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III

TERCERA ACEPCIÓN DEL PRINCIPIO DE POLARIDAD

«Una ley es el proceso por el cual se manifiesta lo que no se ha


manifestado […]».
Las siete leyes espirituales del éxito
Deepak Chopra

Concluir que solo son dos las acepciones descritas


en los capítulos precedentes que caracterizan al principio
de polaridad nos parece algo limitado, porque todo
quedaría restringido al plano estrictamente material, y
por tanto estaríamos observando un parte del todo.
Se ha explicado que las dos acepciones que hace
referencia El Kybalion a este principio son, uno, que «los
opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en
grado», y dos, que «todo tiene su par de opuestos», se
cumplen en los planos tangibles (sal, sonido, luz, mesa,
libro, montaña, río) y abstractos, mentales, principios o
ideas (electricidad, amor, vida, verdad). Podemos
rescatar también, a partir de estas dos acepciones, cuatro
aspectos que nos parecen fundamentales: uno, que los
opuestos son idénticos en naturaleza, dos, que los
opuestos se diferencian en grado, tres, que todo tiene su
par de opuestos, y, cuatro, como contrapartida del

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aspecto anterior, que todo no tiene su opuesto.
A pesar de que ahora el principio de polaridad nos
parece más claro, todavía nos inquieta la particularidad
que se ha deslizado en los capítulos precedentes y que
sucede con la manifestación de los principios, como una
tercera acepción, pero veamos antes un concepto que no
parece de suma importancia.
Cuando leí Las siete leyes espirituales del éxito de
Deepak Chopra, me fue difícil entender lo que para él
significaba el concepto de ley. Decía:

«Una ley es el proceso por el cual se manifiesta lo que no se


ha manifestado; es el proceso por el cual el observador se
convierte en el observado; es el proceso por el cual el que
contempla se convierte en paisaje; es el proceso a través del
cual el que sueña proyecta el sueño. Toda la creación, todo lo
que existe en el mundo físico, es el producto de la
transformación de lo inmanifiesto en manifiesto. Todo lo que
contemplamos viene de lo desconocido. Nuestro cuerpo, el
universo físico —todo lo que podemos percibir por medio de
los sentidos— es la transformación de lo inmanifiesto, lo
desconocido e invisible en lo manifiesto, lo conocido y lo
visible. […]»

Debido a mi formación en ciencias, consideraba que


la descripción y explicación de un Fenómeno de la
Naturaleza se podía expresar mediante un lenguaje
matemático, o fórmula, y que el comportamiento de este
Fenómeno la debía seguir con exactitud y que, además,
ésta, la fórmula, podía ser comprobada en laboratorio
cuantas veces uno quisiera. A la referida fórmula
matemática solíamos llamar Ley. Podemos citar, como
ejemplo, la ley de gravedad, las leyes del movimiento de
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Newton, las de transferencia de calor, las de dinámica de
fluidos, la de la electricidad y magnetismo, las de óptica
y las de tantas otras verdades de la naturaleza, de modo
que si en un examen o si alguien me preguntaba acerca
de una ley cualquiera respondía con la formulación
correspondiente, y era válida.
Sin embargo, con el tiempo, caí en la cuenta que
una fórmula no era una Ley, sino que la expresaba, la
representaba, la describía y la explicaba, porque una Ley,
concluía, no era otra cosa que ese mismo Fenómeno de la
Naturaleza, una Verdad que logramos captarla y
capturarla en una simple fórmula. Una Ley, entonces,
vista como una noción de algo abstracto e
incomprensible, se transformaba con la fórmula en algo
concreto y comprensible.
Pero lo que anotaba Chopra no era así exactamente.
Como lo entiendo ahora, dice este autor que Ley es algo
más que plantear fórmulas matemáticas y algo más que
la Verdad sin manifestarse, es el proceso por el cual esa
Verdad logra manifestarse en nuestro mundo físico para
poder ser comprendida, tal como el proceso de un
descubrimiento científico que es el proceso por el cual se
puede descubrir el comportamiento de lo inmanifiesto, o
de lo incomprensible, hasta manifestarse en una fórmula,
proceso que debe empezar con la curiosidad del
buscador, continuar con la observación, la meditación, la
prueba, el error, otra prueba, la repetición y finalmente el
descubrimiento acompañado de un sonoro: “¡Eureka!”.
Aunque no tuviera razón, y aunque todavía me es
difícil asimilarla, me parece que esa fuera la explicación.
Deducimos o descubrimos las Leyes, o Principios, a partir
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de la observación minuciosa y paciente de su
manifestación. Newton no hubiera publicado en 1672 su
ley de la gravitación universal si no hubiera meditado
acerca de la atracción de los cuerpos luego de haberle
caído una manzana en la cabeza y, tal vez, tampoco
hubiera tenido necesidad de desarrollar el cálculo
infinitesimal para poder formularla; Sigmund Freud no
hubiera revolucionado la psicología a través de su
psicoanálisis si antes no hubiera estudiado el
comportamiento humano; y Kepler no hubiera publicado
en 1609 sus tres leyes acerca del movimiento de los
planetas alrededor del sol si previamente no los hubiera
observado, y así como los grandes descubrimientos de la
ciencia se basan en la observación minuciosa de su
manifestación, también el resultado de una composición
artística o de una obra no podría mostrarse si antes el
artista o el ejecutor no hubiera trazado el modelo en su
mente.
Beethoven no hubiera terminado en 1823 su
hermosa Novena sinfonía si antes, a pesar de experimentar
una sordera completa, no la hubiera percibido; Leonardo
da Vinci no hubiera pintado La última cena a fines del
siglo XV si antes no la hubiera imaginado; y Gabriel
García Márquez no hubiera escrito Cien años de soledad
sin antes haberla recreado en su mente. En cuanto al
ramo de la construcción, el ingeniero no hubiera
construido el puente, o el edificio, o la carretera, o la
máquina, si previamente no hubiera plasmado en un
plano lo que estaba ideando, y los hombres comunes y
corrientes, como nosotros, no hubiéramos logrado
nuestras metas por más nimias que nos hayan parecido
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si antes no hubiéramos sentido el deseo de conseguirlas.

Si lográramos mirar en retrospectiva veríamos que


todo lo que fue hecho o fabricado por el hombre, que es
casi todo lo que usamos, vemos, escuchamos, tocamos,
olemos y degustamos, no es otra cosa que la
manifestación de lo que en un tiempo pretérito se
encontraba en la mente de alguien, y luego de otros,
pues nada de eso existía antes, excepto, claro, el universo
y la naturaleza, hasta que fue hecho o creado para
manifestarse lo que el hombre en algún momento ideó, o
se imaginó, primero algo simple como una rueda, luego
una carreta, un motor, un tren, un carro, un avión y por
último una nave espacial.
Primero algo simple y luego algo más sofisticado, y
otro más aún. Se inventó la imprenta, siglos después el
semiconductor, el microchip y luego el computador, la
informática y finalmente el libro digital, y sobre la base
de los primeros inventos o descubrimientos, y de los
subsiguientes, como efectos multiplicadores, la creación
por parte del hombre se va proyectando hacia un
abanico de posibilidades casi ilimitadas.
Este, nos parece, es el concepto de Ley, en
manifestarse lo que era inmanifiesto y, como podemos
observar, nosotros, los seres humanos, somos los
protagonistas de ese proceso.
Todo lo que el hombre descubrió, o creó, entonces,
debió nacer en su mente, en la mente de alguien, de

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modo que lo que antes era inmanifiesto, porque no
pasaba de una idea, porque se encontraba en la mente
del ese alguien, se transformaría luego en manifiesto.
Germinaría hasta dar fruto desde una condición
intangible a otra tangible.
Pero debió haber un hito significativo, un punto de
partida, tal vez ese punto pudo haber sido el deseo, y por
eso creemos que a Newton no le cayó una manzana
cualquiera sino una roja, grande, pesada, y desde tan alto
que le debió haber dejado al insigne matemático la
cabeza rota o una hinchazón tan grotesca que de rabia
debió haber tomado y lanzado esa manzana contra el
árbol con tanta furia que los pedazos salpicaron en todas
direcciones para caer finalmente al suelo y, tal vez, en ese
instante se le ocurrió, intrigado, pensar en el motivo por
el cual la manzana, y cada componente, siempre caía, y
deseó conocer la causa.
Tal vez el cuento de la manzana solo fue una
leyenda, pero sea como fuere, con su trabajo, lo
incomprensible se convirtió en comprensible. La caída de
la manzana, manifestación de la ley de gravedad, pudo
comprenderse luego a través de una fórmula matemática
y, sobre esa base, el hombre calculó la fuerza que un
objeto debía alcanzar para vencerla. Entonces pudo
manejar el combustible e inventar el avión.
De forma similar, pero en otra dimensión, ocurre
con los Principios universales, abstractos en esencia,
inmanifiestos hasta manifestarse: no podríamos
comprender el Amor, por ejemplo, sin muestras de
cariño, la Verdad sin los hechos, los seres y los objetos, la
Justicia sin un veredicto justo, y así como tampoco
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podríamos hablar del Conocimiento sin el estudio, de la
Familia sin los hijos y de la Vida sin el latido, tampoco
podríamos comprender la Imaginación si no se
manifestara en la imagen, la Inteligencia en el
entendimiento y la Salud en el bienestar. Daniel
Medvedov, en su Arquetipología, dice: “[...] Estos
Principios por ser nociones impalpables, intocables, inefables e
intangibles, no es posible definirlos, y por lo mismo, su
expresión y manifestación en la lengua necesita de un soporte
palpable, tangible y consistente, para hacer las veces de puente
entre lo intangible y lo palpable y de embajador de lo inefable.
En cuanto a su definición, este elemento debe ser expresado en
términos de la lengua y tangible en hechos naturales. [...]”1.
¿Habrá acaso un Principio que se explique por sí mismo?
¿Podría explicarse acaso la Justicia sin un veredicto justo?
¿O la Vida sin el latido? ¿O el Amor sin muestras de
cariño? ¿O una Familia sin hijos?

Tal vez el principio o ley podría explicarse de mejor


modo con la electricidad, aunque este principio, que es
algo abstracto, reviste de una especial característica
porque su manifestación puede ser traumática; la razón
por la que mucha gente le tiene miedo es porque sabe del
peligro que puede acarrear. Sucede que si una persona
muriera electrocutada nadie se arriesgaría a calificar a la
electricidad como algo nocivo. Se diría de la víctima que
fue imprudente, que estuvo distraída o que el accidente

1
Daniel Medvedov. ARQUETIPOLOGíA. Neo-teoría del conocimiento
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devino de una acción temeraria. Con la electricidad no se
juega porque sabemos de sus consecuencias toda vez que
su manifestación es objetiva y concreta.
Mucho antes de descubrirse, la electricidad existía
sin manifestarse, excepto, claro, durante las tormentas
eléctricas, de modo que hubo de haber un proceso desde
el descubrimiento de su existencia, el conocimiento de su
comportamiento a través de fórmulas para
comprenderla, generarla, hasta usarla al lograr su
manifestación en las lámparas y los aparatos eléctricos.
Hecha la introducción del principio de la
electricidad, regresemos ahora a nuestro tema. Es posible
que de una forma práctica y sencilla un interruptor, que
controla el prendido y apagado de una lámpara, pudiera
representar el concepto de Ley que explica Chopra. Al
accionarlo en la posición de encendido (proceso), recién
la electricidad, que se encontraba inmanifiesta, se
manifestará al encender la lámpara, de lo que se puede
deducir que ese encendido se debe a la existencia de la
electricidad. Si la electricidad no fluyera por encontrarse
el interruptor en la posición de apagado, sería imposible
que la lámpara pudiera encender, y por tanto la
electricidad manifestarse.
Creemos entonces en la electricidad ante la
evidencia de su manifestación.
Podemos mejorar este circuito introduciendo ahora
un regulador de tensión o diferencia de potencial
(medido en Voltios), que serviría también para regular la
intensidad de iluminación de la lámpara, tal como se
expuso en el capítulo anterior pero con otras
consideraciones. Observaremos que en tanto el
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interruptor se encuentre en la posición de apagado, la
lámpara se mantendrá también apagada a pesar de todo
intento de manipulación del regulador.
Si el interruptor se encuentra en la posición de
encendido, y si al regulador de tensión lo llevamos a su
valor mínimo, la diferencia de potencial tendría un valor
de cero, y en cumplimiento con la ley de Ohm (ver
capitulo anterior) no habría circulación de corriente
eléctrica (I = E/R = 0/R = 0), y por lo tanto no habría
ningún efecto lumínico en la lámpara, o en otras
palabras, no habría ningún fenómeno físico ni cambio
alguno ni nada relevante que observar porque la
electricidad no estaría manifestándose. La lámpara
permanecerá inerte, como si el circuito que la alimentara
no estuviera conectado a un tomacorriente o alimentador
eléctrico, o como si los dos polos se juntaran, se
fusionaran y por tanto se anularan.
Lo mismo sucede si desconectamos uno o los dos
polos, evento al que se le llama circuito abierto. Pero una
vez que levantemos algo de la diferencia de potencial,
observaremos un halo sutil de iluminación en la
lámpara. Para que la lámpara encienda, necesitará
entonces de una diferencia de potencial, es decir, de dos
valores diferentes de voltaje en sus extremos, de un valor
menor y de otro mayor, del polo negativo y del positivo,
y ambos idénticos en naturaleza pero diferentes en
grado. Ambos se necesitarán para hacer funcionar la
lámpara.
Si se regulara la diferencia de potencial de modo
que ambos polos se igualaran, entonces la diferencia de

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potencial sería cero, se anularían los opuestos y por lo
tanto no podría manifestarse nada.
Por consiguiente, para que una ley, o un principio,
como la electricidad, pueda manifestarse, debe tener y
contener su par de opuestos, y por lo tanto, al polo
negativo no deberíamos llamarlo malo ni al positivo
bueno, porque ambos son buenos y necesarios para que
la electricidad pueda manifestarse.
Probemos lo que acabo de afirmar. Enchufemos una
carga, ya sea una lámpara o una licuadora. En
condiciones normales podremos observar su
funcionamiento. Ahora veamos el enchufe. Observemos
que tiene dos bornes o patitas. Eliminemos ahora a una
de ellas, a cualquiera de ellas, de modo que el enchufe se
quede con una sola patita, y enchufemos. Así, en esa
nueva condición, con un solo borne enchufado sería
imposible observar el funcionamiento de la lámpara o de
la licuadora. Parece elemental, pero en eso exactamente
se basa este principio, en las dos patitas del enchufe, que
en realidad no sabemos cuál es positivo ni cual negativo.
Sabemos solamente que para que la lámpara o la
licuadora funcionen, el enchufe debe contener con las
dos patitas (o con los dos polos opuestos). La falta de
cualquiera de ellas inhabilitará el funcionamiento de la
carga.
Por otro lado, no debemos eludir el hecho de que
para que la lámpara encienda debe fluir cierta cantidad
de corriente eléctrica y, para que ésta fluya, debe
proveerse de una diferencia de potencial y por tanto de
electricidad. En otras palabras, el principio de este
fenómeno es la electricidad conformada por dos
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componentes complementarios, opuestos pero no
contradictorios, que se necesitan uno del otro y que se
ubican en ambos extremos de la diferencia de potencial,
forma única y necesaria con que puede manifestarse la
electricidad primero como corriente eléctrica y
finalmente como energía lumínica (en la lámpara).
Este, en la manifestación, a nuestro juicio, es la
tercera acepción del principio de polaridad, pero que se
cumple solo en los principios y leyes de la naturaleza (y
no en lo que ya se encuentra manifestado), razón por la
cual estos, los principios, que responden a características
abstractas, pueden comprenderse con los hechos y con
los actos.

El diccionario define al amor, entre otras acepciones,


como el sentimiento que experimenta una persona hacia
otra a la que se le desea todo lo bueno, y como tal, ese
alcance nos parece tan frío y ambiguo porque trata de
describir a un principio, a una idea, a algo abstracto, que
mejor creemos podría comprenderse, como acabamos de
señalar, con los hechos y con los actos.
Cuando con su cuerpo la madre protege a su bebé de
un derrumbe, o cuando el padre nada hasta el
agotamiento extremo para salvar a su hijo de morir
ahogado, o cuando el marido arriesga la vida para
proteger a su mujer del asesino, todos estos son actos de
amor, como lo son también el permanecer en vela ante el
estado grave de uno de nuestros padres, o el formar a los
hijos para que algún día constituyan sus propias familias
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y vivan independientes. Estos eventos no requieren
mayor explicación para entender el amor porque los
hechos mismos lo muestran y lo demuestran.
Podemos ampliar el razonamiento del siguiente
modo. Por mejor definición o exactitud que logremos dar
a una idea, a un principio, o a una palabra abstracta, nos
podrá parecer fría y ambigua si no se le puede ver, tocar,
oír, degustar u oler, porque quedará restringida a ese
mundo. Esa es nuestra opinión, por lo que percibimos y
no por lo que se dice o debiera decirse de aquello que
percibimos. Como las descripciones o definiciones de ese
mundo abstracto quedan en lo abstracto, dificultan por
lo tanto visualizar su significado, a no ser que esa idea,
ese principio o esa palabra abstracta se pueda concretizar
o manifestar con los hechos para recién entender de
mejor modo su significado por la razón de que nosotros
vivimos en un mundo concreto, en un mundo en el que,
como dijimos, vemos, tocamos, oímos, degustamos y
olemos.
Por ejemplo, si mi nieto me preguntara qué es la
electricidad y si le respondiera que es una forma de
energía que aun hoy día no puede ser contestada
satisfactoriamente por lo que se ha convertido en uno de
los mayores misterios de la naturaleza pero que sin
embargo la podemos generar entre otros modos por la
rotación de una bobina entre unos polos magnéticos y
que por inducción… Etc., Etc., (y así la definiera con
exactitud), de hecho que el pequeño voltearía, miraría el
cielo, la luna y se pondría a contar las estrellas o hacer
globos con la saliva, pero si le mostrara la forma de cómo
la electricidad se manifiesta, en una lámpara
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incandescente, en un motor o en una cocina eléctrica, y si
le explicara el funcionamiento de cada uno de esos
elementos o equipos desarmándolos y armándolos otra
vez y si además uniera con un alambre los polos de un
enchufe cualquiera e hiciera que mi nieto lo enchufara en
un tomacorriente estoy convencido de que el pequeño ya
no contaría las estrellas ni tampoco haría globos con
saliva sino que me abordaría con más preguntas y, por
efecto del cortocircuito, por la explosión luminosa, o por
el susto al conectar el enchufe cortocircuitado, lograría
de parte de él un profundo respeto por la electricidad.

Sostiene Daniel Medvedov, en su Arquetipología,


que los principios universales, en un número de 23,
pueden mostrarse bajo un modelo único, y pone por
ejemplo a modo de explicación al juego. «La idea de
jugar», dice este autor, «se proyecta en el plano de los
símbolos en dos acciones: el ganar con su ganancia y el
perder con su pérdida. La acción metafórica que reúne los
dos símbolos, o los trasporta, el uno hacia el otro es el
disfrutar. Como prototipo tangible de juego, el juguete se
manifiesta en el mundo humano bajo la forma de las
herramientas o instrumentos del trabajo», en donde el
símbolo, dice el mismo autor, quiere decir complemento,
porque solo ese sentido es operativo en el lenguaje, y por
otra parte, metáfora es la noción que hace referencia al
transporte, a la idea de transportar.

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«Para que los dos términos simbólicos se encuentren y
para que sus aspectos formen un todo y así fundirse y con-
fundirse uno en el otro y uno con el otro, es necesaria una
figura de estilo, o un tropo, un giro operativo, llamado
METÁFORA o transporte. ¿A qué tipo de transporte se refiere
la palabra METÁFORA? Es un transporte transitivo, como
todos los transportes pero al mismo tiempo vital, óntico, un
desplazamiento unificador y unificante. La metáfora es un
FUNTOR, elemento unionista que no solo une, sino también
re-une algo escindido, desplaza una parte hacia su contra-
parte, empuja al uno hacia el otro y prepara el encuentro
ideal de dos estados complementarios o simbólicos para
regocijo de la IDEA, que aunque intangible, es observadora
y cercana a este proceso de unificación»2.

Símbolo 2

2
Funtor

Idea Prototipo
1 4 5

3
Símbolo 1
Fig. 3.1

2
Daniel Medvedov. ARQUETIPOLOGÍA. Información acerca de algunos
conceptos que están en la lengua pero no existen en el lenguaje. NEO-
TEORÍA DEL CONOCIMIENTO.
14
Así, cada idea o principio posee cinco elementos
fundamentales (ver Figura 3.1):

1: Una IDEA (O PRINCIPIO)


2 y 3: DOS SÍMBOLOS (O DOS OPUESTOS),
4. Un FUNTOR (O REGULADOR DE GRADO), y
5. Un PROTOTIPO (O MANIFESTACIÓN DE LA IDEA O
PRINCIPIO)

Sobre la base de este modelo, en la Fig. No 3.2 se


muestra el de la idea del juego, en la Fig. No 3.3 el de la
electricidad y en la Fig. 3.4 el de la luz.

Ganar

2
Disfrute

Juego Juguete
1 4 5

3
Perder
Fig. 3.2

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Polo positivo

2
Diferencia
de potencial

Dispositivo
Electricidad 1 4 5 eléctrico
(lámpara)

3
Polo negativo

Fig. 3.3

Claridad

2
Contraste

Luz Colores
1 4 5

3
Oscuridad

Fig. 3.4

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Como se puede observar, así como la idea del juego
se manifiesta en un juguete, el 1principio de la
electricidad en un dispositivo eléctrico, y de ese modo
poco serviría, porque no tendría sentido, hablar de un
juego sin un juguete y de la electricidad sin un
dispositivo eléctrico. Nos parece que esa es la razón por
la cual un principio deja de tener sentido cuando no se
manifiesta en un hecho concreto, así, el amor deja de
tener sentido en las parejas cuando no se expresan con
cariño, la justicia deja de tener sentido cuando no se
manifiesta en un veredicto justo, la libertad deja de tener
sentido en donde no hay modo de expresarse libremente,
y así como también deja de tener sentido la bondad si no
pudiera manifestarse en la acción, lo bello en el arte, la
tolerancia en el respeto y la verdad en todo lo que existe,
así también el Creador dejaría de tener sentido si no
pudiera manifestarse en su creación.
Consideramos que hasta este punto hemos
completado las bases para entrar de lleno a temas
concernientes a nuestra Orden, toda vez que en el
interior de nuestras Logias podemos observar una serie
de símbolos opuestos, como las piedras bruta y pulida,
los cuadrados blancos y negros intercalados del piso de
mosaicos, el nivel y la plomada, entre otros, que nos
inducen a pensar, por lo que nos dicen esos mismos
símbolos, que forman parte de un principio y que
conducen, por otro lado, a un prototipo, o manifestación,
que trataremos de descubrir, o mejor desenmarañar, en
los capítulos subsiguientes, pero antes veamos un

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principio fundamental, que es la finalidad, o en todo
caso la búsqueda de los masones: el Principio de la Verdad.

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