y quien se ha ido.

Extrañaremos al viejo
Que pedía un peso en el mercado,
Que no supimos su nombre
Y siempre estuvo a tu lado.

Y quizás el viejo pobre


era tu Dios disfrazado.
Nunca preguntaste el nombre
porque estabas apurado.

Y todo será un milagro


Y todo será un legado
Y se respetara la vida,
La vida que hemos ganado.

Cuando la tormenta pasado,


Te pido Dios, apenado
Que nos devuelvas mejores
Como nos habías soñado.
Poema tomado de «La historia de Iza», de Grace Ramsay. Del año 1869.

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