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El lenguaje inclusivo: una mirada social y política

“La revolución será feminista, o no será” se escucha por las calles de Santiago. Hemos
visto tomas, marchas, columnas de opinión, funas por redes sociales. Pocas veces en los
últimos años, luego de la revolución social ocurrida el año 2011, fuimos testigos de un
momento tan álgido en el debate público. En el camino han caído varios: directores de cine,
docentes, cantantes, actores. Hablaron un sin número de mujeres que, por años, callaron
abusos, maltratos y abandono. Abandono de sus parejas y del Estado. Una de aquellas
deudas está parcialmente saldada con la ley de aborto tres causales, que entró en vigencia
en noviembre del año pasado, pero el camino es mucho más largo y pedregoso.
Ahora los ojos ahora están puestos en el acoso callejero y el lenguaje inclusivo o “de
género”. Dos aspectos culturales propiamente tales que juegan en el campo de los idearios
y creencias, de lo que tenemos naturalizado y pensamos intocable. Porque en una
revolución no solo se disputa lo institucional, sino también lo cultural. Van de la mano y se
complementan. Los grandes cambios en la historia han calado la cosmovisión y el sentido
común, y cualquier movimiento que pretenda avanzar, debe asegurarse que esto ocurra. Sin
embargo, con toda esta vorágine cultural, cabe preguntarse en cuanto al lenguaje ¿Es
factible, en una sociedad como la nuestra, adoptar un lenguaje inclusivo como una
posibilidad de realidad?
Si hay una característica que tienen los cambios culturales en las sociedades altamente
segregadas, es que, por lo general, siempre van a ser procesados en un primer momento por
aquellos que se encuentran al tanto de las vanguardias culturales, tanto por su educación
como por su contexto. Es esperable, y también lamentable. Estos cambios son
modificaciones de ver el mundo, la realidad, y el lenguaje ocupa un espacio privilegiado en
ello. Quienes más conocen los elementos de una categoría cultural, naturalmente tiene
un mayor conocimiento de sus falencias. No nos debe sorprender entonces que haya un
sector reacio al lenguaje inclusivo, porque al no conocer sus elementos, probablemente
menos críticos pueden serlo.
Es así, como creemos que el contexto cultural, social y político si determina el grado de
aceptación de estos cambios lingüísticos en la lucha feminista, cambios que, debemos
advertir desde ya, cuestionan profundamente mucho de los conceptos que desde nuestros
primeros años de vida hemos aprendido. En el hogar o en la escuela.

A priori, la utilización del lenguaje en la construcción de realidad puede dividirse, en un


primer momento, en uso discursivo por la disputa de la persuasión (como lo escribió Platón
en sus Diálogos las Georgias, su dominio es incluso mucho más importante que otras
disciplinas):

“En muchas ocasiones yo, yendo con mi hermano o con otros médicos junto a un enfermo
que no quería tomar las medicinas o dejarse operar o cauterizar por el médico, sin que
éste le pudiera convencer, yo lo conseguí no con otro arte, sino con la retórica.”1

Y en un segundo momento, en su construcción epistemológica como proceso de


identificación, como ocurre en la morfología lingüística2 y la semiótica3.

De las dos acepciones que identificamos, en este trabajo nos vamos a ocupar de su
construcción epistemológica de lenguaje y sus posibilidades de uso. Pero también, claro
está, de sus implicancias y aceptación en determinados contextos.
Con posibilidades de uso nos referimos a las formas lingüísticas y gramaticales que
pueden adoptar los cambios en el lenguaje. Esto es, por ejemplo, desde la utilización
diferenciada de “niños y “niñas”, hasta la incorporación de nuevas estructuras morfológicas
gramaticales, como los son la incorporación a las palabras de la “e”, la “x” o la “@”.
Por su parte, con aceptación en determinados contextos, hacemos alusión a la dimensión
semiótica de los usos morfo gramaticales. Aquí, pondremos en relieve la relación directa o
indirecta entre los nuevas formas lingüísticas y entornos sociales, contextos formales e
informales, tipos de feminismos, entre otros.
Nuestro desafió también, es determinar qué tipo de relación existe entre la aceptación de
estos usos lingüísticos y los contextos en los que nos encontramos. Pues, de fondo, también
está la discusión lo urgente y lo importante en la lucha de una sociedad más justa e
igualitaria y la precariedad educacional y cultural que facilita o dificulta su entendimiento.

El lenguaje, como tantos otros elementos culturales, es dinámico. Incluso para algunos
académicos goza de buena salud justamente por ser el más cambiante de todos. Varía cada
año, cada mes. Es cosa de pensar cuantos términos se han añadido al lenguaje colectivo
desde que nacimos hasta nuestros días. Pero no es arbitral, no responde solo gustos
personales; también refleja el avance de las sociedades, como el humor. Se puede decir que
una de las formas de medir el avance cultural de una nación es por lo por lo que ya no nos
causa gracia: chistes machistas, la mujer en la cocina, utilizar la palabra “gay” como
1
51. PLATÓN, Gorg., 456 B.
2
En Lingüística, la morfología comprende la parte de la gramática que se ocupa de clasificar y explicar el
funcionamiento y significado de las variaciones de forma en las palabras dentro de la estructura de la lengua.
En este sentido, la morfología cumple tres funciones específicas: categoriza las palabras de acuerdo con su
función (sustantivo, adjetivo, verbo, adverbio, etc.); estudia las variaciones de sus formas, es decir, sus
flexiones; y explica los procesos que intervienen en la derivación y composición de las palabras. Para explicar
de manera más completa el funcionamiento de una lengua, la morfología también puede integrarse a
la sintaxis en una disciplina de estudio conocida como la morfosintaxis:
https://www.significados.com/morfologia/
3
La semiótica es la ciencia o disciplina que se interesa por el estudio de los diferentes tipos de símbolos
creados por el ser humano en diferentes y específicas situaciones. Este estudio se basa en el análisis de los
significados que cada tipo de símbolo puede tener y cómo ese significado puede ir variando a lo largo del
tiempo o del espacio: https://www.definicionabc.com/comunicacion/semiotica.php
ofensa, entre otras.
La utilización del lenguaje ha sido una de las demandas –no la más importante- del
movimiento feminista en Chile. Hace algunas semanas, las redes sociales se encendieron a
causa del uso diferenciado, en los discursos y trabajos universitarios, de la acepción
femenina y masculina de los sustantivos o adverbios. Así, por ejemplo, un discurso en
donde se busque visibilizar a las mujeres debería nombrarse también el uso femenino del
mismo. No sólo decir alumnos, docentes o estimados; también deberían decir alumnas, (las)
docentes y estimadas. La Real Academia Española de la lengua se ha pronunciado en
contra de este tipo de usos, afirmando que:

“Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista


lingüístico. En los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso
genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la
especie, sin distinción de sexos…”4

También algunas personalidades del mundo académico nacional se han pronunciado


evidenciando algunos problemas que tendría aplicar, en este nivel, el lenguaje inclusivo.
Así, Soledad Aravena, miembro de la facultad de letras de la Universidad Católica, dice
que tendría “algunas limitaciones estilísticas” porque al decir “los niños y las niñas están
contentos”, si se quisiera ser consistente, habría que decir “los niños y las niñas están
contentos y contentas”, cuestión que dificulta estilísticamente el uso del lenguaje.5

Por otro lado, quienes se pronuncian a favor tienen como principal argumento el hecho de
que nombrar la variante femenina sería reconocer a la mujer como sujeto dentro del
lenguaje y no darlo por “entendido” dentro de uso masculino. En esta posición se encuentra
el feminismo de clase, a quienes les interesa evidenciar a la mujer como cuerpo histórico.
También, dentro del mundo académico, Kemy Oyarzún, en consonancia con algo que hace
siglos dijo Simone de Beauvoir, “hay que comenzar a definir lo que es el lenguaje
exclusivo” y que el movimiento feminista intenta romper eso “dar por hecho que al decir
humanos estamos refiriéndonos también a humanas” (parafraseado).6

Pero existe también otro nivel que propone un cambio más radical en los morfemas de
género. Aquí se propone el uso de la “e”, la “x” o la “@” en ciertas palabras donde, en su
utilización masculina, se hace referencia también –por defecto- a lo femenino y a todo
aquel que no se identifica dentro de esa determinación binaria –población LGBT7-. Cada
4
http://www.rae.es/consultas/los-ciudadanos-y-las-ciudadanas-los-ninos-y-las-ninas
5
https://www.cnnchile.com/programas-completos/se-debe-utilizar-el-lenguaje-inclusivo_20180626/ :
minuto 6:20
6
https://www.cnnchile.com/programas-completos/se-debe-utilizar-el-lenguaje-inclusivo_20180626/ :
minuto 2:40
7
Siglas que identifican a las palabras lesbiana, gay, bisexual y transgénero. Además es un movimiento que se
conformó por la lucha de los derechos de igualdad para estas comunidades sexuales minoritarias:
uno de esos signos vendría a ampliar el campo de identificación, según quiera ocuparse.
Así, en vez de decir niños para hablar de todas las identidades de género, se podría utilizar
“niñes”, para incluir a la comunidad transgénero.
La resistencia en este nivel es aún mayor, incluso dentro del movimiento feminista
existen sectores que creen que este nuevo morfema vendría también a excluir a las mujeres,
y por lo tanto, a invisibilizarlas nuevamente, como lo afirma la escritora nacional Andrea
Franulic en su ensayo La “E” nos excluye y menos mal.8

Fuera del mundo académico, en la sociedad civil, la aceptación de cualquiera de las dos
modificaciones al lenguaje es problemático. Al ser esta demanda, la del lenguaje, una
petición procesada por el mundo universitario -en su mayoría-, tiende a no ser comprendida
por los sectores sociales que poseen menos capital cultural. El problema de la realidad y el
lenguaje no es algo que esté dentro de las prioridades de la violencia que sufren las mujeres
en entornos precarizados. Y esta oposición probablemente no tenga mucho que ver con
estar en contra del feminismo; sólo responde a un precario manejo de un aspecto cultural
como lo es el lenguaje, y por lo tanto, también un precario manejo de sus falencias. Sólo es
cosa de ver quienes se oponen más acérrimamente a estos usos. Personas con poco manejo
de conceptos y de conocimiento básico sobre el tema, gente excluida de la cultura y de toda
posibilidad de educación.
La lucha feminista debe tener en consideración estas dificultades para poder llegar a un
sector más amplio de la sociedad, porque en la medida que se comprendan las
particularidades de nuestra composición social, también podremos combatir el patriarcado
de forma más efectiva.

https://www.significados.com/lgbt/
8
http://www.la-critica.org/cultura/opinion-la-e-nos-excluye-y-menos-mal-una-reflexion-linguistica-desde-el-
feminismo-radical-de-la-diferencia/

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