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6.

Enseñanzas de la Iglesia católica sobre el


problema del mal
“Si el mundo procede de la
sabiduría y de la bondad de
Dios, ¿por qué existe el
mal?, ¿de dónde viene?,
¿quién es responsable de
él?, ¿dónde está la
posibilidad de liberarse del
mal?” (Catecismo, n. 284).
“La fe en Dios Padre
Todopoderoso puede ser
puesta a prueba por la
experiencia del mal y del
sufrimiento. A veces Dios
puede parecer ausente e
incapaz de impedir el
mal” (Catecismo, n.
272).
“Si Dios Padre
Todopoderoso, Creador
del mundo ordenado y
bueno, tiene cuidado de
todas sus criaturas,
¿por qué existe el
mal?” (Catecismo, n.
309).
“El conjunto de la fe cristiana constituye la
respuesta a esta pregunta: la bondad de la
creación, el drama del pecado, el amor
paciente de Dios que sale al encuentro del
hombre con sus Alianzas, con la
Encarnación redentora de su Hijo, con el don
del Espíritu, con la congregación de la
Iglesia, con la fuerza de los sacramentos,
con la llamada a una vida bienaventurada
que las criaturas son invitadas a aceptar
libremente, pero a la cual, también
libremente, por un misterio terrible, pueden
negarse o rechazar. Para la Iglesia no hay un
rasgo del mensaje cristiano que no sea en
parte una respuesta a la cuestión del mal”
(Catecismo, n. 309).
Es cierto que “en su poder infinito, Dios
podría siempre crear algo mejor’. Sin
embargo, ‘en su sabiduría y bondad
infinitas, Dios quiso libremente crear un
mundo en estado de vía’ hacia su
perfección última. Este devenir trae
consigo en el designio de Dios, junto con
la aparición de ciertos seres, la
desaparición de otros; junto con lo más
perfecto lo menos perfecto; junto con las
construcciones de la naturaleza también
las destrucciones. Por tanto, con el bien
físico existe también el mal físico,
mientras la creación no haya alcanzado
su perfección” (Catecismo, n. 310).
“Así, con el tiempo, se puede descubrir que
Dios, en su providencia todopoderosa, puede
sacar un bien de las consecuencias de un mal,
incluso moral, causado por sus criaturas”...
(Catecismo, n. 312). Uno de los ejemplos que
menciona y resalta el Catecismo es la Muerte
del Hijo de Dios hecho hombre: Del mayor mal
moral que ha sido cometido jamás, el rechazo y
la muerte del Hijo de Dios, causado por los
pecados de todos los hombres, Dios, por la
superabundancia de su gracia, sacó el mayor de
los bienes: la glorificación de Cristo y nuestra
Redención. Sin embargo, no por esto el mal se
convierte en un bien”.
(Catecismo, n. 312).
En conclusión la Iglesia pide a los cristianos
profesar su visión de fe en este misterio de la
existencia del mal diciendo con el
Catecismo: ‘Creemos firmemente que Dios
es el Señor del mundo y de la historia. Pero
los caminos de su providencia nos son con
frecuencia desconocidos. Sólo al final,
cuando tenga fin nuestro conocimiento
parcial, cuando veamos a Dios ‘cara a cara’
(1 Co 13,12), nos serán plenamente
conocidos los caminos por los cuales,
incluso a través de los dramas del mal y del
pecado, Dios habrá conducido su creación
hasta el reposo de ese Sabbat definitivo, en
vista del cual creó el cielo y la tierra’
(Catecismo, n. 314)
“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los
hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos
sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de
los discípulos de Cristo...La Iglesia por ello se siente íntima y
realmente solidaria del género humano y de su” historia (GS 1).
“En nuestros días, el género humano, admirado de sus propios
descubrimientos y de su propio poder, se formula con frecuencia preguntas
angustiosas sobre la evolución presente del mundo, sobre el puesto y la
misión del hombre en el universo, sobre el sentido de sus esfuerzos
individuales y colectivos, sobre el destino último de las cosas y de la
humanidad…(la Iglesia) sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del
Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio
de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido”
(GS 3).
“Creado por Dios en la justicia, el hombre, sin embargo, por instigación del
demonio, en el propio exordio de la historia, abusó de su libertad, levantándose
contra Dios y pretendiendo alcanzar su propio fin al margen de Dios...Lo que la
Revelación divina nos dice coincide con la experiencia. El hombre, en efecto,
cuando examina su corazón, comprueba su inclinación al mal y se siente
anegado por muchos males, que no pueden tener origen en su santo Creador.
Al negarse con frecuencia a reconocer a Dios como su principio, rompe el
hombre la debida subordinación a su fin último, y también toda su ordenación
tanto por lo que toca a su propia persona como a las relaciones con los demás y
con el resto de la creación…” (GS 13).
“... el hombre se nota incapaz de
domeñar con eficacia por sí solo los
ataques del mal, hasta el punto de
sentirse como aherrojado
(encadenado) entre cadenas. Pero el
Señor vino en persona para liberar y
vigorizar al hombre, renovándole
interiormente y expulsando al príncipe
de este mundo (cf. Jn 12, 31), que le
retenía en la esclavitud del pecado. El
pecado rebaja al hombre, impidiéndole
lograr su propia plenitud” (GS 13).
El hilo conductor de la constitución Gaudium et Spes será la apuesta de la
Iglesia para establecer relaciones interhumanas, en todas sus dimensiones,
basadas en la paz, la justicia y la solidaridad. Con otras palabras, propone
fundamentos evangélicos (o basados en valores evangélicos) para para
afrontar y desaparecer el mal que existe en el mundo y que hiere a los seres
humanos.
“Así como otrora Israel, el primer Pueblo de Dios, experimentaba la
presencia salvífica de Dios cuando lo liberaba de la opresión de Egipto,
cuando lo hacía pasar el mar y lo conducía hacia la tierra de la promesa, así
también nosotros, nuevo pueblo de Dios, no podemos dejar de sentir su
paso que salva, cuando se da "El verdadero desarrollo, que es para cada
uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones
más humanas. Menos humanas: las carencias materiales de los que están
privados del mínimum vital y las carencias morales de los que están
mutilados por el egoísmo. Menos humanas: las estructuras opresoras, que
provienen del abuso del tener y del abuso del poder, de las explotaciones de
los trabajadores o de la injusticia de las transacciones” (DM Introducción a
las conclusiones).
“La Iglesia Latinoamericana tiene un mensaje para todos los hombres que, en
este continente, tienen "hambre y sed de justicia". El mismo Dios que crea al
hombre a su imagen y semejanza, crea la "tierra y todo lo que en ella se
contiene para uso de todos los hombres y de todos los pueblos, de modo
que los bienes creados puedan llegar a todos en forma más justa" [GS 69], y
le da poder para que solidariamente transforme y perfeccione el mundo [Cf.
Gén 1, 26; GS 34]. Es el mismo Dios quien, en la plenitud de los tiempos, envía a
su Hijo para que hecho carne, venga a liberar a todos los hombres de todas las
esclavitudes a que los tiene sujetos el pecado [Cf. Jn 8, 32-35], la ignorancia, el
hambre, la miseria y la opresión, en una palabra, la injusticia y el odio que tienen
su origen en el egoísmo humano...El origen de todo menosprecio del hombre, de
toda injusticia, debe ser buscado en el desequilibrio interior de la libertad humana,
que necesitará siempre, en la historia, una permanente labor de rectificación” (DM
3)
“Vemos, a la luz de la fe, como un escándalo y una contradicción con el ser
cristiano, la creciente brecha entre ricos y pobres. El lujo de unos pocos se
convierte en insulto contra la miseria de las grandes masas. Esto es
contrario al plan del Creador y al honor que se le debe. En esta angustia y
dolor, la Iglesia discierne una situación de pecado social, de gravedad tanto
mayor por darse en países que se llaman católicos y que tienen la
capacidad de cambiar: «que se le quiten barreras de explotación... contra
las que se estrellan sus mejores esfuerzos de promoción» (Juan Pablo II,
Alocución Oaxaca 5: AAS 71 p. 209)” (DP 28).
Los documentos conclusivos de las
Conferencias Episcopales de Medellín y
de Puebla continúan con la lógica del
Concilio Vaticano II, en concreto con lo
propuesto en la Constitución Gaudium
et Spes. El aporte innovador que hacen
cada una de las Conferencias es
contextualizar en la realidad
latinoamericana lo dicho por el CV II e
iluminar, a la luz del mismo Concilio y la
Palabra, la historia de los pueblos
latinoamericanos y el paso de Dios en
ellos a través de su devenir histórico,
desenmascarando el mal .
“Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso
irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos
crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a
expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado,
también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo,
en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más
abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime
y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos
tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del
planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura” (LS
1).

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