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Matrimonio

– Don Vicente Fontestad Pastor


NÉSTOR RUBÉN-MORALES GUTIÉRREZ
8-05-2020
TRABAJOS DE CLASE

Familiaris consortio. La familia

Esta exhortación apostólica fue elaborada por su Santidad Juan Pablo


II, a los 3 meses de la clausura del Sínodo de los obispos el 25 de octubre
de 1980, sobre la misión de la familia cristiana en el mundo actual. La
encíclica quiere remarcar la importancia de la institución familiar, y como
ésta se ha visto sacudida por las transformaciones amplias y profundas y
rápidas de la sociedad y de la cultura. Cambios en la sociedad que provo-
can una forma desdibujada de entender la familia como son: acerca de la
dignidad de la mujer a la procreación responsable y a la educación de los
hijos. Por otra parte, la preocupación, la degradación de algunos valores,
y una equivocada concepción teórica y práctica de los cónyuges entre sí,
la gravedad ambigua entre padre e hijos, las dificultades de la familia para
transmitir los valores, el creciente fenómeno del divorcio y el aborto, la
esterilización y la difusión de la mentalidad anticonceptiva. Pero lo que
quiere dejar claro San Juan Pablo II, es que la Iglesia está al servicio de la
familia. Nos da a conocer la verdad sobre el matrimonio, sobre el valor
del verdadero núcleo familiar, la necesidad de una adecuada pastoral fa-
miliar para que cale profundo el mensaje del Evangelio.

La iglesia al servicio de la familia


La familia ha sufrido grandes transformaciones en los tiempos mo-
dernos. Algunas familias viven esta situación permaneciendo fiel a los va-
lores que la constituyen, otras sin embargo, se sienten inciertas y desani-
madas de cara a su cometido, incluso desconocen el sentido pleno de la
vida conyugal y familiar. La Iglesia ofrece su ayuda a los jóvenes para que
puedan emprender su camino hacia el matrimonio y la familia, abriéndoles
nuevos horizontes para que descubran la vocación al amor y al servicio de
la vida. (nº 1).

El Sínodo de 1980 continuación de los sínodos anteriores.


El último Sínodo de los obispos manifestaron una preocupación y un
estudio profundo por la familia cristiana, que es la primera comunidad
llamada a anunciar el Evangelio a la persona humana en desarrollo y a
conducirla a la plena madurez humana y cristiana, mediante una progre-
siva educación y catequesis. En cuanto comunidad educativa, la familia
debe ayudar al hombre a discernir la propia vocación y que cimiente unas
relaciones interpersonales en la justicia y el amor. (nº 2).
El bien precioso del matrimonio y de la familia.
La Iglesia iluminada por la fe, siente el deber de anunciar el Evangelio,
en particular a aquellos que son llamados al matrimonio y se preparan para
él, a todos los esposos y padres del mundo. En un momento histórico en
que la familia es objeto de muchas fuerzas que tratan de destruirla o de-
formarla, la Iglesia consciente de estos atropellos, siente su misión de pro-
clamar a todos los designios de Dios sobre el matrimonio y la familia, con
el fin de promover una actitud más humana y cristiana en el Pueblo de
Dios. (nº 3).

Primera parte: luces y sombras de la familia en la actualidad

Necesidad de Conocer la Situación.


Hoy se ofrecen propuestas seductoras por parte de los medios de co-
municación social contra la familia. La Iglesia, con su discernimiento
evangélico, se une a ellas, poniendo a disposición su propio servicio a la
verdad libertad y dignidad de todo hombre y mujer. (nº 4).

Discernimiento Evangélico.
La tarea de la Iglesia es suscitar un discernimiento, ofrecer orientación
y promover el sentido de la fe, para que la virtud del Evangelio brille en
la vida diaria familiar y social. A este cometido les habilita su carisma y
don del sacramento del matrimonio. (nº 5).

Situación de la familia en el mundo de hoy.


La situación de la familia se presenta con un aspecto positivo y otro
negativo. El primero se refiere al signo de la salvación de Cristo operante
en el mundo, y el segundo al signo del rechazo que el hombre presenta al
amor de Dios, a la dignidad de la mujer, a la procreación responsable, a la
educación de los hijos, la preocupante degradación de algunos valores, la
equivocada concepción teórica y práctica el número mayor de divorcio, la
plaga del aborto, cada vez mayor la esterilización, la mentalidad anticon-
ceptiva.
Los países llamado Tercer Mundo ven la familia situaciones de super-
vivencia como son: el alimento, el trabajo, la vivienda las medicinas, les
quitan a los esposos la generosidad para suscitar nuevas vidas humanas;
la vida no se ve ya como una bendición sino como un peligro del que hay
que defenderse. (nº 6).

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Gradualidad y conversión.
La injusticia originada por el pecado, ha penetrado en las estructuras
del mundo de hoy, poniendo una serie de obstáculos a la familia. Se debe
de promover nuevos valores en la cultura, buscar la Sabiduría y pedir la
conversión de mente y del corazón siguiendo a Cristo Crucificado. (nº 9).

Inculturación.
La Iglesia acepta todo aquello que está en condiciones de expresar me-
jor la inagotable riqueza de Cristo. (nº 10).

Segunda parte: el designio de dios sobre el matrimonio y la familia.

El hombre imagen de Dios Amor.


El hombre creado a imagen y semejanza de Dios por puro amor. Está
abierto al amor y a la fecundidad. El amor es, por tanto, la vocación fun-
damental e innata de todo ser humano, que afecta al núcleo fundamental
de la persona. Ese amor tiene dos modos de expresarse: matrimonio o vir-
ginidad. (nº 11).

Matrimonio y comunión entre Dios y los hombres.


El amor entre esposos es imagen y símbolo de la alianza entre Dios y
su pueblo. El amor es el contenido fundamental de la Revelación y de la
experiencia de fe de Israel, la infidelidad de Israel no destruye la fidelidad
eterna del Señor. (nº 12).

Jesucristo, esposo de la Iglesia, y el sacramento del matrimonio.


El símbolo de la nueva alianza es Cristo con su Iglesia. Es precisa-
mente el Espíritu que infunde el Señor lo que renueva el corazón, y hace
al hombre y a la mujer capaces de amarse como Cristo nos amo. (nº 13).

Los hijos don preciosísimo del matrimonio.


El matrimonio es el fundamento de la comunidad más amplia de la
familia, el amor conyugal está ordenado a la procreación y educación de
la prole, al amor paterno está llamado a ser para los hijos el signo visible
del mismo amor de Dios del que proviene toda paternidad en el cielo y
tierra. (nº 14).

La familia, comunión de personas.


El matrimonio y la familia cristiana edifican la Iglesia, el matrimonio
cristiano, lo hace sacramento convirtiéndolo en símbolo real del aconte-
cimiento salvífico. (nº 15). 3
Matrimonio y virginidad.
Son dos modos de expresar y de vivir el único misterio de la Alianza
de Dios con su pueblo, cuando no se estima el matrimonio, no puede exis-
tir tampoco la virginidad consagrada. La persona virgen se hace espiritual-
mente fecunda padre y madre de muchos. Estas reflexiones sobre la virgi-
nidad pueden iluminar y ayudar aquellos que no han podido casarse hoy,
aceptando su situación en espíritu de servicio. (nº 16).

Tercera parte: misión de la familia cristiana.

¡Familia sé lo que eres!


En el designio de Dios, la familia descubre no solo su identidad lo que
es, sino también su misión: misión de custodiar, revelar y comunicar el
amor como el amor de Cristo por su Iglesia. (nº 17).

El amor, principio y fuerza de la comunión.


Sin el amor la familia no puede vivir, crecer, perfeccionarse como co-
munidad de personas. El hombre no puede vivir sin amor. (nº 18).

Unidad indivisible de la comunión conyugal.


La Comunidad conyugal es una comunidad indivisible, un solo hom-
bre con una sola mujer. Es indisoluble, no se puede disolver ni extinguir.
En virtud del pacto del amor conyugal el hombre y la mujer no son ya dos,
sino una sola carne y están llamados a crecer continuamente en su comu-
nión. (nº 19).

Una comunión indisoluble.


Se caracteriza no sólo por su unidad, sino también por su indisolubili-
dad: El don del sacramento es al mismo tiempo vocación y mandamiento
para los esposos cristianos, que permanezcan fieles entre sí, por encima
de toda prueba y dificultad, lo que Dios ha unido no lo separe el hombre.
(nº 20).

La más amplia comunión de la familia.


Sobre la comunión conyugal se va edificando la más amplía comunión
de la familia: de los padres y de los hijos, de los hermanos y de hermanos
entre sí, de los parientes y demás familiares, esta comunión radica en los
vínculos naturales de la carne y de la sangre. (nº 21).

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Mujer y sociedad.
Igual dignidad y responsabilidad respecto del hombre. Acceso de la
mujer con igualdad a las funciones públicas. Debe de reconocerse la fun-
ción maternal y de la familia por la sociedad. (nº 23).

Ofensas a la dignidad de la mujer.


Desgraciadamente consideramos al ser humano no como persona, si
no como cosa, como objeto de compraventa, al servicio del interés egoísta
y del solo placer; en lo cual produce frutos muy amargos, como el despre-
cio del hombre y de la mujer, la opresión de las débiles, la pornografía, la
prostitución, y todas las discriminaciones. (nº 24).

El hombre esposo y padre.


El hombre debe de exigir un profundo respeto por la igual dignidad de
la mujer, debe haber una comprensión y realización de la paternidad. El
hombre debe de garantizar el desarrollo unitario de todos los miembros de
la familia. (nº 25).

Los ancianos en familia.


Hay culturas que veneran y tienen un gran amor por los ancianos. Por
el contrario, en otras culturas sufren toda clase de marginación. Hay que
descubrir y valorar el papel de a los ancianos en la sociedad. (nº 27).

Cooperadores del amor de Dios creador.


El cometido fundamental de la familia es el servicio a la vida. La fe-
cundidad es el fruto y el signo del amor conyugal, el testimonio vivo de la
entrega plena y recíproca de los esposos. (nº 28).

La Iglesia en favor de la vida.


Algunos se preguntan si es un bien vivir o si sería mejor no haber na-
cido, dudan de sí es lícito llamar a otros a la vida. La Iglesia cree firme-
mente que la vida humana, aunque débil y enferma es siempre un don
espléndido del Dios de la bondad. Contra el pesimismo y el egoísmo, que
ofuscan el mundo, la Iglesia está en favor de la vida: la Iglesia condena
como ofensa grave a la dignidad humana y a la justicia, todas aquellas
actividades de los gobiernos, autoridades públicas que tratan de limitar la
libertad de los esposos en la decisión sobre los hijos. Hay que rechazar
cualquier violencia o tales autoridades en favor del anticoncepcionismo,
esterilización y aborto provocado. (nº 30).
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Para que el plan divino sea realizado cada vez más plenamente.
La Iglesia es consciente de los múltiples y complejos problemas que
hay en muchos países, que afectan a los esposos en su cometido de trans-
mitir responsablemente la vida. (nº 31).

La Iglesia maestra y madre para los esposos en dificultad.


En el campo de la moral conyugal la Iglesia es y actúa como maestra
y madre. Como maestra, no se cansa de proclamar la norma moral que
debe guiar la transmisión responsable de la vida. Como madre, la Iglesia
se hace cercana a muchas parejas de esposos que se encuentran en dificul-
tad sobre esté importante punto de la vida moral. (nº 33).

Itinerario moral de los esposos.


Este camino exige reflexión, información, educación idónea de los sa-
cerdotes, religiosas y laicos que están dedicadas a la pastoral familiar; to-
das ellas podrán ayudar a los esposos en su itinerario humano y espiritual.
(nº 34).

El derecho-deber educativo de los padres.


La tarea educativa tiene sus raíces en la vocación primordial a partici-
par en la obra creadora de Dios. Los esposos, asumen la obligación de
ayudarle eficazmente a vivir una vida plenamente humana como lo dice el
Vaticano II, los padres han dado la vida a los hijos, tienen la obligación de
educar a la prole, se les reconoce como los principales educadores de sus
hijos. (nº 36).

La primera experiencia de Iglesia.


El Sínodo ha presentado la misión educativa de la familia cristiana
como un verdadero ministerio, por el cual se transmite e irradia el Evan-
gelio. Es más, rezando con los hijos, dedicándose con ellos a la lectura de
la palabra de Dios e introduciéndolos en la intimidad del cuerpo eucarís-
tico y eclesial de Cristo mediante la iniciación cristiana, que se prepare un
catecismo para las familias. (nº 39).

La familia, célula primera y vital de la sociedad.


La vida familiar como experiencia de comunión y participación. La
familia constituye el lugar natural y el instrumento más eficaz de humani-
zación y de personalización de la sociedad de cara a una sociedad que
corre el peligro de ser cada vez más despersonalizada y masificada cómo
son el alcoholismo, la droga y el mismo terrorismo. (nº 42).
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La fe, descubrimiento y admiración del plan de Dios sobre la familia.
Dado que participa de la vida y misión de la Iglesia, la cual escucha
religiosamente la Palabra de Dios y la proclama con firme confianza, la
familia cristiana vive su cometido profético acogiendo y anunciando la
palabra de Dios. También los esposos y padres son llamados a vivir y a
transmitir esta misión de la Iglesia. (nº 51).

Ministerio de evangelización de la familia cristiana.


En la medida en que la familia cristiana acoge el evangelio y madura
en la fe, se hace comunidad evangelizadora, la familia, al igual que la Igle-
sia, debe ser un espacio donde el evangelio es transmitido y desde este se
irradia. Los padres no sólo comunican a los hijos el Evangelio, sino que
pueden a su vez, recibir de ellos este mismo Evangelio, profundamente
vivido. Cómo se dijo en Puebla, la futura evangelización en gran parte de
la Iglesia doméstica. (nº 52).

Cuarta parte: pastoral familiar: tiempos, estructuras, agentes y situa-


ciones.

La Iglesia acompaña a la familia cristiana en su camino.


Hay una urgencia por la intervención pastoral en apoyo de la familia,
a todas y de un modo particular a las que se encuentran en situaciones
difíciles. La Iglesia debe de ofrecer ayuda, comprensión y esperanza. (nº
65).

Preparación.
En estos días es más necesaria que nunca la preparación de los jóvenes
al matrimonio y a la vida familiar. En algunos países siguen siendo las
familias mismas la que transmiten a los jóvenes los valores relativos a la
vida matrimonial y familiar, también la sociedad y la Iglesia se compro-
metan en preparar a los jóvenes para las responsabilidades de su futuro.
(nº 66).

Obispos y presbíteros.
El primer responsable de la pastoral familiar en la diócesis es el
obispo. Como padre y pastor debe prestar particular solicitud a este sector.
A él debe dedicar interés, atención, tiempo, personas, recursos y sobre
todo apoyo personal a las familias. Ellos deben sostener a la familia en sus
dificultades y sufrimientos, acercándose a sus miembros, ayudándoles a
ver sus vidas a la luz del Evangelio. (nº 73).
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Acción pastoral frente a algunas situaciones irregulares.
Es la del llamado matrimonio a prueba o experimental que muchas
quieren hoy justificar, atribuyéndole un cierto valor. (nº 80).
Es cada vez más frecuente el caso de católicos que, por motivos ideo-
lógicos y prácticos, prefieren contraer sólo matrimonio civil, rechazando
o por lo menos difiriendo el religioso. (nº 82).

Conclusión.
A vosotros, esposos, padres y madres de familia jóvenes que sois el
futuro y la esperanza de la Iglesia y del mundo, y seréis los responsables
de la familia, tienen una razón de más para tomar con todo interés de la
familia en este tiempo de prueba y de gracia. Amar a la familia saber esti-
mar sus valores y posibilidades. Amar a la familia significa esforzarse
para crear un ambiente que favorezca su desarrollo, una forma eminente
con alegría y convicción la buena nueva sobre la familia, que tiene la ne-
cesidad de escuchar que le revelen su identidad su misión en la ciudad de
los hombres y en la de Dios. (nº 86).

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