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Universidad Nacional de Chimborazo

Facultad de Ciencias de la Educación, Humanas y Tecnologías


Pedagogía de la Lengua y la Literatura
Cátedra Integradora: Procesos de conocimiento en torno a la ciudadanía y los escenarios laborales relativos a la
profesión

Tema: Corrientes de la psicología y su aplicación a contextos educativos.

El conductismo
Corriente de la psicología que defiende el empleo de procedimientos estrictamente experimentales para estudiar el
comportamiento observable (la conducta), considerando el entorno como un conjunto de estímulos-respuesta.
Propone que la base fundamental de todo proceso de enseñanza-aprendizaje se encuentra representada por un
reflejo condicionado, es decir, por la relación asociada que existe entre la respuesta y el estímulo que la provoca. En
general se considera el conductismo como una orientación clínica que se enriquece con otras concepciones.

El condicionamiento clásico
La teoría conductista se basa en las teorías de Ivan P. Pavlov (Rusia, 1849-1936). Se centra en el estudio de la
conducta observable para controlarla y predecirla. Su objetivo es conseguir una conducta determinada. De esta
teoría se plantearon dos variantes: el condicionamiento clásico y el condicionamiento instrumental y operante.
El primero describe una asociación entre estímulo y respuesta contigua, de forma que, si sabemos plantear los
estímulos adecuados, obtendremos la respuesta deseada. Esta variante explica tan solo comportamientos muy
elementales.
La segunda variante, el condicionamiento instrumental y operante, persigue la consolidación de la respuesta según
el estímulo, buscando los reforzadores necesarios para implantar esta relación en el individuo.
Los conductistas definen el aprendizaje como la adquisición de nuevas conductas o comportamientos.
El condicionamiento clásico, también llamado condicionamiento pavlovliano, condicionamiento respondiente,
modelo estímulo-respuesta o aprendizaje por asociaciones, es un tipo de aprendizaje asociativo. Pávlov ideó unos
experimentos con perros que son la base del condicionamiento clásico. Se dio cuenta de que, al ponerle la comida al
perro, este salivaba. Cada vez que le pusiera la comida, Pávlov hacía sonar una campana, de modo que, cuando el
perro la escuchaba, asociaba ese sonido con la comida y salivaba. Así, el perro estaba dando una respuesta (en este
caso, la salivación) a un estímulo (la campana). La próxima vez que escuchara la campana, independientemente de si
iba unida a la comida, empezaría a salivar.
La forma más simple de condicionamiento clásico recuerda lo que Aristóteles llamaría la ley de contigüidad. En
esencia, el filósofo dijo «Cuando dos cosas suelen ocurrir juntas, la aparición de una traerá la otra a la mente». A
pesar de que la ley de la contigüidad es uno de los axiomas primordiales de la teoría del condicionamiento clásico, la
explicación al fenómeno dada por estos teóricos difiere radicalmente de la expuesta por Aristóteles, ya que ponen
especial énfasis en no hacer alusión alguna a conceptos como «mente». Esto es, todos aquellos conceptos no
medibles, cuantificables y directamente observables. Además, resulta más preciso afirmar que más que la mera
contigüidad temporal, es la relación de dependencia entre la presentación entre el primero y el segundo estímulo lo
que dispone las condiciones en las que ocurre el condicionamiento. El interés inicial de Pávlov era estudiar la
fisiología digestiva, lo cual hizo en perros y le valió un Premio Nobel en 1904.

Los trabajos de John Broadus Watson (EE. UU., 1878-1958)


El conductismo se desarrolló a comienzos del siglo XX; su figura más destacada fue el psicólogo estadounidense John
B. Watson. En aquel entonces, la tendencia dominante en la psicología era el estudio de los fenómenos psíquicos
internos mediante la introspección, método muy subjetivo. Watson no negaba la existencia de los fenómenos
psíquicos internos, pero insistía en que tales experiencias no podían ser objeto de estudio científico porque no eran
observables. Este enfoque estaba muy influido por las investigaciones pioneras de los fisiólogos rusos Iván Pávlov y
Vladimir M. Bekhterev sobre el condicionamiento animal.
Watson propuso hacer científico el estudio de la psicología empleando solo procedimientos objetivos tales como
experimentos de laboratorio diseñados para establecer resultados estadísticamente válidos. El enfoque conductista
le llevó a formular una teoría psicológica en términos de estímulo-respuesta. Según esta teoría, todas las formas
complejas de comportamiento —las emociones, los hábitos, e incluso el pensamiento y el lenguaje— se analizan
como cadenas de respuestas simples musculares o glandulares que pueden ser observadas y medidas. Watson
sostenía que las reacciones emocionales eran aprendidas del mismo modo que otras cualesquiera.
La teoría watsoniana del estímulo-respuesta supuso un gran incremento de la actividad investigadora sobre el
aprendizaje en animales y en seres humanos, sobre todo en el periodo que va desde la infancia a la edad adulta
temprana. A partir de 1920, el conductismo fue el paradigma de la psicología académica, sobre todo en Estados
Unidos.

El Experimento Little Albert

Dame una docena de niños sanos, bien formados, para que los eduque, y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y adiestrarlo para
que se convierta en un especialista de cualquier tipo que yo pueda escoger —médico, abogado, artista, hombre de negocios e incluso mendigo
o ladrón— prescindiendo de su talento, inclinaciones, tendencias, aptitudes, vocaciones y raza de sus antepasados,
John Watson (Behaviorism, 1930)

Watson partía de la siguiente pregunta: ¿hasta qué punto son generalizables a los seres humanos las conclusiones
obtenidas con animales? Así que el hombre inicia el intento de demostración del proceso de condicionamiento
pavloviano.
Es posible que Watson jamás imaginara que su investigación iba a suponer tal impacto y que a lo largo de la historia
fuese un tema recurrente para los estudiantes de psicología. Comenzaba el experimento Little Albert con un bebé
que no llegaba al año de vida junto a un actor secundario, una rata blanca.
La madre de Albert era una nodriza en la Harriet Lane Home, una mujer que amamantaba a un lactante que no es su
hijo. Estamos ante un empleo que hoy está en desuso en la mayor parte de Occidente, pero muy común hasta el S.
XIX con el fin de alimentar a niños cuyas madres no podían o no deseaban hacerlo.
En aquella institución el pequeño Albert pasó gran parte de sus primeros meses. Y fue allí también donde Watson y
su asistente Rosalie se fijaron en el bebé. Según explicaría más tarde, Albert presentaba una característica que lo
hacía único para el experimento que tenía en mente: lo veían como un pequeño falto de emociones y razón. Según
el psicólogo, esta ecuanimidad emocional les convenció de que tenían ante sí al sujeto perfecto para las pruebas.
Watson quería aplicar los hallazgos de Pavlov con los perros a los seres humanos. El psicólogo se convertiría más
tarde en el fundador del conductismo, un movimiento dentro de la psicología que se centra en la conducta
observable (humana o animal) y las relaciones entre estímulo y respuesta por encima del estado mental interno de la
persona. Watson decía que el análisis de la conducta y las relaciones eran el único método objetivo para conseguir
descifrar las acciones humanas y extrapolarlas al método propio de la ciencia o la psicología.
Sin embargo, había un inconveniente con esta teoría. Solo se había observado una gama muy limitada de las
reacciones innatas en los bebés (por ejemplo, con el miedo a los ruidos fuertes). Por el contrario, los adultos exhiben
este tipo de reacciones innatas a todos los tipos imaginables de estímulos, ya se trate de otras personas, objetos o
eventos. Watson y Rosalie llegaron a la conclusión de que debía haber algún método sencillo mediante el cual los
estímulos podían llevar a estas emociones. El método: el condicionamiento.
Según describirían en la investigación Watson y su asistente, los objetivos marcados serían los siguientes:
 ¿Se puede condicionar a un niño para que tenga miedo a un animal que aparece de manera simultánea a un
ruido fuerte?
 ¿Se transferirá tal miedo a otros animales u objetos inanimados?
 ¿Durante cuánto tiempo persistirá el miedo? En cualquier caso, no lo sabremos hasta que finalice el
experimento con Albert.
Así y tras examinar al niño para determinar si existía algún tipo de miedo previo a los objetos que se le iban a
presentar (resultado que dio negativo), inició la primera prueba cuando el pequeño tenía 8 meses y 26 días de edad.
Watson comienza a martillear en una barra de acero que cuelga detrás de la espalda del bebé. Albert reacciona de
inmediato. Según el psicólogo:

El niño reacciona con violencia, comprobamos su respiración y sus brazos se elevan de una manera característica.
En la segunda fase de estimulación ocurrió lo mismo, y además notamos cómo los labios comenzaron a arrugarse
y a temblar. Tras la tercera estimulación el niño rompió a llorar repentinamente.

Y es justo en este momento cuando Watson puede llevar a cabo la conexión entre el ruido y la ansiedad que tenía
por objeto enseñar al niño a temer cosas nuevas.
Llegados a este punto e imaginándonos la situación, es posible que te preguntes si Watson no tendría
remordimientos. Únicamente unos párrafos de los informes de su experimento muestran o delatan sus
preocupaciones (quizá remordimientos de conciencia) con respecto a sus acciones, aunque lo cierto es que también
se aprecia cómo mitigan las mismas con la idea de que irremediablemente este miedo le llegaría en el futuro de
forma irremediable.
Cuando el bebé alcanza los 11 meses y 4 días llega el momento en el que Watson le enseña a temer a una rata
blanca. Tomando al animal de una cesta, lo colocó delante del niño sentado y dejó que la rata corriera libremente.
Albert no mostró ningún miedo y comenzó a intentar juguetear con la rata extendiendo su mano. En el instante que
Albert la tocó, Watson comenzó a martillear la barra de acero. El bebé dio un salto violento y cayó hacia delante
hundiendo la cara sobre el colchón en el que se encontraba. Sin embargo y como apreció Watson, “no lloraba”.
Cuando el bebé trató de tocar a la rata por segunda vez, Watson comenzó de nuevo a martillear. El niño comenzó a
llorar y, ahora sí, Watson conseguía su propósito. Detienen unos días el experimento.
Una semana más tarde el psicólogo y su asistente reanudan la investigación. Cada vez que Albert tocaba a la rata,
Watson respondía con un estruendoso sonido. Este proceso lo repitieron continuamente y entremedias
simplemente mostraban a la rata para ver si el pequeño mostraba el condicionamiento.
Ocurrió tras el séptimo intento en el que combinaban rata y sonido. Albert comenzaba a gritar simplemente con ver
a la rata. Watson y Rayner habían logrado crear en el niño una asociación entre el miedo a los ruidos fuertes y un
nuevo estímulo, en este caso la rata.
Unos días más tarde Watson da un paso más en su experimento. El hombre intenta averiguar si Albert es capaz de
transferir ese miedo a la rata a otros animales y objetos. ¿Qué ocurre? Que en efecto el niño ahora exhibe el miedo
ante la visión de un conejo, un perro, un abrigo de piel, cabello o una máscara de Santa Claus. En cambio, y como
apuntó Watson, al niño también se le profirió un cierto control para que no “perdiera el norte”. Por ejemplo, con
juegos de construcción de bloques, los cuales no suscitaron temor alguno y el niño reaccionaba de manera normal
jugando con ellos.
Al poco tiempo de terminar el experimento Watson fue despedido por la universidad. Más tarde escribiría un libro
muy popular sobre la educación infantil donde aconsejaba a los padres no dar a sus hijos demasiado amor o
atención.

Los trabajos de Burrhus Frederic Skinner (EE. UU. 1904-1990)


La teoría del refuerzo consiste en describir el proceso por el que se incrementa la asociación continuada de una
cierta respuesta ante un cierto estímulo, al obtener el sujeto un premio o recompensa (refuerzo positivo). El
condicionamiento operante, desarrollado a partir de los aportes de Skinner, es la aplicación de la teoría del refuerzo.
Al emplear estos principios de forma positiva para estimular un comportamiento optimizado en el aprendizaje. Si se
aplica desde sus aspectos negativos, es decir, cuando se aplica un castigo como refuerzo negativo para extinguir o
disminuir la frecuencia de una respuesta, los resultados son poco claros porque se producen comportamientos
reactivos emocionales, que perturban el aprendizaje e invalidan a la persona.
Sin embargo, si es aplicado en forma correcta, el refuerzo puede modificar con éxito el comportamiento y estimular
el aprendizaje, pero nunca la formación integral del alumno.
El enfoque de este psicólogo, filósofo y novelista, conocido como conductismo radical, es semejante al punto de
vista de Watson, según el cual la psicología debe ser el estudio del comportamiento observable de los individuos en
interacción con el medio que les rodea. Skinner, sin embargo, difería de Watson en que los fenómenos internos,
como los sentimientos, debían excluirse del estudio. Sostenía que estos procesos internos debían estudiarse por los
métodos científicos habituales, haciendo hincapié en los experimentos controlados tanto con animales como con
seres humanos.
Sus investigaciones con animales, centradas en el tipo de aprendizaje —conocido como condicionamiento operante
o instrumental— que ocurre como consecuencia de un estímulo provocado por la conducta del individuo, probaron
que los comportamientos más complejos como el lenguaje o la resolución de problemas, podían estudiarse
científicamente a partir de su relación con las consecuencias que tiene para el sujeto, ya sean positivas (refuerzo
positivo) negativas (refuerzo negativo).

Un poco de historia…
Así que cuando su mujer se queda embarazada de su segundo hijo en 1943, el hombre decide poner remedio y hacer
uso de su formación científica para reducir en la medida de lo posible el trabajo que acarreaba el cuidado del bebé.
Skinner llegó a casa con un dispositivo mecánico para la niña, uno que a lo largo de los años se hizo más conocido,
muy a su pesar, como la caja del bebé (baby box).
Más de 10 años antes, cuando aún era un estudiante de graduado en Harvard, el joven Skinner había inventado un
dispositivo llamado “cámara de condicionamiento operante”, más conocido como la caja de Skinner. La caja en
cuestión contenía un animal, normalmente una rata o una paloma. Cuando el animal apretaba una palanca recibía
una recompensa, generalmente comida.
Usó esta caja para demostrar que al variar la frecuencia de las recompensas podía alterar dramáticamente el
comportamiento de los animales, de manera que podrían hacer ellos solos prácticamente de todo. Un ejemplo: con
una rata llamada Plinio consiguió que pasara por hasta tres acciones antes de conseguir la recompensa.
Más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, Skinner se embarcó en un proyecto aún más ambicioso: el
entrenamiento de palomas para guiar misiles. Este consistía en adiestrar a las palomas para luego ser usadas en el
campo de batalla como proyectiles suicidas. El hombre pensó que podría condicionar a las palomas para que
picotearan y siguieran una figura determinada, en su caso un cuadrado o círculo. La idea de Skinner era la de
encerrar a las palomas junto a un panel que refleje la posición de un objetivo en el interior de un proyectil capaz de
rectificar su trayectoria según el picoteo de la paloma. Dicho de otra forma, se trataba de diseñar una paloma que
consiguiera un proyectil capaz de perseguir un blanco en movimiento. Y lo extraño era que el sistema funcionaba, o
al menos lo hacía igual de bien que cualquier otro sistema de guía electrónico de la época. En los entrenamientos
llegaron a conseguir que las palomas reconocieran barcos, tanques y aviones. Pero finalmente la idea resultó
demasiado extraña para los militares, quienes acabaron recortando fondos para el proyecto.
Descorazonado por el tiempo que le había dedicado, Skinner pasa a enfocar todas sus energías creativas en la
construcción casera que le haría la vida más sencilla. Esa caja de bebé que, en comparación con un misil guiado por
palomas, debía ser un juego de niños.
La idea era esencialmente una caja grande de casi dos metros de alto y alrededor de un metro de ancho. El bebé se
sentaba en una especie de bandeja poco profunda, a un metro del suelo, mirando al mundo a través de una gran
ventana de vidrio de seguridad que se podía deslizar hacia arriba y hacia abajo. La caja estaba equipada con un
calentador, un humidificador y un filtro de aire que hacían circular aire caliente y fresco dentro de la cámara. Las
paredes aisladas amortiguaban el ruido del mundo exterior para la pequeña Deborah.
Visto así, la unidad ofrecía muchas comodidades y ventajas en cuanto a seguridad. El interior climatizado significaba
que el bebé no necesitaba ropa o mantas, tan sólo el cambio de pañales. De esta forma se acababa el problema del
continuo lavado de ropa. La ventana protegía al bebé de los gérmenes e impedía que pudiera caerse.
El colchón consistía en una larga lona unida a unos rodillos, cuando se ensuciaba Skinner hacía uso de una palanca y
salía la lona sucia mientras entraba otra limpia en su lugar. Y debido a que el dispositivo era lo bastante alto, el
psicólogo y su mujer podían colocar o sacar al bebé sin dañarse la espalda. Skinner había logrado un invento muy
práctico.
Su hija Deborah se convirtió en el conejillo de indias del invento de Skinner durante nueve meses, tiempo en el que
la niña disfrutó sana y feliz como cuenta Skinner en sus trabajos. De hecho y viendo el éxito que tenía su invento, el
psicólogo decide enviar su trabajo académico a la popular revista femenina Ladies ‘Home Journal. Al llegar a la
redacción los editores del medio reconocieron el invento como una rareza entretenida, así que publicaron el artículo
con una ligera alteración. Ladies ‘Home Journal cambió el título de Skinner de “Baby Care Can be Modernized” a
“Baby in a Box”.
El psicólogo siempre culpó a este cambio editorial de la reacción pública que siguió a la publicación. Lo cierto es que
no importó cuánto trató de convencer a la gente de los beneficios de su invento, los cuales estaban perfectamente
explicados en su trabajo: el tiempo que le ahorraría a la madre y al padre y la mayor comodidad y seguridad del
bebé. La caja fue diseñada para desarrollar la confianza del bebé, su comodidad, hacer que llorase menos, se
enfermase menos... Y, lo que es más importante, el tiempo que la niña permanecía en ella era similar al que
cualquier otro niño podía pasar en una cuna normal.

Estudios
Desde 1950, los psicólogos conductistas han producido una cantidad ingente de investigaciones básicas dirigidas a
comprender cómo se crean y se mantienen las diferentes formas de comportamiento. Estos estudios se han
centrado en el papel de las interacciones que preceden al comportamiento, tales como el ciclo de la atención o los
procesos perceptuales; los cambios en el comportamiento mismo, tales como la adquisición de habilidades; las
interacciones que siguen al comportamiento, como los efectos de los incentivos o las recompensas y los castigos, y
las condiciones que prevalecen sobre la conducta, tales como el estrés prolongado o las carencias intensas y
persistentes.
Algunos de estos estudios se llevaron a cabo con seres humanos en laboratorios equipados con dispositivos de
observación y también en localizaciones naturales, como la escuela o el hogar. Otros emplearon animales, en
particular ratas y palomas, como sujetos de experimentación, en ambientes de laboratorio estandarizados. La
mayoría de los trabajos realizados con animales requerían respuestas simples. Por ejemplo, se les adiestraba para
pulsar una palanca o picar en un disco para recibir algo de valor, como comida, o para evitar una situación dolorosa,
como una leve descarga eléctrica.
Al mismo tiempo, los psicólogos llevaban a cabo estudios aplicando los principios conductistas en casos prácticos (de
psicología clínica, social —en instituciones como las cárceles—, educativa o industrial), lo que condujo al desarrollo
de una serie de terapias denominadas modificación de conducta, aplicadas sobre todo en tres áreas: la primera se
centra en el tratamiento de adultos con problemas y niños con trastornos de conducta, y se conoce como terapia de
conducta. La segunda se basa en la mejora de los métodos educativos y de aprendizaje; se ha estudiado el proceso
de aprendizaje general desde la enseñanza preescolar a la superior, y en otras ocasiones el aprendizaje profesional
en la industria, el ejército o los negocios, poniéndose a punto métodos de enseñanza programada.
También se ha tratado de la mejora de la enseñanza y el aprendizaje en niños discapacitados en el hogar, la escuela
o en instituciones de acogida. La tercera área de investigaciones aplicadas ha sido la de estudiar los efectos a largo y
corto plazo de las drogas en el comportamiento, mediante la administración de drogas en diferentes dosis y
combinaciones a una serie de animales, observando qué cambios se operan en ellos en cuanto a su capacidad para
realizar tareas repetitivas, como pulsar una palanca.
A diferencia del modelo centrado en el alumno, el conductismo prescinde por completo de los procesos
cognoscitivos. Para él el conocimiento es una suma de información que se va construyendo de forma lineal. Asume
que la asimilación de contenidos puede descomponerse en actos aislados de instrucción. Busca únicamente que los
resultados obtenidos sean los deseados despreocupándose de la actividad creativa y descubridora del alumno.
En el conductismo, el sujeto que enseña es el encargado de provocar dicho estímulo que se encuentra fuera del
alumno y por lo general, se reduce a premios y el refuerzo negativo a castigos (para lo que, en la mayoría de los
casos, se utilizaron las calificaciones).
Este enfoque formuló el principio de la motivación, que consiste en estimular a un sujeto para que éste ponga en
actividad sus facultades. Si bien no es posible negar la importancia de la motivación en el proceso enseñanza-
aprendizaje y la gran influencia del conductismo en la educación, tampoco es posible negar que el ser humano es
mucho más que una serie de estímulos.
La finalidad del conductismo es condicionar a los alumnos para que por medio de la educación supriman conductas
no deseadas, así alienta en el sistema escolar el uso de procedimientos destinados a manipular las conductas, como
la competencia entre alumnos. La información y los datos organizados de determinada manera son los estímulos
básicos (la motivación) frente a los que los estudiantes, como simples receptores, deben hacer elecciones y
asociaciones dentro de un margen estrecho de posibles respuestas correctas que, de ser ejecutadas, reciben el
correspondiente refuerzo (una estrella en la frente, una medalla o una buena calificación).
En las prácticas escolares el conductismo ha conducido a que:
• La motivación sea ajena al estudiante.
• Se desarrolle únicamente la memoria.
• Cree dependencias del alumno a estímulos externos.
• La relación educando-educador sea sumamente pobre.
• La evaluación se asocie a la calificación y suele responder a refuerzos negativos.

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