Sie sind auf Seite 1von 5

UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN LUIS

FACULTAD DE PSICOLOGIA
__________________________________________

FILOSOFIA
Licenciatura y Profesorado en PSICOLOGIA
2018
________________________________________________

SUJETO Y DISCURSO PARA UN FILOSOFAR SITUADO


Fabio Boso

El propósito de este breve escrito consiste en dar a conocer a las/os estudiantes


los fundamentos que orientan nuestra práctica de enseñanza de la filosofía en las
carreras de psicología en la Universidad Nacional de San Luis, en cuyo marco abordamos
la propuesta de lectura de textos filosóficos tanto en clases teóricas como en los trabajos
prácticos.

En primer lugar partimos de la afirmación de Andrés Mercado Vera (1984), filósofo


argentino para quien el FILOSOFAR “… es una cuestión con dos vertientes… Por un lado
se trata del sujeto del filosofar, por el otro del discurso filosófico”. Ambos con sus
exigencias insuprimibles, se condicionan recíprocamente y se integran en una unidad:

-El SUJETO DEL FILOSOFAR remite a una situación histórica, a un aquí desde el cual se
filosofa. Tiene que ver con un mundo constituido por las dimensiones de un pueblo, una
cultura y una época. “Toda gran filosofía ha asumido siempre sus propias raíces” aunque
con diferentes modalidades e intensidad. El enfoque de Mercado Vera es hegeliano, ya
que Hegel “caracteriza a la filosofía como la captación que una época hace de sí misma
mediante el pensamiento”; sin embargo el autor nos advierte de los límites de esa
concepción, que supone la unicidad del tiempo histórico de la humanidad equiparado a la
historia europea como meta universal. Al contrario de esa concepción de Hegel, Mercado
Vera afirma que la filosofía adquiere sentido cuando entronca “con el fondo vital e
histórico de la comunidad en que se desarrolla”. En efecto, no es posible hacer de la
filosofía un pensamiento no situado, de un universalismo abstracto, pretendidamente
neutro y objetivo; ignorar la localización concreta de la filosofía la convierte en presa de
una ideología, de un ámbito cultural ajeno que la coloniza. Por el contrario, hay que decir
que “el pensamiento filosófico, en la medida en que se sabe ligado a su situación
histórica, mediante esa dependencia conquista la única y verdadera dependencia que le
es posible”. Sólo en ese marco adquiere sentido el sujeto del filosofar.
-El DISCURSO FILOSÓFICO requiere como condición fundamental la universalidad de la
filosofía, que “es siempre saber de algo sobre el trasfondo del todo y en conexión con él.
Además (…) apunta siempre a integrarse en un todo de saber”. La filosofía efectivamente,
es un saber que reclama para sí la condición de su relevancia para todo ser humano y de
constituir un saber válido para la razón en su totalidad.

De resultas que para Mercado Vera el sujeto del filosofar y el discurso filosófico,
ambos integrados, ofrecen la idea de filosofía como “visión totalizadora que integra con
coherencia todas las dimensiones del conocer y del actuar humanos, pero a partir de la
situación histórica de la comunidad que al propio tiempo la vitaliza y la concreta”. Tal es la
carnadura del filosofar en una cultura viviente, en un pueblo, en un nosotros histórico, el
sujeto del filosofar, desde cuyo suelo acrece el discurso filosófico con su reclamo de
universalidad.

En segundo lugar tomamos en consideración las palabras de Mario Casalla (1977),


otro filósofo argentino que sostiene que todo discurso, toda reflexión (hasta la
aparentemente más abstracta y, por supuesto, la filosófica) está situada históricamente;
en efecto, no hay investigadores, pensamientos, ni hechos aislados sino que todo
investigador, todo pensar y todo acontecimiento tiene como punto de partida una situación
histórica de alguna manera tácticamente dada. “De manera que todo pensar (lo advierta o
no lo advierta; lo asuma o no lo asuma) es un pensar de y desde una situación histórica y
se halla permanentemente alimentado por ésta...”. Dice Casalla que toda reflexión está
situada- la que investiga y la investigada, la que mira y la que es mirada- y, desde esta
situación concreta, se abordan “los hechos”: se trata así de una doble situacionalidad: la
del investigador frente al hecho y la de éste respecto de sí mismo. En ese sentido
hablamos desde dos entornos o mundos distintos: precisamente en el reconocimiento de
esta diferencia adquieren sentido nuestras posibilidades de diálogo y mutuo
enriquecimiento.
Casalla propone en ese sentido el ejercicio de una LECTURA CULTURALMENTE
SITUADA: significa que no hablamos ni escuchamos desde una supuesta cientificidad
abstracta, o desde una pretendida pero imposible “pureza” de pensamiento sino desde la
asunción de nuestra situación; al mismo tiempo buscamos ubicar al otro en la suya.
Además, la lectura culturalmente situada es también el ejercicio de un estilo de
PENSAMIENTO CRÍTICO- FILOSÓFICO: “crítico” es todo pensar asumido en su sentido
más profundo; la “crítica” no es, o no debería ser, un agregado al pensar sino el libre
juego de su propio desarrollo. Es propiamente dicho una vocación, un llamado desde el
“futuro” (lo no instaurado) que busca insertarse en el “presente” (lo dado) y transformarlo.
“Pensar” es así una praxis transformadora de lo existente; un acto genuinamente
revolucionario para con lo dado.
Para ser más precisos, podemos decir que el pensamiento crítico- filosófico, en
tanto herramienta clave de una lectura culturalmente situada, efectúa una operación de
nihilización respecto de lo real a partir de una “situación histórica” CONTRA y A PARTIR
de la cual emerge: Piensa a partir de lo real histórico dado y con ello se arraiga
firmemente en lo existente; pero piensa también contra; en esto radica su fuerza crítico-
transformadora. Pensar filosóficamente significa entonces, paradójicamente, pensar
contra lo real dado a favor del mismo (en cuanto apertura hacia una instauración
renovadora).
Casalla nos advierte asimismo de las deformaciones en que puede incurrir el
pensamiento crítico filosófico: las llama “pensamiento bastardo” y “pensamiento
historizante”:

-“El PENSAMIENTO BASTARDO es una reflexión deformadora; un pensar que ha


renegado de su situación y que, instalado en una supuesta “objetividad”, logra (mediante
un puro trabajo de abstracción ideológica) conformar una entelequia incolora. En este tipo
de pensamiento lo histórico, lo situacional, entra -cuando entra- en calidad de anécdota o
pasatiempo”;
-El PENSAMIENTO HISTORIZANTE es igualmente una reflexión deformadora; un pensar
cuyo malogrado intento consiste en tratar de “explicar un hecho por el cúmulo de datos
colaterales que lo circunscriben. Tratándose de un pensador, por ejemplo, adjuntará datos
biográficos, epocales, políticos, culturales, religiosos con la pretensión de que ellos (por sí
mismos y por sí solos) expliquen determinada tarea especulativa”.

Lejos de los dos tipos de pensamientos deformadores descriptos, Casalla afirma


que el ejercicio crítico filosófico consiste en “situar un pensamiento comprendiéndolo
dentro de aquella estructura histórica en relación con la cual se expresa y dentro de la
cual adquiere su especificidad”. Pero esa estructura nunca se da a priori ni junto al hecho;
antes bien, será entrevista como el horizonte de sentido contra y a partir del cual opera un
determinado pensamiento o actividad.
Para Casalla el pensamiento crítico- filosófico es un determinado modo de la praxis
que se caracteriza por afirmar y negar a la vez el espacio histórico- vital dentro del cual se
comprende. Utilizando un término sartreano muy adecuado para este caso, dice que todo
pensamiento es un PROYECTO; es decir un intento siempre renovado de comprender
(trascendiendo) determinada situación de origen. Al pensamiento crítico- filosófico
“positividad” y “negatividad” lo califican por igual. “Negativo” respecto del punto de
partida, será siempre “positivo” en su despliegue hacia el acontecimiento que pretende
hacer nacer. Y la originalidad de la tarea especulativa se juega en eso: en esa
“trascendencia” respecto del origen. Se trata de un llamado de la Nada hacia el Ser. “Mas
si esto es el discurso auténtico (un doble movimiento de afirmación/negación), la
“situación” es también ambigua. Es lo dado -en cuanto matriz y punto de partida- mas
también lo por alcanzar. Y en esta ambigüedad dialéctica se construye la Historia y el
pensamiento se reencuentra con ella”. En ese reencuentro en la “situación” encuentra
cabida la posibilidad más auténtica del discurso filosófico y su posibilidad latinoamericana.

En tercer lugar, en un orden de aproximación a la experiencia de filosofar,


recurrimos a Martin Heidegger (1990). Este filósofo alemán dice que definir la filosofía en
una fórmula general que recolecte (pero diluya) las diferentes definiciones que
históricamente se han dado de ella puede sin duda ser una tarea de erudición quizá
valiosa. Pero nos dice también que por ese camino no llegaríamos nunca a una auténtica,
legítima respuesta a la pregunta: “¿Qué es eso de la Filosofía?”. En efecto, porque la
respuesta sólo puede ser una respuesta filosofante que, como respuesta, filosofe en sí
misma: eso solamente sucede cuando filosofamos, es decir, cuando entablamos un
diálogo crítico con los/as filósofo/as. Es en la experiencia del filosofar mismo donde se
responde, filosofando, la pregunta por el quid de la filosofía. Porque no se trata de
verificar y describir lo que afirman u opinan los/as filósofos/as, más bien se trata de
discutir con ellos/as, discutirles lo que dicen, aquello de lo que hablan, apropiándonos de
lo transmitido pero al mismo tiempo transformándolo. Es una tarea de destrucción que
suprime y deja de lado los enunciados exclusivamente históricos sobre la historia de la
filosofía para abrir nuestros oídos a lo que se nos comunica como Ser del ente; eso nos
remite a los orígenes y al destino de nuestra tradición filosófica, en un corresponder con la
experiencia griega del lenguaje como logos; precisamente “nuestro diálogo (…) quisiera
preocuparse por disponer a todos los que forman parte en él para una reunión, en la que
seremos interpelados por lo que llamamos Ser del ente”.
En cuarto lugar, en otro orden de aproximación que podemos llamar histórica,
Chatelet (2000) se pregunta “¿no es hora acaso de comprender (por lo tanto de
reconocer), que en el fondo toda filosofía pasada siempre estuvo más o menos vinculada
al discurso del amo y que, de resultas, nuestros ancestros filósofos, pese a algunos
despropósitos, no hicieron más que expresar (si no repetir, amplificar) ese discurso
magistral?” lo que nos lleva a preguntarnos por el sentido de nuestra relación con el
pasado. No se trata de recurrir a la autoridad de quienes filosofaron para legitimar un
estado de cosas existente; por el contrario dar la voz a quienes nos precedieron en el
ejercicio de filosofar tiene como finalidad producir “una desmitificación de los discursos
actuales del poder”. Se busca un cuestionamiento del uso actual de los conceptos allí
donde éste queda escamoteado y no se lo reconoce como lo que es: un haz de
preguntas, en ningún caso una respuesta. Sin duda la filosofía no es una esfera autónoma
de la historia de las sociedades y de sus transformaciones, y ha llegado a cumplir un
papel político destacado. No existen filósofos y filósofas que no hayan intervenido en la
realidad, y siempre participaron de algún modo en la transformación del mundo. En todo
caso “la referencia al pasado posee esa virtud de obligarnos a reflexionar acerca del uso
que hacemos de cierto tipo de vocabulario (…) nos permite pensar nuestra actualidad (y
quién sabe: imaginar nuestro futuro) a través de lo diferencial”. De resultas que no se trata
de construir una historia de la filosofía eternista, ecléctica o “progresista”: la filosofía
desencadena una serie de debates, se plantea problemas que le son específicos:
problemas de coherencia interna entre los enunciados filosóficos, pero también del modo
en que esos enunciados se integran en los problemas políticos, a planteamientos que
responden a luchas políticas reales: “El filósofo no es un portavoz, o un ‘reflejo’, su
discurso lo transforma en un político activo cuyas intervenciones marcan las luchas que le
son contemporáneas, pero también las luchas ulteriores”. Y es el pasado el que pone a
nuestra disposición instrumentos teóricos de lucha gracias a los cuales podemos
comprender e intervenir en situaciones de nuestra actualidad.-

Bibliografía
-CASALLA, Mario (1977) “Aproximación y diálogo con Heidegger desde nuestra peculiar situación
histórica”, en Crisis de Europa y reconstrucción del hombre, Bs As: Castañeda.
-CHATELET, Francois (2000) “El problema de la historia de la filosofía hoy día”, en Dominique
GRISONI (comp.) Políticas de la filosofía, México: Fondo de Cultura Económica.
-HEIDEGGER, Martin (1960) ¿Qué es eso de la filosofía?, Bs As: Sur.
-MERCADO VERA, Andrés (1984) “El sentido de la filosofía hoy en la Argentina”, en Primeras
Jornadas de Filosofía del Litoral.

Das könnte Ihnen auch gefallen