Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
. _______________________________________________________________________________
Diplomado
1
Neumatología
Introducción
El Nombre del Espíritu Santo
(2) la doctrina de los seres angelicales, tanto los caídos como los ángeles
propiamente dichosos, y
(3) el estudio específico del ser inmaterial del hombre, cuyo división del tema
ahora se conoce con el nombre de Psicología.
(1) No falta una completa revelación sobre el Espíritu Santo, con todo, el
descuido, la ignorancia, el error, son transmitidos de maestros a discípulos tan
libre y efectivamente como lo es la verdad. “ Y será el pueblo como el
sacerdote” (Os. 4:9) es un principio que podría parafrasearse de este modo: “Y
será el discípulo como el maestro.”
Juzgando por la limitada mención que la doctrina del Espíritu Santo ha recibido
de manos de los que han tratado de escribir obras sobre Teología Sistemática,
fácilmente se descubre la razón que explica el por qué sus discípulos le dan tan
poca consideración al tema. Casi cada error o énfasis desproporcionando sobre
algún aspecto de parte de unos pocos, son causados por el descuido de la
verdad de parte de muchos. Los errores de muchos teólogos con su indebido
uso de términos bíblicos y sus asunciones nunca se hubieran desarrollado si la
correcta y completa doctrina del Espíritu Santo se hubiera enseñado
regularmente en sus debidas proporciones.
(2) Una vez más, una razón del fracaso general en reconocer la Persona y obra
del Espíritu Santo se debe al hecho que, dentro de la posición de lo que
comprende ordinariamente la verdad revelada la doctrina del Espíritu Santo no
se promulga como un objeto de fe, como lo son el Padre y el Hijo. No se dice
que la salvación depende de la fe en el Espíritu Santo, como en el caso del
Padre (comp. Ro. 4:24), o del Hijo (Jn 3:16). Solamente cuando se abordan las
más profundas verdades relacionadas con el poder del Espíritu Santo dentro
del creyente es cuando se vislumbra el pensamiento de la dependencia del
Espíritu Santo.
Así ha resultado como un efecto general que el Padre y el Hijo son realmente
estimados como objetos de la fe salvadora y de algún modo al Espíritu Santo
se priva de la debida consideración.
(4) Finalmente, hay una razón para el descuido general tocante a la doctrina
del Espíritu Santo y se halla en el hecho que su obra como ejecutor de la
Deidad a menudo se atribuye a Dios en una manera más o menos impersonal.
Así la preciosa verdad de que ciertas cosas son hechas específicamente por el
Espíritu Santo se pierden dentro de una generalización. De estos cuatro
factores, que juntos son responsables, las más de las veces, de la falta de
dársele la debida consideración a la persona y obra del Espíritu Santo, la
primera (descuido, ignorancia y error, los cuales pasan de maestros a
discípulos) es la fuente más prolífica de la dificultad.
Si los hombres del púlpito hubieran predicado y enseñado esta grande línea de
la doctrina ellos mismos hubieran aprendido tanto, y nadie puede calcular la
pérdida en cuanto a la vida práctica cotidiana del pueblo de Dios que ha
resultado al rehusársele esta verdad.
La situación reconocida por todos los que conocen estas doctrinas (y casi
ninguno de los pocos himnos de la Iglesia que hablan de la doctrina del Espíritu
Santo son escriturales) se explica por el hecho de que no se ha dado la debida
atención a este tema. Nada se puede ganar meramente deplorado las
condiciones desafortunadas. Se necesita enseñanza constructiva, y tanto los
pastores como los maestros haría bien en calcular el gran énfasis que debiera
dársele a este tema, de acuerdo a la extensión con que aparece en el Nuevo
Testamento, más bien que caer dentro y ser parte del prevaleciente descuido
de estas porciones sobre esta verdad vital.
Introducción
El Nombre del Espíritu Santo
Los autores han escrito muchas páginas probando la Deidad y personalidad del
Espíritu Santo. La tarea no es difícil, porque cada referencia es, directa o
indirectamente, un testimonio a favor de Su personalidad y Deidad esenciales.
Algunas veces se afirma que los mismos argumentos que prueban la Deidad
del Hijo, el Cristo, sirven para demostrar la Deidad del Espíritu Santo, lo cual
es cierto en sumo grado, pero, a pesar de eso, hay una diferencia, porque la
Deidad de la Segunda Persona está comprendida con la asunción de su
humanidad a través de Su encarnación, mientras que en la Deidad del Espíritu
Santo no está involucrado tal hecho. El Espíritu Santo siempre mantiene un
modo de acción que queda totalmente dentro de la esfera de lo que pertenece
sólo a Dios.
(3) El Espíritu Santo ejecuta las obras y ejerce las prerrogativas de la Deidad.
Los intentos que se han hecho por los hombres aun para ilustrar a la manera
trinitaria en cuanto al Ser de Dios, han sido rechazados, declarando que más
bien conducen a la confusión, produciendo incomprensión, antes que ayuda.
Así también el segundo podría haber cambiado lugar tanto con el primero como
con el último. Hay una razón para el orden en que estos nombres aparecen y
que es enteramente aparte de la idea de una escala descendente en
importancia. En los eternos consejos de Dios, y claro está, por lo poco que ha
sido revelado a os hombres, evidentemente el mismo orden es establecido.
Así también el credo de Atanasio, declara: “El Espíritu Santo es del Padre e
hijo, no hecho ni creado, ni engendrado, sino procedente (Watson, loc. cit.).
Del mismo modo los Treinta y Nueve Artículos sostienen: “El Espíritu Santo que
procede del Padre y del Hijo, es de una substancia, majestad y gloria con el
Padre y el Hijo, verdadero y eterno Dios” (citado por Watson, loc. cit.).
En una introducción al libro del Dr. A. J. Gordon, The Ministry of the Holy Spirit,
(El Ministerio del Espíritu Santo) el Dr. F.B. Mayer escribe:
Una vez más una oportuna advertencia para que no dé la impresión de tomar
en cuenta que la doctrina de la procesión implica alguna variación entre las
divinas Personas en exaltación o importancia. Se ha hecho un esfuerzo en la
Teología Propia para defender la Segunda Persona de la suposición de que El,
siendo la manifestación del Padre y habiendo tenido que encarnarse en forma
humana, es inferior al Padre.
También es importante notar que el Espíritu Santo, tal como aparece Su
nombre en el título completo de la Deidad, aunque siempre enviado por el
Padre y el Hijo, es eternamente igual al Padre y a Hijo. La gran revelación de
que el Hijo es engendrado por el Padre y que el Espíritu procede del Padre y
del Hijo, debe tomarse sin confundirla con las relaciones humanas, porque,
mientras las Escrituras indubitablemente presenta la doctrina de la Procesión
estas mismas Escrituras positivamente anuncian la absoluta igualdad de las
Personas dentro de la Deidad.
En la Obra de la divina interrelación que se manifiesta en la redención, el Hijo
vino al mundo para hacer la voluntad del Padre (He. 10:4-7) y el Espíritu está
sujeto a ambos, al Padre y al Hijo, todavía hay que recordar que Cristo se
sujetó también al Espíritu. Está escrito: “Y Jesús, lleno del Espíritu volvió del
Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto” (Lc.4:1).
De esta manera, la noción humana de que el mayor ha de ser servido por el
menor, es enteramente extraña en la interrelación divina. El Hijo no es menos
igual al Padre, aunque El busca la gloria del Padre (Jn. 14:13), y el Espíritu no
es menos igual con el Padre y el Hijo, aunque El busca la gloria del Hijo (Jn.
16:14).