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Características de un Siervo de Dios

Hoy quiero que reflexionemos por un momento en lo que la Palabra de Dios dice en cuanto a
aquellos que están en liderazgo en la iglesia de Cristo.
Sé que hoy día hay muchos hombres quienes se hacen pasar por líderes de la iglesia,
quienes logran entrar a cargos altos y abusan de su autoridad, provocando daño. Esto ha
causado desconfianza en nosotros y hemos quedado lisiados, sin deseos de volver a confiar en
algún líder que se hace llamar a sí mismo “siervo de Dios”. Pero no debemos sorprendernos
porque Dios nos ha advertido en cuanto a estos falsos maestros y profetas y nos ha dado la
clave para detectarlos. En 2 Pedro 2:1, dice:

“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos
maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al
Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina.”

Solo este pasaje nos indica dos características de los falsos maestros:
 Introducirán encubiertamente herejías destructoras, y
 Negarán al Señor que los rescató.

Podríamos pasar mucho tiempo estudiando cada una de las características que la Biblia
nos da en cuanto los falsos maestros, la manera en que trabajan, las doctrinas que enseñan,
etcétera. Tal vez nos preguntamos, ¿Cómo es que el Señor permite que este tipo de hombres
entren a la iglesia? ¿Cómo es que el enemigo logra ganar tanto terreno? Pues,
lastimosamente, Satanás en su astucia logra hacer su trabajo en medio nuestro.
Pero hoy quiero que nos enfoquemos en por lo menos dos características que tiene un
verdadero siervo de Dios. Antes de poder descubrir aquello que está en error, debemos estar
firmes en la verdad. La manera en que entrenan a aquellos que trabajan con dinero en los
bancos de Estados Unidos es dejándoles examinar por mucho tiempo los billetes verdaderos.
No los hacen estudiar los billetes falsos, sino los verdaderos, porque así cuando tienen un
billete falso en sus manos, lo reconocerán de inmediato.

Vayamos por un momento a Juan 1:6-8.


“Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio,
para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz,
sino para que diese testimonio de la luz.”

Lo primero que observamos en esta descripción de Juan el Bautista, es que era un


hombre. Esto nos habla de su:

1. LIMITACIÓN, “Hubo un hombre”. (Su humanidad) Y en esa corta frase tenemos una
descripción de todos los siervos de Dios. Juan no era un ángel; no era ninguna criatura
sobrenatural; no era ningún emisario superdotado enviado del trono de Dios. Dios ha
dispuesto que los hombres, a pesar de todas sus faltas y defectos, sean los canales a
través de los cuales se proclame a los demás la Palabra de Dios. Mejor hubiera sido que
hubiese enviado ángeles a ministrar la Palabra, o que hubiese creado algunos emisarios
especiales para proclamar su mensaje. Pero Dios consideró adecuado escoger hombres
con todas las imperfecciones y las propensiones y características de otros seres humanos.
Recordemos que nuestros líderes son hombres imperfectos al igual que tú y yo. Y esto
de ninguna manera justifica a aquellos que obran mal. Pero recordemos que tampoco es
nuestro trabajo juzgarlos. Nuestra tarea y responsabilidad es recordar que son hombres.
Dios ha considerado adecuado usar a un hombre, y en muchas ocasiones, escoge a los
más débiles. I Corintios 1:26-29 dice:

“Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la
carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27sino que lo necio del mundo
escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios,
para avergonzar a lo fuerte; 28y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios,
y lo que no es, para deshacer lo que es, 29a fin de que nadie se jacte en su
presencia.
9
Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20Y si
hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
24
¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”

Hoy, la Palabra de Dios nos anima a pensar en nuestros líderes y orar por ellos. Si hay
alguna cosa de la cual nos aquejamos en contra de ellos, es momento para ponernos de
rodillas ante nuestro Señor y orar por esta situación.
Tal vez pensamos, Si él es humano como yo e igual de pecador que yo, ¿Por qué he de
escucharle? Es aquí donde entra la segunda característica:

2. SU AUTORIZACIÓN, “Hubo un hombre enviado de Dios”. Era un hombre, pero tenía una
dignidad dada por Dios. No es que sean necesariamente mejores que los demás, sino más
bien en consideración a su llamamiento celestial, merecen honor y respeto. Una investidura
y un llamado establecidos por Dios para él.

Aunque es un hombre imperfecto como nosotros, es a él a quien Dios ha escogido


para que me guíe. Y el hecho de que Dios le haya enviado y designado como mi líder,
merece nuestro respeto y apoyo. Me llamó mucho la atención la manera tan directa en
que habla la Biblia en cuanto al respeto de nuestros líderes. En I Samuel 26 leemos de
aquella vez cuando David perdonó la vida de Saúl:

“Entonces dijo Abisai a David: Hoy ha entregado Dios a tu enemigo en tu mano;


ahora, pues, déjame que le hiera con la lanza, y lo enclavaré en la tierra de un
golpe, y no le daré segundo golpe. 9Y David respondió a Abisai: No le mates;
porque ¿quién extenderá su mano contra el ungido de Jehová, y será inocente?
10
Dijo además David: Vive Jehová, que si Jehová no lo hiriere, o su día llegue
para que muera, o descendiendo en batalla perezca, 11guárdeme Jehová de
extender mi mano contra el ungido de Jehová.”

De igual manera se nos relata la manera en que María y Aarón hablaron contra Moisés.
“María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado;
porque él había tomado mujer cusita. 2Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado
Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová. ¿Por qué, pues, no
tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?”

Otra de las historias impresionantes de la Biblia, que nos habla de la manera como Dios
protege a sus siervos está en 2 Reyes 2:23-24
23 Después subió de allí a Bet-el; y subiendo por el camino, salieron unos
muchachos de la ciudad, y se burlaban de él, diciendo: !Calvo, sube! !calvo, sube!
24 Y mirando él atrás, los vio, y los maldijo en el nombre de Jehová. Y salieron dos
osos del monte, y despedazaron de ellos a cuarenta y dos muchachos.
Por un momento pensemos si no hemos aceptado la autoridad divina que Dios les ha
otorgado a nuestros líderes. Este es momento para pedir al Señor que nos perdone si
hemos errado en este asunto, y pedir su ayuda divina para honrar y respetar a nuestros
líderes, los cuales él ha llamado e instituido para nosotros.

Es interesante la manera tan específica en que el Apóstol Pedro, en su Primera Epístola


(5:5-11), habla de la sujeción de los jóvenes a la autoridad establecida por Dios:

5 Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros,
revestíos de humildad; porque:
Dios resiste a los soberbios,
Y da gracia a los humildes.
6 Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere
tiempo; 7 echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.
8 Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda
alrededor buscando a quien devorar;
9 al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van
cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.
10 Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después
que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y
establezca.
11 A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

Nuestra petición a Dios es que permanezcamos firmes en él, aún cuando no conocemos
todos los detalles en medio de la prueba. Que nos unamos a lo que él está haciendo en medio
nuestro, siendo sensibles a Su voluntad. Que recordemos que nuestros líderes son hombres
que necesitan nuestras oraciones, nuestro respeto y nuestra ayuda. Y que el Señor nos
perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. Amén.

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