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INTRODUCCIÓN
¿Tiene importancia hoy en día que un cristiano católico conozca el proceso de desarrollo dado
en su Liturgia? Definitivamente que sí. El objetivo del presente ensayo teológico va ser
exponer el valor de la liturgia cristiana en el proceso de la Historia de la Salvación que tiene
su punto culmen y perfecto en la persona de Jesucristo.
DESARROLLO
Antes que nada, hay que comenzar por exponer un concepto muy sencillo y claro de la
liturgia: es el culto a Dios, adoración. Ahora bien, para llegar a una concepción más amplia y
rica de lo que es la liturgia se abordará una perspectiva bíblica brindada por el entonces
cardenal Joseph Ratzinger (2001).
El Antiguo Testamento tiene una escena especial que revela el comienzo de la liturgia, es el
pasaje del Éxodo. Dios ha encomendado a Moisés la misión de sacar a los israelitas de Egipto
hacia el desierto para rendir culto a Dios. Ahora bien, ¿cómo aprenden los israelitas a dar
culto a Dios? la Alianza en el Sinaí es la respuesta. A través de las “Diez Palabras”, de la serie
de normas minuciosamente reglamentadas, el israelita aprende a adorar a Dios según el querer
del mismo Dios. El hombre se mantiene en la Alianza según viva los mandamientos. El culto
–la liturgia– forma parte de esta adoración. La gloria de Dios es la vida del hombre (cfr.
Ratzinger, 2011).
Por el momento es necesario entender que Dios desea la entrega del hombre, su vida, una vida
buena que rinde culto a Dios por medio de su ejemplo. Las normas de la Ley tienen su
sentido. La tierra prometida que mana lecha y miel es tal porque en ella reina Dios en el
corazón de cada hombre, de cada israelita. Entonces, la tierra, con su jurisdicción y normas, es
una tierra donde hay verdadera libertad. El exilio, además de su realidad histórica, es figura de
lo que sucede en el hombre cuando se aleja de Dios: una vida sin normas (no hay verdadera
adoración a través de una vida justa), carece de libertad. En el caso de Israel, ellos ya no eran
libres al estar bajo el dominio de otros y en otra tierra.
Dos son los elementos de representación de forma explícita que entran en la historia del culto:
el cordero y la institución de la liturgia pascual. Estos dos elementos quedan integrados en la
figura de Jesucristo como se verá más adelante.
El primer elemento, es el del cordero que está en el pasaje del sacrificio de Abrahám. Él ha
recibido el mandato de sacrificar a su único hijo, destinatario de la promesa. Al ofrecerlo, lo
ofrece todo. Pero, en el último instante Dios le impide el sacrificio y en cambio, le entrega un
cordero macho para ofrecerlo en vez de su hijo. Dios da el cordero que Abrahám, a su vez, le
devolverá como ofrenda. Esta historia, deja, de algún modo, una espina, la espera del
verdadero cordero que viene de Dios, y que no será un sustitutivo sino representación
verdadera en la que la humanidad es llevada a Dios.
El segundo elemento es la institución de la liturgia pascual que tiene como centro el cordero
pascual. Esta víctima es el rescate mediante el cual Israel es librado de la muerte de los
primogénitos de todo lo que abre el seno materno. El cordero inmolado habla de la santidad
necesaria del hombre y de la creación en su totalidad, por tanto, el sacrificio pascual
compromete a los primogénitos y, con ellos, al pueblo entero, a la totalidad de la creación.
Sin embargo, a lo largo del Antiguo Testamento la naturaleza del culto queda cuestionada por
una inquietud profética que recordará Jesús, la cual se encuentra en 1 Sm 15, 22: "Pero
Samuel dijo: ¿Acaso se complace Yahveh en los holocaustos y sacrificios como en la
obediencia a la palabra de Yahveh? Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que
la grasa de los carneros".
La crítica al templo que hizo Esteban enseña la problemática del culto del templo y cuál es la
verdadera adoración a Dios, la cual tiene su respuesta en la persona de Jesucristo. Esteban cita
el pasaje de Amós 5, 25-27: "¿Acaso sacrificios y oblaciones en el desierto me ofrecisteis,
durante cuarenta años, casa de Israel? .Vosotros llevaréis a Sakkut, vuestro rey, y la estrella de
vuestro dios, Keván, esas imágenes que os habéis fabricado; pues yo os deportaré más allá de
Damasco, dice Yahveh, cuyo nombre es Dios Sebaot". Él quiere dar a entender a los judíos
que el culto de los cuarenta años en el destierra resulta igual que el de la adoración del becerro
de oro: su culto resultó ser una trasgresión de la adoración al único Dios.
Bien, en cuanto a la verdadera adoración a Dios, Esteban menciona cómo la tienda hecha por
Moisés, por mandato divino, fue solo una copia del verdadero templo; cómo el hecho de
querer encerrar a Dios en una casa se considera apostasía –hecho que alude al deseo de David
de construir una morada para Dios–; y cómo se dejará atrás la era de la Tienda, los falsos
sacrificios, la destrucción del templo y el cambio de las leyes que Moisés transmitió con la
llegada del profeta anunciado por Moisés, Jesús.
La acusación hecha contra Esteban por hablar de la destrucción del templo fue la misma
hecha a Jesús. Él había profetizado la destrucción del Templo y aunque sus acusadores no
entendieron el significado de sus palabras, ellas serán entendidas en su cruz y resurrección.
San Juan las entendió. Él es el único evangelista que, ante la escena de la purificación del
Templo, narrado por los sinópticos, entrevé en las palabras de Cristo “destruid este templo, y
en tres días lo levantaré” (Jn 2, 19), la profecía de la cruz: la destrucción de su cuerpo terrenal
será, al mismo, el fin del templo. Con su resurrección comenzará el nuevo templo. El cuerpo
vivo de Jesucristo que ahora está ante la presencia de Dios es el lugar de todo culto
(Ratzinger, 2001).
Ahora bien, para concluir la perspectiva bíblica, hay que mencionar un aspecto relevante de la
historia del culto en el Antiguo Testamento, es el de la oración. Si bien el Israel pre-exílico
salvaguardaba un culto exterior, el Israel exílico tiende a lo positivo, a lo venidero (Ratzinger,
2001).Ya no existía el templo en este Israel, ni forma pública de adoración de Dios. Israel se
sentía pobre y miserable. En esta época toma forma lo que se conoce como el sacrificio de la
palabra,: el hombre ofrece a Dios ya no sacrificios ni holocaustos sino un corazón contrito y
un espíritu humillado, sus sufrimientos, esperanzas que lleva en su interior. En este punto, la
“palabra” convierte al hombre en “palabra” y eso es lo que ofrece a Dios. Es un culto
espiritual.
Los Padres de la Iglesia mencionan cómo este sacrificio de la palabra cobra su sentido pleno y
verdadero en Cristo, Él es la “Palabra” encarnada. La Palabra asume los sufrimientos,
esperanzas del hombre, la expectación de la tierra. Y todo lo presenta a Dios. Ahora sí la
Palabra encarnada se une a toda la realidad de la vida y el sufrimiento del hombre en la
entrega que hace de sí mismo en la cruz. Ya no es el culto sustitutivo sino el sacrificio vicario
de Cristo que acoge al hombre y lo conduce a esa semejanza con Dios, a esa entrega por amor
que es la única y verdadera adoración.
Una vez entendido la liturgia desde la perspectiva bíblica es necesario abordar la concepción
de liturgia que brindan los padres conciliares en la constitución Sacrosanctum Concilium
(1963). De tal modo, el lector tendrá una mejor apreciación de esta concepción conciliar
porque ha entendido la perspectiva bíblica. ¿Qué dice dicha constitución? Que la Liturgia es
el ejercicio del sacerdocio de Cristo (n. 7).
De tal manera, es Jesús Quien presenta todo sacrificio al Padre. Por lo tanto, el pueblo de
Dios que es la Iglesia, sabiéndose Cuerpo de Cristo y por ende inseparable de a su Cabeza,
puede, con confianza, realizar su culto porque en Cristo, toda celebración litúrgica es acción
sagrada por excelencia.
Dos puntos a continuación deben ser sacados a la luz una vez que se ha entendido a la liturgia
con su plenitud en Cristo y la continuidad de ella a través de la Iglesia.
Ahora bien, este primer punto lleva al segundo. La Iglesia resulta ser el germen del Reino de
Dios. Ella irradia la presencia de Dios a través de sus Sacramentos, su palabra y sus obras.
Ella revela al hombre la llegada de un reino, cuyos valores son opuestos a los del mundo. La
Iglesia es luz para el mundo. La Iglesia irradia verdad a un mundo que se encuentra perdido
en la oscuridad. Por tanto, el hombre puede encontrar en la Iglesia la luz que necesita. En su
mensaje evangélico, raíz del testimonio de ella, el hombre puede encontrar el sentido de su
vida.
Por ello la Iglesia resulta ser la imagen de una barca que sigue incorporando nuevos hijos a
ella para que se salven, para que, en medio de las tribulaciones y persecuciones de este
tiempo, con la mirada fija en Cristo y siguiendo sus huellas, ella pueda pasar a su
glorificación después de atravesar el día de su pasión.
Conclusión
Por tanto, la liturgia es el tesoro más rico del cristiano. La profundidad de su misterio es
inagotable por tener su razón de ser Cristo y Cristo es un misterio inagotable. Todo lo dicho
no lo agota. Pero lo que se ha explicado puede llevar al cristiano a valorar lo que posee, a
vivir la liturgia de una manera más concentrada y amarla más. Nadie ama lo que no conoce.
Esto no quita que la Iglesia no haga nada o su papel no tenga sentido. Al contrario, existe la
dichosa y humilde confianza, como don de Dios, de saberse unida a Cristo, de ser una con
Cristo. En ella, cada cristiano se sabe unido a Cristo y por tanto, en Él está la ofrenda de cada
cristiano, su propia entrega, su adoración.
BIBLIOGRAFÍA