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Vol. 92 (2020) MANRESA pp.

153-162

Ejercicios Espirituales y abuso de


conciencia: Un proceso de liberación del
sometimiento y de la manipulación
afectiva
Gabriel Roblero Cum

RESUMEN

Este trabajo se basa en la experiencia de haber acompañado en Ejer-


cicios Espirituales a personas que han sido víctimas de abusos de con-
153
ciencia y de manipulación emocional por parte de quien ha ejercido el
poder como una autoridad religiosa. Lo más grave del abuso en la vida
religiosa es que ocurre en nombre de Dios y el victimario ocupa el
lugar de Dios en la conciencia de la víctima. Para quien ha vivido la
sumisión, la manipulación afectiva y de conciencia en la vida religio-
sa, la experiencia de Ejercicios Espirituales puede ser un espacio de
liberación y de restauración psicológica, emocional y espiritual. San
Ignacio pide a quien da los Ejercicios que sea solamente un testigo de
la experiencia de otro, “como el fiel de la balanza”, no impidiendo o
interfiriendo que el Creador se comunique directamente con su creatu-
ra en las anotaciones [Ej 15]. En la comprensión del proceso de los
Ejercicios Espirituales, entendiendo esta experiencia como un camino
de reconocimiento y reparación espiritual y emocional, se estudia el
concepto de «Tercero moral» de la psicoanalista Jessica Benjamin, una
herramienta que puede otorgar un mejor acompañamiento espiritual
para este tipo de casos.
El proceso de Ejercicios permite al ejercitante reconocer qué es lo de él
y qué es lo del otro (abusador e institución),

PALABRAS CLAVE: Abuso de conciencia, Sumisión, Anotaciones,


Reconocimiento, Tercero moral, Función de testigo.
Gabriel Roblero Cum

Introducción

L
a serie de denuncias a sacerdotes, religiosos y también religiosas,
que han cometido abusos de conciencia y abusos sexuales en los
últimos años en el seno de la Iglesia Católica, ha permitido que
muchas personas consagradas puedan reconocerse como víctimas por parte
de quienes han sido sus superiores jerárquicos. Ciertamente estamos en un
cambio de época marcado por un despertar respecto al miedo y a los abu-
sos de poder. El contexto social y eclesial en cual vivimos es de un fuerte
malestar ante las injusticias de la autoridad mal ejercida sobre la vida de las
personas, lo que ha permitido relatar más fácilmente y denunciar estos abu-
sos de poder por parte de la jerarquía eclesial1.
Cada vez es más frecuente, dado el contexto social y eclesial en el que vivi-
mos, que personas que han seguido procesos vocacionales para la vida religio-
sa, también religiosos, sacerdotes y mujeres consagradas, puedan expresar,
durante las entrevistas de acompañamiento espiritual en Ejercicios Espirituales,
que han sido víctimas de abusos de poder y de conciencia por parte de un supe-
rior o de una autoridad religiosa que estaba a cargo de ellas. Refieren en sus rela-
tos haber recibido tratos que involucran humillaciones, manipulación afectiva y
154
control de su conciencia y voluntad. Sus testimonios develan frases que han lle-
vado mucho tiempo en sus conciencias, haciéndoles mucho daño. Por ejemplo:
“No eres lo que se espera de ti”, “No estás a la altura de lo que Dios quiere de
una religiosa”, “No puedes hacerlo sin mí”, “Ya no eres digno de nosotros”,
“Me entristeces”, “¿Qué haremos contigo?”, “No eres digna de esta vida2.
Hans Zöllner señala que si una persona ha padecido abusos por parte de
su propio padre, aún le queda alguien a quien acudir en busca de ayuda:
Dios. “Pero cuando quien comete los abusos es un sacerdote, cuyo oficio
consiste en ser un representante de Dios, otro Cristo según la teología, la
imagen de Dios se empaña y la víctima se precipita en la más completa
soledad, en una sima oscura y profunda”. Por tanto, se pierde la posibilidad
de confiar en Dios y en sus representantes. El abuso sexual le ha dejado no
solo sin una experiencia de acompañamiento espiritual, sino sobre todo sin
un hogar, sin un refugio y sin una experiencia espiritual de sentido. Por lo
general, quien ha sido víctima de abuso se pregunta: ¿Dónde estaba Dios
mientras era abusado? ¿Qué hizo Dios para impedir el abuso?3

1
Cf. J. A. MURILLO, Confianza lúcida. Uqbar Editores. Santiago de Chile 2012, 33-34.
2
Cf. A. REINOSO, “Algunos elementos sobre el abuso y la manipulación de conciencia”, Con-
ferencia en la Jornada de formación para Prevención de Abusos. Conferre-Conferencia de reli-
giosas y religiosos, Santiago de Chile, 2 de agosto de 2017.
3
H. ZÖLLNER, “Dios mío por qué me has abandonado, Espiritualidad y manejo del abuso a
menores”, en Razón y fe 275 / n. 1422 (2017) 324.
Ejercicios Espirituales y abuso de conciencia: Un proceso de liberación del sometimiento y de la manipulación afectiva

Abuso psicológico o abuso de conciencia en la vida religiosa y en la


Iglesia

El drama del abuso, el dolor, el miedo y el silencio, pueden permanecer


por años en quien ha sido victimizado, sobre todo
cuando se enfrenta a la dura realidad de que su rela- El abuso sexual le ha
to no es creído o no es escuchado por parte de la dejado no solo sin una
misma comunidad de fe que vio con buenos ojos el
supuesto cuidado pastoral que ejercía sobre él el experiencia de acompa-
perpetrador. Amedeo Cencini plantea la siguiente ñamiento espiritual,
pregunta: Si no hubiese sido por las víctimas, quie- sino sobre todo sin un
nes han tenido el enorme coraje y riesgo para
denunciar a sus victimarios, ¿se habría tenido en el hogar, sin un refugio y
interior de la Iglesia el deber de admitir los errores, sin una experiencia
reconociendo no solo los escándalos, sino también espiritual de sentido.
las deudas para con las víctimas?4.
El abuso psicológico o de conciencia es un abuso de poder. Consiste en
conquistar, controlar y dominar la conciencia de otra persona, forzándola a
actuar de una manera determinada. Es un comportamiento realizado en
155
forma sistemática y repetitiva, que atenta contra la dignidad y la integridad
psicológica de la víctima5 (“Solo puedes confiar en mí para decirme lo que
te pasa”. “Y yo no respiraba sin decírselo a ella”).
Marie Keenan plantea que el abuso en la vida religiosa ocurre en un
contexto y en una estructura eclesial, dentro de una institución que tiene
características y prácticas específicas, como son el acompañamiento o
dirección espiritual y el sacramento de la confesión. Estos son elementos
situacionales y estructurales que han permitido el control mental y de la
conducta por medio de la obediencia, la persuasión y la influencia. La
misma autoridad, en muchos casos, ha fomentado el control de la informa-
ción y de las emociones, produciéndose la conformidad, la sumisión y el
compromiso total con la institución6.
Se pueden describir diferentes grados en los efectos psicológicos del
abuso de conciencia y manipulación afectiva. En un primer grado aparece
el desconcierto, el temor, la confusión, la inseguridad, y la sensación de

4
Cf. A. CENCINI, ¿Ha cambiado algo en la Iglesia después de los escándalos sexuales? Aná-
lisis y propuestas para la formación, Sígueme, Salamanca 2016, 45.
5
RODRÍGUEZ-CARBALLEIRA, A. Y OTROS (2005), «Un estudio comparativo de las estrategias de
abuso psicológico: en pareja, en el lugar de trabajo y en grupos manipulativos»: Anuario de Psi-
cología 36 / n. 3 (2005) 299-314 (de la Facultad de Psicología, Universidad de Barcelona).
6
Cf. M. KEENAN, Child Sexual Abuse & the Catholic Church. Gender, power and organiza-
tional Culture. Oxford University Press, Inc, 2011.
Gabriel Roblero Cum

pérdida de identidad. Este es el nivel que caracteriza a las personas acom-


pañadas en Ejercicios Espirituales. Los siguientes niveles de los efectos del
abuso son más graves y se consideran, en el momento de su manifestación,
contraindicados para realizar una experiencia de Ejercicios. En un segundo
grado surgen los síntomas ansiosos o depresivos,
La seducción de la impotencia y desesperanza, problemas en el ciclo
víctima se reconoce del sueño, problemas gastrointestinales y conductas
de evitación. Hasta aquí, ocurre muchas veces que
como una de las el entorno cercano aún no detecte el problema. En
primeras estrategias un tercer grado aparece la depresión mayor, los ata-
ques de pánico, las conductas autoagresivas, idea-
para realizar el abuso. ción o intentos de suicidio7.

Estrategias en el abuso de conciencia

La seducción de la víctima se reconoce como una de las primeras estra-


tegias para realizar el abuso. Se busca generar una satisfacción afectiva en
el abusado. Por ejemplo, a través de alabanzas y reconocimientos o de la
entrega de regalos materiales o simbólicos. También proporcionando acce-
156
so a privilegios, ocupando un lenguaje de intimidad (“Lo que te voy a decir
es muy importante, solo a ti te digo algo sí”. “Yo confío mucho en ti”. “Si
no haces esto, yo me voy a sentir muy mal”). También el permitir acceso a
lugares a los que otros no pueden llegar (“Tu eres el único a quien le per-
mito venir a este lugar”. “Solo tú puedes estar aquí”). El cuerpo también
se puede utilizar como un lugar para iniciar las dinámicas de abuso, por
ejemplo otorgando una caricia o dando un abrazo exclusivo8.
El abusador ocupa estrategias para aislar y controlar a su víctima, gene-
rando una relación de dependencia hacia él, apelando continuamente a una
relación que genera propiedad (“Tu eres mi hijo/a espiritual”. “Me siento
mal por lo que has hecho”. “Me has traicionado”). También se hace uso
de información privilegiada para controlar y manipular a la víctima, logran-
do aislar a la persona del resto (“Lo que he sabido de ti me causa gran
decepción”. “Ya no eres de los nuestros”. “Te estás extraviando”). Nos
encontramos en el registro de la comunicación no verbal: suspiros exage-
rados, encogerse de hombros, miradas de menosprecio; o bien silencios,
insinuaciones, alusiones desestabilizadoras o malintencionadas, observa-

7
P. ODGEN, K. MINTON, C. PAIN, El trauma y el cuerpo. Un modelo sensoriomotriz de psico-
terapia, Desclée De Brouwer, Bilbao 2009.
8
Cf. A. REINOSO, Op. cit.
Ejercicios Espirituales y abuso de conciencia: Un proceso de liberación del sometimiento y de la manipulación afectiva

ciones descorteses. ¿Cómo describir una mirada cargada de odio? ¿Cómo


hablar de cosas que se sobreentienden o se silencian? La misma víctima
tiene a veces dudas sobre sus propias percepciones. No sabe a ciencia cier-
ta si está o no exagerando lo que siente. Se le conduce a dudar de sí misma9.
Provocar miedo en la víctima es quizá la principal estrategia de un abu-
sador. Miedo a la pérdida de afecto; a traicionar su proyecto vital; a no ser
adecuada a la vida del grupo; a ser rechazada por la figura de autoridad. La
dinámica abusiva consiste en que quien provoca el miedo o la angustia es
al mismo tiempo quien puede otorgar la calma. Lo más grave en esta diná-
mica de abuso eclesial es que el abusador puede llegar a ocupar el lugar de
Dios en la conciencia de su víctima. El abuso, de este modo, se va reali-
zando en forma gradual y sutil, utilizando incluso una serie de argumenta-
ciones, espirituales y teológicas. “Se trata así de un acto que se comete en
nombre de Dios; en el fondo, se utiliza su nombre para abusar”10. Y en esta
relación de sometimiento el abusador se transforma en el salvador. “Yo sé
lo que Dios quiere para ti”, es una frase prototípica que quita libertad y pro-
voca tal grado de miedo en las personas que se hace imposible salir de la
dinámica de dominio-sumisión. Cualquier ejercicio de pensamiento y elec-
ción propia del súbdito es apuntada como equivocación, error o falta por
157
parte de la figura de autoridad11.

Sumisión, confusión y conflicto de identidad

Generar sumisión y producir confusión son las principales formas de


abuso de poder que conducen a conquistar, controlar y dominar la conciencia
de la víctima. Hirigoyen explica que en la relación abusiva la víctima no se
da cuenta de que la están forzando a una relación de sumisión. La seducción
perversa utiliza el instinto protector del otro. Es una seducción narcisista:
busca en el otro un único objeto de fascinación, a saber, la imagen amable
que tiene del seductor. La seducción narcisista confunde, borra los límites de
lo propio y lo ajeno. El dominio se manifiesta en el ámbito de las relaciones
y consiste en una dominación intelectual o moral que atestigua el ascenden-
te o la influencia de un individuo sobre otro. La víctima no llega a darse cuen-
ta de que la están forzando. Se halla como atrapada en una tela de araña, atada
psicológicamente, anestesiada y a merced del que la domina12.

9
M-F. HIRIGOYEN, El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana, Ediciones
Paidós Contextos S.A., Barcelona 292018, 56-57.
10
J.A. MURILLO, «El abuso: crimen atroz, pecado grave»: Revista Mensaje 59 / n. 588, 29.
11
Cf. M-F. HIRIGOYEN, Op. cit, 105-107.
12
Ibid, 79-81.
Gabriel Roblero Cum

La mayoría de las veces la sumisión aparece como una respuesta a la


necesidad de reconocimiento, lo que es preferible al abandono. Si la vícti-
ma acepta la sumisión, ella se encuentra cada vez más apagada o depresi-
va, y el agresor es cada vez más dominante y se siente cada vez más segu-
ro de su poder. El establecimiento del dominio sume a la víctima en un
estado de confusión, que lo hace no atreverse a quejarse o no saber cómo
hacerlo. La confusión genera ansiedad y estrés. Las víctimas son vaciadas
de su sustancia, renuncian a su identidad propia y así pierden su valor ante
sí mismas13.
En las personas acompañadas en Ejercicios esta situación plantea un
conflicto de identidad, tanto a nivel vocacional como en el sentimiento de
sí mismo. Manifiestan que algo no está bien en sus vidas y se preguntan
entonces “quién soy yo en verdad”. Expresan esta confusión y enajena-
ción del sentimiento de sí porque le han entregado el poder de sus vidas
a otra persona para que sienta y decida por ellas14. De esta manera, el pro-
ceso de reconocimiento de ser víctima es sumamente doloroso, porque la
sumisión ha implicado una traición a la propia identidad personal. Puede
ocurrir que cualquier decisión o elección que tenga que hacer la persona
por sí misma se vea como algo muy difícil o casi imposible, porque la voz
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de quien es su figura de autoridad aparece como algo más fuerte que su
propio juicio personal. Y puede ocurrir también que la persona abusada
se asuma como quien ha sido responsable del abuso, como si ella misma
lo hubiese ocasionado. Esto le humilla y avergüenza. (“Me sentí culpable
conmigo y con Dios”.“Yo me sentía mala por no lograr hacer lo que ella
quería”).

La Anotación 15 [Ej 15] como marco regulador de una experiencia de


liberación en los Ejercicios Espirituales

Para quien ha vivido el estar sometido a un abusador o haber experi-


mentado la manipulación afectiva y de conciencia en la vida religiosa, la
experiencia de Ejercicios Espirituales puede ser un espacio de reconoci-
miento, liberación y de restauración psicológica, emocional y espiritual.
Las Anotaciones representan un marco regulador que permite crear un sis-
tema relacional para propiciar un proceso de libertad en el encuentro de
Dios15. De acuerdo al espíritu de las Anotaciones, el acompañamiento que

13
Ibid, 120.
14
Cf. A. REINOSO, Op. cit.
15
Cf. IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales (Introducción, texto, notas y vocabulario
por Cándido de Dalmases), Mensajero-Sal Terrae, Bilbao-Santander 51985, 43-52.
Ejercicios Espirituales y abuso de conciencia: Un proceso de liberación del sometimiento y de la manipulación afectiva

se realiza en Ejercicios se establece como una relación de confianza, de


mutuo reconocimiento entre acompañante y acompañado, donde no hay
coerción ni manipulación.
San Ignacio pide a quien da los Ejercicios que cumpla la función de ser
un testigo de la experiencia de otro, “como el fiel de la balanza”, no impi-
diendo o interfiriendo que el Creador se comunique directamente con su
creatura16. El rol de quien acompaña los Ejercicios es no adelantarse a la
acción del Espíritu Santo, no interferir ni suplirla, siendo un facilitador que
no se interponga entre el sujeto y el Otro que se busca17. “Pero con suma
moderación, continencia y prudencia, no sea que, llevado por el fervor de
su ánimo y queriendo ofrecer todo esto por sí mismo, no consiga nada (…).
De aquí se sigue que yerran los que quieren someter a quienes hacen los
Ejercicios a sus propias experiencias o a lo que ellos se sienten movidos y
llamados”18.
Hay algo que es fundamental tener claro. Quien acompaña y da los Ejer-
cicios a una persona que ha sufrido abuso psicológico o de conciencia, debe
saber que está ocupando un lugar desde donde antes se provocó un daño.
Porque fue desde un supuesto rol de cuidado y de interpretación de la
voluntad de Dios desde donde el abusador logró establecer su régimen de
159
dominación en la conciencia de su víctima. Por tanto, habrá que tener cui-
dado que queriendo buscar el bien de la persona, la nueva relación de ayuda
también se vuelva directiva, impositiva o coercitiva. En palabras de la psi-
coanalista Jessica Benjamin, se podría repetir una versión de las lesiones
traumáticas anteriores19.
Ahora bien, neutralidad no es sinónimo de pasividad. Escuchar de un
modo activo, haciendo eco y espejo, plantea un tipo de involucramiento
que es sanador. La escucha atenta le permitirá a la víctima liberarse de la
negación y de la culpabilidad, pudiendo volver a confiar en sus propios
recursos interiores, quitándose de encima el peso de la ambigüedad de las
palabras y de los asuntos silenciados20. La función de testigo de quien da y
acompaña los Ejercicios reconoce la veracidad de los hechos vividos, el
daño provocado y la profundidad del dolor experimentado. De este modo,
el encuentro acompañante-acompañado se convierte en un espacio en el

16
Cf. Anotación n° 15 [Ej 15].
17
Cf. C. DOMÍNGUEZ MORANO, Psicodinámica de los Ejercicios Ignacianos. Mensajero-Sal
Terrae. Bilbao-Santander 2003, 77-78.
18
A. GAGLIARDI, Comentarios a los Ejercicios Espirituales de San Ignacio (J.A. García, edi-
tor), Mensajero-Sal Terrae-Universidad Pontificia Comillas, Bilbao-Santander-Madrid 2018, 75.
19
J. BENJAMIN, Beyond “only one can live”: witnessing, acknowledgment and the moral third.
Conferencia en el Encuentro Clínico para miembros de la IARPP CHILE, Santiago de Chile, 21
de marzo de 2019.
20
Cf. M-F. HIRIGOYEN, Op. cit., 165.
Gabriel Roblero Cum

cual se pueden reconocer y expresar emociones. Por un lado, el ejercitante


podrá expresar su rabia, malestar, impotencia, y por otro, podrá manifestar
el sentirse despertando a un proceso humano para vivir en libertad el amor
de Dios, distinguiendo lo que corresponde a su propia fragilidad y lo que
corresponde a la agresión externa21. Por tanto, se
La función de testigo de postula que este espacio de expresión libre de sen-
quien da y acompaña timientos es por sí solo reparador de la experiencia
de abuso vivida anteriormente.
los Ejercicios reconoce
la veracidad de los El “Tercero moral” de Jessica Benjamin y su
hechos vividos, el daño aplicación a los Ejercicios Espirituales
provocado y la Para otorgar un mejor acompañamiento en Ejer-
profundidad del dolor cicios Espirituales a personas que han sido víctimas
experimentado. de abuso de conciencia y manipulación afectiva, el
estudio del concepto de ‘Tercero moral’, de la psi-
coanalista Jessica Benjamin, es un gran aporte22.
El “Tercero” viene a ser un principio, una relación, una función de tes-
tigo, que se puede instalar a través del desarrollo de la capacidad de escu-
160
cha y reconocimiento, lo que permite experimentar al otro como otra mente
y otro cuerpo en sus necesidades, sufrimientos y esperanzas. Algunos sinó-
nimos psicológicos para referirse a la experiencia del “Tercero”, son: afir-
mar, validar, conocer, aceptar, comprender, empatizar, tolerar, apreciar,
identificarse con, encontrar familiar, amar23.
Tanto en la relación entre el analista y el analizado en la terapia psico-
analítica, como en la relación de quien da y quien recibe los Ejercicios
Espirituales, existe una necesaria referencia a un tercero que, en ambos
casos, escapa a la voluntad de las dos personas que entran en relación. Este
espacio construido desde la terceridad es el que permite en los Ejercicios
que Dios mismo conduzca la experiencia del ejercitante, lo que sería dis-
tinto al poseer, a la manipulación y a la coerción. A la luz de la Anotación
15 [Ej 15], el “Tercero moral” implica, en el encuentro con el otro, la libe-
ración frente a todo intento de control. Significa que el acompañante de

21
Ibid, 175.
22
BENJAMIN, J.,«Beyond doer and done to: an intersubjetive view of thirdness»: The psichoa-
nalytic Quarterly 73/1 (2004) 5-46. Traducción castellana en Intersubjetivo 6/1 (junio 2004), 7-
38; J. BENJAMIN, «El Tercero. Reconocimiento»: Clínica e Investigación Relacional 6/2
(2012)169-179. [ISSN 1988-2939] [Recuperado de www.ceir.org.es].
23
E. DIO BLEICHMAR, «¿Es posible un principio moral como base de una buena acción tera-
péutica? El tercero moral de Jessica Benjamin»: Aperturas Psicoanalíticas 58 (2018) [Recupera-
do de www.aperturas.org].
Ejercicios Espirituales y abuso de conciencia: Un proceso de liberación del sometimiento y de la manipulación afectiva

Ejercicios tenga la capacidad para mantener la identificación con el otro


que sufre, reconociendo su sufrimiento. Esto significa el poder reconocer
al otro como una persona separada, diferente, pero al mismo tiempo seme-
jante, creándose una situación en la que la subjetividad de ambos puede
coexistir24.
Desde la experiencia obtenida acompañando Ejercicios, muchas de las
personas abusadas transmiten la visión de Dios como un ‘testigo’ que ha
callado, ha facilitado y que incluso se ha hecho cómplice de la situación
abusiva. Por tanto, la experiencia de Ejercicios ha debido apuntar en una
primera etapa a modificar esas imágenes y experiencias. No es fácil ubicar
nuevamente al Dios de la Misericordia, al Padre Bueno de Jesucristo, en
ese lugar (“Tercero moral”) cuando la persona ha sido abusada por un
representante de Dios, en su nombre, y en un contexto y en una estructura
que lo ha favorecido.
Pese a la dificultad señalada, hay testimonios que dan cuenta de la res-
tauración psíquica y espiritual que los Ejercicios producen, habiendo ayu-
dado a recuperar y profundizar la imagen de la paternidad-maternidad de
Dios, que es refugio, contención y fuerza para superar el abuso. Los textos
bíblicos de Isaías 43, 1-6 (“Te he llamado por tu nombre, tú eres mío…”) e
161
Isaías 49, 14-17 (“…yo nunca te olvidaré. Mira en mis palmas te llevo
tatuada…), son los que principalmente han facilitado en los ejercitantes los
efectos de una libertad tan esperada: “Ha sido muy sanador. Me sentí como
una hija que espera que Dios venga siempre”. “Ahora puedo sentir que
valgo mucho para Dios”. “Ahora puedo amar libremente”. “Ahora me
siento en paz”.

Comentarios finales

En el proceso de Ejercicios Espirituales la persona que ha sido víctima


de abuso puede llegar a reconocer que la legitimización de su propia expe-
riencia religiosa ha quedado oculta bajo la sumisión. También que el abuso
ha quedado escondido detrás de una supuesta relación de cuidado y protec-
ción hacia su persona. La perversión está en que el victimario ha ocupado
el lugar en la conciencia de la víctima que le corresponde a Dios. Esta rela-
ción ha ocurrido también dentro de una estructura que facilitó el abuso de
poder, de conciencia y la manipulación afectiva.

24
Cf. J. BENJAMIN, Beyond “only one can live”: witnessing, acknowledgment and the moral
third. Conferencia en el Encuentro Clínico para miembros de la IARPP CHILE, Santiago de
Chile, 21 de marzo de 2019.
Gabriel Roblero Cum

El proceso de Ejercicios permite al ejercitante reconocer qué es lo de él


y qué es lo del otro (abusador e institución), así como hacerse consciente
del valor de su propia libertad en su relación con Dios, para que no haya
más coerción ni manipulación. Para escuchar acompañando se requiere
empatizar más que entender.
En muchos casos será importante considerar al término de los Ejercicios
el recomendar o proponer al ejercitante una psicoterapia como vía necesa-
ria para continuar el proceso de liberación del abuso de conciencia y de la
manipulación afectiva.
Para finalizar, se plantea la siguiente conclusión, pensando en la forma-
ción que es necesario realizar y actualizar para quienes dan y acompañan
Ejercicios Espirituales. Se postula que estos dos elementos deben estar pre-
sentes, siempre, simultáneamente. Por un lado, la experiencia de los Ejer-
cicios, en su correcto modo y orden según las Anotaciones, funcionaría en
sí misma como una herramienta liberadora para quienes han sido víctimas
de abuso de conciencia y manipulación afectiva. Por otro lado, se debe con-
siderar que será la actitud del acompañante, siendo fiel a la Anotación 15
[Ej 15], lo que permitirá generar la liberación y sanación en la persona del
ejercitante
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