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Dentro de las muchas cuestiones que se plantea el hombre, existe una que resulta ser
compleja de entender, ésta viene a ser ¿es posible hallar el sentido de la vida humana a pesar de
la muerte?, cuando se da una respuesta acerca de este interrogante se suele caer en incoherencia,
dado que el hombre ha sido creado para vivir y el hecho de que experimente la muerte es una
derrota definitiva del ser humano, no obstante, esta cuestión incumbe e interpela a todo ser
humano, y de hecho lleva al hombre a comprender más detenidamente el significado de la
existencia.
Pensadores como: Marx, y Sartre entre otros consideraban que la muerte es la última palabra
de la existencia humana y que de esto no habría duda alguna; no obstante, la muerte vista como
fin de la existencia humana no es un dato demostrado, por lo tanto, eso simplemente es una
afirmación filosófica donde se coloca de relieve un juicio de orden metafísico y religioso; pero
¿qué es la muerte?, se pueden decir muchas cosas sobre ella sin tocar como tal su misterio, pero
en realidad “la muerte es, en todo caso, un fenómeno — frontera que presenta un lado dirigido
hacia nosotros y otro oculto de nosotros” [CITATION Emi73 \p 103 \l 9226 ], pues si bien es cierto,
todos los organismos mueren como el del hombre, sin embargo, no muere el hombre como los
demás animales, ni tampoco vive como ellos, dado que “el ser hombre es un caso excepcional en
el mundo de los vivientes; puesto que el hombre es el único ser viviente que es persona , por
eso, su muerte es algo también muy distinto de la de los demás animales” [CITATION Jua88 \p
242 \l 9226 ], esto es precisamente lo particular del hombre, que su vida se anticipa a la muerte
conociendo su venida.
A pesar de este temor, la muerte no es lo último de la existencia humana, pues decir que la
muerte es “la extinción radical y definitiva de la vida personal, es lo mismo que decir que en la
muerte la persona humana está total y radicalmente determinada en todas sus dimensiones por las
leyes físicas y biológicas” [CITATION Jos08 \p 312-313 \l 9226 ] ahora bien, si lo fuese así, entonces,
¿por qué no lo es en todo el marco de su existencia? por ende, es importante tener presente los
datos antropológicos que dejan ver la trascendencia de la persona humana respecto a la realidad
natural, pues “la persona no es un mero reflejo de procesos naturales. Por eso no se puede afirmar
coherentemente en filosofía que la muerte es necesaria y evidentemente el fin de la persona
individual” [CITATION Jos08 \p 313 \l 9226 ].
Así mismo, Tomás de Aquino presenta dos definiciones de la muerte, en primer lugar “la
muerte es la privación de la vida. Por otro lado, la muerte es la separación del alma y el cuerpo”
[CITATION Jos062 \p 232 \l 9226 ] , cabe tener presente que la muerte de la persona es un hecho de
experiencia porque el ser humano es testigo de cuando el otro deja de vivir y a la vez se hace
consciente que algún día será como individuo él quien falte, pero también, el sujeto descubre en
él mismo y en las personas con las que convive la aspiración a vivir eternamente, dicha
aspiración de eternidad no es algo simplemente efímero, sino que se respalda en el carácter
espiritual e incorruptible del alma.
2. El misterio de la inmortalidad
El hombre siempre se ha interpelado acerca de que si después de la muerte hay algo más,
o todo termina con el morir, pues, desde el dualismo platónico la muerte del hombre es
simplemente la muerte del cuerpo y la liberación del alma, según esto el cuerpo es la cárcel del
alma, tanto así que Cicerón afirmó: “tú no eres mortal, sino que muere tan solo este cuerpo”
[CITATION Jos062 \p 232 \l 9226 ]. Ahora bien, el hecho de temer el fin de la vida somete al hombre
a obrar muchas veces con condicionamientos debido a que a diferencia del animal el hombre sabe
que va a morir, y por eso puede prepararse para ese momento, pero a pesar de que puede
preparase para cuando ésta llegue, el sujeto tiende a rechazar la muerte, sin embargo, el rechazo
del hombre a la muerte es un anhelo de inmortalidad al cual aspira el ser humano.
Una primera prueba pertenece a la línea agustiniana que consiste en la capacidad del
hombre de conocer la verdad, pues “como la verdad es inmortal y no cambia con el tiempo, su
sede, que es el hombre, también tiene que ser inmortal” [CITATION Jua082 \p 365 \l 9226 ]. La
segunda se funda en Tomás de Aquino la cual dice que “todo el que tiene intelecto naturalmente
desea ser siempre. El deseo natural no puede ser vano. Por tanto, toda substancia intelectual es
incorruptible [CITATION Jua082 \p 369 \l 9226 ], de este modo, la trascendencia del espíritu humano
sobre el cuerpo es la intuición básica que el ser humano tiene sobre sí mismo.
Por ende, estas dos pruebas apuntan a un núcleo que constituye la clave para fundamentar
que con la muerte no termina todo, en tanto, que el hombre al tener una dimensión corporal, otra
psíquica y otra espiritual, — esta última está por encima de la corporal porque trasciende —, de
esta manera, lo espiritual trasciende a lo corporal y no depende enteramente de lo material,
porque “cuando el cuerpo desaparezca, la dimensión espiritual de la persona no tiene por qué
desaparecer, en tanto que, posee capacidad para seguir existiendo de un modo o de otro con
entidad propia” [CITATION Jua082 \p 370 \l 9226 ]. Es así, que el mismo Tomás de Aquino llega a
decir “cuando el cuerpo desaparece y se corrompe, el alma permanece como sustancia separada”
[CITATION Jua082 \p 370 \l 9226 ].
Al considerar que la filosofía afirma la pervivencia del hombre después de la muerte, se plantea
dos problemas complejos de resolver, como los son los siguientes:
Esta es una cuestión que ha llevado a pensar sobre todo a filósofos y teólogos, pues a
pesar de que es un interrogante que despierta gran interés, no tiene una respuesta concreta, porque
“el más allá es un mundo no solo desconocido, sino inaccesible al que sólo podemos entrar
mediante la religión, es decir, mediante la comunicación de Dios mismo o de un mensajero de
Dios que nos indique lo que allí sucede” [CITATION Jua082 \p 372 \l 9226 ] , es por eso, que es un
problema que escapa completamente del control de la persona.
Cuando se dice que la muerte es el fin de la vida, se está dando a entender que la vida es
un ser para la muerte, como lo asegura Heidegger, pues, la muerte es inherente a la vida, en tanto
que “la vida se consagra a la muerte: tan pronto como el hombre viene a la vida, ya es bastante
viejo para morir” [CITATION WLu671 \p 320 \l 9226 ] de este modo, el hombre no es un ser en el fin,
sino un ser para el fin, de esta manera, todos los intentos terrenos e históricos de dar sentido
fracasan en el hecho de la muerte, pues, “frente al deseo de inmortalidad, la conciencia de vivir
en un cuerpo material trae consigo la conciencia clara de nuestra finitud. Nada material existe
para siempre”[CITATION Jos062 \p 232 \l 9226 ].
No obstante, esto no lo es todo, porque en el hombre hay algo que está contra toda
desesperación que se tiene por el morir, y es precisamente la esperanza para la existencia
humana, que es vista como el oxígeno para el pulmón, debido a que “esperanza es presencia de lo
futuro, o más exactamente, es una forma de existencia en la que el futuro se hace presente”
[CITATION Emi73 \p 13 \l 9226 ], de igual forma, la esperanza es una manera positiva de la espera
del futuro, así, como la angustia lo es pero de manera negativa.
Ahora bien, el hombre que se sitúa en la fe ante Dios sabe que tiene que morir, ya que es
el precio del pecado, y el pecado al ser la rebelión del hombre contra su creador destruye la
relación hombre-Dios, por eso “la culpa del pecado separa al ser humano de Dios y roba al
hombre la vida que existía para él en Dios” [CITATION Jos08 \p 109 \l 9226 ] , puesto que Dios
mismo es la vida, el que se separa de Él, se aleja de la vida.
Marcel por su parte, formula la lógica inherente al amor, él dice que “amar a alguien es
decirle: eres inmortal” [CITATION Jos08 \p 331 \l 9226 ] es por eso, que para Marcel “el amor se
vive como una garantía o prenda de eternidad. No hay amor digno de este nombre que o sea, para
quien lo piensa, signo y semilla de inmortalidad” [CITATION Jos08 \p 331 \l 9226 ], de este modo,
para él, la dimensión metafísica del hombre se manifiesta en el amor, porque el amor no puede
constituir un sistema cerrado, sino que trasciende en todos los sentidos.
Así entonces, toda relación interpersonal exige el no tratar al otro como una cosa, un
numero o un objeto, sino como alguien, en virtud de la afirmación del otro en el amor; san Juan
en su primera carta dice “quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn 4, 8)
Dios quiere a toda persona individual como persona y no como función o como algo el cual se
desarrolla en el mundo, y no la quiere en virtud de lo que tiene o hace porque implicaría que la
abandonaría cuando deje de ejercer su actividad, por ende, la quiere es como persona ya que su
amor se extiende para siempre, de esta manera, el amor de Dios puede garantizar la eternidad del
don personal de la existencia, así pues, toda persona es persona porque así lo quiere Dios desde la
eternidad, esta fuerza creadora trasciende absolutamente todas las casualidades naturales e
históricas es por eso que no es afectada por la muerte en tanto que el destino del alma es volverse
a unir con el cuerpo y ser nuevamente persona en el momento de la resurrección de los muertos;
así entonces, se entiende así lo importante que es la vida eterna como persona debido a que “el
alma va al encuentro con Dios de una manera incorruptible” (CEC 997).
Finalmente, concebir la inmortalidad como una relación interpersonal con Dios es una de
las forma de dar respuesta al problema del sin sentido de la vida, de este modo, el sentido último
de la vida ha de estar siempre fijado en la relación con Dios.
Bibliografía
Alfaro, J. (1988). De la cuestión del hombre a la cuatión de Dios . Salamanca: Ediciones
Sigueme.
Burgos, J. M. (2008). Antropología: una guia para la existencia . Madrid: Palabra S.A.