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XIX- XX)
Antecedentes:
Esta Revolución no sólo benefició a Gran Bretaña, sino también a Francia, a Alemania, en
menor medida Italia y, con posterioridad, a Estados Unidos y Japón. Sin embargo, para
entender esta situación se deben considerar las relaciones muchas veces conflictivas de los
países europeos, quienes en su afán de competencia lideraron por mucho tiempo la situación
mundial. 1815, año de la derrota de Napoleón en Waterloo, no solo significó la supremacía
total de Gran Bretaña sobre el resto de las naciones, también significó nuevas preocupaciones
de los Estados por el (re)establecimiento de un orden interno, dado el miedo de las
autoridades que generó la Revolución Francesa y las guerras iniciadas por Napoleón
Bonaparte. A esto se sumaban las oleada de revueltas (en la década de 1820 en España,
Nápoles y Grecia; las que comenzaron en 1829 al oeste de Rusia, Bélgica, Polonia, partes de
Alemania e Italia, Suecia e incluso Irlanda subvertida contra la poderosa Gran Bretaña; y las de
1848 denominada la primavera de los pueblos) que fueron cruentamente sofocadas, y
permitieron a la burguesía poseer el título de “clases dirigentes” que anteriormente se
encontraba en manos de la aristocracia. Entre 1815 y 1870 los “principales” países fueron:
Gran Bretaña, Francia, Rusia, Prusia y Austria. En adelantos industriales, Gran Bretaña y Francia
eran superiores a las tres últimas, pero a partir de la mitad del siglo XIX, Prusia sería la gran
sorpresa luego de sus grandes avances económicos y militares. A finales de 1860 y principios
de 1870, tras sus sucesivas victorias sobre la debilitada Austria y el ineficaz ejército francés,
Alemania consiguió unificarse bajo el mando de Otto Von Bismarck formando el Segundo Reich
o segundo imperio Alemán. Esta era la situación política previa al imperialismo.
Entre 1875 y 1914, la economía de los diversos países arriba mencionados iniciaron la
búsqueda de nuevos mercados. Los adelantos tecnológicos permitieron la exploración de
zonas antes desconocidas y la explotación de recursos naturales necesarios para la industria
europea. Sin duda la más valorada de estas materias primas era el petróleo, que se encontraba
en Estados Unidos, en partes de Europa (como Rumania), en ciertos sectores de Rusia, pero
sobre todo en el Medio Oriente. El caucho también era de interés europeo y estadounidense
para la fabricación de neumáticos y otros productos. Este recurso surge de un árbol llamado
Hevea muy abundante en Brasil. Además otros recursos como el estaño (en Bolivia), el cobre
(Chile, Perú, Zaire) y el oro (Sudáfrica), fueron valiosos para las potencias europeas.
Por otro lado, el crecimiento de las ciudades (metrópolis) europeas y de su población, necesitó
de las importaciones de alimentos traídos desde diversas partes del globo terráqueo (por
ejemplo Argentina con sus carnes, Colombia con el Café, Venezuela con cacao).
Todos estos esfuerzos fueron acompañados de la acción política del Estado que convirtieron su
posesión de colonias en un símbolo de status. Un momento fundamental para la repartición de
colonias en África fue la conferencia de Berlín en 1885. Además, entre los Estados existía un
afán competitivo que dio inicio a la llamada Paz Armada, donde distintos países establecieron
alianzas militares en caso de un posible gran enfrentamiento.
En el ámbito ideológico, el historiador inglés Eric Hobsbawm señala que: “el imperialismo
estimuló a las masas (…) a identificarse con el estado y la nación imperial”. Ese sentimiento de
superioridad sobre gentes de piel oscura que habitaban en otras partes del mundo favoreció la
política imperialista. La civilización europea y burguesa había creado la idea de que sus valores
y progresos estaban por encima de las naciones bárbaras, atrasadas y rudimentarias, a las
cuales había que civilizar. Por todo eso, la gente europea creía que el centro del mundo era
Europa misma. A esto se le denomina Eurocentrismo.
Breve Cronología
Izquierda: