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La historia de este singular hospital psiquiátrico puede resultar tan fascinante como
aterradora. Hoy en día ya no hay rastro alguno de lo que fue La Castañeda de Profirio Diaz,
ya que se convirtió en un complejo de multifamiliares conocido como las Torres de
Mixcoac.
Para aplacar a los residentes, las autoridades aplicaban métodos de control violentos,
como lo son los electroshock o bañar a los sujetos con agua helada, encerrarlos en lugares
húmedos en donde carecía completamente la higiene y abundaban las ratas.
Ya para la década de los cuarenta, por el hacinamiento, los encargados del lugar
decidieron quitar las camas para que los pacientes durmieran en el suelo. Durante los
fines de semana, un solo psiquiatra era el encargado de los más de tres mil residentes.
Este descontrol ocasionó golpizas, violaciones, muertes y torturas.
No fue hasta 1968, a cuatro semanas del arranque de los juegos olímpicos en nuestro país,
que se dio por culminada tan extensa labor.
Al final, La Castañeda solamente quedó como un sueño de Porfirio Diaz, quien pretendía
otorgar al país de instituciones de primer mundo. Las condiciones socio-políticas de
nuestro territorio a principios del siglo XX fueron las principales causantes de que no
pudiera gestarse tal como se planeaba el uso y ocupación del manicomio, dejando a la
suerte de los trabajadores, médicos, psiquiatras y pacientes, lo que ocurriera dentro de
sus instalaciones, donde como siempre, los pacientes psiquiátricos al parecer son una de
las poblaciones más abandonadas de nuestra especie.