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Los sacramentos, como fuerza que brotan del cuerpo Místico de Cristo, siempre
vivo y vivificante, y como acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la
Iglesia, son la obra maestra en al Nueva y Eterna Alianza. Por ello, muchos autores
litúrgicos al referirse a los sacramentos nos dicen que son la vida de al Iglesia que la van
santificando.
Los siete sacramentos corresponden a todas las etapas y todos los momentos
importantes de la vida del cristiano; dan nacimiento y crecimiento, curación y misión a la
vida de fe de los cristianos. Hay aquí una cierta semejanza entre la vida natural y las etapas
de la vida espiritual.
Los siete sacramentos están agrupados en tres niveles según la gracia que
confieran.
Para entender de una mejor manera este sacramento subdividámoslos en cuatro puntos:
La palabra sacerdote viene de “sacer” que significa sagrado y “dare” que significa
dotare. Por esta definición diríamos que sacerdote significa aquel que puede dar lo sagrado.
Todos los bautizados participamos del sacerdocio común de Cristo lo que nos
capacita para colaborar en la Misión de la Iglesia, pero el orden imprime una especial
configuración, que lo capacita de los demás fieles y lo distingue con funciones especiales.
Así el Sacerdote posee el sacerdocio ministerial.
El orden sacerdotal es un sacramento por el que algunos de entre los fieles quedan
constituidos ministros sagrados, al ser marcados por el carácter indeleble, y así son
consagrados y destinados a apacentar el pueblo de Dios según el grado de cada uno,
desempeñando en la persona de Cristo Cabeza las funciones de enseñar, santificar y regir.
Según nos narra la carta a os Hebreos “El sacerdote es un hombre tomado de entre
los hombres para el servicio de los hombres en las cosas de Dios, para ofrecer sacrificios
y oraciones por su pueblo y por los pecados propios y ajenos. (Hb. 5, 1).
Es un hombre que tiene limitaciones como todo ser humano, pero al mismo tiempo
es distinto de los demás porque ha sido elegido por Dios, Él es quien lo ha llamado a una
misión especial. Es Mediador como Cristo ante Dios y los hombres.
El pueblo elegido fue constituido por Dios como “un reino de sacerdotes y una
nación consagrada” (Ex. 19, 65; Is 61,6). Y dentro de este pueblo de Israel Dios escogió
una de las doce tribus, al de Leví para escogen de entre ellos sacerdotes que ofrecieran
sacrificios por el pueblo.
Fue Cristo quien eligió a los Apóstoles y los hizo partícipes de su misión y su
autoridad. Elevado a la derecha del Padre, no abandona a su rebaño, sino que lo guarda por
medio de los Apóstoles, bajo su constante protección, y lo dirige también mediante estos
mismo pastores que continúan hoy su obra. Por tanto, es Cristo que da a unos el ser
Apóstoles. (Ef 4, 11). Sigue actuando Él por medio de los obispos (LG 21). Por tal razón,
corresponde a los obispos, en cuanto sucesores de los Apóstoles, transmitir el don espiritual
(LG 21). la semilla apostólica (LG 20). Los obispos validamente ordenados, es decir, que
están en la línea de a sucesión apostólica, confieran validamente los tres grados del
sacramento del orden.
C) GRADOS DEL SACRAMENTO DEL ORDEN:
El ministerio eclesiástico, instituido por Dios, está ejercido en diversos ordenes, que ya
desde antiguo reciben los nombres de Obispos, Presbíteros y diáconos. (LG 28). La
doctrina católica, expresa en la Liturgia, el Magisterio y la práctica constante de la Iglesia,
reconoce que existen dos grados de participación ministerial en le sacerdocio de Cristo: el
episcopado y el presbiterado. El diaconado esta más bien destinado a ayudar y a servir en
los ministros de la Iglesia. Por eso el término Sacerdos designa, en el uso actual, a los
obispos y a los presbíteros, pero no a los diáconos. Sin embargo, la doctrina católica enseña
que los grados de participación sacerdotal (episcopado y presbiterado) y el del servicio
(diaconado) son los tres conferidos por una acto sacramental llamado “ordenación” es
decir, por el sacramento del orden.
a) Episcopado: Entre los ministerios que existen en la Iglesia, ocupa el primer lugar
el ministerio de los obispos, que a través, de una sucesión que se remonta hasta el principio,
son los transmisores de la semilla apostólica. (LG 20).
Por ello, el ministerio de los presbíteros, por estar unido al orden episcopal,
participa de la autoridad con la que el propio Cristo construye, santifica y gobierna su
Cuerpo. Por eso el sacerdocio de los presbíteros supone ciertamente los sacramentos de la
iniciación cristiana, pero se confiera por una sacramento peculiar que, mediante la unción
del Espíritu Santo, marca los sacerdotes con un carácter especial por el cual quedan
identificados con Cristo Sacerdote, de tal manera que puedan actuar como representantes de
Cristo - Cabeza (PO 2).
c) Diaconado: En grado menor de jerarquía están los diáconos, a los que, se les
imponen las manos, para realizar un servicio y no para realizar el sacerdocio. (LG 29). En
la ordenación al diaconado solo el obispo impone las manos santificando así al diácono está
especialmente vinculado al obispo en las tareas de su diaconía.
Los diáconos participan de una manera especial en la misión y la gracia de Cristo.
El sacramento del orden los marcó con u sello que nadie puede hacer desaparecer y que los
configura con Cristo, que se hizo diácono, es decir el servidor de todos. (Cf. Mc 10, 45; Lc
22, 27: San Policarpo, ep. 5, 2). Corresponde a los diáconos entre otras cosas, asistir al
obispo y a los presbíteros en la celebración de los divinos misterios, sobre todo en la
eucaristía y en la distribución, asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo,
proclamar el Evangelio y predicar, presidir las exequias y entregarse a los diversos
servicios de la caridad. (Cf. LG 29; SC 35; AG 16).
D) FUNCIONES DEL PRESBÍTERO:
Biblia de Jerusalén