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para Jesús de León y Antonio Malacara,
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That ain´t working:
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Éste es el plan:
Los siguientes son escritos de ocasión que me fueron comisionados por amigos, colegas,
editores y funcionarios públicos en el transcurso de los últimos ocho años 1. Se trata de una
selección; deseché unas cien páginas y extravié algunas más antes de concebir la
posibilidad de aliar materiales tan disímiles. No hay unidad temática o estilística que
justifique el conjunto. Son artefactos con los que aún me entiendo, que en algunos casos –
puesto que fueron compuestos para un auditorio– permanecieron mucho tiempo inéditos, y
Difícilmente habría elegido por mi cuenta los asuntos que aquí trato. Los abordé
cuando alguien más me lo pidió. Por eso digo que son prosas mercenarias
(franciscanamente mercenarias: nada más cuatro o cinco traían un cheque dentro), de donde
se desprende el título que he dado a su reunión. El orden que les impuse se asemeja a lo
casual. Apenas si procuré que los artículos más breves aparecieran al principio. Seleccioné
cada texto sopesando la permanencia pública de la cosa que trata y curando que mi opinión
respecto a ella no hubiera variado mucho desde que el pliego original se redactó. Pero a
veces renuncié a estos dos criterios en aras de una presa más taimada: la tesitura de la
prosa.
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verá, tiro por viaje –rust never sleeps– busco ponerme en entredicho), he incorporado
cuatro traducciones en verso. Ninguna fue hecha por “encargo”, pero se trata de –digamos–
fondo–: “A qué le tiras conmigo, si soy más fácil que la tabla del uno”. Antes se lo decía a
escribir sobre pedido. Perpetré los pasajes que prosiguen por una causa triste: no sé decir
que no. Pero también por una alegre: por escribir –único herraje que reconozco. Confío en
que estas páginas serán, si bien no útiles, al menos leves al hipotético lector.
JH
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Autorretrato en sepia*
que iba de paso y de campesinos costeños dedicados al cultivo de la copra. Mi madre es una
intención de hacerse jipi. A los cuatro años conocí a mi primer muerto: un ahogado. A los
cinco a mi primer guerrillero: Kito, el hermano menor de mi madrina Jesu, que cumplía
sentencia por el asalto a un banco. Al principio la familia vivía cómodamente; papá llegó a
ejecutivo hotelero siendo joven. Pero resultó un mujeriego y mamá lo abandonó. Desde
entonces me he visto con él siete u ocho veces. Casi todas siendo yo adulto. Casi siempre
Llegué a Monterrey a los seis años. Mi amor por el modo de vida de esta región fue
hermanos, mi madre y yo) se mantuvo en la ciudad por poco tiempo. Era difícil conseguir
recesión del 82. Sufrimos un desahucio y tuvimos que mudarnos a una choza afincada en
terrenos ejidales en conflicto. Sembrábamos maíz sobre tierras tan áridas que apenas
Por esa época comencé mi “formación literaria” leyendo poesía militante en casa de
Juan Santos La Vela, un mocoso compañero de la escuela cuya única gracia era ser hijo de
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Biblioteca Harold R. Pape, en el centro de Monclova. Ahí fui al menos dos veces por
semana durante mi adolescencia, caminando unos 4 kilómetros en cada visita porque jamás
tenía para el camión. Aprendí, de manera casi autodidacta, a leer en inglés. Descubrí a Eliot
y a Allen Ginsberg, una mezcla muy curiosa que me ha acompañado siempre, y también a
Entendí en esos años lo que era la amistad, el sentimiento que más valoro, gracias a
Todos en la casa debimos buscar trabajo: Jorge emigró al extranjero (vive en Japón
monedas y continuamos luego como ayudantes de albañilería. Saíd montó además una
vendían la mercancía robada (a mitad de precio) a la legión de peluqueras que nunca falta
en los barrios pobres. Algunas veces intenté disuadir a mi hermano de estas prácticas, pero
me sobornaba con cartones de cigarros y revistas porno que Adrián y yo consumíamos con
Temerosa de que sus hijos acabaran en delincuentes (lo que sin duda habría
ocurrido), mamá se empleó como costurera en Saltillo, donde la familia vive desde 1988. A
los 17 conseguí mi primer trabajo estable: corrector de estilo en una revista (en ese tiempo
leía mucho sobre ortografía y gramática, un vicio que por fortuna conseguí dejar luego).
cognitiva o teoría de la recepción, hice cuatro cursos de latín, traduje fragmentos de Ovidio
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guitarra canciones de The Cure y de Nirvana. Si es que tengo un estilo de escritura, estoy
A los 18 me volví maestro de bachillerato (lloraba: mis alumnos eran más altos que
yo). A los 20 me instalé con una novia que me llevaba cinco años. A los 21 fui papá por
primera vez (mi hijo mayor se llama Jorge Omar y nació en 1992, para conmemorar el V
casé con otra chica y tuve con ella un segundo hijo: Arturo. Lástima que a los pocos meses
nos divorciamos. A los 23 años era, pues, padre de dos hijos, profesor divorciado y
flamante editor y promotor literario al servicio del gobierno coahuilense, empleo que he
Desde entonces life is peachy: soy un hombre de pueblo, un burócrata más o menos
luego La resistencia (2003), la novela Un mundo infiel (Joaquín Mortiz, 2004), Kubla
Khan (poemas, Era, 2005) y Cocaína (manual de usuario) (cuentos; Almuzara, España,
2006), y aún así tengo en mi compu otros dos libros inéditos. Gané el Premio Nacional de
Literatura Gilberto Owen, la Presea Manuel Acuña y el Premio Nacional de Cuento Juan
José Arreola, y hace poquito recibí la beca del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
Escribo locamente, a la menor provocación (me temo que este texto es un ejemplo de lo
que digo), y publico casi en cualquier parte: revistas académicas o de modas, Letras libres
o fanzines contraculturales. Escribo artículos sobre pedido acerca de cualquier tema: futbol,
política cultural, jazz latino, hábitos culinarios, poesía mexicana del siglo XIX… La mayor
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En 1998-99 y en 2004-05 tuve sendos agarrones con la droga. Siempre he
experimentado con sustancias no procesadas (hongos, peyote; cosas así), pero en esas dos
culminó en adicción. No tuve que internarme, pero sí me recluí unos meses en mi casa,
rocanrolero frustrado, hasta que decidí revertir esa situación y, a los 30 años (una edad a la
que la mayoría de los aficionados se retira) monté mi primera banda: Los Tigres de Borges.
El ensamble se desintegró al poco tiempo, pero de sus cenizas surgió otro proyecto:
Madrastras, grupo de funk del que soy vocalista y con el que hice en 2006 un primer disco:
El diablo es un jardín. No somos ni con mucho una banda famosa, pero tenemos unos
***
Voy a cumplir 36 el sábado próximo. Vivo con Mónica Álvarez Herrasti (dibujante y
animadora de cuyo club de fans soy presidente) y con Maruca (una perra irish wolfhound
departamento amplio desde cuyo balcón puede verse una postal de la Catedral recortada
Soy un hombre feliz. Pero, como dice mi compadre José Eugenio Sánchez, “nadie
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Ayuno de gambeta*
Igual que todos esos magnates brasileños que nos endilga Nike, yo nací en el esfuerzo:
norteño y provinciano, hijo de madre pobre, albañil a los quince, inculto y zurdo. Jugué
desde mirruña en prados que, a fuer de escasa hierba y mefíticos baches, dibujaron la gloria
Zafarrancho de tenis en tiendas de descuento: tacos tan chafos que apenas una cáscara y se
te lesionaban definitivamente, vistas azules y amarillas en jirones, cadáveres atados por las
cintas y arrojados sin victoria a un cable de la luz. Porterías hechas de laja y block
con gargajo, retratitos, fintas, ropas desgarradas, yo jamás salí ganando. Siempre fui el peor
de la cancha. Corría por la pelota tras el resto. Si me enviaban a la media, daba pases a los
Sensatamente, nunca nadie me dio chance de portero. Sólo de vez en cuando, mandón en la
central recordando las consignas de la Sección 147 –rancios nopasarán del sindicato del
acero–, logré la hazaña de casi fracturar a mis amigos por ganar una caricia de fugaz cuero
ponchado; vendí barato el odio. De nada me sirvió ser presumido, intoxicado, barrigón,
*
Comisionado por Mayra Inzunza para la revista Complot. Marzo de 2006.
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Con ese banderín me fui a la marcha en Monterrey, por todo Pino Suárez, que
recibía laureados a los Tigres de la U de Nuevo León. Era 1982. Cabalísticamente, yo había
cumplido once. Recuerdo no muy clara la epifanía que tuve entre el gentío al ver pasar
campeón a nuestro equipo (Osvaldo y Tomás, Mateo, don Carlos Miloc): era la sensación
de que la niña de mis sueños se podía ir a la mierda con su tal Heriberto, y tener una madre
que compraba juguetes era casi mejor que tener Reyes Magos, y los vidrios de mi escuela –
tan a tiro de piedra– siempre iban a quebrarse más fácilmente que yo. Preví que mis once
años y los once jugadores sumaban una suerte de mensaje cifrado: a partir de esa noche mis
caguama. Acabo de cumplir los 35 y es hora que no he vuelto a ver triunfante a tan
avejentada caterva de haraganes. Yo que fui tormenta por la calle Pino Suárez. Yo que
ocupar las gradas. Luego vino la modorra de una buena cantina: repetición, ángulo inverso
y comentario a ras de cancha (total, para que a uno lo arrastren como res…).
control en la otra, la mística basura que sahúma su fervor. Puritanos del domingo a pesar de
que, de vez en cuando, emergen instrucciones cuya luz el imbécil del técnico no ha de oír ni
saber, no habrá de seguir nunca. Apóstoles. Ascetas. Fracasados del tobillo para abajo.
Últimos santos ciertos que le quedan al ritual. Me avergüenzo de no ser uno de ellos. Si
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Pero no. Elegí la molicie de ser un aficionado. La defección de ver la tabla de goleo
en un periódico. La humillante coartada del que llora sin estadio. Desmemoriado, como
insulso perredista, del privilegio de haber nacido con un beso del mundo en la mitad
gambeta.
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Premática del resentimiento*
calidad que confunden con moscas todas las pasas del arroz con leche, esos incombustibles
que en las fiestas son fáciles de distinguir porque no bailan) pertenecen a una de las más
vida se convierte en la de ellos. Son capaces de fracasar en toda empresa con tal de
buena suerte paso a paso: exhiben su sitio en el mundo como una prueba irrefutable de tu
injusticia personal.
Suelen llevar una vida recta, incólume, beatificada en el impoluto lecho de la moral
pequeñoburguesa –una vida soberanamente gris y triste. Pero no por pudor o dignidad. Más
bien velando por que nadie les reproche el arrojarse como lobos sobre tus pequeños
pecados y euforias.
*
Comisionado por Alfredo García Valdez y Alejandro Pérez Cervantes para el periódico Vanguardia de
Saltillo. 2001.
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Hay en sus corazones una excéntrica nostalgia. Tomás de Torquemada es su patrono
y su guía, y nada toca con más vivo ardor su ánima que lo que no es asunto suyo. Hacen
colecta de tus deslices y tus banales opiniones con el deleite de un académico que se pasea
entre vetustos anaqueles. Pueden hablar sin transición y con igual esmero de tu reciente
maldad o bien de la ocasión en que, por la época en que cursabas la primaria, se te rasgó el
Uno de sus más conmovedores sacrificios es el del humor. Te hacen objeto de sus
chistes, primero con ingenio (no hay que negar que el resentido suele tener ese talento: su
Luego la broma se transforma en una farsa, la farsa en ira y ésta en obsesión: ácidamente,
sordamente, igual que una resaca, como una indigestión. Como si un mecanismo articulara
hueca risa por conducto de una úlcera. Uno siente ternura cuando el humor del resentido
pierde plaza y derrapa en el fango de la mueca. Dan ganas de tomarlo de la mano y pedirle
que, sólo unos días, los roles se inviertan. Que vea que hay vida en este lado de la calle.
éxtasis cosechará delirium tremens. Cuando escribas un cuento en primera persona cuya
denunciará el delito, ofrecerá la prueba (una revista literaria, un libro de relatos), fustigará a
Pero, más que a través de exigencias protomísticas y devoción a una experiencia sin
futuro, el espíritu eremita de este odio es quebrantado por el cruel mundo exterior. Sus
tentaciones menos serias son el éxito, el dinero, el afecto: un resentido puede esmerarse y
escapar de estas tres fieras que lo acechan en una selva oscura, o bien tomarlas y
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corromperlas, o decidir (y con razón) que resultan poca cosa comparadas con el filón de su
amargura.
Hay sin embargo una postrera treta que siempre le hace sucumbir: la voz de aquel a
quien presume su enemigo. Cuando recibe del objeto de su rabia una respuesta puntual ante
una liza ideológica, una guerra de insultos. Pierde así su curul de impecable siniestro y se
transforma en uno más de los mortales: alguien que oscuramente difunde su opinión.
Por eso, caro lector, si nobleza hay en ti, no establezcas conflicto con ningún
rencoroso. Estarías obligándolo a abolir su santidad. Estarías confinándolo a una vida sin
sentido.
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Instrucciones para usar un tenedor*
Hay que pensar en él como esqueleto: sostén de la carne, maquinaria sutil y al mismo
tiempo obscena.
herramientas infernales acabaría por convertirnos en el vampiro apócrifo que asalta, cuatro
guerras de chícharos y pedazos de pan. Este destino es suyo tanto como de la cuchara. Sin
embargo el tenedor lleva ventaja. Primero porque su condición masculina vuelve más
virulentos los ataques. Y segundo porque su diseño resulta desconcertante para el enemigo.
Con todo y ser tan adaptable, tan útil y concreto, hay en él una parte que se
aprovecha poco: los diseños troquelados en el mango. Uno podría pasar la tarde entera
descifrando las cursis florecillas, los roleos, burbujas, grietas, razón social, número de serie
y fecha de fabricación.
Esas diminutas galaxias plateadas son el verdadero tenedor: sirven para estacar la
*
Comisionado por Nacho Valdez para la carpeta colectiva de gráfica La gula, de la que se imprimieron 60
ejemplares. 2001.
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Edward Gorey, ilustrador*
para Mónica
Sin City y 300), Tim Burton (The Melancholy Death of Oyster Boy) Paul Karasik (quien,
junto a David Mazzuchelli, adaptó a novela gráfica la Ciudad de cristal de Paul Auster) o,
en el mejor de los casos, Edward Gorey, antecedente indiscutible del propio Burton y
creador de un universo en el que Edgar Allan Poe, Lewis Carroll y Jack the Ripper parecen
2001, Gorey sintetiza dos de los paradigmas de “creador” preferidos por la cultura
brutalidad y el humor negro transformado en horror metafísico que pueblan sus relatos,
encuadres y versos.
*
Comisionado por Rodrigo Flores para la revista Oráculo. Verano 2006.
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Doy algunos ejemplos: en “The beastly baby”, Gorey nos habla de un recién nacido
tan repugnante que sus padres deciden salir de picnic y dejarlo por ahí, en las
inmediaciones de un acantilado, para ver si por ventura se despeña o algún ave de rapiña
quiere hurtarlo. En “Les pasementeries horribles” los personajes más rozagantes son
dos hermanos juegan el inocente juego de golpearse mutuamente la cabeza con mazos de
gráfica y poesía rimada al modo de las canciones infantiles) el autor nos propone un
antecede a su muerte: “A es de Amy, que cayó por las escaleras, / B es de Basil, atacado
por osos” (“A is for Amy who fell down the stairs / B is for Basil assaulted by bears”).
distribuía sus libros), pero no fue sino hasta décadas más tarde que adquirió resonancia en
atentos –entre los cuales habrá que mencionar de nuevo a Burton, cuya fama reciente sin
convirtió entre los años 70 y principios de los 80 en artista de culto para toda una
(1972), Amphigorey too (1976) y Amphigorey also (1983); obras que, en años posteriores,
han sido publicadas para el lector de lengua española por la editorial Valdemar.
una jocosa visita al Museo de la Tortura, una encrucijada donde Sherlock Holmes y André
Breton, desde sus respectivos trenes, se saludan: un milagro gótico, una epifanía nacida de
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la farsa. Pero, sobre todo, Edward Gorey es un maestro de la ilustración, ese arte humilde y
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La música de Babel*
En su Arte poética, Borges nos encandila con este simple pensamiento: “he llegado a la
conclusión […] de que ya no creo en la expresión. Sólo creo en la alusión. Después de todo,
¿qué son las palabras? Las palabras son símbolos para recuerdos compartidos. Si yo uso
una palabra, ustedes deben tener alguna experiencia de lo que representa [….]”1
Tal vez sin notarlo del todo (como ocurre a los sabios, que viven rebasados hasta
por sus más leves intuiciones), Borges prefiguraba o atestiguaba el paulatino arruinamiento
historia del lenguaje, ha venido convirtiéndose en una nueva torre de Babel, esta vez
Es en este contexto donde quiero ubicar, para mejor hacer aprecio de sus logros,
Cinco mil años de palabras: el ensayo de divulgación que, en su faceta de escritor, nos
Cinco mil años de palabras consta de una breve introducción, trece capítulos
dedicados al origen y la historia de las lenguas, uno más consagrado a los números y su
*
Comisionado por Armando J. Guerra para la presentación de Cinco mil años de palabras, de Carlos Prieto
(FCE, 2006). Publicado posteriormente en Letras libres, mayo de 2006.
1
Borges, Jorge Luis, Arte poética, Letras de Humanidad, Editorial Crítica, España, 2001.
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influencia en conceptos cotidianos, y un epílogo que intenta equiparar la belleza armónica
En los primeros dos capítulos de su obra Prieto aborda cuestiones que, por
antropológicas, lindan con la poesía y el misterio: los ancianos orígenes africanos del
hombre, la posibilidad de que todas las lenguas del mundo provengan de apenas diecisiete
(o incluso doce) familias lingüísticas dispersas, la sorpresa del idioma tocario (una isla de la
rama indoeuropea que floreció en el Turkestán chino), los lazos familiares entre el japonés
la maravilla de la escritura ideogramática, tan antigua y tan moderna que permite que una
novela china contemporánea pueda leerse en muchas lenguas sin necesidad de traducción.
Los capítulos que van del tres al nueve, y que conforman el núcleo de este libro, se
alimentan de un tema que nos es muy cercano: el latín y sus hijos, los idiomas romances.
Carlos Prieto posee en estos pasajes la habilidad de involucrar lo mundano con lo erudito y
sorpresivo: de la solemne entereza del latín clásico a la vivaz holgura del lunfardo argentino
el autor nos introduce en un viaje gozoso, cazando aquí y allá etimologías ocultas,
políticas que hace siglos arrasaron la vida de los hombres y de cuyo fragor sólo perdura hoy
Los capítulos siguientes (antes de que el autor decida abordar los números y la
música) se dedican al inglés, el ruso, las lenguas semíticas –con particular énfasis en el
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Pero esto es sólo una sucinta descripción de lo que narra Cinco mil años de
palabras. ¿Qué argumentos verdaderos, es decir personales, podría yo dar a un lector para
que busque, para que agote, para que incorpore a su experiencia vital este libro?...
Lo primero, y que ya casi nadie dice en México a título de elogio, tal vez porque nos
salpicado aquí y allá de datos curiosos, reflexiones alegres, tránsitos autobiográficos, sutiles
bromas. Imposible evitar la referencia a Los 1001 años de la lengua española de don
Antonio Alatorre, obra sin duda emparentada con esta que comento y que a mí me reveló,
hace años, que uno podía amar la filología y la lingüística sin necesidad de convertirse en
Cinco mil años de palabras puede leerse de muchas formas: como obra teórica,
erudita y compilatoria, por ejemplo. Sin embargo, y bordando hacia la ruta que me es más
querida, prefiero verlo como una pieza literaria: un relato de indagaciones y misterios, un
aventuras”.
Como relato de misterio nos asoma al mundo celta, nos permite entrever los
enigmas de lenguas extintas y sin filiación discernible (por ejemplo el etrusco), nos
proporciona la felicidad de saber que el más antiguo testimonio conocido de una lengua
hermosísimo Indovinello Veronese2. Lo que equivale, al menos como metáfora, a decir que
2
“Se pareva boves / alba pratalia araba / albo versorio teneba / nero semen seminaba” (parecían bueyes
/araban un campo blanco / tenían una carreta blanca / sembraban una semilla negra): la mano que escribe.
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nuestra escritura no se origina ni en la sangre militar ni en las instituciones políticas y
Como libro de viajes, Cinco mil años de palabras nos traslada a la Anatolia y al país
de los hititas; nos permite recorrer una parte del camino que llevó a los gitanos desde tierras
de la India al confín europeo; nos revela que por un error de cálculo, y ajustándonos a la
Cinco mil años de palabras es, por último, un “ensayo de aventuras” en el sentido
historia de todos los héroes que vale la pena recordar, en mí mismo: yo soy ese hombre que
salió hace miles de años de los confines de África. Yo soy, y conmigo cada uno de ustedes
lenguaje.
lector. Escribe, diría Borges, pensando que “las palabras son símbolos para recuerdos
compartidos”. Un muy antiguo pero también sólido puente a través del cual nos visitamos
en el tiempo.
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Balas sobre Medellín*
He leído una novela hermosa y terrible como los ángeles que la pueblan: La Virgen de los
empleo como asesino a sueldo del narcotráfico, decide salir cada tarde a la calle
Su ritmo zumba en la cabeza como las balas, como el odio, como el denostado vallenato
que salta en cada página de la radio de un taxi o de una casetera lanzada desde el balcón y
cuya más preciada joya es este lacónico verso —divisa de los sicarios niños: “me lleva él o
Una lengua española tan retorcida y veloz como los abismos de corrupción,
violencia y miseria que gobiernan las grandes ciudades de Latinoamérica. Una sabiduría
pero hasta el mínimo detalle es buen pretexto para recordar toda una historia patria de
humillaciones.
*
Comisionado por Javier Rodríguez Marcos para el suplemento “Babelia” del diario español El País. 2001.
1
Vallejo, Fernando, La virgen de los sicarios, Alfaguara, España, 1994.
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Desde una perspectiva filológica, el idioma de la novela transita en dos sentidos. Por
una parte es erudito y hasta didáctico: construye epigramas latinos y parafrasea lo mismo a
Cervantes que a los lingüistas criollos o la jerga (absolutamente literaria dada su fársica
“comer pollo”: éstas y muchas otras expresiones del slang callejero son traducidas al
español de uso corriente con una justificación que hace tal ejercicio verosímil: la delirante y
arquetípica vocación verbal del personaje Fernando, que trata de explicarse y explicarnos
todo hasta el último detalle a fin de que ninguna confusión aminore o desvíe el flujo de su
genera en nuestra percepción cotidiana, al punto de convertir un simple paseo por calles
céntricas en una excursión a los círculos del Purgatorio– tiene el relato un tópico
excelencias (como la prosa de Puig, Piñera o Sarduy) y obras gratificantes (como las
primeras dos novelas de Luis Zapata), la mayoría de los autores se conforma con un
erotismo repetitivo y solemne, o bien una farsa melodramática que a estas alturas ni
Fernando Vallejo evita ambos escollos obrando con eminencia intelectual: su novela
no es erótica sino tanática. Su campo de batalla es la mente, no la piel. Por ejemplo: casi no
hay figuras femeninas o reflexiones acerca de mujeres. Sólo una en que el narrador las
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considera una especie distinta al macho; prefiere no fornicar con ellas para abstenerse de
Por lo que atañe a las probables escenas de erotismo homosexual, éstas han sido
aparece en La Virgen de los Sicarios como una actitud moral, incluso idealista de los
horror ante la capacidad de engendrar. (Borges escribió que los espejos y la cópula son
mucho más. La Virgen de los Sicarios es, por otra parte, lo que yo calificaría como un
deporte literario extremo: hay que estar más o menos curtido en el trato con el mal, la
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Demasiado joven para cantar Satisfaction*
Un día compras una hermosa guitarra rojinegra: veloz, preamplificada, lujosa como una
llama de laca y ancha de caderas como una puta de Tijuana. Al día siguiente conectas un
ocho y te pones hasta el tubo. Al tercero te divorcias. Al cuarto desayunas vodka y jugo de
naranja, y le bajas la mujer a tu amigo del alma, y te quieres suicidar oliendo el fondo de la
alberca, y aspiras polvo hasta que llega la mañana y dices sí, claro que sí, por supuesto que
Pero no; todo eso es pura paranoia. Al verdadero talento no le basta la depravación.
Hay que ver lo que a estas alturas (en estas cumbres borrascosas) hacen seres como Bob
tripeando en este paraíso, este murmullo, este barullo, esto que es tuyo: el delicioso
rocanrol. Uno siempre será demasiado joven para cantar victoria. Demasiado joven para
cantar Satisfaction.
***
Hace casi 40 años, y de seguro sin ser muy consciente de ello, José Agustín se embarcó en
*
Comisionado por Pedro Moreno para la presentación de Los grandes discos de rock, de José Agustín
(Planeta, México, 2001) en abril de 2002. Posteriormente publicado en el periódico El Universal.
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las aguas procelosas de lo que él mismo bautizó como “la nueva música clásica”: el rock.
Sólo que, igual que pasa con el personaje de Borges en El jardín de senderos que se
bifurcan, su doble labor ha sido una sola: hacer un corpus bibliográfico que es también un
Juan Villoro escribe que, para su generación, crecida y regada en un país donde el
rock era prohibido, prohibitivo, intolerable o de plano inexistente, leer una novela de
opinar en este punto. Sin embargo, he notado en los libros de Agustín un transcurso
estilístico que, sin forzar la estereofónica metáfora, podría equipararse al devenir melódico
del mundo.
temprano Pink Floyd; y en Se está haciendo tarde (final en laguna), que posee de Frank
Zappa lo que de Franz Kafka le falta: greguerías seriadas, esoterismo sin cábala,
neorrealismo agazapado en la farsa. Luego emerge una leve fase pop con Ciudades
desiertas, donde Brian Ferry y Queen juegan un rato a la triste baraja del amor. Más tarde
el autor decide que se puede poner en los zapatos de los punks o de los los darks o de Nick
Cave, o en los de Brian Eno sampleando cítaras y aparatos de aire acondicionado –a través
de una novela señera: Cerca del fuego. En fechas posteriores, con sus tres tomos de
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Tragicomedia mexicana, José Agustín se ha conectado al registro musical de sociopatías
off-Wall Street un poco en el filin´ de Manu Chao, Restos Humanos y la música mestiza.
¿Qué podría hacer en estos tiempos un hipotético rockstar cuya carrera inició en los
60 y que ya ha transitado los estilos y los géneros?... Pensemos en Bob Dylan, surfeando en
olas de emoción más altas y veloces que las nítidas y azules de Chacahua. Pensemos en
Neil Young, más rudo y más ranchero y más ponchado cada día. O en David Bowie, cuyo
Análogamente, o dirán los Dj´s: sin Vegas ni Fruit Loops, Los grandes discos de
rock (la nueva obra miscelánea que José Agustín nos presenta) es un libro gozoso porque
que el libro incluye, los reseñistas de literatura de ficción decidirán ningunear al autor con
su silencio.
Voces y géneros van y vienen por estas páginas con la (paradójicamente estoica)
virulencia de un baterista mandándose un ska cada vez más veloz. El diseño gráfico de la
(variada, colorida, socarrona) conforma, en alianza con el proteico estilo agustiniano, una
Si he de hermanar esta obra con algún disco, prefiero From the cradle de Eric
Clapton: un álbum que colecciona los blueses favoritos del guitarrista, piezas de Robert
Johnson, John Lee Hooker y Muddy Waters, entre otros; versiones fin-de-siglo-veinte con
una buena dosis de neoclasicismo, técnicamente impecables pero que están siempre
trazando una tensa fumarola entre la rola primitiva y los debralles del Eric.
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Los grandes discos de rock hace latir en palabras la esencia de las grabaciones que
José Agustín comenta. Más allá de la mera reseña o la crítica puntillosa, el volumen intenta
traducir lo que el autor considera intraducible (o, mejor: “indecible”, dirían mis Amigos-
aparece una foto de Little Richard aplicándose con fe a unas níveas nalgas masculinas. Por
eso se traducen letras de canciones de Leonard Cohen, Patti Smith y Keith Reid. Por eso
cobran sentido la percutiva prosa que describe a Chuck Berry, la ordenada redacción que da
cuenta de The Cream, el tono de San Juan Bautista metido a periodista que reseña una
Los grandes discos de rock es una amistosa tierra de nadie, una tensa fumarola que
conecta el amperaje de los amplis a las obsesiones y los debralles de José Agustín. Es,
como la “Be-bop-a-lula” de Gene Vincent, una obra de cepa joyceana: todos los géneros
ofrecen tela de donde cortar, el reventón es una zona de lo trágico, el Taj Mahal tiene un
Stetson en la cúpula, It´s a beautiful day, el gran fonqui de las locomotoras es terraplén del
heavy metal hecho hoy, los tristes también cogen, los culos sí van a la fiesta, lo mismo es
ser feliz que desgraciado, todo cabe en un librito sabiéndolo acomodar, nosotros
asesinamos a Andy Warhol, nosotros somos todo: el rock en prosa y la prosa del rock son la
leprosa rocanrolera que canta en esta orilla de un sistema que hace mucho se cayó.
Para acabar pronto: José Agustín escribió este libro desde la cuna.
1
Cfr. Crosthwaite, Luis Humberto, Idos de la mente, Planeta, México, 2002: todos somos ficticios; sólo la
música es real.
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31 años de un (ejemplo) salto*
indefine o posterga cabe citar el nombre de Miguel Donoso Pareja. Avecindado en nuestro
país durante alguna época, este escritor ecuatoriano fundó hacia mediados de los 70 una red
de talleres literarios en ciudades mexicanas de provincia. No sé muy bien cuáles eran sus
preferencias estilísticas; puedo, sin embargo, inferir que entre ellas se contaban la
parte de un jurado que otorgó el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes a José de Jesús
Sampedro –poeta zacatecano que entonces contaba 24 años– por su libro un (ejemplo)
sorprenden de lo joven que era Ernesto Lumbreras cuando obtuvo esta distinción; casi
nadie, sin embargo, recuerda lo joven que era también Sampedro al recibirla. Y lo
sorpresivo que resultó su reconocimiento, sobre todo tomando en cuenta que se trataba de
un poeta provinciano, inédito y desconocido; que los espacios para una literatura emergente
eran mucho más reducidos en aquella época (y más ardua por tanto la competencia en torno
a ellos); amén de que el premio tuvo en sus primeras emisiones más prestigio que el que
goza ahora.
*
Comisionado por Rodrigo Flores para la revista Oráculo. Otoño 2006.
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Años más tarde, a principios de los 80, dos alumnos de Miguel Donoso Pareja –el
propio Sampedro y el potosino David Ojeda– tomaron la estafeta de los talleres literarios
de provincia y llevaron el afán extensivo que el ecuatoriano proponía a dos extremos: por
una parte, difundieron el proyecto (con una voluntad entre evangelizadora y postmoderna)
en ciudades del noreste tan alejadas como Saltillo, Torreón, Monterrey y Ciudad Juárez;
por otra, incorporaron a la disciplina literaria que habían adquirido su particular visión del
mundo, en ambos casos emparentada con la cultura pop. Esto influyó sin duda en la
sedimentación de una literatura norestense cuya distinción entre “lo culto” y “lo coloquial”
es mucho menos marcada que la que suele hacer el discurso crítico al uso (casi siempre
suscrito desde el centro del país); una literatura vinculada a Apollinaire, a Bob Dylan, al
y al performance; una literatura cuyos autores (Jesús de León, Marco Antonio Jiménez,
Zacatecas–, Jorge Humberto Chávez, Joel Plata, José Eugenio Sánchez, por mencionar
algunos) muestran indudablemente la influencia del salto de gato de Sampedro y/o de los
Implica, por ejemplo, que la reciente ola de interés de los poetas mexicanos por lo que se
para autores como César Silva Márquez o Luis Jorge Boone, asume la forma del
reconocimiento. Incluso la forma del reproche: he escrito en otra parte que a algunos poetas
norteños nos irrita la glorificación a ciegas de la poesía sudamericana reciente porque lleva
(Sánchez), poetas cuya obra –y cuyos proyectos editoriales y modos de leer en público,
32
para ir un paso más allá– tienen una entonación semejante a la de muchos jóvenes autores
Si preciso todo esto es nada más para ubicar en un contexto histórico y regional lo
que significó la aparición de un (ejemplo) salto de gato pinto. No es mi interés (al menos no
en esta nota) hacer una crítica textual del libro. Me conformo con señalar (y recapitulo)
que:
1.- un (ejemplo) salto de gato pinto sigue de algún modo presente en las letras
mexicanas, pese a que lleva tres décadas prácticamente agotado. Hasta donde sé, nunca se
reeditó de manera independiente y sólo una vez –en 1997, en los tres tomos que
conmemoran los primeros treinta años del premio Aguascalientes publicados por Joaquín
Mortiz– de manera antológica. No me parece mala idea, ahora que hay tantas editoriales de
2.- El “momento lector” que viven muchos poetas mexicanos es propicio para
regresar a este libro: aunque sospecho que en nuestro país el término crisis estilística está
que Borges llamaba (y, maquilladamente, Harold Bloom junto con él) “la invención de
nuestros precursores”.
3.- Aunque un (ejemplo) salto de gato pinto es poco leído ahora, su impronta
estilística aparece en algunos poetas mexicanos jóvenes. Este devenir puede rastrearse, a mi
juicio, en por lo menos tres vías: de Sampedro a La división y otros muertos de Joel Plata a
Physical Graffiti de José Eugenio Sánchez; de Sampedro a El libro de los poemas de Jorge
33
Creo que estas pocas premisas bastan para reconocer a José de Jesús Sampedro
34
Elogio y elegía del amor infiel*
Partiré del supuesto de que tú también lo has meditado y, en tu fuero interno, sabes que el
No me refiero a la ñoñez de que al final de cada pleito conyugal vayas a una fiesta y te
inconciencia, y te escondas en alguien, y despiertes después sin más deseo que palpar, con
alivio y tristeza, la textura del látex. Estoy hablando de personas que se desean tanto que
serían incapaces de tocarse las manos. De presidentas de clubes de jardinería que fornican
sin llegar al orgasmo con tal de ver, media hora más tarde, los ademanes de un muchacho
de un adúltero paso a desnivel una noche antes de que sus hijos reprueben el curso de
Análisis de las Estructuras Sociales. De mujeres hartas de hacer pastel de carne los
domingos. De taxistas cincuentones que van al cine porno abrazando a una vestida. De
comerciantes o funcionarios o traileros que, cuando pasan frente a una mueblería, miran
furtivamente el aparador de los colchones. Yo hablo de ellos. Yo los elogio: son el único
*
Comisionado por Carolina Farías para el IV Encuentro Internacional de Escritores de Monterrey, 1999.
Publicado en el volumen colectivo Erotismo y literatura (CONARTE, 2000).
35
2
Para los hombres de la Edad Media (y más para las mujeres, que fueron las propietarias
materiales del concepto), el Amor Infiel no difería gran cosa del Amor Eterno. Dulce
desde las más tempranas épocas del occidente romanizado, en una forma agonista y
Autores tan disímiles como Denis de Rougemont, Octavio Paz, Gilbert Highet o C. S.
Lewis reconocen en las formalidades del Amor Cortés (avatar por supuesto del amor infiel,
como veremos) la huella profunda del mito que narro a continuación: el caballero favorito
del rey viaja a tierras lejanas con la misión de custodiar, de vuelta al castillo, a la doncella
accidente (suele ser un perfume, una rara sustancia mezclada con afeites), el caballero y su
futura reina quedan enamorados. Así, su pasión es previa a –y por tanto más íntegra que–
el enlace matrimonial.
Durante el siglo XIII esta historia se contó varias veces en francés y alemán bajo el
título de Tristán e Isolda. Pero el relato original es más antiguo, lo mismo que la presencia
De acuerdo con los textos y ambientes a los que hago referencia, cualquiera pensaría
que el imaginario del Amor Cortés (o "amor romántico", como también gusta de llamarlo
Highet para darle mayor amplitud al concepto –y es notable cómo los estudiosos huyen de
los textos medievales que se citan) proviene de las culturas bárbaras. No obstante, es difícil
pasar por alto la influencia de Ovidio en la poesía provenzal, como tampoco hay que
36
desestimar la carga de cristianismo que subyace en el concepto de "fidelidad" (al
(Señor) con el que los poetas provenzales se dirigían a sus amadas. Igual puede decirse del
largo proceso sacralizador mediante el que se producía el encuentro carnal (o mejor dicho
su esbozo), cuyas etapas o estancias tenían nombres específicos y acciones concretas: una
suerte de “pruebas” caballerescas (por ejemplo velar, apostado a campo abierto en pleno
invierno, el sueño de la amada)1 sin cuyo cumplimiento no era posible aspirar a beneficio
amatorio alguno. Se trata de rituales de cepa ascética: algo así como rezar un rosario –salvo
que, en lugar de una cuenta de vidrio, en ocasiones el creyente podía sostener entre sus
Tal vez convenga insertar aquí este paréntesis: para la perspectiva medieval la
ende, con la ruptura de los votos religiosos. Quizá es por eso que, cuando leemos el Tristán
carnal y religiosa, o incluso textos posteriores como los sonetos en que Ronsard se queja
porque una joven cortesana no quiere entregarle la “codiciada prenda”, nuestra emoción y
tradicionales, sino que estos tres tópicos implican diversos grados de transgresión
espiritual.
Como una elegía más bien frígida a la belleza del amor infiel, cuya magnificencia
1
Como se describe en “Can Chai la fueilla”, de Arnaut Daniel (Cfr. Pound, Ezra, Ensayos Literarios, Cien
del Mundo, CONACULTA, México, 1993, p. 51 y ss.
37
siguiente párrafo:
Es interesante que este concepto [el amor romántico] haya muerto primero en Francia, que fue donde
nació. En la literatura francesa moderna, vale decir que en la sociedad francesa moderna, no hay casi
huella alguna de él. [...] Hay un gran libro que simboliza su corrupción y su ocaso: Madame Bovary,
cuya heroína destruye su vida buscando el amor y el romanticismo, mientras que su marido la trata de
una manera normal, juiciosa, muy francesa, igual a la de la mayoría de los maridos que hay en este
mundo.2
Para ser un buen infiel hace falta una verdadera actitud vocacional. Hay que renunciar a la
felicidad y el buen juicio, pero también a la tristeza, la locura, el dispendio sexual. Hay que
aprender a hacer el amor al menos de dos formas, pero deveras el amor: cada una de las dos
con sus relatos heroicos, sus posiciones eróticas favoritas, sus chistes cada vez más
ciudad. Hay que saber conseguir sustancias más complejas que el hielo a altas horas de la
noche. Hay que habituarse a leer libros viejos, monótonos, llenos de lugares comunes, pero
que dan un lúcido sentido a la crueldad cotidiana, a la vivacidad con la que nos deshacemos
los nervios y la vida en coches, en privados de bares, en moteles donde las cintas porno son
una percepción más pura que la luna o el lejano rumor de los tráilers. Hay que aprender a
olerse uno mismo, a mirarse detenidamente en el espejo, a palpar hasta el mínimo detalle de
uno mismo aun en la habitación más oscura: hay que volverse narcisista por cuestiones de
2
Highet, Gilbert, La tradición clásica, FCE, México, 1954, p. 101.
38
seguridad. O por altruismo; para no hacer infeliz a otro. Y hay que dejar que el narcisismo
nos venza, que nos tumbe en la cama, que nos hable de amor…
Todo el que ama ha experimentado en carne propia el modo sutil y funesto en que los
ideales de libertad e igualdad quebrantan la práctica del amor. Ser libre es no poseer a
nadie. Ser igualitario es renunciar al vasallaje que los antiguos escandían sonoramente y
que para nosotros no es más que una nostalgia puesta en metros regulares.
belleza carnal y filosófica del amor infiel, y hemos pagado esta renuncia perdiendo nuestra
Tal vez el gesto más elocuente para ilustrar el fin de esta fe sea el suicidio de
Werther, quien –en una escena gemela e inversa a la de Genievere entregando su cuerpo a
Lancelot– recibe (casi) de manos de la mujer deseada la prenda oscura del desamor: las
más lágrimas de ruego, no más Julien Sorel posando desnudo contra el espejo manchado de
la habitación 311. Es una lástima decirlo pero, para ser infiel, ya ni siquiera hace falta
talento.
39
5
Me han dicho que el sol siempre brilla en las autopistas de la información. Debe ser cierto
porque en todas partes veo a esos nuevos infieles, esos nuevos amantes cortesanos: se
esperan hasta la medianoche para masturbar a solas su diferido orgasmo. Se dejan recaditos
amorosos todo el tiempo y, a veces, hasta son capaces de darse a conocer el uno al otro: se
citan en un café o un aeropuerto sólo para volver del sueño, para compadecerse
Hace unos años leí la noticia de que un marido israelí mató a su esposa y a sus dos
hijos porque se enteró de que ella mantenía una relación con otro hombre a través del
internet. Pese a la crueldad y estupidez que supone esta historia, no puedo evitar mi
admiración ante lo sublime de los gestos que puede desencadenar la escritura amorosa.
éxtasis que emana de los olores, las cavidades y los fluidos. Sin embargo, su cuerpo es muy
hermoso: un texto abierto, lleno de orificios, columnas, ángulos agudos y pliegues que sólo
armoniosa dispersión que rige la memoria, una persecución y un goce, un vasallaje que nos
reintegra, en tanto que seres discontinuos –diría Bataille–, a nuestra irreal fidelidad, a
40
Autorretrato con banderita tricolor*
¿Alguien recuerda Corona del Mar?... Era una serie de televisión que pasó por canal cinco
en algún momento de los años 70. La trama, con reminiscencias de la clásica El fugitivo,
puede resumirse así: un hombre despierta una mañana en un callejón cercano a los muelles
y, tras frotarse un momento la cabeza, descubre que su memoria está vacía. No recuerda ni
su nombre ni el lugar del que proviene, profesión o hábitos más comunes; ni siquiera unas
facciones familiares. Su mente alberga sólo una frase, tres palabras que poseen la nitidez de
De capítulo en capítulo, el hombre (con su look mitad Jim Dean y mitad Simon
mente mientras corre las más conspicuas aventuras, guiado a partes iguales por su obsesión
detiene en los muelles de una ciudad desconocida frente a una suerte de Ítaca migratoria, un
blanquísimo yate con molduras doradas que ostenta el consabido nombre en las cuadernas:
Corona del Mar. El héroe sin memoria sube a la cubierta, entra en la cabina como quien
ingresa a un palacio o al recinto de un oráculo… Y eso es todo: aparecen los créditos del
capítulo final.
¿Lo recuerdan?
*
Comisionado por Isabel Ortega para el VII Encuentro Internacional de Escritores de Monterrey (el tema del
congreso era “Exilio y literatura”). 2003. Inédito hasta ahora.
41
Supongo que no. Y es que desde hace años vengo preguntando lo mismo a cuantas
personas conozco, y no sólo ninguna tiene memoria del programa, sino que las más
irritantemente teleadictas me aseguran que este relato me lo inventé yo, que la serie jamás
fue transmitida. Por desgracia, no tengo ya más prueba de lo contrario que mis recuerdos: el
único otro testigo de que Corona del Mar existió era mi abuela Licha, que lo veía conmigo,
No sé por qué, ahora que se me antoja escribir sobre el exilio, me vino a la cabeza
este viejo programa. Tal vez por la metáfora subyacente en la historia del peregrino sin
brújula, el amnésico que sólo sabe de sí mismo el nombre del lugar hacia el que se dirige, y
el hecho de que aun ese lugar no sea sino un barco: una isla en flujo permanente, una patria
Quizá también he traído a cuento la serie por el horror que me causa ser el único
que la recuerda, como si mi memoria fuera el reverso exacto de la amnesia del protagonista.
Creo que nada se parece tanto al exilio como tener un recuerdo de la infancia que no puedes
compartir con nadie. Y otra vuelta de tuerca, algo irónica: ser el último hombre que
Una vez escribí un poema para conmemorar las fiestas patrias. Dice así:
24 de febrero
42
en la sorda piscina del crepúsculo.
el corazón de la materia,
imperceptible
textil y huidiza a la que alude el poema. Tal vez se trata de un virus autobiográfico que
contamina mi visión histórica (e incluso mi visión metafísica, si es que todavía puede uno
decir que tiene semejante cosa). Me refiero a que, no es que yo sea el judío errante pero
algo sé del tránsito; algo que me desnacionaliza, incluso, del exilio “regular”:
Mi madre viajaba. Casi siempre me llevó con ella. De su amor maternal heredé el
desarraigo. He pasado casi toda mi vida en tierra adentro, al borde del desierto de Mayrán,
pero mi primer recuerdo es la playa de Caleta donde unos hombres sostenían de cabeza,
junto a las olas, a un ahogado. Nunca he visto las huertas de copra de mi familia paterna en
la costa de Guerrero, pero de niño soñaba con ellas a la sombra de un huizache que había
cerca de mi casa. Mis recuerdos infantiles yacen desperdigados entre Acapulco, Lázaro
Cárdenas, Querétaro, Monterrey, Miguel Alemán, Laredo, Monclova, y una fugaz visión de
una vaca a la orilla de la carretera, una madrugada en quién sabe qué lugar. Algunos años
viví en un terreno ejidal famoso por sus tolvaneras. A veces el viento arrancaba las láminas
de cartón de nuestro techo y mis hermanos y yo teníamos que perseguirlas calle abajo,
43
No sé mucho de mis antepasados. Mi padre tiene un apellido distinto al mío, el hijo
casas distintas: no hay en el mundo un solo barrio de la infancia donde alguien me recuerde
o reconozca.
Para perfeccionar estas formas de la ausencia, o más bien para quitarles su sentido
definitivo y perentorio, para humillarlas hasta el extremo del mito personal, decidí hace
años agregar un detalle: jamás he puesto un pie fuera de México 1. No tengo ni tuve nunca
pasaporte. Como La Hija de la Lágrima, “yo nunca fui a New York, / no sé lo que es París /
vivo bajo la tierra / vivo dentro de mí”: el exilio perfecto me parece una taza de café en la
terraza del hotel Mayestic, frente a Palacio Nacional, de cara a una estúpida bandera
tricolor aparatosa y ténebre como los huesos de un pterodáctilo cocinado con la receta de
los chiles en nogada. Elegí, en plena era de la globalización, mi propio país como lugar de
mi destierro.
Hace algún tiempo fui a una exposición de Josef Koudelka. Entre la segunda sala –que
“Exilios”–, pensé: místico o no, el arte es el registro del vacío que circunda los eventos.
Las piezas de Koudelka sobre la Praga invadida tienen, junto a la violencia del
fotoperiodismo, la belleza casi animal de un arte crudo, una especie de euforia maligna ante
el desastre. Los rostros y los gestos de los personajes aparecen saturados de vitalidad. Quizá
1
Cambié este rasgo biográfico a finales de octubre de 2006 con un viaje de 15 días a Alemania.
44
lo que más los embellece es la objetivización: el hecho casi inhumano de que alguien se
fotógrafo. Para Koudelka, a diferencia de otros creadores, el vivir en el exilio (hay que
en una habitación cúbica con tres personajes de edades distintas en Portugal, proviene no de
obstante, no hay frigidez en estas fotos: al contrario, hay una forma profunda de la
subversión, una prosopopeya que habla de algo más hondo que el desarraigo nacional. Creo
que cualquier artista aclara su visón cuando asume la postura de un nómada ecuménico,
a los que por mal hábito llamamos realidad. Porque el asombro es un sentimiento que
El décimo octavo libro de la Biblia narra la historia de Job, un hombre al que Yahvé exilió
de su misericordia sin razón alguna –o peor aún, con la razón que podría asistirle a un
carnicero haciendo apuestas en una cantina: la de demostrar a Satanás que el amor de Job
45
Siglos después de la confección de esa obra, el año 8 d. C., el poeta Publio Ovidio
Nasón fue desterrado de Roma por Augusto. El decreto imperial lo condenaba a vivir en el
puerto de Tomis, frente al Ponto Euxino o mar Negro. Según los rumores más difundidos,
improbable: Ovidio había escrito el Ars Amandi en su lejana juventud y casi todas sus obras
de madurez tratan temas graves, amén de que celebran la figura imperial. Así que la
Por años me ha fascinado la desesperanzada simetría que hay entre estos dos
personajes2. Lo primero que hice fue pensar en ellos como coordenadas: la ruina física del
santo Job y la ruina moral del poeta Ovidio no son paralelas, sino x/y que se intersecan en
un ambiguo plano ritual para formar una ecuación de sufrimiento. También intenté leer en
sus historias dos versiones de un mito: la ira injustificada como neurótico atributo
preternatural de Dios. Porque, ¿no fue Augusto elevado por sus súbditos a la categoría de
deidad? ¿No hay una casi ridícula semejanza entre la chismografía satánica que destruye a
Job y las murmuraciones cortesanas del XVIII francés, por poner un ejemplo?…
Lo que más me inquieta del pathos retórico que los dos personajes comparten es su
cercanía con la estética posmoderna. Debajo del acerbo sentido del humor de un yupi que
traslucen la película The Matrix, el body art del performancero Stelarc o la ideología
arbórea del pensador Hans Moravec3 palpita el desarraigo, la sensación de haber sido
2
Cfr. La resistencia (filodecaballos, México, 2003).
3
Sería oneroso incluir aquí la descripción detallada de lo que estos dos excéntricos personajes proponen.
Baste señalar que ambos niegan la pertinencia del cuerpo tal y como lo conocemos: el primero a través de la
mutilación, el dolor y la ficticia adición de órganos cibernéticos; el segundo planteando que lo más
46
arrojados del mundo sin aviso ni razón. Las utopías de “la nueva carne” (como bautizó
Ovidio y Job son para mí runas que demarcan el frívolo apocalipsis de lo posmo,
visiones trágicas que nuestra sociedad banaliza: la web y las finanzas nos echaron del
mundo, sólo hallarás lugar en la tribu de los globalifóbicos si costeas tu pasaje de París a
Cancún para asistir a la protesta, el alma es una casa de putas a la que acudimos cada día de
pago, y claro, siempre nos queda este maravilloso, blandengue, este anacrónico país: la
democracia que nos corona a todos a condición de ser un pueblo de reyes jubilados.
Ovidio y Job admiten, finalmente, una lectura autista: vivimos insertos en una
sensación de un exilio metafísico para hacer del Fin de los Tiempos una pesadilla
darle la espalda a nuestros amores, nuestros deseos, nuestras patrias más íntimas.
conveniente para garantizar el pleno desarrollo del cerebro humano sería evolucionar de nuestra condición de
mamíferos a una más simple y extática: la de vegetales pensantes. Cfr. Dery, Mark, Velocidad de escape,
Siruela, España, 1999.
47
Poesía y creatividad*
un acercamiento vinculado a la promoción cultural
Hace poco me pidieron un “arte poética” para acompañar mis textos en una antología.
transcribirla aquí.
Moscas y dédalo
Martín Lutero dijo una vez que Alguien había creado a las moscas para distraerlo mientras trabajaba
en buenos libros. Sospecho que las poéticas cumplen la misma función. No que nos distraigan; le dan
Escribo poemas desde los quince años, y siempre lo he hecho con una intención práctica:
todos decían que era un muchacho bondadoso, así que –por motivos de seguridad personal– puse mi
empeño en arruinarme el carácter. Ya casi lo logro.
Nunca he sabido de dónde salen los versos. Y no hablo de inspiración. Más bien creo que en
el poema no se es un pensador sino un piloto. Es como sufrir una ceguera extravagante, como si uno
leyera de un modo tan absurdo que, de pronto, descubriera que es capaz de descifrar hojas en blanco.
Soy más despistado que Woody Allen. Mi propia casa es un laberinto para mí. Ni qué decir
del deseo, la memoria, la calle. Me acostumbré ya tanto, sin embargo, al vértigo nómada del dédalo,
que procuro percibirlo aun mientras finjo estar inmóvil. Los poemas me son laberintos portátiles,
herramientas para construir atajos y callejones sin salida en la piel de las desapariciones.
Escribo para volver al idioma del que nací.
Humor y fervor aparte, algo que me interesaba plantear en esa página era que el arte
*
Comisionado Por Rosa del Tepeyac Flores para un Encuentro Regional de Promotores Culturales en Saltillo.
2003. Inédito hasta ahora.
48
poetas y críticos recientes –quizá por influjo de análisis culturales avalados por la
burocracia en turno. Heidegger exploró este conflicto como nadie, pero Heidegger es un
filósofo. Y sé por experiencia que, en estos tiempos, citar en público a un filósofo es casi
ocuparme aquí de algo mucho más simple, dos conceptos obvios, humildes y terribles:
En su último libro póstumo1, Borges cita casi con repugnancia la idea de Benedetto
Croce de que la poesía es “expresión”. El rechazo borgiano parte de dos razones evidentes:
“comunicación”.
Cuando los aficionados a una disciplina artística abogan en favor de sus productos –
casi siempre embrionarios y faltos de rigor– diciendo que “todos tenemos derecho a
creación. Nadie prohíbe a nadie escribir en verso. Pero la crítica, los editores, los
de lectores tienen derecho a rechazar estos productos si los consideran falsos o endebles. Es
curioso que, cuando se plantea una idea como ésta (la de la peculiaridad instrumental de un
reducto de cultura al que solemos llamar “la poesía”) la gente lo acuse a uno de elitista,
excluyente y hasta perverso; pero si cuatro tenores interpretaran a canon una canción de
José Alfredo Jiménez y se presentaran ante el público como artistas cardenches 2, el pleno
1
Borges, Jorge Luis, Arte poética, Letras de Humanidad, Editorial Crítica, España, 2001.
2
El “cardenche” es un tipo de canto rural tradicional de La Laguna, región desértica entre Durango y
Coahuila. Es un arte a punto de desaparecer. Consiste en la ejecución a capella, en canon de tres o cuatro
voces (primera, segunda, marrana y arrequinte) de piezas tradicionales casi siempre relacionadas con el tema
49
de la comunidad coahuilense se les echaría encima acusándolos de impostores,
Por lo que respecta a la poesía en tanto que vehículo de comunicación, dos de los
autores que mejor han indagado sus resortes son T. S. Eliot y, en lengua española, su
Gil de Biedma resume las ideas de Eliot diciendo que, si bien el poema ha de ser
asimismo contener efectos retóricos que no sólo testimonien sentimientos, sino que –más
propia conciencia. Es decir: la poesía no nos cuenta una emoción, sino que aplica
estrategias verbales que nos permiten recrearla, percibirla cuantas veces queramos sin que
medie mayor impulso externo que el que nos brinda el texto. Esta sutileza es el principio de
intelectual y erótico al uso y temas cómicos y trágicos largamente visitados por la tradición,
lee, por ejemplo: “Pues bien, yo necesito decirte que te quiero, decirte que te adoro con
50
todo el corazón”, uno es testigo de palabras comunes y corrientes que se entienden
fácilmente y que no nos requieren demasiado esfuerzo emocional. Cuando uno lee, en
cambio: “amar es una envidia verde y muda, una sutil y lúcida avaricia”, uno deja de ser
testigo para volverse protagonista del poema: porque la frase debe ser interpretada (es
decir: vivida) por cada uno de nosotros de manera diferente –independientemente de que
nos guste o no. Eso es, a mi juicio, lo que diferencia un poema de una mera versificación:
la mera versificación, en cambio, todo es cómodo: aceptamos que nos den de comer
Hay que decir, no obstante, que “comunicar verbalmente una emoción” representa
sólo un enfoque de la hechura de poemas: el más tradicional. En torno a dicho enfoque han
mallarmeana de la página como carta astronómica y concepciones que pretenden abolir las
Si no me detengo ahora en tales asuntos es porque no estoy hablando ante poetas, sino ante
promotores culturales: potenciales lectores que, asumo, estarán más interesados en los
cuya demarcación territorial afecta casi exclusivamente a los poetas –valga decir: al más
***
51
En resumen, las intenciones poéticas comienzan como “expresión personal” y culminan, al
decisiones instantánea) pulsando las cuerdas del espíritu: entre lo que quiero expresar y lo
Tal vez no se requiera ciencia para estar más o menos de acuerdo con esta
perspectiva: la verdadera creatividad de la poesía es una zona colectiva donde autor y lector
creativos y otro poco de ese huidizo deporte mental al que llamamos sentido común.
Entonces no me explico porqué es tan difícil encontrar un proyecto cultural burocrático que
recientes cuentan con algún beneplácito de los gremios artísticos, pero yo nunca he visto
que opinen bien de ellos los demás sectores de la comunidad. Es indiscutible que dichos
divulgación en amplias capas sociales. Me temo que esto es marcadamente cierto en lo que
atañe a las nuevas generaciones de creadores: digamos, los menores de 40 años. El Estado
3
Borges lo llamaría “la alusión”, para oponer un concepto más flexible a los entronizados pero escleróticos
términos comunicación y expresividad.
52
con los generados por la zeitgeist del vasconcelismo, o con la calidad de las obras literarias
publicadas en los 50, o con la independencia intelectual gestada en los 70 y los 80 por los
propios artistas, ni la invocación del Todopoderoso ISO-9000 puede salvarnos del fracaso.
Parte de este fracaso cualitativo es, por supuesto, responsabilidad de los creadores
más jóvenes: una beca o un apoyo sucedáneo bastan para no involucrarse en la política
cultural del país. En el gobierno mexicano sólo existen dos carreras con escalafón: la del
Servicio Diplomático y la de becario del FONCA. Pero otra parte del problema se debe,
Apuntaré que, en aras de la eficacia y la eficiencia, cada vez es más difícil para un
artista emplearse como promotor cultural. Las instituciones prefieren individuos de otro
talante, con mayor perspicacia administrativa. No niego que, para trabajar como promotor,
paso, esto no sucede viceversa: a un administrador del área rara vez se le pide una sólida
sólo a dos, de enfoques y ámbitos muy distintos: Gilberto Giménez y Sabina Berman– que
sostiene contra los artistas2 está más cerca de la mentalidad empresarial que de una
verdadera renovación sociológica de los conceptos de cultura. Quiero consignar este pasaje
de Ricardo Piglia que, aunque se refiere a los medios académicos, puede aplicarse a los de
la promoción:
le consultaron para darle un puesto de profesor en Harvard a Vladimir Nabokov, dijo: “señores,
2
Muchos de los cuales, esto también hay que decirlo, critican a las instituciones más como criollos ante
peninsulares que como verdaderos interesados en el fenómeno.
53
respeto el talento literario del Señor Nabokov ¿pero a quién se le ocurre invitar a un elefante a dictar
clases de zoología?”
un gran crítico y gran lingüista y gran profesor que supone que cualquiera está más capacitado para
hablar del arte de la prosa que el mayor novelista de este siglo. La autoridad de Jakobson le permite
enunciar lo que todos sus colegas piensan y no se animan a decir. Se trata de una reivindicación
gremial: los escritores no deben hablar de literatura para no quitarles el trabajo a los críticos y a los
profesores.”3
el prejuicio de que uno está defendiendo las anticuadas nociones de Cultura que produjo la
principios del siglo XXI cuya edad linda entre los 25 y los 40 años) acostumbra, puesto que
rara vez vive de sus regalías, trabajar en sectores anejos a la industria cultural: periodismo,
verbalidad.
***
3
Piglia, Ricardo, [OJO: FALTA FICHA BIBLIOGRÁFICA]
4
Cfr. Jiménez, Gilberto, Teoría y análisis de la cultura, Tomo I, Col. Intersecciones, Conaculta/Icocult,
México, 2005.
54
No es difícil reconocer que nuestra sociedad, a semejanza de las renacentistas, tiene
predilección por el mecenazgo. El principal mecenas en México es, por supuesto, el Estado.
No voy a darme baños de pureza: hace nueve años trabajo en instituciones culturales y,
como escritor, he sido beneficiado cuatro veces por algún programa de “estímulo a la
creatividad”. Aún así tengo serias disensiones con la estructura del proceso. El mecenazgo
de las mentalidades del siglo XXIV, estos documentos expresan una realidad terrible:
***
Cada día escribo poemas. Cada día trabajo, además, en una institución que “promueve la
cultura”. Últimamente me indigna tener que cuadricular mis ideas y proyectos de trabajo
55
en Baudrillard) de la cultura. Formatos diseñados por una suerte de Testigos de Jehová de
absolutamente todo acerca del ISO e ignorar hasta los rasgos más elementales del
Confieso que me caen bien estos Testigos de Jehová: son buenas gentes, así que
trato de seguir fielmente sus instrucciones y llenar los cuadritos con la mejor letra que
puedo. No me indignan porque soy un promotor cultural: yo crecí entre sindicalistas de una
indignan como artista, sí, un poco. Pero, sobre todo, me indignan como ciudadano. Porque
sé, desde el seno mismo de la “planeación”, que yo para ellos como ciudadano no soy nada,
que no soy más que un dato, que lo mismo da cinco productos vendidos, una leyenda rural
del XIX o toda la metafísica de Alvaro de Campos y la muchacha que come chocolates.
Concluyo en este punto. Tal vez parezca que, al hablar de mis penas oficinescas, me
he desviado del tema de la charla, pero confío en que no: primero, porque no está de más
decir en un encuentro como éste que la cultura es una vivencia cotidiana, un espejo, una
segundo, porque la creatividad en el arte sucede, como dije ya, durante el fenómeno que
media entre expresión y comunicación: es decir en los terrenos de la alusión, esa zona
Por otra parte, hay que ser bastante creativo para sobrevivir a la mediocridad, la
56
ánimo de sentarse a escribir unos cuantos versos. No es gran cosa, supongo. Pero esa es, lo
57
Apuntes para una filosofía de la descomposición*
En algún momento del 2002, Hernán Bravo Varela y Ernesto Lumbreras me solicitaron una
breve poética que acompañaría mis textos en El manantial latente1. Acepté redactarla (y es
que entonces me pareció una idea interesante) sin saber que me estaba hipotecando a una
diez o doce charlas de cantina –feroces todas– alrededor del mismo asunto.
gestos meramente narcisistas. Antes lo dije escuetamente, luego en tono de broma, y sólo
mis colegas que sí hacen la tarea (y con letra bonita). Ahora, para evitar mi desafuero y
posterior juicio de amparo, trataré de ser cumplido y de paso abordaré otros asuntos que no
*
Comisionado por Jair Cortés y Rogelio Guedea en agosto de 2004 para el volumen colectivo A contraluz
(FETA, México, 2005). Publicado parcialmente en la revista VozOtra, enero-febrero 2006.
1
Cfr. Lumbreras, Ernesto y Bravo Varela, Hernán (selección, prólogo, notas y apéndices), El manantial
latente. Muestra de poesía mexicana desde el ahora: 1986-2002, CONACULTA, México, 2002, p. 248
58
a).- Hasta donde sé, una Poética será un discurso activamente filosófico,
pensamiento, como encuentro feliz entre ritmo verbal y percepción sublimada (incluso
albedrío, cuando una confrontación individual con el fenómeno se lo exija, o cuando esté
seis meses nueva materia intelectual para este juego me parece una afición cuya banalidad
no tiene orillas.
solipsista que aprisiona al autor. Esto puede ser cierto en términos abstractos, pero no
siempre en la práctica (no sin duda si viajamos hacia un país sin lectores), y mucho menos
c).- Hay quien asume que las poéticas son una panacea desde la que puede
abordarse no sólo la problemática psíquica, estética y ética del poeta, sino asuntos tan
crítica literaria. Ofrezco disculpas por mi tradicionalismo pero, la última vez que miré, la
de una simpleza político-económica que nos tiene (al menos a la mayoría de quienes
vivimos en este país) arruinados. Me pregunto, ¿por qué no somos más pragmáticos y
tratamos cada uno de estos temas (crisis comunicacional, crisis institucional, crisis de
reflexión en torno a la poesía2) por separado, dando a cada uno un rango de elucubración
2
Como se verá, mi preocupación aquí se circunscribe a este punto.
59
más profundo?... Quizá porque estos temas no nos suenan, por sí solos, lo suficientemente
vistosos. O tal vez porque exigen un rigor y claridad expositivos que no siempre queremos
mitificados”, mismo que rige muchas de las discusiones que hay actualmente en México en
torno a la poesía, y cuya pasiva aceptación sólo revela, a mi juicio, un gran vacío de crítica.
una básica aunque contradictoria plataforma crítica. Enumero, simplificándolas por razones
de espacio, algunas de estas opiniones: es deseable que los poetas jóvenes reflexionen
tienden a cierta uniformidad estilística muy libresca6; es difícil encontrar en América Latina
Todas estas opiniones me parecen importantes, y coincido con algunas (las menos
elogiosas). Pero considero que, cuando Eduardo Milán señala que la poesía mexicana joven
3
Pienso fundamentalmente en los escritos por Jorge Fernández Granados, Eduardo Milán y Ernesto
Lumbreras.
4
He tratado ya el origen y devenir de esta noción.
5
Julio Ortega.
6
Lo han señalado algunos críticos de El manantial latente (FETA, México, 2003), y lo retomó Ernesto
Lumbreras (para contradecir la idea) en un texto publicado en el número 2 de la revista peruana Intermezzo
tropical: “Después de el manantial viene otra fiesta”, p. 61.
7
Declaración de un escritor colombiano citado por Vicente Quirarte en la presentación de El manantial
latente.
60
parece ajena a todo conflicto extra-literario del mundo contemporáneo8, no está buscando
nuestra simple adhesión a lo que enuncia: está buscando interlocutores. Y asumir cualquier
idea certera como algo que no puede acotarse, discutirse y ser reelaborado mediante el
Milán, no me parece que la poesía de José Eugenio Sánchez y Ángel Ortuño –por citar dos
autores incluidos en El manantial– pueda asimilarse sin mayor discusión al panorama que
destreza técnica, y se diluye conforme el autor consolida sus recursos formales (lo que no
modo que no es raro escuchar (sobre todo en el norte del país) que la poesía mexicana
emergente es solemne, retórica y escapista. No faltan los poetas que suscriben estas
opiniones sin mayor conflicto, quizá con la intención de “desmarcarse” del sector criticado;
otros miran pasar la procesión en silencio, con un gesto de fastidio y hasta menosprecio.
Pero muy pocos (destaco a Ernesto Lumbreras) han opuesto textos reflexivos a tales
Intermezzo tropical (parece decir: pues sí, así es la mejor poesía mexicana: alejada de la
cotidianidad –aunque no tan uniforme–, y no por falta de emoción, sino por oponer a la
ingenuidad del “aquí y ahora” un escepticismo que tiene raíces históricas y culturales, y que
8
También en la presentación de El manantial latente. Texto posteriormente publicado en la revista Parque
Nandino num. 3.
61
resulta más revelador9). Digo que no comparto este criterio porque margina sutilmente
hechos que debieran importarle a la crítica, como los efectos de la presión social sobre
Yo también percibo que nuestra poesía no es tan uniforme en esencia; creo que la
repetición de ciertos tics formales (hiperconsciente negación del yo, adjetivos superlativos
Reitero: no estoy contra ninguna de las ideas que resumí antes, sino contra la
pasividad de aceptarlas per se, sin establecer mayores conflictos intelectuales a través de
confrontar una entidad tan democrática como la opinión, máxime cuando ésta es vertida por
autores (como Milán y Lumbreras) cuya honestidad y gusto por el diálogo son evidentes.
9
La lectura que hago de las ideas de Lumbreras es esquemática; no he querido citar pasajes de su texto
porque resultaría oneroso, así que asumo el riesgo de estar malinterpretándolo.
10
Esto se nota (para dar un ejemplo ajeno a nuestro medio) en la actual poesía argentina, cuyo prestigio
coloquial hace que un poeta como Silvio Mattoni –vigoroso, pero reacio a la floritura callejera– sea poco
apreciado en su propio contexto nacional.
62
Frazer11 define como magia simpatética a la aplicación primitiva del sentido común y el
principio de causa y efecto sobre fenómenos cotidianos, y divide esta forma de pensamiento
contaminante (“lo que estuvo en contacto sigue en contacto”). Perdóneseme si declaro que
hay principios simpatéticos en la forma en que a veces nos leemos mutuamente los poetas
mexicanos.
Hace poco, en Juárez, un amigo de allá decidió que los textos de Luigi Amara y
Luis Vicente de Aguinaga se parecían tanto entre sí (opinión que no comparto) porque
ambos autores son poetas “del centro”. Alguien más manifestó su desacuerdo y se quejó de
que “los norteños”, puesto que escribimos distinto, definamos vagamente a Guadalajara y el
D.F. como “el centro”, cuando en realidad se trata de dos lugares muy alejados
indiferenciado de “los norteños” a un tipo de Tijuana y a mí, que vivimos a más de 3 mil
a).- Aunque la obra de Luigi Amara mantiene un tono semejante desde el principio,
me parece que Pasmo es un libro menos sólido (se sirve de la metafísica minimalista que
tanto ama y conoce el autor, pero muchas de las reflexiones e imágenes que contiene se
resuelven apresuradamente, con un talante maniersta que las hace más cercanas al cálculo
Envés, dos libros cuya precisión formal no está reñida con la persecución de ideas e
11
En La rama dorada, FCE, México, c1994.
12
Lo que vierto no es un juicio definitivo, sino un comentario general (y pendiente de elaboración precisa
mediante citas textuales). Elegí a Luigi Amara como ejemplo de un tipo de discusión que se presenta en
nuestro medio literario porque a).- he planteado personalmente ante él mi apreciación y b).- confío en que
Luigi verá en mi comentario un desacuerdo estilístico, no un acto de mala fe.
63
imágenes reveladoras. Un par de veces he planteado esta apreciación a otros poetas, y en
lugar de disentir de mi opinión con argumentos literarios, me dicen: “es Luigi, güey, no
mames: Luigi siempre escribe igual”. De nuevo estoy en desacuerdo. Y no creo que la
reflexión valga poca cosa, porque significa que, en la lectura de este autor, hay quien sólo
como El agua circular, el fuego y La cercanía. Esto, aunado a la concesión del premio
Aguascalientes a su libro Reducido a polvo, lo convirtió según ciertas opiniones (más orales
que escritas; y aun: más de actitud que de palabra) en una especie de “intocable”. Por eso
quienes hemos reseñado con alguna dureza sus poemas recientes nos topamos, a veces, con
cualquiera de estas dos desmesuradas reacciones: o se nos felicita sotto voce como a quien
cumple una proeza clandestina, o se nos acusa sotto voce de ejecutar un complot
maledicente contra el autor –por envidia de sus logros. Como si fuera imposible que haya
generosidad alguna cuando uno menciona lo que considera defectos o carencias en una obra
literaria13.
priori del desacuerdo en tanto que fenómeno éticamente deseable. Esta actitud me parece
muchas cosas, pero, sobre todo, me parece una inmoralidad: una especie de autoritarismo
c).- Los primeros comentarios que recibí cuando declaré mi admiración por los
poemas de Luis Felipe Fabre fueron del tipo “pues sí, pero escribe como Milán”. No niego
que percibo algunas semejanzas, como el modo de encabalgar o la repetición de frases con
13
O como si un libro galardonado tuviera la obligación de ser universal e infalible. De paso, diré esto: tengo
la impresión de que las críticas a la obra de Luis Vicente de Aguinaga se deben más al aprecio por sus libros
anteriores –y a la consiguiente expectativa ante los próximos– que a factores tan groseros y mezquinos como
la demeritación de un premio literario.
64
leves deslizamientos de significado; pero el campo temático de Fabre me parece distinto y
original, su sentido del humor es más constante y crucial para la resolución del poema, y el
curiosidad lírica: suficientes razones para empezar a leer a este autor desde otra perspectiva.
d).- Aunque la obra de José Eugenio Sánchez ha mantenido siempre un mismo tono,
vinculadas al arte-basura. Sin reflexionar en torno a esto, el autor seguirá siendo denostado
por hacer “chistoretes” o elogiado por ser un poeta “padre”. Y su obra se mantendrá como
simpatética”: ¿por qué muchos poetas (casi nunca por escrito, otra vez en corrillos) dicen
que Sánchez hace “chistoretes”, o peor, que “eso no es poesía”? Si “lo semejante engendra
unívoca (problemas que a todos parecen importarnos), confronten la superficie del poema –
65
menosprecio), entonces nuestra manera de leer poemas constituye más un sistema de
León Plascencia Ñol y Julio Trujillo, en quienes admiro el ser consecuentes hasta el
Rocío Cerón y Hernán Bravo Varela– manifiestan esta crisis no como discurso extra-lírico,
y/o popular) a sus poemas recientes. El tema es vasto, así que me ocuparé sólo de dos de
sus aspectos: el “efecto tango” (la influencia de la nueva poesía del Cono Sur sobre la
Plascencia Ñol.
Entre 2002 y 2004, la relación de los poetas mexicanos con los sudamericanos se
agudizó. A las lecturas y publicaciones hechas en Chile y Argentina por Luigi Amara,
Sergio Valero, Rocío Cerón y Hernán Bravo Varela, entre otros autores, siguió un creciente
interés nacional (aunque –de nuevo– más en corrillos que en publicaciones) por la poesía de
los chilenos Germán Carrasco, Damsi Figueroa y Kurt Folch, o de los argentinos W.
general, la vivacidad con que asumen su vocación literaria, elevándola casi al rango de
performance y deporte nacional. De los argentinos, su soltura para “abrir el arco” del
66
discurso poético incorporando coloquialismos, cómics textuales y otras variedades pop del
Creo que la influencia del Cono Sur sobre nuestras poéticas puede ser, en términos
chilenos y argentinos como una suerte de Deus ex machina, lo que contribuye a generar
Damsi Figueroa (poesía la de esta última que me parece sobrevalorada aun en su contexto
nacional) sólo porque sus autores son chilenos, o si endiosamos a cualquier poeta argentino
sólo porque su poesía sí “tiene calle” 15, estaremos sustituyendo un prejuicio por otro. Para
que la poesía sudamericana enriquezca nuestro medio hace falta publicarla acá y hacer de
a José de Jesús Sampedro, Joel Plata o Marco Antonio Jiménez) completamente borrados
del mapa de nuestras referencias. Asumir un contexto ajeno fervorosamente, con prisa, y
sin que ello afecte la visión del pasado inmediato de nuestro medio, se parece menos a una
14
Lo que digo en este párrafo proviene de mis conversaciones con, al menos, cuatro de los poetas mexicanos
a quienes hago referencia en este apartado: Plascencia, Bravo Varela, Cerón y Valero.
15
Y hay algunos muy buenos, como W. Cucurto. Pero, como ya dije, creo que el coloquialismo es la retórica
institucionalizada de la reciente poesía argentina, lo que achata y abruma las reales virtudes de algunos
autores.
67
El caso de León Plascencia Ñol me resulta perfecto para ejemplificar cómo un poeta
relativamente fácil notar cómo León sabotea –él estará de acuerdo con que use esta
palabra– ya no digamos la integridad del poema, sino la noción tajante de “estilo”, y con
ello la identidad autoral, valiéndose de los registros más diversos, incluso contradictorios,
(aunque aprecio mucho algunos pasajes), y de plano me siento ajeno a La frágil insistencia,
un libro que ha sido celebrado en ciertos medios, creo que por la obviedad un poco
domesticada de sus filias literarias: alguna poesía francesa y mexicana que ve en los
libro entrañable porque, pese a las deudas con Viel Temperley y Du Bouchet 16, la
personal, y, sobre todo, estoy interesado en los poemas recientes que le conozco, textos que
me parecen menos rígidos que los anteriores desde una perspectiva técnica, y cuya auto-
ironía me resulta (no negaré mis afectos estilísticos) muy saludable para nuestra literatura.
Un reproche tengo que hacer a León: los ciclos formales que agitan su escritura
provienen más de la lectura de otros poetas que de cualquier otra clase de experiencia 17
incluso, paradójicamente, cuando justo se trata de confeccionar poemas con mayor carga
68
poemas en la mente de un autor, y por supuesto que no cometeré la avaricia de plantear con
mi señalamiento la grosera disyuntiva entre vida y literatura. Lo que observo es más simple
connatural (también más superficial), y el sentimiento del tiempo, del verbo y del mundo
será más tenue y efímero. Estas condiciones pueden producir buenos libros, pero
difícilmente, creo, una obra coherente (y hablo de coherencia espiritual e intelectual, que no
es poca cosa). Tal es a mi juicio la parte más delgada del hilo que sostiene la poesía de
Algunos ven en los apoyos institucionales una conquista del medio cultural nacional20, otros
abogan por que haya menos recursos directos del Estado a los artistas, otros más consideran
que los estímulos debieran democratizarse, a lo que algunos responden que no es justo que
se trate con un mismo rasero a los diletantes y a quienes tienen verdadero curriculum y/o
tanto como autor: como promotor cultural, que es el oficio del que he mal vivido desde los
dieciocho años; y como ciudadano, que es lo que más importa) de parte de las instituciones
culturales del país. Creo que el tema es vasto y complejo y que, como dije antes, debiera
debatirse en foros destinados a ello de manera específica. No obstante, me parece que nos
realizados por Rocío Cerón y Hernán Bravo Varela. En cambio, Sergio Valero parece estar más cómodo en el
registro viene viene de sus poemas recientes (aclaro que sólo conozco unos cuantos) que en la encorsetada
transparencia de sus textos inmediatamente posteriores a su primer libro, Cuaderno de Alejandra.
20
Christopher Domínguez lo dice acerca del SNCA en Letras libres (septiembre 2004).
69
mismos: quiero decir, de la posible impericia del corpus literario al que pertenecemos, de
A mí, y lo he dicho antes, lo que más me importa es la poesía y los poemas, así que,
¿dónde están las obras maduras de los poetas de mi generación?... Siempre que hago esta
pregunta recibo respuestas como las siguientes (todas son reales): “todavía no tenemos edad
para pensar de ese modo en nuestra obra”; “esa es una actitud romántica y anticuada, la
poesía no opera como fenómeno grupal, generacional y programático”; “por supuesto que
ya hay obras maduras, que no las veas es otra cosa”, “para definir la trascendencia de las
obras hace falta perspectiva histórica”, y “lo que planteas es muy pretencioso”.
Vayamos por partes. ¿Por qué no tendríamos edad para hablar de nuestra obra en
esta paradoja espacio-temporal: todo mundo lamenta que los libros de poesía mexicana
tengan 60 cuartillas promedio porque eso es lo que exigen las convocatorias de los premios,
pero nadie (y, siendo honesto, no tengo más remedio que incluirme) se queja de mantenerse
hasta los 35 en calidad de “joven creador”. Aquí hay un asunto de longevidad que quizá
trasciende lo social y literario, y linda de algún modo con lo psicológico: ser joven hasta los
35 es cool (sobre todo si uno se compara con los futbolistas). Pero una cosa es que
aceptemos la convención social de ser jóvenes para el FONCA, y otra distinta que creamos
“versión cultural” –diría Adorno– que hacemos del imago de escritor: dedicarnos a la
literatura no sólo nos requiere un aprendizaje académico, estético y estilístico, sino también
70
un aprendizaje psicológico que contribuya a hacer menos encarnizadas y amaneradas
de las críticas que se nos hacen. No estoy excluyéndome de estos “defectos”: sólo los
considero como tales, y creo que de ellos participamos casi todos los poetas de este país.
La segunda respuesta (que me parece la más propositiva, así que declaro su autor:
Hernán Bravo Varela) pone el dedo en una gran llaga: sabemos que las valoraciones
tradicionales ya no nos alcanzan para definir un fenómeno cultural tan concreto y a la vez
complejo como la poesía emergente de un país o una lengua. Pero opongo mi réplica: ¿por
qué aceptamos esto en lo que más directamente nos atañe (nuestra escritura), pero en
cambio juzgamos a las instituciones, a las nociones estéticas que no compartimos, a las
antologías, a todo el claustro no-escritural que rodea nuestra poesía (y que puede resumirse
antaño, como si fuera posible que las ideas tradicionales hubieran muerto para nosotros
pero siguieran vigentes para el resto de los actores vinculados a la literatura?... Hay aquí
una paradoja que refiere sutilmente, creo, nuestro trauma generacional con el paternalismo
La tercera respuesta (“ya hay obras maduras”) me parece también propositiva, pero
escandalosamente simplista. ¿Cuáles son esas obras? ¿Al juicio de qué lectores se ha puesto
anterior?... Preguntas simples también, pero que no se responden sino mediante el ejercicio
71
cotidiano de la crítica. Y salvo Milán, Fernández Granados y Lumbreras, más la reciente y
esporádica presencia de Fabre y Bravo Varela, los poetas de plano preferimos “explicar
cuando podamos convenir que dicha perspectiva se construye (así sea en forma vacilante)
de contexto) para criticar o analizar libros como El cielo de Ernesto Lumbreras, Los
Physical graffiti de José Eugenio Sánchez, Vida quieta, de Luis Felipe Fabre?... Me parece
que no.
Finalmente, la idea de que “es pretencioso” estar más interesado por la madurez de
las obras poéticas que por achacar sus carencias a las instituciones o al medio literario me
parece un disparate abismal. Primero, porque hay una contraposición esencial entre el
escepticismo libresco que Lumbreras considera revelador –avatar que no comparto, pero
percibo y respeto– o la noción de crisis creativa –a la que me siento más cercano– y una
visión tan oportunista de la escritura: fuera del aquí y ahora en sus virtudes, pero plena en
un aquí y ahora cuando se trata de justificar sus carencias. Y segundo, porque de inmediato
se infiere que, al hablar de que lo importante es la buena poesía, algunos creen que estoy
posmo. Yo reivindico mi posición como lector de poemas porque (lo dije hace años, lo
72
reitero aún) para mí el problema fundamental es qué tan capaces somos de (y que tan
dispuestos estamos a) distinguir un buen poema de otro que no lo es. Y a lo mejor esto sí es
pretencioso. Pero hay que arriesgarse, porque (y cito un pasaje de Milán que me parece
revelador en su sencillez) “Lo único que nos hace sortear la retórica, que siempre está
6.- Colofón
a).- Si el lector estuvo de acuerdo con al menos una cuarta parte de lo que he
impericia institucional (tema que, insisto, me parece importante pero ajeno al espíritu de
este texto), coincidirá en que tanto llevar y traer la noción de “arte poética” es, por decir lo
b).- Notarán que, en varias ocasiones, tuve que recurrir a charlas de café,
conversaciones privadas, mesas de discusión pública y otras cifras orales para catalogar
parte de las ideas en torno a la poesía mexicana reciente de las que tengo conocimiento.
Creo que es importante que la crítica del fenómeno poético tenga una vida oral, pero es
innegable que a nuestro contexto le hace falta poner por escrito muchas de las nociones que
ignoro su lado injusto) debatir por escrito con una idea ajena que sólo se ha esbozado en la
conversación. Creo que es un buen momento para posponer brevemente el íntimo macramé
y las marchas contra Sari Bermúdez y sentarnos a discutir por escrito sobre cómo estamos
21
Trata de no ser constructor de ruinas, filodecaballos, 2003, p. 44. De más está decir que esta “experiencia
individual” no sólo atañe (desde mi perspectiva) a los poetas, sino también a los lectores.
73
leyéndonos y por qué. Este texto aspira a dialogar (así sea torpemente) con los pocos
autores que han intentado actualizar nuestro discurso crítico en torno a la nueva poesía
mexicana.
c).- Y último: he recorrido aquí, aprisa, la obra de algunos de mis amigos y colegas;
no he sido lo suficientemente atento con ellos, porque los he criticado sin demorarme en
poemas concretos, y (algo importante para mi manera de leer) sin citar pasajes que
muestren de manera específica lo que afirmo22. Me importaba dar en este ensayo una visión
escritores, y me comprometo (es lo menos que puedo hacer, para resultar consecuente con
lo que hasta ahora he dicho) a iniciar la escritura de una serie de artículos sobre los libros y
Septiembre de 200423
22
Antes he publicado alguna nota sobre ellos; esto me hace sentir menos injusto.
23
Addenda 2006 (septiembre): Unas cuantas circunstancias de las aquí descritas han cambiado. Me temo que
para mal: el “humor” dejó de ser marginal para volverse un nuevo (y seguramente fugaz) rey lelo; los
ensayistas emergentes –pienso en Alí Calderón y su insistencia en catalogar a los poetas jóvenes de acuerdo a
su mayor o menor “prestigio”– confunden la crítica con el rating; y no falta por desgracia quien no se ha
enterado todavía de que la polémica intelectual es un país independiente del insulto. Supongo que esto será
materia de otro escrito. Consigno la fecha original en que compuse éste porque sé que lo acecha un aura de
caducidad: lo concebí como un texto de periodismo cultural, no como una tesis. No obstante, opino que la
mayor parte de sus observaciones se mantienen vigentes hasta ahora.
74
El norte como fantasma*
1. JET LAG
Últimamente hice tres cosas que me obligaron a destilar cierta visión de “lo norteño”:
Primero fui a Veracruz. Mi colega de viaje, el Díler Niño Héroe (que no es díler ni
mucho menos niño, pero así lo llamaré sólo por ambientar mi historia), se lanzó en taxi a un
porteña le metieran un buen susto, nos fixeó varios gramos de una cocaína dizque
guatemalteca que olía a talco del doctor Simi pasado por los pies, pero que pegaba
lindísimo –sobre todo porque al nivel del mar el corazón se vuelve menos enfático en sus
paranoias.
Rafael Ramírez Heredia. De la lectura de esa novela obtuve un par de lecciones de historia:
me enteré por ejemplo de que, durante el último año, 250 mujeres han sido violadas y
asesinadas en la frontera sur de México, casi todas en la zona limítrofe de Tecún Umán, la
población más norteña de Guatemala –también conocida por los centroamericanos con el
cometidos ahí durante los últimos diez años (y es que es un territorio que a nadie parece
importarle) pero, de acuerdo con las indagaciones de Ramírez Heredia, podrían sumar el
doble de las famosas “Muertas de Juárez”. Supongo que las víctimas del sur no cuentan
*
Comisionado por Margarita Reynosa para el I Encuentro Regional de Escritores “Jóvenes en la Silla”.
Monterrey, mayo de 2005. Publicado posteriormente en las revistas Literal y Hermanocerdo (2006).
75
tanto (salvo las que de alguna inopinada forma se relacionan con el zapatismo), porque
hasta ahora nadie ha visto a Jane Fonda pasearse con una pancarta por las calles de Tecún
Umán.
itinerario de este texto– fue treparme a otro avión y volar a Tijuana, donde estuve menos de
24 horas: apenas lo justo para hablar 30 minutos en una taciturna feria del libro y beber
respetables raciones de cerveza Mexicali en los téibols del bulevar Revolución, jugando al
juego de adivinanzas típico de los tijuaneros: decidir si esa bailarina de piernas primorosas
aspiraciones de una “tercera nación”. Se dice que a Tijuana la hizo Dios un sabadito por la
noche para bailar con ella aquerenciada contra el pecho. Sin embargo en este viaje sentí por
primera vez la punzada de una desaparición idiosincrásica, la manera en que una mise en
más con un ardid publicitario que con el mito de subversión y resistencia y violencia-vista-
Lo que intento ilustrar con estas tres anécdotas (el rush veracruzano, las Muertas del
estupefacientes, el tránsito absoluto, las fiestas hasta el amanecer con mujeres desnudas
76
dando vueltas dentro de tu cabeza y, en general, el estatuto de lo provisorio como identidad
apuntar que su raíz no siempre nace en el norte: habría que mencionar al menos la
influencia del deep south mexicano (zonas rurales de Chiapas, Oaxaca y Guerrero que de
hasta el sur de Estados Unidos, pero que gozan de mayor publicidad en nuestros pagos), y
narcotráfico, que a fuer de tanta mitificación popular y tanta “persecución” aduanera suele
Desde una óptica cercana a la historia de las mentalidades, el norte se ha vuelto una
querido verlo a veces espíritus vigorosos pero obtusos, empezando por Vasconcelos), pero
Más que un corpus social o geográfico, “lo norteño” define, a mi juicio, una profesión de
77
2. VEO A MIS RECUERDOS PASANDO DE MOJADOS
Vivo en Saltillo. Valga decir vivo en el norte. Valga: vivo en una ciudad hipócrita,
balsámica, elíptica y –en cierto modo– horrenda. Una ciudad donde, a causa de la ley seca,
los domingos por la tarde resulta más sencillo conseguir drogas ilegales que un six de
cerveza. Una ciudad al pie de la Sierra de Zapalinamé y a dos tiros de piedra del Desierto
de Mayrán. Una suerte de discotec de bajo impacto o arbolito navideño horizontal que linda
al oriente con bosques endémicos y al poniente con plantas de gobernadora que han vivido
más de diez mil años. Saltillo: tierra de nadie, “tarea de todos”, “una ciudad para vivir
mejor”, “la Atenas del Noreste”, “aquí el que no es poeta hace cajeta”: pestíferas rondallas
Mexicali, por dar algunos nombres?... No siempre una geografía: mi casa está a mil
kilómetros del D.F. y a tres mil de Tijuana. Tal vez sea hora de que empecemos a pensar
también en términos de Este y Oeste, nociones a las que no solemos dar importancia pese a
No comparte tampoco mi ciudad con otras del norte un estricto corpus de hábitos
generados por el entorno natural, social o económico: Coahuila es (o era hasta hace unos
días) un estado con bajos índices de violencia, contrario a otros estados fronterizos.
Durango tiene mayor emigración que inmigración, a diferencia de lo que sucede en Nuevo
León o en la Baja Norte. Y en Zacatecas rifa más el mezcal que la Tecate, con sobrada
razón: aquí a las doce del mediodía nos estamos derritiendo entre sudores, allá casi siempre
78
¿Cuál será entonces el eje de nuestra “norteñidad”? Me parece que, de manera
la franqueza (a veces más histriónica que real, lo digo francamente aunque se enojen mis
Tigres del Norte, con todo y cuernos de chivo) nuestro patrimonio, nuestra Gran
delicioso corpus de inflexiones del lenguaje, gestos, hablas tribales, gags y slangs que no
siempre coinciden (los del oeste dicen “está bien curado, Ese”, los orientales nos
conformamos con el pétreo “ta con madre, wey”), pero que están dispuestas a contaminarse
en tanto se reconozcan como “hablas norteñas”, es decir, ni del sur ni del centro, what ever
that means. Esto ha dado lugar a un paradójico chauvinismo tránsfuga y pragmático, casi
diría provisional.
Por otra parte, creo que uno de los rasgos mayores de nuestra norteñidad está poco a
regional a punta de apremios y recuerdos. Hubo, creo, un bello momento cultural donde lo
que nos hermanaba, igual que sucediera siglos atrás con los cientos de naciones apaches
79
que rolaban por estos rumbos, no era la pertenencia sino la extrañeza, la desemejanza, la
distancia.
chauvinismos se globalizan: basta echarle una mirada a las naciones árabes para
discurso, aunque dándole por otra parte mucha mayor cohesión, y en consecuencia más
un ejemplo trivial que permite observar de soslayo este fenómeno: recuerdo que cuando yo
era niño y vivía en Monterrey (y a contrapelo de las opiniones defeñas, que siempre fijaron
en San Luis Potosí su frontera con lo chichimeca) Saltillo era vista por los norteños de cepa
como la más cercana ciudad del centro del país; ni qué decir de Zacatecas, incluso de
en parte porque somos más conscientes de nuestras semejanzas culturales, pero también
Entiendo que hay que celebrar el poderío y la expansión de una serie de costumbres,
éxito por oponerse al acendrado centralismo dominante. Pero, como yo soy negro y estoy
juventud: sus clicas que aún no eran ejércitos, sus asesinatos a tiro limpio y sin escenografía
ni tanta prensa, sus putas casi sin tetas (casi también sin silicón), su música norteña de
verdad y no esta bipolar aguachirle grupera, sus escritores (pienso en Abigael Bohórquez,
Jesús de León, Joel Plata, Joaquín Hurtado, Paco Luna) voluntariamente provincianos y
80
desdeñosos de la fama de su gremio. En fin: su insularidad sumamente ingenua, pero más
cualquiera sabe que el norte es actualmente uno de los polos culturales más ricos de
México. Pero, ¿qué es realmente el norte?... ¿Una geografía, una mercancía, una mera
costumbre, un ideario político y verbal? ¿De cuándo acá nos volvimos tan complacientes
avecindado en el desierto por vocación personal, por puro amor a su armonía indecisa y sin
fanfarrias, voy otra vez, a causa de la puerca estandarización de unos discursos que se
pretenden subversivos, voy otra vez, chingada madre, camino del exilio.
81
Los panteones son testigos*
cinco viñetas sobre el corrido norteño
Así como Homero fundó el poema épico para demostrar que el mar y el vino son del mismo
color, los aedas modernos inventaron el corrido norteño para que nosotros tuviéramos un
eterno antojo de cerveza. Unos cuantos versos de “Lamberto Quintero” aquilatan la esencia
Un día 28 de enero,
Pasaron El Carrizal.
*
Comisionado por Luis Humberto Crosthwaite para el libro colectivo Puro border (Cinco Puntos Press,
Estados Unidos, 2003), publicado originalmente en inglés. Leído en el VI Encuentro Internacional de
Escritores de Monterrey, 2002. Incluido en el volumen colectivo Territorios de la violencia (Conarte, México,
2003). Publicado también en Elbridge (El Paso, Tx, 2002) y Gazeta del Saltillo (2003).
82
Su compañero le dice:
la liviandad de estar dispuesto a morirse con tal de salir “nomás a dar una vuelta”: en estos
pocos trazos se intuye el perfecto bato norteño. Sin embargo, hay que completar sus
atributos.
Sombrero Resistol, troca Cheyenne con las balatas pegadas, estéreo Pioneer
comprado chocolate en una aduana fantasma, un Marlboro entre los dientes y una lata de
Tecate entre los muslos, pegadita a los huevos: así es el anónimo héroe de la norteñidad
México. Un hombre que recorre, a 120 kilómetros por hora, el sueño de vivir y de morir en
esta tierra donde la violencia es feliz y próspera y un poquito cursi, y las muchachas sólo
aceptan bailar con los valientes, y se pasa, con acordeón y bajo sexto, mucho más
Pasé mi infancia en un pueblo de Coahuila: ciudad Frontera. Mi familia era pobre, así que a
los nueve años tuve que buscar trabajo. Muy pronto lo encontré: cantante de autobús. El
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Anáhuac oloroso a sudor y a metal corroído. Cantábamos viejos boleros norteños y, por
supuesto, corridos: “El asesino”, “Pistoleros famosos”, “El polvo maldito”. Cantábamos
con voces agudas pero bragadas, porque cuando uno canta corridos de narcos abaleados no
puede andarse con mariconerías: hay una savia de valor que los personajes de las historias
importar que la deriva nos llevara más lejos o más cerca de nuestra casa.
frente al autobús un caserío encalado, una plaza con un kiosko cacarizo de balazos o una
alameda que servía para guarecerse de las tolvaneras. De ranchería en ranchería, de dos de
muerte de sus héroes. Luego volvíamos a casa con las bolsas del pantalón llenas de
billete de cien pesos y me dijo: “A ver: cántate el corrido de Laurita Garza”. En otra
ocasión nos agarramos a chingazos con dos güercos que intentaron asaltarnos en medio de
un baldío. Supongo que ganamos porque, muy en el fondo, sabíamos que el espíritu de
Lalo Mora, el rey de mil coronas, fundador de Los Invasores de Nuevo León y compositor
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también autor de “Laurita Garza”, un corrido norteño que puede arrogarse el título de obra
porque ya no la quería
el prometido de Estela.
la maestra de la escuela.
tú no te puedes casar.
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“Tú no puedes hacerme esto,
No puedes abandonarme
–Emilio le contestó–.
de la bolsa de su abrigo
aproximan levemente al “En un lugar de la Mancha” con que inicia el Quijote –fórmula que
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a su vez está basada, como reseña Martín de Riquer, en un oscuro romance recopilado por
Luis de Medina en Toledo, en 15961. También, hay que decirlo, este arranque coincide con
la detallada imprecisión geográfica que caracteriza a casi todos los cuentos de cepa
folklórica.
a la manera de novelas contemporáneas que apuestan por el tour de force narrativo, como
Crónica de una muerte anunciada o El barón rampante, lo que relata el corrido se resuelve
abona en favor de la tensión y la verosimilitud: Laura Garza era maestra. Se infiere, por la
mise en scene, que la suya era una escuela rural. Este dato, que habla de una hipotética
por qué Emilio no temió citarse con ella en un lugar escondido sólo para repudiarla. Así, la
economía verbal nos permite imaginar el carácter de ambos personajes, lo que da mayor
desprecio entre la doncella burlada y el amado inconstante. Esta parte del corrido es
específicos como la bolsa del abrigo, el tamaño de la pistola o la cantidad de balazos que
recibió Emilio. Esta precisión, que rompe con el tono generalizador del relato, provoca que
1
Cervantes, Miguel de, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Prólogo y notas de Martín de
Riquier. RBA, España, 1994, p.3, nota 1.
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la escena resulte más veloz. La violencia destaca por su vuelo y se vuelve irónica gracias a
sugerente combinación de detalles narrativos y accidentes verbales. Por último, creo que
carece de importancia si el autor hizo esta humilde joya a sabiendas o no: basta con verla
caótico, pero también meticuloso. Todos tienen segundas partes, orígenes remotos,
En los años 70, Ramón Ayala y sus Bravos del Norte grabaron “Gerardo González”,
le dieron la muerte.
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Años más tarde, ya en los 80, el propio Ramón grabó “El federal de caminos”,
donde se relata el asesinato de un héroe legal: Javier Peña, agente de la Policía Federal de
el corrido de Gerardo.
El corrido norteño ha dado origen al metacorrido: si alguien dice que es “el jefe de
jefes” de los narcotraficantes, no falta quien le responda que es un pollo que se cree gallo;
Acapulco en una camioneta gris; si Emilio Varela recibe siete balazos en Los Ángeles, sus
hijos y sus nietos y sus bisnietos volverán a Tijuana y San Ysidro a cogerse o a matar o ya
de perdis a sacar a bailar a las hijas y las nietas de Camelia la Texana. La realidad histórica
de algunos (muy pocos) de los personajes ha dejado su sitio a la avidez de los escuchas por
sucede con mucha literatura fantástica posterior a Tolkien, sea necesario establecer
catálogos, resúmenes y guías; es decir, corridos que son compendios de corridos. Tal vez el
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Cayeron Dimas de León,
(…)
(…)
Liquidaron a Ezequiel
Sólo que para el corrido norteño no existe heroísmo más grande que morir. Un
hombre puede ser juzgado bueno y cabal porque burla a las autoridades gringas en una
avioneta, porque intenta una y otra vez cruzar de mojado, porque bebe su cerveza
acompañado de una rubia, mata judiciales, es buen amigo, no perdona las ofensas, exporta
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pacas de a kilo o, así de simple, mantiene vigente la tradición mexicana de vivir para
chingar. Pero no hay heroísmo mayor que dejarse quebrar a balazos. Y si es en la línea
fronteriza, mucho que mejor. La penúltima estrofa de “Pistoleros famosos” lo dice a las
claras:
y se mueren en la raya;
Esta vocación autodestructiva, lo mismo que el afecto que despiertan los antihéroes,
los narcotraficantes, los enemigos de la norma, es la raíz del sentimiento épico. Jorge Luis
Borges ha dicho que los verdaderos héroes de La Ilíada son, para casi cualquier lector, los
Análogamente, en la guerra cultural que se libra en la frontera norte de México los escuchas
del corrido sabemos que nos toca jugar el rol de los troyanos.
“Pistoleros famosos” termina con dos versos dignos del clasicismo épico: “murieron
porque eran hombres / no porque fueran bandidos”. Claro que estoy haciendo lo que
Harold Bloom llama misreading; una lectura equivocada. Seguramente lo que el autor
quiere decir es que murieron por valientes y no por vivir fuera de la ley. Pero yo prefiero
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condición de seres destinados a extinguirse: “murieron porque eran hombres / no porque
fueran bandidos”.
Una buena cantina se reconoce por tres rasgos esenciales: hay aserrín en el piso, la cerveza
se enfría en hielo y la radiola contiene los mejores discos de Los Tigres del Norte, Los
Lo mismo que los celtas y los legionarios romanos, lo mismo que los tres
mosqueteros o el vulgo isabelino, lo mismo que los compadritos argentinos, los cowboys
territorio semilegendario al que descienden, de vez en cuando, los héroes. Al calor de los
tragos, los acordeones y las voces arrequintadas de una buena radiola, el norteño restaura la
barbarie que le es tan cara y que, en la era post-salinista, es diezmada por la proliferación
de las escépticas flores del Mall, las asépticas franquicias y una exótica sucesión de nuevas
leyes de tránsito inaplicables en un país lleno de baches y policías. Hay una esencia pétrea,
entre sórdida y mineral, que hace que una buena cantina se asemeje a una cueva o una
gruta.
cantinas como cuevas, es porque en la confluencia de estos dos ámbitos hay una felicidad
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casi apache. Y aunque nada o casi nada de la sangre de los indios nómadas sobreviva en la
Wallace Stevens escribió una vez que “Ningún hombre es un héroe para quien lo
conozca”. Nosotros, que vemos cada mañana nuestra cara en el espejo, y nos enteramos de
las noticias vía satélite o por internet, y hemos contemplado nuestras propias vísceras a
través de filamentos de fibra óptica, nos conocemos demasiado como para resultar heroicos
ante nuestros propios ojos. Pero bastan los tres minutos que dura un corrido para restaurar
en nuestra mente una pasión antigua: la de haber sido –en la infancia, en la borrosa película
pistolero famoso, un guerrero que con su espada atraviesa un blando siglo de hamburguesas
y refrescos de lata.
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Bonus tracks
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Blues para un funeral
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Café Trieste: San Francisco
permanencia.
Helado,
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la lagartija se oscurece hasta la invisibilidad.
inclinando su mástil,
tu presente y tu pasado?
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valen medio centavo los santos y la ausencia.
Joseph Brodsky
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La sorpresa
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ahora brinda un servicio peculiar a sus amantes.
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Un sueño de caballos
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Bajamos nuestras lámparas (el cuerpo borracho ya de ruido)
pobres monturas. Que las llamas del Juicio sean enormes caballos.
Ted Hughes
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Índice
Éste es el plan:
Autorretrato en sepia,
Ayuno de gambeta,
La música de Babel,
Poesía y creatividad,
103
Bonus tracks:
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