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I: El pensamiento
Que difícil y complejo parece hablar del amor. Aquel sentimiento tan misterioso e
inexplicable, del cual la ciencia aún no puede dar respuestas. Esas miradas tan infinitas, que en
segundos crean universos que envidian las mentes más monótonas. Esa química, tan
inexplicable que azota con fuerza, ese cosquilleo relajante que recorre el cuerpo cuando cruzan
una mirada tan corta, tan sumamente insignificante, que alegra hasta el peor de los días y lo
transforma en una bella flor. El amor no es tan simple. El amor no significa estar en pareja,
estar casado, o mucho menos tener hijos. El amor verdadero, es tan hermoso como crudo, pues
la realidad suele golpear con extrema autoridad, que muestra que la vida es algo mucho más
falso de lo que solemos pensar. ¿Qué espero sentir, si aquella persona tan perfecta,
simplemente no está interesada en mí? La tristeza recorrería cada centímetro de mi cuerpo, mi
corazón partido no pensaría en reconciliación y mi mente, tan distraída y muerta, solo tendría
lugar para pensar en quitar el sufrimiento. Pero seguramente buscaría a alguna chica para
olvidarme y pasar el rato, y quizás así superar el sufrimiento de mi mente, quién sólo piensa en
la perfección que ella podía ofrecerme. Esta es la realidad tan distorsionada, falsa y triste.
Estas sensaciones son tan reales como inexplicables, tan lindas como dolorosas, ya que
debemos aceptar que la vida no es perfecta, y cualquier día puede irse por donde vino.
Quizás esta felicidad esté forzada, creada desde sus cimientos con actitudes y gustos
no materialistas, pero con ciertos toques finales de interés general que acabarías encontrando
en infinidad de personas si te hubiera tocado conocerlas en cualquier lugar o situación. Desde
este punto de vista, puede parecer frío o descorazonado, pero la realidad es que tiene su lógica,
y en muchos casos, queda demostrado que algunas relaciones sólo están falsamente creadas
para respaldar vacíos realmente dolorosos, que solo buscan concebir una fácil y rápida
felicidad para olvidad un mal trago.
III: La vulnerabilidad
La infinita felicidad que una persona puede transmitir, sigue siendo el mayor de los
misterios que el hombre pudo encontrar. La felicidad puede ser fácilmente construida por
ciertas características o similitudes que se pueden encontrar usualmente en la vida que
solemos recorrer día a día, pero, si hablamos de amor, puedes nombrar una canción romántica,
una poesía bella o un soneto hermoso, pero nunca vieron a los ojos a una mujer y se sintieron
realmente vulnerables, débiles y desnudos ante su mirada, tan simple y natural como todo,
pero tan rara y especial como nada. Cuando ves a esa persona por primera vez, y te sientes tan
insignificante como deleitado, no necesitas conocerla para saber lo perfecta que puede llegar a
ser ante tus ojos. Sus rasgos finos pero normales, sus ojos color negro como la noche o su pelo
largo castaño son cosas tan sumamente ordinarias, que también se pueden encontrar día a día
en la calle, esparcidas como pequeños botines por el mundo, pero que juntos conforman a la
mujer más perfecta que tus ojos han podido ver y apreciar. Eso es el amor. Cuando la ves, un
segundo, y sientes que todo el universo, la galaxia, el tiempo, el espacio y todo lo que el
hombre presume de descubrir, se vuelve nada, se transforma en nada mientras tú lo sientes y
aprecias todo.