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EL
CRISTIANO Y LA AUTOESTIMA
2019-01-07 1 COMENTARIO
Mientras que admitimos que fueron los psicólogos incrédulos los que
tomaron la delantera, han hecho todo intento posible por obtener cierto
apoyo bíblico.
Para contestar la pregunta con la cual este capítulo comenzó, la razón por
la que tantos cristianos son conducidos a la aceptación de puntos de vista
psicológicos es que a estos puntos de vista se les da un molde bíblico y
son apoyados por pasajes bíblicos que han sido torcidos fuera de su
contexto y los han obligado a dar un servicio que nunca se pretendió que
hicieran.
2. Dios es tergiversado.
Esto, claro está, es el hecho más peligroso de todo. Que los psicólogos
cristianos (pocos de los cuales toman tiempo para volverse competentes
en una exégesis seria) puedan utilizar la Palabra del Dios vivo en una
moda tan arrogante como algunas veces lo hacen, y que cristianos sin
discernimiento acepten fácilmente sus interpretaciones es tanto aterrador
como abrumador.
Hay una cierta falta de reverencia evidente hacia Dios mismo en este
proceso.
Amor, gozo, paz, etc., son tratados como si no fueran fruto del Espíritu
sino meramente el fruto de correctas perspectivas del yo que alguien
puede lograr sin la Biblia o la obra del Espíritu en su corazón.
Pero, debido a que los cristianos han tratado de hacer un caso bíblico
para este substituto no bíblico de la forma en que Dios ayuda a los
hombres, debemos tomar una postura firme sobre los pasajes principales
que han sido metidos a la fuerza a disposición. Hay tres: 1) Mateo 22:36-
40, 2) Romanos 6/Colosenses 3, y 3) Santiago 3:9.
Mateo 22:39b
¡Esa es una declaración asombrosa! ¡Trobisch no nos dice sólo que Jesús
nos ordenó amarnos a nosotros mismos, sino que no podemos amar a
nuestro prójimo correctamente a menos que primero aprendamos a
amarnos a nosotros mismos porque el criterio, o estándar, por el que
determinamos decidir cómo amar al prójimo es cómo nos amamos a
nosotros mismos!
Por esto es que Trobisch sostiene que “que el amor propio es así el
prerrequisito” para amar a su prójimo. Él procede a decir:
Captain aún pule la jerarquía con una distorsión suya: El amor hacia Dios
está bajo la dependencia del amor hacia el prójimo, lo cual a su vez está
bajo la dependencia del amor hacia uno mismo.
Lucas 10:29
Jesús no dijo que con el fin de involucrarse en tal actividad de alto nivel
como el samaritano hizo, uno primero debe llegar a un lugar donde todas
sus necesidades en niveles inferiores fuesen satisfechas.
Pero eso no sería correcto por varias razones. Primero, los criterios para
amar a los demás son los Diez Mandamientos que Jesús aquí resumía en
dos:
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con
todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.”
– Lucas 10:27
Al decir esto todos los libros de la Biblia (la ley y los profetas) podrían
ser resumidos en esos dos mandamientos, él también señalaba las
Escrituras como el ejercicio de los mandamientos en la vida diaria.
En efecto, entonces, Jesús decía que los criterios para amar a Dios y a los
demás han de encontrarse en la Biblia – y no en nosotros.
Fuera de un amor propio, no hacemos sólo buenas cosas, sino toda clase
de cosas dañinas y pecaminosas a nosotros mismos: Cometemos
adulterio, mentimos, cometemos robo, comemos demasiado, nos
suicidamos, etc.
Las cosas que hacemos para nosotros mismos, entonces, no son los
criterios para amar a los demás.
Es claro que Mateo 22, supuestamente el pasaje más firme que apoya la
autoestima, es de hecho el pasaje que realmente señala al movimiento
mismo.
Por esto es que la Biblia nunca nos ordena amarnos. Puesto que la Biblia
guarda silencio al respecto, deberíamos hacerlo también.
Es claro aun que en una lectura superficial de los dos capítulos que Pablo
no tuvo intención alguna de enseñar una doctrina de autoestima.
En Él todos los antiguos caminos se han ido y los nuevos caminos se han
quedado para siempre. Todo esto es asombrosamente claro.
Pero lo que es también claro es que Pablo no nos dice a nosotros esto
para “hacer que nos sintamos bien acerca de nosotros mismos” o “para
apapacharnos” o “subir nuestra autoestima”.
¡El verso 2 suena más como una exhortación que como aun halago! El
profesor que citó Romanos 6:11 fue selectivo; para dar el sentido
completo, él debería haber citado los siguientes versos también.
Versículos 12 y 13 continúan el pensamiento de Pablo:
Y otra vez, justamente como lo fue antes, lo que Pablo hace de esto es
que: puesto que esto es cierto en Cristo, comiencen a vivir en esta
realidad en sus asuntos diarios.
¿Nos autorizan estos pasajes a decir alguna cosa como lo que el siguiente
escritor cristiano dice?
¡Nada podría ser mejor diseñado para reducir a fondo cualquier sentido
de orgullo, valía, o satisfacción para la cual pudiésemos aferrarnos y
retrasar nuestra perfección en Cristo y luego pedirnos que comparemos
nuestra función real con ella! Romanos 6 y Colosenses 3 eficazmente
atacan la enseñanza de la autoestima mas que reforzarla.
Santiago 3:9
Puesto que Efesios 4:24 y en Colosenses 3:10 se nos dice que la imagen
de Dios y la semejanza están siendo renovadas en el creyente, es cierto
que la imagen completa y semejanza no permanecen después de la caída;
no obstante algo que los escritores de Génesis 9 y Santiago 3 pueden
llamar “la imagen” de Dios y “la semejanza” aún permanece.
Más aún, nos deja observar que las penalidades y advertencias así como
también las reprensiones y las exhortaciones son aducidas al hecho de
que el hombre es el portador de la imagen de Dios.
Aquellos que maldicen a otras personas o atentan contra sus vidas corren
un gran peligro simplemente por ese hecho. Los proponentes de la
autoestima han interpretado estas sanciones bíblicas en una manera
inaceptable.
Otro escribe:
Cuando usted pueda encontrar alguna cosa como lo que están diciendo
en las Escrituras usted debería tomarla en serio. Hasta entonces usted
debería tachar sus palabras como totalmente equivocadas.
El punto no es el gran valor del hombre sino el gran alcance del cuidado
providencial de Dios. Si se extiende hasta pajarillos, los cuales valen tan
poco, entonces seguramente se extiende hacia el hombre, quien vale más.
El pájaro vale un tanto así para el hombre; un hombre vale más. El valor
del hombre para Dios no está en cuestión. El argumento de menor hacia
el mayor en la escala de la persona tiene que ver con la providencia de
Dios y no con el valor del hombre.
Si, en Su bondad infinita, Dios cuida pues de las aves del aire, ¿no
cuidará El de usted?, ¿quién, a los ojos de los hombres vale más?
Usted podría pensar que el libro terminará en este punto, llegando a una
conclusión natural. Sin embargo, si lo dejara hasta aquí, todo lo que he
logrado sería en vano. No es suficiente incendiar una casa; también hay
que erigir otro su lugar. Esto es lo que ahora trataré de hacer.
Todo lo que podemos decir es que conserva una mala compañía con tales
características: “avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos,
desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural,
implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo
bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más
que de Dios”
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera
salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la
hallará. –Mateo 16:24,26
Esto no quiere decir que una persona deba negar de sí mismo alguna cosa
en particular, como algunos erróneamente suponen (“dejaré la goma de
mascar “para la cuaresma”), sino que quiere decir negar su propio ego
(Literalmente “para decirse que no a usted mismo” o “repudiarse uno
mismo”).
Tal como Jesús puso por encima la forma Gentil en contra de la forma
cristiana de la vida en Mateo 6, aquí también Él contrasta dos caminos
completamente diferentes e irreconciliables.
Esta antítesis ocurre en cada uno de los relatos del Evangelio (Marcos
8:34-38; Lucas 9:23-25; Juan 12:25). Jesús dice, “Porque todo el que
quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa
de mí, la hallará” – Mateo 16:25. Es difícil de ver cómo pueden afrontar
esto lo integracionistas.
En aquel día, alguien que leyera esas palabras, sabría explícitamente que
llevar la cruz quería decir una y solamente una cosa: La ejecución de un
criminal infame.
Jesús, por tanto, esta diciendo: “usted debe tratarse a ustedes mismos,
con todas sus formas pecaminosas, prioridades, y deseos, como a un
criminal, y hacer morir su ego todos los días”. ¡Eso dice algo acerca de la
imagen propia que Cristo espera que nosotros tengamos!
Ésta es la misma verdad que Jesús enseñó en Mateo 6. Allí los gentiles
celosos buscaban con cautela y preocupación (y nunca realmente
encontraban satisfacción en ello) las cosas que el cristiano, quien se
olvida de sus “necesidades” y pone a Cristo primero, encuentra por
“añadidura”.
“El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo,
para vida eterna la guardará.”
Aquí hay una advertencia fuerte. Ciertamente, la promoción de la
autoestima es la misma advertida que se da en contra: “Cualquiera que
ame el yo… lo perderá”.
El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama
a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí.
Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo: Si alguno viene a
mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y
hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el
que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
Déjeme decir una palabra más acerca del pasaje de Lucas 14:25-27. El
discipulado, el tema en cuestión en todos los pasajes que hemos estado
estudiando en este capítulo, significa el abandono de todas las ataduras –
aún los seres más queridos y más cercanos en la vida.
No siempre quiere decir que debamos abandonar a todos los demás para
seguir a Cristo, sino que quiere decir que le debemos tener tal lealtad
hacia Él que debemos estar listos en todo momento, si nos llama a hacer
eso.
Jesús especialmente lo señala, como si ésta fuera la parte más difícil de
todo lo que debemos hacer, que el discípulo debe renunciar “aun a su
propia vida también”.
No puede haber duda acerca del hecho de que Cristo se preocupó por el
yo; no es como si Él ignorara el tema. Ciertamente, él pensó que eso era
tal importancia que El habló de ello en la conexión más cercana posible
al discipulado y a las declaraciones definitivas hechas acerca de ello.
Aún en todo esto Él no dio indicación del gran valor del hombre, ni dio
lugar para atenuar las circunstancias: “Usted puede renunciar a todas sus
relaciones y me puede seguir después de que todas sus necesidades hayan
sido satisfechas y usted haya aprendido a amarse a sí mismo”. ¡La misma
idea suena ridícula cuando usted la coloca en la boca de Jesús!
Anteponga A Cristo al yo.
y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para
aquel que murió y resucitó por ellos
Allí lo tiene usted: Uno ya no debe vivir para sí, como él lo hizo antes de
venir a Cristo. La forma de vida antigua fue postergada en Cristo, y
ahora debe ser postergada en nuestras vidas.
El centro de la vida ahora debe ser “para mí el vivir es Cristo” si bien una
vez era “para mí el vivir es mi yo”. ¿Qué podría ser más claro?
Otra vez, el punto central del pasaje es que Cristo debe llevar el lugar de
yo en la vida del cristiano. No es que éste suceda en algún sentido
sustantivo, por supuesto, pero en términos de los deseos y la voluntad y
cosas por el estilo. Comer y guardar los días (v 6) no son un asunto en
particular; afecta a otras personas, a otros incluyendo nuevos
convertidos.
Las Escrituras nos enseñan que los cristianos no poseen nada ni aun sus
vidas, puesto que Cristo las ha comprado. ¡En el momento en que usted
entienda mal ese hecho, y piense que cualquier cosa, aun su ego, es
realmente suyo, usted no lo poseerá – sino que le posee!
La conclusión
Por eso es que viviendo para Cristo y para los demás y amándoles nos
alejará de nosotros mismos.
Jesús deshizo el mito de que podemos amar a los demás sólo después de
que primero nos hayamos amado a nosotros diciendo:
“Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también
los pecadores aman a los que los aman.” (Lucas 6:32).