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ISEGORÍA.

Revista de Filosofía Moral y Política


N.º 36, enero-junio, 2007, 239-260
ISSN: 1130-2097

Razón y pasión en Hume


(sobre la miseria de la Razón demostrativa)
YOLANDA RUANO DE LA FUENTE
Universidad Complutense, Madrid

«Echaste un velo de sombra sobre el bello mundo y vas creyendo ver, porque mi-
des la sombra con un compás» (Antonio Machado)
«Tengo para mí que las ilusiones son algo en cierto modo real, puesto que son in-
gredientes esenciales del sistema de la naturaleza humana dados por la naturaleza
a los hombres todos; de modo que no es lícito despreciar esas ilusiones como si
fueran sueños de un individuo; sin ellas, nuestra vida sería cosa bien misérrima y
bárbara» (Leopardi, Zibaldone di pensieri, I, 52)

RESUMEN. Este artículo pretende mostrar la ABSTRACT. This paper attempts to review
crítica de Hume a la tradicional oposición en- Hume’s criticism of the traditional confronta-
tre razón y pasión. Frente al modelo de razón tion between reason and passion. Against the
geométrica y de metafísica esencialista de model of a geometrical reason, Hume sug-
cuna platónico-pitagórica, Hume apuesta por gests another possible source of certainty
otra fuente de certezas «a la medida de lo hu- which is capable of overcoming the «miser-
mano», capaz de superar las «miserias» —li- ies» —limits and ideological excesses— of
mitaciones y excesos ideológicos— de esa that demonstrative and intuitive reason. There
razón demostrativa e intuitiva. En las cuestio- are no geometrical self-evidences in issues
nes de hecho y en la moral no hay autoevi- concerning facts and morality. Only a re-
dencias geométricas. Sólo un nuevo y más newed and wider concept of rationality is
amplio modelo de racionalidad será válido valid when thinking about those issues. Be-
para reflexionar sobre esas cuestiones. Junto sides mathematical reason and its absolute
a la razón matemática y sus certezas plenas, certainties, there would be another kind of
habría otra forma de certeza igualmente váli- equally valid, but much more useful certainty,
da, pero mucho más útil, que Hume descubre that Hume discovers as rooted in the senti-
arraigada en la dimensión pasional humana. mental dimension of human beings. Thus, he
Alumbra así «lo otro de la razón» en el inte- reveals «the other of reason» inside reason it-
rior de la misma, anticipando importantes self, foreseeing important ideas of contempo-
ideas de autores contemporáneos críticos de rary authors, who are critical with the ex-
la «razón carismática» moderna. cesses of the modern «charismatic reason».
Palabras clave: Pasión, razón geométrica, Key words: Passion, geometrical reason, be-
creencia, modernidad, racionalismo, empiris- lief, modernity, rationalism, empiricism, dog-
mo, dogmatismo, escepticismo, crítica de la matism, critic of metaphysic.
metafísica.

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NOTAS Y DISCUSIONES

1. Introducción: Autorreflexión crítica embargo, conservar de ella su talante


de la Modernidad dogmático. El objeto de crítica será pues
una razón reducida, entendida meramen-
Puede leerse a Hume como un destacado te como razón demostrativa e intuitiva,
crítico de una particular metafísica levan- como instancia destinada a lograr certe-
tada sobre el modelo de racionalidad ma- zas absolutas, esas certezas que resultan
temático-geométrico. El optimismo inge- del operar con idealidades matemáticas.
nuo de una razón deificada, ajena a la Una razón que falsea la condición huma-
condición humana, tanto como su carác- na, ensalza su dimensión especulativa y
ter ideológico, serían, desde esa lectura, desatiende su dimensión activa, es ajena
dos de los puntos medulares que permiti- a las necesidades pragmáticas, a la corpo-
rían vertebrar buena parte, si no la totali- ralidad y a la pasión, propias del animal
dad, del discurso humeano. Ahora bien, humano 4. No es de extrañar así que el
esa crítica de una determinada noción de L.II del Treatise mencione explícitamen-
«razón» —excesivamente restringida y te ese prejuicio, tan arraigado en toda fi-
buscadora de rigor matemático— que la losofía antigua y moderna, no menos que
modernidad impone, es emprendida des- en el sentir popular: «la eternidad, inva-
de las propias coordenadas modernas. riabilidad, origen divino de la razón»
Elabora Hume, en este sentido, una auto- frente a «la ceguera, inconstancia y false-
rreflexión crítica de la Modernidad. No dad de la pasión». Mostrar el carácter fa-
podía ser de otro modo en un represen- laz de esta afirmación que asegura la pri-
tante paradigmático del pensamiento macía de la razón sobre la pasión, será, en
ilustrado. El lema ilustrado, definido a la buena medida, su propósito. La razón
perfección por Kant como el arrojo a ha- autodivinizada será desvelada como
cer uso de la propia razón y a doblegar- fuente del error y sede también del fana-
nos a su legalidad, queda, sin duda, anti- tismo y de la intolerancia 5.
cipado no sólo en el espíritu, sino en la Por tanto, «ese nuevo comienzo desde
propia letra de Hume 1. Así en una carta uno mismo» apuntaba ya a un fin prefija-
anterior a la redacción del Treatise do: refutar la metafísica racionalista, de
(1734), dirigida al Dr. George Cheyne, corte esencialista, que al tomar el modelo
tras confesar el interés rector de todas sus matemático como modelo de racionali-
reflexiones, los asuntos morales 2, indica dad, identifica reductivamente la raciona-
haber descubierto el único modo adecua- lidad demostrativa e intuitiva —fuentes de
do de proceder en ellas: abandonar todo certezas absolutas— con «la» racionali-
prejuicio tradicional y personal y centrar- dad. No es sólo falso este «reduccionis-
se en el estudio de la naturaleza humana, mo», sino también ideológico. Estar asen-
de cuyo conocimiento todo enunciado tada en lo a-racional y ser refugio de lo
moral depende 3. irracional y, a veces, del horror, es la doble
Desde esa conciencia inaugural y «acusación» humeana a la metafísica, esa
autofundante, se insta a un «comenzar de metafísica dogmática que oficia de funda-
nuevo» desde uno mismo. En esto Hume mento especulativo de la autoridad reli-
no parecería distinto a cualquier autor giosa, supuestamente deslegitimada en
moderno, si no fuese porque él sitúa aho- una era secularizada como quiere ser la
ra ese prejuicio —que debe abandonar- Ilustración.
se— en la propia razón, en esa nueva au- Hume desvela, en este sentido, que el
toridad moderna que reemplaza a la tradi- modelo de racionalidad y de subjetividad
ción; pero que al hacerlo, parece, sin que la metafísica tradicional construye es

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NOTAS Y DISCUSIONES

un modelo falso. Y aunque como moder- dor de la autoridad religiosa y de sus in-
no e ilustrado Hume haga del sujeto la confesables fines. La fama de filósofo
instancia fundadora del sentido, subraya- ateo no le impidió a Hume exponer en
rá, con todo, dos cosas. De un lado, que boca de Filón su respeto por la verdadera
esa instancia constituyente de sentido es religión como respeto sentía también por
algo en sí mismo constituido. De otro, la verdadera metafísica: «Pero tan grande
que la razón misma lejos de ser soberana, es mi veneración por la religión verdade-
autotransparente y autónoma, se nutre de ra como lo es mi aborrecimiento de las
una pasión. El sujeto, refiere Hume una y supersticiones vulgares; y siento un pla-
otra vez, llega propiamente a ser sujeto cer especial, debo confesarlo, en llevar
fundante y regulador, esto es, llega a ser los principios de la superstición hacia el
«naturaleza» a través de la experiencia absurdo, y, a veces, hacia la impiedad» 6.
reiterada, del hábito. Descubre esto El empeño en desvelar el absurdo y hasta
Hume tras un análisis genético de ese su- la impiedad en estos discursos ideológi-
jeto-naturaleza; tal análisis le permite cos obedece al convencimiento de que
concluir que finalmente el mecanismo mientras «los errores en materia de filo-
que activa y constituye al sujeto como sofía son solamente ridículos, en materia
instancia legisladora, como «naturaleza», de religión son peligrosos» 7. Peligrosos
ocupa ese lugar tan despreciado por la tanto para el propio sentimiento religioso
tradición, ese lugar marcado con el nom- como para la convivencia pacificada. En
bre de lo «irracional». Hume no tiene este sentido, Filón concluía que no otra
más remedio que arruinar la asentada cosa que la impiedad resultaba precisa-
oposición entre razón y pasión. La arrui- mente del intento de Cleantes de raciona-
na teniendo en cuenta, en primer lugar, lizar las cuestiones de fe. Y añadiríamos,
que la tradición acuña un concepto de ra- no otra cosa que las guerras de religión
zón y de argumentación racional excesi- que asolaban Europa eran un buen ejem-
vamente restringido, estrecho y corto plo del uso ideológico de las creencias.
para abordar la esfera de los aconteci- Afortunadamente, «los hombres siempre
mientos y de la acción humana. Frente a derivaron y siempre derivarán sus senti-
ese concepto, elabora un nuevo concepto mientos religiosos de otras fuentes» dis-
de racionalidad más amplio y que de nin- tintas de los razonamientos metafísicos 8.
gún modo lucha contra pasión alguna: la La denuncia de Hume, por tanto, re-
argumentación racional sobre hechos y clamaba la separación de ciencia y creen-
acciones resulta de una pasión que opera cia religiosa como medio de preservar la
al modo en que lo hacen los instintos en dignidad de cada una de ellas. Pero su lu-
los animales. De este modo queda alum- cidez fue aún mayor. Atisbó algo que ha-
brado lo «otro de la razón» en el interior ría correr ríos de tinta pasando el tiempo, a
de la misma razón, como su raíz última, saber, que el origen último de esos peli-
tal y como harán después importantes au- gros y de esos reales males del exceso celo
tores contemporáneos conscientes de la racionalista estaba, en realidad, en la pre-
imagen excesivamente deificada de la ra- tensión de la Filosofía de lograr una obje-
zón moderna. tividad «deductiva» e «intuitiva» —esto
Por otro lado, el carácter ideológico es, «científica» u «objetiva». Cientificidad
de la metafísica parecía inquietarle a que, con todo, él mismo exigió para el
Hume especialmente. Fue testigo de que Treatise, en cuanto proyecto de una «cien-
el discurso racionalista muy a menudo ha cia de la naturaleza humana fundamento
devenido un puro instrumento legitima- de todas las demás». Él mismo podría pa-

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NOTAS Y DISCUSIONES

recer haber sucumbido a esas pretensiones nalismo occidental empeñada en acotar


fundamentadoras últimas, de no ser por- territorios inviolables de objetividad ple-
que las palabras finales de aquella obra de na, arribó a un único puerto demasiado
juventud, más allá del tono escéptico que insatisfactorio para ser el lugar de desti-
desprenden, pretenden en realidad mostrar no. Ese único lugar donde cabía lograr la
los absurdos, delirios y vaciedad a los que certeza absoluta buscada resultó ser el
desemboca una razón filosófica aferrada a ámbito de las relaciones de ideas; en él la
los criterios de cientificidad tradicional razón podía ciertamente analizar, orde-
(defendidos a la perfección por Descartes nar, deducir y extraer un conjunto de con-
y Locke). Pero esas palabras finales no clusiones que además de tener un campo
fueron bien entendidas ni en su tiempo ni de aplicación limitado, eran tan ajenas y
después por la mayoría de sus intérpretes, extrañas a las informaciones del sentido
que —a mi juicio— sobrevaloran el tono común como inoperantes para el sujeto
escéptico de esas palabras y pierden de corriente, para ese sujeto que además de
vista su verdadero sentido. Quizá fuera calcular, clasificar, deducir e intuir con
esta incomprensión una de las razones por certeza objetiva, deliberaba, actuaba,
las que Hume llegó a renegar en su madu- sentía y quería. Para estos últimos me-
rez de ese espléndido escrito de juventud. nesteres, Hume mostró que no son el
Sea como quiera, esa obra mostraría, se- cálculo y la deducción las adecuadas,
gún la hipótesis aquí barajada, el mal que sino otra instancia tradicionalmente des-
afectaba al conjunto de la filosofía tradi- preciada por su irracionalidad: el senti-
cional, y que —en un lenguaje protoniets- miento de creencia, formado a través del
cheano— Hume describió así. Es un he- hábito con el concurso de la (denostada
cho —quizá el de la entera historia de la por arbitraria) «imaginación». En aras de
metafísica— que cuando la razón quiere la certeza plena, por tanto, el rumbo de la
abarcarlo todo, «nada» queda en pie. O, de nave racionalista, empeñada en sus obje-
otro modo: cuando la «arrogante» razón tivos, bordeaba el delirio —filosófico,
humana cree que nada es demasiado difí- cuando no político. Ante ello, el filósofo
cil para ella, «profana los más íntimos escocés invita a tomar conciencia de que
santuarios de todo templo». Hasta el punto eso que la tradición ha llamado «razón»
de que al adentrarse persiguiendo objetivi- es en realidad mucho más ciega de lo que
dad en todos los terrenos, se topa con la se cree, debido a su vaciedad de conteni-
nada como fundamento, con el escepticis- do, más inútil e insensible, por su forma-
mo y el fin de la reflexión filosófica. lidad y, por ello mismo, deviene a menu-
Desplazar a la razón teórica para de- do inhumana cuando se la aplica a los
jar paso a la creencia es una constante en asuntos práctico-morales y políticos. No
Hume. O, mejor, asentar la misma razón parece que podamos obtener (ya) la obje-
teórica en el espacio de la creencia, que a tividad deseada sobre estos asuntos del
su vez queda fundada en el hábito, en la máximo interés que impulsaron la nave
experiencia reiterada y en el poder crea- rumbo a descubrir la ciencia general
dor, poiético de la imaginación. Ésta es siempre anhelada 9.
una novedosa idea de consecuencias nada Veamos antes de volver sobre estas
despreciables para los afanes fundamen- ideas —que parecen anticipar ciertas in-
tadores-cientificistas de la metafísica tra- tuiciones básicas de grandes críticos de
dicional. De alguna manera Hume alum- los excesos del racionalismo occiden-
bró en este sentido —permítaseme usar tal— cuál es el estatuto epistemológico
estas imágenes— que la nave del racio- de la Metafísica criticada por Hume.

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NOTAS Y DISCUSIONES

2. Génesis de la Metafísica las partes, pero con una aparente eviden-


racionalista: entre la autotrascendencia cia en el todo», «esto es lo que se encuen-
y la pura ideología tra por doquier en los sistemas de los
filósofos más eminentes» 12. No se trata
Hume inicia el Treatise y la primera entonces de que sus teorías sean falsas; es
Enquiry con el reconocimiento de un he- que ni siquiera puede atribuírseles el va-
cho de su tiempo (pese a ser más bien un lor de verdad o falsedad. Son carentes de
tópico recurrente en la historia de la filo- significado, sin más. Incumplen los re-
sofía desde Aristóteles hasta nuestros quisitos mínimos de un discurso con sen-
días): el descrédito de la metafísica. Se tido 13.
conviene en hacerla la fuente inevitable Pero ¿de dónde surge ese discurso
del error y de la ausencia de certeza, a carente de sentido, esa pura retórica in-
juzgar por las interminables disputas en conclusa? La respuesta es doble. De un
las que se desenvuelve 10. Disputas resul- lado, de la propia constitución autotras-
tantes de un diálogo infructuoso —diría- cendente de la razón, de su insoslaya-
mos— entre el escepticismo y el dogma- ble querencia a escudriñar «objetos
tismo, pues en ellas, unas veces de todo demasiado grandes», objetos que se le es-
se duda, como «si todo fuera incierto», y capan a sus potencias, porque éstas no
otras se disputa con la más firme de las están hechas para ellos, «a pesar —añade
convicciones, «como si todo fuera cier- Hume— de que requerirían (por su im-
to» —dice Hume en la Introducción del portancia) más que ningunos otros, el que
Treatise. Estériles controversias éstas, nuestra mente estuviera familiarizada
cuya aparente resolución cae del lado de con ellos» 14. Pero lo cierto es que «nues-
la elocuencia, no de la «razón» 11. El re- tro aparejo (line) es demasiado corto para
sultado de todo ello no puede ser sino la sondear tan inmensos abismos» 15, y que
ausencia de progreso, el hecho de que la nos sentimos ante esos objetos como «fo-
mayor parte de los problemas importan- rasteros en un país extraño» 16. Es decir,
tes que pueden ponerse ante el tribunal de en él todo nos resulta ininteligible, todo
la razón, siguen como el primer día: su- se nos vuelve «un problema» donde no
midos en la más oscura ignorancia. hay tal, porque el único problema es la
¿A qué atribuir este mal de la Metafí- pura falta de adaptación en cuanto esos
sica? Que la Metafísica se haya ganado el forasteros que somos en el extraño país
mayor de los descréditos se debe a que no de la Metafísica. El «mal» metafísico en-
es propiamente ciencia (properly scien- raíza pues en el autorebasamiento de la
ce), no se ajusta a los requisitos episte- razón de sus límites constitutivos, en el
mológicos de lo «científico». El cientifi- afán de una razón «vanidosa» que sosla-
cismo, la aplicación de los cánones de yando su condición «humana», se sume
normatividad científica a la filosofía, es en el más infructuoso de los delirios (filo-
el criterio básico —como tónica de la his- sóficos) y no puede sino generar «sofiste-
toria de Occidente— para aceptar o re- ría e ilusión» (sophistry and illusion) 17.
chazar la Metafísica. Y en este punto, Pero el sinsentido del discurso metafí-
Hume parece ser un ejemplo más de la sico tiene otra causa —decíamos—: la
misma voluntad de objetividad. «Princi- «astucia», el artificio de las supersticiones
pios asumidos confiadamente» (taken populares (the craft of popular supersti-
upon trust), sin fundamento sólido, «con- tions). Ahora ya no es sólo que la metafí-
secuencias defectuosamente deducidas» sica caiga en el error por su deficiencia
a partir de ellos, y «falta de coherencia en epistemológica, sino que es pura ideología

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legitimadora del dogmatismo religioso bito de pensar a cuestiones en las que no debe-
tradicional. El atuendo revelado ya como ría ejercitarse» 20.
«pseudocientífico» sirve también de asilo La metafísica aquí sancionada es
a un desfundamentado discurso religioso aquella que pretende fundamentar racio-
que lucha por recuperar su perdido lugar nalmente —desde una determinada con-
como instancia legitimadora, en un mun- cepción de la razón, como vemos— todo
do que pretende afianzar su seculariza- orden de conocimiento y de acción: la
ción. Resume Hume así: metafísica racionalista, de cuna platónica
Realmente, aquí reside la objeción más y cartesiana. Tiene en mente Hume a los
plausible y justa a una parte de la metafísica: intelectualistas morales y a todo intento
que no es propiamente una ciencia, sino que de justificar racionalmente la religión y la
surge, bien de los esfuerzos estériles de la va- moral (Clarke o Wollaston y el mismo
nidad humana, que penetraría en cuestiones Locke 21); a todos aquellos que coinciden
completamente inaccesibles al entendimiento, «en afirmar que la moralidad como la
bien de la astucia de las supersticiones popu- verdad se discierne meramente por medio
lares que, siendo incapaces de defenderse a sí de ideas, por su yuxtaposición y compa-
mismas sobre adecuados fundamentos (fair
grounds), levantan estas zarzas enmarañadas
ración» 22. Lamenta también Hume la
(intangling brambles) para cubrir y proteger construcción de una ciencia no formal,
su debilidad» 18. como la moral, sobre relaciones eternas e
inmutables, «tan invariables como cual-
Repárese en dos ideas expresadas en quier disposición acerca de la cantidad y
el texto que permiten avanzar nuestro ra- el número». Para Hume, la razón «aban-
zonamiento. Se dice en él algo ya al me- donada a sí misma», al puro operar de sus
nos apuntado: que el absurdo del discurso solos principios 23, a su dimensión analí-
metafísico resulta de un abuso lingüísti- tica y deductiva es mucho más frágil, cie-
co. O, mejor, que son esas «zarzas enma- ga y limitada de lo que se cree, menos au-
rañadas», la «oscuridad de las ideas y la tárquica y más pasiva de lo que se presu-
ambigüedad de los términos» las que pro- me. Y cuando se aleja además de la
ducen «la ilusión» de un discurso 19. De experiencia de la vida corriente, de la
ahí que Hume encare la crítica de la razón práctica humana, es proclive a la contra-
metafísica desde una particular teoría del dicción, al fanatismo y a la intolerancia,
significado. Pero además el texto delimi- según ya sabemos. Pero en cualquier
ta «una parte de la metafísica» como la caso, ésta no es más que una parte de la
carente de significado. ¿Cuál es esa espe- metafísica. Hay otra: la que Hume pre-
cífica metafísica fuente del error, allende tende fundamentar. Un nuevo tipo de me-
el entendimiento, carente de significado, tafísica crítica y útil. Crítica de la metafí-
infructuosa y cobijo de superstición? Sir- sica sofística (pura retórica sin significa-
van las palabras de Filón contra «el argu- do) e ideológica (falsa y adulterada). Y
mento ontológico» como respuesta: útil (y placentera) en un doble sentido. En
la medida en que al «desenmascarar» el
«(...) el argumento a priori ha sido pocas fondo ideológico de la metafísica dogmá-
veces considerado como algo muy convenien- tica, impulsa la ilustración a la que el pro-
te. Ha tenido éxito entre gentes orientadas a la pio Hume se encomienda. Y en cuanto
metafísica y acostumbradas a los razonamien-
tos abstractos. Estas gentes, habiendo encon-
cumple, por añadidura, una básica fun-
trado en el estudio de las matemáticas que el ción vital.
entendimiento llega frecuentemente a la ver- La filosofía es, en efecto, insoslaya-
dad negando las apariencias y transitando por ble. Responde, como veremos, a una pa-
las tinieblas, han trasplantado este mismo há- sión, instinto o tendencia natural de la

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subjetividad humana a «autotrascender- dición, comporta la rigidez y vacuidad


se», entendiendo por esta autotrascen- del formalismo matemático. Y aunque a
dencia el impulso a ir más allá de lo in- esa razón geométrica se le supone al ser-
mediatamente presente a los sentidos y a vicio de la vida —porque por ella surge y
preguntarnos por los principios generales trabaja—, acaba conformando, quizá a su
explicativos de lo que acontece. Tal im- pesar, un mundo de idealidades matemá-
pulso está tan arraigado «naturalmente» ticas ajeno por completo a la realidad ex-
en nosotros que resulta ser la base de la perimentada del hombre corriente, un
creencia en la regularidad de los aconte- mundo extraño que llega incluso a con-
cimientos, de la anticipación del porve- tradecir el sentido común, mucho menos
nir y, en suma, del conocimiento del mun- amigo de las abstracciones formales. La
do y de la actuación en él. En cuanto su- solución al «mal» que aqueja a la metafí-
jetos de acción, la filosofía es pues algo sica no es, por tanto, negarla —pues sin
imprescindible para el desenvolvimiento ella nuestra vida sería sin duda bárbara y
de la acción misma. Es una herramienta mezquina si es que finalmente pudiera
de la naturaleza animal humana dispuesta ser posible la vida humana—, sino elabo-
a asegurar satisfactoriamente la vida de rar una nueva, esta vez, fundada en el co-
los agentes. «Lo que llamamos filosofía nocimiento de «la verdadera condición
—dice Hume— no es otra cosa que una humana». Sólo una fuerte dosis de «pere-
operación regular y metódica de la mis- za» (indolence)» (dice en el Treatise) o
ma especie» que se pregunta por los prin- de «cobardía y falta de juicio» (cowardi-
cipios generales explicativos de la con- ce and folly) 26, podrían conducir al es-
ducta y de los razonamientos (...), que cepticismo. Pues «más fácil es evitar
«filosofar ... no es nada esencialmente di- todo examen e investigación que saber
ferente de razonar acerca de la vida co- controlarnos en una inclinación tan natu-
mún»(...). Y que «todo el mundo, incluso ral (in so natural propensity)» 27. Más fá-
en la vida cotidiana, se ve obligado en cil es despreciar la filosofía que ejercer
mayor o menor medida a profesar esta fi- su crítica y ponernos en guardia contra
losofía» 24, si por ella se entiende «la los «extravíos» y «desmanes» que prota-
aprehensión de principios generales ex- goniza cuando dirige su mirada «más allá
de los asuntos humanos» hacia objetos
plicativos» 25.
«que caen más allá de nuestras faculta-
Abandonar, por tanto, la filosofía así des» 28: cuando se empeña, en suma, en
entendida incapacitaría la acción y, con buscar absolutos. Precisemos en qué con-
ella, la vida misma. Pero encontramos siste esta nueva metafísica útil y humana,
que si bien es verdad que la filosofía res- proyectada por Hume.
ponde a esa capacidad de autotrascenden-
cia humana, también es verdad que esa
misma capacidad de autotrascendencia 3. La Filosofía moral: crítica
puede pervertirse y negar la vida misma. y fundamento de todo saber
En este punto, Hume parece adelantar el
discurso vitalista decimonónico. La ra- El giro subjetivista de la filosofía moder-
zón geométrica, repetirá muchas veces, na tiene como principio determinante de
es limitada, inflexible, inerte y nada vir- validación ya no el orden del ser sino el
tuosa cuando se aplica a los asuntos hu- orden del pensar 29. Ahora bien, ¿cuál es
manos. Justamente ello es así porque ga- ese orden del pensamiento? ¿No conclu-
rantizar la objetividad tal y como ésta ha ye Hume que ese orden del pensar, el or-
sido definida y reclamada por nuestra tra- den de la razón y su ley está finalmente

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sustentado en un prereflexivo orden sen- falsa y adulterada mediante el cultivo de


timental, pasional? ¿No quiebra Hume el una nueva «verdadera metafísica», cien-
afán cartesiano de separar radicalmente tífica, útil y placentera (pues «sacar la luz
el saber, como aquello que «el lumen na- de la oscuridad, por trabajoso que sea, ha
turale nos muestra», respecto del creer, de ser deleitable y producir regocijo» 32)
entendido como lo que «la naturaleza nos es, recapitulando, el objetivo de Hume.
enseña» y resulta de un cierto impulso es- La llamará «Ciencia de la naturaleza hu-
pontáneo? Parece evidente que así es. El mana» o «Filosofía moral» para distin-
filósofo escocés quiso, en efecto, mostrar guirla de la «Filosofía natural», a la que
que los juicios «racionales» acerca de lo dedicaron su tiempo autores tan admira-
que acontece descansan en un «oculto dos por él, como Francis Bacon y New-
impulso», en una operación que no repre- ton 33. Obvio es decir que se trata de un
senta lo que Descartes despreció como saber autoreflexivo, en el que el sujeto se
«ciego impulso», pero tampoco esos jui- hace objeto de sí mismo, cumpliendo así
cios resultan del lumen naturale, siempre con el imperativo délfico asumido en la
absolutamente certero. Tan empeñado es- Modernidad. El animal humano es el ob-
tuvo Hume en invertir la tesis cartesiana jeto de esta nueva metafísica, si bien en
acerca de este asunto, que llegó a nom- su doble dimensión, teórica y práctica.
brar la razón como «un poderoso y ciego Frente a visiones reduccionistas, Hume
instinto» 30, desafiando el lenguaje del fi- exige abordar el ser humano en su llama-
lósofo francés y desdibujando su nítida da vertiente teórico-racional (en cuanto
distinción entre el saber y el creer— una ser guiado por los principios del entendi-
nítida distinción de amplia tradición filo- miento), pero también y sobremanera en
sófica y, digamos además, una distinción su vertiente activa y social (en cuanto
que oficia de garante de esa misma tradi- «influido en sus actos por el gusto y el
ción con pretensiones fundamentadoras sentimiento», procurando lo agradable y
sustantivas. Incluso el desafío va tan le- evitando el dolor 34). Así entendido lo
jos que muchas de esas pretensiones se humano, en su aspecto teórico-cognitivo
tambalean desde la inversión consciente y en su aspecto volitivo-activo —como
por parte de Hume de afirmaciones como veremos englobante del anterior—, la
éstas de las Meditaciones Metafísicas: «nueva ciencia-metafísica» aceptable
«Cuando digo que la naturaleza me lo en- tendría también una doble función: analí-
seña, entiendo sólo que cierto impulso espontá- tica y terapéutica, de un lado, y positiva o
neo me lleva a creerlo, no que alguna luz natural sistemática, de otro.
me muestre que es verdadero. Pero estas dos co- En el primer caso, esa «nueva cien-
sas son muy diferentes; pues todo lo que la luz cia» sería puramente crítica, una «teoría
natural me muestra, como, por ejemplo, que de
mi duda se sigue que yo soy, y cosas semejan- de los límites de la razón doblada de una
tes, no puede ser dudoso de ningún modo, por- teoría del «significado», superadora del
que no puede haber ninguna otra facultad en la «mal» metafísico y propedéutica de todo
que yo confíe tanto como esa luz, y que pueda saber. El «único remedio universal» para
enseñarme que esas cosas no son verdaderas; en liberar la filosofía de su falsa «apariencia
cuanto a los impulsos naturales, tengo advertido de ciencia y sabiduría» es aplicarnos en
que me han llevado a menudo a lo peor cuando el razonamiento preciso y riguroso (cien-
se trataba de elegir lo bueno, y no veo por qué tífico) sobre los poderes, facultades y
en otro asunto he de confiar más en ellos» 31.
operaciones del entendimiento 35.
Socavar, en cualquier caso, los «ci- Y también en la primera Enquiry lee-
mientos» (fundations) de la metafísica mos:

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NOTAS Y DISCUSIONES

«el principal obstáculo para nuestro per- natural, la religión natural o las matemáti-
feccionamiento en las ciencias morales o me- cas, cuanto las que se saben más cercanas
tafísicas es la oscuridad de las ideas y la ambi- porque expresamente se ocupan del hom-
güedad de los términos...; trataremos de fijar bre (de sus operaciones mentales —como
el significado preciso de estos términos y (así)
podremos alcanzar mayor claridad y precisión
la lógica—, de nuestros gustos y senti-
en sus razonamientos filosóficos de lo que mientos —como la crítica literaria, artísti-
hasta ahora hemos podido obtener» 36. ca y la moral—, o finalmente la política
—centrada en la vida en sociedad). Tanto
Aunando estos dos textos, la nueva unas como otras —escribe Hume— nada
metafísica se identificaría, en una de sus podrán decir «con certeza antes de que nos
partes, con un análisis crítico lógico-lin- hayamos familiarizado con la ciencia del
güístico, destinado a detectar discursos hombre» 40. Estamos ante el «sueño antro-
ideológicos y a-significativos. De conse- pológico» de Hume, ante el giro subjeti-
guir esta anatomía o «geografía mental» vista de la modernidad que él sabe llevar
y este análisis del significado de los tér- precisamente hasta sus últimas conse-
minos habríamos llegado ya muy le- cuencias y desvelar sus peligros, debilida-
jos» 37; tan lejos como llega el Libro I del des e incluso absurdos.
Treatise y la primera Enquiry, en los que Sólo hay un límite para este ambicio-
culmina la llamada «lógica», cuyo objeto so proyecto: el que impone la experiencia,
son «los principios y operaciones de «nueva base» (new footing) sobre la que
nuestra facultad de razonamiento y la na- habrá de levantarse «la nueva ciencia».
turaleza de nuestras ideas» 38. Como buen empirista, aplica al ámbito de
Pero la «nueva ciencia» pretende ade- la filosofía moral el método experimental
más ser un sistema de todas las ciencias que Lord Bacon (antes que Newton) había
particulares. En consonancia con el objeti- utilizado en su filosofía natural 41. Sigue
vo de la filosofía tradicional, persigue si así la estela de sus compatriotas Locke,
no un único principio —algo en lo que Hutcheson, Shaftesbury, Mandeville y
Hume desconfía—, al menos, un número Butler 42. Ajeno pues —con Bacon— toda
de principios generales de la naturaleza «anticipación del entendimiento» o —con
humana— («fuentes secretas»), que sir- Newton— a toda hipótesis, la experiencia
van de estructura básica de toda ciencia, será la fuente de autoridad inamovible de
de fundamento de toda certeza y saber 39. los principios buscados. Ir más allá de la
Tales principios generales quedan desve- mera descripción de esos principios, aten-
lados al estudiar el sujeto mismo que co- diendo a algo más que a sus efectos reales
noce, quiere, actúa y siente. Perseguirá así o a su puro funcionamiento fáctico; o, de
los principios del entendimiento (del razo- otro modo, perseguir el origen y causa úl-
nar riguroso); pero también de las pasio- tima de esos principios, ni puede ni debe
nes, sentimientos y de la conducta social: ninguna ciencia si no quiere caer en la
los principios, en suma, de lo humano en producción de quiméricos, cuando no
su completitud. Cierto que Hume socava ideológicos discursos 43.
una forma de saber; pero justamente para
cimentar en principio otra filosofía fun-
dante. Y así otorga «prioridad epistemoló- 4. La Filosofía como crítica del
gica» a «la filosofía moral» o «ciencia de lenguaje: una teoría del significado
la naturaleza humana». Porque toda cien-
cia depende de y remite a la naturaleza hu- Examinemos ahora esa esencial «parte
mana. Tanto los saberes aparentemente crítica» de la Filosofía moral o «Ciencia
alejados de lo humano como la filosofía de la naturaleza humana», mediante la

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NOTAS Y DISCUSIONES

que el apasionado y joven Hume está dis- condiciones de posibilidad del conocer o
puesto a derrumbar «los castillos en el pensar y las condiciones de posibilidad
aire» levantados por la Teología y la Me- del decir con sentido son las mismas, y
tafísica, y a casi desalojar las bibliotecas que, por tanto, el lenguaje no es más que
de Occidente con la quema de todo volu- un vehículo del pensamiento. Sin aban-
men que por no dedicarse a razonamien- donar la inaugurada gnoseología de ideas
tos sobre cantidad o número o sobre —como decimos—, pensar o conocer
cuestiones de hecho y existencia, no po- para Hume consiste simplemente en te-
dían contener sino sofistería e ilusión 44. ner ideas. Por su lado, el lenguaje es un
Hacemos este examen no tanto para ex- mero instrumento expresión del pensa-
poner la crítica humeana del lenguaje, miento, y el significado de un término
cuanto para rastrear el alcance y el senti- coincide con el pensamiento o idea que
do de la crítica humeana a la metafísica expresa. Un término carente de significa-
dogmática y, con ella, al racionalismo do sería, según esto, un término sin pen-
geometrizante. Sin duda esa parte crítica samiento, sin idea. No otro es el caso de
de la «nueva filosofía» es un momento la metafísica criticada: un conjunto de
concreto en el conjunto de la crítica del palabras sin significado, sin pensamien-
racionalismo moderno. A través de esta to. Esta sería una de las razones de su mi-
crítica queremos ir hilvanando una serie seria: ocuparse de problemas que en rea-
de ideas que matizan la posible interpre- lidad no lo son, porque son pseudocues-
tiones emergentes de una pura confusión
tación escéptica de Hume, (como la de
lingüística, de una «enmarañada jerga»
Laird, por ejemplo, y en tiempos de
(jargon) 46, «disfraz» de aparente senti-
Hume la de Thomas Reid y James Bet- do; pero, en realidad, simple flatus vocis.
tie), ya descolorida, por lo demás, desde Y ésta es, en fin, la razón (o sinrazón) que
un naturalismo (como el visto a partir de «obstaculiza el progreso de la filoso-
Kemp Smith o Mounce), y que permiten fía» 47: no decir nada que pueda resolver-
esbozar, frente a la tendencia racionalista se. Emitir una fórmula capaz de desenre-
monolítica y restrictiva, una distinta con- dar esa confusión lingüística —que nos
cepción de la filosofía y de la racionali- hace creer que pensamos o conocemos
dad humana más amplia, en paralelo a la cuando en realidad sólo proferimos soni-
amplitud del mundo y del ser humano. dos—, será la clave metodológica de la
La «Filosofía moral» en su dimen- crítica a la metafísica. Esa fórmula es el
sión crítica consiste —decíamos— en criterio de significado felizmente halla-
una analítica lógico-lingüística de las po- do: el principio de copia.
tencias, ámbitos, validez y límites del en-
tendimiento, definidora de lo propiamen-
te cognoscible y de lo expresable con La legalidad de la conciencia: último
sentido. Con un instrumental teórico criterio de significado
idéntico al de Locke y Descartes, una
gnoseología de ideas, hará el más «feliz Importa retener aquí que el criterio de sig-
de los descubrimientos»: «un criterio nificado determina la validez de todo pen-
universal de significado» con el que dis- samiento y discurso; que muestra lo im-
criminar la «pura palabrería sin sentido» pensable e indecible exponiendo las con-
y de pacificar el escenario de eterna con- diciones del pensar y del decir con
troversia habitual a la metafísica 45. Pero sentido. ¿En qué consiste ese criterio de
este descubrimiento descansa en el presu- significado? En la aplicación de ese pri-
puesto no cuestionado, a saber, que las mer principio general de la naturaleza hu-

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mana, nada despreciable —avisa Hume— da. El concepto de experiencia encierra,


pese a su aparente simplicidad: el princi- en este sentido, una extraordinaria com-
pio de copia como Noxon lo llama, o de plejidad según la cual el significado y la
derivación —como prefiere García Roca. validez del pensamiento y del lenguaje
Dice así:«Todas nuestras ideas simples remiten necesariamente a las leyes de la
proceden mediata o inmediatamente de naturaleza humana.
sus correspondientes impresiones» 48. No Reparemos en que la experiencia
son más que copias imitativas —no arque- está caracterizada por la «inmediatez»
típicas— de las impresiones 49, y en ellas (frente a la «receptividad», en el caso de
tienen su «causa» 50. De manera que cuan- Locke, concepto éste que garantizaba el
do «alberguemos cualquier sospecha de realismo). Y pensemos que las ideas son
que un término filosófico se emplea sin siempre derivadas, secundarias, resultan-
ningún significado o idea (como ocurre tes, por contraposición a las impresiones
con demasiada frecuencia), no tenemos de sensación que son originarias, no co-
más que preguntarnos de qué impresión se piadas de ninguna percepción preceden-
deriva esa supuesta idea, y si es imposible te. Son propiamente «inmediatas». Lo
asignarle una, esto servirá para confirmar que para Hume significa «innatas» en
nuestra sospecha» 51. Cierra así Hume la sentido estricto 54. Recordemos además
sec. VII de la Enquiry: «Toda idea es co- que la diferencia entre impresiones e
pia de alguna impresión o sentimiento ideas es la existente entre sentir y pensar,
(sentiment) precedente, y donde no pode-
y que aquél, el sentir, precede —de acuer-
mos encontrar impresión alguna, podemos
do con el principio de copia— al pensar.
estar seguros de que no hay idea 52.
¿Las razones de este sentir, de esas im-
No vamos a abundar en que al elabo-
presiones de sensación? «Surgen en el
rar Hume este criterio a partir de la des-
cripción de la legalidad del contendido de alma de causas desconocidas», responde
conciencia (sensaciones, pasiones, emo- Hume 55. Él no lanza hipótesis alguna
ciones, pensamientos), es el análisis psi- acerca de las «causas últimas» de ese
cológico el fundamento de la reflexión sentir. Son «perfectamente inexplicables
crítico-filosófica. Esto es un lugar común para la razón humana» 56. Resulta así que
en casi todos los comentaristas desde el la pieza clave de la que depende todo
mismo Husserl hasta Kemp Smith, Flew contenido de conciencia (pasiones, pen-
o Passmore 53. Lo que sí interesa repen- samiento, emociones y toda actividad en-
sar aquí es la complejidad del concepto tre ellas) permanece cerrada en sí misma:
de «experiencia», siendo ella el horizonte no remite a nada externo, al menos que
en el que una idea adquiere significado. podamos apuntar con certeza. La inme-
Ahora bien, «experiencia» y «legalidad diatez de la experiencia vuelve problemá-
de la conciencia» parecen constituirse a tico el acceso a un mundo de cosas exter-
través de una provechosa interacción. nas, y por lo mismo el significado de un
Porque para que la experiencia adquiera término no depende de «objetos» de la
su función fundante de significación ha experiencia. El significado no puede sino
de contar con otros principios que no es- remitir a la legalidad de la conciencia,
tán en ella, ha de dejarse «atravesar» una legalidad que en cuanto instancia
por los mecanismos asociativos de la na- constituyente de «la naturaleza humana»
turaleza humana. Paralelamente, la «na- ella es propiamente la fuente de todo or-
turaleza humana» deviene tal, esto es, den y sentido. Sin legalidad, «sin esos
opera como instancia legitimadora a tra- principios —subraya Hume— que son el
vés del influjo de la experiencia reitera- fundamento de todos nuestros pensa-

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mientos y acciones no podría hablarse de de lo que puede ser de otro modo, ajeno a
(naturaleza humana), si ellos desapare- la necesidad geométrica y al principio de
cieran, ella perecería y se destruiría in- no-contradicción: a la certeza absoluta,
mediatamente» 57. Que es entonces en pues. Para las cuestiones de existencia
esta legalidad que funda «naturaleza hu- quedaría reservada otra forma de conoci-
mana» donde radica el significado, pare- miento y otra forma de racionalidad por-
ce desprenderse de lo visto. Pero aún tadora de un grado de certeza también
cabe indicar que el criterio de significado distinto: el grado de certeza (no demos-
no es un principio lógico, sino una con- trativo) que acompaña a la reflexión
clusión extraída de la experiencia. Resul- sobre los acontecimientos y la acción
ta de una inferencia causal. De la obser- humana. Y, por tanto, el grado de certeza
vación de la conjunción constante entre de la mayor parte de las especulacio-
impresiones e ideas se infiere la necesaria nes filosóficas: aquellas que no se limi-
conexión entre ellas y la prioridad episte- ten a enunciados sobre la cantidad y el
mológica de las primeras sobre las segun- número.
das. Por tanto, el criterio de significado Haber dicho esto adelanta mucho ca-
remite, de nuevo, al análisis de los princi- mino en la crítica a la metafísica, pues en
pios asociativos de la naturaleza humana esta aparentemente simple delimitación,
y, más concretamente, a aquello que ex- queda ya implícita la crítica al racionalis-
plica la inferencia causal. Descubrir las mo dogmático, que pretende hallar certe-
leyes asociativas generadoras del discur- zas absolutas para un ámbito de objetos
so con sentido para poder de-limitar dón- en el que Hume establece su imposibili-
de radica el sin-sentido, será entonces el dad. Sin embargo, aún no contamos con
paso que nos toca dar ahora. las razones de esta imposibilidad. Sólo
Pero antes de ver qué tipo de leyes sabemos que las cuestiones de hecho son
asociativas le interesan a Hume, recorde- los objetos propios de una filosofía que
mos qué objetos componen el discurso tiene por objeto lo que acontece (no las
significativo. De la disección de ámbitos «relaciones de ideas»). A esto habrá que
y grados de conocimiento, Hume conclu- añadir la siguiente afirmación de Hume:
ye la existencia de dos únicos posibles que todo razonamiento acerca de las
objetos de la razón, correspondientes a «cuestiones de hecho» se funda necesa-
las dos únicas formas posibles de investi- riamente en las inferencias causales.
gación (de ciencia y de certeza). Las «re- Toda argumentación filosófica, «con ex-
laciones de ideas» (ámbito de las ciencias cepción de la geometría y la aritmética»,
formales) y las «cuestiones de hecho» tiene su fundamento en procesos inferen-
(ámbito de lo que acontece y de la acción ciales. La crítica al racionalismo dogmá-
humana). Para las «relaciones de ideas», tico es realizada así por Hume desde una
espacio del mero operar a priori de la ra- crítica de los fundamentos epistemológi-
zón, quedaría reservada la certeza abso- cos de la propia reflexión filosófica inte-
luta (demostrativa o intuitiva). Es senci- resada en los acontecimientos y en la ac-
llamente el terreno de las verdades de ra- ción humana. Sacar a la luz que toda re-
zón leibnizianas, de la necesidad, regido flexión filosófica sobre «realidades» se
y dispuesto por el principio de no-contra- funda no en la razón —la cual es idónea
dicción. En él, y sólo en él, puede hablar- para las idealidades matemáticas— sino
se de knowledge (conocimiento en senti- en una pasión, como veremos, hará tam-
do estricto). Diferente es el caso de los balearse el edificio completo de la meta-
acontecimientos. Estamos en el terreno física dogmática.

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5. El hábito como principio fundador caso de que el efecto estuviera contenido


«de» la Naturaleza humana en la causa. Pero ello comportaría aplicar
la categoría de «necesidad» demostrativa
Se sabe que Hume siguió a Shaftesbury, (exclusiva de las realidades matemáticas
Hutcheson y Butler en sus respectivos in- —relaciones de ideas—) al ámbito de lo
tentos de elaborar una doctrina del «sen- existente. Algo que Hume desestima. En
timiento moral» que renuncia a situar en los razonamientos sobre hechos, sabemos
la razón el fundamento de las distincio- ya, no rige el principio de no contradic-
nes morales. Pero Hume, que gusta llevar ción: cualquier efecto puede ser concebi-
las cosas hasta el final, concluyó que do a partir de cualquier causa. Así la ne-
también radica en el sentimiento el fun- cesidad de lo existente tal y como se da
damento de nuestros juicios sobre cues- no parece demostrable, pues no incurri-
tiones de hecho y existencia. Parte para mos en contradicción lógica cuando con-
ello de la tesis de que todo razonamiento cebimos que podría ser todo de un modo
acerca de cuestiones de hecho y existen- totalmente distinto a como en realidad es.
cia descansa en la inferencia causal, y Y aunque habría quien objetase que esta
muestra que el fundamento de dicha infe- dificultad radica simplemente en nuestra
rencia no está desde luego en la naturale- limitación para aprehender «las cualida-
za de las cosas, pero tampoco en la razón des últimas de los objetos», lo cierto es
ni tan siquiera en la experiencia, sino en que no parecemos precisar de una intui-
un principio subjetivo, llámese senti- ción esencial (insight) o comprensión ín-
miento o gusto mental (mental Taste) del tima de la esencia de los cuerpos 58, por-
ser humano. Una crítica desfundamenta- que de hecho realizamos inferencias cau-
dora de la idea de causalidad como la que sales y las realizamos con la validez
emprende Hume exige un análisis genéti- suficiente que requiere la acción. En
co de los procesos inferenciales tal y suma, en el examen de este faktum en-
como de hecho se producen. Hay que contramos que no es la razón demostrati-
precisar que la inferencia causal es pro- va la que permite conectar causa y efecto.
piamente «una relación asociativa natu- No es ella la que funda la inferencia.
ral» en la que la imaginación transita de Esta negativa a justificar racional-
una idea o percepción presente a otra que mente la inferencia causal viene dada por
está ausente. El poder de la imaginación el principio de atomización perceptiva
consiste precisamente en este «traer a es- (para Deleuze, primero y fundamental de
cena» algo nuevo que no está, en propia- los principios de la naturaleza humana
mente crear nuevos espacios de realidad que Hume ofrece), según el cual todo ob-
imprescindibles para que tanto la ciencia jeto separable es distinguible y todo obje-
como la acción humana sean posibles. to distinguible es también diferente 59.
Por contraste, en «las relaciones asociati- Cierto que «si todo efecto es totalmente
vas filosóficas», la imaginación tiene es- distinto a la causa» —dice Hume—, «la
caso papel. Es la razón la que relaciona mente nunca podrá descubrir el efecto en
dos ideas que están de hecho presentes. la supuesta causa». Y en caso de que se
Pues bien, tras examinar la génesis «hallara mediante representación a prio-
de la inferencia, Hume concluye la impo- ri», habría que sospechar su entera arbi-
sibilidad de justificar «racionalmente» la trariedad 60.
regularidad de la naturaleza sobre la que Desestimada la razón demostrativa
la inferencia descansa. Tal tipo de justifi- como fundamento de la inferencia casual,
cación racional sólo sería posible en el la pregunta gira hacia la experiencia.

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Pero la experiencia es una compleja no- periencia el fundamento de toda inferen-


ción en Hume, como indicamos. Ella cia; sólo ella permite vincular con
consigue su plena significación y autori- necesidad las percepciones en sí mismas
dad a través de la intervención de un separables y distinguibles. La inferencia
principio de la naturaleza humana: el causal es, por tanto, sentida y no pensa-
hábito. La experiencia es propiamente un da (ni experimentada). Resulta de una
«resultado». Así es: para que la «expe- determinación instintiva o de un senti-
riencia» pueda ser fundamento de nues- miento irrefrenable ocasionado por la
tras inferencias causales requiere de la in- costumbre; corresponde, en fin, a lo que
tervención de un principio —que no po- Hume llamó, justamente, una «relación
drá ser empírico, pues caeríamos en una natural».
petición de principio, ni tampoco a prio-
ri, pues quedaría desalojado del terreno
de los hechos, pero que deberá tener la 6. Reflexión y acción: puras funciones
misma legitimidad que tiene la razón de- vitales
mostrativa para los filósofos y la que tie-
ne la observación para el hombre corrien- Merece retener que el «fundamento de
te. Hume lo encuentra: es un principio nuestras conclusiones de la experiencia»,
«de» la «naturaleza humana universal- aquello que le otorga «autoridad», no es
mente dado y bien conocido por sus efec- proceso alguno del entendimiento, ni de
tos»: la costumbre. Se trata —decía- la experiencia, sino del hábito: de un
mos— de un principio capaz de convertir principio subjetivo que impulsa a la ima-
la experiencia en «fundamento» 61. Por sí ginación a trabar bajo firme regularidad
sola —repárese— la experiencia no ofre- lo que no son más que meras afecciones
ce más que sucesión y contigüidad, mera del espíritu, meras secuencias de percep-
conexión constante entre causa y efecto. ciones inconexas. Y que al hacer esto, el
No la conexión necesaria que precisa la hábito funda «naturaleza humana», es
inferencia. Sólo por la costumbre, la «na- decir, el espíritu deviene instancia orde-
turaleza humana» «saca partido de la se- nadora y donadora de sentido. Tenemos
mejanza entre objetos distintos», con- pues que la naturaleza humana es, a un
vierte en útil esa semejanza —dice tiempo, principio, fundamento, con res-
Hume—, y nos impulsa a suponer, a pecto a la experiencia y «principiado» o
creer con firmeza que «la naturaleza ac- fundado con respecto al hábito; que a la
túa con regularidad» y que «el futuro se vez es origen y resultado 62. Dice Hume:
conformará al pasado». Sólo entonces el «La naturaleza puede producir cierta-
orden se desencadena, se disipa el azar, la mente todo lo que pueda resultar del hábito.
desconexión e incomprensión de los Es más, el hábito no es otra cosa que uno de
sucesos; sólo entonces es posible el pro- los principios de la naturaleza, y ella deriva
ceso inferencial que afirma el mundo y toda su fuerza de ese origen» 63.
sus regularidades, que permite prever y, El porqué el «espíritu», el alma o la
lo que es fundamental, promueve la ac- mente ha de dar ese rodeo por la expe-
ción en él. riencia para constituirse propiamente en
Por simple que pueda parecer el co- «naturaleza humana», en instancia cons-
nectar con necesidad pasado y futuro, la tituyente y legitimadora, es algo que no le
razón jamás podría dar este sencillo paso compete resolver a Hume. Como buen
por sí misma. Ha de concluirse, en suma, fenomenista, sólo da respuesta al cómo el
que es la costumbre y no la razón ni la ex- espíritu deviene «naturaleza» «huma-

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na» 64. En este sentido, para Hume el há- La razón de esta determinación nos re-
bito sería el esquema mediador en el que sulta tan desconocida como la razón
van actualizándose los principios de la de la «atracción» de los planetas —dice
naturaleza humana 65, la instancia que Hume—; «... tendremos que contentarnos
permite constituir lo que funcionará al con él como el principio último que pode-
modo en que funciona el «instinto» en los mos asignar a todas nuestras conclusiones
animales: que parten de la experiencia» 71. Estamos
ante un principio asociativo prerreflexivo
«En efecto, después de una repetición
frecuente veo que cuando aparece uno de los
(a-racional) «de» la naturaleza humana,
objetos, la mente se ve determinada por cos- que no es la «razón última», pero es lo úl-
tumbre a atender a su acompañante habitual, y timo que podemos señalar, y es —y esto
a considerarlo bajo una luz más intensa, en es lo que importa resaltar— la verdadera
virtud de su relación con el objeto primero. Es «guía de la vida humana». De él depende
pues esta impresión o determinación la que todo razonamiento sobre cuestiones de he-
me proporciona la idea de necesidad» 66. cho, esto es, toda reflexión sobre el mundo
Fijémonos en este texto. Indica que «la y sobre la acción en él. Estamos, en fin,
idea de necesidad», como toda idea, surge ante la pura legalidad de la naturaleza dis-
de una impresión, no sensible sino de refle- puesta por ella para realizar sus propios fi-
xión: es un sentimiento, una determinación nes: la supervivencia de la especie y la di-
irrefrenable a producir inferencia: a pasar rección de nuestra conducta en toda cir-
de un objeto a la idea de su acompañante cunstancia y suceso de la vida humana 72.
habitual 67. En cuanto impresión de refle- Reflexión y acción serían así puras
xión, deberá tener su origen en una idea, la funciones vitales. Estas son las conclusio-
idea de conjunción constante que la obser- nes que se extraen de lo visto hasta aquí:
vación reiterada de casos vinculados nos que aquello que damos en llamar «razón»,
ofrece. Cabe afirmar que «la necesidad es aquello que nos impulsa a emitir juicios, a
algo existente en la mente, no en los obje- pensar y a actuar, resulta ser una inclina-
tos» («necessity is somenthing, that exists ción natural irreflexiva. Que no «depende
in mind, not in objects» 68). Es una ley del toda la conducción de nuestra vida» y toda
pensamiento; pero una ley que resulta, que ciencia más que de «una especie de instin-
deviene por efecto de la costumbre. Esta to o fuerza mecánica que actúa en noso-
subjetivización de la causalidad permite a tros sin que la conozcamos» 73. Y que, por
Hume decir que la eficiencia de las causas tanto, la «naturaleza humana, por medio
no está en las causas mismas, ni en la divi- de una absoluta e incontrolable necesidad,
nidad, ni en la concurrencia de ambos, sino nos ha determinado a realizar juicios
que pertenece por entero a la mente. Es «en exactamente igual que a respirar y a sen-
la mente donde está el poder real de las tir» 74. La voz de la razón —frente a lo
causas a la vez que su conexión y necesi- pensado por el racionalismo dogmático—
dad» 69. ha resultado ser la más débil de las guías.
Respecto de la razón última de esta Es más, sin esas propensiones últimas que
legalidad subjetiva, sobre por qué el hábi- constituyen la naturaleza humana —avisa
to actúa como actúa, no ensaya Hume nin- Hume— «nunca sabríamos ajustar medios
guna respuesta. Sólo sabemos que hay un a fines o emplear nuestros poderes natura-
principio y que es subjetivo: «el hábito de les en la producción de cualquier efecto.
contraer hábitos». Y conocemos sus efec- Se acabaría inmediatamente toda acción,
tos: determinarnos de un modo prerrefle- así como la mayor parte de la especula-
xivo 70 a generar juicios de necesidad. ción» 75.

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NOTAS Y DISCUSIONES

El privilegio de este principio «de» de una nueva Scene of Thought. Sin duda,
la naturaleza humana, la costumbre, (que de nueva «escena del pensamiento» pue-
genera propiamente naturaleza, esto es, de hablarse si entendemos las radicales
fuente de legitimidad y sentido) frente a implicaciones de la idea de creencia para
la razón, es afirmar un mundo y un sujeto la filosofía. Un nuevo concepto más
«ordenados», y promover la acción. Mas amplio de racionalidad, bien llamada
la costumbre es guía de la acción justa- «creencial» o «vital», hace su aparición
mente en cuanto produce creencia. La in- ahora. Las inferencias causales en las que
ferencia va, en efecto, acompañada de quedan fundados todos nuestros juicios
creencia. Al inferir no sólo concebimos de existencias son sólo posibles en virtud
el efecto a partir de la causa, sino que de una fuerza «vital» generadora de «or-
creemos además que tal efecto se produ- den», de un férreo nexo entre el pasado y
cirá de hecho. Concebir no es pues creer. el porvenir. En ese «orden» ficcionado
Creer es algo más: un modo más fuerte y por obra de la imaginación creemos, y
vivaz de concebir, una suerte de senti- porque creemos en él podemos proyec-
miento irrefrenable que provoca el asenti- tarnos en el porvenir y actuar con un alto
miento. Y si la creencia no cuenta con el grado de confianza y seguridad. Hume
alto grado de certeza propio del razona- revisó así el papel que la tradición conce-
miento demostrativo, goza de la rapidez, dió a la razón, la pasión y la imaginación.
seguridad y eficacia de toda operación Lo que habitualmente llamamos entonces
instintiva. Como tal, consiste en una fuer- razonamiento y (objetividad) tiene ahora
za oculta a la conciencia, espontánea y su fundamento (junto a la sensibilidad y
evidentemente sentida, no reflexionada. la memoria) en el dinamismo de la imagi-
Este es el carácter determinante del hábi- nación 77: en ese operar de una facultad
to, «que donde es más fuerte, además de «mágica del alma» —en cuanto racional-
compensar nuestra ignorancia, incluso se mente inaccesible— que se desencadena,
oculta y parece no darse meramente, por- como ya hemos apuntado, en el trato con
que se da en grado sumo» 76.
la experiencia reiterada. Sabemos ahora
Si la crítica humeana a la idea de cau-
que lo que normalmente llamamos razón
salidad es importante —decíamos—, lo es
es «un maravilloso e ininteligible instinto
en la medida en que permite una nueva
de nuestras almas, que nos lleva a lo lar-
concepción de la racionalidad superadora
go de un cierto curso de ideas y les con-
de la estrechez de la racionalidad geométri-
ca moderna, de su arrogante pretensión de fiere cualidades particulares, según sus
ser la suprema instancia legisladora de toda particulares situaciones y relaciones» 78.
la vida humana. Hume redefine el concepto La tan citada frase del Libro III del Trea-
mismo de racionalidad, de realidad y de lo tise que sentencia «la razón es, y sólo
humano, lo que le permite reelaborar una debe ser, esclava de las pasiones, y no
nueva concepción de la «filosofía» supera- puede pretender otro oficio que el de ser-
dora tanto del dogmatismo racionalista virlas y obedecerlas» 79, resumiría
como del escepticismo. Veámoslo. —como vemos— lo dicho hasta aquí y
unificaría el sentido de su obra epistemo-
lógica y ética.
7. Conclusión: Un nuevo concepto En suma, Hume perfila una nueva
de racionalidad concepción de la razón no monolítica,
sino escindida, en correspondencia con la
En la carta que citamos al comienzo de escisión de la realidad y del hombre. La
este trabajo, Hume anunciaba la apertura Razón geométrica, fuente de verdad y de

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certeza, de conocimiento en sentido es- Justamente a esa reflexión teórica ini-


tricto, no sería para Hume la única forma ciada en el Treatise, por la que el ra-
de racionalidad posible. A su lado (y su- zonamiento inferencial es sometido a
perando sus «miserias»), habría otro enjuiciamiento crítico. En este sentido, la
modo de acercamiento cognitivo a este reflexión sería una suerte de «astucia»
mundo, no ya de ideas, sino de aconteci- misma de la naturaleza destinada a «cu-
mientos físicos y de acciones humanas. rarnos» de los «desmanes» y «extravíos»
Junto a la de certeza demostrativa —tre- que cometemos cuando cargamos el
mendamente limitada y a veces inhuma- acento en una sola de sus dimensiones, ya
na—, habría otra forma de certeza (por la teórica (que nos inclina al escepticismo
pruebas) a la medida del hombre y arrai- y acaba negando la acción y la vida), ya
gada en su dimensión pasional. De un la práctica (que nos inclina a tomar acríti-
lado, entonces, la Razón matemática y camente las creencias por la verdad). Di-
sus Idealidades. De otro, la creencia y sus cho de otro modo, la nueva filosofía por
contingencias. Por una parte, el ser hu- la que Hume apuesta sería, en efecto, una
mano en cuanto puramente racional. Por pasión dirigida a contrarrestar el abso-
otra, el ser humano en cuanto nacido para lutismo de otras dos pasiones que igual-
la acción. mente nos asaltan: la voluntad de verdad
Ante esta radical disociación, pre- y de duda, y la voluntad de creer y de sen-
guntamos: ¿dónde encajar la propia refle- tido. El equilibrio de poderes (del que ha-
xión del Treatise? Ella no puede dejar de blará su contemporáneo Montesquieu), o
ser una función vital. Y en cuanto su ob- la nivelación de ambas pasiones huma-
jeto son las «cuestiones de hecho» —esto nas, el pensar demostrativo y el sentir,
es, en su condición de «filosofía moral» o garantizarían la vida política, la salud
«ciencia de la naturaleza humana»— re- psíquica y social.
sulta ser mera creencia sin posibilidad de No debe olvidarse que Hume realiza,
justificación teórica en sentido estricto. así lo entendemos, una doble afirmación.
Se comprende ahora el tono dramático Nos dice que existe una «actitud natural»
del final de su Libro I del Treatise: consistente en creer en un mundo «exter-
«después de haber realizado el más preci- no» de objetos físicos y en un mundo «in-
so y exacto de mis razonamientos, soy inca- terno» de objetos psíquicos. Esta inclina-
paz de dar razón alguna por la que debiera ción a creer es fundamentalmente prácti-
asentir a dicho razonamiento: lo único que ca, deriva de la necesidad humana de
siento es una intensa inclinación a considerar actuar. La práctica obliga a hacer inferen-
intensamente los objetos desde la perspectiva
en que se me presentan» 80.
cias (no estrictamente racionales) para re-
solver urgencias inaplazables, obliga a
No pueden justificarse racionalmen- contraer hábitos, a tomar el pasado como
te las afirmaciones de esa obra temprana. regla del porvenir, siendo todo ello una
Han resultado ser simples creencias. Su consecuencia de la «irreflexividad» hu-
legitimación sólo podrá ser pragmática, mana, por la que la razón no es más que
es decir, podrá ser verificada por sus re- «esclava de las pasiones». Pero también
sultados, por su utilidad 81. Y su utilidad dice Hume que existe, al lado de esa in-
¿cuál es? Creemos que, de algún modo, clinación, y en pugna con ella, otra igual-
mostrar que la «naturaleza humana» pa- mente natural a someter a crítica nuestras
rece también obligarnos a someter nues- creencias. «Como persona que actúo
tras creencias (levantadas sobre los há- —decía Hume en la 1.ª Enquiry— no
bitos) al examen de la reflexión teórica. puedo dudar de la experiencia, sólo un

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tonto o un loco lo haría. Como filósofo, entre el «sentido común acrítico» y la


ahondo en su fundamento». Pero Hume «reflexión metafísica», entre la acepta-
suspende la elección en favor de la espe- ción pasiva (por evidente) de lo dado y el
culación que nos aloja en la duda o nos escepticismo autodestructor y negador de
lleva al absurdo de negar el mundo de ob- la vida derivado de la reflexión filosófi-
jetos y hasta el propio yo, o en favor del ca afanada en perseguir los fundamen-
sentido común que cree acríticamente. tos hasta el final; entre las tendencias
No puedo elegir —sentencia el Treati- adaptativas de la parte activa de lo huma-
se— «entre una razón falsa o ninguna ra- no y las querencias especulativas de esa
zón en absoluto» 82. Porque la inclina- otra parte supuestamente teorético-con-
ción a creer es tan inextirpable como la templativa que mira el mundo «sub spe-
inclinación a dudar. Y el dogmatismo cie aeternitatis» y que, al hacerlo, pavi-
que una genera es compensado con el es- menta, muy a menudo, el camino del ab-
cepticismo de la otra. La misma naturale- surdo y del «delirio filosófico». En suma,
za se basta para curamos de nuestras entre una pasión que afirma, dice un sí
creencias (irreflexivas) mediante la refle- acrítico a lo que se presenta, y otra que lo
xión teórica —sin esa dimensión de ra- cuestiona desde una posición crítico-re-
cionalidad el hombre se vería conducido flexiva. No es tarea de la filosofía renun-
al fanatismo, es decir, a la confusión de ciar a ninguna de ellas, sino enseñarnos a
sus creencias con la verdad—, y nos cu- vivir en la tensión que ambas pasiones
ramos del escepticismo, «de la melanco- generan. Enseñarnos a vivir con nuestros
lía y el delirio filosófico» que tal refle- pre-juicios, seguridades heredadas y
xión genera, mediante nuestras creencias: pragmáticas; pero sin olvidar jamás la ne-
no podemos permanecer eternamente en cesidad de examinar críticamente esas
la «inacción» a la que nos invita nuestra herencias y de ponernos en guarda contra
inseguridad acerca de «lo que hay» en el la «seguridad» dogmática que, sin duda,
mundo. Tenemos que actuar lo queramos desencadenan. Quizá sea éste el camino
o no para preservar nuestra propia exis- trazado por la filosofía humeana.
tencia, aunque, con todo, los principios En cuanto pasión, la filosofía no
que inspiran nuestras acciones sean teó- podrá ser racionalmente justificada.
ricamente inconsistentes 83. Hume se limitará a «recomendarla» por
Así pues, aquel lamento del final del sus efectos. Un talante ilustrado y utili-
Tratado no sería, en el fondo, sino un efi- tarista como el suyo la aconsejan como
caz recurso literario destinado a introdu- terapia antidogmática a la par que como
cir su nuevo concepto de filosofía crítica inestimable fuente de placer 84. Y fren-
del dogmatismo no menos que del escep- te a la «perezosa renuncia» a todo exa-
ticismo. Una filosofía que pone diques a men e investigación, la nueva filosofía
la doble pasión que nos guía: la pasión pergeñada afronta el reto de la crítica
por la verdad absoluta y la pasión por la permanente de sus naturales «extra-
intervención activa en el mundo que se víos», consecuencia del olvido de la es-
nos impone con tozudez. Una filosofía pecificidad de lo humano como habi-
que parece ocupar justamente el lugar de tante de un especial lugar intermedio, ni
la tensión-hacia-el-saber. «Tensión», por- tan cercano a los dioses, pero tampoco
que Hume frente a las conciliaciones re- alejado de los animales, al que se refi-
duccionistas (al gusto de las justificacio- riera Aristóteles. Este lugar intermedio
nes racionales de la moral y de la reli- es apuntado por Hume en De la digni-
gión), reclama ese lugar de conflicto dad o miseria de la Naturaleza Huma-

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NOTAS Y DISCUSIONES

na, donde se opone a cualquier visión mo como el escepticismo, en cuanto


monista de la misma: tanto las visiones posturas empeñadas en soslayar la do-
«religiosas» de la naturaleza humana ble dimensión teórica y práctica de lo
proclives a la divinización y negación humano. Y nos sitúa en una saludable,
de las pasiones humanas (entre ellas el aunque incómoda, posición de tensión
«egoísmo»), como las visiones que entre la doble pasión que nos guía: la
acentúan estas pasiones hasta la degra- trascendente y la adaptativa. Porque
dación del género humano (donde se pese a haber nacido el hombre para la
encontrarían Mandeville o Hobbes). adaptación feliz, para la entrega a las
Ambas interpretaciones desconocen el placenteras «ocupaciones y a los nego-
papel de la pasión en lo humano: «Unos cios», a la resolución de problemas
elevan nuestra especie hasta los cielos y pragmático-adaptativos y a las cuestio-
presentan al hombre como un especie nes de la vida común y de la experien-
de semi-dios humano, que tiene su ori- cia cotidiana 86, y pese a que «el todo
gen en los cielos y conserva trazas constituye un intrincado problema, un
(marks) evidentes de su linaje y proce- enigma, un misterio inexplicable» 87,
dencia. Otros insisten en los lados oscu- sin embargo, parece que no podemos
ros de la naturaleza humana y no pue- reprimir la inquietud y el placer de tor-
den descubrir otra cosa que una vanidad nar a investigar sobre ellas. De suerte
en la que supera a los otros animales, a que resucitamos la pregunta por el todo
los que tanto parece despreciar» 85. una y otra vez 88. Y ello a sabiendas de
Desde este lugar intermedio que disuel- que la «melancolía», hija de la contra-
ve la oposición radical entre razón y pa- dicción e incertidumbre que acompaña
sión, Hume rechaza tanto el dogmatis- a la teoría, nos asaltará en cada empeño.

NOTAS

1 Aunque las anticipaciones de este citadísimo derivaría toda verdad en cuestiones de Crítica (litera-
lema serían muy copiosas en esa época. Entre otras ria y artística) así como de Moral. (....) Creo que para
muchas, cabría textos de Francis Bacon, de Descartes que un hombre tenga éxito en este estudio se requiere
o de Poullain de la Barre. poco más que lo siguiente: expulsar todos los prejui-
2 Cfr. Treatise of Human Nature: being an attempt to cios, tanto de sus propios opiniones como de las de los
introduce the experimental Method of experimental Met- demás» (The Letters of David Hume. J.Y.T. Creig edi-
hod of Reasoning into Moral Subjects. L.A. Selby-Big- tion, vol. I, pp. 13-14).
ge. Oxford at Clarendon Press, 1888, Libro III, Parte I, 4 «Pasión» es el nombre más general en inglés

sec. I, p. 455; trad. cast. de Félix Duque, Editora Nacio- para todo tipo de sentimientos. No sólo el sentimiento
nal, Madrid, 1981, p. 672: «La moral es un asunto que de placer y dolor, sino también los apetitos corporales
nos interesa por encima de todos los demás. Así, cree- y las emociones. Cfr. Smith, Kemp, N., The Philo-
mos que cualquier decisión sobre este tema pone en jue- sophy of David Hume. A Critical Study of its Origins
go la paz de la sociedad; y es evidente que esta preocu- and Central Doctrines, London, Macmillan and co.,
pación deberá hacer que nuestras especulaciones parez- 1949.
can más reales y consistentes que cuando el asunto nos 5 Treatise, L II, P III, sec. III, p. 413; trad. cast.,
resulta casi completamente indiferente». Gilles Deleuze p. 614: «La mayor parte de la filosofía moral, sea anti-
insistió en ese interés (Empirismo et subjectivité. Essais gua o moderna, parece basarse en este modo de pen-
sur la nature humaine selon Hume, París, Presses Uni- sar; no hay tampoco campo más amplio, tanto para ar-
versitaires de France, 1953. Más recientemente, ha insis- gumentos metafísicos como para declamaciones popu-
tido en esto John W. Danford, David Hume and the pro- lares, que esta supuesta primacía de la razón sobre la
blem of reason: recovering the human sciences. New pasión. La eternidad, invariabilidad y origen divino de
Haven/London; Yale University Press, 1990). la primera han sido presentadas para hacerla más ven-
3 «Resolví hacer de ésta (de la naturaleza humana) tajosa, mientras que se ha insistido fuertemente en la
mi principal objeto de estudio, y la fuente de la que ceguera, inconstancia y falsedad de la segunda».

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NOTAS Y DISCUSIONES

Hume pondrá de manifiesto que la supuesta batalla tein. De ahí que se haya considerado el texto de Hume
entre razón y pasión es falsa, en la medida en que la como un precedente del neopositivismo en muchos
razón que argumenta en los asuntos de la acción hu- sentidos. Siendo cierto esto, creo, sin embargo, que
mana es una pasión. los textos de Hume anticipan además otras corrientes
6 Diálogos sobre la religión natural. Alianza, Ma- de pensamiento contemporáneas, críticas del excesivo
drid, 1999, p. 160. celo racionalista de la filosofía tradicional (desde
7 Treatise. Libro I, Parte IV, 7, 272, ed. cast. ideas nietzscheanas a pragmatistas). Críticas que no
p. 425. estando en el Tractatus, aparecen también, por cierto,
8 Diálogos, p. 29. en las Investigaciones filosóficas. Sobre esto, puede
9 El problema planteado en parte de los Libros II y verse mi trabajo «La filosofía como «phármakon» del
III es precisamente este: hacer ver que las distinciones encantamiento del lenguaje», en A. Alonso y C. Galán
morales no derivan de esa razón demostrativa; que, (eds.) Wittgenstein, 50 años después. Editora Regional
por tanto, el razonamiento demostrativo no puede ser de Extremadura/Gabinete de Iniciativas Transfronteri-
motivo de una acción, ni evitarla, y que habrá que zas, Mérida, 2004, vol. II, pp. 13-46.
20 Diálogos, P IX, pp. 116-117.
buscar en otro lugar que no sea la deducción racional
para poder fundamentar (término que habrá también 21 John Locke, Essay, III, XI, $16; IV, III, $18-20.

que redefinir) la acción práctico-moral. O, de otro En la estela de Locke, Clarke, Wollaston y otros inten-
modo, que en cuestiones morales, no rige la autoevi- taron fundamentar la moral y la religión en la razón
dencia ni el rigor matemático. demostrativa. «Lo que había comenzado siendo un in-
10 An Enquiry concerning Human Understanding, tento de mostrar cuántas de las cosas esenciales del
L.A. Selby-Bigge, Oxford, At the Clarendon Press, Cristianismo eran demostrables con la razón, terminó
1975 (2.ª ed), sec. 1, p. 11; ed. cast. de Istmo, Madrid, proclamando que sólo era esencial lo que podía ser de-
2004, pp. 40-41. fendido racionalmente» (Noxon, J., La evolución de la
11 El lenguaje de Hume es idéntico al de Francis filosofía de Hume. Madrid, Revista de Occidente,
Bacon en este punto. En Treatise. L. III, P. I, sec. I, 1974, p. 74). Frente a los intentos de fundar la moral y
455 señala: «A todo razonamiento abstruso le acom- la religión en la razón, Hume señala en una carta a
paña un problema (inconvenience): puede, en efecto, Hutcheson —de quien se nutre en este tema yendo
hacer callar al adversario, pero no convencerle». La más lejos que él— del 16 de marzo de 1740: «Cuando
imputación a la escolástica de esterilidad de sus razo- consideras que una acción o carácter es vicioso, no
namientos hacían coincidir a Descartes también con quieres decir más que desde la particular constitución
Bacon, para quien igualmente tales razonamientos de tu Naturaleza tienes un sentimiento (a Feeling or
estaban alejados del buen sentido y eran simple fruto Sentiment) de reprobación (Blame) al contemplarlo.
del ingenio y del artificio retórico. Para Hume es Vicio y virtud, por tanto, pueden compararse a los so-
ahora, entre otros, John Locke quien adolece de ese nidos, colores, al calor y al frío, que, según la filosofía
problema. Resulta interesante recordar la idea del moderna, no son cualidades en los objetos sino per-
Discurso del método de que la resolución de todo cepciones en la mente» (Letters, pp. 39-40).
problema filosófico se logra cuando la razón se im- 22 L. III del Treatise, P. I, sec 1, p. 457; trad. cast.

pone, cuando el buen juicio, la correcta dirección del p. 674.


espíritu se logra. En esto, la elocuencia poco tiene 23 Diálogos, p. 28. Aquí Hume parece seguir al pie
que ver. La retórica es superflua porque la verdad po- de la letra a Bacon y su crítica a las «anticipaciones
see para Descartes una fuerza que «subyuga al enten- del entendimiento».
dimiento procurando el asentimiento del adversario 24 Diálogos, p. 34,
en la disputa, el acuerdo en materia teórica y práctica 25 Enquiry, sec. I, p. 15, trad. cast. p. 49.
y más aún, el goce estético». 26 Enquiry, sec. I, p. 12, trad. cast., p. 41.
12 Treatise, p. XVII; trad. cast., p. 77.
27 Treatise, L. I, P. IV, sec. VII, p. 274, trad. cast.
13 Zabeeh, F., Hume, Precursor of modern Empiri-

cism, La Haya, Martinus Nijhoff, 1970, p. 37. p. 427.


28 Diálogos, p. 34.
14 Diálogos, p. 35.
15 Enquiry, sec. VII, P. I, 72; trad. cast. 175. He 29 Hegel, Lecciones de Historia de la Filosofía,

modificado la traducción. Creo que «aparejo» es más México, FCE, 1955, vol. III, p. 257.
30 Enquiry, p. 179.
adecuado que «cuerda» para lo que aquí Hume preten-
de expresar. 31 Descartes, R., Meditaciones Metafísicas, III, ed.
16 Diálogos, p. 35. Gredos, Madrid, 1987, pp. 34-35.
17 Enquiry, sec. XII, P. III, p. 165; trad. cast. 32 Enquiry, sec. I, 1, 8; p. 25; Diálogos, p. 34.

p. 352. 33 Enquiry, sec. I, 1, p. 6; trad. cast., p. 29. La lla-


18 Enquiry, sec. I, P. I, p. 11; trad. cast. p. 25. He
ma así para contraponerla a la filosofía natural. Sin
modificado la traducción. embargo, compartirá con ella el carácter que el Oxford
19 Enquiry, sec. VII, P. I, p. 61; trad. cast. p. 152. Dictionary atribuye al término moral: «en un amplio
Estas palabras resonarán posteriormente en Wittgens- sentido, se aplica a toda evidencia que es meramente

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NOTAS Y DISCUSIONES

probable y no demostrativa» (Cfr. Kemp Smith, o.c., 49 Diálogos, p. 429.


p. 99). 50 Treatise, L. I, P. I, p. 3; trad. cast., p. 89.
34 Enquiry, sec. I, 3, p. 19. 51 Enquiry. sec. II, p. 22; trad. cast. p. 64.
35 Enquiry, sec. 1, 9, p. 27 52 Enquiry, sec. VII, p. 79; trad. cast. p. 103???
36 Enquiry, sec. VII, 1, p. 51; 85. 53 Cfr. Husserl, E., La crisis de las ciencias euro-
37 Enquiry, sec. I, 10, pp. 27-28; en p. 30 dice peas y la fenomenología trascendental. Barcelona,
«anatomía». Crítica, 1991 Smith, Kemp, N., o.c., Flew, Antony,
38 Treatise, p. XIX; «An Abstract of a Book lately Hume’s Philosophy of Belief. A Study of his First
Published, Entituled, A Treatise of Human Nature». Inquiry, London, Routledge & Kegan Paul Ltd., 1961;
En ed. del Treatise de P.H. Nidditch para Oxford Uni- Passmore, J., Hume’s Intentions, London, Duckworth,
versity Press 1978, p. 646. 1968.
39 Enquiry, sec. 1, 3, p. 12. 54 Es sabido que en este punto Hume se distanció
40 Treatise, p. XX. una vez más de Locke. Expone el diferente modo (y
41 Ha sido Passmore quizá quien ha extendido esa único posible) de entender el término «innato» en la
idea de que Hume quiso ser el Newton de las ciencias famosa nota 2 de la sec. II de la 1.ª Enquiry.
55 Treatise I, P. I, sec. II, p. 8, trad. cast., p. 95.
morales o sociales. Cierto que las leyes de asociación
56 Treatise. L. I, P. III, sec. V, p. 85, trad. cast.,
coinciden con las de gravitación universal, y que el re-
nunciar a las causas últimas es una constante entre los p. 190. «Nunca se podrá decidir con certeza si surgen
dos. Pero también es cierto que a quien Hume consi- inmediatamente del objeto, si son producidas por el
dera el padre de la «física experimental» es a Bacon. poder creador de la mente, o si se derivan del autor de
Y así lo hace en repetidas ocasiones: Cfr. Abstract, nuestro ser».
p. 646. «Habla (refiriéndose a sí mismo Hume) con 57 T. L. I, P. IV, sec. IV, p. 225; trad. cast., p. 366.

desprecio de las hipótesis, e insinúa que estos compa- 58 Cfr. Treatise, L. II, P. III, sec. I, p. 401; trad.

triotas nuestros que las han desterrado del reino de la cast., p. 599.
filosofía moral han hecho un servicio aún mayor al 59 Cfr. Treatise, L. I, P. I, sec. VII, p. 18; trad.
mundo que My Lord Bacon, a quien el autor considera cast., p. 108.
como padre de la física experimental». 60 Enquiry, sec. IV, p. 29; trad. cast., p. 93.
42 Abstract, p. 646. 61 «Es evidente, en primer lugar, que la repetición
43 Cfr.Treatise, p. XXII; «toda hipótesis que pre-
de objetos similares en relaciones similares de suce-
tenda descubrir las últimas cualidades originarias de la sión y contigüidad no descubre nada nuevo en ningu-
naturaleza humana deberá rechazarse desde el princi- no de ellos, dado que no podemos efectuar inferencia
pio como presuntuosa y quimérica» (Treatise. alguna a partir de esa repetición, ni hacerlo objeto de
p. XXVI). razonamientos, sean estos demostrativos o probables,
44 Enquiry, sec. XII, P. III, 135; p. 192; trad. cast. como ya hemos probado» (Treatise L. I, P. III.
352. He modificado la traducción. sec. XIV, p. 164; trad. cast., p. 290).
45 Abstract, p. 32. 62 Cfr. Navarro Cordón, J. Manuel, «Naturaleza
46 Enquiry sec. II, 22; ed. cast. p. 37. Hume pro- humana y significado (Sobre la crítica de Hume al dis-
fundiza la línea de análisis del lenguaje iniciada por curso teológico)», en Revista de Filosofía, 2001: 26,
Francis Bacon en su teoría de los idola y por Locke en pp. 85-119.
la parte III de Ensayo sobre el entendimiento humano. 63 Treatise, L. I, P. III, sec. XVI, p. 309; trad. cast.,

Y, sin embargo, a los textos de Locke dirige Hume su p. 309.


análisis crítico del lenguaje, por el influjo que tienen 64 Esta pregunta así enunciada es considerada por
de los escolásticos, quienes «valiéndose de términos Deleuze en la obra citada la clave hermenéutica de la
sin definir, prolongaban tediosamente sus disputas sin reflexión humeana.
ni siquiera rozar el punto en cuestión. Una ambigüe- 65 Hume señalará las variables diferenciadoras en-
dad y una circunlocución semejantes me parecen pre- tre individuos y grupos relativas al papel de la educa-
sentes en todos los razonamientos de aquel gran filó- ción y de las costumbres, en cuanto conformadoras de
sofo sobre este y otros muchos asuntos» (Enquiry, opiniones predominantes. Pero más allá de ellas ha-
sec. II, p. 24). bría un fondo común en lo que hace a sentimientos e
47 Enquiry sec. VII, p. 51; ed. cast. pp. 85-86. Fi-
inclinaciones, que le permite señalar: «¿Se desean co-
lón: «A todos los hombres sensatos les disgustan las nocer los sentimientos, las inclinaciones y el modo de
disputas verbales que tanto abundan en las investiga- vida de los griegos y de los romanos? Estúdiese bien
ciones filosóficas y teológicas; y vienen a caer en la el temperamento y las acciones de los franceses y de
cuenta de que el único remedio a este abuso debe en- los ingleses. ... Sin embargo, no debemos suponer que
contrarse haciendo definiciones claras, partiendo de esta uniformidad de las acciones humanas se realiza
las ideas precisas que deben usarse en todo razona- hasta el punto de que todo hombre, en las mismas cir-
miento y dando a los términos que son empleados un cunstancias, obrará exactamente de la misma manera,
uso estricto y uniforme». (Diálogos, p. 156). sin contar con la diversidad de caracteres, prejuicios y
48 Treatise, L. I, P. I, sec. I, p. 7; trad. cast., p. 94. opiniones. En ningún ámbito de la naturaleza se en-

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NOTAS Y DISCUSIONES

cuentra uniformidad en los detalles. Por el contrario, cies, causas y efecto, identidad, cosa, yo; en ellas cree-
con la observación de la diversidad de conducta en mos y debemos creer, pues es esta capacidad poiética
distintos hombres, podemos formar una mayor varie- la que eleva al hombre por encima del animal. Esa
dad de principios que, sin embargo, suponen cierto creencia se nos impone de un modo prerreflexivo. Sa-
grado de uniformidad y regularidad. ¿Son distintas las ber que la creencia funciona como funciona en noso-
costumbres de los hombres en diferentes épocas y paí- tros, exige un análisis genético de formación de la
ses? Este hecho nos enseña la gran fuerza de la cos- misma. Algo que ambos autores hacen a su manera.
tumbre y de la educación que moldean la mente huma- Salvando las distancias epocales, sería interesante ras-
na desde la infancia y le conforman un carácter fijo y trear estas y otras similitudes.
establecido» (Enquiry, sec. VIII, P. I, p. 83-85; trad. 77 «La memoria, los sentidos y el entendimiento

cast., p. 195-99). están todos ellos, pues, fundados en la imaginación, o


66 Treatise, L. I, P. III, sec. XIV, p. 156, trad. cast., vivacidad de nuestras ideas» (en el sentir vivaz de
p. 279. nuestras ideas, diríamos) (Treatise, L. I, P. IV, sec. VII,
67 Treatise, L. II, P. III, sec. I, p. 400; trad. cast., p. 265; trad. cast., p. 417).
p. 599. 78 Cfr. Treatise, L. III, P. III, sec. XVI, p. 179; trad.
68 Treatise, L. I, P. III, sec. XIV p. 165; trad. cast., cast., p. 309.
p. 292. 79 Treatise, L. II, P. III, sec. III, p. 415, trad. cast.,
69 Treatise, L. I., P. III, sec. XIV, p. 166; trad. cast., p. 617.
p. 293. 80 Treatise, L. I, P. IV, sec. VII, p. 265; trad. cast.
70 Treatise, L. I, P. III, sec VIII, p. 104; trad. cast., 416.
p. 216. 81 Sobre la presencia de Hume en el pragmatismo
71 Enquiry, sec. V, P. I, p. 43, trad. cast., p. 119. clásico, puede consultarse mi trabajo «Operatividad,
Desde Noxon y Passmore y basándose en textos como verdad y creencia. Razón pragmática para un mundo
estos, la idea de «atracción universal» de los planetas desencantado». En Salas, J y Martín, F. (eds.), La for-
es relacionada con esta «atracción natural» de la que mulación del pragmatismo. Aproximaciones a William
habla Hume, cuya razón última se nos oculta. En ver- James. Biblioteca Nueva, Madrid, 2005.
dad Newton señaló: tal noción «es para mí un gran ab- 82 Es decir, entre una razón que busca fundamen-

surdo (absurdity) que creo ningún hombre que tenga tos últimos, que acaba autodestruyéndose, pues de-
competencia en materias filosóficas podrá jamás des- semboca en el escepticismo (más tarde Nietzsche diría
velar» (cit. por Kemp Smith, o.c., p. 61, n. 1). en el nihilismo), y las «ilusiones de la imaginación»,
72 Enquiry, sec V, P. II p. 55 y 56; trad. cast., siempre bajo sospecha de que sus altos vuelos extra-
pp. 143-45. víen, como extravían la costumbre y la creencia acríti-
73 Enquiry, sec. IX, p. 109; trad. cast., p. 243. ca, en efecto. (Treatise, L. I, P. IV, sec. VII, p. 268;
74 Treatise, LI, P. IV, sec. I, 183, trad. cast., p. 315. trad. cast., p. 420).
75 Enquiry, sec V, p. 45; trad. cast., 123. 83 Debo esta reflexión a la generosidad de José
76 Enquiry, sec. IV, pp. 28-29; trad. cast., p. 93. Luis Pardo.
Queremos apuntar ciertas similitudes de estos textos 84 Como fuente de placer, por el simple hecho de

con algunos de Nietzsche, en los que subraya también ser una pasión. Al final del Treatise señala Hume que
la legalidad constituyente de la imaginación, de la siente perderse un placer si no se dedicase a la filoso-
creencia y el hábito, y, sobre todo, su absoluta necesi- fía. Igualmente es la satisfacción de este placer el ori-
dad para preservar la sociedad humana. Como un sim- gen de su filosofía (Treatise, L. I, P. IV, sec. VII,
ple ejemplo de la afinidad, mencionemos que en Ver- p. 271). También en Diálogos, p. 34 recalca que «se
dad y mentira en sentido extramoral, por ejemplo, el siente atraído por un cierto placer y satisfacción que él
filósofo alemán habla de un «sentimiento» o «instinto encuentra en conducirse de ese modo».
de verdad», entendido como una propensión a crear un 85 «Of the Dignity of Human Nature», The Philo-

cierto «orden» ausente en el mundo de los objetos, sophical Works, T.H. Green & T.H: Grose, Aalen
con vistas finalmente a preservar la vida humana en (Darmstadt), Scientia Verlag, 1964, vol. 3, p. 152;
sociedad, el contrato social. Ese instinto es el respon- trad. cast. «De la dignidad o miseria de la Naturaleza
sable último de que esa actividad creadora humana de Humana» en Disertación sobre las pasiones y otros
la que dependen la memoria, los sentidos y la razón ensayos morales. ed. de José Luis Tasset, Barcelona,
—que es la imaginación— ficcione, cree metáforas Anthropos, 1990, p. 161.
útiles, en las que quedan incluidas todos los conceptos 86 Cfr. Enquiry, sec. I.

de los que se sirve la ciencia, el arte, la religión y la fi- 87 Cfr. Historia natural de la religión, XV.

losofía. Trabajamos así con cuerpos, líneas, superfi- 88 Cfr. Diálogos, p. 25.

260 ISEGORÍA, N.º 36, enero-junio, 2007, 239-260, ISSN: 1130-2097

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