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Introducción
Por otro lado, es cierto que el realismo francés de preguerra, con filmes como “El
Muelle de las brumas” (Quai des brumes, 1938) de Marcel Carné, “Amanece”
(Le jour se leve, 1938) también de Carné difuminaban adrede los contornos
orgánicos de sus personajes y escenarios. En “La bestia humana” (La bête
humaine, 1938) Jean Renoir, el genio detrás de “La Gran Ilusión” (La grande
Illusion, 1937) y “Las Reglas del Juego” (La Règle du Jeu, 1939) también había
adelantado en mucho la constitución de un nuevo anti- héroe y dado a
cuestiones como el vagabundeo (sobre todo en “La bestia…” ), un lugar
preponderante. Incluso Abel Gance, con su legión de muertos que se levantan de
la tumba para exigir paz en “Yo Acuso” (J´accuse, 1939), o con la delicada
poesía de “El paraíso perdido” (Le paradis perdu, 1939) se alejaba de los
patrones del realismo hegemónico al dar un lugar preponderante a lo imaginario.
Entonces, también el realismo francés de preguerra estaba poniendo en duda,
cuestionando las bases orgánicas del realismo de la imagen- acción convencional.
Ese régimen descansa sobre el desenvolvimiento lineal de relaciones lógico-
causales que sostienen el desarrollo económico de una narración. En otras
palabras, implica un desenvolvimiento de la Razón en tanto lógica, determinada
por continuidades y cortes racionales que terminan configurando conjuntos o
sistemas cerrados, artificialmente cerrados. Una economía de la narración regula
precisamente ese intento de cierre de los bordes gracias al establecimiento de
relaciones causa- efecto, situaciones determinadas y personajes concientes que
reaccionan motrizmente (efectuando, actualizando acciones) frente a lo que ven
o perciben.
Pero es la emergencia de la Imagen- pulsión, la irrupción de lo pulsional-
pasional, o de la afección en estado “puro” lo que viene a comprometer, en este
cine francés de preguerra, las condiciones de producción del realismo clásico, del
cerebro clásico. Es imposible no considerar aquí la poesía de Jean Vigo (en
L´Atalante, 1934, por ejemplo), con el personaje encarnado por Michel Simon
que guarda en su camarote pedazos, fragmentos, objetos parciales arrancados a
un mundo, el de la tierra, que le es ajeno, a él, eterno vagabundo del Sena.
Tampoco es posible olvidar, hurtar de nuestra memoria al personaje de la recién
casada, arrancada de la inmovilidad de la tierra (aunque la tierra no es inmóvil,
sino plenamente móvil, como luego lo demostrarían Gremillón o Rouquier con su
inmortal “Farrebique”, de 1946), que arrastra por la cubierta de la barcarola
que pasa (La Atalante) su blanco vestido de novia a la luz mortecina del
atardecer del tiempo. Tampoco podemos olvidar, los que vimos la película, el
encuentro del esposo abandonado con la imagen de su amada en el fondo del
agua.
L´Atalante no fuerza a pensar en un estado líquido de la imagen. Incluso
podemos afirmar que buena parte del cine francés de preguerra ya presentaba
una estado líquido de la imagen que no puede sino remitir al paso del tiempo,
como ocurre efectivamente en “Un domingo en el campo”. Sus alegres y
despreocupados personajes volverán a encontrarse años más tarde, cuando de
los surcos que abre en el agua la mano de la joven enamorada, ya no quede sino
el recuerdo confuso de una tarde de domingo en el río. El río, el agua, lo
fluyente, define a este cine. La mecánica de los líquidos sortea todos los límites,
atraviesa todos los conjuntos cerrados para hacerlos precipitar en la virtualidad
de lo Abierto. Se trata de un cine que, sin abandonar la idea de las relaciones
conmensurables entre imágenes, las relaciones racionales entre elementos,
fuerza a la imagen a encontrar su propio límite dentro de sí misma, la fuerza a
reencontrar su propia relación con lo abierto.
No de casualidad, el naturalismo de Zola tendrá mucha preponderancia sobre
esta nueva forma de poética cinematográfica (“Naná”, “La Bestia Humana”,
etc.), con sus personajes cargados de pulsión y afectos reprimidos. El
naturalismo fuerza la descripción, la lleva a su punto máximo de expresión, hasta
Les Cahiers du Cinéma, nro. 1, hacerla irreal por trabajo en exceso. Es como descubrir en la descripción
1951 exhaustiva que la afección y la potencia, más allá de las acciones, también
forman parte de la realidad, como lo demuestra Bresson ya desde sus inicios con
“Los ángeles del pecado” (Les anges du peche, 1942).
Bresson hará de la realidad espiritual, de la determinación espiritual, y no de las
relaciones causales, no de las acciones, el verdadero objeto de su cine. Es un
camino en el cual lo había precedido Dreyer, pero que luego lo continuará, ya
dentro de la NVF, Rohmer, por ejemplo.
También en los Estados Unidos, Orson Welles había demostrado con su “El
Ciudadano” (Citizen Kane, 1941) la potencia de lo falso. Los hechos y
acontecimientos que rodean a ese enigma llamado “Rosebud”, que son la clave
del conjunto cerrado llamado Kane, nunca son develados totalmente. A Kane lo
conocemos de a jirones, a partir del relato fragmentario de aquellos que alguna
vez lo conocieron parcialmente. La totalidad nunca llega a colmarse.
Lo mismo podría decirse del cine de Ozu en Japón. Sus famosas “naturalezas
muertas”, no son otra cosa que la introducción de un poco de viento del tiempo
en la narración. De hecho, es como si estas experiencias con lo virtual, en el
juego con el agua del cine francés de preguerra, en el juego de los espejos a los
que era tan afecto Welles, o las tomas en que Ozu muestra las formas
inmutables del tiempo en medio de un conjunto que cambia vertiginosamente,
son como los antecedentes (podríamos citar muchos más), los síntomas que
delatan la crisis de la Imagen-movimiento. Revelan la crisis de la idea tradicional
de montaje. Muestran que los grandes filmes, las imágenes que atesoramos en
nuestra memoria de aquellos momentos en que el cine pudo conmovernos
realmente, no pasan casi nunca por las acciones. Pero la ruptura decisiva de un
modo y un modelo de hacer cine 3 advendrá con el Neorrealismo Italiano.
Lo cierto es que, a pesar de todas las dificultades que tuvo para su difusión
dentro de la Italia fascista, “Obsesión” puede con justeza ser considerada como
la primera película neorrealista.
Después vendrá la famosa trilogía de Roberto Rossellini: “Roma Ciudad
Abierta” (Roma, citta aperta, 1945), “Paisá” (Idem, 1946) y “Alemania año
cero” (Germania anno zero, 1947).
Poco tiempo después vendría “Lustrabotas” (Sciuscia, 1946), “Ladrones de
bicicletas” (Ladri di biciclette, 1948), “Milagro en Milán” (Miracolo a Milano,
1951), y la incomparable “Umberto D.” (idem, 1952), todas ellas debidas a
Vittorio de Sica.
Vayamos de lo más evidente a lo menos evidente. El neorrealismo italiano viene
a demostrar:
1. Que es posible realizar cine sin la intervención de los grandes estudios. Hasta
ese momento, el hacer cine aún era pensado como producto estrictamente
industrial, hecho por profesionales en las fábricas dedicadas a la elaboración de
dichos productos: los estudios de Hollywood, los de la U.F.A. o de la D.E.F.A., en
el caso alemán, o Cinecitta, en el caso italiano. Rossellini demuestra que puede
hacer cine sin el respaldo de un poderoso aparto industrial detrás. Rossellini hace
intervenir, crea, un impensable.
3. Eso no quiere decir que hoy no se sigan haciendo películas según el modo y el
modelo clásico.Sin embargo, como dice Deleuze, “el alma del cine ya no pasa por
allí”. La búsqueda, el encuentro y la creación cinematográfica ya circula, después
del neorrealismo, por otras vías.volver
7. Poco importa que, en la realidad del filme, la secuencia haya sido filmada con
varias tomas. Tal como señalaba Godard con respecto a Visconti, Rossellini
también conseguía dar la sensación de un largo, interminable travelling o plano
secuencia a partir de sucesivas tomas. Es esa sensación de tiempo “real”, que
tanto buscaba Bazin en el neorrealismo, lo que interesa.volver
10. Ciudad donde hoy en día se celebra anualmente, a principios del mes de
octubre, el prestigioso e importante “Festival des Cinémas Et Cultures de
L´Amerique Latine”.volver
Los 400 golpes (Les quatre 11. Indicamos los títulos que tuvieron en castellano únicamente en los casos en
cent coups) de François que los filmes, según nuestra información, han sido exhibidos en alguna
Truffaut, 1959 oportunidad en Argentina.volver
12. “El Diablo en el cuerpo” (Le diable au corps, 1949), “Rojo y Negro” (Le Rouge
et la Noir, 1954), “La Travesía de París” (Le traversée de París, 1956), etc.volver
13. “La sinfonía Pastoral” (la Symphonie pastorale, 1946), sobre la novela de
André Gide, “Comisario Maigret” (Maigret tend un piége, 1958), “La Princesa de
Cleves” (La princesse de Cleves, 1960).volver
14. “La batalla del riel” (La bataille du rail, 1946), “La Bella y la Bestia” (La belle
et la bête, 1946- cood. Jean Cocteau), “Juegos Prohibidos” (Jeux interdits,
1952), “Gervaise” (Ídem, 1956), “A pleno sol” (Plein soleil, 1960), “¿Arde París?”
Paris Brule- t- il?, 1965).volver
15. “El cine según Hitchcock” (Le cinéma selon Hitchcock), hay varias ediciones
en castellano.volver
17. Véase la segunda clase de nuestro cuarto seminario “Cuando soplan nuevos
vientos”, para una mayor información acerca de la historia de la D.E.F.A.volver