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Tendría ella más o menos como unos 25 años; era hermosa, atractiva y
además pintora; la primera pintora que conocía. Recuerdo haber
escuchado que había estado comprometida pero luego de un tiempo
había roto su compromiso; recuerdo que casi siempre estaba en
compañía de su padre viudo. A él le recuerdo como un hombre insípido,
viejo y nada atractivo; algo así (quizás porque mi juicio estaba basado de
alguna manera por los celos). Entonces un día oí la tremenda noticia: su
padre había muerto e inmediatamente después ella se había suicidado,
dejando un testamento que estipulaba que su deseo era ser enterrada al
lado de su padre (p. 4 en inglés).
Como pueden imaginar, esta noticia sorprendió al joven Erich, en ese
momento con 12 años, y le lanzó a esa pregunta que muchos de
nosotros nos haríamos: “¿por qué?”. Más tarde, encontraría algunas
respuestas (parcialmente, como admitió) en Freud.
Teoría
Así, tras casi 500 años, la idea del individuo, con pensamientos,
sentimientos, consciencia moral, libertad y responsabilidad individuales,
se estableció. Pero junto a la individualidad vino el aislamiento, la
alienación y la perplejidad. La libertad es algo difícil de lograr y cuando la
tenemos nos inclinamos a huir de ella.
Familias
La versión “fría” es la más antigua de las dos, propia del norte de Europa
y partes de Asia, y en todas aquellas partes donde los comerciantes han
sido considerados como una clase formidable. Los padres son muy
exigentes con sus hijos, de los cuales se espera que persigan los más
altos estándares de vida. Los castigos no son cuestión de un coscorrón
en la cabeza en medio de una discusión durante la cena; es más bien un
proceso formal; un ritual completo que posiblemente envuelve romper la
discusión y encontrarse en el bosque para discutir el tema. El castigo es
radical y frío, “por tu propio bien”. De forma alternante, una cultura
puede utilizar la culpa y la retirada de afecto como castigo. De
cualquiera de las maneras, los niños de estas culturas se tornan hacia el
logro en cualquiera que sea la noción de éxito que éstas posean.
¿Qué hace a una familia buena, sana y productiva?. Fromm sugiere que
ésta sería una familia donde los padres asumen la responsabilidad de
enseñar a sus hijos a razonar en una atmósfera de amor. El crecer en
este tipo de familias permite a los niños aprender a identificar y valorar
su libertad y a tomar responsabilidades por sí mismos y finalmente por la
sociedad como un todo.
El inconsciente social
Fromm dice que las primeras cuatro orientaciones (a las cuales otros
llaman neurótica) viven el modo (o modelo) de tenencia. Se centran
en el consumo, en obtener, en poseer…Se definen por lo que tienen.
Fromm dice que el “yo tengo” tiende a convertirse en el “ello me tiene”,
volviéndonos sujetos manejados por nuestras posesiones.
Escape de la
Orientación Sociedad Familia
libertad
Sociedad Simbiótica Autoritario
Receptivo
campesina (passiva) (masoquista)
Sociedad Simbiótica
Explotador Autoritario (sádico)
aristocrática (activa)
Sociedad Apartada Perfeccionista a
Acaparadora
burguesa (puritana) destructivo
Sociedad Apartada Conformista
De venta
moderna (infantil) autómata
Libertad y
Socialismo
Amorosa y responsabilidad
Productiva Comunitario
razonable reconociea y
Humanista
aceptada
Maldad
Biófilo
Receptivo
Modo tenencia Explotador Necrófilo
Acaparadore
De venta
Modo vivencia Productiva
Discusión
«10.– (AGRIO) Siempre lo mismo, siempre tiene que haber uno que da la
lata.
7.– ¿Y ahora qué hacemos?
8.– Creo que tendremos que hablar.
10.– ¿Hablar? ¿Hablar otra vez?
3.– (AL 8) ¿Cree sinceramente que es inocente?
8.– No lo sé.
3.– (SONRIENDO) ¿Entonces? Veamos. Usted ha estado sentado con
nosotros en la sala, ha oído usted las mismas cosas que nosotros. Sabe
muy bien que este chico es un asesino.
10.– Y muy peligroso.
8.– Sólo tiene diecinueve años.
10.– ¿Y qué? Era lo bastante hombre para apuñalar a su padre. ¡Ocho
centímetros de acero en pleno pecho!
6.– (AL 8) No hay la menor duda, Yo me convencí enseguida, desde el
primer día.
3.– Yo también. (AL 8) Se cae por su peso. Lo han provocado de trece
maneras distintas. ¿Quiere que se las recuerde?
8.– No.
10.– Entonces, ¿qué quiere?
8.– Nada. Hablar con ustedes.
7.– ¿Hablar de qué? Hay once hombres que están de acuerdo. ¿De qué
vamos a hablar?
10.– (AL 8) Una pregunta. ¿Cree usted la historia del chico?
8.– Puede ser.
10.– ¿Cómo que puede ser?
8.– No sé todavía si lo creo.
7.– Pero ha votado usted «inocente».
8.– Había once que le creían culpable. No me ha parecido bien levantar la
mano porque sí, y enviar a ese chico a la muerte, sin hablar antes unas
palabras.
7.– ¿Quién ha dicho que hayamos votado porque sí?
8.– Nadie.
7.– Entonces, ¿ha sido sólo... porque hemos votado de prisa? Yo creo que
el chico es culpable. Y aunque hablemos durante un año, no cambiaré de
opinión.»
Son típicas de los colaboradores, que más que mirarse a los ojos,
trabajan sobre un material que comparten. Pueden estar viéndose y
trabajando juntos durante años y, sin embargo, no ser amigos. Hablan
sobre el material y a través del material. En general, tienen carácter de
resolución de problemas.
2.2.1. Policías y forenses colaboran, en Al rojo vivo (1949)
En el depósito de cadáveres.
AGENTE.– Dos cazadores le encontraron congelado en las montañas.
Empezamos a sospechar: forastero, agujero de bala en el techo de la
cabaña. Y, sobre todo, el estado de su cara. (Dígaselo, doctor!
DOCTOR.– A pesar de la quemadura del tercer grado, no se han
chamuscado las cejas ni el cabello. Eso significa agua hirviendo o vapor.
AGENTE.– Así que pensamos en una locomotora de vapor.
EVANS.– Uh-uh. Buen presentimiento. (Déme sus ropas! Toma sus
huellas dactilares y una mascarilla de su cara!
AGENTE.– Aquí tiene, señor Evans. Nada en los bolsillos salvo este
paquete de cigarrillos.
....
En la oficina del Departamento del Tesoro (Los Ángeles)
AGENTE DEL FBI.– Esto te animará, Phil. Una espectografía de la tierra
del túnel y una espectografía de depósitos de polvo tomado de la ropa
del muerto. No cabe ninguna duda, son idénticas. Todo coincide. Y coloca
a nuestro amigo del depósito justo en la escena del crimen.
EVANS.– Vamos por buen camino... (Toma un cable del teletipo). De
Washington: «No tenemos antecedentes ni huellas del muerto.» Esto sí
que no lo esperaba. Estamos en un callejón sin salida. «Pero huellas en el
paquete de cigarrillos. Pertenecen a Giovani Cotton Valeti, conocido
miembro de la banda de Jarret.»
DOCTOR MILLER.– Bueno, aquí no hay ninguna bala. Sheriff no tiene por
qué preocuparse. Levante un poco la pierna, haga el favor. Thornton, ¿se
hizo extraer aquella bala que tenía en la espalda?
THORTON.– No, todavía no.
DOCTOR MILLER.– Bien, ya le dije que se lo hiciera alguien que supiera
más que yo. Ahora tengo al hombre que puede hacerlo. Doctor Donovan,
¿puede venir un momento?
DOCTOR DONOVAN.– Sí, doctor... (a J. P. HARRAH) Ponga el dedo aquí.
No ahí no, aquí.
DOCTOR MILLER.– Este hombre tiene una bala en el cuerpo. Le entró por
el costado izquierdo y... fue a alojarse a al espina dorsal.
DOCTOR DONOVAN.– ¿Por aquí?
THORTON.– Un poco más arriba.
DOCTOR DONOVAN.– Ah, sí, ya la noto. Uh-uh. Esto podría hacerle daño.
THORTON.– Y lo hace.
DOCTOR DONOVAN.– Es curioso, dígame, ¿le duele aquí?
THORTON.– No.
HARRAH.– Eh, doctor...
DOCTOR MILLER.– ¡Un momento, Sheriff! Bien, ¿qué opina, Donovan?
¿Invita a intervenir?
BULL.– Según parece su desgracia es más interesante que la tuya, ¿eh,
Sheriff?
HARRAH.– Oiga doctor, no quisiera importunarle pero es que... sigo
sangrando.
DOCTOR DONOVAN.– No se preocupe, Sheriff, su herida es muy bonita.
¡Dígame!, le causa molestias, ¿no es cierto?
THORTON.– Hombre, yo no diría...
DOCTOR MILLER.– ¿Por qué no le dice la verdad?
DOCTOR DONOVAN.– La adivino. Le produce un repentino espasmo de
dolor seguido de la paralización de un lado, probablemente el derecho.
THORTON.– Bueno, no dura mucho.
DOCTOR DONOVAN.– Pero cada vez dura un poco más, ¿verdad?
DOCTOR MILLER.– ¿Qué trata de decirle, doctor?
DOCTOR DONOVAN.– Que si no se extrae la bala en una de esas
ocasiones tendrá un ataque del que no pasará.
THORTON.– Mc Leod es ahora nuestro problema más urgente, pero si
estoy aquí después de que lo hayamos resuelto, iré a verle, doctor. Se lo
prometo.
DOCTOR DONOVAN.– Debe hacerlo.
HARRAH.– Y, ahora, doctores, si tienen la bondad, ¿podría uno de
ustedes venir aquí para que yo pueda descansar el dedo?
DOCTOR DONOVAN.– Por supuesto, Sheriff.»
BULL.– ¡Cole!
THORTON.– J.P., ¿por qué no te estas quieto?
HARRAH.– No puedo evitarlo, Cole, tengo una excitación...
BULL.– Ya la tenías antes.
HARRAH.– Sí, pero no con un agujero en la pierna y un montón de
enemigos rondando por ahí a la espera de que nos descuidemos para
poder sacar...
THORTON.– ¿Y qué quieres hacer? ¿Abandonar?
HARRAH.– Lo único que se me ocurre es no utilizar la puerta, no salir a la
calle.
THORTON.– ¿Cerrarnos en este agujero?
HARRAH.– Pues sí, no va a entrar aquí persiguiéndonos.
THORTON.– ¿Cuándo esperas que llegue el Comisario Federal?
HARRAH.– ¡Qué sé yo! Ya no recuerdo cuándo estuvo aquí por última
vez.
BULL.– Y cuando estuvo, le hiciste una buena acogida. Le tiró una botella.
Cole Thorton se ha caído del caballo porque tiene alojada una bala en la
espalda y, de vez en cuando, sufre un pinzamiento que le deja paralizado
medio cuerpo. Mississippi le ha ido siguiendo y acude a ayudarle.
«(Disparos).
DUDE.– ¡John!, )ocurre algo?.. Se ha escapado. ¿Estás bien?
JOHN.– Si, ¿dónde está?
DUDE.– No sé. Salió corriendo y no pude ver dónde...
JOHN.– ¿Pasó por aquí y fallaste?
DUDE.– Esto está muy oscuro, pero quizá le haya herido.
JOHN.– No te preocupes, yo le dejé escapar.
DUDE.– Todavía no ha escapado. Seguro que se ha metido en la taberna
y sigue allí.
JOHN.– ¿Cómo lo sabes?
DUDE.– Aún llegué a ver cómo se movían las puertas. Soy un experto en
eso.
JOHN.– ¿Crees que podrás reconocerle?
DUDE.– No hará falta. Pisó ese charco, llevará barro en las botas.
JOHN.– ¿Estás dispuesto a entrar a buscarle?
DUDE.– Pues claro.
JOHN.– Escucha esto. Allí habrá al menos diez hombres de Burdette.
DUDE.– Puede que más.
JOHN.– Tú entra por detrás, yo iré por delante.
DUDE.– John, yo quisiera...
JOHN.– Siempre lo hemos hecho así.
DUDE.– Precisamente por eso. Quisiera entrar por delante.
JOHN.– ¿Podrás hacerlo?
DUDE.– Lo intentaré.
JOHN.– ¡Suerte, entonces...! Yo les sorprenderé por detrás.»
«LOWELL.– Vale. Así que ahí está, usted trabaja para una tabacalera.
Procede de culturas empresariales donde la investigación y creatividad
son primordiales y llega a una tabacalera. El tabaco es una cultura de
ventas. Comercializan cantidades enormes para muchos torneos de golf
y lo demás da igual. ¿Por qué hizo eso? ¿Por qué se fue a trabajar a una
tabacalera?
JEFFREY.– No puedo hablar de eso.
LOWELL.– ¡Ja!
JEFFREY.– Se supone que el trabajo que iba a hacer podía tener efectos
positivos, no lo sé. Pudo haber sido beneficioso. Más que nada, me
pagaban mucho, y acepté. Mi esposa era feliz, buenas escuelas y
médicos para mis hijas, una buena casa. ¿ Qué tiene eso de malo?
LOWELL.– No tiene nada de malo. Gana dinero, saca adelante a su
familia, como ha observado.
JEFFREY.– Siempre me consideré un científico, eso es lo malo.
LOWELL.– Entonces tiene usted un conflicto, Jeff. Porque ahora su
situación es ésta: Si posee información interna vital que el propio pueblo
americano por su bien debería saber y se siente obligado a revelarla y
violar su acuerdo al hacerlo, es una opción. Y si lo que quiere es respetar
el acuerdo, es simple: hágalo, no diga nada, no haga nada. Sólo hay
alguien que puede tomar esa decisión y es usted, nadie más.
JEFF.– Las niñas estarán a punto de acostarse.»
2.9. Transacciones Complementarias Niño-Adulto (N-A)
Los dos testigos del fiscal son un hombre viejo, que afirma haberse
levantado de la cama e ir hasta la puerta de su casa a tiempo de ver que
el joven acusado bajaba por las escaleras. El jurado nº 8 ha representado
las acciones que debió de ejecutar este viejo.
«8. Mi opinión, que creo exacta, es que el viejo oyó el drama, encima de
su cuarto como él dijo: la pelea, los gritos, –el golpe del cuerpo al caer,
los pasos corriendo hacia la puerta y al bajar la escalera. Todo eso es
verdad. Pero no pudo ver al hombre que huía y se imaginó que era el
muchacho.
5. Creo que es posible.
3. (GRITANDO) ¡Imaginaciones! Todo son figuraciones. He visto hacer
toda clase de tonterías en la vida, pero como ésta ninguna. (AL 4)
(Dígaselo usted! (EL 4 SE QUEDA CALLADO) (EL 3 SE VUELVE AL 8)
Parece ser que con sus tonterías, ha tocado usted las almas y los
corazones de unas cuantas damas sensibles que hay aquí , que se han
echado a llorar. ¡Pero conmigo no cuente! (A LOS OTROS) El chico es el
asesino. Está claro como el agua ¡Tenemos que destruirle! Y se nos está
escapando entre los dedos...»
Víctor y Hilary Rhyall viven en un castillo, que los turistas visitan. Las
entradas por las visitas no cubren los gastos de mantenimiento y Hilary
se ofrece para hablar con Trevor Shellers, el mayordomo, y ver si
aceptaría dar clases a los dos hijos a cambio de unas libras de más por
semana. Así podrán prescindir de la institutriz. Cuando ha asegurado que
podrá convencer a Sellers, cambia el asunto de la conversación. Ella
quiere encontrar en su marido comprensión y Víctor responde con
hechos a los sentimientos de ella.
«Hilary.– Oye.
Víctor.– ¿Qué?
Hilary.– Tengo miedo de engatusarte a tí también.
Víctor.– Humm, no es corriente que digas eso. ¿Qué te ocurre?
Hilary.– Eres tan bueno conmigo.
Víctor.– ¿Qué estas leyendo?
Hilary.– A ver si te gusta esto.
Víctor.– ¿Por qué?
Hilary.– Mira por la ventana y sabrás porqué. Siempre me entran ganas
de leer en esta época del año. Aquí está. Escucha: «Y es que nace la
fuerte primavera...»
Víctor.– Espera, espera. ¿Va a ser muy largo?
Hilary.– No, no. Es cortito. «Y es que nace la fuerte primavera
despertando los sueños. Corre la savia. ¡Oh! esta agradable y paciente y
sedienta inquietud. Toda la vida brota. Y mi corazón, lleno de abril,
brinca en mi pecho.»
Víctor.– Estamos a cinco de mayo, ¿eh? O, al menos, esa es la fecha que
pondrá en tu cheque.
Hilary.– Pero, ¿quién ha hablado de cheque?
Víctor.– «¡Oh! esa agradable y paciente y sedienta inquietud.» Esto sólo
puede significar una cosa: vestidos.
Hilary.– ¿Vestidos? ¿Te crees muy listo, verdad?
Víctor.– Al contrario, creo que la lista eres tú. «Nace la primavera... Una
turbulenta estación. Todo en renacimiento.»
Hilary.– «¡Nidos nuevos, hierba reciente, qué poderosa inquietud!»
Víctor.– Sí, te advierto una cosa: cuanto mayor eres, mayor es la
inquietud. Una época muy peligrosa, ten cuidado
Hilary.– Cariño, no quería pedirte ningún cheque, de verdad que no. Sólo
querría disponer de parte del dinero de los champiñones.
Víctor.– No puedo consentir que gastes el dinero de tus champiñones
Hilary.– ¡Has puesto «con amor», sobre tu firma!
Víctor.– En efecto, son mis iniciales.
Hilary.– ¡Ah!»
• (Nivel social): –Este coche sería el más indicado para usted pero usted
no puede comprarlo.
• (Nivel psicológico): –Claro, que su vecino no vacilaría en comprarlo.
• (Nivel social): –Tiene razón. No puedo comprarlo.
• (Nivel psicológico): –Me lo compro.
«8.– Sí, pero no olviden que desde los cinco años, el padre no dejó de
darle golpes.
7.– Yo hubiera hecho lo mismo que el padre.
3.– ¡Yo también! (ENTRE DIENTES) ¡Hijo de perra!.. Sí, señores, así es la
juventud de hoy. Yo, cuando tenía esa edad, llamaba a mi padre «Señor»
(AL 8) «Señor» ¿Ha oído algún chico de ahora llamar a su padre «Señor»?
«8.– Odia usted al muchacho. No por lo que ha dicho, sino por razones
personales.
3.– ¡Cierre la boca!
8.– Es usted un sádico.»
Se dan cuando cada parte activa dos Estados del Ego; uno, en el nivel
social, ostensible y otro, en el nivel encubierto, psicológico.
«Tal vez el lector se pregunte por qué hay tantos números en esta
sección. Hay tres razones: 1) La razón del Niño es que a mucha gente le
gusta indicar las cosas con números. 2) La razón del Adulto es demostrar
que el Análisis Transaccional es más preciso que la mayoría de las
teorías sociales y psicológicas. 3) La razón del Padre es mostrar que, aun
siendo tan preciso, no acorrala a la gente.» (Berne 2002: 36-37.)
7. Final
Bibliografía:
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