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El poder hegemónico del médico en situación de embarazos y partos

Primer Congreso Nacional de Partería – La Plata 29 de octubre 03 Por Eva Giberti.

Este trabajo excluye de sus caracterizaciones a aquellos profesionales que intervienen en


partos y embarazos utilizando respetuosamente sus conocimientos y su empatía con la
parturienta y con sus allegados.
La historia comienza con el mito bíblico, cuando mediante la maldición de Yahave Adán y Eva
fueron expulsados del Paraíso ¿Cómo distribuyó Yahave su maldición? A Adán le dijo “ganarás
tu pan con el sudor de tu frente” y a Eva: ”parirás con dolor”. O sea, para ambos dispone dos
formas diferentes de producción y los dos productos resultantes tendrán diversas
características: el trabajo quedará asociado con sudor y los hijos-mediante la parición-con
dolor.
El varón producirá pan, la mujer producirá hijos. El pan además de comestible es rápidamente
degradable. Los hijos, que algún día morirán, también se degradaran pero comenzaran siendo
personas
El varón producirá lo que pueda con su trabajo. Nosotras produciremos hijos pero en
combinación con el otro, el varón...Los hijos que se hacen enre dos, produciran dolor
solamente en la mujer.
El análisis elemental y lineal de esta parte del mito pone de manifiesto el posicionamiento
político del mismo.
El mito bíblico que acusa a la mujer por la caída, es decir, marcándola como desobediente,
transgresora introduce mediante la maldición una distribución artificial del trabajo
privilegiando la supervivencia alimenticia a cargo de los hombres.
La escena que -desde la denominada niñez- se instala en nuestras mentes desde pequeñas
apunta a la existencia de alguien superior que decide y al que es preciso obedecer o de lo
contrario, la desobediencia habrá de acarrear terribles resultados, uno de ellos, parir con
dolor.
Después del parto se descubre que las mujeres estamos hechas de modo tal que cualquiera
sea la experiencia y el estilo del parir, el dolor en cualquiera de sus dimensiones insoportable o
liviano, inevitablemente aparece.
En la cultura de la cual formamos parte y al mismo tiempo construimos, el dolor y el alivio del
mismo está asociado a la Medicina.
Sin duda la Medicina encontró soluciones y paliativos para algunos dolores; si bien sabemos
que puede generar otros.
Sin embargo la historia nos enseña que mucho antes que la Medicina impusiera sus prácticas,
en determinadas culturas eran las mujeres las encargadas de acompañar a las parturientas
además de entender acerca del curar, mejorar y aliviar.
La persecución de las brujas en la Alta y Baja Edad Media respondía a estos éxitos
protagonizados por algunas mujeres. Pero nosotr@s incorporamos los parámetros de los
griegos y de los latinos: Hipócrates, mediante su teoría de los humores, creía que todas las
enfermedades que aquejaban a las mujeres eran causadas por el útero
Posteriormente Galeno opinaba que la frialdad y la humedad del cuerpo de la mujer la hacían
inferior al hombre, cuya sequedad y calidez le otorgaban inteligencia y valentía.
La Medicina actual supero estas creencias, pero continúa posicionada en el lugar del poder
político del que disfrutaban los médicos en la Antigüedad.
Al tradicional poder político de la Medicina se añaden hoy en día las técnicas de fertilización
asistida que incrementan la aureola que endiosa a los médicos que se dedican a estas
prácticas.
La característica de este poder político reside en lo que se considera el derecho de ser
obedecido.
La historia de la obediencia tiene antecedentes bíblicos cuya clave es politica.
Su análisis nos conduce al poder hegemónico de los médicos, en paralelo con otros poderes
del mismo signo y que en esta circunstancia está asociado con el parir y el nacer.
Cuando la maldición impone su texto en el cual Yahave le indica a Eva: “y quedarás atada al
varón por tu deseo” comienza por violar uno de los derechos sexuales que actualmente se
defienden: Eva queda atada a desear a un varón, no podría ser lesbiana.
Y cuando la castiga con el dolor, viola el derecho reproductivo que se refiere a la integridad
física de la persona que resulta vulnerada por el dolor como castigo, que no es lo mismo que el
dolor resultante del parir. La violación del derecho reproductivo remite a la calificación del
dolor fisiológico funcional como producto de una sanción, de una expiación por haber pecado.
De este modo es como se comienzan los diseños del poder destinados no solo a subordinar-en
este caso a las mujeres- sino a mantenerse en el lugar del comando.
Recibiendo los beneficios que la situación implica y sin obligación de rendir cuentas por parte
de los poderosos.
La mujer, desde el Paraíso trabajará sin tener a su cargo la producción del pan (de allí la
servidumbre doméstica), y quedará ceñida a sus deseos sexuales hacia el varón y a los dolores
de parto.
Ambas categorías se caracterizan por ser inmanejables y por ser originadas en el interior del
cuerpo de la mujer. Lo mismo que su producto, el hijo. O sea, la maldición ratifica las creencias
acerca del interior misterioso del cuerpo femenino que produce deseos sexuales y dolores.
Éstas son características-originalmente míticas pero válidas en el imaginario social- de la
persona mujer respecto de la cual determinados médicos ejercerán su poder hegemónico. Fue
Gramsci quien instituyo la idea de poder hegemónico y lo refirió a la dominación política,
especialmente en relaciones entre estados.
Será el marxismo el que extiende la definición de dominación a la relación entre clases
sociales, especialmente a las definiciones de clase dominante.
Hay quienes la entienden como la dimensión cultural del poder, pero en realidad la hegemonía
incluye a la cultura, así como incluye a las ideologías que, desde una perspectiva pueden
entenderse como un sistema de creencias ilusorias -ideas o creencias falsas- las cuales pueden
confrontarse con el conocimiento “verdadero” o científico. Lo cual también es discutible.
La hegemonía también incluye la tradición como uno de sus componentes en tanto la
reconozcamos como una fuente de presiones que nos llegan selectivamente desde el pasado
considerado “lo bueno y lo mejor “asociado con la sabiduría y la experiencia.
Si combinamos cultura, ideologías, tradición en sus valencias limitantes y sofocadoras
desembocaremos en la hegemonía como forma de dominación política que se ejerce sobre
determinadas personas o grupos sociales.
Gramsci destaca que el poder hegemónico ejerce su poder no sólo por medio de la coacción,
sino además porque logra imponer su visión del mundo, sus costumbres, un “sentido común”
que favorecen el reconocimiento de su dominación por las clases dominadas.
Quienes participan de los sectores de poder hegemónicamente instalados, es decir, con
escasa posibilidades de ser contrariados o juzgados, manipulan sus conocimientos para
mantener su posición.
Cuando nos referimos a médicos en relación con la mujer parturienta ya no se trata solo de sus
conocimientos, sino de sus prejuicios, sus creencias, sus ansiedades y fantasías acerca del
interior del cuerpo de las mujeres, su tensión frente a tener que reconocer que él también
emigró desde el interior de un cuerpo de mujer..
Y la puesta en acto de ese poder del que dispone y que es hegemónico en tanto y cuanto no
tiene en cuenta a la que es sujeto de su atención, se abroquela en las técnicas que la medicina
le aporta y que pone en práctica en el cuerpo de esa mujer.
Con reiterada frecuencia, sin que exista necesidad de proceder de ese modo. Pero al mismo
tiempo, la mujer que habrá de confiarse en esas prácticas, desciende de la maldición bíblica y
del entrenamiento en obedecer desde su infancia.
Entrenamiento que se potencia a medida que crece y se le enseña el temor reverente hacia el
doctor.
Para Weber, la dominación legítima se basa en la creencia de los dominados en la validez del
orden estatuido, que es el fundamento de su obediencia. Que, para dejarlo en claro, no es un
consentimiento pasivo, sino activo.
Lo que sucede es que el discurso médico complejiza de tal modo el estado de gravidez y
anticipa de tal modo las características del parir que genera una escena y un andamiaje tan
complejo que parecería imprescindible asumir todos los recaudos y pasar por todas las
prácticas que recomienda Las conductas de esas mujeres, colonizadas por el patriarcado,
refuerzan la permanencia del poder hegemónico impulsadas por creencias falsas e ilusorias
acerca del saber médico o por la eficacia de las pautas tradicionales transmitidas por medio de
la familias, la escuela y los medios de comunicación: entre todas esa variables se construye un
presente “preformado”, es decir, de muy difícil desactivación por parte de quien quiera
esclarecerlas.
Hay una aceptación de la función que le “corresponde” a la mujer en tanto madre posible o
potencial, respecto al conjunto de la sociedad, y a la percepción que ella tiene de sí misma.
El género mujer accede a la maternidad con su presente preformado; que no es ajeno a
sostener el poder hegemónico del médico como un profesional que aparece fetichizado.
Entonces se trata de evitar cualquier cambio que altere lo que se aprendió por vía cultural, por
transmisión generacional.
Lo interesante del poder hegemónica en Medicina es su capacidad para recolocarse
socialmente: si actualmente entre la Partería y los movimientos de mujeres se podía esperar
alguna modificación sustantiva, la actual idealización de la fertilización asistida recoloca al
doctor en la cima de ese poder.
Poder que se caracteriza por defender el principio de jerarquía inspirado en el modelo que
instaló la idea de superioridad masculina por una parte y por la otra la asociación con dos
ordenadores psicosociales en la construcción de la subjetividad de las mujeres: la vergüenza y
la obediencia.
Eva se va del Paraíso avergonzada, culpándose por su desobediencia. Vergüenza y
desobediencia que funcionan de manera autoexcluyente, es decir, condicionando a las
mujeres para autoexcluirse de su propia conciencia como mujeres paridoras lo que significa
personas en estado de potencia.
Diferente de la posición del médico que solo cuenta con su saber profesional y su poder
hegemónico frente a quien está por parir.
La evidencia de tal diferencia es contundente y la interiorización e infantilizacion durante el
parto no resulta comprensible, menos aún las voces de mando contenidamente gritonas:
“puje!! Sostenga el pujo!! ”cuando no la infantilización con aire proteccional: ”vamos!!
Acordate que prometiste portarte bien…”
Así como el poder hegemónico de los médicos-que sobrevuela sobre las parteras, las
enfermeras y quienes se le acerquen, constituye una clave política, lo que está en juego
durante el embarazo y el parto y el post parto también constituyen instancias políticas.
¿Que hacemos entonces frente a la presencia de ese poder?
Veamos: Ya no es posible remitirse solamente al poder hegemónico de los médicos, e intentar
desactivarlo sino de aplicar los derechos de las mujeres, parturientas y parteras, que se
oponen a dicho poder.
Una mujer que pare es una productora de mano de obra, es una reproductora de fuerza de
trabajo.
Punto que no corresponde obviar.
Así como los derechos reproductivos que se construyen desde diversas prácticas políticas de
todas las mujeres, cuando estamos en situación de parición, nos encontramos en un momento
óptimo para ejercerlos: no me parece que deba continuar sosteniéndose que la embarazada es
una mujer exclusivamente vulnerable.
Estimo que son muchas otras las actividades que puede ensayar además de saberse grávida
como algunos niveles socioculturales pretenden.
Recordemos que en Nairobi, 1985 en la Conferencia de las Naciones Unidas por la Década de
las Mujeres se declaró la promoción de los derechos de la reproducción “como una adquisición
fundamental de las mujeres para una justa posición en la sociedad” que se tornó un objetivo
universal del feminismo.
Los avances en esos derechos reproductivos incluyen la libertad de elección en lo que se
refiere a garantías legales y beneficios del Estado. Y lo que es más significativo es que tales
derechos reproductivos demandan la transformación de las relaciones entre los géneros así
como modificaciones en las relaciones sociales.
Es decir, poder hegemónico no cabe cuando las parteras avanzan en la transmisión de estos
derechos. O sea, una mujer embarazada o en trance de parir es una ciudadana que exige que
no se violente el campo de sus derechos ciudadanos, uno de ellos, el que corresponde a sus
derechos reproductivos cuando eligen, como sucede en diversos países, que su parto -cuando
se conoce su condición de parto normal- sea atendido por parteras.

http://evagiberti.com/el-poder-hegemonico-del-medico-en-situacion-de-embarazos-y-partos/

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