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Se estima que diariamente consumimos 1000mg de fósforo, superando los 800mg que
recomienda la OMS para una persona adulta.
El fósforo es muy utilizado como fertilizante agrícola y ese exceso en los suelos se
transfiere a la cadena alimentaria (vegetales, animales, humanos). El poroto de soja es,
en sí mismo, un gran suministrador de fósforo: aporta 590mg en solo 100g de semillas.
Los lácteos son otra gran fuente de fósforo, ya que la leche vacuna tiene una relación
calcio/fósforo (1 :1 ) muy diferente a nuestras necesidades corporales (2 ,5 :1 ). En esta
última relación, el fósforo resulta sinérgico del calcio, pero en el lácteo vacuno, su alta
proporción lo convierte en antagónico del calcio, al cual bloquea. En 100g de queso
parmesano encontramos 840mg de fósforo.
Tal como advirtiera hace décadas Hertha Hafer1, investigadora alemana, el exceso de
fósforo está en el origen de los desórdenes de conducta infantil (DDA, hiperactividad,
agresividad), problemas que remiten con una dieta baja en fósforo.
Así como se busca "emparchar" las carencias que genera la refinación con agregados,
con los edulcorantes no calóricos se busca "remendar" el desorden generado por la
avalancha de azúcar en sangre. El mensaje suena atractivo: reemplace azúcar por
edulcorante y problema resuelto. Fácil para el consumidor y lucrativo para la industria
del "diet". Pero la realidad no es tan simple.
Sin embargo, sintéticos, refinados o naturales, los edulcorantes no calóricos, como los
define la ley, comparten una característica: "engañan" a l cuerpo. Al aparecer el sabor
dulce, el organismo pone en marcha una serie de mecanismos de preparación para
metabolizar los azúcares (secreción de mensajeros y hormonas, como la insulina).
Pero luego del sabor dulce, los azúcares no llegan y el circuito queda trabajando en
vacío, con el consiguiente daño para el cuerpo. La insulina circulante en sangre actúa
sobre el azúcar de reserva, generando hipoglucemia y el consecuente "apetito".
LOS LIQUIDOS
ACEITES Y GRASAS
ALMIDONES
Los conservantes son un buen ejemplo de ello. Estos preservantes de alimentos actúan
por inhibición de procesos enzimáticos (fermentación, putrefacción, etc). una vez
ingerido, continúa produciendo inhibición enzimática en nuestro organismo. Esto
afecta a ia flora intestinal y aL hígado, cuyas funciones dependen de las reacciones
enzimáticas que los mismos conservantes bloquean.
También están los resaltadores de sabor, como glutamato monosódico (GMS o E621) ó
ajinomoto. A través de experiencias en animales y luego en humanos, el GMS se
relacionó con déficit de atención (DDA), adicción, alcoholismo, alergias, ELA, alzheimer,
asma, fibrilación auricular, autismo, diabetes, depresión, epilepsia, fibromialgia, golpe
de calor, hipertensión, hipotiroidismo, hipoglucemia, síndrome de intestino irritable,
inflamación, migraña, esclerosis múltiple, obesidad, tumores en hipófisis, ataques de
pánico, rosácea, del sueño, problemas de oído (tinitus), problemas de visión.
EXCESO DE PROTEINAS
Hasta hace poco tiempo se pensaba que el exceso proteico se eliminaba, pues el
organismo no tenía forma de almacenarlo, tal como ocurre con azúcares y grasas. Pero
a fines de los 80, un estudio alemán demostró que hay un depósito corporal de
proteínas1. El trabajo mostró que El colágeno subcutáneo es la unidad almacenadora
de proteínas, como fuente de reserva para períodos de escasez.
Con este pequeño informe, solo pretendo llevar un poquito de luz sobre algunos
conceptos muy arraigados que deberíamos revisar, y aunque es necesario ajustemos
muchos de ellos, no es mi intención crear paranoias, solo que cada uno revise si hay
una posible influencia en su salud de alguno de estos ítems y pueda rectificarlo.