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¡Oh Virgen y Madre de Dios!, yo me entrego por hijo tuyo.

Me confío a tu amor
materno para que formes en mí a Jesús, el Hijo y el Enviado del Padre, el Ungido
por el Espíritu Santo para anunciar la Buena Nueva a los pobres. Enséñame a
guardar, como tú, la Palabra en el corazón, hasta convertirme en Evangelio vivo.
Pide la fuerza del Espíritu para que sea testigo de Cristo entre los hombres.
Infúndeme tu amor materno para que les revele al Padre y sientan la alegría de
ser hijos de Dios en la comunión fraterna de la Iglesia. Madre, aquí tienes a tu
hijo. Fórmame. Madre, aquí tienes a tu hijo. Envíame. Madre, aquí tienes a tu hijo.
Habla por mí. Ama por mí. Guárdame, no sea que anunciando a otros el Evangelio,
quede yo excluido del Reino. En ti, Madre mía, he puesto toda mi confianza.
Jamás quedaré confundido. Amén.

Después de tres días lo encontraron en el Templo, sentado en medio de


los Maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos
los que le oían quedaban asombrados de su inteligencia y de sus
respuestas. Al verlo, se quedaron asombrados y su madre le dijo: -Hijo,
¿por qué te has portado así? Tu padre y yo te buscábamos muy
preocupados. Él les contestó: - ¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que
tengo que estar en las cosas de mi Padre? Pero ellos no comprendieron
lo que les acababa de decir. Volvió con ellos a Nazareth, donde vivió
obedeciéndoles. Su madre guardaba fielmente todas estas cosas y las
meditaba en su corazón. Mientras tanto, Jesús crecía en sabiduría, en
edad y en gracia, delante de Dios y de los hombres.
En el texto bíblico referenciado, Jesús va vislumbrando su proyecto de vida. Comienza a
manifestarse como un maestro capaz de estar en medio de los doctores que se ocupaban de
estudiar e interpretar la Ley, para proponer el amor como ley universal. Un maestro preocupado
por que las cosas de su Padre tengan lugar en el corazón de cada ser humano y así dar origen
a un mundo más fraterno y reconciliado. Un maestro que hace de su vida una constante
donación por la salvación de sus discípulos, incluso hasta la muerte de cruz. Un maestro con
corazón de hijo, dispuesto a dejarse formar para crecer en entendimiento, sabiduría y gracia
delante de Dios. Hablar de Jesús en estos términos, necesariamente nos remite a la imagen de
María y José como maestros.
María fue la formadora no sólo de Jesús, sino también de los discípulos, en ella cada uno de
nosotros encontramos el mejor referente de seguimiento al querer de Dios y por lo tanto la
mejor manera de ser creyentes. Ella es la maestra que con su testimonio de vida manifiesta al
mundo cómo asumir con entero amor el querer de Dios para la humanidad y aportar con sus
acciones a que dicha voluntad tenga lugar en la historia. María no se presenta como elegida por
Dios, distante de los demás, con una vocación única, sino que aparece siempre vinculada con
su pueblo y atenta a las necesidades de los demás.
María la maestra de discipulos fieles, nos acoge en su corazón haciendo crecer en nosotros los
rasgos del perfecto discípulo de Jesús, a quien concibió antes en su corazón que en su seno.
Nos forma para acoger en nuestros corazones, como Ella lo hizo, la Palabra de Dios. Nos enseña
a escucharla, a meditarla, a hacerla vida y a anunciarla por todo el mundo. Como Madre nuestra
nos enseña a encontrar a Jesucristo y a aceptarlo en nuestro corazón, y a ser discípulos suyos.
Nos forma en ese amor que nos impulsa a trabajar sin descanso hasta desgastarnos por las
cosas de Dios. Un amor que nos envía a anunciar el Evangelio con nuestra vida, que nos saca
de sí para los demás, que nos mueve a amar a los a los más pobres y necesitados.

María es también, una discípula fiel. En ella encontramos todas las características de un
verdadero discípulo de Jesús, en la escucha amorosa y atenta, la obediencia sin límites a la
voluntad del Padre, la fidelidad hasta acompañar a su Hijo al pie de la cruz. Acompañando y
animado a los discípulos en el caminar, sin Jesús, hasta su conversión en pentecostés,
continuando fielmente junto a ellos, animando su oración y su unidad, e implorando con ella la
venida del Espíritu Santo (cf. Hch 1,14). Como nadie, la Virgen María fue la “fiel discípula de
Jesús”.

Ser hijos de María, en esta medida, nos hace sentir enviados por ella a la misión de la
humanización del mundo, la búsqueda por hacer de estos tiempos dinamismo transparentados
de la solidaridad y amor de Dios. Ser discípulos fieles del Señor capaces de ponernos en caminos
de conversión frente a todas aquellas actitudes personales y familiares que destruyen la unidad
e impiden nuestra donación total al servicio de Dios.

¿Cómo quien quieres ser?


¿Son importantes los maestros en la vida de la sociedad?
Santísima Virgen María, te presentamos de corazón estas
peticiones, para que intercedas por todos los MAESTROS
CLARETIANOS, y nos concedas la luz para ser ejemplo de vida, para
nuestros estudiantes y sus familias.
Decimos todos, Dios te salva María…
Te pedimos Santísima virgen María, por la vida de cada uno de los
maestros del mundo, para que derrames sobre ellos bendiciones y
nos ayudes a ser cada día más competentes en esta bonita labor
de enseñar.
Decimos todos, Dios te salva María…
Santísima Virgen, enséñanos a dejar huella en cada uno de nuestros
estudiantes y que tú, con tu mano sabia, despiertes en ellos esa
sed de conocimiento y de servicio por los más necesitados.
Decimos todos, Dios te salva María…

Te pedimos madre celestial, que nos des la luz para guiar la vida de nuestros
estudiantes y sus familias, para que, unidos en un vínculo de caridad y de amor,
seamos capaces de afrontar juntos estos nuevos desafíos para la formación.
Decimos todos, Dios te salva María…
Te pedimos Santísima Virgen María, nos concedas un espíritu abnegado e
incasable, lleno de fortaleza y de fe, para no desfallecer en estos tiempos difíciles
y por el contrario, ser esa voz de aliento y de esperanza para estas nuevas
generaciones.
Decimos todos, Dios te salva María…
1. Como Familia nos comprometemos en esta semana a manifestar cada día el
cariño y apoyo a nuestros maestros.
2. Escucha esta canción: https://www.youtube.com/watch?v=qM2cOckJezg y
escribe un pequeño mensaje de gratitud a tus docentes.
3. Ejecuta un gesto de amor con un amigo necesitado.
4. Realizo un Ave María o un Padre nuestro por los maestros del colegio
Claretiano y de todo el mundo, especialmente por aquellos que sufren.
5. Agradece a Dios por los familiares y amigos que te han acompañado en algún
momento difícil de tu vida.
Oración: Querida Virgen María, gracias por ser nuestra mamá en la fe, por estar
cerca nuestro y cuidarnos mucho como hiciste con Jesús-niño. Quiero conocer
mejor a tu hijo y a quererlo más cada día. Quiero vivir como Jesús, ser buen hijo,
buen hermano y buen amigo. Contágiame tu esperanza, que aprenda, como tú, a
vivir en las manos de Dios. Ayúdame a hacer crecer mi fe. Madre Buena, enséñame
a seguir los pasos de Jesús. Recibe, Madre la flor de nuestro amor y nuestra alegría,
para que tu gozo sea cumplido. (Padre Nuestro).

María, mujer de la escucha, haz que se abran nuestros oídos; que sepamos escuchar
la Palabra de tu Hijo Jesús entre los miles de palabras de este mundo; haz que
sepamos escuchar la realidad en la que vivimos, a cada persona que encontramos,
especialmente a quien es pobre, necesitado, tiene dificultades.
María, mujer de la decisión, ilumina nuestra mente y nuestro corazón, para que
sepamos obedecer a la Palabra de tu Hijo Jesús sin vacilaciones; danos la valentía
de la decisión, de no dejarnos arrastrar para que otros orienten nuestra vida.
María, mujer de la acción, haz que nuestras manos y nuestros
pies se muevan «deprisa» hacia los demás, para llevar la
caridad y el amor de tu Hijo Jesús, para llevar, como
tú, la luz del Evangelio al mundo. Amén.

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