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El Virreinato del Perú

CREACIÓN

Durante el reinado de Carlos I de España, por Real Cédula del 20 de noviembre de 1542, fue creado el
Virreinato del Perú, que comprendía las gobernaciones de Nueva Castilla y Nueva Toledo.

Era un inmenso territorio desde el Istmo de Panamá hacia el sur de América, salvo, Brasil, que pertenecía a
Portugal, las Guayanas y las costas de Venezuela. El otro virreinato español era el de Nueva España, al norte de
éste, de reducidas dimensiones en comparación al del Perú.

Sin embargo, Panamá, Chile y el Rio de La Plata, tenían bastante independencia dentro del virreinato, pues
contaban con reales Audiencias y por lo tanto Presidentes-gobernadores con funciones de Capitanes Generales.

La capital era la ciudad de Lima, llamada originariamente Ciudad de los Reyes. Era una ciudad próspera gracias
a sus riquezas mineras. El puerto del callao, amurallado, para evitar los ataques de piratas, monopolizaba el
comercio regional de las mercaderías que arribaban desde Panamá. El resto de la población se dedicaba
fundamentalmente a actividades agrícolas y textiles.

El 1 de marzo de 1543, se nombró el primer Virrey, en el Virreinato del Perú, que reemplazaba a la
Gobernación de Castilla, adjudicada a Francisco Pizarro. Este primer virrey, tuvo un trágico final, sin llegar a
ocupar su cargo, ya que pereció en manos de Gonzalo Pizarro, contrariado por las Leyes Nuevas que establecían
limitaciones al dominio de los primeros conquistadores y al sistema de encomiendas: Se trataba de Blasco
Núñez Vela, quien fue sucedido por 39 virreyes, a partir de que fue sofocada la guerra interna, en 1545.

LAS AUTORIDADES DEL VIRREINATO

La máxima autoridad era el Virrey, nombrado por el Rey de España. Sus funciones eran muy amplias, ya que
era, además, el Presidente de la Real Audiencia de Lima. En el año 1571, fue creado en España el Consejo de
Indias, que limitaba a las autoridades locales, ya que debían pedir autorización a ese organismo, ubicado tan
distante para la resolución de cuestiones trascendentes.

Las Audiencias eran organismos con funciones judiciales, existiendo en el Perú, dos audiencias: la de Lima y la
del Cusco. La audiencia estaba integrada por un Presidente, varios oidores y otros funcionarios menores. Luego
se ampliaron en número quedando las siguientes: la de Panamá, la de Lima, la de Santa Fe de Bogotá, la de La
Plata, la de Charcas, la de Quito, la de Chile, la de Buenos Aires, y la de Cusco. A fines del siglo XVIII, las
Audiencias fueron sustituidas por el sistema de Intendencias.

En orden de importancia seguían luego los Corregidores, que buscaban la pacífica convivencia entre nativos y
españoles, aunque en la práctica se ocuparon de transformar el trabajo de los indios en una carga pesada que los
enfermaba y hasta los conducía a la muerte. Estos organismos fueron fundados por el virrey Lope García de
Castro, en 1569. Con la aparición de los Corregidores el sistema de encomiendas declina su importancia, ya que
los corregidores habían sustituido a los encomenderos en la recaudación de los tributos, que era su principal
función.

Una institución muy importante fueron los Cabildos, autoridad de las ciudades, que defendían estos ámbitos
locales.

Por últimos, los curacas, en defensa de los aborígenes, eran el puente de diálogo entre la población y los
corregidores.
LOS VIRREYES

En 1551, asumió como Virrey, Don Antonio de Mendoza, quien fue sucedido cinco años después por Andrés
Hurtado de Mendoza, durante cuya gestión se descubrió la mina de azogue en Huancavelica, y se reorganizó el
sistema de encomiendas.

El Virrey Francisco Toledo, fue quien gobernó entre 1569 y 1581, siendo uno de los más reformadores. Sirven
de ejemplo de su tarea organizadora, sus Ordenanzas, cuya redacción estuvo a cargo de los juristas, Juan de
Matienzo y Juan Polo de Ondegardo. Creó un registro poblacional, y las reducciones aborígenes, estableciendo
los tributos que éstos deberían abonar. Los aborígenes, debemos tener en cuenta que constituían la mayoría de la
población. Instituyó la mita, donde los aborígenes entre 18 y 50 años prestaban servicios personales en las minas
u obras públicas, con un gran abuso por parte de los españoles.

EL VIRREINATO EN EL SIGLO XVIII

Con las reformas borbónicas del siglo XVIII, el Virreinato del Perú quedó reducido, ya que de él surgieron el de
Nueva Granada, en 1739, que comprendió las Audiencias de Panamá, Santa Fe de Bogotá y Quito y el del Río
de la Plata, en 1768, que separó la Audiencia de Charcas.

En 1740, la ciudad de Valdivia, que dependía del virreinato del Perú pasó a pertenecer a la Capitanía General de
Chile. Perú la recuperó en 1812, pero en 1820, los revolucionarios chilenos la tomaron.

El Virreinato ya estaba en crisis. En 1780 se produjo la rebelión de Túpac Amaru, un descendiente inca que se
convirtió en líder de los aborígenes oprimidos, que bregaban por la instalación de una Audiencia en Cusco, para
imponer justicia a tanto abuso de poder por parte de los Corregidores. La rebelión terminó con la inhumana
matanza del caudillo aborigen y de toda su familia.

La ciudad de Osorno, originariamente chilena perteneció al Perú entre 1798 y 1802.

Por Real Cédula del 15 de julio de 1802, se adicionaron a este Virreinato del Perú, los territorios amazónicos
creándose la Comandancia General de Maynas y Quixos.

En el año 1803 se separó de la jurisdicción de Quito, para sumarse al Perú la Gobernación Militar de Guayaquil.
En julio de 1810, en plena revolución, el territorio de la Audiencia de Charcas fue sumado al virreinato del Perú,
por decisión de su Virrey.

A partir del siglo XIX surgen los movimientos independentistas, y el Virreinato termina su existencia, en el año
1824, luego de que Simón Bolívar venciera a las tropas realistas y se rindiera el último virrey, José de la Serna e
Hinojosa.
13. Acerca del folklore virreinal investiga acerca de:

a) Las comidas y postres

Dentro de las comidas que existieron en la época colonial podemos decir que el plato típico es el ceviche y la
bebida tradicional es el Pisco. Se pueden destacar deliciosos potajes y guisos, como el ají de gallina, el arroz con
pato, el seco de cabrito o de cordero aromatizado con cilantro, un plato español muy antiguo que aparece en
1525 en un libro de Ruperto de Nola, los anticuchuos, la carapulcra limeña, la causa rellena, las papas huancaína
y las papas rellenas.

Entre los postres destaca el suspiro de limeña

b) La música

*El periodo musical peruano comprende los años 1680 y 1760 aproximadamente, las antiguas catedrales e
iglesias del Perú fueron marco para el florecimiento de una cultura musical, intensa y peculiar, durante los siglos
del virreinato.

*En la época colonial peruana, los sacerdotes españoles encontraron a indígenas cuyas música e instrumentación
les parecía demoniaca, así que en 1614 el arzobispo de Lima ordenó quemar los instrumentos indígenas. En
consecuencia se produjo un rápido mestizaje instrumental como el paso de vihuelas y bandurrias a guitarras y
arpas y así como canciones y giros que rapidamente adquieren fisionomía propia.

c) Las fiestas y bailes

* Los españoles trajeron con ellos las fiestas de carnaval europeas y en Barranquilla los esclavos las mezclaron
a sus tradiciones apareciendo en las calles, por estas fechas, disfrazados con atuendos típicos, danzando,
cantando y tocando sus instrumentos.
* Los bailes que los españoles trajeron consigo, eran especialmente las jotas, contradanzas y minues, así como
por la vestimenta de grandes señores virreinales.

d) Los pregoneros

* Los pregoneros nos daban hasta la hora. De ellos solamente tenemos recuerdos nostálgicos de su labor.
Pertenecen a una Lima que se fue, llevándose sus voces bien timbradas, por calles arriba y calles abajo, y sin
retorno.

e) Las procesiones y costumbres

Una de las procesiones y costumbres que se realizaron en la época del virreinato fue la procesión del Señor de
los Milagros. En Lima colonial, se vivía entre dos extremos: opulencia y religiosidad, de acuerdo a lo descito
por los cronistas de la época, quienes además la consideraban como mundana y suntuosa.

Otra costumbres que se dio en la época colonial fué la del día de muertos se le ha dado mayor importancia a sus
inicios prehispanicos, y se ha olvidado un poco la otra formación del mexicano: la formacion católica.

f) Las tradiciones

*Las leyes de los españoles estaban basadas en creencias religiosas de gran arraigo en la población y cuyo
incumplimiento traía consigo severos castigos.

g) Las creencias

* Los españoles creían que su religión era la única, la autentica y por los tanto se sentían con la misión de
divulgar esta verdad y salvar el alma de los infieles, aunque para conseguirlo tuvieran que matarlos.
EL VIRREYNATO DEL PERÚ

1. Introducción

Virreinato del Perú, entidad político-administrativa establecida por España en 1542, durante su periodo colonial
de dominio americano, que, en su máxima extensión, incluyó los actuales territorios de Colombia, Ecuador,
Bolivia y Perú, así como los de Chile y Argentina, pero que, a lo largo del siglo XVIII, y hasta la independencia
de esas zonas respecto del poder español, apenas comprendía poco más de lo que hoy en día es Perú.

2. Conquista y creación del virreinato

Con la entrada de los españoles en la ciudad de Cuzco en 1534, concluyó la conquista militar del Perú, llevada a
cabo por Francisco Pizarro, y dio comienzo el desarrollo del asentamiento colonial en el área dominada hasta
ese momento por el Imperio inca o Tahuantinsuyo que, a partir de 1542, entró a formar parte del virreinato de la
Nueva Castilla, conocido más tarde como virreinato del Perú, y que estableció su capital en Lima, fundada en
1535. Su demarcación incluyó con el tiempo el espacio comprendido entre Panamá y Chile, de norte a sur, a
excepción de la actual Venezuela, y, hacia el este, hasta Argentina, con la excepción de Brasil, que pertenecía al
dominio portugués. El periodo transcurrido desde 1534 hasta 1544 estuvo presidido por los enfrentamientos
entre los partidarios de Francisco Pizarro y Diego de Almagro, los dos socios que se habían unido en 1524,
junto a Hernando de Luque, para llevar a cabo una expedición en busca de las tierras del Virú o Birú (Perú), de
las que llegaban noticias que hablaban de la existencia de grandes riquezas. El nombramiento de Pizarro como
primer gobernador y el desigual reparto de los beneficios en la concesión de tierras y títulos entre ambos socios
fue una fuente permanente de luchas, conocidas como ‘guerras civiles’, que continuaron tras la ejecución de
Almagro, derrotado en la batalla de las Salinas en 1538, y la de Pizarro, asesinado por los almagristas en 1541.

El reparto de las tierras y de los indios llevado a cabo entre los conquistadores por el sistema de las
encomiendas, y la supresión legal de éstas con la promulgación de las Leyes Nuevas en 1542, mantuvo abierto
el enfrentamiento con el poder real, representado por el segundo gobernador Cristóbal Vaca de Castro y por el
primer virrey Blasco Núñez Vela, el cual murió en 1546, en lucha con los partidarios de la encomienda, quienes
se hallaban dirigidos por Gonzalo Pizarro, que se consideraba heredero de su hermano Francisco. El presidente
de la audiencia de Lima y tercer gobernador Pedro de La Gasca consiguió la pacificación del territorio peruano,
atrayendo al bando oficial a la mayor parte de los insurrectos y apresando, en 1548, al hermano de Pizarro, en la
batalla de Xaquixahuana.

3. Organización del virreinato

En 1550, fue nombrado virrey Antonio de Mendoza, que ya había ejercido el cargo en el virreinato de Nueva
España. El virrey Francisco de Toledo, que gobernó entre 1569 y 1581, llevó a cabo la más importante labor de
organización de la administración colonial en el virreinato peruano durante el siglo XVI, estableciendo las
normas para la agrupación de los indios en reducciones y la distribución del trabajo indígena por medio de la
mita. Mediante el empleo de ésta, el virrey Toledo proveyó de mano de obra a las minas de Potosí (productora
de plata) y Huancavelica (de la que se extraía mercurio, necesario para la purificación argentífera), logrando así
convertir al Perú en uno de los centros más importantes de producción de plata en el mundo entero. En el siglo
XVIII, destacaron las figuras de los virreyes que introdujeron las medidas creadas por el reformismo llevado a
cabo por la Casa de Borbón, especialmente Manuel de Amat y Junyent, que gobernó entre 1761 y 1776, Manuel
de Guirior (1776-1780), Agustín de Jáuregui (1780-1784) y Teodoro de Croix (1784-1790), destinadas a
revitalizar la administración colonial con actuaciones como la incorporación del sistema de intendencias. Con él
se intentó profesionalizar el gobierno, sustituyendo las inoperantes figuras de los corregidores y los alcaldes
mayores, dedicando especial interés a todo lo relacionado con la Hacienda.

La reorganización territorial llevada a cabo a lo largo del siglo XVIII disminuyó la importancia del virreinato
peruano, que perdió una gran parte de su espacio y de su capacidad comercial. En 1717, se creó el virreinato de
Nueva Granada, restaurado en 1739 tras un periodo de supresión. En 1776, la creación del virreinato del Río de
la Plata supuso la pérdida de la explotación de las importantes minas de Potosí, que pasaron a integrarse dentro
de la nueva demarcación, y del protagonismo comercial de Lima y su puerto del Callao, frente al adquirido por
Buenos Aires.

José de la Serna e Hinojosa fue el último virrey y gobernó desde 1821 hasta 1824, asistiendo a la desintegración
del Ejército realista, en la batalla de Ayacucho.

4. Aculturación y resistencia indígena

El proceso de transformación de la sociedad andina a partir del asentamiento de los españoles y el


establecimiento del virreinato del Perú, se interpreta como una adaptación a las formas impuestas por el modelo
colonial, como medio de supervivencia, sin abandonar los elementos fundamentales de la cultura indígena. Es la
fórmula que la moderna historiografía peruana denomina ‘aculturación y resistencia’.

Entre las primeras noticias que recibió Pizarro sobre la existencia del Estado inca estaban las relacionadas con la
muerte del emperador Huayna Cápac, y la lucha que por la sucesión mantenían sus hijos Atahualpa y Huáscar,
apoyados cada uno de ellos por los diferentes grupos de poder que reflejaban el complejo sistema de relaciones
de parentesco por el que se regía aquella sociedad. Los partidarios de Atahualpa habían conseguido apoderarse
de la capital del Imperio, Cuzco, y apresar a Huáscar, muerto por orden de su hermano, antes de ser ejecutado él
mismo por los españoles en julio de 1533. A partir de ese momento se sucedieron los nombramientos de nuevos
incas por parte de los españoles, quienes intentaron con ello utilizar el prestigio de su autoridad ante los
indígenas. Pero el primero, Túpac Hualpa, fue envenenado antes de entrar en Cuzco, y el segundo, Manco Inca
(Manco Cápac II), acabó levantándose contra los españoles estableciendo en Vilcabamba un reducto de
enfrentamiento permanente, hasta que fue asesinado en 1544 por los seguidores de Almagro.

La resistencia indígena se mantuvo viva tanto en la elite cuzqueña de Vilcabamba (hasta 1572) como en las
numerosas acciones que se produjeron a lo largo de todo el periodo colonial, en las que está presente la idea
mesiánica del inca, que cristalizó de forma especial en los levantamientos del siglo XVIII, protagonizados por
Juan Santos (Atahualpa), en 1742, y, en 1780, por José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru).

Al mismo tiempo, la incorporación de la nobleza inca a la colonia era utilizada como una fórmula de


legitimación, que se expresó incluso con la publicación de grabados en los que aparecían los reyes de España
como continuadores de la dinastía inca. Las reclamaciones para que se reconociesen los derechos nobiliarios de
los curacas (destacadas figuras de la estructura social inca) fueron muy numerosas y entre ellas no faltaron las
falsificaciones de quienes se fabricaban a la medida una ascendencia inca, que les aseguraba una posición de
prestigio ante las autoridades coloniales. Cuando los nombramientos de autoridades indígenas coincidían con
los esquemas andinos, la relación entre la comunidad y el curaca era fluida, ya que respondía a una idea muy
precisa de la procedencia de las fuentes de poder. En el caso contrario, se producían numerosos problemas
derivados de la presencia de una autoridad no aceptada por la tradición indígena.

En el terreno religioso, el sincretismo facilitó el mantenimiento de una actitud de aceptación del cristianismo


junto a la pervivencia del culto a las divinidades andinas. La persecución de la idolatría, en la que destacaron
jesuitas como el padre Pablo José de Arriaga, no impidió que otros miembros de esta misma orden favorecieran
la identificación de la Virgen María con la Pachamama inca y la superposición de símbolos cristianos a las
divinidades andinas.

5. Economía

La economía colonial se desarrolló a partir de los modelos occidentales, en los que el tributo y el salario
determinaban la relación con el poder en este campo. Para ello utilizó en su provecho la estructura organizada
por el Estado inca, aunque no incorporó los elementos clave de este modelo, basado en la redistribución y la
reciprocidad que, sin embargo, se mantuvieron vigentes entre la población indígena. Los tributos fueron
cobrados inicialmente a través de los encomenderos (época durante la cual predominó el cobro en especies),
pero a partir de 1565 esta función recaudadora la realizaron los corregidores de indios, que en el siglo XVIII
fueron sustituidos por los intendentes.
La economía colonial se organizó fundamentalmente en torno a la minería y sus centros de producción atrajeron
la mayor parte de la actividad comercial. La producción de plata tuvo una especial importancia tras el
descubrimiento del cerro Rico de las minas de Potosí en 1545, aunque en esas fechas ya funcionaban otros de
importancia en Porco, Puno, Caylloma y Cerro de Pasco. Las rentas producidas por la minería alcanzaron sumas
muy elevadas, a pesar de la existencia de una continua actividad ilegal que facilitaba la extracción fraudulenta
del mineral y su comercialización al margen tanto de los registros oficiales como del pago del quinto real. La
mayor parte de la mano de obra empleada en estos trabajos procedía de los turnos forzosos establecidos por el
sistema de la mita, en los que participaban indígenas procedentes de diferentes regiones. En tiempos del virrey
Francisco de Toledo, la mita de Potosí tenía asignadas las provincias de Porco, Chayanta, Paria, Carangas,
Sicasica, Pacajes, Omasuyos, Paucarcolla, Chucuito, Cavana, Cavanilla, Quispicanchis, Azángaro, Asillo,
Canas y Canchis. Algunos indígenas consiguieron librarse de participar en la mita mediante un pago realizado a
sus responsables directos; por esta razón recibieron el nombre de ‘indios de faltriquera’. Los mitayos realizaron
también trabajos en la agricultura, la ganadería, los obrajes y la construcción.

La agricultura de tipo europeo se desarrolló en principio en torno a los centros urbanos y, posteriormente, se


fue ampliando a los valles, en los que se extendió el cultivo del algodón, la caña de azúcar, la vid, el olivo y
algunos cereales como el trigo y la alfalfa.

La producción de coca tuvo una importancia capital, extendiéndose su cultivo a grandes áreas por su elevado
consumo, especialmente en las zonas mineras, y los numerosos beneficios económicos que generaba. Algo
similar sucedió con la producción textil, que se incluyó entre los tributos al tiempo que se comercializaba dentro
y fuera del virreinato.

El curaca de Tacna Diego Caqui ha sido puesto como ejemplo de la incorporación al sistema de producción y


comercio de tipo occidental introducido por los españoles. Fallecido en 1588, en esas fechas poseía 110 cepas
de vid, una fábrica de vino y otra de odres, con mano de obra especializada y pagada con salario, ganado para el
transporte terrestre y dos fragatas y un balandro para el comercio que llevaba hasta Chile y a Panamá.

El comercio se centró fundamentalmente en el abastecimiento de productos destinados al consumo de la


sociedad colonial. Los conceptos mercantiles, inexistentes en la sociedad andina, fueron aplicados a productos
de una larga tradición en el mundo indígena, como el cultivo de la coca, que se desarrolló en grandes
extensiones destinadas al mercado y muy especialmente al consumo en las áreas mineras. El comercio
interregional se realizó a través de las vías de comunicación interior que, en el caso de la puna, aprovechaba los
caminos abiertos por los incas. Esta comunicación también ponía en contacto los centros urbanos del altiplano
con áreas del norte de los actuales estados de Argentina y Chile, mientras que en los valles daba lugar a nuevos
caminos que confluían en poblaciones que se convirtieron en centros de distribución hacia la sierra y el
altiplano, como sucede con Juli. En otros casos, la búsqueda de una salida hacia el Atlántico hizo que ciudades
como Salta, Córdoba o Tucumán (en la actual Argentina), se convirtieran en piezas clave del comercio interior y
exterior.

Las vías oficiales del comercio marítimo estuvieron muy controladas por el monopolio de la monarquía


española, que reglamentó de forma estricta la comunicación comercial entre los virreinatos en defensa de sus
intereses. Sin embargo, la relación se mantuvo por medio del contrabando de productos locales y extranjeros,
que abastecían con normalidad las necesidades de la sociedad colonial. Panamá, Guayaquil y Callao fueron los
tres puertos más importantes del Pacífico relacionados con el virreinato del Perú. El producto más importante
que se transportó a lo largo de esta ruta fue la plata procedente de Potosí, que llegaba a Lima tras un largo
recorrido a través de Juli, Arequipa y los puertos de Islay o de Arica. En la capital virreinal era almacenada a la
espera de la formación de la Flota del mar del Sur, creada para su protección y transporte, y trasladada hasta
Panamá, desde donde iniciaba su camino a España integrándose en la Flota de las Indias.

Este repetido envío de grandes cantidades de plata por mar se convirtió desde el primer momento en objetivo de
las acciones de piratas y corsarios, que atacaban a la flota durante su trayecto, y a la ciudad de Lima y al puerto
del Callao, durante el periodo en que la plata estaba depositada en las Cajas Reales antes de emprender el viaje.
La monarquía intentó proteger este trayecto, de vital importancia, con la fortificación de los puntos estratégicos
de la navegación por el Pacífico sur y su entrada por el cabo de Hornos.
6. Arte y arquitectura

La arquitectura adquirió un importante desarrollo en todo el virreinato, marcada fundamentalmente por la


actividad religiosa que dio origen a catedrales, parroquias y conventos urbanos y rurales, dispersos por toda su
geografía. Durante el siglo XVI, en estas obras se suman elementos procedentes de la arquitectura mudéjar,
gótica y renacentista, a los que posteriormente se añaden otros, tomados del vocabulario manierista y barroco.
El rococó tuvo también su reflejo en una parte de la arquitectura limeña y el neoclasicismo alcanzó a
introducirse en los últimos años del siglo XVIII, aunque su influencia estuvo mucho más limitada. El carácter
telúrico del área andina, con la repetida actividad de los terremotos, fue un elemento condicionante de su
arquitectura, que se mantuvo dentro de unos límites de altura y prefirió la repetición de techumbres planas y
bóvedas, frente al uso de cúpulas. Los materiales constructivos más habituales fueron la madera, el ladrillo y la
piedra, aunque en algunas ocasiones se utilizaron elementos propios de la arquitectura local, obligados por una
necesaria adaptación al medio.

Las áreas más importantes de desarrollo arquitectónico se formaron en torno a Tunja, en Colombia; Quito, en


Ecuador; y Lima y Cuzco, en Perú, aunque otras regiones, como el Collao, en el altiplano boliviano, tuvieron
periodos de gran actividad constructora.

El virreinato andino presenta una diversidad pictórica basada en la existencia de unos centros culturales que
crearon áreas de influencias propias y diferenciadas. Santafé de Bogotá, Quito, Lima, Cuzco y Potosí generaron
una actividad específica, con nombres propios que sirvieron de punto de referencia a sus respectivas escuelas
estilísticas. Durante la segunda mitad del siglo XVI, se desarrolló el proceso inicial del traslado de obras
europeas —españolas, flamencas e italianas, fundamentalmente— y la instalación de los primeros pintores. Es
importante la llegada del jesuita italiano Bernardo Bitti, al comienzo del último cuarto de ese siglo, enviado por
sus superiores por sus conocimientos artísticos. Recorrió numerosas fundaciones jesuitas realizando obras de
pintura y escultura, enseñando a otros hermanos su oficio y difundiendo una iconografía y un modo de
interpretarla que marcó con fuerza las realizaciones posteriores. Bitti trasladó a Sudamérica el manierismo
tardío y prolongó la influencia de este estilo hasta mediados del siglo XVII. En la iglesia limeña de San Pedro
permanecen dos de sus obras: La coronación de la Virgen y La Virgen de la Candelaria. Enviado a Cuzco y más
tarde a Puno, Bitti regresó posteriormente a Lima.

Tras Bitti, se instaló en Lima Mateo Pérez de Alesio, quien había trabajado en Europa. El último de los tres
italianos de importancia que llegó al virreinato de Perú, Angelino Medoro, trabajó también en la Nueva Granada
y en Quito. Lo primero que se conoce de él es una Virgen de la Antigua, a la que siguen otras obras, como la
Anunciación, que firma y fecha en 1588, para la iglesia de Santa Clara de Tunja, o la Oración en el huerto y El
descendimiento, que realizó para la capilla de los Mancipe de la Catedral. De su paso por Quito queda una
Virgen con santos perteneciente al monasterio de la Concepción y un trabajo menor como es el escudo
nobiliario, que llevó a cabo en la iglesia de Santo Domingo en 1592. De los artistas que se afiliaron a su estilo,
Gregorio Gamarra y Lázaro Pardo Lago son dos de los más significativos y activos. La estela de Medoro en el
ámbito cuzqueño fue seguida por Luis Riaño.

Hacia la mitad del siglo XVII, comenzó a introducirse en Cuzco una corriente más influida por el tenebrismo, a
lo que contribuyó la presencia del jesuita flamenco Diego de la Puente y un cierto realismo tomado de los
modelos flamencos y españoles, que llegaron con las obras enviadas desde los talleres de Francisco de Zurbarán
y de Juan de Valdés Leal. Juan Espinosa de los Monteros fue uno de los representantes de esta tendencia. La
vertiente hispana la representan Martín de Loaiza, autor de una Adoración de los pastores y una Visión de san
Eustaquio, y Marcos Ribera, autor de pinturas ligadas a modelos españoles tales como El martirio de san
Bartolomé, tomado de José de Ribera.

Una de las características más importantes de la pintura cuzqueña es la relacionada con la activa población de


pintores indígenas, que desarrollaron su trabajo al mismo tiempo que el resto de los artistas. Desde temprano se
reconoció la actividad de muchos de ellos, que firmaron sus obras y trabajaron individualmente o en
colaboración con españoles o mestizos. Pero fue en el siglo XVII cuando, con la figura de Diego Quispe Tito al
frente, su producción empezó a ser considerada desde una perspectiva diferenciadora, que ellos mismos se
encargaron de resaltar al separarse del gremio que compartían con los demás pintores.

Quispe Tito nació en 1611 y realizó su formación a la vista de los ejemplos derivados del manierismo. Su


Visión de la cruz, de 1631, está elaborada a partir de una interpretación propia de los grabados flamencos, que le
sirvieron de constante repertorio de imágenes, como en las pinturas de la iglesia de San Sebastián y en la serie
evangélica de la catedral de Cuzco. Otros pintores indígenas, de obra conocida, son Basilio de Santa Cruz y
Juan Zapata. Santa Cruz prefirió inspirarse en las obras de los pintores españoles. Durante el siglo XVIII, los
talleres indígenas cuzqueños se alejaron más de los principios de la pintura europea. Se habla incluso de la
industrialización de esta pintura por la rapidez que se exigía en su realización.

En el otro extremo del virreinato, en Santafé de Bogotá, trabajó por los mismos años Gregorio Vázquez de Arce,
el pintor más sobresaliente de este núcleo y uno de los que más se ha relacionado con la influencia de la obra de
Bartolomé Esteban Murillo en tierras americanas. Es de los pocos pintores de quienes se ha conservado un
interesante número de dibujos. Pintó temas religiosos y profanos, como la serie dedicada a Las estaciones.

También la ciudad de Quito tuvo, en la segunda mitad del siglo XVII y los comienzos del XVIII, el periodo de
mayor calidad en la pintura. Sus representantes máximos son Miguel de Santiago y Nicolás Javier de Goribar.
Mapa del Virreinato del Perú. En verde claro, en sus orígenes. En verde oscuro, al final del mismo.

El Virreinato del Perú

El Virreinato del Perú fue una entidad político-administrativa fundada en


1542 tras el sometimiento del Imperio Inca. Abarcó, en su máxima
extensión, territorios que actualmente se corresponden con Perú, Ecuador,
Bolivia, Colombia, parte de Argentina y Chile.

Los primeros asentamientos comienzan a desarrollarse tras la captura de


Cuzco, principal

Machu Picchu, ciudad inca, por parte de Francisco Pizarro, en 1534. Tras este hecho, se
ciudad inca provoca una fuerte disputa por el control de una serie de expediciones
destinadas a Birú, territorio
Dieg
peruano del cual se presumía que poseía grandes riquezas, entre Francisco Pizarro y o de
Diego de Almagro. El enfrentamiento se saldó con la victoria de Pizarro, y la posterior Alm Francisco Pizarro
ejecución de Almagro. agro

El virreinato vivió cuarenta años de caos administrativo, fruto del choque de intereses
entre los distintos conquistadores, y el desigual reparto de la tierra. A mediados del
siglo XVI, Francisco de Toledo, virrey del Perú, logra encauzar la situación y establecer un
marco administrativo estable, que se prolongaría durante todo el período colonial. Esta normalización
de la situación, fue gracias a la voluntad de Toledo, de llevar a cabo un proceso
organizador, reflejado en medidas tales como el censo tributario, censo de pobladores
nativos y la realización de un registro de los recursos naturales y humanos del Perú.
Estas medidas permitieron la implantación de los sistemas de trabajo (mita,
repartimiento) y a la larga, hicieron de este virreinato el más rico e influyente.

La capital fue situada en la ciudad de Lima, fundada por Francisco Pizarro como la
«Ciudad de los Reyes», mientras que el puerto del Callao, monopolizaba todo el
comercio marítimo americano.
Mapa
En el campo administrativo, el virreinato está constituido por dos audiencias, las de Balcones
del
Lima y Cusco, que fueron sustituidas por intendencias tras las Reformas Borbónicas en coloniales de Lima
Virrein el siglo XVIII. Al igual que en el resto de virreinatos, existían también organismos tales
ato del como los corregimientos, encargados de la administración de zonas habitadas por
Perú. nativos, cabildos, que cumplían diversas funciones administrativas similares a las que
En actualmente realiza la municipalidad o ayuntamiento, y diversas autoridades indígenas que se
encargaban de mediar entre éstos y los españoles.
verde
claro, En el ámbito económico, la principal actividad desarrollada en el virreinato era la minería.
en sus El trabajo en la mina era desarrollado por aborígenes que pasaban entre una y dos semanas sin salir
orígen de ella en condiciones realmente duras. En un principio, la actividad se desarrolló en torno a
es. En pequeños depósitos de superficie, pero gracias a las mejoras en las técnicas mineras, los colonos
verde pudieron a acceder a grandes minas. Es a partir de este momento en que la minería termina de
oscuro consolidarse como principal actividad en el virreinato. Los principales yacimientos mineros fueron:
, al Castrovirreyna, Cerro de Pasco, Cajabamba, Contumanza, Carabaya, Cayllama,
final
del
mismo
.
Hualgayoc, Huancavelica y Potosí, todas ellas ubicadas en el territorio del actual
Perú. Potosí, por si sola, aportaba dos tercios de la producción minera del Perú,
hasta que en 1776 cambió de jurisdicción a favor del Virreinato del Río de la
Plata. A causa de las malas condiciones y la dureza del trabajo realizado por los
aborígenes en la mina, eran frecuentes los alzamientos de mineros, que eran
sistemáticamente sofocados por las autoridades coloniales.
En el ámbito comercial, España aplicó medidas proteccionistas y favoreció el
monopolio de los puertos de Sevilla en España, Veracruz, en México, Callao en el
Perú, Panamá y Cartagena en Nueva Granada. Debido a que Panamá y Cartagena
eran considerados puertos de tránsito, el Callao pasó a ser el único puerto
Potosí en 1715 autorizado para comerciar en América, lo cual convirtió al Virreinato del Perú en
el centro comercial de las colonias Españolas en América. Pero la preeminencia
de ciertos puertos sobre otros, en este caso el Callao con respecto al resto de
América, hizo que el contrabando y la piratería, actividades desarrolladas la primera por criollos y la
segunda por corsarios ingleses y holandeses en su mayoría, floreciesen, logrando erosionar lenta
pero inexorablemente el monopolio de los grandes puertos, hasta que en 1778 Carlos III decretó el
libre comercio y el Callao perdió su posición de ventaja frente a los otros puertos, posibilitando el
surgimiento de los de Montevideo, Buenos Aires o Guayaquil.

Al igual que en Nueva España, en el Perú se desarrollaron los obrajes, actividades protoindustriales
dedicados a la manufactura de textiles e hilos de lana y algodón. A pesar de la existencia de
actividades de esta índole, no pudieron desarrollarse a causa del estricto control monopólico que
del comercio ejercía la metrópolis.

Durante el siglo XIX, época en la que se suceden los distintos alzamientos independentistas a lo Obraj
largo del continente, el Virreinato del Perú se mantendrá como principal bastión de los realistas, e
hasta su disolución, en 1824, tras la Batalla de Ayacucho. A pesar de esto, el Perú será también
testigo de los alzamientos de Tupac Amarú y Tupac Katari, precedentes de la futura emancipación
Latinoamericana.

Virreinato del Perú

El Virreinato del Perú fue una entidad territorial superior integrante de España situado en América del Sur,
establecida por la Corona española durante toda la era de su dominio en el Nuevo Mundo, entre los siglos XVI y
XIX.
Tras la conquista del Perú, los conquistadores entraron en una guerra civil, por lo que el rey Carlos I, por medio
de la Real cédula firmada en Barcelona el 20 de noviembre de 1542, suprimió las gobernaciones de Nueva
Castilla y de Nueva Toledo y creó el flamante virreinato. Éste comprendió en un inicio y durante casi 200 años
gran parte de Sudamérica y el istmo de Panamá, bajo diversas formas de control o supervigilancia de sus
autoridades; sin embargo, a lo largo del siglo XVIII, y hasta la independencia de esas zonas respecto del poder
español, correspondió efectivamente a lo que hoy en día son territorios que forman parte de las Repúblicas de
Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador , Panamá y Perú.

A principios del siglo XIX, el virreinato del Perú, se ha denominado la posesión más importante de la Corona
española4 al tratarse de una de sus más importantes fuentes de riqueza. El virreinato peruano durante el proceso
de independencia hispanoamericana se convirtió en el último bastión y centro contrarevolucionario en América
del Sur, obligando a José de San Martín a abandonar su empresa emancipadora tras establecer la República del
Perú, hasta que bajo la división partidista, y sin auxilios de España, el virreinato sucumbió finalmente en las
campañas decisivas de Simón Bolívar.

En lo militar el virreinato del Perú financió y apoyó militarmente, por medio del real situado y el envío de
soldados y provisiones desde el Perú, las campañas contra los mapuches en la Guerra de Arauco que se extendió
por gran parte del período colonial, solamente en el año 1662 fueron enviados 950 soldados y 300.000 pesos
para los gastos de guerra,5 de igual manera del virreinato peruano partían las directivas generales para la
conducción de la campaña como fue la que envió el virrey Príncipe de Esquilache ordenando una guerra
defensiva contra los indios y la prohibición del servicio personal de éstos. 6 La fortificación del puerto del Callao
y la manutención de una fuerza naval para defender las colonias próximas de incursiones de corsarios y piratas
fue también responsabilidad de los sucesivos virreyes del Perú.

Historia

Antecedentes

Con la entrada de los españoles en la ciudad del Cuzco en 1534, concluyó la conquista militar del Perú, llevada
a cabo por Francisco Pizarro y dio comienzo el desarrollo del asentamiento colonial en el área dominada hasta
ese momento por el Imperio inca o Tahuantinsuyo. Así, durante el reinado del rey de España, Carlos I, por real
cédula firmada en Barcelona el 20 de noviembre de 1542, se creaba el virreinato del Perú, eliminando las
gobernaciones sudamericanas incluida la Gobernación de Nueva Castilla, otorgada a Pizarro.

Establecimiento del virreinato

El 20 de noviembre de 1542, el monarca español Carlos I de España firmó en Barcelona por Real Cédula las
llamadas Leyes Nuevas, un conjunto legislativo para las nuevas colonias americanas entre las cuales dispuso la
creación del Virreinato del Perú en reemplazo las antiguas gobernaciones de Nueva Castilla y Nueva León al
tiempo que la sede de la Real Audiencia de Panamá fue trasladada a la Ciudad de los Reyes (Lima).

Leyes Nuevas

El flamante virreinato comprendió de un espacio extenso comprendido entre Panamá y Chile, de norte a sur, a
excepción de la actual Venezuela y, hacia el este, hasta la Argentina, con la excepción del Brasil, que pertenecía
a Portugal.

Fue su primer virrey Blasco Núñez Vela, nombrado por real cédula del 1 de marzo de 1543. Sin embargo no
pudo ejercer la autoridad real debido a los enfrentamientos entre los partidarios de Francisco Pizarro y Diego de
Almagro, por el dominio del Perú, pereciendo asesinado por Gonzalo Pizarro. El asesinato de la primera
autoridad del rey produjo mucha consternación en España, entonces la corona dispuso castigar severamente a
quien había atentado contra el virrey, el representante del rey en territorios conquistados. Para ello, Carlos I
envió a Pedro de la Gasca, con el título de Pacificador para solucionar esta situación. Ya en el Perú, La Gasca,
seguro de haber infundido la semilla de la traición entre los partidarios de Gonzalo Pizarro, se enfrentó al
conquistador, cerca del Cuzco, en 1548, Gonzalo Pizarro vio a sus capitanes pasarse al bando de la Gasca y la
derrota para él resultó aplastante. Conducido a la ciudad del Cuzco fue ejecutado por delito de alta traición al
rey. Unos años después, en 1551, fue nombrado virrey Antonio de Mendoza y Pacheco, luego de haber ejercido
el cargo en el virreinato de Nueva España. Tras casi 40 años de desorden administrativo, el virreinato peruano
encontró a un eficiente conductor en Francisco de Toledo quien, entre 1569 y 1581, logró establecer el marco
político-administrativo que regiría por muchos años en el Perú colonial.

El gobierno de Toledo

Francisco de Toledo, conde de Oropesa y virrey del Perú. El gran ordenador y organizador del virreinato

Apenas llegado a tierras peruanas, Francisco de Toledo se informó de todo cuanto había sucedido en el
virreinato y de cuales fueron las políticas seguidas hasta ese momento. Reconoció la inexistencia de un
adecuado sistema tributario, pues no había un registro del total de habitantes del virreinato. Toledo realizó
varias visitas generales a distintas partes del virreinato y, por primera vez, se tuvo registro de los recursos
humanos y naturales del Perú. Tras saber el número de posibles tributarios, estableció las reducciones: pueblos
indígenas en los que se agrupaba a un número de alrededor de 500 familias. Así se sabía con exactitud la
cantidad de tributo que debían entregar.

Francisco de Toledo impulsó la distribución del trabajo indígena por medio de la mita. Mediante el empleo de
ésta, el virrey Toledo proveyó de mano de obra a las minas de Potosí (productora de plata) y Huancavelica (de
la que se extraía azogue, necesario para la purificación argentífera), logrando así convertir al Perú en uno de los
centros más importantes de producción de plata en el mundo.

Francisco de Toledo sentó las bases del virreinato peruano pues logró la ordenación administrativa y política de
todo el amplio territorio del Perú.

El ciclo de la plata

Entre 1580 y 1650, el sistema económico mercantilista se implanta definitivamente en el Perú con el
surgimiento de la gran minería gracias a la explotación de las vetas argentíferas de Potosí mediante
amalgamación con el azogue de Huancavelica.

Las Reformas Borbónicas

En el siglo XVIII, destacaron las figuras de los virreyes que introdujeron las Reformas Borbónicas, medidas
impuestas por la Casa de Borbón, especialmente Manuel de Amat y Junyent, que gobernó entre 1761 y 1776,
Manuel de Guirior (1776-1780), Agustín de Jáuregui (1780-1784) y Teodoro de Croix (1784-1790), destinadas
a revitalizar la administración colonial con actuaciones como la incorporación del sistema de intendencias. Con
ellos se intentó profesionalizar el gobierno, sustituyendo las inoperantes figuras de los corregidores y los
alcaldes mayores, dedicando especial interés a todo lo relacionado con la hacienda.
La reorganización territorial llevada a cabo a lo largo del siglo XVIII, implicó desmembrar dos vastas regiones
del virreinato peruano para conformar con ellas otros dos nuevos virreinatos: el Virreinato de Nueva Granada en
1717, restaurado en 1739 tras un periodo de supresión, y luego el Virreinato del Río de la Plata creado en 1776.
Estas pérdidas de territorio supusieron la pérdida de protagonismo del Virreinato del Perú como centro
económico de España en Sudamérica.

La posterior política económica de los Borbones, que permitió el comercio directo entre los puertos españoles y
diversos puertos de las colonias sudamericanas (Maracaibo, Guayaquil, Arica, Valparaíso, etc.) redujeron el
tráfico comercial a través del puerto del Callao y afectaron las rentas del Virreinato, que tras la separación del
Río de la Plata quedó confinado a las rutas comerciales secundarias del Océano Pacífico, mientras que el tráfico
comercial más lucrativo (del Océano Atlántico) quedaba bajo dominio de los puertos de Buenos Aires o
Cartagena de Indias, fuera de la influencia del virreinato peruano.

La ciudad de Lima, antaño principal ciudad de Sudamérica y poseedora de una vida cortesana y comercial
comparable a la de la propia Madrid, perdió gran parte de su antigua riqueza en la segunda mitad del siglo
XVIII, a lo cual se unió la continua merma de los ricos depósitos de plata de Potosí que habían sustentado la
economía virreinal durante dos siglos, hasta que todo el territorio del Alto Perú (actual Bolivia) quedó unido al
virreinato rioplatense en 1776. Los últimos años del siglo XVIII, si bien generaron una administración colonial
más eficiente y un mejor manejo de los recursos del virreinato en beneficio de España, mostraron un serio
declive de la riqueza general del virreinato peruano.

Independencia y fin del virreinato

En el siglo XIX, el virrey José Fernando de Abascal y Sousa hizo del virreinato del Perú el baluarte, reducto y
centro de la contrarrevolución en favor de la monarquía; desde este virreinato se contuvo la revolución
argentina, se reconquistó Chile, se sofocó los levantamientos de Quito y se debeló todo intento revolucionario
en el propio virreinato, en este sentido se dice que se reprimió toda manifestación de signo independista en las
colonias de España en América del Sur.

Virreinato del Perú en el año 1810.

Sin embargo Guayaquil se proclama estado independiente en 1820 y recibe la ayuda colombiana de Bolívar, y
tras la liberación de Chile el general argentino José de San Martín organiza una expedición militar que ocupó
Lima en 1821, y seguidamente el 28 de julio de ese mismo año se proclama la República del Perú. La capital
virreinal fue trasladada al Cuzco y el virreinato español del Perú se mantuvo en los territorios no independizados
hasta el año 1824, en que terminó oficialmente con la capitulación del virrey José de la Serna e Hinojosa ante
las fuerzas militares de Antonio José de Sucre en la Batalla de Ayacucho. La guerra sin embargo continuaría
con el Combate de Tumusla y en el asedio y bloqueo del puerto peruano del Callao y más allá hasta su
conclusión en el año 1826 con la Campaña de Chiloé y la rendición de la Fortaleza del Real Felipe.

Organización político-administrativa del virreinato


Organismos metropolitanos

El rey de España

Era la suprema autoridad de España y sus colonias, cuyo gobierno fue de corte absoluta. El rey tenía la facultad
legislativa exclusiva, que se traducían en reales cédulas, reales órdenes, podía declarar la guerra, firmar la paz,
administrar justicia y acuñar monedas. En el transcurso de los tres siglos que existió el virreinato del Perú, se
sucedieron once monarcas agrupados en dos dinastías:

Felipe II de España

Casa de Habsburgo (dinastía de origen austríaco)

 Carlos I (15421 - 1556)


 Felipe II (1556 - 1598)
 Felipe III (1598 - 1621)
 Felipe IV (1621 - 1665)
 Carlos II (1665 - 1700)

Casa de Borbón (dinastía de origen francés)

 Felipe V (1700 - 1724)


 Luis I (1724)
 Felipe V (1724 - 1746)
 Fernando VI (1746 - 1759)
 Carlos III (1759 - 1788)
 Carlos IV (1788 - 1808)
 Fernando VII (18082 - 18243 )

El Consejo de Indias

Máximo organismo peninsular que, tenía a cargo todo lo concerniente a la política administrativa, judicial y el
ejercicio del patronato eclesiástico, en última instancia, todo aquello que pudiera presentarse en tierras de la
América hispana.

Organismos locales

Fueron organismos que funcionaron en la misma colonia para ejecutar las disposiciones emanadas de España.
Fueron los siguientes:

El virrey

Era el representante personal del Rey de España en el virreinato: su “álter ego”, es decir, “su otro yo”. Como
suprema autoridad del virreinato fue el encargado de impartir justicia, administrar el tesoro público y velar por
la evangelización de los indígenas. El virrey era nombrado por el rey a propuesta del Consejo de Indias, aunque
muchas veces fue el mismo rey quien se encargaba de revisar los nombres de los posibles virreyes. El virrey del
Perú residía en la ciudad de Lima, en el suntuoso palacio de los virreyes, rodeado de una brillante corte, en
medio de gran lujo, riquezas y resguardado por una guardia de honor. Durante la existencia del Virreinato del
Perú gobernaron 40 virreyes.

Las audiencias

Grabado de Felipe Huamán Poma de Ayala representando a la Real Audiencia de Lima

Las audiencias tenían como función principal la administración de justicia, en calidad de segunda instancia en
los juicios o procedimientos judiciales, a nivel de cortes superiores. Asimismo, ejercían funciones políticas, es
decir, facultades propiamente de gobierno, pues la Audiencia actuaba como asesor del virrey, por lo que muchas
veces absolvió las consultas formuladas por el virrey. De igual manera, fue la encargada de tomar las riendas del
virreinato cuando el virrey se encontraba enfermo o moría repentinamente. Según su categoría, las audiencias
eran de dos clases: Audiencias Virreinales, de mayor rango, presididas por el virrey, tal fueron los casos de la
audiencia de Lima y México, que tenían bajo su autoridad a las otras audiencias del mismo virreinato,
denominadas Audiencias Subordinadas.

En el virreinato se establecieron ocho extensas Reales Audiencias, que fueron los máximos tribunales dentro del
mismo. Estas audiencias fueron las siguientes:

 Real Audiencia de Panamá (1538)


 Real Audiencia de Lima (1543)
 Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá (1549)
 Real Audiencia de La Plata de los Charcas (1559)
 Real Audiencia de Quito (1563)
 Real Audiencia de Chile (1563-1573; 1606)
 Real Audiencia de Buenos Aires (1661-1672; 1776)
 Real Audiencia de Cuzco (1787)

En Lima la Audiencia fue presidida por el virrey y estuvo conformada por los oidores (de número variable
llegando a tener durante varios años hasta 12 miembros), dos fiscales, un alguacil mayor, un teniente del Gran
Canciller y numeroso personal subalterno.
Los corregimientos

Los corregimientos fueron divisiones administrativas y territoriales de la corona española en el Perú. En 1569 el
gobernador y capitán general (no era virrey) Lope García de Castro creó los corregimientos de indios
subordinados a los corregimientos de españoles. Los corregimientos fueron gobernados por un alto funcionario
nombrado, mayormente, por el Consejo de Indias, denominado corregidor. Los corregimientos tenían facultades
políticas (conservaban el orden y la buena marcha del corregimiento), administrativas (cobraban el tributo de los
habitantes que vivían en la jurisdicción) y judiciales (hacían cumplir las leyes y resolvían los pleitos surgidos
entre los indígenas).

Las intendencias

Los corregimiento fueron suprimidos en 1784, por Carlos III, como consecuencia de la revolución de Túpac
Amaru II y reemplazados por las Intendencias. Desde 1784, llegaron para administrar las 7 nuevas intendencias
o departamentos: Trujillo, Lima, Arequipa, Cusco, Huamanga, Huancavelica y Tarma. En 1796 se agregó al
Perú la intendencia de Puno. Los intendentes también recaudaban los tributos y organizaban mitas, pero no
podías hacer "repartos mercantiles".

Los cabildos

Denominados también, ayuntamiento, municipalidad o consejo municipal, fue una institución de origen español
que se trasplantó a América. El cabildo tenía múltiples atribuciones administrativas. Entre ellas les correspondía
administrar arbitrios, presidir espectáculos públicos, organizar fiestas pomposas al llegar los nuevos virreyes,
vigilar el aseo de la ciudad, inspeccionar las calles y organizar la baja policía. Se distinguen tres tipos de
cabildo: correspondiente a las villas y lugares, las ciudades diocesanas y las ciudades metropolitanas.

En las villas, se constituían por un alcalde ordinario, elegido anualmente en un acto presidido por el corregidor y
cuyos cargos podían ser comprados o heredados; cuatro regidores, un alguacil y un mayordomo. En las ciudades
diocesanas: alcalde elegible, ocho regidores, dos fieles ejecutores, dos jurados o diputados de cada parroquia, un
procurador general, un mayordomo, un escribano de consejo, dos escribanos públicos, un escribano de minas y
otro de registro, un pregonero mayor, un corredor de lonja y dos porteros.

En las ciudades metropolitanas: elegidos entre los encomenderos y entre los vecinos notables que no ejerciesen
otros cargos incompatibles, 12 regidores (en México fueron 15 y en Lima llegaron a ser 18) y los demás
oficiales perpetuos. Los alcaldes ordinarios eran elegidos por los regidores mediante votación secreta que en
Lima era presidida por el virrey. Los regidores eran elegidos por el virrey con la autorización del monarca o por
elección del cabildo.

Autoridades indígenas: el curaca y el varayoc

Las autoridades del gobierno español creyeron conveniente seguir contando con los servicios antiguos dirigentes
incas a nivel de pueblos y de ayllus, para que la dominación sobre los Andes fuese más rápida y efectiva. Una
institución andina ancestral que usaron con eficacia fue el curacazgo, costumbre milenaria de constituir un jefe
para cada ayllu o comunidad: el curaca, instituido bajo el nombre de cacique, palabra centroamericana
equivalente al curaca.

Los curacas, que durante el Tahuantinsuyo rindieron cuenta al apunchic incaico (enviado por el inca), durante el
virreinato debieron rendir cuenta al corregidor español (enviado por el rey de España). Otra institución incaica
utilizada fue el varayoc, autoridad civil encargada de gobierno administrativo del pueblo, la cual, a similitud de
los alcaldes velaba por el correcto desenvolvimiento del caserío o poblado.

Organización económica del virreinato


La economía virreinal sustento su estructura en:

La minería

Imagen del Potosí durante el Virreinato del Perú

Fue la actividad preferente en el virreinato, por lo menos durante el siglo XVI y gran parte del XVII, para
empezar a decaer en el siglo XVIII. Dentro de la actividad minera en la colonia se distinguen dos momentos: El
primero que va hasta el establecimiento de la organización virreinal, caracterizado por un sistema de extracción
intensiva del metal con base en una febril actividad de la superficie, desmantelamiento, apropiación, y reparto
de las riquezas del antiguo Perú. El segundo presentado por el ordenamiento económico que empieza con las
Ordenanzas de 1542.

Las mejores minas, por su calidad y rendimiento fueron de propiedad del Estado Español. Las minas más
pequeñas, en cambio, fueron explotadas por particulares con la obligación de pagar como impuesto el Quinto
Real, o sea, la quinta parte de la riqueza obtenida. Los principales yacimientos mineros fueron: Castrovirreyna,
Huancavelica, Cerro de Pasco, Cajabamba, Contumanza, Carabaya, Cayllama, Hualgayoc, todas estas
ubicadas en el actual Perú. Pero el descubrimiento más grande a nivel minero fue sin duda el yacimiento de
Potosí, cuya producción se sustentó en la terrible mita minera. Se calcula que Potosí proporcionó las dos
terceras partes de la plata que hubo en el Perú, hasta que en 1776 pasó a formar parte del Virreinato del Río de
la Plata.

Los centros mineros fueron ciudades que rápidamente se convirtieron en emporios comerciales que engranaron
todo un circuito comercial en el que se encontraban la ciudad de México (para Zacatecas y Guanajuato) y Lima
(para Potosí, Cerro de Pasco y Huancavelica). Para la extracción de la plata las técnicas andinas incluían el
método de la huaira, que consistía en el empleo de un horno al cual se le sometía el plomo, extrayéndose
finalmente la plata. Pero esta plata era de una impureza notoria.

En México se llegó a descubrir una técnica que se aplicó en las minas de Potosí; consistió en mezclar la plata
con el mercurio (llamado azogue). Luego, la plata se separaba, manteniéndose en un estado de pureza. La
producción minera tuvo su auge entre 1572 a 1580 que fluctuó de 216.000 a 1.400.000 pesos anuales; pero
disminuyó su ritmo extractivo al promediar el siglo XVII y ya en el siglo XVIII, su decadencia fue notoria
debido, en gran parte, al sistema y forma empírica como se trabajaba en los centros mineros, también a la
carencia de caminos para agilizar el transporte y la despoblación indígena.

Entre 1790 y 1795, según las memorias del virrey Francisco Gil de Taboada, se hallaban en explotación en su
territorio (actual Perú), 728 minas de plata, 69 de oro, 4 de mercurio, 12 de plomo y 4 de cobre. Pese a que la
minería era en la época una actividad desorganizada y riesgosa, su auge fue tal que no menos del 40% de los
yacimientos que actualmente están en operación en el Perú, ya habían sido descubiertas y trabajados en tiempos
del virreinato.
Régimen comercial del virreinato

El comercio virreinal estuvo basado en el monopolio debido al carácter exclusivista y mercantilista que
prevaleció en la economía. Hasta el debilitamiento, y luego la derogación del monopolio universal, solo los
territorios españoles de Europa podía comerciar con la América española. Con el tal propósito y el de recaudar
impuestos, se creó en Sevilla la llamada Casa de Contratación en 1503, organismo encargado de velar por el
cumplimiento del monopolio. Además, en cada virreinato funcionaba una institución llamada Tribunal del
Consulado, que controlaba el movimiento comercial e intervenía en todo lo relacionado a él .

Monopolio Comercial del Virreinato del Perú

En 1561, Felipe II establece que los únicos puertos para el tráfico comercial fueran Sevilla en España, Veracruz,
en México y Callao en el Perú, en tanto que Cartagena y Panamá eran tenidos como puertos de tránsito.

En cumplimiento de esta disposición, anualmente salían de Sevilla dos grupos de barcos cargados de
mercaderías y escoltados por otros barcos de la marina de guerra española. El grupo de barcos que iba a México
tomaba el nombre de flota y arribaba a Veracruz. Los que venían al Perú tomaban el nombre de galeones y
llegaban, primero, al puerto de Cartagena y, de allí, pasaban al puerto de Portobelo. Allí en Portobelo, se
realizaba una gran feria, a la que asistían los comerciantes limeños que hacían su arribo a este lugar, mediante la
llamada Armada del Mar del Sur, hasta Panamá, y, luego, por tierra, atravesaban el istmo para llegar a Portobelo
. Efectuadas las compras y ventas en Portobelo, los comerciantes se embarcaban, nuevamente, en la Armada del
Mar del Sur y arribaban al Callao, desde donde enviaban las mercaderías por tierra a los pueblos y ciudades del
interior del virreinato como Arequipa, Cuzco, Charcas, Buenos Aires, Santiago y Montevideo. De esta manera,
el Virreinato del Perú se convierte en eje comercial de la colonia. El Callao como puerto autorizado mantuvo
sus preeminencia sobre otros puertos menores, tanto de la costa del Pacífico, como el Atlántico.

El monopolio no dio resultado para España; en cambio, fomentó el comercio ilícito, de contrabando, a cargo de
ingleses, franceses y holandeses. Los barcos de los países contrabandistas arribaban a puertos menores, así
como también a caletas y embarcaderos, desde donde se introducía la mercadería a los poblados aledaños y
ciudades del interior del Virreinato, lugares éstos en los que se daba el caso de mayor aceptación de estos
productos que se expandían a un precio sumamente bajo en relación a los mismos artículos traídos por los
mercaderes españoles. La mayor intensidad de este comercio ilícito se manifestó en los puertos del Atlántico,
llámese Montevideo y Buenos Aires; esto es explicable por la lejanía en que se encontraban con respecto a la
capital del virreinato, Lima, y al puerto de entrada autorizado que era el Callao. Se ha llegado a estimar que por
cada 2 mil toneladas de comercio lícito entraban al Virreinato del Perú 13 mil toneladas ilícitas, es decir, de
contrabando.

Rompieron también el monopolio comercial los terribles corsarios (que robaban para beneficiar a sus propios
países o determinada nación europea), como los feroces piratas (que lo hacían para su propio provecho). Tanto
corsarios como piratas fueron el terror de los mares y de los puertos españoles.
Francis Drake, famoso Corsario inglés, atacó los puertos del Virreinato del Perú, sobre todo el del Callao. Murió
tras un ataque fallido a Panama.

Fueron famosos, en este sentido, el corsario Francis Drake que, actuando bajo la insignia de la corona inglesa en
tiempos de Isabel I, atacó a puertos de América meridional, saqueó el Callao y Paita, luego se dirigió a Panamá
donde logró acumular un gran botín, regresando a Inglaterra por la vía de Oceanía, en la época del virrey
Francisco de Toledo. Todo ello determinó, que precisamente, Lima, fuera circundada de murallas y que
asimismo, se construya la Fortaleza del Real Felipe o los Reales Castillos del Callao.

Entre los piratas y corsarios que atacaron las costas del virreinato peruano se cuentan:

 Francis Drake (1578)


 Thomas Cavendish (1587)
 Roberto Achines (1590)
 Oliver de Nort (1596)
 Simón de Cordes (1596)
 Almirante Veraje (1596)
 Jorge Spilberg (1607)
 Enrique Morgan (1620)
 Jacobo Hermite (1624)
 Carlos Ciere (1670)
 Juan Guerin (1678)
 Eduardo David (1685)

Por diversas circunstancias el sistema del monopolio fue quebrantándose. Así, a la firma del tratado de Utrecht
en 1713, España concedió a Inglaterra el derecho de enviar cada año a puertos coloniales del atlántico, un barco
o “navío de permiso”, con 500 toneladas de mercaderías. En 1735 la misma España concedió el “navío de
registro“ que, previa inscripción en los puertos españoles, llegaba a los puertos del Pacífico con mercaderías
para su comercialización, hasta que el rey Carlos III, en 1778, decretó el libre comercio, por el cual otros
puertos españoles y sudamericanos podían efectuar esta actividad. En virtud de esto, surgieron Valparaíso,
Arica, Guayaquil, Montevideo y Buenos Aires, que disputaron la supremacía del Callao.

Impuestos coloniales

La llamada Real hacienda o Caja fiscal del Rey obtenía recursos directos con el cobro de una serie de
impuestos, que afectaban a las actividades económicas. Habían cajas repartidas en todo el virreinato que
recolectaban los fondos, cubrían los gastos de administración y remitían el sobrante a la caja principal situada en
Lima (Caja Real de Lima), la misma que, saldando gastos del propio virreinato, luego las remitía a España.

Entre los impuestos, que el virreinato pagaba a la corona figuraban:


 EL Quinto Real (Quinto del Rey). O sea, la quinta parte de los metales extraídos o de los tesoros
encontrados.
 El Tributo Personal del Indio. Que obligaba al habitante andino, entre los 18 y 50 años, a pagar una
suma anual.
 El Alcabala. O sea, el pago que se hacia por concepto de la compra o venta de propiedades
 El Almojarifazgo. Que era el impuesto que se pagaba por la entrada y salida de mercaderías (hoy
aranceles o derechos de aduana).
 La Media Anata. O sea, el impuesto que gravaba anualmente los sueldos de los funcionarios públicos y
burócratas.
 La Derrama. Que eran los donativos extraordinarios que se obligaba a hacer a los habitantes del
virreinato cuando España sostenía guerras con sus rivales europeos.
 Los Estancos. De la sal, del tabaco, del papel sellado, de los naipes, etc., es decir, el impuesto que
gravaban a tales productos, los mismos que tenían que ser pagados por los colonos.

La moneda

Moneda de 8 reales conocida como Columnario de plata

En un comienzo, durante la conquista, no hubo moneda para el comercio, después aparece la primera expresión
de la moneda en el Perú, la callana, que era una pieza rudimentaria fundida con especificación de peso y ley que
funcionó en Cajamarca, Lima, Cuzco y Piura. Después se confeccionó el peso, que fue un disco burdamente
labrado a cincel, llevando una cruz a cada lado; su valor marcaba 450 maravedíes.

Después aparecieron los ducados, los escudos y los doblones, que hicieron más expeditiva la transacción
comercial. Estas monedas eran acuñadas en las llamadas Casas de Moneda, que empezaron a funcionar
alrededor del siglo XVI, especialmente en Lima y Potosí.

La agricultura

La agricultura no tuvo un desarrollo importante en el virreinato. En el virreinato peruano, al igual que en otros
lugares colonizados por los españoles, la tenencia de la tierra se trastocó, así como el usufructo que se hacía de
ella. Con la llegada de los españoles llegaron también productos como el trigo, olivo, vid, cítricos, animales de
granja y aves de corral. Desde un inicio los indígenas fueron empleados en las faenas agrícolas y fue a través de
esta práctica que pudieron pagar sus tributos. Nuevas técnicas como el barbecho, la rosa y quema así como
diferentes instrumentos les fueron dados a los nativos para que explotaran al máximo la agricultura.

Un aspecto a tener en cuenta es que las tierras destinadas a la agricultura se encontraban relativamente cercanas
a las ciudades debido a que muchos de los alimentos no aguantaban más de 5 días de camino sin malograrse.
Alrededor de Lima y Potosí, por ejemplo, hubo grandes hectáreas destinadas solamente a la producción local.
Dentro de esta producción no se descuidaron los productos locales como el olluco y la coca. Hacia 1600 la
producción local fue lo suficientemente estable como para sustituir las importaciones que se hacían desde
España causando gran molestia a los comerciantes españoles. Es desde entonces que el comercio anticolonial
empezó a tener auge, principalmente entre las regiones del Perú, Chile y Centroamérica.
Productos traídos por los españoles

 Ganado: vacuno, lanar, caprino, porcino


 Cereales: trigo, arroz, cebada, centeno
 Otros vegetales: lentejas, frijoles, lechugas, col, espinaca, apio, espárrago, zanahoria, nabo, betarraga,
rábanos, naranja, limón, etc.

Los obrajes

Obraje en el Virreinato del Perú

Fueron centros laborales de gran importancia en el Virreinato dedicados a la manufactura de textiles e hilos de
lana, algodón y cabuya. El primer obraje fue instituido por Antonio de Ribera en 1545. Su número creció
rápidamente debido a que las vestimentas tenían gran demanda entre los indígenas mineros (de diferentes
calidades: bayetas, jergas, frazadas, alforjas, medias, sombreros, costales). Su producción no pudo superar lo
artesanal porque el monopolio peninsular no dejaba que se expandiera o elaborara productos de mejor calidad
dentro de sus colonias.

La iglesia en el virreinato

Ambiente religioso

Corpus Christi en el Cuzco.

El virreinato peruano se caracterizó por el profundo espíritu religioso, especialmente en el siglo XVII. Prueba de
ello es que por esa época, Lima, con 26.000 habitantes, ya contaba con 19 iglesias y monasterios y que el 10%
de esa población estaba constituido por sacerdotes, canónigos, frailes y monjas, que penetraron profundamente
en la vida del pueblo, en cuyas familias era casi una actitud tradicional destinar a uno de los hijos para el
sacerdocio y observar rigurosamente las prácticas del rezo y del rosario a la hora del Ángelus y las asistencias a
las diversas actividades de culto.

Fundada Lima, se estableció un obispado en 1541 que, en 1548, fue elevado a la categoría de arzobispado,
durante el gobierno del pacificador Pedro de la Gasca. Este arzobispado tenía bajo su mandato a todos los demás
obispados que, por entonces, funcionaban en toda América del Sur, y eran el obispado de Cuzco, Panamá,
Papayán, Quito, Charcas y Paraguay. El primer arzobispo fue fray Jerónimo de Loayza hasta que, en 1581, fue
nombrado como arzobispo fray Toribio Alfonso de Mogrovejo, considerado el verdadero organizador del
sistema eclesiástico en el virreinato, para cuyo efecto reunió en Lima dos concilios provinciales. De acuerdo a
esto la iglesia peruana se organizó en arzobispados, obispados y curatos. Se contaba también con los curas
doctrineros en las reducciones.

Las órdenes religiosas

Basílica y Convento de San Francisco, en la ciudad de Lima perteneciente a la orden de los Franciscanos.

Eran organizaciones de la Iglesia Católica que, bajo la advocación de un santo, tuvieron como tarea el
adoctrinamiento de los indígenas dispersos por todo el virreinato. Todos ellas fundaron conventos y
monasterios, y edificaron hermosas iglesias en Lima y otras ciudades del Perú.

Las órdenes religiosas que se establecieron en el Perú fueron la Orden de Predicadores (dominicos), la Orden de
Frailes Menores (franciscanos), la Orden de la Merced (mercedarios), la Orden de San Agustín (agustinos) y la
Compañía de Jesús (jesuitas).

Dominicos

La Orden de Predicadores fue la primera en llegar al Perú con fray Vicente Valverde en 1532 (destacada
actuación en la captura del inca Atahualpa y primer obispo del Cuzco). Su primer convento lo construyó sobre
el templo inca del Coricancha, (Cuzco); fundó en Lima la Universidad de San Marcos (1551), e implementó
inicialmente el tribunal de la Santa Inquisición. Destacó por su defensa de las poblaciones andinas, siguiendo la
lucha del fraile dominico Bartolomé de las Casas, y por su gran labor de adoctrinamiento de las poblaciones
indígenas (fray Domingo de Santo Tomás fue la primera persona en estudiar el quechua).

Franciscanos

La Orden de Frailes Menores llegó al Perú en 1533, dedicándose especialmente a las misiones, es decir, a la
difusión del catolicismo en el virreinato. Llegó a instalar conventos en Arequipa, Huamanga, Trujillo,
Chachapoyas y otras ciudades (construyeron el Convento de Ocopa, en Huancayo). Fue una de las órdenes que
más trabajó con misiones a las inhóspitas regiones de la selva.
Mercedarios

La Orden de la Merced (mercedarios) llegó al Perú en 1533 y su centro de operación fue la ciudad de Lima.
Explotó bienes inmuebles incursionando en las haciendas y otro tipo de negocios (repartimientos, encomiendas).
Logró controlar la Santa Inquisición desde mediados del siglo XVIII.

Agustinos

La Orden de San Agustín arribó en 1551 y se instaló en Lima, como la Provincia Nuestra Señora de Gracia del
Perú, y en varias partes del virreinato peruano, principalmente en la Sierra, extendiéndose incluso hasta el Alto
Perú (actual Bolivia). Tomaron a su cargo el célebre santuario de Copacabana, a orillas del Lago Titicaca, a
partir del cual predicaron con gran eficacia la doctrina católica a las poblaciones indígenas de sur andino.

Jesuitas

La Compañía de Jesús llegó al Perú en 1568, como una organización moderna y poderosa, al servicio de la
Contrarreforma, es decir, a la lucha contra los protestantes europeos. Con ese antecedente, tuvo gran empuje en
su labor misional en el Perú, asumiendo con gran éxito la administración de haciendas y fundando multitud de
colegios (también incursionaron en el estudio del quechua, además del aymara). Con los años, esta labor
adquirió gran prestigio e influencia en los ámbitos políticos, culturales y económicos locales. Los jesuitas fueron
expulsados por España y sus colonias por orden de Carlos III (1768), preocupado por el poder que ejercían y las
posiciones sobre las libertades políticas que dejaban entrever. Esto constituyó un rudo golpe para la cultura y
economía del virreinato.

Proceso de evangelización

La labor evangelizadora en el Virreinato del Perú empezó el mismo día en que los españoles arribaron a estas
tierras y emprendieron su empresa de conquista. La evangelización se dio de manera paulatina a medida que
llegaban las órdenes religiosas, pero también con cierto desorden pues la dispersión de los misioneros impedía
una eficaz labor centralizada. Las primeras acciones importantes de evangelización empezaron después del
primer Concilio Limense en 1551. La primera medida a tomar fue el bautizo de indígenas, que en el acto debían
abandonar las prácticas autóctonas y todas las formas que iban contra las leyes eclesiásticas y contradecían los
mandamientos católicos.

En el segundo Concilio Limense (1567-1568) se retoma la idea de destruir las huacas y de colocar en su lugar
cruces o levantar una iglesia o ermita en caso que la huaca haya sido un importante lugar de culto.

El Tercer Concilio Limense (1582-1583) marcó un cambio significativo en la evangelización peruana. Lo nuevo
fue en materia de textos y catecismos. Las distintas órdenes debían utilizar los mismos materiales de enseñanza
y adoctrinamiento. Para ello se debía conocer a fondo la lengua quechua (y sus variantes). Los jesuitas fueron
los más entusiastas con esta nueva metodología de evangelización debido a que el catecismo era una de sus
principales virtudes.

Sin embargo, a principios del siglo XVII los sacerdotes aún estaban destruyendo reliquias incaicas y quemando
momias incaicas y descubriendo llamas destinadas a un sacrificio entre las andas de los santos. Fue entonces
que el intento de extirpación de idolatrías se hizo más rigurosa: los curas destruyeron todo objeto incaico
considerado hereje, se obligó a los indios a asistir a misa bajo pena de azote y a bautizar a sus hijos con nombres
cristianos, se estableció castigos y penas severas contra de los idólatras andinos, se persiguió a hechiceros y
brujos.
Santidad en el Virreinato

En el Perú hubo mayor cantidad de santos y siervos de Dios que en todos los virreinatos españoles. La mayoría
apareció entre 1570 y 1660, muchos de ellos coexistiendo en la sociedad limeña, tal como fue el caso de San
Martín de Porres, San Juan Masías, Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano y, muy especialmente,
Isabel Flores de Oliva, canonizada con el nombre de Santa Rosa de Lima, patrona de América y las islas
Filipinas.

Factor activo en el acrecentamiento de la religiosidad virreinal fue el terremoto del 31 de marzo de 1650 en el
Cuzco, que dio lugar al culto del Señor de los Temblores, y el del 20 de octubre de 1687, en Lima, que originó
la Festividad del Señor de los Milagros.

La Inquisición en el Virreinato

La Inquisición en Lima. Camino hacia la plaza mayor de Lima para su condena

En el Virreinato Peruano el Tribunal de la Santa Inquisición se estableció durante el gobierno del virrey Toledo,
por real cédula de 25 de enero de 1569. Empezó a funcionar el año siguiente, en 1570. Estuvo bajo la dirección
inicialmente de los dominicos y luego de los mercedarios, pero después jesuitas acapararon sus más altas
esferas.

La misión de la Inquisición no era otra que combatir a los herejes. En este sentido, sus atribuciones eran las
mismas que el tribunal inquisitorial de España. Se buscaba, con esto, preservar la fe católica. En un comienzo,
su acción no tenía alcance sobre los indígenas; puesto que solo se condenaba herejía, pero pronto las
atribuciones de esta institución se ampliaron al seguimiento de causas por blasfemia, poligamia, hechicería,
idolatría, etc., comprendiendo dentro de sus alcances al pueblo nativo. La jurisdicción de la Inquisición Limeña
se extendía hasta las audiencias de Charcas, Chile y Quito.

La aplicación de tormentosos castigos corporales eran ejercidos por hermanos de la orden de Santo Domingo,
mientras que los de San Juan de Dios se encargaban de cuidar a los enfermos. Este rígido y severo tribunal
envió a la hoguera a 40 personas por herejes, mientras que, en conjunto, con el proceso seguidos por otras
causas el número de sentenciados llegó a 371, hasta que dejó de funcionar en 1761. Todo esto desenvolvió un
sentimiento adverso al tribunal, tal es así que a su supresión, en 1761, se produjeron manifestaciones de
contento popular en el ambiente del Perú virreinal, especialmente en Lima.

La educación en el Virreinato
La educación virreinal estuvo sometida a los moldes europeos y se caracterizó por el memorismo, la
religiosidad, la rigurosidad y el clasicismo. En ella influenció y desempeñó gran papel la iglesia a través de sus
órdenes religiosas, destacando en esta labor los jesuitas. La implantación de la educación siguió en orden
inverso al de la educación actual, es decir, primero se implantó la educación superior, después el grado
intermedio y, por último, la educación elemental.

Educación elemental o de primeras letras

Se dio a través de las escuelas conventuales, parroquiales y las escuelas misionales. Allí se enseñaba a leer a los
niños, escribir, cantar, así como los preceptos básicos. Las mujeres estuvieron casi marginadas del proceso
educativo.También existían colegios menores que eran dirigidos a párrocos e indígenas.Los objetivos eran
enseñar a leer, escribir, además, a catequizar.

Educación intermedia

Se dio en los colegios mayores y de caciques; éstos asumían una mezcla de lo que hoy llamamos educación
secundaria o intermedia. De los colegios mayores el más antiguo fue el de San Felipe, fundado en 1575. Le
siguió el de San Marcelo, establecido en 1582. Otros colegios mayores limeños fueron el de San Ildefonso
(1608), de los Agustinos, el de San Buenaventura, de los Franciscanos (1611); en el Cuzco, el de San Antonio
Abad (1619), fundado por los jesuitas.

Los colegios mayores cumplían una suerte de función auxiliar con determinadas universidades, como el caso de
los colegios San Felipe y San Martín, que servían de internado para los alumnos de la Universidad de San
Marcos.

Los colegios de caciques, se implementaron, entre otros motivos, como parte de las medidas de extirpación de
idólatras, a fin de adoctrinar a caciques e hijos de caciques en la doctrina católica, en la gramática castellana, en
el latín, en los cánticos religiosos, etc., y que ellos, a su vez influyan sobre las poblaciones indígenas aún no
asimilados al catolicismo. Fueron notables los colegios el príncipe de Lima y San Borja del Cuzco.

Además de estos dos tipos de colegios, existieron en la colonia los seminarios, que formaban a los futuros
sacerdotes. Entre ellos se cuenta el de Santo Toribio de Mogrovejo (Lima), San Antonio de Abad (Cuzco), San
Cristóbal (Huamanga), San Jerónimo (Arequipa), San Marcelo y San Carlos (Trujillo)

Educación universitaria

Casona antigua de la Universidad Mayor de San Marcos

La enseñanza propiamente superior se brindaba en las universidades. La enseñanza universitaria en el Perú se


inauguró en 1551 con la fundación de la Universidad Mayor de San Marcos en Lima, por obra de los dominicos,
la que es considerada la institución de educación superior más antigua del continente americano, y la primera
universidad de América que fue oficial y solemnemente constituida, es decir, con todas las formalidades reales y
canónicas exigidas en la época.

Otras importantes universidades fundadas en el Perú virreinal fueron:0

 Universidad de San Antonio de Abad en el Cuzco, en 1598.


 Universidad de San Cristóbal de Huamanga, en 1677.
 Universidad de San Agustín de Arequipa, en 1714.

En el ámbito de América del sur (Antes de las reformas borbónicas):

 Universidad de Chuquisaca (alto Perú), en 1634


 Universidad de Córdoba, en 1664.
 Universidad de Santiago, en 1738.
 Universidad de Santa fe de Bogotá

Contribuyeron a la educación, como a la difusión de la cultura en el virreinato peruano, la instalación de la


imprenta, en Lima, en 1581, a cargo de Antonio Ricardo. En 1583, previas licencias respectivas, se publicó el
primer libro, Doctrina cristiana y catecismo para la instrucción de los indios, escrito en tres idiomas: español,
quechua y aymara (consagrado como el primero de su género en América). Otras publicaciones aparecieron en
1594, en tiempos del virrey Hurtado de Mendoza, con motivo de la captura del pirata Hawkins.

Los inicios fueron restringidos pues solo se podía imprimir con el permiso y conocimiento de La Corona. Las
obras trataban generalmente sobre temas religiosos y gramática quechua. En el siglo XVII la imprenta aumenta
su producción y se imprimen libros de interés médico y crónicas históricas; pero cobraría importancia años
después con el ingreso del periodismo.

Portada del primer número del "Mercurio Peruano"

El periodismo propiamente dicho, hace su aparición en la segunda mitad del siglo XVII, con La Gaceta de
Lima, que apareció en 1744, su finalidad informativa fue de carácter local, sin proyecciones a mayor ámbito
virreinal y solo se publicó hasta 1777. Pero el primer diario, en toda su extensión de la palabra, lo fundo un
joven de 26 años llamado Jaime Bauzate y Meza en 1790; se llamó El Diario de Lima, Erudito y Comercial, el
cual insertaba en sus páginas variadas noticias, informaciones y avisos (considerado la primera publicación del
continente). Al año siguiente en 1791, se fundó el periódico más importante en su jerarquía intelectual, cultural
y patriótica, El Mercurio Peruano, auspiciado por La Sociedad de Amantes del País y gran difusor de las ideas
de la ilustración. Le siguen El Peruano, El Satélite del Peruano, La Gaceta del Gobierno de Lima, El Peruano
Liberal, El Verdadero Peruano, El Argos Constitucional, El Investigador; que fueron los periódicos que
circularon casi al terminar el siglo XVII y comienzos del siglo XVIII; todos ellos difundieron las ideas liberales
de la ilustración, convirtiéndose en los voceros de la actividad independiente.

Arte y cultura
El arte durante los primeros años virreinales fue exclusividad de los religiosos y su uso tuvo un fin práctico
principalmente en el adoctrinamiento. La ciudad de Lima jugó un rol preponderante en el desarrollo del arte en
el virreinato del Perú. Su rápido crecimiento urbano, la acumulación de riqueza por parte de los encomenderos y
la construcción de templos e iglesias fueron motivos para la demanda de pinturas y esculturas de las principales
ciudades de los reinos españoles. Especial preferencia se tuvo por las obras provenientes de Flandes e Italia,
aunque las obras sevillanas y andaluzas tuvieron igualmente gran demanda.

Lima como centro político del más importante virreinato durante el siglo XVI fue plaza importante para
destacados artistas que no dudaron en venir y ofrecer su arte a la iglesia. Destacan Angelino Medoro, Bernardo
Bitti, Mateo Pérez de Alesio, entre otros. Otro rasgo importante en la evolución de las artes durante la colonia lo
constituye la exquisitez de la arquitectura religiosa. Los templos fueron encomendados a alarifes que dominaban
las técnicas de la edificación en piedra y barro, por lo que erigieron obras de buena factura, muy superior a las
realizadas en otras partes del continente.

En el interior del virreinato la situación no fue diferente. En Cuzco, Arequipa, Cajamarca, Huamanga, Puno y
Trujillo hubo una clara tendencia hacia la búsqueda de lenguajes propios, basados en la utilización de elementos
locales. La utilización del sillar en Arequipa o la Piedra en el Cuzco es muestra clara de la adaptación del arte
europeo y su transformación para el uso local.

El barroco dominó casi por 200 años las artes en el Perú e impuso su sello en la pintura, escultura, arquitectura,
música y literatura. El siglo XVIII se caracterizó por la llegada de nuevas tendencias procedentes de Francia,
Austria y Alemania. Las artes ya no fueron exclusividad de los religiosos, por el contrario, fueron los civiles y la
corte los principales compradores de estas tendencias. Uno de estos estilos fue el rococó. Impulsado por los
reyes borbónicos, este estilo manifiesta un gusto exquisito y refinado, mostrándose principalmente en la pintura
y la arquitectura. Destaca la torre de la catedral de Santo Domingo, bello ejemplo de rococó en el Perú y
atribuida al diseño del mismo virrey Manuel Amat y Juniet.

Por otro lado, los indígenas fueron apropiándose poco a poco del lenguaje artístico traído por los españoles.
Otros, los más hábiles, lograron plasmar sus creencias en pinturas representativas de la Sagrada Familia,
superponiendo para ello elementos andinos sobre figuras sagradas.
Pintura

La adoración de los Reyes Magos, pintura anónima realizada entre 1740 y 1760, perteneciente a la Escuela
cusqueña de pintura. Es una representación mestiza de una célebre pintura de Rubens.

En la etapa inicial del virreinato la pintura recibió, aparte de la evidente influencia española, una determinada
influencia italiana, debido a la llegada de muchos artistas de ese país al Perú. El primer italiano en llegar fue el
jesuita Bernardo Bitti, quien desde 1575, difundió su obra por todo el virreinato, a pesar de que su taller se
encontraba en Lima. Con la llegada de Bitti se produce la época de mayor auge de la influencia del renacimiento
italiano en el virreinato. Junto al maestro jesuita Bernardo Bitti destacan, dentro de la corriente italiana llegada
al Perú, Mateo Pérez de Alesio y Angelino Medoro.

Con los años la influencia del barroco llegó al virreinato peruano con las pinturas encargadas por el convento de
Santo Domingo al gran pintor sevillano Miguel Güelles. Sus obras reunidas bajo la serie La muerte de Santo
Domingo tuvo un impacto profundo en el medio limeño, pues su naturalismo e idealismo fueron las
características comunes en las pinturas locales del siglo XVII. En este siglo la proliferación de aristas españoles
propició la apertura de varios talleres no solo en Lima, sino también en las principales ciudades del virreinato
peruano. Estos talleres tuvieron en Zurbarán (artista español, 1598-1664) uno de sus principales referentes.
Muchos de sus cuadros fueron copiados o sirvieron de molde para nuevas producciones. De igual manera,
algunas de sus obras llegaron al Perú y fueron motivo de orgullo y satisfacción para la orden religiosa que lo
había encargado (En Lima algunas de sus obras se pueden apreciar en el iglesia de la Buena Muerte).

En el siglo XVII, surgió una pintura mestiza, cuya máxima expresión sin duda se dio en el Cuzco;
convirtiéndose así en uno de los referentes pictóricos más importantes del virreinato. La presencia de Bernardo
Bitti (1583-1585 y 1596-1598) en el Cuzco tuvo un gran impacto en la plástica cusqueña. Sin embargo, a pesar
de que el "movimiento italiano" fue base para muchas de las obras producidas en esta ciudad, lo cierto es que se
empezó a dejar elementos y a incorporarse otros propios de la región. En otras palabras, se desarrolló con los
años una personalidad y lenguaje diferenciado que sin duda reflejan la personalidad de los pintores (la gran
mayoría andinos y mestizos) y también cual era su base de inspiración (fue Rubens el artista predilecto por los
talleres cusqueños), dando así lugar al estilo denominado “Escuela cuzqueña de pintura“; que se caracteriza por
el colorido brillante y profusa riqueza de los retratos y marcos. Sus principales representantes fueron: Diego
Quispe Tito, Basilio de Santa Cruz Pumacallao, Juan Espinoza de los Monteros, Marcos Zapata, Basilio
Pacheco; aunque la mayoría de los obras de esta escuela es de artistas anónimos fueron los verdaderos
impulsores de la corriente cusqueña pues a su trabajo le añadieron los elementos propios de la cultura local.

Durante el siglo XVIII, Lima continuó produciendo pinturas barrocas de gran influencia hispana. Sin embargo
el arte ya no fue exclusividad de la iglesia. La corte virreinal y la nobleza tuvieron acceso a la pintura a través de
los retratos. Estas pinturas eran más festivas y con un lenguaje pictórico mucho más profuso que el del siglo
anterior. Las pinturas de Cristóbal de Lozano y Cristóbal de Aguilar son las más afamadas, pues retrataron a los
virreyes más importantes del siglo de las luces.

Arquitectura

Los claustros fueron uno de los tipos de edificios más difundidos en el virreinato, en la foto el Claustro redondo
de Santo Tomás en Lima

La arquitectura virreinal alcanzó su máxima expresión en la edificación de iglesias, claustros, casas y mansiones
señoriales, y en menor medida fortalezas y cuarteles. Su desarrollo fue incentivado fundamentalmente por la
actividad religiosa, la cual construyó catedrales, claustros y conventos urbanos y rurales, dispersos por toda su
geografía. La mayoría de las iglesias de fines del siglo XVI poseían planta gótico-isabelina con nave alargada y
separada por presbiterio o capilla mayor por un gran arco denominado toral. Sin embargo, son pocos los
ejemplos de arquitectura del siglo XVI. Algunas casas-patio de Lima y Cuzco, y ciertas iglesias en provincia
son la única muestra de las construcciones de aquella época. Del siglo XVI destacan la casa de Jerónimo de
Aliaga en Lima, La Merced en Ayacucho, la Iglesia de San Jerónimo en Cuzco y la Asunción en Juli, Puno.

El siglo XVII estuvo marcado por la llegada del barroco. Este estilo arribó al Perú en un momento de gran
madurez artística de los alarifes afincados en el Perú. La reinterpretación del estilo y su adaptación al medio
local hicieron de la arquitectura virreinal peruana una expresión nueva y original del barroco americano.
Mientras el barroco se afianzaba, en el Perú hubo un cambio en la construcción y diseño de las naves. Las
iglesias dejarían las plantas isabelinas y se adaptaron a la cruz latina con bóveda de cañón y cúpulas en el
crucero. Son ejemplo del barroco San Francisco el viejo, Iglesia de las Trinitarias, Iglesia de La Merced, la
Portada del Perdón de la Catedral de Lima, Santo Domingo, San Francisco, Santa Catalina en Cuzco, etc. A este
estilo también pertenece el Palacio de Torre Tagle. Otro estilo que tuvo mucha aceptación en el Perú virreinal
fue el churrigueresco, ejemplos de esto lo constituyen los templos de San Agustín y San Marcelo en Lima así
como los retablos en pan de oro de muchas de las iglesias virreinales del Perú.
Patio del Palacio de Torre Tagle, una casona virreinal en la ciudad de Lima.

En la segunda mitad del siglo XVIII aparece el rococó por influencia francesa, en el virreinato; dejando
ejemplos de su estilo, la iglesia de las nazarenas y la Quinta Presa en Lima; la Casa del Almirante en Cuzco, etc.
Al final del siglo XVIII surge el estilo arquitectónico neoclásico que tuvo su inspiración en los moldes de la
Grecia antigua y la roma imperial. Corresponde a este estilo los retablos de la Catedral de Lima, la fachada de la
iglesia de San Pedro, el altar mayor de la Iglesia de San Francisco, etc.

En las ciudades, la vivienda tuvo una fuerte influencia peninsular, especialmente andaluza. Fueron casas de uno
o dos pisos, con un zaguán en el ingreso. Usualmente, este zaguán permanecía abierto todo el día pues a él
llegaban los vendedores ambulantes o las visitas. Un patio dominaba el ingreso rodeado de los dormitorios y
habitaciones principales. En el primer piso se encontraba la sala que usualmente conectaba a un segundo patio y
finalmente a la cocina. Muchas casas en Lima tuvieron huertas en las que cultivaban productos de pan llevar.
Las casas de dos pisos tuvieron usualmente un balcón cerrado por donde se podía observar la calle. En el siglo
XVI y XVII estos balcones poseían celosías, a fines del XVIII y principios del XIX se construyeron bajo los
cánones del neoclasicismo y del estilo imperio, imponiéndose el uso de ventanas de guillotina, como se puede
apreciar en la Casa de Osambela en Lima. Los balcones de Lima le confirieron a esa ciudad una personalidad
propia, ya que en ninguna ciudad americana existieron tantos balcones como en la capital del Virreinato del
Perú.

Escultura

La escultura, al igual que todas las artes, fue introducida al virreinato peruano por la iglesia. La escultura
virreinal produjo obras maestras, tanto por las delicadeza y minuciosidad en los detalles, como por la magnifica
expresión del conjunto. Se esculpieron, mayormente, imágenes religiosas, para embellecer los altares, en los que
predominaba el dorado y la policroma; igualmente, otras estatuas de santos, como aquellas que adornan las
fachadas de los templos, a la vez de altares, púlpitos y confesionarios. En todos los casos se empleó
mayormente, la madera y excepcionalmente la piedra. La presencia de maestros españoles durante el siglo XVI
y principios del XVII consolidó a Lima como importante fuente de producción escultórica.

Baltazar Gavilán. Cristo, siglo XVIII.

Entre las más importantes escultures del virreinato figuran Juan Martínez de Arrona, excelente ebanista
especializado en cajonería religiosa. Su obra más importante es la Cajonería de la Catedral (1608) realizada bajo
los cánones del renacimiento pues debía armonizar con el estilo de Francisco Becerra, alarife de la catedral.
Otro importante escultor fue Pedro de Noguera, autor de la Sillería de la Catedral (1532), acaso la obra
escultórica más bella de Lima construida en el siglo XVII. De los talleres del andaluz Juan Martines Montañéz
(1568-1649) destaca el retablo del Monasterio de la Concepción (actualmente se encuentra en la Catedral de
Lima). Este gran retablo describe en sus relieves la vida San Juan Bautista y fue enviado, desde Sevilla, durante
15 años a la Ciudad de los Reyes (1607-1622).
Otra obra importante es la escultura de Melchor Caffa titulada "El tránsito de Santa Rosa" (1699). De origen
maltés, Caffa se educó en Roma, por lo que la obra en honor a la santa peruana posee bastante parecido con la
Santa Teresa de Bernini.

En el siglo XVII, ocupa un lugar especial la obra del mestizo Baltazar Gavilán. Con un manejo exquisito del
barroco, sus obras imprimen un realismo sin precedentes en la plástica peruana. Destacan La dolorosa realizada
para el convento de San Francisco y La Muerte, para la iglesia de San Agustín. De 1.95 m, esta escultura
representa el fin de la vida (esqueleto con un arco y flecha en la mano) y según una tradición de Ricardo Palma
fue el mismo Gavilán víctima de esta obra, pues, cuenta la leyenda, que tras una pesadilla el autor se levantó y a
media luz se encontró con la horrible figura de "La muerte", muriendo de la impresión.

Literatura

El Inca Garcilaso de la Vega.

Las primeras manifestaciones literarias del Perú virreinal recibieron marcada influencia renacentista e italiana,
expresada en los depurados modelos grecolatinos en prosa y verso (gusto aristocrático). Luego, el florecimiento
de la literatura española entre los siglos XVI y XVII, el llamado siglo de oro, sentaron su influencia sobre las
letras peruanas, pero sus características, al fusionarse con el espíritu del Perú colonial, dieron resultados que
prestigian a la literatura mestiza.

Los principales representantes fueron:

 Inca Garcilaso de la Vega, autor de la célebre obra Los comentarios reales de los incas y La florida del
inca.

 Juan Espinosa Medrano, su obra titula Apología a favor de Don Luis de Góngora y Argote.

 Antonio de León Pinelo, autor de Paraíso en el Nuevo Mundo.

 Pedro Peralta y Barnuevo, escribió numerosas obras de las que se destaca Lima Fundada.

 Amarilis, desconocida poeta huanuqueña, que escribiera Epístola a Belardo (dirigida al dramaturgo
español Lope de Vega)

 Diego de Hojeda, autor de La Cristiada.

 Juan del Valle y Caviedes, autor de Diente del Parnaso.

 Pedro de Oña, autor de Arauco Domado.


 Juan de Miramontes y Zuazola, autor de Armas Antárticas.

 Diego Dávalos Figueroa, autor de Miscelánea Austral.

 Otros destacables literatos coloniales fueron: Juan Dávalos de Ribera, Sancho de Ribera, Toribio
Rodrigues de Mendoza, José Eusebio del Llano Zapata, Pablo de Olavide y José Hipólito Unanue.

Teatro

Las representaciones escénicas o teatrales surgieron a comienzos del virreinato. Fueron los jesuitas, hacia el año
de 1568, los primeros en inaugurar representaciones al aire libre en la plazuela de San Pedro (Lima). Estas
funciones se hacían en las tardes; pero después, se programaron en horario nocturno.

Es así que a inicios del virreinato, las primeras presentaciones teatrales se daban en los atrios de las iglesias, con
el público en la plaza frente del templo, con el transcurso de los años, las presentaciones eran sobre tabloides de
madera ubicados en el centro de la plaza, finalmente, ya cuando el teatro entra en apogeo, las presentaciones
teatrales se daban en coliseos, como el denominado coliseo de las comedias de Lima (las comedias gozaban de
la predilección del público antes que el drama). El teatro virreinal principalmente en la ciudad de los Reyes
(Lima) ya se había beneficiado con mejoras en infraestructura hasta el siglo XVIII, desafortunadamente el
terremoto de 1746 destruyó el Teatro principal de la ciudad, Inmediatamente fue reconstruido por el dramaturgo
e icono de la ilustración y el pensamiento intelectual rebelde, Pablo de Olavide, lo que originó un conflicto entre
la iglesia y la administración virreinal porque los principales templos de Lima demandaban reparaciones, en ese
sentido acusaban de gasto impío aquella reconstrucción del teatro, como era lógico el Limeño Pablo de Olavide
fue señalado responsable, entonces deshonrado Olavide viaja a España y es allí donde reforma la escena teatral
con su espíritu rebelde. El Teatro Principal de Lima, hoy llamado Teatro Segura aún existe.

Además de Olavide, Logró celebridad como dramaturgo, el intelectual Pedro de Peralta Barnueva, quien
compuso obras que constituyen la representación peruana en el teatro colonial, como el drama “triunfo de amor
y poder”, y la comedia “Afectos vencen fuerzas” Asimismo, se destaca el drama incaico, compuesto en
quechua, denominado Ollantay, aparecido en el siglo XVIII, donde el párroco Pedro Valdés, quien recogió la
leyenda incaica, y la adoptó con mentalidad europea para su puesta en el teatro.

Hay destacar del siglo XVIII a una gran actriz, que se convierte en un antecedente de las grandes divas que
proliferarán en el siguiente siglo: Micaela Villegas y Hurtado (1748-1819), más conocida como La Perricholi,
considerada la reina de los escenarios limeños. Fue y sigue siendo fuente de inspiración para una vasta
producción intelectual que abarca géneros diversos de obras poéticas, dramáticas, musicales, cinematográficas y
de las artes plásticas.

Oratoria

Durante el virreinato, el ejercicio de la oratoria estuvo circunscrito a la oratoria de carácter religioso y


sacramental. En este aspecto destacaron los jesuitas por sus sermones dominicales o en las grandes festividades
también se cultivó esta actividad en la enseñanza, especialmente en los colegios máximos y, preferentemente, en
la cátedra universitaria.

Medicina

El conocimiento médico durante el virreinato fue rudimentario y empírico. A pesar de enseñarse en las
universidades, la medicina solo se restringió a aminorar las dolencias que no causaban muerte, como el caso de
un resfrío o torceduras de huesos. Cuando el enfermo se agravaba el médico ya no tenía mucho por hacer pues
no poseía la técnica ni los conocimientos necesarios para curar enfermedades como el cáncer, hidropesía,
apoplejía, "alfombrilla" o tercianas, muy comunes y estudiadas durante el virreinato.
Fue común que los barberos, entre sus muchas actividades, se dedicaran a la práctica empírica de la medicina.
Los escritos indican que fueron especialistas en sacar muelas y en preparar ungüentos y "parches" para los
huesos. Barbero y médico empírico fue San Martín de Porres antes de consagrarse hermano lego dominico.

La capital virreinal

Entrada del Virrey a Lima

Por decisión de la corona española, la ciudad de Lima (fundada originalmente con el nombre de Ciudad de los
Reyes) fue la capital y el centro político y administrativo del Virreinato del Perú. El comercio de la zona estaba
concentrado en el puerto del Callao al cual llegaban todos los navíos provenientes de Panamá teniendo una
suerte de monopolio en el comercio regional, esto provocó el asedio de los piratas, el más famoso de ellos fue
Francis Drake. Para evitar estas invasiones el virrey Melchor Navarra y Rocafull, Duque de la Palata mandó a
construir las célebres murallas limeñas, para evitar nuevas invasiones.

La opulencia de Lima

La riqueza encontrada y extraída del territorio del antiguo Imperio inca, además de los yacimientos minerales de
lo que hoy es Bolivia (Potosí y Charcas) en esa época, dio la posibilidad de una vida social intensa y llena de
ostentosos dispendios.

En Lima, la tres veces coronada ciudad, se fue creando un boato, una magnificencia, una opulencia y una vida
cortesana de un nivel al que llegaban escasas capitales europeas.

La autoridad del virrey, como representante del rey era particularmente importante, ya que este destino suponía
un ascenso importante y la culminación de una carrera en la administración colonial.

Las llegadas a Lima de los nuevos virreyes eran especialmente fastuosas. Para la ocasión, se adoquinaban las
calles con barras de plata desde las puertas de la ciudad de Lima hasta el Palacio del Virrey. A todo lo largo de
esta misma vía, se levantaban arcos al estilo del Imperio romano, adornados con pinturas y esculturas. Además,
el virrey disponía para su persona de un cuerpo de protección y escolta, la Compañía de Gentileshombres,
Lanzas y Arcabuces.

Cuzco, postrera capital

Bajo el gobierno del virrey la Serna la ciudad del Cuzco se convirtió en la capital del Virreinato del Perú,
estableciéndose la Serna el 31 de diciembre de 1821, y trasladando la sede del gobierno virreinal al Cuzco el 30
de enero de 18227 hasta finalizar el dominio de España en el año 1824 tras la capitulación de sus ejércitos en la
Batalla de Ayacucho y el traspaso de poderes por el último jefe de gobierno, Pío Tristán.

VIRREYES DEL PERU

El virrey (antes visorrey) era el representante personal del Rey de España en el virreinato del Perú: su “álter
ego”, es decir, “su otro yo”. Como suprema autoridad del virreinato fue el encargado de impartir justicia,
administrar el tesoro publico y velar por la evangelización de los indígenas. Durante la existencia del virreinato
del Perú gobernaron 40 virreyes.

Generalidades

El virrey era nombrado por el rey a propuesta del Consejo de Indias, aunque muchas veces fue el mismo rey
quien se encargaba de revisar los nombres de los posibles virreyes. El virrey del Perú residía en la ciudad de
Lima, en el suntuoso palacio de los virreyes, rodeado de una brillante corte, en medio de gran lujo y riquezas y
resguardado por una guardia de honor.

El primer virrey así nombrado, Blasco Núñez de Vela, llegó al Perú en 1544. Sin embargo, como autoridad
delegada del Rey, fue precedido por el Gobernador Cristóbal Vaca de Castro, que ejerció sus funciones entre
1541 y 1544, sucediendo a Francisco Pizarro y Diego de Almagro el Mozo (gobernador de hecho por corto
periodo, que había sucedido a Pizarro por muerte). A partir de entonces, los virreyes gobernarían el Perú hasta
1824, exactamente el 9 de diciembre de 1824, día que es derrotado el último virrey Teniente General José de La
Serna en la Batalla de Ayacucho.
Muchos virreyes del Perú habían ocupado el mismo cargo en Nueva España y el traslado de México a Lima era
el premio más codiciado por las autoridades coloniales. El virrey recibía un sueldo como tal y como presidente
de la Audiencia. Además, recibía dinero para la manutención de una guardia. Los sueldos fueron aumentados a
medida que se asentó la dominación española. Un virrey mexicano recibía 27.000 pesos anuales, mientras que
uno peruano recibía 41.000 pesos anuales. Bajo los Borbones, ambos virreyes recibían 60.000 pesos anuales y
en algunos casos aún más, lo que se explica por la devaluación de la moneda. En los virreinatos de Nueva
Granada y Río de la Plata los virreyes recibían 40.000 pesos anuales.

Para el virrey del Perú no fue tarea fácil administrar un territorio tan vasto. El gobierno de Lima tuvo una carga
fuerte, pues era responsable por cada una de las audiencias establecidas en América del Sur: Panamá, Nueva
Granada, Quito, Lima, Charcas, Santiago y Buenos Aires. El virrey tuvo dos campos de acción bien definidos:
fue la máxima autoridad en la administración pública (que incluía el manejo del tesoro público y el
nombramiento de autoridades) y el principal responsable de la defensa del territorio, pues en su cargo de
Capitán General y Gobernador debía resguardar el virreinato de los ataques de corsarios y piratas, y de las
agresiones internas, producto de revueltas o insurrecciones populares (aunque éstas no ocurrieron
significativamente sino hasta el siglo XVIII). El virrey era igualmente el principal responsable de propagar la fe
católica y de evangelizar a los indígenas.

Los virreyes en el Perú ostentaron distintos títulos: Lugarteniente, Gobernador y Capitán General de los
Reinos del Perú, Tierra Firme y Chile, Presidente de la Real Audiencia, Presidente de la Junta Superior
de la Real Hacienda, Presidente del Tribunal y Audiencia Real de Cuentas, Superintendente del Juzgado
de Policía, Capitán General de los distritos y Gobernador de las Provincias, Visitador de los Castillos y
Fortalezas, Vice patrono Eclesiástico, General de la Armada del Mar del Sur.

En un principio el mandato de los virreyes no debía exceder los 3 años. Sin embargo, debido al extenuante,
prolongado y peligroso viaje que representaba llegar a América y también tomando en cuenta el tiempo que
tardaban en ponerse al corriente de la situación administrativa, el Consejo de Indias amplió su estancia a 5 años.
Aun así, la mayoría de virreyes se quedaron en el cargo mucho más tiempo que el asignado. El virrey fue el
presidente de la Audiencia de Lima, máxima entidad administradora de justicia en el virreinato peruano. Al
concluir su período de mandato, los virreyes debían rendir cuentas ante el Consejo de Indias a través del Juicio
de Residencia, en el cual todos los súbditos del virreinato podían intervenir, estando facultados para denunciar
los delitos, las faltas o los errores cometidos por el virrey

Para controlar las acciones de los virreyes, el Consejo de Indias creó leyes específicas para ellos. Las principales
leyes versaban principalmente en el terreno personal: no podían contraer matrimonio con alguna mujer
perteneciente a la jurisdicción que administraba, así como tampoco podían ejercer comercio alguno; sin
embargo, muchas veces estas leyes no fueron acatadas. Desde 1613 todos los virreyes estaban obligados a
elaborar una memoria para informar a su sucesor y al rey sobre sus actividades en el Perú. Estas memorias
fueron de gran utilidad para los virreyes sucesores, pues le otorgaban un panorama general del virreinato, tanto
en lo administrativo, judicial y económico, como en lo social. –

Gobernantes del Perú


Virreyes
 
 
1544 - 1546   Blasco Núñez Vela
1546 - 1550   Pedro de La Gasca (Presidente de la Audiencia)
1550 - 1552   Antonio de Mendoza
1552 - 1555   Melchor Bravo de Saravia (Presidente de la Audiencia)
1555 - 1561   Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete
1561 - 1564   Diego López de Zúñiga y Velasco, conde de Nieva
1564   Juan de Saavedra (Presidente de la Audiencia)
1564 - 1569   Lope García de Castro (Presidente de la Audiencia)
1569 - 1581   Francisco de Toledo, conde de Oropesa
1581 - 1583   Martín Enríquez de Almansa
1584   Cristóbal Ramírez de Cartagena (Presidente de la Audiencia)
1584 - 1589   Fernando Torres y Portugal
1589 - 1596   García Hurtado de Mendoza
1596 - 1604   Luis de Velasco, marqués de Salinas
1604 - 1606   Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey
1607   Núñez de Avendaño (Presidente de la Audiencia)
1607 - 1615   Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros
1615 - 1621   Francisco de Borja y Aragón, príncipe de Esquilache
1621 - 1622   Juan Jiménez de Montalvo (Presidente de la Audiencia)
1622 - 1629   Diego Fernández de Córdoba, marqués de Guadalcázar
1629 - 1639   Luis Jerónimo Fernández de Cabrera, conde de Chinchón
1639 - 1648   Pedro Alvarez de Toledo y Leiva, marqués de Mancera
1648 - 1655   García Sarmiento de Sotomayor, conde de Salvatierra
1655 - 1661   Luis Enríquez de Guzmán, conde de Alba de Liste
1661 - 1666   Diego de Benavides y de la Cueva, conde de Santisteban del Puerto
1666 - 1667   Bernardo de Iturriaza (Presidente de la Audiencia)
1667 - 1672   Pedro Antonio Fernández de Castro, conde de Lemos
1672 - 1674   Bernardo de Iturriaza (Presidente de la Audiencia)
1674 - 1678   Baltasar de la Cueva Enríquez, conde de Castellar
1678 - 1681   Melchor Liñán y Cisneros
1681 - 1689   Melchor de Navarra y Rocafull, duque de la Palata
1689 - 1705   Melchor Portocarrero Lasso de Vega, conde de Monclova
1705 - 1707   Miguel Núñez de Sanabria (Presidente de la Audiencia)
1707 - 1710   Manuel de Oms y de Santa Pau, marqués de Castelldosrius
1710   Miguel Núñez de Sanabria (Presidente de la Audiencia)
1710 - 1716   Diego Ladrón de Guevara
1716   Mateo de la Mata Ponce de León (Presidente de la Audiencia)
1716 - 1720   Carmine Nicolao Caracciolo, príncipe de Santo Buono
1720 - 1724   Diego Morcillo Rubio de Auñón
1724 - 1736   José de Armendáriz, marqués de Castelfuerte
1736 - 1745   José Antonio de Mendoza Caamaño y Sotomayor
  Marqués de Villagarcía
1745 - 1761   José Antonio Manso de Velasco, conde de Superunda
1761 - 1776   Manuel de Amat y Juniet
1776 - 1780   Manuel de Guirior
1780 - 1784   Agustín de Jáuregui y Aldecoa
1784 - 1790   Teodoro de Croix
1790 - 1796   Francisco Gil de Taboada y Lemos
1796 - 1801   Ambrosio O'Higgins
1801   Manuel Arredondo y Pelegrín (Presidente de la Audiencia)
1801 - 1806   Gabriel de Avilés y del Fierro, marqués de Avilés
1806 - 1816   José Fernando Abascal y Sousa
1816 - 1821   Joaquín de la Pezuela
1821 - 1824   José de la Serna e Hinojosa

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