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La felicidad social

 R Renny Yagosesky

  01.03.2007

  4 minutos de lectura


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La infelicidad social es un estado que salta a la vista. Basta salir a la calle y mirar
a los ojos, para notar los rostros severos, las palabras agrias y las conductas
agresivas. ¿Qué factores influyen o determinan en la felicidad de una sociedad?
Creo que son, en esencia cuatro, que paso de inmediato a mostrar y analizar. Siga
leyendo.

Una vez escribí que la felicidad no es un regalo, sino una conquista de la


inteligencia y la conciencia. Hoy lo reafirmo para referirme al tema de la felicidad
social, que entiendo como una suma de logros y bienestar generados por un grupo
humano diverso que comparte insospechadamente, deseos intereses y
necesidades comunes.

La búsqueda de la felicidad se ha visto siempre como un fenómeno individual, algo


que cada persona anhela y persigue, y a lo que puede acceder si piensa o ejecuta
acciones determinadas. Hoy, con lo que sabemos sobre política, física y
espiritualidad, podemos afirmar que la felicidad individual podría depender más de
lo imaginado de la felicidad social, pues todos estamos relacionados y nos
afectamos mutuamente a cada instante, lo sepamos o no. La programación de una
televisora modifica los valores del hogar; la decisión de un presidente une o
desune a un país, lo que dice en clase un profesor lleva a los alumnos a tomar
decisiones en su futuro. Estamos tan cerca que invertimos miles de horas para
ganar la aceptación de los demás.

Ahora bien, si podemos convenir que esto es así, si es cierto que debemos pensar
en la felicidad social pues ella influye en nuestra propia felicidad, qué elementos
debemos atender, revisar o promover para crear ese estado de plenitud grupal?
Propongo aquí cuatro elementos como punto de partida, como primer peldaño de
discusión y de trabajo: paz, libertad, justicia y prosperidad, los cuales paso a
revisar someramente, para estimular la reflexión acerca de ellos.
Paz: No hay felicidad sin paz. La paz es el terreno que hace posible la convivencia
ciudadana, la cual, por cierto, se construye sobre la base de la armonía vincular.
Esto no llega espontáneamente, sino que requiere de una estructura de valores
promovidos por los grandes centros sociales de formación, como lo son: la familia,
la escuela, los medios de comunicación y la empresa. Desde allí se construyen
paradigmas de tolerancia, respeto, integración, solidaridad, negociación y
compasión, como fórmulas que rompen desde adentro, y no por imposición
artificial o decretada, las tendencias humanas al egoísmo, la codicia, la envidia, los
celos, la avaricia, que si bien no desaparecen, dejan de ser estimulados y
premiados. Ese es el origen de la paz social.

Justicia: La justicia lleva a la paz. La justicia, entendida como la posibilidad de dar


a cada quien lo que ha ganado o lo que merece por su esfuerzo y su talento.
Aunque resulta subjetiva la medición de esos méritos, las sociedades desarrollan
parámetros en los diversos ámbitos de la realidad: como en los casos del estudio y
el trabajo, principalmente. También me refiero aquí a la justicia reglamentada,
normada por las leyes de cada país, que deben ajustarse a la idiosincrasia y a las
necesidades reales de la población, considerando el tiempo y el escenario donde
transcurren las vidas de los pobladores.

La felicidad social demanda el cese de la impunidad, el rescate de una moral


adecuada, ajustada a los tiempos, que premie y sancione, que fije los parámetros
de lo permitido, lo tolerable, lo negociable, y lo prohibido, intolerable y no
negociable. En esto, el papel de la autoridad como regente y modelo resulta
fundamental, pues los actos tienen más peso que las palabras, y la letra, el
reglamento escrito, queda pasmado, inviable y moribundo ante el enorme poder
de un mal ejemplo.

La libertad: La libertad es, en esencia, la capacidad adulta y voluntaria de elegir


entre opciones. Ella es, después de la vida, el derecho más preciado por el ser
humano. Aunque muchos parecieran optar por la esclavitud tranquila, por
privilegiar la seguridad y la supervivencia antes que volar libremente, vivir así no
es más que una pose, un autoengaño derivado del temor y la ignorancia.

La conciencia de elegir y el lenguaje para expresar las preferencias, son dos


potenciales que nos hacen verdaderamente humanos. La libertad, claro está, debe
venir aparejada con respeto y responsabilidad, pues cada elección crea un destino
y afecta a otros. Mi aire es tu aire, mi tierra es tu tierra, mi sol es tu sol. No hay
paso que no deje huella, no hay semilla que no arroje un fruto, no hay noche que
no traiga un día.

La sociedad que restringe las libertades o las condiciona a la sumisión ideológica


o política, abre la puerta del infierno, de la rebeldía y la resistencia, pues nada
puede frenar el brote del talento ni el empuje de la excelencia, que desea alzarse
al final sobre toda mediocridad. Eso es humano y así lo muestra la historia que
nos ha llevado de la Edad de Piedra a la Mecánica Cuántica. Debe haber
regulación consensuada, no abuso de poder, para crear una auténtica felicidad
social.
La prosperidad: La prosperidad es la consecuencia del trabajo inteligente,
sostenido y ecológico. Crear prosperidad, implica generar recursos abundantes
para el disfrute propio y ajeno. La gente que prospera reúne cualidades
particulares: Algunas de ellas, son: Conciencia de los recursos disponibles y
limitaciones por superar, creatividad para el uso adecuado de esos recursos,
confianza en la posibilidad de alcanzar sus sueños, iniciativa audaz para ir tras lo
no hecho, disciplina para sistematizar el esfuerzo y voluntad indoblegable para
llevarlo a buen término.

La sociedad que desea prosperar debe generar oportunidades de desarrollo,


estimular la libertad de iniciativa y el pensamiento pionero que busca dar un paso
más. Debe, igualmente, valorar en alto grado la producción, la negociación justa,
el ahorro y la inversión. Siempre en un contexto de valores humanos que
prevenga la deshumanización y la prevalencia del dinero por encima del ser
humano.

Con estas cualidades, paz, libertad, justicia y prosperidad, como norte vital de lo
cotidiano, avanzaríamos sin lugar a dudas, hacia una sociedad cada vez más
justa, vivible, productiva, libre y por tanto mucho más feliz. Gracias por leerme.
www.laexcelencia.com

Mi frase de la semana: «No puede abogar por la igualdad entre todos, quien se
asume superior a todos»

Información suministrada por

https://www.gestiopolis.com/la-felicidad-social/

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