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Y LA TRASCENDENCIA
4. Necesidad de silencio
5. La solidaridad
6. Los pobres
7. La personalización
8. Dedicación de tiempo
4. A partir de ahí, veo tres puntos en los que conviene insistir para que la interioridad
no se quede en conocimiento intelectual: la limpieza de corazón y el
desprendimiento; la necesidad de silencio y sus dificultades prácticas; la
solidaridad como componente necesario de una interioridad auténtica. Este último
punto se concreta luego en los pobres, como primera dirección de cualquier
solidaridad. Son los números 3 al 6.
6. Aparte la referencia a la falta de tiempo (número 8), me parece obligada una alusión
directa a las trascendencia, que aparece en el enunciado (número 9). He querido
evitar que quedara como una realidad neutral, una especie de superación de lo
humano, que ya estaría conseguido en la persona desarrollada. Después del pecado
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del mundo, que nos envuelve a todos, ya no hay nada neutral; también la
trascendencia es partidista, como ocurrió en Jesús.
A esto había que añadir, frente al individualismo occidental que se inquieta con la
propia supervivencia y la de los suyos, que la trascendencia es, ante todo, universal,
trascendencia del mundo; y que, dentro del Todo, trascienden (con la Humanidad
Nueva encabezada por Jesús) los que han empujado la resurrección universal.
Después vendrán los otros. Un sentido solidario y partidista de la interioridad y la
trascendencia me parece necesario en este tiempo de falso irenismo.
7. El número 10 subraya los dos grandes afluentes que fluyen al río de la auténtica
interioridad cristiana: oración y compromiso. Sin ellos, la interioridad cristiana es
tierra yerma en la que es imposible que florezca la buena noticia.
8. El número 11 hace referencia a esa actitud tan básica y fundamental, que si falla, la
buena noticia no puede ser acogida como tal. Vivir en positividad, aprender a vivir
en positividad es imprescindible para avanzar por el camino de la interioridad y de
la trascendencia.
9. Terminamos esta reflexión catequética con la "Historia de una persona que bajó al
sótano", que nos habla precisamente de la interioridad que todos tenemos, y que es
necesario hacerla consciente para conocerla, gustarla y vivificarla.
10. Quedan varias cuestiones de importancia pedagógica que convendría añadir. Una de
ellas es el examen de conciencia, que se decía antes, y que ahora recibe el nombre
de "repaso o revisión del día". Su práctica diaria es un medio fuerte de crecimiento
de la interioridad. Está también el acompañamiento o la dirección espiritual, cuya
función (aunque a veces se haya tergiversado, es la de hacernos más libres, más
responsables, más adultos en nuestro caminar. Otro tema es la alegría silenciosa de
la interioridad, y su eficacia para el crecimiento personal y el compromiso... Pero
dejemos estas cuestiones para posteriores reflexiones y catequesis.
No es el mundo de la psicología,
sino que está en una dimensión más profunda
que nos desborda a nosotros mismos.
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nos parece pequeño y estrecho,
como un pasillo corto de una cueva arqueada.
Entonces no hay casi nada dentro,
y sólo queda lo de fuera.
El hombre exterior es un hombre pobre y un pobre hombre.
Venimos a la comunidad,
a dejar que broten sin estorbos los interrogantes
y nos rasquen por dentro como incansables roedores.
Si el grupo los tapa con el gusto de estar juntos,
¿qué clase de comunidad es ésa?
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3. Hacerse como niños
4. Necesidad de silencio
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Los dos son uno: lo otro no es silencio.
5. La solidaridad
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El que no ama con obras lleva la mentira dentro.
Y si sólo amamos a los nuestros, ¿acaso amamos?
6. Los pobres
7. La personalización
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Hay muchas celebraciones, llenas de palabras y ritos,
donde no queda espacio alguno para el silencio.
Los participantes no saben entrar al mundo interior
y, cuando no oyen palabras o no ven hacer algo,
se ponen inquietos y empiezan a moverse, a mirar...
Unos segundos de silencio se hacen largos,
unos minutos serían insoportables.
8. Dedicación de tiempo
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Podemos mantener la interioridad con una actividad fuerte,
con tal de controlar esta última con disciplina constante.
La interioridad no ocupa espacio, pero exige tiempo.
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Por eso fue encumbrado hasta lo más alto,
como cabeza del cuerpo total de la Humanidad Nueva.
Con él están exaltados en la cruz los pobres
y cuantos se suman a su causa.
Ahí nos toca estar a nosotros.
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Dios no nos invita al sufrimiento,
ni a la desazón, ni al agobio, ni al temor, ni a la renuncia.
Sigue invitándonos a la vida y al gozo.
Hasta el punto que su mandato de amar al prójimo tiene por regla,
unas veces el "amor a nosotros mismos"
y otras "el amor con el que Él nos ama".
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sus ojos vencieron la oscuridad presente
y, volviéndose hacia atrás,
empezaron a tocar pilas de vivencias,
de recuerdos, de experiencias,
amontonados sobre el suelo del piso inferior.
¡Pedazos olvidados de su yo,
apiñados sin orden, pero vivos!
Saboreó el gozo
de encontrarse con lo más oculto de su personalidad,
y decidió subir al piso de arriba todo lo bueno,
para revivirlo
y gozarlo otra vez,
y volver a ser, consciente,
todo lo que había sido,
todo lo que actualmente era sin saberlo.
Mirando, mirando,
con los ojos saltados, por entre la oscuridad,
palpando una y otra vez,
reconoció,
desconcertado,
el rastro de aquel Ser Misterioso en el que él no creía.
Y descubrió que no era un desconocido para él,
porque había estado anteriormente en su casa.
¡Lo conocía sin saberlo!
Al reconocerlo,
quedó tan paralizado por la emoción,
que sólo pudo exclamar:
¡O sea que no eras un extraño para mí!
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