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John oía al ruiseñor en los anocheceres de Hampstead, y su oda nacerá del entresueño como un
abrazo a lo circundante, a un mundo que el canto del ave sensibiliza, vuelve acorde total. Esta
oda es resumen de la juventud ansiosa y feliz del poeta, triunfo de la «desvelada angustia»
antes del cercano otoño. Nos volvemos a encontrar con numerosas referencias al mundo
griego. En "Oda a un ruiseñor", el yo lírico se eleva entre los árboles, con las alas de la palabra
poética, para reunirse con el ruiseñor que allí canta; eso le sirve para comparar la naturaleza
eterna y transcendental de los ideales con la fugacidad del mundo físico: el poeta, que se siente
morir, ansía esa eternidad.
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En la tercera estrofa, el poema adopta un tono diferente, ya no es todo dicha, a ella se le suma
la dolorosa reflexión del autor sobre lo que ocurre en la vida real. Su deseo se opone a la
realidad. La connotación y poder de sugerencia de este juego de contrarios continúa en esta
estrofa y hace que el lector entienda perfectamente los sentimientos y sensaciones que
producen en el poeta
Keats se sitúa otra vez en su fiel creencia: el ruiseñor, como la urna, son voces de la eternidad
que buscan «arrancamos del pensar»; la fuerza sensible de un principio inefable, el camino
extra-mental por donde la esencia asoma fugitiva. Aparece claramente la melancolía como
tono general del poema. ( Fijaos que Belleza aparece con mayúsculas, relacionarlo con la Oda a
una urna Griega)