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LA JUSTICIA PREMIAL

Con la variación del sistema procedimental penal, no solo se varió de un sistema


básicamente escritural a uno oral con elementos de su predecesor, sino que en
igual forma se ampliaron conceptos, imperceptibles para la Ley 600 de 2000, pero
que de vez en cuando tenían su intervención en las múltiples causas penales. En
estricto sentido me refiero a la figuras de sentencia anticipada y allanamiento a
cargos, que junto a los preacuerdos y el principio de oportunidad conforman el
estadio de la justicia premial.

Entendiendo, en primera medida, que el nuevo sistema de procedimiento penal, el


cual ha permeado otras ramas del derecho, es un heredero, por llamarlo así, del
sistema anglosajón o estadunidense, trayendo consigo elementos estructurales
que actualmente en Colombia se están empezando a desarrollar.

En caso concreto me refiero a los preacuerdos, como un despliegue normativo,


que buscar evitar un desgaste judicial, atendiendo que el fin único de la
aplicabilidad de la justicia, en sí mismas, es la búsqueda de la verdad, siendo esta
modalidad acertada al momento de ser utilizada, ya que como contraprestación a
una aceptación de cargos o allanamiento a la imputación o acusación por parte del
vinculado, este obtiene un reconocimiento de algún disminuyente, el
reconocimiento de un subrogado o sustitutivo, o en últimas un rebaja sustancial en
la pena a imponer.

Al observar el contenido del cuadro normativo que refiere los preacuerdos, artículo
348 y s.s. de la Ley 906 de 2004, se observa, de manera simple, la utilidad de este
evento, pero la realidad opera de manera distinta, ya que se han creado limitantes
que han desfigurado su conceptualización, hasta el punto de volverse inocuo e
imposible su aplicación, para no ir lejos, solo basta con dar lectura a la ley 1121 de
2006.

Situación que riñe con el uno de los objetivos de le ley, motivante de su


implementación, la cual no es otra que la dinaminización y corta duración de la
investigaciones penales, ya que este tipo maniobras jurídicas implementadas por
el legislador, quizás iniciadas por satisfacer a la morbosidad pública, han
desvalorizado la utilidad de los mecanismo de justicia premial utilizados, los
cuales, contrario a lo que se piensa por la mayoría, no constituyen sinónimo de
injusticia o impunidad, entendiendo que en su ejecución se obtiene un
procedimiento expedito el cual concluye obligatoriamente en una condena.

Aunado a la implementación de nuevas leyes limitadoras de la utilización e


implementación de estos mecanismos, se tiene la constante intervención de los
jueces penales, quienes desconociendo la jurisprudencia C-303 de 2013, la cual
ubica al juez de conocimiento al momento de aprobar o improbar un preacuerdo,
con una única función, la de ejercer un control formal sobre la negociación que le
fue presentada en el estrado, siéndole imposible negarse a acceder a la misma
cuando su fundamento constituye un control material, es decir, cuando por su sola
concepción considere no estar de acuerdo con lo ofertado por la fiscalía,
entendiendo que la acusación y sus elementos son de exclusiva propiedad del
ente acusador.

En tanto, considero que la aplicación de manera mas amplia de la justicia premial,


en especial de los preacuerdos, se hace necesaria, para dar mas dinamismo al
procedimiento de las causas penales, máxime si tenemos en cuenta que en
nuestro país se ha venido hablando de justicia transicional, refiriéndonos
explícitamente a la imposición de penas más benévolas a grupos al margen de la
ley, que bajo el amparo de procesos de paz y/o negociaciones directas con el
Estado, obtienen dicho beneficio, situación que no pueda ser desconocida para
con los civiles que infringen la normas penales.

JULIAN DAVID GÓMEZ GARCÍA


ID. 275.471

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