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Nunca dejemos de buscar a Dios en nuestra vida

Si nos acostumbramos al hecho de ser creyentes y tener fe, corremos el peligro de olvidarnos de
buscar a Dios continuamente. Porque en la vida del cristiano nunca está completa la búsqueda de
Dios. No debemos pensar que ya hemos llegado y ya lo conocemos. Como si fuera posible que
nosotros comprendamos el misterio divino.
Toda nuestra vida debe ser un aprendizaje de cómo ser hijos de Dios. Con nuestro bautismo, no
llegamos a una meta, sino que comenzamos una carrera. Donde lo que perseguimos no es la
gloria, sino el conocimiento y el amor de Dios. Por eso, todos los días tenemos que estar
pendientes de la manera de encontrarlo y estar en su presencia. (1 Crónicas 16:11)

Como nuestra naturaleza está herida, y tiende al pecado, debemos luchar contra ella. Es un
combate diario, en el que no podemos dejar pasar la ocasión de buscar la ayuda del Espíritu
Santo. De lo contrario, los placeres y las tentaciones del mundo nos llevarán de a poco a alejarnos
de Dios. Ése es el motivo por el que debemos buscar a Dios continuamente, porque de lo contrario
podemos perder el regalo de la fe.
La búsqueda de Dios significa estar sedientos de su presencia en nuestra vida. Que cada minuto
estemos pensando en Él y en cómo ser mejores hijos suyos. De este modo lo estaremos
encontrando a cada segundo, y cumpliendo el propósito para el que fuimos creados. Esto es darle
gloria a Dios con nuestra existencia y anunciar al mundo sus maravillas.

Vivamos en la oración continua (1 Tesalonicenses 5:16-18 NTV)


La forma más simple de estar en la búsqueda de Dios constante es la oración. Por medio del
diálogo sincero y filial podemos estar en la presencia de Dios continuamente. Porque elevar
nuestro pensamiento hacia Él es alejarnos de todo aquello que nos aparta de su amor. Es más
difícil que las tentaciones tengan lugar en nuestro corazón, si antes lo llenamos de la presencia de
Dios.
Por este motivo debemos practicar la oración continua. No es algo imposible, pero sí algo que
requiere esfuerzo y la ayuda de Dios. Somos débiles y abandonamos las cosas de la vida espiritual
muy fácilmente. Pero el Espíritu Santo quiere habitar en nosotros y ayudarnos a elevar nuestra
mente a Dios.

Desde el principio de la mañana, nuestro primer pensamiento debe ser Dios. Qué me voy a poner,
qué haré de cocinar, ése problema en el trabajo, y otras cosas que nos asaltan el pensamiento no
deben ser lo primero. Sólo Dios y estar a su servicio. Oremos con fe cada mañana, postrémonos
ante Él y ofrezcámosle nuestra vida y existencia, porque son suyas de verdad. (Salmos 63:1)
Durante el día, tenemos que pensar en Dios muchas veces. Cada acción que estemos por hacer,
debe ser contrastada con el Evangelio. ¿Lo que estoy haciendo, es conforme a las enseñanzas de
Cristo? A fin de cuentas, eso es ser cristiano. Buscar vivir de acuerdo a las enseñanzas de nuestro
Maestro. Y esto ya es también oración, porque estaremos en diálogo con Dios pidiéndole luz para
nuestro actuar.
Ayudemos a otros a buscar al Señor (Mateo 28:16-20)
No debemos buscar solos. Si muchos se dedican a buscar algo, es más fácil que lo encuentren. A
pesar de ser una experiencia personal, la búsqueda de Dios en comunidad es muy importante.
Porque de esa manera tendremos al Espíritu Santo entre nosotros, inspirándonos como a la
primera comunidad de cristianos. (Salmos 9:10)
Por eso, debemos ir a la iglesia con mucha fe y alegría (Hebreos 10:25). Allí estarán la comunidad
y el pastor que nos ayudarán a encontrar a Dios en nuestra vida.
Conclusión
La búsqueda de Dios debe ser nuestra preocupación constante. No debemos acostumbrarnos a
que somos personas de fe. Porque podemos alejarnos de Dios si no estamos en su búsqueda día
tras día. Solamente si lo buscamos podremos elevar nuestra mente hacia Él y encontrarlo en
nuestro corazón.

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