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BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

ERRNVPHGLFRVRUJ
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El Dr. MACORRA en su época de doctorado, 1960.

Ex-profesor adjunto a la Cátedra Odontológica. Antigua Escuela de Odontología.


Presidente de la Asociación Española de Biofísica y Director del gabinete de
Biomecánica Craneofacial, Doctor en Medicina y Cirugía. Dictante de varias confe-
rencias sobre el lema de Biomecánica Craneofacial en España y Francia.
2
LUIS DE LA MACORRA REVILLA

BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Colaboradora: ALICIA
MARTÍNEZ GONZÁLEZ

ERRNVPHGLFRVRUJ
2
Motivo de cubierta: Hombre de Broken-Silla
Tomado de M. M. (¡erasimo (Moscú)1"

© Luis de la Macorra Revilla 2001

Reseñados todos los derechos.

«No está permitida la reproducción total o parcial de este libro,


ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna
forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico,
por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso
previo y por escrito de los mulares del Copyright.»

Ediciones Díaz de Santos, S. A.


Juan Bravo, 3-A. 28006 Madrid
España
I nternet: http://www.diazdesantos.es
E-Mail: ediciones@diazdesantos.es

ISBN: 978-84-7978-476-8
Depósito legal: M. 1.502-2001

Diseño de cubierta: Ángel Calvete


Fotocomposición: Fer, S. A.
Impresión: Edigrafos, S. A.
Encuadernación: Rustica-Hilos S. A.
Índice

Prólogo .................................................................................................................... IX
Presentación............................................................................................................ XI
Agradecimientos .................................................................................................... XIII
Capítulo 1. Antecedentes, material y métodos ............................................ 1
Capítulo 2. Introducción al estudio de la biomecánica craneofacial
humana y comparada ................................................................... 5
Capítulo 3. El cráneo desde el punto de vista embriológico, anatómico,
funcional, arquitectónico y evolutivo ........................................ 13
Capítulo 4. El cráneo, un edificio singular ................................................... 21
Capítulo 5. El cráneo, rigidez y elasticidad ................................................... 35
Capítulo 6. El tridontón....................................................................................... 39
Capítulo 7. Morfología nasal y oclusión ........................................................ 49
Capítulo 8. Cambios sufridos en el perfil nasal por variaciones en el
equilibrio oclusal ........................................................................... 69
Capítulo 9. Consideraciones biomecánicas sobre un fracaso .................... 77
Capítulo 10. Aportaciones al estudio del tabique nasal y subtabique:
leyes de la diagonal ...................................................................... 85
Capítulo 11. Sobre las formaciones supraorbitarias en fósiles humanos ... 89

Capítulo 12. Morfología frontal y oclusión ..................................................... 99


Capítulo 13 . Oxicefalia ........................................................................................ 101
Capítulo 14. Importancia del factor dental en la aparición del mentón
en la especie humana .................................................................... 103
Capítulo 15. Exploración y registros .................................................................. 111
Capítulo 16. Experimentación animal .............................................................. 117
Bibliografía............................................................................................................... 121
Prólogo

Resulta poco habitual el disponer para la lectura de una obra tan singular
y excepcional por la temática de su contenido y por lo laborioso de su reali-
zación, a través de muchos años de paciente observación y minuciosa expe-
rimentación de su autor, quien es y ha sido maestro de varias generaciones de
estomatólogos y odontólogos, entre los que me considero incluido como
humilde discípulo.
De una persona tan ávida en la adquisición de conocimientos y en la bús-
queda de una explicación ante todo lo que acontece a nuestro alrededor, sólo
se podía esperar un fruto tan maduro, que por el excesivo rigor y exigencias
personales nunca encontraba el momento óptimo para ser ofrecido al públi-
co especializado.
En este libro, se pasa revista a temas paleo-antropológicos que nos ilustran
sobre la evolución y el desarrollo, a lo largo de los siglos, de las estructuras
craneofaciales de los diferentes seres vivos, en un intento de adaptación a las
necesidades y condiciones de vida de cada una de las especies. Esto nos
ayuda a alcanzar un mejor entendimiento del por qué de las peculiares formas
de los distintos complejos estomatognáticos.
Se define la unidad estructural funcional del triodontón como elemento
clave para comprender los principios de la oclusión y la transmisión de las
fuerzas generadas por la dinámica mandibular hacia las demás estructuras.
Estos elementos estructurales transmiten y absorben los vectores de fuerzas,
siguiendo los principios y las leyes biofísicas de la biomecánica aplicadas a)
«edificio» del complejo craneofacial y es esto lo que nos explica el proceso
evolutivo en el desarrollo del sistema estomatognático.
Dentro de este sistema constituido por elementos tan variados como los
dientes, tejidos periodontales de sostén, musculares, articulares, cartilaginosos
y óseos, ya sean neumatizados o no, se tiene en consideración la importancia
y el papel que juegan tanto el tabique como las demás estructuras nasales y
frontales estrechamente relacionadas en su forma con las características de la
función oclusal.
X BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

En definitiva, se trata de una obra en la que por primera vez se nos abre el
horizonte de las perspectivas biomecánicas en la fisiopatología de las espe-
cialidades odontoestomatológicas. Si bien es cierto que resulta habitual el
estudio de la biomecánica aplicada a los alambres, resortes y demás elemen-
tos activos o pasivos en su capacidad de mover o anclar dientes en ortodon-
cia, así como el de los aspectos biofísicos estructurales en los diseños de las
prótesis buco-dentales, debemos reconocer que, hasta la fecha, el descono-
cimiento por los aspectos biomecánicos en el terreno craneofacial es genera-
lizado.
Por todo ello, este libro resulta ser el primer tratado que llena ese vacío en
el conocimiento de los profesionales y nos acerca a ese campo del saber en
lo relativo a una de las ciencias básicas que pensamos no solamente se ve
reflejada en el territorio craneofacial, sino también en el resto del organismo,
desde los pies hasta la cabeza, tal como abogan los principios de la posturo-
logía que como rama de la medicina se preocupa de la importancia del equi-
librio postural en el desarrollo evolutivo del esqueleto y del cráneo de los
seres vivos.

JUAN CARLOS RIVERO LESMES

Profesor Titular en excedencia de Profilaxis, Estomatología infantil y


Ortodoncia de la Universidad Complutense de Madrid.
Director de Máster de Ortodoncia y Ortopedia Dentomaxilar de la
Institución Universitaria Misisipi.
Madrid
Presentación

Soy consciente que la aparición de este libro llega con un considerable


retraso ya que tiene una gestación de 40 años, pero tanto tiempo ha sido nece-
sario para poder construir una base doctrinal que fundamente los cimientos
de la biomecánica craneofacial, que como ciencia de encrucijada no ha sido
cultivada por ninguno de sus colindantes, sino que éstos se han limitado a
coger algunos frutos que, nacidos de ella, son aprovechables para la prótesis,
la periodoncia, la cirugía maxilofacial, la ortodoncia, etc.
Sería deseable que alguno de los especialistas de las ciencias limítrofes
adquiriese el enfoque biomecánico en su campo para poder ampliar los cono-
cimientos que ayudasen a la comprensión de los fenómenos patológicos e
interpretar los desequilibrios funcionales y estéticos.
El objetivo buscado es recoger toda mi experiencia sobre el tema para que
con su lectura en pocas horas el práctico clínico enfoque sus problemas con
una nueva óptica que le ayudará a resolver el caso clínico.
Mi deseo es iniciarte en la biomecánica craneofacial y que su conoci-
miento no te exija la enorme cantidad de tiempo que yo he tenido que inver-
tir para poder darte estos apuntes que quisiera te sean tan prácticos en tu dia-
rio quehacer clínico como lo son para mí.
Porque la aparición del «brote creativo científico» ocurre en terreno inun-
dado por la atención, como consecuencia de la necesidad de calificación de
algún fenómeno. Su presencia aparece en circunstancias de polarización
mental, bañadas de silencio ambiental, confluentes con cierta predisposición
personal, favorecida por el entrenamiento.
En mi caso creo que la polarización mental «obsesiva» sobre la biomecá-
nica cráneofacial dificultó la aparición de dicho brote y fueron necesarios
periodos de descanso más o menos largos con despolarización mental para su
reaparición. Estos descansos producen la sedimentación de las ¡deas en dis-
XII BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

tintos estractos que facilitan su ordenación, que no hubiera sido posible sin la
intervención de todas aquellas personas que de una u otra forma han colabo-
rando en este proyecto.

Luis DE LA MACORRA REVILLA


MADRID, ENERO 2001
Agradecimientos

Intentaré llevar un cierto orden cronológico, temo que alguien quede sin
citar, pero eso no supone ingratitud sino olvido involuntario, por ello debo
citar en primer lugar a quien de un puñetazo me fracturó mis huesos propios
de la nariz. Al doctor Mico, que me redujo la fractura, al profesor Crusafont
Pairó que en varias ocasiones me animó a su publicación. Igualmente quiero
mostrar mí agradecimiento al entusiasmo y ánimo infundido por el doctor.
Vilar Fiol (q.e.p.d.), que tanto ha trabajado en temas limítrofes y que cons-
tantemente me preguntaba ¿cómo va el libro? Al doctor José Domenech, cate-
drático de Anatomía de la Universidad Autónoma de Barcelona, que colaboró
en las operaciones a perros, a Enrique Suárez de Puga, Secretario de
Cultura Hispánica.
Agradecer al doctor Antonio Gallego, de la cátedra de Fisiología de la
UCM, que nos permitió la investigación con animales y especialmente a su
colaborador el doctor Bernardo Marín, que nos resolvió el, para mí, grave pro-
blema de la anestesia de los gatos, también al profesor Rafael Martín, cate-
drático de Anatomía de la Facultad de Veterinaria de Madrid, que nos facilitó
la investigación en perros.
Al doctor). M. Rodríguez Delgado, jefe de servicio de investigación del
Centro Ramón y Cajai, en donde hicimos experimentación en animales, y
mención especial merecen los veterinarios de dicho Centro, doctor Pablo
Jorge y doctora M.a Luisa Sarasa.
A Javier Torres, ingeniero de caminos canales y puertos, profesor titular de
Estructuras en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Cantabria, por su estu-
dio de la antifunicularidad.
Si no hubiera sido por la eficaz colaboración, en una etapa de desánimo,
de mis discípulos Fabiola Kessler, que tantos gatos me ayudó a operar, y
Esteban López-Escobar Benavides, éstos en aquel entonces apuntes se hubie-
ran convertido en un montón de notas dispersas e inconexas.
También agradezco a Marta Hoyos del Río y a Pedro Hernández Valer, así
como a José Carlos de Miguel, alumnos que fueron de Estomatología, por el
entusiasmo y empuje que mostraron con el proyecto del libro.
XIV BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Agradezco sinceramente la colaboración y el asesoramiento prestado por


los componentes de la Asociación Española de Biofísica, doctores M. A.
Hacar Benítez y Miguel Fernández Bollo, ambos ingenieros de Caminos
Canales y Puertos, al doctor Guillermo Serrano Entrambasaguas, Ingeniero
Naval, y a don Miguel Prada Poole, Arquitecto, que aclararon muchas de las
dudas planteadas. Al señor Albarán Castañeda, directivo de Rank Xerox, que
hizo posible el primer paso al ordenador llevado a cabo por mis bijas Amparo
y Sol.
A la doctora Esther Nevado, que ordenó, secuenció y dio forma a tantas
notas sueltas y apuntes barajados con clara visión de que podía llegar a for-
mar una trama filosófica-biomecánica.
A Adela Castán y Fernando Smet, que supieron animarme en mi desfalle-
cimiento como autor y que con su consejo y colaboración me hicieron supe-
rar el bache.
A la doctora Alicia Martínez González que con su constancia, interés,
método y orden, contribuyó de manera definitiva a dar forma a este trabajo
que ahora tienes en tus manos. A su marido, el doctor J. R. Almoguera, que
paciente y desinteresadamente volvió a pasar al ordenador la última versión
de los apuntes.
A todos mis pacientes, que soportaron mis observaciones, modelos, foto-
grafías, mascarillas, etc., con deportividad científica, contribuyendo a fijar las
relaciones de su oclusión con la morfología de su pirámide nasal.
Por último, a mí familia, esposa e hijos, a los que resté atención durante
tanto tiempo por mi obsesión hacia la biomecánica.

Luis DE LA MACORRA REVILLA


«Recordando al doctor Gregorio Marañen, en el prólogo del
libro de E. Muñoz F. y A. Mundo, El bazo y sus funciones, de la
Universidad de Granada, 1952:
Los hallazgos definitivos no han surgido de una verdad nueva,
sino de una ordenación racional de una serie de verdades
conocidas y dispersas: racional o causal, porque en este juego
de estructuración de datos no sistematizados ocurre como en la
solución de los rompecabezas, que unas veces surge del ingenio
y otras del puro azar. Lo que no puede faltar nunca es la
atención. La atención es en la Ciencia lo que la luz en el cuarto
oscuro, que de repente se ilumina y parece que crea lo que, sin
embargo, estaba allí y no alcanzábamos a ver.»
1
Antecedentes, material
y métodos

Ya desde los primeros años del bachillerato mi entretenimiento favorito


era jugar con mi buen amigo Ricardo Mata, q.e.p.d., a un juego que nos
inventamos entre los dos, y que consistía en adivinar, o mejor dicho, deducir
para qué podía servir determinado objeto, máquina, o alguna parte de ellos,
por la observación detallada de su estructura y su forma.
Esto creó en mí un hábito de observación y digamos una mente lógica que
se entretenía en intentar averiguar cuál había sido la intención del fabricante
de aquel «juguete» que caía en mis manos. Este espíritu de observación me
permitía ver las cosas con mayor profundidad e incluso deleite que el resto de
las personas que me han rodeado en la vida, pero también me proporcionó
bastantes sinsabores y no pocos desvelos al no poder llegar a «conclusiones»
que me dejaran cómodo.
Terminado el bachillerato me puse a estudiar Ingeniero Técnico Mecáni-
co Electricista (ICAI), teniendo la inmensa suerte de que por la cuarta parte de
una décima de punto me suspendieran en geometría.
Cambié de rumbo y me puse a estudiar Ayudante de Obras Públicas, pero
no fue suficiente el hacer correctamente y por tres procedimientos diferentes
los problemas del examen de ingreso, ya que hubo otros estudiantes que lle-
garon a resolverlos hasta por ocho procedimientos distintos, con lo que no
conseguí ingresar.
Nuevo cambio de rumbo. Decidí meterme en Medicina. Cursé hasta el
tercer año, en el que me sorprendió la guerra civil, y en el ejército tuve la
suerte de colaborar con mi buen amigo el doctor Luis Agosti Romero
(q.e.p.q.), en el servicio de Rehabilitación Funcional Protésica para mutila-
dos de guerra, en el hospital cántabro de Cajo (Santander). Con Agosti apren-
dí a trabajar en la difícil y para las dos nuevas profesiones de realizar brazos
y piernas artificiales para los muchos mutilados que teníamos que atender.
Era la época de la mecánica y ella fue siempre mi gran afición, que
perdura en la actualidad.
2 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Terminada la contienda y aprobado el cuarto año de Medicina, ingresé en


la entonces escuela de Odontología y realicé los estudios correspondientes a
los dos cursos, con lo que me hice odontólogo y empecé a trabajar como tal.
Posteriormente terminé los estudios de Medicina, hice la licenciatura y el
doctorado, y cuando estaba realizando mi tesis doctoral sobre «Las relaciones
topográficas de los caninos superiores con el seno maxilar», sufrí un accidente
que me ocasionó fractura de huesos propios de la nariz, y cambié mi tesis por
la de «Repercusiones de la oclusión dental en la forma nasal» (1960); al haber
podido hacer observaciones casuales con motivo de mi fractura de nariz y
hacer algunas hipótesis sobre la influencia que la oclusión dentaria podía
tener en la forma de la nariz, con lo que apareció en el horizonte de mi
intranquilidad científica la biomecánica craneofacial.
Las hipótesis fueron:

1. A un gran estímulo deberá corresponder una nariz grande.


2. A un desequilibrio funcional hemilateral deberá acompañar una des
viación nasal.
3. Todo trastorno funcional tendrá su repercusión en la forma nasal.
4. Deberá haber una correspondencia entre determinado grupo dentario
y la específica localización de su estímulo.
5. Arcadas normales con función normal, darán una nariz normal.
6. Toda desviación de la normalidad en la forma nasal, debe acompañar
se de trastornos funcionales oclusales.

Pero el camino de la investigación no es fácil, primero, carecía de un


maestro o director que supiera guiarme por los, para mí, desconocidos sen-
deros de la investigación y tuve que recurrir a la lectura del libro de don
Santiago Ramón y Cajal "Normas y consejos para la investigación" que sirvió
para que me atreviera a meterme en la parcela recientemente descubierta (la
BCF). Aun así, tuve que tener muy claros otros conceptos sin cuya definición
no hubiera podido llegar a mis propósitos; dichos conceptos quiero que que-
den reflejados antes de continuar, para que el lector entienda perfectamente
el largo camino que he recorrido hasta llegar a las conclusiones que expongo
en este libro.
El método de investigación o experimental clásico, tiene como primera
premisa la observación; posteriormente, concebir una hipótesis cuya primera
condición es que no contradiga ninguna verdad de hecho ni de principio, ni
se oponga a las leyes esenciales de la razón y de la experiencia. Pero ya para
Claudio Bernard (1 813-1878), en "La introducción al estudio de la medicina
experimental" (2), la diferencia entre observador-ción y experimentador-ción,
estaría en la intención de averiguar si una hipótesis preconcebida es verda-
dera o falsa. Para Bernard, el observador que se propusiera verificar por medio
de la experimentación alguna hipótesis sería un investigador.
ANTECEDENTES, MATERIAL Y MÉTODOS 3

Pero antes de empezar la observación, es preciso haber fijado la atención


en el tema, y según sea la intensidad de la atención, el campo de la concien-
cia es más o menos amplio.
Fenómenos que ordinariamente pasan desapercibidos pueden penetrar en
la conciencia si dirigimos la atención hacia el punto u objeto en el que se ori-
gina.
Concebida la hipótesis de que la oclusión influyera en la forma nasal, te-
níamos que demostrarla, tercera etapa del método de investigación, capítulo
que me llevó varios años durante los cuales me dediqué a observar y
comprobar o verificar en mis pacientes (privados, de la Seguridad Social y
del Ayuntamiento de Madrid) la posible relación entre la forma nasal y la
función masticatoria, para lo cual observaba atentamente la morfología
nasal teniendo el paciente su boca cerrada, y me proponía averiguar las
características oclusales más llamativas que podían haber influido en la
forma de su nariz.
A fuerza de observar muchos pacientes me di cuenta que, narices que se
parecen o son similares, exigían circunstancias oclusales también similares;
de manera inversa determinadas condiciones oclusales exigían las mismas
morfologías nasales.
Con todos estos datos de observación presenté mi hipótesis de trabajo en
la VI reunión de la SEDO en Pamplona en el año 1960, al final de la cual me
brindé a hacer una demostración práctica de mi teoría, e invité a cualquier
persona que se ofreciese voluntaria a dejarme estudiar detenidamente su mor-
fología nasal para poder deducir las características más destacadas de su oclu-
sión a boca cerrada.
El doctor Boniquet (Barcelona) me presentó al doctor Mundi, de Zaragoza
que tenía una nariz con ausencia total del puente nasal a nivel de los huesos
propios; aquella morfología me hablaba de falta de función molar, pero no
podía saber si era por agenesia, por inclusión o por extracción prematura; una
vez expuesta mi conclusión fue confirmada por el doctor Boniquet, que me
felicitó por la rotunda confirmación de mi teoría, pues el doctor Mundi pre-
sentaba agenesia de molares.
Posteriormente me dediqué a estudiar las modificaciones que había sufri-
do la morfología nasal después de los tratamientos ortodóncicos en los dife-
rentes casos de los que pude disponer, confirmándose una vez más mis teo-
rías. La total confirmación de mi hipótesis de trabajo fue el comprobar, en dos
hermanas gemelas univitelinas de treinta años de edad (M. C. y M. V., fichas
257, 1.053 y 5.509), la absoluta coincidencia articular, en los modelos de
estudio, del maxilar superior de una de ellas con el maxilar inferior de la otra,
así como el maxilar inferior de M. C. con el superior de M. V, y la total igual-
dad de la morfología nasal de ambas. Pasados cuarenta años, M. C. perdió
sus dientes, del maxilar superior y M. V. conserva sus dientes habiéndose
observado una pérdida de su semejanza fisionómica.
4 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

La generalización, último punto del método de investigación o experi-


mental, lo encontrará el paciente lector en la serie de leyes que rigen la bio-
mecánica craneofacial humana y comparada que describo en los capítulos de
este modesto trabajo.
2
Introducción al estudio
de la biomecánica craneofacial
humana y comparada

Entendemos por biomecánica una parte de la biofísica que estudia los pro-
blemas mecánicos que se presentan en los seres vivos, y forma parte, o debe-
ría formarla, de los estudios de biología. Así como la bioquímica ha realiza-
do grandes progresos en los últimos años, la biomecánica ha estado relegada
a un cierto olvido y ya es hora que se la conceda el puesto relevante que exige
en la investigación y la clínica.
La biomecánica estudia las palancas de acción en los seres vivos, la
estructura osea como manifestación plástica a un esfuerzo, los problemas de
equilibrio, las fuerzas, las resultantes, las bóvedas, los arcos, etc.
Para mejor comprender la biomecánica craneofacial humana, ampliamos
nuestros conocimientos con el estudio de la embriología y de la anatomía,
especialmente, de la cabeza; esto despertó el recuerdo de mis tiempos de
estudiante de segundo año de carrera en la asignatura de Anatomía, con el
entonces catedrático don Julián de la Villa, prestigioso anatómico, que me ini-
ció en saber apreciar, a través de sus enseñanzas, la relación existente entre
la función y la forma. A medida que estudié otras disciplinas, siempre inten-
taba ver esta relación que ocupa en mí cerebro un sitio importante para con-
cebir la posible explicación de los hechos.
Podemos considerar que la biomecánica tiene dos vertientes: una en la
que los conocimientos biomecánicos nos ayudan a explicar la fisiología y por
ende la patología de muchos órganos o sistemas, y otra que constituye la
Biónica, que es la ciencia que trata de copiar las soluciones que los seres
vivos han dado a sus problemas mecánicos, perfeccionados por el proceso de
decantación evolutiva y aplicarlos a la ingeniería y a la industria; por ejemplo
el radar.
Los estudios de biomecánica humana principalmente han sido encamina-
dos a mejor comprender los problemas que sobre el aparato locomotor origi-
nó la bipedestación (Kummer)(3) (Figs. 2-1 y 2-2). Desde nuestro punto de
vista de Estomatólogos no podemos dejar de considerar que, en el cráneo, es
6 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 2.1. Figura 2.2.


(3)
Tomadas de Kummer

precisamente la boca y concretamente en los dientes y sus soportes, donde


más estimulación mecánica se realiza, por loqueen nuestro estudio tenemos
que considerar las soluciones adoptadas por el cráneo, que tienen que estar
forzosamente relacionadas con los esfuerzos masticatorios para poder sopor-
tarlas. Muchos autores coinciden, en que (das estructuras óseas sufren modi-
ficaciones en las regiones más solicitadas por los esfuerzos mecánicos».
Pensamos que los cuatro tipos existentes de anímales: hervívoros, carní-
voros, homnívoros y roedores, dada la distinta manera que funcionan sus
aparatos masticatorios, tienen que adoptar distintas formas craneales conse-
cuentes con sus características funcionales (Figs. 2.3, 2.4, 2.5 y 2.6).
La relación de la biomecánica craneofacial con la evolución, se pone de
manifiesto con sólo pensar que si es el hueso la expresión plástica que tiene
la biología para el soporte y absorción de los esfuerzos debe de existir nece-
sariamente una relación entre su forma y su función, pues si no, ésta no podría
ser realizada. Así vemos cómo el gorila, para dar inserción a sus potentísimos
músculos temporales, necesita, no solamente un refuerzo óseo en forma de
cresta (Fig. 2.7), sino que la inserción recíproca de los dos temporales en
dicha cresta se neutralizan mutuamente y, si bien de esta manera se resuelve
el problema mecánico, queda profundamente perjudicado el evolutivo, ya
que la contracción de dichos músculos temporales somete a esta zona a una
constricción que impide el desarrollo de su capacidad craneal.
INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL HUMANA... 7

Figura 2.3. Figura 2.4.

Figura 2.5. Figura 2.6.

Igualmente el torus supraorbitario es un contrafuerte que, dedicado a la


absorción de los grandes estímulos masticatorios no permite el levantamien-
to de la frente y con ello el desarrollo de su cavidad craneal.
La gran divergencia de los arcos cigomáticos de los neanderthales conse-
guía por la oblicuidad de los maseteros, unos esfuerzos laterales que obliga-
ban, por la inclinación de las abrasiones molares, como veremos detallada-
mente más adelante (Capítulo 4, Figura 14), a una bóveda de paladar casi
totalmente plana.
Con estos tres ejemplos tratamos de llevar al ánimo de nuestro lector, la
relación manifiesta entre la evolución y \A biomecánica, que no deja de mani-
festarse también en la región temporomandibular ya que si nos fijamos, todos
los esfuerzos masticatorios, además de transmitirse por los dientes desde el
maxilar al cráneo, se transmiten por la ATM. Por ello creo que es el momento
de que nos detengamos a hacer un ligero estudio de esta importantísima
parte del cráneo, desde el punto de vista que nos ocupa, que por su función
pensamos ha influido de manera decisiva en la evolución de las estructuras
craneales.
Sabido es que existen tres tipos de articulación temporomandibular con-
secuentes y correspondientes a otros tantos tipos de alimentación de los dis-
8 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 2.7.

tintos seres. Fijémonos primero en la de los carnívoros; cóndilos en forma de


rodillos situados en un eje de bisagra que les permite solamente movimientos
de apertura y cierre de la boca. Pero si este condicionamiento fuera pobre hay
otras dos circunstancias que lo refuerzan, como son:

A) Cruzamiento de los molares carniceros.


B) Entrecruzamiento de los caninos, que le impiden cualquier movi-
miento de lateralidad.

Estas tres «anclas evolutivas» que limitan las posibilidades de la boca


exclusivamente a movimientos de apertura y cierre fijan indefectiblemente en
su evolución a los carnívoros desde el punto de vista de su biomecánica
craneofacial a nivel de su ATM (Fig. 2.8).
Si ascendemos en la escala filogenética, y nos detenemos en los úrsidos,
vemos que sus cráneos tienen una gran similitud a los de los carnívoros, pero
los úrsidos tienen ya levantada una de estas tres «anclas evolutivas» por tener
sus molares preparados para una trituración. Siguen anclados con sus cóndi-
los cilíndricos que les permiten solamente los movimientos de charnela, guia-
INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL HUMANA. 9

Figura 2.8. Cráneo de felino.

dos para mayor seguridad por el entrecruzamiento de los caninos, algo meno-
res que los de los carnívoros (Fig. 2.9).
Tenemos que ascender hasta los monos para ver que éstos han levantado
un «ancla» más hacia su libertad de movimientos por poseer los cóndilos de
las ramas del maxilar inferior, no en forma cilíndrica como en los dos casos
anteriormente considerados, sino con una forma más redondeada por cuya
condición podría tener una movilidad lateral de dichas articulaciones, ya que
sus molares se lo permiten. Pero como siguen anclados con el gran entrecru-
zamiento canino, quedan detenidos en la evolución (Fig. 2.10).
Si subimos hasta el hombre encontraremos las tres «anclas evolutivas»
levantadas: cóndilos redondeados, molares que permiten los movimientos de
lateralidad y caninos sin cruzarse (Fig. 2.11).
De estas consideraciones se deduce que el primer paso para un trata-
miento ortodóncico es la liberación del entrecruzamiento canino preconiza-
do por P. Planas l4).
10 BIOMECÁNICA RANEOFACIAL

Figura 2.9. Cráneo de úrsido.

Vemos, pues, que la relación Biomecánica Craneofacial y evolución es


clara, y por ello no se debe independizar el estudio de cada una de ellas, por
tener relaciones mutua? que se condicionan. Con esto vemos que uno de los
factores importantes para el desarrollo del cráneo y su específica modelación
es la ATM que permita movimientos de lateralidad en el aparato estomatog-
nático. Es fácil caer en la trampa de pensar que entonces los rumiantes que no
tienen caninos, que tienen sus molares que les permiten grandes movimien-
tos de lateralidad en su rumiación, tendrían mejor desarrollo craneal que la
especie humana según nuestro aserto anterior. Hay que fijarse que la ATM de
los rumiantes es la inversa de la especie humana, ya que aquéllos tienen el
cóndilo articular unido al hueso temporal y la cavidad glenoidea en donde
nosotros tenemos el cóndilo, es decir, en el extremo más cefálico de la rama
de la mandíbula, con lo que el efecto biomecánico de su función hace una
gran concentración de fuerzas en la base del cráneo en lugar de la dispersión
INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA BIOMFCÁNICA CRANFOFACIAL HUMANA... 11

Figura 2.10. Cráneo de mono.

que se produce con el sistema articular condíleo del hombre; esta concentra-
ción de estímulo de los movimientos mandibulares debe tener relación con la
aparición de los cuernos en muchos rumiantes.
Por último, los roedores tienen un sistema articular condíleo que resbala
por unos canales paralelos que son sus correspondientes cavidades glenoi-
deas del temporal, provocando con ello exclusivamente unas fuerzas antero
posteriores que dan como resultado el gran alargamiento de su cráneo.
12 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 2.11. Cráneo y mandíbula humanas.


3
El cráneo desde el punto
de vista embriológico,
anatómico, funcional,
arquitectónico y evolutivo

En el presente capítulo trataré de llevar a tu ánimo la visión de conjunto


de la ciencia en general con enfoque especial a la biomecánica craneofacial
humana y comparada.
Para el estudiante, las diversas materias que va aprobando, constituyen
asignaturas independientes que se estudian en aulas distintas, con profesores
diferentes y en los distintos cursos de los que se componen los estudios. Luego
al terminar éstos el nuevo profesional se encuentra encasillado en los límites
que le marcan las materias estudiadas, Ingeniería, Medicina, Química, etc.; si
decide una subespecialización va estrechando su campo cada vez más hasta
quedar cultivando una pequeña parcela del saber, polarizando todas sus ener-
gías y conocimientos en un solo tema. Con ello resulta que aunque tenga
unos conocimientos básicos generales, no dispone de criterios de unión de los
mismos y por lo tanto no le prestan los servicios deseados. Así, estudia la
embriología totalmente independiente de la anatomía, y ésta lo hace en capí-
tulos aparte, ya que estudia los huesos, luego los músculos, después los vasos,
etc., sin relacionarlos con la fisiología, y ésta con la patología; le falta el
ensamblaje de unas partes con otras para poder adquirir un conocimiento glo-
bal embriológico, anatómico, arquitectónico, funcional y evolutivo.
Como quiera que para adquirir todos estos conocimientos, ya hemos estu-
diado las diversas asignaturas que los contienen, sólo vamos aquí a correla-
cionarlos mutua y recíprocamente para huir del tedio que supondría una des-
cripción meticulosa de la embriología, la anatomía, etc., que haría que estos
apuntes se te cayeran de las manos.
En la artificiosa división que el hombre ha hecho de las especialidades
médicas, vemos por un lado que la estomatología se ocupa de la boca, y la
otorrinolaringología abarca los conocimientos relativos a la garganta, nariz y
el oído. Pero todos sabemos por embriología que la nariz y la boca en el
embrión humano de dos meses es una cavidad común, y si tienen un origen
común embriológico, será lógico estudiarlas en el mismo capítulo, o por lo
14 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

menos en la misma especialidad. Esta sería una buena razón para que
en el futuro existieran rinoestomatólogos como una especialidad que
tanto por su origen embriológico como por su amplia relación
anatómica y clínica, así como por sus funciones complementarias,
fueran del dominio de un mismo especialista. Si la razón de estudiar el
oído y la garganta en una especialidad única es su unión por la trompa
de Eustaquio, existen razones más contundentes para que la nariz y
la boca formen una sola disciplina.
En esta cavidad común buconasal o «estomodeo» del embrión
humano de dos meses, la lengua está ocupando por completo dicha
cavidad; por su base y dorso se apoya contra la base del cráneo y por
su punta, aún roma, contra el tabique nasal que cuelga de lo que
realmente se debería llamar cielo de la boca, que es la parte más alta
de dicha cavidad, dejando el término de techo de la boca para la
bóveda que van a originar las apófisis palatinas a unirse en el centro y
formar el paladar (Fig. 3.1).
El futuro encuentro que tiene que realizar el tabique nasal en su
descenso para unirse a las dos apófisis palatinas de los maxilares
superiores en la línea media, va a decidir el reparto espacial entre las
fosas nasales y la cavidad bucal. Lógico es pensar que este reparto
estará influenciado por la mayor o menor horizontabilidad de las
apófisis palatinas y del volumen de la lengua, así como de su posición,
ya que ambas condiciones contribuyen a modelar las partes laterales
de dichos maxilares, influyendo en la guía de la búsqueda recíproca de
las dos apófisis palatinas (Fig. 3.2).
Tenemos así dividida la cavidad bucal primitiva en dos pisos:
A) El inferior puramente bucal con su única inquilina, la lengua.
B) El superior dividido en dos apartamentos que alojan los
respectivos
cornetes y los futuros senos maxilares.

1
Figura 3.1. Formación del paladar secundario. Corte frontal a través de embriones humanos de
2 meses aproximadamente. Se muestra la disposición inicial de los procesos palatinos a cada
(5)
lado de la lengua. Tomado de: DE DIEWFRT .
EL CRÁNEO DESDE EL PUNTO DE VISTA EMBRIOLÓGICO. 15

Figura 3.2. B, se muestra la elevación de los procesos palatinos coincidente con la depresión de
151
la lengua; su fusión final entre sí y con el tabique nasal. Tomado de: DE DIFWERT .

Este primitivo estomodeo dividido en pisos y apartamentos, se ve


arriostrado lateralmente por los malares. Éstos, prolongándose por su
parte posterior, se unen a las apófisis cigomáticas de los temporales
formando los arcos cigomáticos. Para comprender la gran impor-
tancia que tienen los citados arcos no hay más que pensar que son el
asiento más cefálico de las inserciones de los potentes maseteros que
se insertan caudalmente en las ramas horizontales del maxilar inferior.
Los maseteros, en unión con los demás músculos masticatorios
(pterigoideos y temporales), van a producir unas fuerzas más o menos
oblicuas en ambos lados de la cara, cuya resultante es una fuerza
craneal que va a tener que ser absorbida por los dientes superiores y
sus ligamentos, los maxilares y sus apoyos cefálicos.
En la Figura 3.3 trataremos de representar de la manera más
elemental posible, la bóveda craneal y su base, en un corte frontal.
La bóveda con su estructura diploide descansa en las paredes
laterales de la base del cráneo. En sus zonas temporales se insertan
los músculos temporales que caudalmente van a las apófisis coronoides
de las ramas ascendentes del maxilar inferior.
Debajo de la bóveda craneal, dibujamos las órbitas, el tabique
nasal y la bóveda palatina. Representamos los molares superiores por
dos dados y los arcos cigomáticos en sección frontal por dos óvalos
situados lateralmente a
16 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 3,3. Corte frontal de bóveda craneal.

este conjunto maxilar. El maxilar inferior queda representado esquemática-


mente por el corte de las dos ramas y los maseteros por flechas blancas colo-
cados lateralmente que van desde la rama horizontal del maxilar a la cara
inferior de dichos arcos cigomáticos.
Antes de seguir con nuestro intento de analizar el conjunto de fuerzas que
inciden en el esquema de la figura anterior, tenemos que hacer constar que los
arcos cigomáticos presentan dos curvaturas:
A. Una de convexidad externa que la intentamos mostrar en la visión
caudal del cráneo (Fig. 3.4).
B. Otra de convexidad superior, destinada a mejor soportar los esfuerzos
de la tensión de los maseteros, y que se muestra en el esquema lateral del crá-
neo (Fig 3.5).
La dinámica de todo este conjunto, prescindiendo de los demás múscu-
los masticatorios, se vería gobernada fundamentalmente por la cúspides de
molares y premolares y sus planos inclinados que actúan de tope de este sis-
tema.
Esto nos ayuda a comprender el cráneo dividido en él, propiamente
dicho, y el macizo maxilofacial, unidos ambos por los arcos cigomáticos (Fi-
gura 3.6).
EL CRÁNEO DESDE EL PUNTO DE VISTA EMBRIOLÓGICO. 17

Figura 3.4.

Figura 3.5.
18 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 3.6.

Esta disposición anatómico-funcional del hombre, tiene un mayor resalte


en los carnívoros, lo cual vamos a exponer para mejor comprender la dispo-
sición de las fuerzas masticatorias en el hombre.
En los carnívoros, los arcos cromáticos presentan una gran convexidad en
el plano horizontal y han resuelto la resistencia de este gran voladizo a la
atracción vertical del masetero adoptando una forma laminar. Lo primero que
llama la atención al observar el cráneo de un felino desde arriba (Fig. 3.7), es
que las órbitas están abiertas por su parte superior y comunicadas con las
fosas temporales. Esta situación anatómica sugiere la necesidad de pensar
que la transmisión de los estímulos masticatorios, debido a la especial dispo-
sición de entrecruzamiento de los molares y caninos, caminan por los arcos
cigomáticos. Las grandes convexidades de los arcos cigomáticos en el plano
horizontal, dan por resultado la gran oblicuidad de los maseteros que en sus
contracciones tienden a, además de levantar la mandíbula, a abrirla en su
parte posterior, movimiento que está permitido a nivel del cóndilo por su des-
lizamiento en la cilíndrica cavidad glenoidea. Este movimiento de ensancha-
miento de la mandíbula se ve frenado por el choque de las caras vestibulares
de los molares inferiores con la palatina de los superiores, que constituye su
tope, porque en la sínfisis del maxilar inferior, existe una articulación que tolera
el movimiento de apertura de las dos semimandíbulas. Los molares supe-
riores fijan el tope de apertura horizontal de la mandíbula convirtiendo la
bóveda palatina en un plano que trabaja en forma de tiranta.
Se cierra el sistema de fuerzas de este conjunto con los elementos siguien-
tes: arco cigomático, masetero, apertura de la rama (permitida por la articula-
ción sinfisaria), tope molar, tiranta y arco cigomático del lado opuesto; todo
ello representado en las Figuras 3.7 y 3.8, en las que nos interesa resaltar
cómo los esfuerzos no van hacia la frente por ser laterales.
EL CRÁNEO DESDE EL PUNTO DE VIS TA EMBRIOLÓGICO. 19

Figura 3.7.

Figura 3.8.
20 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

La situación de trabajo mandíbulo-oclusal humana en un intento de rela-


cionarla con la arquitectura funcional de los felinos, nos ayuda a darnos
cuenta que al ser los arcos cigomáticos menos convexos, los maseteros tra-
bajan más axiales; al no existir, articulación sinfisaria y ocluir los molares con
fuerzas axiales caminan los esfuerzos más verticalmente, originando la fusión
de la apófisis orbicular externa con la apófisis malar, cerrando así la órbita,
que con su forma abovedada, absorbe y dirige los estímulos hacia la frente.
Esta idea del relativo paralelismo entre felinos y humanos nos proporcio-
nó la base de la investigación realizada en gatos que expondremos en el capí-
tulo correspondiente.
La falta de articulación sinfisaria en la especie humana y la descomposi-
ción de las fuerzas de la oclusión molar en amplios contingentes de laterali-
dad debidos a interferencias cuspídeas, pueden ser causa de que se origine en
la sínfisis reabsorciones óseas que dan por resultado la denudación de las raí-
ces de los dos incisivos centrales inferiores, sitio de predilección de localiza-
ción de las reabsorciones que se ven frecuentemente en la clínica y que para
su tratamiento hay que recurrir a tallados selectivos en molares.
Cuando atisbamos la importancia del estudio biomecánico del cráneo,
nos dimos cuenta de nuestra ignorancia en la composición de las fuerzas, las
resultantes, los planos inclinados, los arcos, las bóvedas, etc., y de todas aque-
llas cosas en las que no hicimos más que iniciarnos en nuestros estudios de
bachillerato e ingeniería y sentimos la necesidad de que alguien con conoci-
miento de estos temas nos pudiera orientar y ayudar a comprender «a dónde
y por dónde» caminan las fuerzas masticatorias en el conjunto craneofacial.
Hicimos varios intentos de interesar a algunos amigos ingenieros o arqui-
tectos sobre esta visión del cráneo, pero pronto nos dimos cuenta de algunas
cosas; primero, que no acertamos en la elección de las personas porque,
puede que supieran mucha física, pero no eran capaces de expresarse con
claridad suficiente para que yo los entendiera, y segundo, que un tema como
el que nosotros poníamos sobre la mesa no podía dar dividendo inmediato, y
por ello se tendía rápidamente a eliminar.
Siguiendo el consejo de el por entonces, secretario de Cultura Hispánica,
mi buen amigo y paciente Enrique Suárez de Puga, me decidí a dar una con-
ferencia en el Instituto Torroja de Madrid (3-4-70), para atraer a algunos pro-
fesionales de la construcción hablándoles de «el cráneo, un edificio singular».
4
El cráneo, un edificio
singular

INST1TU Conferencia-Coloquio, en Costillares


TO viernes, 3 de abril de 1970, a las siete de la tarda
EDUAR
DO
TOR El Consejo de este Instituto tiene el honor
ROJA ele invitarle 3 la conferencia-coloquio, que
pronunciará el

Doctor médico LUIS DE LA MACORRA

sobre el tema: "Un edificio Singular": El cráneo

(Estudio Comparado
de las soluciones estructurales de la edificación y el cráneo)

Esta conferencia – coloquio, que será ilustrada con diapositivas, tendrá lugar en la
Sala de Conferencias de este instituto (Costillares-Chamartín), el día 3 de ABRIL,
a las SIETE DE LA TARDE.
Para asistir a este acto se ha dispuesto un servicio gratuito de autobuses, que
saldrán de Cibeles (Palacio de Comunicaciones) a las SEIS Y MEDIA de la tarde.

Después del obligado saludo y agradecimiento comuniqué a los asistentes


que en aquel momento tenía una doble esperanza: por un lado el pensar que
el enfoque que pudieran dar a los problemas biomecánicos resolviera a la
medicina la interpretación técnica de las soluciones que los seres vivos han
dado a través de los siglos y con ello se pueda aclarar los muchos problemas
pendientes de la paleontología, antropología, el origen y evolución de las
razas, problemas ortodóncicos, etc., y por otro lado el que el estudio pluri-
disciplinado de estos problemas imparta luz a nuevas soluciones arquitectó-
nicas o industriales inspiradas en estas ideas, al añadir los conceptos biológi-
cos a la mecánica de las estructuras y la edificación.
Se entiende por ciencia de encrucijada aquella parcela del saber que lin-
dando con otras varias especialidades no ha sido cultivada porque los espe-
cialistas vecinos no se encuentran con preparación para ello y sería necesario
22 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

que se uniesen varios para atacar el problema desde distintos puntos logran-
do así un nuevo enfoque de la cuestión. El tema que hoy vamos a tratar es lo
que podríamos decir un tema de encrucijada, ya que queda en un lugar de
cruce de caminos entre la arquitectura, la mecánica, la antropología y la evo-
lución, y por ello desearía que este contacto entre la medicina y la técnica
pudiera aclarar alguno de los muchos problemas pendientes. Abrigo la ilusión
de que en este estudio del cráneo, no solamente humano sino de otras espe-
cies, se puedan encontrar soluciones aprovechables principalmente para la
arquitectura, y por ello se lo presento como si fuera un edificio, edificio que
está destinado a alojar y defender los órganos más importantes del ser huma-
no, como son el cerebro por un lado, y los órganos de los sentidos (ojos, olfa-
to, oído y gusto) por otro, aparte de que su fachada, la cara, sea susceptible
de variar con los distintos estados de ánimo.
Debemos hacer notar las diferencias que existen entre la arquitectura téc-
nica y las soluciones arquitectónicas que la naturaleza ha obtenido en los
seres vivos. En arquitectura, la forma, la función y la estructura tienen una
relación lineal en el sentido que con una determinada estructura podemos dar
unas formas que seleccionan la función del edificio. A esta función podemos
llegar con distintas formas, pero para ello serían necesarios cambios en la
estructura.
En lo biológico la estructura (E) la forma (0 y la función (F) están vincula-
das de tal manera que podríamos decir triangular ya que la estructura influye
sobre la forma, la forma sobre la función y la función sobre la estructura y la
forma. Esta pequeña gran diferencia no hay que perderla de vista, teniéndola
constantemente en cuenta en los estudios biomecánicos (Fig. 4.1).
Al intentar un médico presentar el cráneo como un edificio tiene que re-
currir a nivelar sus conocimientos arquitectónicos del auditorio, pero como
esto no es posible por la gran diferencia existente, la única manera que per-

Figura 4.1.
EL CRÁNEO, UN EDIFICIO SINGULAR 23

Figura 4.2.
24 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

mitiría esta nivelación de conocimientos sería que mentalmente nos quitáse-


mos las docenas de años que nos sobran a cada uno para que nos igualáse-
mos todos a la edad de diez años; y partiendo de este supuesto nos encontra-
ríamos que todos sabemos más o menos lo mismo sobre arquitectura, y que
es lo que aprendimos jugando a aquel juego de las construcciones que casi
seguro nos trajeron los Reyes Magos a todos. Consistía el juego en una caja de
cartón que contenía en su interior unas maderitas de colores rojos, azules,
verdes y amarillos, de formas rectangulares, triangulares, arcos, paralepípe-
dos, exaedros, etc. Este juego sirvió para poder catalogar a los niños de enton-
ces en tres grupos: uno formado por los niños que no les gustaba jugar con
dicho juego; otro con los niños que les gustaba jugar copiando los modelos
de construcciones que traía el catálogo y un tercer grupo, al que yo pertene-
cí, formado por aquellos niños que les encantaba jugar con el juego, pero no
copiando los modelos del catálogo, sino dejando volar su imaginación de
incipiente arquitecto y construyendo, pudiéramos decir, a su aire !os modelos
que creaba en su imaginación (Fig. 4.2).
Pues bien, vamos a jugar con este juego: pienso que para que la base de
un edificio sea buena deberíamos de poner una pieza muy grande (frente)
(Fig. 4.3), que hiciera de cimientos, y encima de ella pondríamos unas estruc-
turas arqueadas (techo de órbita) (Fig. 4.4), que nos permitirían poner encima
otras dos estructuras arqueadas colocadas en sentido opuesto a las anteriores
(base de órbita) (Fig. 4.5), y con ello podríamos decir que habría quedado
construido el primer piso del edificio.

Figura 4.3. Figura 4.4. Figura 4.5.

Encima del primer piso construido, colocaremos otras dos estructuras que,
entre ambas, forman una bóveda (paladar) (Fig. 4.6), pero que por temor a que
esto se tambalee, le agregamos dos escuadras a los lados (pómulos), y que
tengo entendido que en términos arquitectónicos se denominan arbotantes o
botareles (Fig. 4.7). Sobre lo edificado, colocaremos unos pequeños dados
(dientes) (Fig. 4.8).
Sobre estos dados que representan las piezas dentarias ponemos otra fila
más de dados (dientes) (Fig. 4.9), y por último, con un equilibrio bastante
EL CRÁNEO, UN EDIFICIO SINGULAR 25

Figura 4.6. Figura 4.7. Figura 4.8.

comprometido cerramos esta gran ventana central con dos arcos (mandíbula)
(Fig. 4.10), que reforzamos colocando encima un sector cilíndrico que los une
(mentón) (Fig. 4.11).
Si imaginamos que a este edificio que tenemos construido, por un pro-
ceso de soldadura representado por los trazos gruesos, se unen las piezas

Figura 4.9. Figura 4.10. Figura 4.11.

unas a otras excepto las dos hileras de dados (dientes) e invertimos la ima-
gen, tenemos en un plano el esquema de la arquitectura craneofacial huma-
na (Fig. 4.1 2).
En un edificio, lo primero que se ha de hacer para calcularlo, es el estu-
dio de los cimientos que estarán en función del edificio que van a soportar y
que, como todos sabemos, están en la parte inferior resultando paradójico
que, en el cráneo, los cimientos están en la parte superior, en la frente; y el
tejado, que arquitectónicamente va a soportar las sobrecargas como nieve,
agua, viento, etc., en el cráneo está en ¡a parte inferior, en la mandíbula. Qué
ahorro tan maravilloso de energía que la sabia naturaleza ha obtenido con
26 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 4.12.

semejante distribución, ya que la mandíbula o tejado, no gravita habitual-


mente sobre el resto del edificio, sino que se podría imaginar suspendida por-
que en la posición normal de la cabeza, la mandíbula cuelga, resultando con
ello que no gravita sobre el resto de las estructuras craneales. En posición de
descanso, la mandíbula está separada del maxilar superior por un espacio que
fisiológicamente tiene unos tres milímetros y que se denomina «espacio de
reposo» o «espacio libre intraoclusal»; por ello los enfermos que habitual-
mente tienen un contacto de sus dientes inferiores con los superiores están
sobrecargando el edificio con un gasto de energía que no sólo es inútil sino
perjudicial. Esta sobrecarga, que suele ser inconsciente, trae consigo toda una
patología en donde las cefaleas, la cronicidad de la sinusitis y un importante
factor de la paradentosis, son sus principales manifestaciones.
En biología las cosas ocurren de manera distinta que en arquitectura, y por
ello debemos insistir un poco en el estudio de este tejado: veíamos que el teja-
do está representado por la mandíbula y cuando la forma de su trabajo en la
masticación es como la que se representa en la Figura 4.12, en donde las
superficies de trabajo son planas a nivel de sus molares, o cuando el entre-
cruzamiento de sus cúspides que se articulan las de arriba con las de abajo,
mandan resultantes axiales al sistema, lodo parece fácil, pero ¿qué ocurre
cuando en el individuo los planos de trabajo están como se muestra en la
EL CRÁNEO, UN EDIFICIO SINGULAR 27

Figura 4.1 3? En esta última figura, las líneas de puntos representan el empo-
tramiento de las raíces de los molares en el hueso. Pues bien, en este último
caso cuando este sistema de trabajo ocluye con fuerza, hay una clara des-
composición lateral de dichas fuerzas hacia fuera en el maxilar superior, esto
exigiría unos pómulos muy salientes y unos huesos malares potentes, que son
los arbotantes biológicos sustituidos en la Figura 4.7 de nuestras construccio-
nes infantiles por aquellas dos piezas que colocábamos a los lados cuando
empezábamos el segundo piso. Estas imágenes corresponderían al cráneo de
un adulto.
En el embrión de pocas semanas, la boca y la nariz forman una sola cavi-
dad: el estomodeo; y luego se diferencian porque de los lados laterales salen
unos voladizos que se unirán en la línea media dividiendo la cavidad primi-
tiva en sentido horizontal en lo que seré la boca propiamente dicha, la parte
de abajo, y la nariz, la parte de arriba.
Teniendo en cuenta que toda esta zona de la parte superior que corres-
ponde a la nariz, luego queda dividida en dos mitades por la aparición del
tabique nasal en el adulto; si los esfuerzos de la masticación inciden con un
gran contingente de lateralidad debido a la inclinación de los planos de tra-
bajo al morder, este techo, esta bóveda del paladar se va a transformar de su
trabajo en bóveda, al trabajar como tiranta haciéndose plano. Esta situación
de trabajo ocurre en los felinos como muestra la Figura 4.14, de lo que queda
vestigio en los paladares neanderthales.
Vamos ahora a fijarnos en el tejado de este edificio, para lo cual nos refe-
riremos a la mandíbula de neanderthal que apareció cerca del lago de

Figura 4.13.
28 BIOMECÁNICA CKANEOFACIAL

Figura 4.14.

Bañólas representada en la Figura 4.15 tomada de las fotografías que hizo


hace muchos años el doctor Hernández Pacheco. Muchas personas habían
estudiado dicha mandíbula, y dado sus índices antropométricos con todo
detalle, pero ninguna valoración importante habían dado a la dirección de los

Figura 4.15.
EL CRÁNEO, UN EDIFICIO SINGULAR 29

planos de abrasión de sus primeros molares. Cogiendo el hilo de la madeja


biomecánica podemos llegar a una serie de resultados que nos demuestran
que el hombre de neanderthal, que vivió hace 25.000-30.000 años, tenía que
tener forzosamente un paladar plano como resultado de la especial disposi-
ción de trabajo de sus molares. Al tener el paladar plano, resultaría que la
parte opuesta de inserción del tabique tiraría del puente nasal hacia abajo y
nos daría una nariz chata.
Es interesante observar, siguiendo este estudio de la dinámica de trabajo
de este tejado mandibular, cómo ha sufrido a nivel de los molares inferiores
las grandes abrasiones con orientación vestibular que se ven en la Figura 4.16
y que exigen en el maxilar superior unas abrasiones similares con orientación
palatina (expresión plástica de la función), que producirían unos grandes con-
tingentes de lateralidad que a su vez exigen fuertes pómulos que soportan
dichos estímulos. Ello conlleva, como he dicho anteriormente, un paladar
casi plano. Estas abrasiones justificarían la existencia del tubérculo de
Carabelli, situado en la cara palatina del primer molar superior que ampliará
las posibilidades masticatorias durante un tiempo, lo que demuestra la impor-
tancia de la biomecánica en el estudio de la evolución.

Figura 4.16.

Recordemos que en una vivienda normal se calculan los forjados para que
resistan 250-300 kg/m2. A nivel de los molares, sitio donde se tiene más fuer-
za en la arcada se puede hacer una fuerza de hasta 200 kg/cm2; este dato se
hace más interesante si nos detenemos a considerar las delgadas estructuras
laminares que soportan tan enorme esfuerzo.
Cuando una fuerza incide en un plano inclinado se la puede considerar
descompuesta en dos: la de deslizamiento (S) y el contingente central, o de
resistencia (R), cuya representación corresponde a los lados del célebre para-
lelogramo de fuerzas, de tal forma que la diagonal del mismo tiene el valor de
la fuerza primitiva (Fig. 4.1 7).
30 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 4.17.

A medida que este ángulo de incidencia cambia, es decir, a medida que


la inclinación de la abrasión o desgaste de estos molares va variando, cambia
consecuentemente el valor de las fuerzas de deslizamiento y del contingente
centra!, influyendo, como es lógico, en las formas de las estructuras que han
de soportarlas. Esto nos explica por qué el hombre de neanderthal no tenía
mentón, porque cuando en un sistema como éste, del tejado mandibular, que
estamos considerando las fuerzas centrales actúan predominantemente en
sentido lingual como se muestra en la Figura 4.18, resulta que obligan dichas
fuerzas a una migración de la zona que corresponde a la barbilla o mentón,
avanzando, sin embargo, los dientes inferiores hacia delante. Si las fuerzas
son axiales, por ser el plano de trabajo perpendicular al eje axial de la muela,

Figura 4.18.
EL CRÁNEO, UN EDIFICIO SINGULAR 31

el perfil de la mandíbula será recto, y el arco mandibular será plano en el


sentido axial. Por otro lado, sí existe una preponderancia de los contingentes
de deslizamiento y unos esfuerzos hacia fuera, ocurre que la forma co-
rrespondiente de las estructuras óseas que han de soportar dichos esfuerzos
será de una gran eminencia en la zona del mentón, retranqueándose la zona
correspondiente a los incisivos (ver Capítulo 14).
De aquí que es interesante saber las fuerzas a que está sometida una
estructura, debemos terminar mostrando la disposición de trabajo que adopta
la boca de los felinos en donde la oclusión es de tal manera, que las muelas
inferiores caen por dentro de las superiores, provocando una abrasión que no
sólo es inclinada como hemos visto en el hombre de Neanderthal, sino
completamente paralela al eje de la muela, obligándole en la función a que
existan unos grandes contingentes de lateralidad que estos animales resuelven
con unos arbotantes o contrafuertes muy potentes, que son los arcos cigomá-
ticos. Estos arcos cigomáticos, que están detenidos en su desarrollo horizon-
tal precisamente por la acción de un músculo, el masetero, que insertado en
dicho arco se dirige hacia abajo y hacia dentro para alcanzar su inserción en
la rama de la mandíbula. Este sistema de arco, músculo y plano inclinado se
regula en sí mismo de tal manera que cuanta más función de lateralidad haya,
más arbotante habrá que la soporte, y este arbotante está retenido y reforza-
do por la acción del músculo masetero.
La tendencia de apertura del arco de la mandíbula por la contracción de
los maseteros oblicuos se ve contrarrestada por la simultánea contracción de
los pterigoideos externos, que forman con los maseteros músculos digástricos
en los felinos; ha sido necesario el desarrollo de inervación independiente en
maseteros y pterigoideos para que aparezca la posibilidad de diducción,
como ocurre en la especie humana.
Para que tan ingenioso sistema funcione debidamente, necesita la exis-
tencia de una articulación a nivel de la sínfisis para que los esfuerzos del
masetero puedan abrir las ramas de la mandíbula haciendo que la tijera mas-
ticatoria de los molares corte perfectamente. Situación semejante ocurre a
menudo cuando utilizamos una tijera que no corta muy bien, ya que infringi-
mos con nuestros dedos unos movimientos que consiguen que las dos ramas
pasen tocándose con presión.
Corrientemente, en anatomía, estamos acostumbrados a que nos presenten
el cráneo y el macizo maxilofacial de una manera parecida a como se estudian
los edificios, en sentido horizontal, dada esta moda de la propiedad horizontal
que nos invade, pero no debemos olvidar que en arquitectura lo interesante
son los pilares, y por ello creo que tiene un interés especial el saber a dónde y
por dónde caminan estos esfuerzos que provoca la masticación.
Volviendo al tema que nos ocupa de la biomecánica craneofacial huma-
na, se pueden distinguir tres zonas distintas que trabajan de diferente manera
en la arcada dentaria:
32 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

a) Una anterior o incisiva, donde los esfuerzos axiales se han de


descomponer de tal forma que libren la apertura de las fosas nasales
y en parte queden absorbidos por las débiles estructuras cartilaginosas
de la nariz, y por las bóvedas del suelo de la nariz y la espina nasal an-
terior. A corroborar esto dediqué mi tesis doctoral, mostrando la corre-
lación de la forma de morder los incisivos y la morfología de la nariz.
b) Una segunda zona canino-bicuspídea en donde los esfuerzos
caminan por la rama para alcanzar la glabela, pero no muriendo en
ella, como clásicamente se nos ha enseñado, sino cruzándose en la
línea media para ascender por la concha del frontal a las eminencias
frontales contralaterales
c) Una tercera zona molar cuyos esfuerzos ascienden por los latera-
les para, diluyéndose con la distancia, repartirse por los costados de
cráneo (Fig. 4.19).
Siguiendo a Cajal que defiende la similitud que existe entre los
fenómenos biológicos con los atmosféricos y cósmicos, pero con gran
cambio de escala, les puedo ofrecer para grabar estas ideas el símil de
que «...La marea de estímulos masticatorios, después de vencer la
escollera de los senos y las fosas nasales va a morir a la playa del
frontal».

Figura 4.19.
EL CRÁNEO, UN EDIFICIO SINGULAR 33

Cuando en una playa las mareas son suaves, se presenta la arena


casi horizontal; y esta horizontalidad hace a su vez que mueran las
olas suavemente; por el contrario, en las playas en donde existe una
depresión que nos hace «perder pie», es porque rompe con fuerza la
ola y se organiza la arena de tal forma para sujetar el empuje de las
mismas. «La función engendra la forma y la forma compensa a la
función».
Este tema es tan amplio que mi intención no es más que tratar de
crear interés en el estudio de esta materia, ya que al exponer estas
ideas y a medida que se va profundizando en ellas, se ve cómo la
función masticatoria tiene mucha importancia en la estructura y
formación del cráneo.
Se interesaron en el tema el doctor ingeniero de caminos don
Miguel Ángel Hacar y el doctor ingeniero de C.C. y P. señor Alarcón, y
con su colaboración se fundó la Asociación Española de Biofísica
(AEB) el 12 de marzo de 1971.

Nota del autor: Los dibujos de este capítulo concernientes a la arquitectura, han
sido realizados por Juan de la Macorra Román (arquitecto).
2
5
El cráneo: rigidez y elasticidad

Concibiendo el cráneo como hemos visto en los capítulos anteriores, y


recordando las estructuras que entran en su composición, vamos a considerar
al mismo desde el punto de vista de sus rigideces y elasticidades. Partiendo
del odonton como unidad anatómica, vemos que es en el odonto (esmalte,
dentina y pulpa) en donde se verifica el choque entre los esmaltes de los dien-
tes que ocluyen, siendo la estructura de dicho esmalte la más dura de todo
el organismo, por lo que para suavizar la dureza del choque precisa que sus
prismas tengan unas formas curvas en «S itálica» para atenuar el golpe.
Además su apoyo en la dentina le proporciona una cierta atenuación del
choque dada la elasticidad que ésta tiene, al presentar una estructura tubu-
lar.
En el parodonto (cemento, ligamento, hueso alveolar y encía), reside otro
escalón en e! proceso de amortiguación, fundamentalmente a cargo del pro-
pio ligamento peridentario que, insertándose por un lado en el cemento de la
raíz y en el hueso alveolar por el otro, adquiere con sus fibras una disposición
radiada que favorece la amortiguación axial, y otras fibras en dirección tan-
gencial encargadas del mantenimiento del diente contra los choques que
tienden a girarlo; este efecto de amortiguación se ve reforzado por la almo-
hadilla de tipo hidráulico que forman los vasos sanguíneos en el espacio
peridental.
Las piezas dentarias están alojadas en los alvéolos que están formados de
hueso esponjoso y que orientan sus trabéculas en la dirección de los esfuer-
zos masticatorios, diversificándolos, y en el maxilar superior enviándolos por
los arbotantes a las distintas zonas del cráneo que veremos a continuación. Se
puede considerar otra zona formada por el espacio a nivel de senos maxila-
res y fosas nasales que actúan a modo de una escollera que intentará detener
los estímulos de la marea oclusal.
Vamos a tratar de sintetizar este rápido bosquejo del cráneo en la Figu-
ra 5.1, en donde pondremos con diferentes rayados las zonas que hemos con-
36 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 5.1.

siderado. Enfocando el cráneo de esta manera nos podemos explicar aquel


tipo de diversas fracturas que nos mostraban los libros de quirúrgica en donde
veíamos que existían unas fracturas horizontales de toda la zona de los pro-
cesos alveolares superiores que constituía la fractura de Lefort I, cuya carac-
terística fundamental es el signo de la «dentadura mal ajustada» y que sepa-
raría esta zona alveolo-dentaria de la siguiente que vamos a considerar. Esta
segunda zona elasto-resistente comprende todo el macizo maxilar superior
hasta su límite con el frontal en las dos zonas que muestra la figura.
El macizo maxilofacial tiene su apoyo nasal en el etmoides y el posterior
en las apófisis pterigoideas que lo fijan al cráneo. El arrastramiento que supo-
nen las apófisis pterigoides al macizo maxilar está claramente demostrado en
la variación de la inclinación de ellas sobre éste en las distintas especies. Así
tenemos a los felinos que tienen sus apófisis pterigoides horizontales, y van
verticalizándose en los monos, para estar en el hombre completamente verti-
cales. Los arbotantes centrales maxilares que rodean la apertura piriforme
caminan en dirección de la glabela y tienen la característica de entrecruzar-
se a este nivel produciendo los senos frontales para diversificar de nuevo los
estímulos recibidos y conducirlos a las eminencias frontales contralaterales.
Una tercera zona elasto-resistente sería la bóveda craneal que recibe, difumi-
na y neutraliza los estímulos ya muy disminuidos que a ella llegan. Su estruc-
tura diploica, el especial tipo de sus suturas (sincondrosis), le dan unas posi-
bilidades de absorción de estímulos que completan el sistema.
La cúpula de la Basifica de San Pedro del Vaticano en Roma, en cuya cons-
trucción colaboraron Bramante, Rafael, Miguel Ángel, Maderno y Bernini,
EL CRÁNEO: RIGIDEZY ELASTICIDAD 37

tiene una doble estructura que imita al diploide de la bóveda craneal, ejem-
plo al que volveremos a recurrir en el capítulo de la oxicefalia (Fig. 5.2).
Veremos en el capítulo de exploración clínica cómo se dan las normas
para la mejor observación de las eminencias frontales y cómo existe siempre
una correlación entre la hiperfunción masticatoria de un lado y el mayor
desarrollo de la eminencia frontal contralateral.

Figura 5.2.
2
6
El tridontón

Como vemos al final del Capítulo IV, después de la conferencia pronun-


ciada en el Instituto de la Construcción y del Cemento sobre «Un edificio sin-
gular el cráneo», se interesaron algunos ingenieros y empezamos a reunimos,
y en marzo de 1971 se constituyó la Asociación Española de Biofísica (AEB),
que fue aprobada oficialmente el día 12 de dicho mes.
40 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Señor don Luis de la Macorra Revilla—Juan Belmonte, 1. Madrid.


ELTRIDONTÓN 41

Después de más de cien sesiones, el vicepresidente de la AEB, don


Guillermo Serrano Entrambasaguas (Doctor Ingeniero Naval) expuso la teo-
ría general de sistemas, y se pensó aplicar dicha TGS al por entonces recién
aparecido sistema estomatognático, exponiéndose a continuación el resul-
tado.
La aproximación al aparato estomatognático (AE), con la teoría general de
sistemas, es el camino casi obligado para el profesional moderno, que, mejor
que aislar los problemas para contemplarlos in vitro, actitud ya superada,
debe cambiar su enfoque a un espectro más amplio en el que pueda analizar
las interrelaciones e identificar con ello la relación de causa-efecto.
El presente capítulo, soportado básicamente en imágenes y esquemas ana-
lógicos, pretende mostrar la línea de trabajo que sigue la sección de biome-
cánica craneofacial de la AEB intentando aportar al estomatólogo un sistema
conceptual que sea de utilidad práctica en su diario quehacer clínico.
Tenemos que dedicar a la TCS, conocimiento que no nos dieron en la
Universidad, por lo menos un párrafo, porque consideramos de suma impor-
tancia su conocimiento por ser el denominador común de todas las ciencias;
bástenos decir que sin su aplicación no hubiera sido posible el enorme avan-
ce de la técnica aeroespacial, ni la sociología, ni la economía, por citar las
más relevantes.
Se entiende por sistema un conjunto de elementos, atributos y/o sucesos
que están interrelacionados y se condicionan mutuamente para alcanzar
fines. Estos elementos, atributos o sucesos tienen una orientación teleonómi-
ca, es decir, dirigida a la búsqueda de objetivos; teleológicamente tienen una
finalidad y están relacionados de parte a todo y de lodo a parte, dándose
constantemente la característica de que el todo es siempre mayor que la suma
de las partes, existiendo entre sus elementos, atributos o sucesos, una jerar-
quía que puede ser asociativa o distributiva. Existe un control con determina-
dos mecanismos de regulación que puede proceder de dentro o de fuera del
propio sistema y mecanismos cibernéticos, feedback, así como varios niveles
de control. En todo sistema existen entradas y salidas, y el sistema está envuelto
en su entorno, existiendo entre ambos un intercambio bien de productos, de
energía o de información. Hay dos modalidades de sistemas:
1. El cerrado, que no intercambia ni energía, ni materia, ni información
con su entorno.
2. El abierto, siendo a este último al que pertenecen todos los sistemas
biológicos.
Con esta breve información, ampliable leyendo las obras de Bertalanci,
pasamos a estudiar la concepción clásica del diente, que venía siendo consi-
derado como una unidad mineralizada alojada en el organismo pero casi
ajena a él. Posteriores estudios anatómicos e histológicos lo fueron relacio-
nando con el resto del organismo. Se debe a Jaccard(6), en la reunión del
42 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

ARPA de 1943, el primer paso importante al considerar el diente integrado en


su entorno más inmediato, con lo que surgió el concepto de odontón.
Esta elemental observación funcional, pone de manifiesto la existencia de
una unidad de orden superior al odontón que es la «unidad de acción» del sis-
tema para la que proponemos el nombre de triodontón o mejor tridontón por
razón de eufonía.
A partir de este concepto podemos ya considerar dos tipos de sistemas ele-
mentales: primero el odontón como sistema unitario anatomofisiológico. En él
ya vemos que el odonto tiene su propia inervación por los filetes pulpares de
los odontoblastos y el parodonto que tiene distinta inervación «parodontal»;
segundo el tridontón como sistema unitario de acción.
La interrelación de estos dos sistemas tiene unas características que
vamos a tratar de consignar a continuación: primero, suministra al centro de
control cerebral una nueva información fruto de! contacto de los odontones
al formar el tridontón; segundo, tiene un carácter trinitario, participando
cada odontón en tres tridontones y componiéndose cada tridontón de tres
odontones, lo que es de aplicación general a toda la arcada con las natura-
les singularidades de los extremos y de la porción central en el plano de
simetría. Así vemos que el tercer molar superior sólo articula con el tercer
molar inferior y el incisivo central inferior articula sólo con el incisivo cen-
tral superior y, sin embargo, este último forma tridontón con los dos incisivos
inferiores de su lado.
De la importancia de la consideración de tridontón baste decir que los ani-
males inferiores no lo presentan y que hay que ascender en la escala zooló-
gica hasta algunos mamíferos para encontrarlo ya que ni los félidos ni los
cánidos lo presentan, apareciendo en los úrsidos. Podemos definir al tridon-
tón como unidad de destino en la evolución.
Estudiando más detenidamente el tridontón, vemos que es la mejor forma
de ahorro de unidades, ya que se necesitan tres odontones para formar un tri-
dontón; con sólo cuatro odontones se pueden formar dos tridontones; con
cinco odontones se forman tres tridontones; con seis, cuatro; con siete,
cinco, etc., existiendo una pequeña diferencia numérica de dos unidades
entre el escalón anatomofisiológico odontal y la «unidad de acción» triodon-
tal. Es curioso observar que en geometría se da una ley similar en los polie-
dros, en donde caras más vértices es igual a aristas más dos.
La actividad de masticar pone en relación lodo el conjunto de las arcadas,
y para que haya un reparto racional de los esfuerzos, compatible con la diná-
mica de los maxilares, las piezas dentarias adoptan una configuración conse-
cuente a las tres funciones básicas características del omnívoro. De acuerdo
con ello, cada pieza está situada en un lugar acorde a su especialización y en
consonancia con su morfología específica funcional; las piezas de corte (zona
incisiva) se sitúan en donde hay más brazo de palanca, y las piezas de tritu-
ración donde la base es más resistente y pueden soportar por ello esfuerzos
ELTRIDONTÓN 43

mayores (zona molar), ocupando las piezas de desgarre, posiciones interme-


dias entre ambas (zona canino-bicuspídea).
Como se muestra en la Figura 6.1, vemos cómo dicho odontón se compo-
ne del odonto y el parodonto, formado el primero por el esmalte, la dentina
y la pulpa dentaria y el segundo o parodonto por la encía, el ligamento, el
cemento radicular y el hueso alveolar.
La aportación de Jaccard(6), teniendo la limitación de seguir considerando
las unidades dentarias de forma independiente, ha servido para un gran avan-
ce en el concepto anatomofisiológico. Se ha incurrido en el error de considerar
al odontón como una unidad funcional y dicho concepto no nos permite con-
templar la interacción mecánica entre los elementos del conjunto dentario, por
lo que resulta incompleta para el análisis de la actividad. No obstante, esta con-
cepción ha servido para dar un avance importante, sobre todo en parodoncia.
En el estudio de la actividad de las arcadas como conjunto, se destaca lo
que llamaremos «unidad de acción», en la que participan tres odontones de
tal manera que uno de ellos se opone a dos antagonistas para realizar el tra-
bajo de la masticación (Fig. 6.2)
En la Figura 6.3 se pone de manifiesto el hecho de que en estos grupos
funcionales, el grupo incisivo adopta una posición céntrica y simétrica,
teniendo a sus lados los grupos canino-bicuspídeos y éstos lindan a su vez
con los grupos molares, estando dispuestos de tal forma que en la arcada
superior las piezas distales de cada grupo se integran en el conjunto funcio-
nal tridontónico contiguo para garantizar el solape de las tres funciones.

Figura 6.1.
14 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 6.2.

No obstante, cada odontón del conjunto puede comportarse


como elemento activo en cada una de las tres funciones básicas:
corte, desgarre y trituración, si bien su actividad en cada una de ellas
estará en función de su posición y de su forma.
En la Figura 6.3 se muestra en imagen la frecuencia de distribución
de las tres funciones de cada uno de los grupos, resultando patente del
examen de la figura la correspondencia entre los grupos diferenciales a
los máximos de sus respectivas funciones. Las piezas correspondientes
a los máximos son las más especializadas y están situadas en las zonas
centrales de dichos grupos, mientras que la piezas intermedias que
corresponden a los extremos de los grupos, son las menos polivalentes,
lo que creemos explicaría su tendencia evolutiva a ser amortizadas,
comprobándose clínica y estadísticamente esta hipótesis.
En la Figura 6.4 se muestra la línea quebrada que enlaza los centros
de acción de los tridontones como unidades de acción interarcada,
así como los trazos horizontales que representan los contactos inter-
dentarios en cada arcada. En la parte inferior de la figura se representa
el grado de relaciones de los odontones de las dos hemiarcadas
antagonistas. Los vértices representan los odontones y las aristas esta-
blecen los canales de transmisión de estímulos mecánicos correspon-
diendo las superficies triangulares con los tridontones. En cada uno de
estos triángulos, se ha colocado un número en su interior que corres-
ponde al número de raíces dentarias que actúan en cada tridontón. Del
ELTRIDONTON 45

Figura 6.3.

examen de estos dígitos se deduce la correspondencia entre cada grupo fun-


cional y la dotación de las raíces dentarias que entran en la formación de los
tridontones que les corresponden de acuerdo con los requerimientos funcio-
nales de los mismos.

Figura 6.4.
46 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 6.5.

Los elementos hasta aquí descritos constituyen subsistemas escalonados


en los cuatro niveles: primero odontón, segundo tridontón, tercero grupo fun-
cional y cuarto arcada, que en conjunto formarían un sistema de orden supe-
rior que es el órgano masticatorio al interaccionarse las dos arcadas (Fig. 6.5).
Este conjunto a su vez forma parte de un sistema más elevado, sistema cra-
neofacial, en cuyo interior se produce la actividad mecánica de masticar, se
soportan los efectos consiguientes y se transmiten a través de las fibras ner-
viosas que forman un sistema armónico con los estímulos mecánicos recibi-
dos.
Conjuntamente con esta interrelación funcional de las arcadas existe otro
subsistema formado por la articulación temporomandibular, que por su posi-
ción más craneal dirige sus estímulos mecánicos hacia las zonas temporal y
parietal, contribuyendo a la globulación del cráneo. Este conjunto de siste-
mas, más el sistema muscular, el vascular y el nervioso que los acciona, nutre
y controla; bajo estímulos psíquicos y hormonales, muestra la visión panorá-
mica que creemos debe tener presente el estomatólogo en su clínica diaria
(Fig. 6.6).
Es un hecho sabido que cualquier cosa, por muy pequeña que sea, al
colocarse impidiendo el contacto entre dos dientes antagonistas, nos produ-
ce la noticia de su existencia magnificada, a tal extremo que si colocamos un
alambre de siete mieras de diámetro entre nuestros dedos índice y pulgar no
ELTRIDONTON 47

Cerebro
centro
de deci-
sión

Figura 6.6.

percibimos su tacto y muy probablemente no llegaremos a verlo si no


es por su brillo, sin embargo este alambre colocado entre dos dientes
antagonistas nos producirá una sensación de ser mucho más grueso de
lo que es en la realidad. Esta magnificación viene dada porque reci-
bimos la noticia en nuestro cerebro de su presencia por la inervación
parodontal de los dientes entre los cuales está colocado el alambre y la
noticia de ausencia de contacto del resto de la piezas. Con esto se
demuestra la gran sensibilidad del aparato estomatognático, que supe-
ra a la vista y al tacto.
Este capítulo se basa en la comunicación presentada por la AEB
al 66 Congreso Anual de la Federación Dental Internacional (FDI, 1978)
(7)
.
2
7
Morfología nasal y oclusión

En el capítulo de antecedentes ya hemos apuntado que estando realizan-


do mi tesis doctoral sobre «Relación topográfica de los caninos con el seno
maxilar», me ocurrió un accidente que me produjo la fractura de los huesos
propios de la nariz (Fig. 7.1).
Con mis huesos propios de la nariz fracturados y en el período de cuatro
horas que transcurrieron desde la fractura a la reducción por el doctor Antonio
Mico Rojas, pude hacer las siguientes observaciones: 1.ª que toda fuerza o
presión ejercida en sentido axial en mis dientes anterosuperiores desde el pri-

Figura 7.1.
50 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

mer bicúspide de un lado al homónimo del opuesto, se transmitía de una


manera directa a la línea de fractura, en la que me producía un vivo dolor. A
tal extremo llegaban las cosas que bastaba un mínimo roce con la yema de los
dedos o simplemente con la lengua sobre estos dientes descritos para que esta
escasa presión se acusara de manera manifiestamente dolorosa en la línea de
fractura. 2.a pude también constatar que mínimas presiones ejercidas con la
punta de la lengua en el paladar anterior, en una zona comprendida entre la
arcada dentaria como arco y una recta que uniese los dos primeros bicúspi-
des como cuerda, eran transmitidas de una manera inequívoca a la línea de
fractura. Estas dos observaciones pude realizarlas serenamente, porque una
vez que se cohibió la gran hemorragia y estando yo acostado, en el tiempo
que medió entre la fractura y la reducción, no sufría dolor espontáneo alguno
y el dolor aparecía de una manera simultánea y de una duración igual a la de
la presión mínima que sobre los dientes anteriores o la zona del paladar ante-
riormente descrita se ejerciera. Realizada la reducción, me quedó un dolor
espontáneo en el sitio de fractura que desapareció al cabo de media hora
aproximadamente, pero que no me obligó a tomar ningún analgésico pues su
intensidad era moderada. En el transcurso de esta media hora pude volver a
comprobar que cualquier presión ejercida en la forma y zonas mencionadas
me exacerbaba dicho dolor, cediendo la exacerbación cuando la presión
cesaba. Cuando remitió el dolor espontáneo volví a comprobar la marcha de
los fenómenos anteriormente observados y nuevamente comprobé el mismo
resultado doloroso a las mínimas presiones. Con estas observaciones pasaron
los primeros momentos después del accidente y en días sucesivos pude notar
la disminución en el dolor provocado por la presión en las zonas descritas a
medida que el callo óseo avanzaba.
Pensando en estas cosas y discurriendo por diversos caminos, favorecido
mi pensamiento por la inmovilidad forzosa por la gran equimosis orbitaria,
llegué a encaminar mis ideas hacía la posible importancia que sobre la forma
de la nariz en su estructura ósea tenían que tener los estímulos de origen den-
tal y bucal. Esto me sugirió la posibilidad de cambiar mi tesis doctoral por otra
sobre la «Repercusión de la oclusión dental en la forma nasal», y como quie-
ra que el primer título de mi tesis sobre los caninos no me atraía nada, por ser
de tipo estadístico, me pareció oportuno el cambio que llevó consigo el trá-
mite burocrático correspondiente.
Estando en cama concebí esta hipótesis de trabajo: si es verdad que los
estímulos de origen dental influyen en la forma nasal, tiene que, basado en las
observaciones ya descritas ocurrir:

1. A un gran estímulo deberá corresponder una nariz grande y viceversa.


2. A un desequilibrio funcional hemilateral deberá acompañar una dis-
formiosis nasal.
3. Todo trastorno funcional tendrá su repercusión en la forma nasal.
MORFOLOGÍA NASAL Y OCLUSIÓN 51

4. Deberá existir una correlación entre determinados grupos dentarios y la


específica localización de su estímulo.
5. Arcadas normales con función normal darán una nariz normal.
6. Toda desviación de la normalidad de la forma nasal deberá ser la
expresión de determinadas alteraciones funcionales oclusales.

Permanecí en cama tres días pues la gran hemorragia quebrantó mis fuer-
zas, pero ardía en deseos de volver a la consulta para tratar de ver si en la
práctica ocurría lo que en mi imaginación se había concebido.
Quise comprobar estas ideas y en mis pacientes observaba detenidamen-
te las condiciones masticatorias y, la colocación y funcionalidad de sus dien-
tes especialmente los anteriores, así como la forma de su paladar que pudie-
ran tener alguna repercusión o influencia sobre la forma de la nariz y pude
comprobar en muchos de ellos que existía una manifiesta relación entre la
forma de la nariz y la oclusión dentaria.
La armonía existente entre la forma y función de la arcada con la nariz es
algo intuitivo, que se percibe claramente en la belleza que necesita de dicha
armonía y se capta claramente en el caso de que exista manifiesta imperfec-
ción en la forma y función de las arcadas o en graves alteraciones en la forma
de la nariz, una disarmonía que nos llama la atención.
Siguiendo con mis observaciones, comencé a imaginar cuáles deberían ser
las condiciones oclusoarticulares en una boca cerrada que armonizaran con
la forma de la nariz del paciente, y de esta manera veía cómo podía yo ima-
ginar las características más destacadas de la oclusión con la simple inspec-
ción y palpación de la nariz.
Recorriendo el camino inverso de las observaciones anteriores vemos con-
firmadas estas suposiciones al estudiar los trabajos de Endo, que de una mane-
ra experimental y con un elemental aparato cuyo esquema se muestra a conti-
nuación reproducía las condiciones mecánicas de la oclusión y la distribución
de las fuerzas en el esqueleto facial (Banri Endo, 1 965) (Fig. 7.2)<8>.
A continuación seleccionamos los casos extremos de grandes alteraciones
de la forma de la pirámide nasal, en las que se podía descartar su origen trau-
mático y estudiaba y comprobaba que en estos sujetos existían alteraciones
funcionales de la oclusión coincidentes con las alteraciones morfológicas
nasales. Teníamos que encontrar algunos casos en donde una asimetría en la
función oclusal se pusiera de manifiesto en la forma nasal con otra asimetría
y que precisamente esta desviación nasal debiera inclinarse hacia el lado que
transmitiera los estímulos más débiles o más oblicuamente a la zona nasal.
Esta idea costó muchos años digerirla pues la clínica, que como dice Maráñon
«es el gran laboratorio del práctico», demostraba lo contrario. Teniendo en
cuenta la teoría general de sistemas expuesta en el Capítulo 6, pudimos inter-
pretar correctamente las hiper e hipofunciones oclusales al hacer los estudios
triodontales de ambos lados, con lo cual estuvimos en mejores condiciones
52 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 7.2. Tomada de


(8)
Bjnri Endo

para interpretar las desviaciones nasales. Pero aún nuestros cálculos se encon-
traban desmentidos en la clínica, ya que, influido por las ¡deas de Cajal que
dice que los fenómenos biológicos tienen una representación en los fenóme-
nos atmosféricos y físicos, pensaba que igual que los árboles se inclinan hacia
el lado opuesto de donde viene el aire, la nariz se desviaría hacia el lado de
la hipofunción por predominio de las fuerzas de la hiperfunción del otro lado,
no ocurriendo esto sino todo lo contrario.
Así pues, presentaremos tres casos muy demostrativos, el primero de ellos
R. M-, de 40 años, que presenta una nariz con gran desviación hacia el lado
derecho. Como se puede observar en las fotografías, y que, descartada su
posibilidad de origen traumático, recordaba haber recurrido hace muchos
años a un otorrino para tratar de corregir este defecto. Examinada la boca se
puede apreciar cómo existe una gran desviación de las fuerzas oclusales
debido a la diferencia existente en la forma de morder de ambos lados (Fi-
gura 7.3).
Un segundo caso es el de las figuras siguientes, pertenecientes a otro
paciente, hijo también de profesional, a quien le tuvieron que extraer tres
molares de los seis años en época muy precoz y que presenta una articulación
borde a borde de incisivos y cruzada en la zona de bicúspides. Cuando se
tuvo ocasión de observar la nariz de este paciente tratamos de imaginarnos su
oclusión en función de la forma de su nariz y pensamos que debido a su gran
desarrollo nasal tendría mucha estimulación mecánica en el grupo
canino-bicuspídeo. Como quiera que presentaba una ligera desviación de su
nariz hacia su lado derecho, como se aprecia en la fotografía, era de esperar
MORFOLOGÍA NASAL V OCLUSIÓN 53

Figura 7.3.
54 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 7.4.

que existiera una mayor fuerza de impacto oclusal en dicho lado que tiende,
para mejor absorber los estímulos, a su verticalización, viéndose confirmado
mi pensamiento cuando pude observar la boca, cuyos modelos articulares se
muestran en las fotografía de la Figura 7.4.
Un tercer caso, correspondiente a un paciente que curiosamente regenta-
ba la cafetería de la antigua Escuela de Estomatología, es el de P. I. O., en
cuyas fotografías referentes a su cara (frente y perfil) y sus modelos, se apre-
cian anomalías oclusales que pueden explicar la curiosa forma de su pirámi-
de nasal que corresponde a una nariz denominada de «halcón» (Fig. 7.5).
Para mí estaba demostrado que existía una relación entre la oclusión den-
taria y las formas nasales y buscamos en los textos algo que pudiera confirmar
estas ¡deas; trataremos de extractar lo poco que se encontró en apoyo de esta
tesis.
«Es innegable la influencia funcional en la estructura interna del hueso;
lógico es pensar que la morfología externa tiene que estar influenciada por la
función» Roux(9).
Según Cíerzynski1"1', es en la glabela donde se sitúa el vértice del cono
dental y ahí se equilibra la presión traumática de ambos lados. El cono den-
tal está formado por la prolongación de los ejes de los dientes y la curva de
compensación o de Spee, que sería la base esférica de tal cono.
MORFOLOGÍA NASAL Y OCLUSIÓN 55

Figura 7.5.

Esta aseveración de Crerzynskí(10) es verdad, pero no toda la verdad,


ya que los estímulos se cruzan en la glabela como podremos
demostrar en el capítulo de la oclusión dental y la forma frontal.
El doctor Korhaus(1), en el capítulo de la estructura interna de los
maxilares y el cráneo facial, al estudiar los elementos óseos dice:
«La arquitectura de ambos maxilares es muy diferente. El maxilar
superior consta de un armazón óseo en forma de pirámide en el
cual están incluidas las cavidades neumáticas accesorias nasales.
Se opone a la presión de la masticación por un ingenioso sistema
de 'pilares de sostén' por los que se apoya contra el resto de los hue-
sos faciales y sobre todo contra el cráneo. La presión y la fracción de los
56 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

músculos masticatorios no actúa tan directamente en el maxilar


superior como en el inferior porque como opinan Bluntschli y
Winkler(12), muchos de los músculos masticatorios de gran potencia,
como el temporal, el masetero y los pterigoideos externo e interno
apenas se relacionan con el maxilar superior y el cráneo facial». Nada
más que a través de la oclusión dentaria, añadiríamos nosotros.
Quien soporta y recoge por medio de los dientes la presión
masticatoria y la transmite por medio de sus pilares al resto del cráneo
es precisamente el arco basal a través del maxilar superior. Este sería
el piso inferior de la «atalaya dental» con la que la ha comparado W.
Richter(13). Como los ejes longitudinales de los dientes superiores
están inclinados hacia fuera y abajo y, además, la curva de oclusión
asciende en la parte distal (curva de Spee), resulta que la región de los
ápices que recibe la presión, la base apical de Lundstrom, es menor
que la arcada dentaria por lo que su resistencia ha de ser mayor. Al
contrario de lo que sucede en el maxilar inferior, formado por un solo
hueso, el maxilar superior está formado por dos huesos divididos y
unidos por la sutura sagital palatina que persiste hasta los 30 años,
pero debe considerarse a dichos maxilares como una unidad orgánica
dada la gran solidez de esta sutura.
Banri Endo (8) demostró la distribución de las tensiones y presiones
producidas en el esqueleto facial humano por las fuerzas mastica-
torias, de manera experimental como nos referimos en los párrafos an-
teriores y cuyos esquemas exponemos a continuación.
El hecho de que ya en el feto y en el recién nacido se formen pi-
lares de sostén unidos al arco basal, cuando el cráneo sólo está osifica-
do en parte, demuestra que ya en la vida fetal se producen contrac-
ciones musculares a las que tiene que adaptarse la estructura estática
del cráneo facial. El cráneo empieza a osificarse primeramente por los
sitios que entran en contacto con los pilares del maxilar superior y de
la ATM.
En el sistema de pilares de sostén del maxilar superior pueden
distinguirse cuatro pilares principales:
1. Pilar naso-frontal (delante).
2. Pilar cigomático (en medio).
3. Pilar esfeno-palatino (detrás).
4. Soporte transversal de los huesos del paladar.
Todos ellos empiezan en una zona amplia del arco basal superior,
al cual sostienen contra el cráneo cefálico. Como dice Sicher"(4), a
cuyas afirmaciones me atengo, el curso de los tres primeros pilares
del maxilar superior se complica por el hecho de que éstos han
de desviarse de su curso rectilíneo para circunscribir la fosa nasal
y la orbitaria. Estas incurvaciones traen consigo el que los pilares
estén unidos entre sí por medio de refuerzos. Las cavidades neu-
máticas del maxilar superior por su parte, no necesitan pilares de sos-
MORFOLOGÍA NASAL Y OCLUSIÓN 57

Figura 7.6. Tomadas de


(8)
Sari Endo

ten, pues son formaciones pasivas, que se explican como de relleno del
esqueleto en zonas muertas. Para nosotros estas formaciones no son tan
pasivas, sino la encargadas de desviar los estímulos hacía los pilares de
soporte. Este sistema de pilares que refuerzan el maxilar superior está
formado, en parte, por el engrasamiento del tejido compacto, y en
parte, por condensación y espesamiento de las trabéculas esponjosas
(trayectorias).
A pesar de las diferencias raciales, constitucionales, sexuales e
individuales que se descubren en el estudio de los diferentes cráneos
faciales, es evidente que la dirección de los ejes de los dientes en la
dentadura perfecta dependen de la acción de las fuerzas funcionales,
especialmente de la masticación.
En nuestra manera de ver las cosas y después de la observaciones
realizadas posteriormente a la fractura de los huesos propios de mi nariz,
pensamos que es en éstos donde se absorben las fuerzas de ambos
lados siendo dichos huesos tanto más largos cuanta mayor presión es
transmitida por la rama ascendente del maxilar superior, precisamente
para que con la forma de bóveda que presentan los dos huesos nasales
impidan el flechar dichas apófisis de los maxilares que forzosamente han
de curvarse para salvar la apertura piriforme.
Todas estas fuerzas procedentes de los grupos canino-bicuspídeos de
ambos lados ascienden por la apófisis ascendente del maxilar superior, para
58 BIOMECÁNICA CRANEOFAC1AL

llegar a los huesos propios de la nariz que la absorben y contrarrestan


con su bóveda, pero transmitiendo a la glabela en sentido longitu-
dinal llevando esfuerzos sobrantes a la base del frontal en su escotadu-
ra. Allí se reparten en gran parte por los arcos ciliares y fundamental-
mente por la concha del frontal, saliendo cruzados en la glabela en
dirección a los lóbulos frontales. Esto se demuestra de una manera
simple con la inspección y palpación de dichos lóbulos que nos
pondrá en conocimiento de cuál de las dos hemiarcadas tiene hiper-
función contralateral. En el capítulo Métodos de exploración, se des-
criben detalladamente las técnicas para ello.
Si las fuerzas masticatorias de ambos lados no son iguales, bien por
pérdida prematura de alguna de sus piezas, por articulación cruzada
o anoclusión, es lógico que se produzca una asimetría nasal si es que
la causa se instaló en un período de juventud anterior a la madura-
ción ósea.
Tenemos que confesar que hemos tardado muchos años en poder
interpretar con criterio arquitectónico la asimetría que se produce en
la pirámide nasal y las desviaciones de ésta cuando las fuerzas masti-
catorias de ambos lados no son iguales por algunas de las causas des-
critas anteriormente o por el desequilibrio triodontal.
Para la comprensión de este problema pedimos ayuda a don Javier
Torres, Ingeniero de Caminos Canales y Puertos, profesor titular de
estructuras de la Escuela de Ingenieros de Caminos de Cantabria, que
nos remitió el siguiente trabajo.

Antifunicularidad
Tenemos las fuerzas de la Figura 7.7 y entramos por la izquierda
con la fuerza Fa, al llegar a C y componer con P, se obtiene Fb, y
cuando llegamos a B necesitamos Fb para el equilibrio.
En el caso de dos cargas, ocurre algo similar, pero esta vez con dos
quiebros en los puntos C y D (Fig. 7.8),
Es decir, en cada punto de aplicación de las fuerzas externas hay un
quiebro, o sea: uno, la fuerza Fa se va torciendo en cada lugar de apli-
cación de las fuerzas exteriores (P), y dos, el quiebro es proporcional a
la magnitud de la fuerza actuante (Fig. 7.9).
La forma del arco que soporta este tipo de cargas es sencillo de
dibujar mediante el polígono de fuerzas de Varignon (Fig. 7.9b), o de
forma mucho más intuitiva se cuelgan de un cable las cargas de las
que se desea hallar el arco en la posición que se quiere que tengan, se
invierte la forma del cable y ése es el arco buscado (Fig. 7.10).
Esto no es otra cosa que lo que hacía Gaudí, por ejemplo, en la Sa-
grada Familia de Barcelona. Lo mismo se puede hacer para una carga
uniforme saliendo en este caso una curva que es una parábola de se-
gundo grado (Fig. 7.11).
MORFOLOGÍA NASALY OCLUSIÓN 59

Figura 7.7.

Aplicando el concepto primitivo, la fuerza F A de la izquierda va


perdiendo inclinación poco a poco según la intensidad de la carga
uniforme P, hasta llegar a ser opuesta a FH (Fig. 7.12).
Pero para pasar de FA a FH existen muchos caminos, cada uno de
ellos asociado a un tipo de carga distinto (Figs. 7.12 y 7.10).

Figura 7.8.
60 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

(p-, proporcional a P
<Pa proporcional a 2P

no exactamente pero si de forma aproximada se


puede decir que:
<p 2 - 2 tp,

Figura 7.9.

Figura 7.10.
MORFOLOGÍA NASAL Y OCLUSIÓN 61

parábolas de segundo grado


2
{y = ax + bx + c)

Figura 7.11.

Arco con descenso de apoyo


Supongamos el arco de la Figura 7.1 3.
En este arco se da un descenso de apoyo B, es decir, este apoyo
soporta menos esfuerzo, pero como la carga vertical es la misma
(PT/m), la reacción en A debe de aumentar en la misma proporción
que la del apoyo B disminuye, es decir: la parte izquierda del arco
absorbe más carga; como la carga es proporcional al incremento de
giro (Fig. 7.9), quiere decir que en la parte de la izquierda hay mayor
acumulación de curvatura que en la derecha.
De A a B se pasa, según la Figura 7.1 3, con una parábola, ¿cómo se
pasaría de A hasta B con una curva igualmente cóncava, hacia abajo,
de igual longitud y con mayor acumulación de curvatura en la parte
izquierda? (Fig. 7.14).
Pruebe a dibujar una curva como la descrita en la Figura 7.14 que
una A y B, verá como le sale directamente la Figura 7.14b. Pues bien
con este resultado tenemos todo lo que preguntaba. Si superpone las
Figuras 7.14A y 7.14B tiene lo indicado en la Figura 7.1 5.

Figura 7.12.
62 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 7.13.

Figura 7.14.
MORFOLOGÍA NASAL Y OCLUSIÓN 63

Figura 7.15.

Rara pasar de la forma inicial (línea sencilla) a la forma final (línea gruesa),
la zona AC inicial hay que incurvarla por el intradós, y la zona CB inicial hay
que incurvarla por el extrados, es decir, aparecen las tensiones indicadas en
la Figura 7.1 6.
Es decir, la estructura tiene una cierta forma que equilibra una cierta carga,
si la carga es mayor, necesita mayor curvatura y lo consigue incurvándose más
(flexión). Como resulta ser que la flexión es mucho más cara y compleja que
el trabajo a axil (antifunicularidad), si el tipo de carga persiste, la estructura
tiende a tomar la forma antifunicular de la nueva carga, llegando a la forma
de la Figura 7.17.
Para hacer una demostración clara de la relación existente entre las des-
viaciones de la pirámide nasal y las fuerzas masticatorias, y aclarar gráfica-
mente el principio de funicularidad y antifunicularidad, visto anteriormente,
recurrimos a suponer, como les mostramos en la Figura 7.18 que la pirámide
nasal está representada por el tronco y los estímulos laterales por los brazos
del muñeco que se ilustra, y que tiene sus pies en la glabela. Si el muñeco así
posicionado recibiera un estímulo igual en ambos brazos, su posición sería
central; si, por el contrario, inclina su cuerpo sobre uno de ellos, éste recibe

tracciones

Figura 7.16.
64 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 7.17.

más presión, que resuelve verticalizándose. Propongo al lector, para una


mejor comprensión que adopte la postura de apoyarse, con los brazos abier-
tos, sobre una mesa con el cuerpo inclinado, y los pies juntos y pruebe a incli-
nar el cuerpo hacia derecha o izquierda: percibirá la mayor presión en el
brazo hacia donde se produzca dicha inclinación, observando cómo dicho
brazo se verticaliza (Fig. 7.1 8).

Figura 7.18.
MORFOLOGÍA NASAL Y OCLUSIÓN 65

Cuando por cualquier circunstancia, como el caso de! siguiente paciente,


la oclusión se realiza de tal forma que no puede existir ningún movimiento de
diducción, ello repercute de una manera más destacada en la morfología
nasal; así vemos los modelos que mostramos a continuación en los que se
observa una mordida cruzada a nivel del 22 que le impide todo movimiento
de lateralidad y que forzosamente obliga a la articulación a funcionar como
charnela (típico de los engatillamientos mandibulares); obsérvese en la
Figura 7.19 la repercusión nasal, que fue lo primero que nos llamó la atención
a boca cerrada, haciéndonos sospechar de una anomalía oclusal.
A medida que la verticalización de los dientes anteriores aumenta, se ve
un incremento del caballete nasal, propio de las razas árabes así como de los
indios americanos. La inclinación de los dientes de la faceta anterior en el
sentido de la propulsión de su borde incisivo y máxime si es biprotusión tipo
^negroide», produce un achatamiento del puente nasal; generalmente a
menor abultamiento de la nariz a nivel del puente, suele corresponder una
mayor anchura de la arcada lo que viene acompañado o, mejor dicho, de la
mano de un prognatismo superior.
Queriendo buscar un mayor apoyo a nuestra hipótesis, fuimos a los trata-
dos de ortodoncia para poder comprobar, en los casos que han sufrido trata-

Figura 7.19.
66 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

miento, la influencia que sobre la nariz podía haber hecho éste y, en efecto,
pudimos constatar en algunos ejemplos que el tratamiento ortodóncico influ-
yó de manera apreciable sobre la forma de la nariz. Así tenemos los casos
descritos en el tomo 5 de la odontoestomatología que dirige el doctor Kárl
Haupl151, en el que se aprecia un acusado aumento del caballete nasal des-
pués del tratamiento ortodóncico, pese al poco tiempo que hace que la nueva
disposición de trabajo oclusal actúa (Fig 7.20).
Basado en la observación directa de cientos de pacientes, procedentes
unos de consulta particular, otros de la Seguridad Social, Beneficencia Muni-
cipal y Escuela de Estomatología, pudimos comprobar cómo la influencia

Figura 7.20.
MORFOLOGÍA NASAL Y OCLUSIÓN 67

mecánica de los incisivos centrales se localiza en la punta de la nariz; a sus


lados y algo más arriba se manifiesta la de los incisivos laterales; los caninos
mandan los estímulos mecánicos por ellos recogidos a zonas más superiores
y los primeros tricúspides a zonas óseas del dorso de la nariz.
Con estas ideas confeccionamos el esquema de la Figura 7.21, en donde
tratamos de representar las distintas localizaciones de los estímulos corres-
pondientes a cada diente y su manifiesta influencia en la forma nasal. A mayor
abundamiento hicimos repetidamente la observación contraria, es decir,
deducir a partir de la forma nasal cuál sería la característica más destacada de
su oclusión, confirmándose con ello la manifiesta relación de oclusión y
forma nasal.
Como resumen de este capítulo y de acuerdo con la hipótesis de trabajo
que hemos expuesto al principio del mismo, se ha podido demostrar cómo los
estímulos masticatorios influyen en la forma de la nariz y también cómo los
cambios en la dirección de dichos estímulos provocan variaciones en la forma
nasal. Asimismo podemos interpretar las asimetrías de la forma de la nariz
como consecuencia de asimetrías funcionales de la oclusión.
68 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 7.21.
8
Cambios sufridos en el perfil
nasal por variaciones
en el equilibrio oclusal

Una vez que se ha demostrado la influencia de los estímulos de origen


bucal en la forma de la nariz, como ya tuvimos ocasión de ver en nuestra tesis
doctoral, que mereció la calificación de sobresaliente por unanimidad, aco-
metimos la tarea de buscar, o mejor dicho detectar las modificaciones que
pudieran ocurrir en el perfil nasal cuando se efectuasen algunos cambios en
el equilibrio oclusal. Y éste será el objetivo del presente capítulo(16).
En el momento en el que el macizo maxilofacial ha alcanzado su desa-
rrollo definitivo, es decir, cuando ha organizado la trabeculación ósea como
expresión de las fuerzas a que está sometido, se puede afirmar que todo el sis-
tema queda estabilizado y en este momento el perfil facial, especialmente el
nasal, ha adquirido su forma definitiva, que, a nuestro modo de ver, es la plas-
tificación externa de la trabeculación ósea, y ésta de la función.
Pero cuando el cambio ocurre en personas con escaso margen de resis-
tencia o en adolescentes en donde todavía no se ha establecido el sistema de
una manera consistente y su débil arquitectura no soporta sin variar los cam-
bios que se puedan efectuar en la función, es de esperar que el organismo
reaccione con mecanismos compensadores para que dicho macizo perma-
nezca en equilibrio cuando las condiciones de su origen varíen.
En arquitectura se dice que una estructura se encuentra estabilizada cuan-
do dispone de un sistema de resistencias capaz de absorber las fuerzas que
sobre ella actúen y le permitan seguir permaneciendo en equilibrio.
Si los cambios en el equilibrio oclusal ocurren en personas con completa
osificación y amplios márgenes de resistencia, las variaciones experimentadas
por el sistema óseo para alcanzar de nuevo su estabilización no se hacen
patentes exteriormente, pero sí existen cambios pequeños en la estructuración
ósea y en la trabeculación, que compensan el fallo de uno de los elementos
sobre los que se apoyaban.
Se entiende por isorresistencia en arquitectura, la que presentan aquellas
«formas» que, sometidas a determinados esfuerzos, presentan en lodos sus
70 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

puntos igual resistencia, es decir, no existe propensión a partirse por ningún


punto determinado.
Poniendo el ejemplo más elemental para mejor comprensión del proble-
ma, observamos que si una barra o viga apoyada sobre dos puntos fijos en sus
extremos es sometida a un esfuerzo en su centro, será éste el sitio que pre-
sente más propensión a la fractura, como muestra la Figura adjunta (Fig. 8.1).
Si la forma de la viga es la que se representa en la Figura 8.2 y está some-
tida al mismo esfuerzo que en el caso anterior, presenta igual resistencia en
todos sus puntos y por tanto no existirá propensión a partirse por ninguno
determinado. La forma que ha de tener la viga del segundo ejemplo será dis-
tinta según sea la intensidad del esfuerzo a que se somete, ya que si éste es
pequeño, con un ligero aumento de espesor en el centro ya presentaría forma
de isorresistencia, pero si el esfuerzo es grande o la longitud de la viga aumen-
ta se necesita un mayor espesor central que disminuya hacia los lados en
determinada forma de acuerdo con la estructura del material de la viga.
Este elemental ejemplo permite a los que no tenemos conocimientos
arquitectónicos imaginarnos que en estructuras más complicadas, como son
los arcos y las bóvedas, las formas de isorresistencia adquirirán perfiles y
siluetas más complejos.
En arquitectura se calculan los pilares que ha de soportar una bóveda, ya
que ésta no tiene más misión que el cierre superior de la edificación, pero en
biología ocurre lo contrario, puesto que es la función la que da la forma, de
ahí que la bóveda de la boca primitiva o estomodeo, que está formada por el
dorso de la nariz, tenga que acomodarse de tal forma que sea capaz de absor-
ber los estímulos en número e intensidad que le lleguen de la boca y los dien-

Figura 8.2.
CAMBIOS SUFRIDOS EN EL PERFIL NASAL POK VARIACIONES... 71

tes para que el sistema quede equilibrado. Volvemos a insistir sobre la mane-
ra de ver la edificación de la boca en nuestra forma de pensar diciendo que
la bóveda del estomodeo no está constituida por el paladar que lo considera-
mos exclusivamente como un piso de la edificación, sino por el dorso de la
nariz concebida como el resultado funcional de los estímulos de los dientes,
por lo que si alguno de dichos estímulos falta o se manifiesta considerable-
mente disminuido, dejará su huella en las estructuras nasales.
Nos ocuparemos de conocer cuáles son los mecanismos compensadores
de los que dispone el organismo para acudir a los sitios de fallo y evitar así la
ruptura. En el caso que nos ocupa de la nariz, esta misión compensadora está
a cargo de las "Espículas Nasales", que son esas formaciones inconstantes que
se presentan en el lomo o dorso de la nariz asentando preferentemente en el
límite osteocartilaginoso, formado por los huesos propios y los cartílagos late-
rales de la nariz y que constituyen elevaciones de consistencia dura, cartila-
ginosa, que cuando llevan muchos años establecidas presentan consistencia
ósea y están dirigidas de acuerdo a las necesidades funcionales para recons-
truir la isorresistencia.
En algunas personas se presentan simétricas, si la pérdida del equilibrio
también fue simétrica, como ocurre en las exodoncias seriadas de ortodoncia,
o pérdida casi simultánea de los primeros molares de ambos lados, etc.; pero
en la mayoría hay un cierto predominio unilateral que se corresponde siem-
pre con la hiperfunción isolateral.
Yo invito al lector a que sólo con la palpación de las espículas nasales y
observando el mayor desarrollo de una de ellas con relación a la otra quede
informado para pensar de manera inequívoca que ese lado corresponde a la
mayor función masticatoria de la hemiarcada.
Hemos tenido ocasión de comprobar varias veces en niños tratados orto-
dóncicamente, en los que se ha extraído algún diente, especialmente los pri-
meros bicúspides inferiores y/o también los dos bicúspides superiores, que
debido a haberse efectuado en épocas en las que el sistema óseo presentaba
desarrollo o equilibrio en el sentido antes expuesto, han aparecido, debido a
la nueva forma de trabajo, estas estructuras cartilaginosas, las espículas nasa-
les, que crearon un serio problema estético con la consiguiente preocupación
del profesional y el complejo del paciente.
Como quiera que las espículas nasales hipertróficas aparecen con pos-
terioridad al establecimiento de la nueva situación de trabajo oclusal, bien a
consecuencia, como hemos dicho, de exodoncias, o a la también frecuente
existencia de alguna prótesis fija en condiciones articulares de trabajo inco-
rrectas hacia la hiperfunción, o cambios en la situación articular por movi-
mientos ortodóncicos, es decir, a variaciones del equilibrio oclusoarticular por
cualquiera de sus causas, es frecuente que el profesional no se dé cuenta de
ello debido a que el alta del paciente ocurre antes del establecimiento de la
hipertrofia, sobre todo en caso de exodoncias o de tratamientos ortodóncicos
72 BIOMECÁNICA CRANEOFAC1AL

precedidos de ellas, debido a la gran rapidez del «éxito» inmediato, que no da


tiempo a la manifestación hipertrófica espicular.
Cuando en arquitectura un arco que fue calculado para determinado
esfuerzo está sometido a cambios en la resistencia de su base, pueden pasar
dos cosas:
1, Si los cambios en la resistencia significan pérdidas mayores que los
márgenes de su resistencia, el arco cederá y vendrá la ruptura.
2. Si los cambios son menores a los márgenes de su resistencia, no se alte-
ra el equilibrio, pero se compromete mermando a dichos márgenes una
cantidad igual a las pérdidas sufridas en la resistencia de su base.

De la consideración de estas dos circunstancias se puede sacar la conclu-


sión clínica, confirmada en la práctica, que cuando se realizan algunas exo-
doncias se manifiesta posteriormente una espícula nasal hipertrofiada y en
otras ocasiones no.
Habiendo llamado la atención al lector sobre este tema, es muy fácil que
tenga la ocasión de comprobar clínicamente que la hipertrofia espicular
correspondiente a la hiperfunción oclusoarticular debida a un puente metáli-
co colocado en forzadas condiciones articulares se puede manifestar a partir
de los tres meses aproximadamente de la colocación de dicho puente.
En nuestra visión del conjunto maxilonasal, podemos considerar que los
procesos alveolares superiores prolongados por las caras laterales del maxilar
superior y, continuando con la apófisis ascendente de dicho hueso, se unen
con las del otro lado, formando un arco cuyos brazos corresponden al lomo
o dorso de la nariz que cierra el sistema. Todo ello ha sido considerado por
algunos autores como el yunque que recibe los martillazos del maxilar infe-
rior, que para nosotros, en nuestro concepto arquitectónico, sería un arco
cuya cimentación está representada por las fuerzas que en la oclusión realiza
la mandíbula. La estabilización de este arco viene dada principalmente por su
apoyo en el plano que determinan los tres puntos siguientes:
1. Su ensambladura en la glabela.
2. Su arriostramiento por los refuerzos laterales, que significan los huesos
malares con su prolongación cigomática, que se extiende a través del
arco del mismo nombre hasta el peñasco del temporal.
3. Fuerzas de oclusión.

Sí consideramos el cráneo desde este punto de vista, para lo cual nos


ayuda el situarlo de forma invertida, nos daremos cuenta que la porción situa-
da anteriormente al plano citado es la que en realidad sufre más variaciones,
dado que es un voladizo en forma de marquesina, que se presenta en la por-
ción anterior del macizo maxilofacial y que tratamos de representar en la
Figura 8.3.
CAMBIOS SUFRIDOS EN EL PERFIL NASAL POR VARIACIONES.. . 73

Figura 8.3.

Con estas consideraciones y teniendo en cuenta la siguiente Figura 8.4,


veremos que si los esfuerzos a que está sometida la base son simétricos, e!
arco presentará simetría (zona rayada de la figura) y una vez que adquirió su
forma definitiva, si se rompe el equilibrio que le dio origen por producirse una
disfunción hemilateral, el arco estará sometido en lo mecánico a nuevos
esfuerzos, y en lo biológico obligado a efectuar un proceso defensivo que de
nuevo le haga recuperar la estabilidad perdida. Este proceso defensivo, mani-
festación biológica del nuevo esfuerzo mecánico a que se somete la estructu-
ra, es la ESPÍCULA NASAL (zona oscura de la figura) que por tener una tardía
aparición no se ha relacionado hasta ahora con su etiología.
Con este breve resumen de nuestra experiencia en este problema, quere-
mos llamar la atención del práctico general, y también del ortodoncista, sobre
la importancia que puede tener el que al querer arreglar por medio de la orto-
doncia las condiciones estéticas de un perfil sin tener en cuenta los factores
funcionales de trabajo se cree un nuevo problema que puede ser, desde el
punto de vista estético, mayor o por lo menos más preocupante que el que
queríamos resolver.
Veamos a continuación un solo ejemplo con la intención de poner de
manifiesto lo que anteriormente, desde un punto de vista teórico hemos des-
74 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Hiper Hipo.
Figura 8.4.

crito con la esperanza de que se comprenda la importacia de estas reacciones


del organismo ante las bruscas modificaciones de sus condiciones articulares,
y sientan los colegas que lean esto la misma inquietud que sentimos nosotros
por este problema:
Se trata de una muchacha de 22 años (M. ].), sin antecedentes bucales que
merezcan ser destacados, que con motivo de su estancia de seis meses en
Inglaterra, perdió el canino y el 2.° bícúspide inferiores izquierdos, presen-
tando a su vuelta a España la nariz que les muestro en la Figura 8.5, que pro-
voca en ella y en su madre el motivo de la consulta sobre «el hueso que le
había salido en la nariz». Por los modelos cuyas fotografías y esquemas les
muestro a continuación, pueden observar que el enclavamiento o anclaje
efectuado por la pérdida de los dos dientes anteriormente reseñados, obligó
a la paciente a desarrollar todo el trabajo masticatorio por el lado derecho,
pues en su lado izquierdo presenta manifiesta disminución de su superficie
masticatoria, como muestra la pérdida de tridontones que se aprecia en la
Figura 8.5.
Este caso, que se presenta en la clínica con relativa frecuencia, no tenía
una explicación etiológica satisfactoria y era terapéuticamente tributaria de la
cirugía estética; en la actualidad, debido a su interpretación etiológica, es
posible prevenir e incluso corregir con la reconstrucción de! equilibrio perdi-
do CONSIDERAMOS A LAS ESPÍCULAS NASALES COMO MANIFESTACIO-
NES BIOLÓGICAS DE FORMAS ARQUITECTÓNICAS DE ISORRFSISTEN-
CIA.
CAMBIOS SUFRIDOS EN EL PERFIL NASAL POR VARIACIONES... 75

Figura 8.5.
2
9
Consideraciones biomecánicas
sobre un fracaso

A doña F. R. de la T. (ficha nº 443, libro 1.º). Le hicimos un puente de


oro-resina de 23 a 27. No se le practicó placa radiográfica previa, pues el
aspecto de la zona era normal. Cuando intentó comer por primera vez con el
puente notó que no podía hacerlo porque «no tenía fuerza en ese lado». Me
llamó por teléfono contándome su frustración; vino a la consulta y le hicimos
una placa radiográfica intrabucal (Fig. 9.1).
Esta placa es tan demostrativa que habla por sí sola y muestra una cavidad
quística en la zona apical del 23 y 22, que explica claramente la incapacidad
funcional del puente. La solución era una apicectomía doble de estos dientes,
y en colaboración con el doctor). Fernández, se la practicamos (27-2-1953).

Figura 9.1.
78 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Cuatro días después le hicimos una segunda placa en la que observamos


las formaciones radiadas en la zona superior derecha de la cavidad quística
que apuntan al lugar de la localizador! del ápice del 23 (Fig. 9.2).

Figura 9.2.
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS SOBRE UN FRACASO 79

En la Figura 9.3 se inicia la disminución de la cavidad quística por apari-


ción periférica del hueso.

Figura 9.3.
80 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

En la Figura 9.4 la condensación ósea se localiza preferentemente en la


zona apical del 22 y 23, con una manifiesta disminución del tamaño de la
cavidad quística.

Figura 9.4.
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS SOBRE UN FRACASO 81

En la Figura 9.5 se inicia la organización del hueso neoformado en los ápi-


ces del 22 y 23 en forma de arcos, siendo mayor el del 23 y mínimo el del 22,
con sus concavidades superiores, recordando las formaciones de dichos arcos
a la Arquitectura Gótica en las ventanas.

Figura 9.5.
82 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

En la Figura 9.6 se nota una buena condensación ósea en forma de arco de


convexidad inferior cuyos dos estribos circunscriben una pequeña zona radio-
lúcida que, debido al hueso recién formado, se va quedando sin estimulación
mecánica. El 22 perdió su corona.

Figura 9.6.
CONSIDERACIONES BIOMECÁNICAS SOBRE UN FRACASO 83

Por último, en la Figura 9.7 se aprecia cómo la estructuración trabecular


se organiza en un arco de convexidad superior con un estribo en el 23 y el
otro en el 27. Queda una pequeña zona sin formación de hueso encima del
ápice del 23 por el éxito de su formación, en forma de arco de convexidad
inferior que deja sin estimulación mecánica.

Figura 9.7.
2
10
Aportaciones al estudio del
tabique nasal y subtabique:
leyes de la diagonal

Como ya vimos en capítulos anteriores el tabique nasal, en su descenso


para encontrarse con la unión de las dos apófisis palatinas de los maxilares
superiores en la línea media, va a decidir el reparto espacial entre las fosas
nasales. Una vez establecido este reparto, que estará influenciado por la
forma de la bóveda palatina, y la mayor o menor amplitud de la arcada, tiene
que estar en consonancia con la futura función de la boca, ya que los estí-
mulos mecánicos que esta función va a originar tienen que ser conducidos y
absorbidos por todo el sistema. En los casos en los que no hay armonía entre
la función de las arcadas y la forma del paladar, se producen reabsorciones de
tipo paradentósico, como se observan frecuentemente en la eliminación de la
parte ósea perirradicular palatina de los seises y sietes superiores que nos
están indicando una dirección de trabajo no acorde con la forma, y si nos
dedicamos meticulosamente al estudio de las abrasiones podremos detectar
cómo existen en las vertientes palatinas de las cúspides vestibulares de los
molares superiores. En el caso de que la reabsorción ósea sea de la lámina
externa del maxilar superior a nivel de dichos molares, debemos buscar las
marcadas abrasiones en las caras vestibulares de las cúspides palatinas
(Fig. 10.1).
Estos dos ejemplos nos ponen de manifiesto una disarmonía entre la fun-
ción y la forma. Cuando existan condiciones que obliguen a un paladar estre-
cho, alto y ojival, como son factores genéticos, factores respiratorios (respira-
ción bucal) y mordidas cruzadas en molares y bicúspides, la altura del paladar
impide, pese al gran acabalgamiento del caballete nasal, el completo desa-
rrollo de la longitud del tabique, que forzosamente se incurva pandeando y
reforzando el punto máximo del pandeo, con una formación cartilaginosa que
los otorrinos llaman «espigón», dando por resultado una forma de isorresis-
tencia semejante a las espículas nasales.
El subtabique, por estar situado en una zona más plástica del macizo
maxilofacial, es susceptible de variaciones de posición concomitantes con
86 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 10.1

procesos de mesialización de hemiarcadas superiores que desvían la línea


media, efecto que no llega al tabique.
Varias son las causas capaces de producir la mesialización de una hemiar-
cada, y algunas veces confluyen más de una en el proceso. Nosotros hemos
encontrado que la impactación del cordal inferior produce mesialización de
la hemiarcada correspondiente que arrastra hacia mesial a la hemiarcada
antagonista por medio de los planos inclinados de las cúspides, dando como
resultado a nivel de la arcada la vestibulización del incisivo lateral superior
opuesto, fenómeno que describió Thilleman(17) con el nombre de «diagonal» de
dicho autor (Fig. 10.2).

Figura 10.2.
APORTACIONES AL ESTUDIO DEL TABIQUE NASAL V SUBTABIQUE... 87

Este fenómeno suele ir acompañado de la desviación del subtabique, ori-


ginándose ésta a nivel de la zona subnasal, hacia el lado opuesto de la espi-
na nasal anterior, que da por resultado la oclusión de la ventana nasal del lado
sano. En correspondencia con el fenómeno de la «diagonal de Thilleman»,
nosotros hemos denominado a los fenómenos que acompañan a este cuadro
con el nombre de «diagonal de Macorra».
La pérdida del equilibrio oclusal triodontal puede producir fenómeno de
mesialización de la hemiarcada superior que origine una de las dos diagona-
les mencionadas o ambas, como muestra la Figura 10.3, en la que podemos
apreciar que el perfil de la visión caudal de la nariz es un arco que, apoyan-

Figura 10.3.

dose en los dos lados de la apertura piriforme tiene verticalizado el lado que
se mesializa y la ventana nasal opuesta (narina) presenta una apertura dismi-
nuida. Detalles todos estos que pueden apreciarse en la radiografía panorá-
mica de la Figura 10.4.
A continuación muestro un caso correspondiente a R. G. O., de 18 años
de edad, en el que se localizó como muestra la figura de la radiografía peria-
pical (Fig. 10.5) un cordal mandibular incluido en su lado derecho con angu-

Figura 10.4.
88 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 10.5.

Figura 10.6.

Figura 10.7

lación mesial que provoca una diagonal de Thilleman(17) manifestada en los


modelos (Fig. i 0.6), y una diagonal de Macorra que se puede observar en la
proyección caudal de la nariz (Fig. 10.7).
11
Sobre las formaciones
supraorbitarias en fósiles
humanos
Macorra - Aguirre(8)

En el curso de varios años se han estudiado diferentes aspectos de la corre-


lación entre ciertas variaciones y anomalías en la dinámica de la dentición
humana y en los huesos faciales, sobre todo maxilar superior c inferior y nasal
(Machorra)l(16,19,20).
La observación en el ejercicio profesional de numerosos casos patológicos
ha proporcionado un considerable cuerpo argumental sobre la significación
funcional de diversas estructuras más o menos conocidas y manejadas en
antropología biológica y palean tropología en la línea de distintos estudios
como los de Campbell(21) (1925), Storey y Smith(22) (1952) y Begg(23) (1954).
Cabía esperar, dada la función de yunque o de tajo de carnicero que ejer-
ce el conjunto del cráneo en la masticación, al recibir el golpear de la man-
díbula móvil como un martillo o el dextral que tales correlaciones afectaran
también a regiones del cráneo más alejadas localmente de la región mastica-
toria. Siguiendo a Cajal, en Normas y consejos para la investigación, donde
aconseja buscar el símil en la naturaleza, nos parece buen ejemplo el que
ofrecen las playas en relación con la bravura del mar, y así, vemos que
la marea de los impulsos masticatorios después de vencer la escollera de los
senos y las fosas nasales va a morir a la playa del frontal (Fig. 11.1, A).
Una región que desempeña un gran papel en antropología biológica es la
glabelar, y una estructura muy llamativa, a la que se atribuye un significado
importante en raciología y de primer orden en paleantropología, es el torus
glabelar, que se distingue de los «arcos superciliares». Así Frasseto(24) (1909),
divide a los homínidos en «aproscopinos» «proscopinos» y «oligoproscopi-
nos», según este carácter Vallois(25) desarrolla la idea y basa en ella una filo-
genia.
Ahora bien, en la glabela se localiza precisamente el vértice de un cono o
medio cono de revolución, formado por la prolongación ideal de los ejes de
los incisivos, caninos y premolares (o primer premolar al menos). Aquél es,
por tanto, el punto de aplicación del máximo de los esfuerzos masticatorios
90 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 11.1. Transmisión ríe los esfuerzos masticatorios para su absorción en el esqueleto
cefálico (esquema).

(Fig. 11.1, B). La glabela es pues, según la imágenes insinuadas la plastifica-


ción del nivel donde rompe la marea de los estímulos masticatorios, o el cen-
tro del pie o raíz del yunque o tajo —en posición inversa a la usual de estos
instrumentos—y en él tiene natural y necesariamente que aplicarse otra fuer-
za en sentido opuesto y equivalente en intensidad a la ejercida por la presión
mandibular en el ejercicio de la masticación.
Parece que esta necesidad o ley física contribuye a explicar, al menos en
parte, el éxito adaptativo de estructuras en bóveda o la presencia de contra-
fuertes u otras formaciones en los esqueletos cefálicos de animales muy mas-
ticadores o con función defensiva-ofensiva o de trabajo en la dentición.
Tales estructuras no parecen siempre requeridas o no son totalmente expli-
cables por la función de alojar los centros nerviosos que tiene el esqueleto cefá-
lico ni por el mero dimorfismo sexual; ni nos satisfacen las fáciles explicaciones
como las de un finalismo enteléquico o las que las tienen por «hipertélicas».
Así, muchas ramas de tetrápodos herbívoros en los que la función masti-
cadora desarrolla esfuerzos considerables y cada vez mayores, las llamativas
formaciones craneanas —protuberancias faciales de giráfidos, titanotéridos,
rinocerótidos; cuernos de cérvidos; astas de bóvidos, e incluso las defensas de
los elefantes— pueden tener un papel de amortiguadores de tales esfuerzos y
estabilizadores del cráneo, por cuanto éste aloja órganos tan delicados e
importantes, y recibe tales impulsos en sentido inverso al tajo del carnicero y
sin estar fijo al suelo como éste. Las grandes masas que con estas formaciones
se obtienen retardan los impulsos recibidos, como los péndulos de las sismó-
grafos, por inercia. En esto cabe observar además, que dichos apéndices en
SOBRE LAS FORMACIONES SUPRAORBITARIAS EN FÓSILES HUMANOS. 91

animales con movimiento mandibular de importante componente hori-


zontal, son pares, incluso el occipital impar del triceromeryx (Crusafont,
1952) es bífido. Consultado M. Crusafont (26, 27, 28, 29) , éste ha hecho notar
el diferente significado, pero análogo, de las crestas sagitales en fisípe-
dos, que con dieta más carnívora tienen predominio del movimiento
vertical de la mandíbula, salvo en los félidos, que distribuyen mejor
los impulsos y más económicamente, con formas esféricas de bóveda.
En los elefantes, que hacen trabajos mecánicos con las «defensas»,
se encuentra un cráneo estrecho y alto en las especies en que las
raíces de dichos dientes entran en el cráneo juntas y paralelas, mien-
tras que los parietales se ensanchan, y con ellos el cráneo, allí donde
las raíces de las defensas son divergentes y los ejes de las mismas
hasta las puntas (Mammuthus meridionalis, M. primigenius en el pri-
mer caso y Palaeoloxodon antiquus en el segundo) (Fig. 11.2).

Figura 11.2. Correlación entre la forma del cráneo (máxime en la región parietal) y la dirección
de las raíces de las defensas en el maxilar, en varias formas de elefantes: a) Hespcroloxodon
antiquus (hembra) de Pignataro; b) Pafoeolozodon namadicus; c) «Elephas» mnaidriensis; di
Mammuthus meridionalis; e) Hesperoiozodon antiques (macho) de Viterbo; f) H. antiquus
(hembra) do Pignataro; g) M. primigenius; h) M. trogontherii.
92 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Volviendo al hombre, no es del todo nueva la idea de correlacionar la


huida del frontal y el saliente glabelar, pero ahora queremos sugerir una senci-
lla explicación mecánica de esa correlación.
En el hombre moderno, el perfil normal del hueso frontal ofrece exacta-
mente una fuerza de resistencia opuesta al esfuerzo de masticación, pero con
algunas particularidades.
La frente femenina es más vertical que la del varón. La inclinación o huida
del frontal, normal en éste, hace incidir su resistencia oblicuamente con rela-
ción a la resultante de los esfuerzos masticatorios aplicados en la glabela. En
otras palabras, esta resultante de los esfuerzos masticatorios a partir de la gla-
bela encuentra un vacío o falta de resistencia, a menos que se descomponga,
según la ley del paralelogramo de fuerzas, en otras dos que den una resultante
igual y opuesta a aquélla (Fig. 11.1 6). La principal componente de este
paralelogramo frontal es la bóveda de este hueso; la otra componente tiene
que ser un contrafuerte del lado opuesto a la inclinación del frontal, esto es,
hacia la parte anterior. Cabe también pensar que la ausencia de salientes en
el frontal femenino está de acuerdo con la disminución de la función masti-
catoria comparada con la del varón. Probablemente juegan ambos factores
en este dimorfismo frontal y conducen a semejante apreciación las compa-
raciones entre cráneos de australianos y caucásicos, por ejemplo, nubios
(Fig. 11.3). La correlacción de la cerebralización con la disminución de los
estímulos masticatorios se hace patente en la filogenia humana.

Figura 11.3. Diferencia del ángulo raíz del canino-glabela/arco frontal en un australiano y un
caucasoide, en correlación con el saliente glabelar y en proporción inversa al saliente nasal
(30)
(figuras tornadas de GRECORY .
SOBRE LAS FORMACIONES SUPRAORBITARIAS EN FÓSILES HUMANOS. 93

Los caracteres «sexuales secundarios» y «raciales», de verticalidad o


abombamiento del frontal (femenino, caucasoide), y el saliente en el perfil
glabelar (masculino, australoide), son correlativos y se condicionan mutua-
mente con proporcionalidad inversa, en dependencia ciertamente de factores
ecológicos y mecánicos.
En efecto, varios factores entran en juego, que pueden modificar la apli-
cación de los esfuerzos masticatorios.
El prognatismo, por ejemplo, inclina en dirección posterior el eje del cono
dentario anterior. Esto puede representar una confirmación de la inferencia
anterior, a la vez que ofrece una explicación, al menos en parte, al hecho de
[a correlación entre el prognatismo y la huida de la frente (neandertalenses,
pitecantropus). Las dos regiones cefálicas interesadas, frontal y maxilar, se tie-
nen en una visión simplista de la morfología y filogenia humana como con-
sagradas a objetivos o funciones diversas.
Una explicación sencilla es la que considera una oposición natural entre
dos trends evolutivos: predominio de las funciones de trabajo (metabolismo)
o de las funciones de relación y control, llamados ortogenético y clinogené-
tico (Crusafont(27), 19601. Esta explicación es ciertamente válida cuando se
comparan las grandes directrices evolutivas, pero estaría mal usarla como
solución única a todos los problemas, pues explica poco de la variedad de
casos que se presentan en detalle con soluciones concretas en las subdivisio-
nes sistemáticas de lo primates y la familia de Homínidos.
Esta antítesis se halla realmente en juego y es fundamental en el problema
que nos ocupa. Pero hay que contar con las condiciones y exigencias mecá-
nicas de las estructuras biológicas. Los profesores M. Crusafont, F. C. Howell,
B. Meléndez, L. Freeman y el doctor A. Valverde, de acuerdo con estas ideas,
nos han animado a publicarlas por la importancia que es preciso atribuir a
tales condiciones y exigencias mecánicas de las transformaciones biológicas
y a las explicaciones de los hechos evolutivos que ellas proporcionan.
Ya Dubois(31) (1920) explicaba mecánicamente la platicefalia neardenta-
lense «que generalmente va acompañada de torus superciliar», pero no insi-
nuaba una parecida explicación para éste. Rirece congruente la que aquí se
sugiere, como contrafuerte que corrige o compensa la dirección del muro de
resistencia, que se ha de oponer a las presiones o estímulos masticatorios
cuando aquélla no coincide con la dirección de la resultante de éstos, y crece
o decrece proporcional mente a la intensidad de estos estímulos (según la
dieta) y en proporcionalidad inversa al saliente del hueso nasal.
En el orden primate tenemos otros ejemplos que confirman esta sugeren-
cia. Existe una analogía o convergencia entre el filum póngidos y el de los
babuinos (Gregory(30), 1951), en el desarrollo de las mandíbulas y dientes del
cono anterior, máxime los caninos superiores e inferiores para la función de
ataque/defensa. El término de la serie babuinos, Papio sphynx, ha desarrolla-
do, proporción al mente a estas defensas, unas formaciones óseas maxilares
94 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

que admiten la misma explicación de órganos que compensan o absorben


tales esfuerzos mecánicos (Fig. 11.4).
Ahora bien, en toda esta serie de «cinomorfos» la dirección de los esfuer-
zos anteriores se compensa según el tipo de arquitectura y orientación crá-
neo-facial más común o «primitiva» en los mamíferos (de ahí el nombre cino-
morfos), con las raíces de los caninos curvas, con lo cual los estímulos se
aplican en puntos distintos de la glabela. En cambio, en el gorila o chimpan-
cé, por ejemplo, la orientación del cono maxilar anterior, en una cara relati-
vamente ínfera, es más bien «antropomorfa», y no sólo permite, sino que
parece incluso exigir una frente alta o un cráneo más esférico, esto es, una
mayor capacidad de la región cefálica frontal o una mayor cerebralización.
Cuando el frontal está deficientemente desarrollado o la esfericidad del crá-
neo retrasada respecto a la orientación relativa del maxilar, se hace necesario
compensar el ángulo de la proyección caninos-glabela con el frontal, lo cual
se logra con el saliente glabelar, todo ello como consecuencia de la falta de
movimientos de giro de la articulación témpora-mandibular. Así ha ocurrido
con el gorila, el chimpancé, el hombre del Pleistoceno medio (Pitecántropo),
la raza de Neanderthal, etc. Comparando los perfiles de los actuales póngidos
africanos con el asiático orangután, se ve que el desarrollo del ptorus super-

(30)
Figura 11.4 Cráneos de piojo nigeriae (a) y P. sphynx (b), según Gregory
SOBRE LAS FORMACIONES SUPRAORSITARÍAS EN FÓSILES HUMANOS. 95

ciliar y el saliente glabelar es inversamente proporcional al desarrollo del


frontal y «globosidad del cráneo» (Gregory™1, 1951) (Fig. 11.5).
Esto parece permitir, al menos dentro de ciertos límites, una generaliza-
ción, es decir, que el desarrollo de crestas craneales en los mamíferos aumen-
ta ciertamente con los esfuerzos masticatorios, pero es inversamente propor-
cional a la adquisición de formas esféricas en la arquitectura del cráneo; éstas
tienen la ventaja selectiva de una economía biológica notablemente mayor y
hacen asimismo posible, dan ventaja y aun exigen una mayor cerebralización.
Ésta, por lo tanto, en el hombre ha precisado como condición previa necesa-
ria la regresión de hocico, al menos en ciertos términos, pues en un momen-
to posterior, debido a la inteligencia y a la cultura, la regresión maxilar ha
podido continuar como efecto de ella mediante la facilitación de la dieta

Figura 11.5. Perfiles craneales de orangután (a), gorila (b), Homo (Sinanthropus) pekinensis (c) y
(30)
chimpancé (d) (a diversa escala), lomados de GREGORY 1951 .
96 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

(volvemos a llamar la atención sobre el carácter progresivo de tales formas


esféricas en los cráneos de los félidos, gato, lince, etc., por comparación con
los de formas que se tienen por representantes de la morfología más primitiva
del grupo, el perro por ejemplo).
La cuestión de las crestas laterales y superestructuras pares del desarrollo
lateral nos recuerda que el esfuerzo masticatorio en el hombre tiene también
componente horizontal en los diente yugales, que se transmite a los tempora-
les. Pero el mismo cono dentario anterior hace que los estímulos cuya resul-
tante se recibe en la glabela deban transmitirse también transversalmente, en
un plano normal al que contiene el perfil sagital de la frente y la nariz; así es
lógico que los bordes superiores de las órbitas asuman también la función de
recibir y amortiguar dicho esfuerzo (Fig.11.1). De aquí que las modificaciones
en la función masticatoria y en la dieta se puedan traducir también en cam-
bios del mismo contorno orbitario, como es el caso de la diferente constitu-
ción del borde (sobre todo superior) de la órbita, verdadero arco de clave en
las razas Neanderthal, Pitecantropus, etc., y recto con bordes angulosos,
como «cielorraso» en el hombre moderno y de Cromagnon.
Por otra parte, es experimental que los esfuerzos masticatorios se transmi-
ten hasta las sienes, las cuales, a su vez, son el límite de la inserción de mús-
culos activos en la masticación. La región orbitaria externa, por tanto, y del
pterion merecen ser estudiadas desde este punto de vista evolutivo-funcional.
Se ha aludido anteriormente al saliente nasal, pero no toda la intensidad
de los estímulos masticatorios llega en el hombre a la glabela. En la expe-
riencia y trabajos anteriores (Macorra16 I4), esta explicación mecánica fun-
cional del órgano constituido por los huesos nasales está garantizada, prácti-
camente por la totalidad de todos los casos conocidos y clínicamente
tratados.
El puente nasal se ha tenido como diagnóstico del filum homínidos. Es
curioso que se encuentra presente en el oreopithecus Bambolii Gervais, pri-
mate ortodonto, con un interesante juego del cono dentario anterior sin dias-
temas, y desaparece o no se presenta en algunos fósiles humanos, como el
Zinjanthropus Boisei Leakei. La comparación de estos cráneos parece justifi-
car la correlación aparente entre nariz chata, formaciones supraorbitarias y
perfil prognato de una parte, y nariz afilada y cara ortognata de otra; así como
entre esta segunda morfología y la teleencefalización humana.
Por otra pare, el perfil fronto-nasal-maxilar humano adquiere así algo de
paralelo con las gráciles curvaturas (efecto de «muelle») que descomponen y
aligeran los esfuerzos en la sustentación vertical humana; en contraste asi-
mismo con la rigidez, algo a medio camino entre «antropoide» y «cinoide»,
del perfil facial de los póngidos (Fig.11,6).
Es cierto que no damos a estas sugerencias más valor que la hipótesis de
trabajo, en espera de una información estadística objetiva más completa, por
un lado, y de algún test morfológico por otro, cual podría ser el estudio com-
SOBRE LAS FORMACIONES SUPKAORBITARIAS EN FÚSILES HUMANOS. 97

parativo de las formaciones craneales de los mamíferos arriba aludidos, y


otros.
Pero parece que las evidencias aducidas tienen no sólo una fuerza positi-
va en cada caso favorable a esta interpretación, sino que además ofrecen una
interesante convergencia en una explicación unitaria de un conjunto de fenó-
menos en distintos órdenes de variabilidad en un fílum, en familias distintas,
y aun en diferentes órdenes y ciases de vertebrados. Así, como conclusión se
puede sugerir que los caracteres del esqueleto cefálico considerados no deben
tenerse en cuenta como elementos de una evolución «superficial» o como
«hipertelias» o independientes de las funciones biológicas primordiales, ni
tampoco como determinados directa y únicamente por la evolución llamada
«principal» o «de fondo», sino debidas inmediatamente a una evolución «ins-
trumental» (en nomenclatura deTeilhard de Chardin).
No serían privativos de un grupo sistemático determinado o diagnóstico
simplemente de un grupo racial, sino ante todo indicadores de una bioeco-
nomía y de una ecología, que puede repetirse «paralelamente» o por «con-
vergencia» en varias líneas. Dependerían en algunos casos del grado de corre-
lación en el progreso de dos o varias tendencias evolutivas de carácter más
general en un momento determinado, como las que afectan en nuestro caso
a los maxilares por una parte y a la bóveda craneal por otra. Y esto de nuevo
justifica el que se presenten con frecuencia o características peculiares en gru-
pos raciales o en líneas filéticas diferentes. Así se explicaría, por ejemplo, el
que estas estructuras sean moderadas en el procónsul, muy salientes en gorila
y chimpancé, y que casi no existan en el orangután; que desaparezcan en el
tipo humano actual, se hallan acentuado en pitecantropus y neandertalenses,
y tengan valores intermedios en los australopitecos; éstos serían respecto

Figura 11.6. Comparación de los perfiles faciales de hombre (a) y de gorila (b), y los ejes ver-
tebrales de los mismos (c) y (d), respectivamente.
98 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

a este carácter como a otros verdaderos «tipos sintéticos» o


«sintetotipos» (Crusafont y Truyols(28)).
La regresión de estas formaciones en las formas progresivas y
«cerebralizadas», se comprende por lo dicho que pueda revestir el as-
pecto de una «neotenia». El mecanismo de su transmisión hereditaria
es de temer que sea muy complejo.
12
Morfología frontal y oclusión

Las ideas expuestas en los capítulos precedentes, nos llevaron a tener


fundada sospecha de la importancia que podrían tener los estímulos mecáni-
cos de la masticación en la conformación del frontal. Polarizada nuestra
mente sobre este tema, nos pusimos a observar a nuestros pacientes en rela-
ción con la hipótesis citada, y nos dimos cuenta que para una buena obser-
vación de la frente es conveniente que el profesional se sitúe en la espalda del
paciente y, peinándole su flequillo hacia arriba, deje la frente completamen-
te despejada y la observe desde una posición central con respecto a ella.
Nos propusimos intentar determinar la existencia de asimetrías funciona-
les oclusales con la simple inspección y palpación de los lóbulos frontales, y
así explorábamos a nuestros pacientes su forma frontal antes de verles las con-
diciones oclusales de su boca.
Tuvimos la suerte de que uno de los primeros pacientes de este grupo era
un muchacho (P. X. E.), de 1 7 años de edad, que presentaba una manifiesta
asimetría de sus eminencias frontales con predominio muy marcado de su
lóbulo derecho. Partiendo de este solo dato supusimos debieran existir signos
en la oclusión que pusieran de manifiesto el desequilibrio funcional respon-
sable de su asimetría frontal. Cuando exploramos su boca, lo primero que nos
llamó la atención, fue la existencia de una enorme masa de sarro en toda su he-
miarcada superior derecha, que ponía de manifiesto una antigua falta de fun-
ción de dicho lado, presentando en el lado izquierdo una perfecta autoclisís.
Seguimos explorando la arcada inferior y vimos que presentaba en su pri-
mer molar inferior derecho una gran caries oclusal penetrante y una pulpitis
hipertrófica que rellenaba la cavidad en toda su extensión. Esto explicaba la
total ausencia de función de dicho lado durante el período de formación defi-
nitiva de su frente, ya que se trataba de un proceso de años de evolución.
Podría relatar en este capítulo docenas de casos en los que se pudieron
detectar asimetrías funcionales deducidas a partir de las asimetrías de la emi-
nencias frontales.
100 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Cuando se incorporó a nuestro conocimiento la idea de tridontón que


surgió de la consideración del aparato estomatognático con la Teoría General
de Sistemas presentada en el Congreso de la Federación Dental Internacional
de 1978, nos ayudó a valorar la funcionalidad de las hemiarcadas, contando
el número de tridontones existente en cada una. Pudimos valorar que la
hemiarcada que estando completa presenta menor número de tridontones, es
la que más funcionalidad tiene ya que el tridontón es la unidad más ergonó-
mica.
Observando atentamente la oclusión, se puede constatar las existencia de
una correlación cruzada entre la mayor función oclusal y el mayor tamaño del
lóbulo frontal del lado opuesto.
Teníamos la idea de que las fuerzas ocIusales morían en la glabela, pero al
comprobar que siguen ascendiendo hasta el frontal, en donde ayudan a formar
los senos frontales, empezamos a concebir la glabela como un quiasma
donde se cruzan. Esta solución de quiasma adoptada en el cerebro para el
nervio óptico es ergonómica ya que las fibras van lo más rectas posibles, algo
similar a lo que ocurre con las fuerzas que llegan a la glabela que entrecru-
zándose y rodeando los senos frontales, pasan al lado opuesto. La convexidad
de las eminencias frontales nos indica la cantidad de energía mecánica que a
ellas llega y las forman.
Remitimos al lector al Capítulo 4: «El cráneo, un edificio singular», para
que siga a Cajal comparando los fenómenos biológicos con los cósmicos y
atmosféricos y concebir cómo la marea de los estímulos mecánicos de la
oclusión después de vencer la escollera de los senos y fosas nasales va a
morir a la playa del frontal.
La biología sustituye las rocas de la escollera por los huecos de los senos
y las fosas nasales (ergonomía).
13
Oxicefalia

Visitando el Museo de Antropología de La Habana, que dirigía por aquel en-


tonces el doctor Ribero, pudimos observar un cráneo oxicéfalo que se nos pre-
sentó para que diéramos nuestra versión biomecánica de su posible etiología.
Tengo que reconocer, en primer lugar, que era el primero con esas carac-
terísticas que veía en mi vida. Como fácilmente se puede comprender mi
interés creció de punto para poder dar una explicación biomecánica del caso.
Cuando se tiene un poco de práctica en la observación anatómica debe uno
dejarse influenciar por aquello que te llama la atención en el primer momen-
to, por salirse de lo que consideramos normal, y estamos acostumbrados a ver.
En el caso que nos ocupa fueron dos cosas las que más me llamaron la aten-
ción: la extraña formación ósea que presentaba en la bóveda craneal a nivel
de la sutura coronal con forma de hemiesfera y la gran separación que pre-
sentaban las órbitas (hipertelorismo) (Fig.1 3.1).

Figura 13.1.
102 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Inmediatamente tratamos de relacionar ambos datos sobresalientes miran-


do el caso con las gafas de biomecánico y observamos la posibilidad de que
las fuerzas que ascendían por los pilares anteriores rodeando la apertura piri-
forme, podrían hacerlo paralelas y no presentar entrecruzamiento a nivel de
la glabela, lo que ayudaría a explicar la existencia de una frente plana que se
puso de manifiesto a nuestros ojos; ante tal exigencia biomecánica, sería lógi-
co, desde el punto de vista arquitetónico la existencia de la eminencia coro-
nal como solución para absorber las mencionadas fuerzas paralelas.
En arquitectura se da esta solución en multitud de cúpulas de templos y
recibe el nombre de cimborrio (cúpula de San Pedro) (Fig. 13.2).

Figura 13.2.
14
Importancia del factor dental
en la aparición del mentón
en la especie humana

Al iniciar el estudio de la biomecánica craneofacial con la influencia que


la oclusión tiene sobre la forma nasal (motivo de nuestra tesis doctoral) y con-
tinuar dicho estudio con las variaciones que experimenta dicha forma nasal
cuando hay cambios en el equilibrio oclusal, nos preparó nuestra mente pola-
rizándola hacia los problemas de la biomecánica, y nos llevó a realizar el
estudio de la mandíbula neanderthal de Bañólas, que hoy les vamos a mostrar
a ustedes y en la que destacamos la influencia que tuvo el factor dental en la
aparición del mentón en la especie humana.
Para ello tomamos como base la observación directa de la referida man-
díbula y las fotografías de Obermayer y Hernández Pacheco, que les muestro
a continuación (Figs. 14.1, 14.2 y 14.3).
¿Cuál fue para nosotros el dato anatómico más sobresaliente, aparte de su
robustez general? Lo que más nos llamó la atención fue la gran inclinación de

Figura. 14.1.
104 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura. 14.2.

Figura. 14.3.

la faceta de abrasión oclusal de los primeros molares, quizá por nuestro carác-
ter de especialista en odontología. Para su estudio, trazando una línea hori-
zontal que pasara por el reborde alveolar, vimos que los planos inclinados de
los molares forman con la horizontal un ángulo de 50° (Fig. 14.4).

Figura. 14.4.
IMPORTANCIA DEL FACTOR DENTAL EN LA APARICIÓN DEL MENTÓN... 105

Esta especial disposición oclusal de los primeros molares presu-


pone un desgaste en sentido contrario al de sus antagonistas, confir-
mando una vez más las conclusiones que ha hecho Begg(23)al estudiar
La dentición del hombre de \a Edad de Piedra, de la utilidad en aquella
época del tubérculo de Carabelli, colocado en la cara palatina en su
parte mesial, que en la actualidad ha desaparecido en muchos indivi-
duos y que en los que persiste no tiene función por haber cambiado
su plano de abrasión, como ya vimos en el Capítulo 4.
SÍ nos sorprende en esta mandíbula su gran solidez, tenemos que
pensar que el esqueleto craneofacial debía estar concebido para so-
portar el gran esfuerzo mandibular, patente por la marcada impresión
ósea de las inserciones musculares, y por ello, vamos a pararnos a
pensar, a la luz de los conocimientos actuales, cuáles serían las carac-
terísticas del macizo maxilofacial y de la manbíbula en su dinámica
funcional.
A) En la mandíbula, debido a la obligada forma de ocluir que le
imprimen sus abrasiones, que a su vez son el resultado de su función,
se aprecia que en los esfuerzos masticatorios debería existir una
marcada tendencia a la aproximación de los molares inferiores a la
línea media y hacia abajo, porque cuando una fuerza P actúa sobre
un plano en el punto 0 incidiendo oblicuamente en dicho plano, ésta se
descompone en dos (como vimos en las Figuras 4.17y4.18}:
1. Una fuerza Q normal o perpendicular al plano llamada componente de
resistencia, que en el caso que nos ocupa tiene un papel principal.
2. Una fuerza S tangencial a dicho plano denominada componente de
deslizamiento.
¿Cuál sería la repercusión en la forma mandibular al estar sometida a las
grandes fuerzas que representan los componentes de resistencia? Para con-
testar a esta pregunta recomiendo que el lector coja con sus dos manos una

Figura. 14.5.
106 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura. 14.6.

cinta de plástico o de metal, y sobre ella imprima los movimientos que repre-
sentan el aumento y la disminución de los componentes de resistencia y des-
lizamiento y se verá claramente que al someter a esta cinta a los movimien-
tos que representan fuertes componentes de resistencia, la parte superior de la
cinta forma un arco estrecho que avanza más que el arco que forma el borde
inferior y ésta describe un arco más ancho (Fig. 14.5).
Si ahora hacemos el movimiento que representa la anulación de los com-
ponentes de resistencia, la cinta describe con sus bordes superior e inferior
dos arcos paralelos que se superponen. Éste sería el caso de la incidencia de
las fuerzas que actúan perpendiculares al plano (Fig. 1 4.6).
Pero a medida que la fuerza se va haciendo en el sentido en el que la
fuerza de deslizamiento lateral representa un mayor valor, el borde superior

Figura. 14.7.
IMPORTANCIA DEL FACTOR DENTAL EN LA APARICIÓN DEL MENTÓN... 107

describe un arco más ancho y el inferior uno más estrecho y prominente


(Fig. 14.7).
Vamos a pararnos a considerar cuál será el momento angular de los pla-
nos inclinados más propicio para que los contingentes de resistencia tengan
un valor máximo; se ve que es cuando éstos forman con la horizontal un
ángulo de 45°, mientras que en el caso de ser el ángulo menor de 45°, aumen-
ta el de deslizamiento y disminuye el de resistencia, que cada vez se hace de
dirección más caudal.
Todas estas consideraciones nos llevan de la mano a estimar cuál es el
momento biomecánico de la aparición del mentón en la especie humana,
pues se aprecia con el sencillo experimento de la cinta plástica que los com-
ponentes de resistencia y deslizamiento tienen marcada función en la apari-
ción de dicho mentón.
Por otro lado nos explicaría el detalle advertido por Hernández Pacheco
y Obermayer(32) de la verticalidad de las ramas ascendentes de la mandíbula,
y esto a su vez nos muestra el camino de por qué el cóndilo se sitúa en un
plano interno a la cara externa de la rama ascendente de la mandíbula
(véase la Fig. 14.4).
B) A la vista de esta especial disposición del trabajo masticatorio, fácil es
concebir que la resultante del esfuerzo oclusal tendería a juntar los molares
inferiores mientras que los superiores estarían sometidos a una tendencia de
separación.
Para mejor comprensión de este problema, recordemos como ejemplo el
arco existente en el kilómetro 39 de la carretera de La Coruña y que parece
pertenecerá la Posada o Venta en que Felipe II pasaba la noche cuando desde
Madrid iba al Escorial y que hoy en día ha desaparecido debido al progreso
de la autopista de La Coruña (Fig. 14.8).

Figura. 14.8.
108 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Si se fijan ustedes, cualquier esfuerzo en el centro del arco se descompo-


ne en dos contingentes laterales como muestran las flechas, la permanencia de
la integridad de las paredes laterales hace posible que perdure la estructura
del arco. Fácilmente se comprende que para hacer que ese arco se derrumbe,
sólo es necesario debilitar los muros de los lados. Este ejemplo nos sirve para
ver la correlación existente entre la arquitectura y la biología, ya que en la pri-
mera la forma engendra la función, mientras que en la biología es la función
la que engendra a la forma.
En el macizo maxilofacial del hombre de Neanderthal, al existir grandes
contingentes de lateralidad obligarían a una forma plana del paladar óseo, y
esta tendencia produciría un tiro hacia caudal del Vomer (cuya base superior
formada por sus alas constituye la esquindilesis vomeriana que cuelga del
etmoides), y un puente nasal muy bajo. Sería obligada también la existencia,
como decíamos, de unos pómulos muy fuertes y unos arcos cigomáticos muy
resistentes.
Con relación al cóndilo podemos decir que, prolongando su eje y supo-
niendo simétrico el eje correspondiente al cóndilo derecho, no conservado ni
en su impresión en la piedra, nos inclinamos a pensar que serían mínimas las
posibilidades de los movimientos de diducción idea que se encuentra refor-
zada por la presencia de paralelismo en las caras externas de las ramas ascen-
dentes ya que una divergencia en ellas sería una condición favorable para
poder tener y resistir los movimientos de lateralidad. A mayor abundamiento
sobre la idea de falta de movimientos de diducción cabe alegar la ausencia
casi absoluta de la faceta de lateralidad del cóndilo, ya que se advierte un eje
único en la impresión petrificada, así como una mayor arveolización trabecu-

Figura. 14.9.
IMPORTANCIA DEL FACTOR DENTAL EN LA APARICIÓN DEL MENTÓN... 109

lar, síntoma de falta de función, sobre todo si observamos que la trabéculas


óseas dejan espacios completamente circulares a la sección (Fig.14.9).
Por último cabe aportar a esta manera de pensar que todo el cóndilo está
en situación interna con respecto a la cara externa de la rama ascendente del
maxilar, como ya habían notado Hernández Pacheco y Obermayer(32).
Consecuente con todas estas consideraciones nos atrevemos a pensar que
en los movimientos mandibulares las resultantes serían de dirección lateral
faltando las contingentes verticales y por ello la frente sería deprimida, refor-
zando esta idea nuestro modo de pensar respecto al paladar, que sería plano,
y a la gran tensión a que estaría sometido, haría un tiro hacia caudal cuando
los molares superiores tendieran a separarse por los esfuerzos oclusales; por
ello, el perfil sería un gran desarrollo de la parte dental y una falta de evolu-
ción en la frente, que como decimos sería baja y deprimida con relación a la
topografía del hombre actual.
Como conclusión diremos que:
1. La organización trabecular ósea está orientada por la función.
2. La aparición del mentón en la especie humana está condicionada al
juego de los componentes de resistencia y deslizamiento que propor-
cionan los planos oclusales.
3. Cuanto mayor es el componente de resistencia, tanto más protrusión
incisiva existirá, disminuyendo el mentón.
4. Al cambiar de sentido los componentes de resistencia, favorecen la
apertura del arco dentario y la evolución del mentón.
5. La asimetría de la mandíbula de Neanderthal de Bañólas es conse-
cuencia de la hiperfunción derecha.
2
15
Exploración y registros

Para todo aquel profesional que, iniciado en la biomecánica, quiera sacar


datos del laboratorio de su propia clínica, le recomendamos que al observar
a sus pacientes de primera intención lo haga con la boca cerrada e intentan-
do sacar de los rasgos anatómicos craneofaciales, especialmente nasales y
frontales, una hipótesis de las características más destacadas de su oclusión.
Observará atentamente la frente de sus pacientes y con una palpación
bimanual colocado a la espalda del paciente percibirá la posible asimetría de
la frente y de las eminencias frontales. Con un lápiz dermográfico pintará el
eje de la nariz recorriendo el dorso de ésta en su parte media que observará
colocado a la espalda del paciente inclinando el sillón hacia atrás y levan-
tando y peinando el flequillo hacia arriba. Pasará a observarle desde delante
y observará la posible asimetría de los orificios anteriores de la nariz, la forma
más o menos prominente de la espina nasal anterior y la topografía de la
nariz, desviaciones, inclinaciones, forma, tamaño, etc. Con estos datos debe
imaginarse las características más destacadas de la oclusión que pueden ser
responsables de los detalles anatómicos observados en la exploración. Se des-
cartará por supuesto, la existencia de traumatismos accidentales e interven-
ciones quirúrgicas previas (cirugía estética).
Después observará la boca del paciente e intentará comprobar si su hipó-
tesis se confirma o si encuentra manifestaciones oclusales llamativas que no
ha previsto en su hipótesis y que justificarían las modificaciones anatómicas
observadas. Es conveniente colocar un plano de FOC que nos ayudará a la
interpretación de la dinámica oclusal, pudiendo explicarnos cómo el eje nasal
tiende a la perpendicularidad a dicho plano. Ha de agudizar su ingenio y
dotes de observación para poder correlacionar las modificaciones anatómicas
craneofaciales con las características oclusales coexístentes. Remitimos al lec-
tor a los capítulos precedentes, en donde encontrará, basados en nuestra
observación de cientos de casos, algunas de las correlaciones halladas clíni-
camente por nosotros.
112 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Trataremos a continuación de resumir todas aquellas que en el transcurso


de 40 años de polarización mental al tema tienen una constatación clínica
incuestionable:
1. Asimetrías faciales manifiestas tanto a nivel orbicular, nasal y frontal
coexisten con manifiestas asimetrías de la función oclusal.
2. La axialidad del choque oclusal en los distintos grupos de dientes es un
refuerzo mecánico que exige un mayor apoyo óseo, para lo cual deben
tomarse unos modelos y pintar en ellos las abrasiones funcionales.
3. En hemiarcadas diferentes en función, debe existir una diferencia del
macizo maxilofacial.
4. La unidad funcional triodontón nos sirve para contar el esfuerzo mas-
ticatorio de las dos hemiarcadas.
5. Paradójicamente en hemiarcadas con igual número de dientes trabaja
menos la que más tridontones tenga formados, pues el choque oclusal
borde a borde o cúspide a cúspide es un refuerzo oclusal.
6. El eje nasal es perpendicular al plano oclusal en sentido anteroposte-
rior.
7. Los parecidos faciales llevan consigo parecidos oclusales (caso de
gemelas univitelínicas).
8. La oblicuidad del choque es un factor que contribuye inversamente a
la intensidad del mismo.

MASCARILLA GNATOSTÁTICA

El estudio de la anatomía en su área craneofacial y posteriormente de la


distribución de fuerzas durante la masticación, nos enfrentaron ya hace años
con la relación causa-efecto existente entre el aparato estomatognático o
manducatorio, según la tendencia a definirlo actualmente, y la forma de
otras estructuras craneofaciales como nariz, arcos supraciliares, bóveda fron-
tal, etc.
Los registros de los casos estudiados se hacían de la forma habitual, es
decir, impresiones dentarias positivadas en escayola. Sin embargo, pronto se
vio la necesidad de obtener registros, no sólo dentarios sino de toda la cara en
su relación exacta con la boca del paciente. Ello permite, no sólo un mejor
estudio inicial del caso, sino también un correcto seguimiento del paciente,
quedando registrados los cambios naso-frontales obtenidos mediante correc-
ción de defectos dentarios oclusales.
Tras diversas experiencias hemos logrado una forma de registro útil y de
fácil manejo que denominamos mascarilla gnatostática y que describimos a
continuación.
EXPLORACIÓN Y REGISTROS 113

Material y método
1. Preparación psicológica del paciente
Para la confección de la mascarilla gnatostática, objeto de este trabajo,
creemos que es de suma importancia la motivación del paciente, advirtién-
dole que con ello colabora en un trabajo científico. Se debe relajar al mismo
lo que presta gran ayuda tanto al paciente como al profesional.
Conviene la presencia constante de un familiar o allegado que mantenga
un contacto físico (cogerle la mano) para evitar la desagradable sensación del
«autismo»
2. Se obtiene un registro de la arcada superior en la forma habitual con
alginato. La cubeta que utilicemos debe tener un mango más estrecho en su
extremo libre que en su base, para permitir una más fácil salida de la masa de
la mascarilla y un orificio circular en el mango para poder introducir en fases
posteriores un puntero guía fiador por él. Esta primera toma de impresión se
desinserta e inserta varias veces para facilitar su salida en las maniobras pos-
teriores. Se recortan los sobrantes de alginato que no interesan en el molde y
se deja en un recipiente con agua para evitar cambios dimensionales.
3. Como paso previo al desarrollo de la técnica se confecciona con un
plástico al que se ha hecho un orificio que permite por él asomar la mayor
parte posible de la cara del paciente, procurando que dicho orificio se adap-
te al contorno de la cara ajustándolo para impedir que refluya el material de
impresión y dé a la lámina de plástico una concavidad para alojar la masa.
Entre los diferentes plásticos consideramos como más útil el correspondiente
a una radiografía de tórax, debido a que su elasticidad permite adaptarlo a los
márgenes de la cara (Fig. 15.1).
4. Antes de colocar el plástico se unta en toda la cara, y en especial en las
zonas capilares (cejas, pelo de la frente, bigote, etc.) con vaselina para evitar
que sean arrancadas al desprenderse la mascarilla; se taponan los orificios
nasales con algodón para impedir que el material de impresión que utilicemos
en la mascarilla se introduzca por ellos. No debe provocar el taponamiento
deformación de las alas de la nariz.
5. Se adapta el plástico a la cara del paciente y se coloca a éste en posi-
ción de decúbito supino para que el plástico quede en el plano horizontal.
6. En este momento el paciente está relajado, horizontal, con la lámina de
plástico colocada, la cara untada de vaselina, los orificios nasales obturados
con algodón, el registro de la arcada superior en posición y los ojos cerrados.
7. Se prepara en una taza grande una cantidad importante de alginato y
se distribuye para que recubra la superficie facial limitada en su periferia por
la lámina de plástico y en la boca que empalme con el alginato de la cubeta.
Es importante advertir al paciente que se mantenga tranquilo, insistiéndole
sobre su conexión con el mundo exterior a través del contacto con el familiar
114 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 15.1.

y que bastaría un apretón de manos para interrumpir y si es necesario sus-


pender toda actuación del profesional.
8. Una vez endurecido y para evitar que con la manipulación se deforme
¡a mascarilla se coloca sobre el alginato unas vendas de escayola mojadas y
se aprovecha para unirlas con el mango de la cubeta que asoma por la boca
del paciente (Fig. 15.2). Este mango se debe untar previamente con vaselina,
ya que es importante que no quede adherido a la escayola. Esta sólo debe for-
mar un envolvente protector que se desprenda luego suavemente, ya que la
dirección de desinserción de la mascarilla y de la cubeta son diferentes (mas-
carilla en sentido anteroposterior y cubeta en sentido su pero inferior).
EXPLORACIÓN Y REGISTROS 115

Figura 15.2.

9. Antes que la venda de escayola fragüe, se pasa el puntero-guía a través


de la escayola y del agujero de la cubeta, quedando así relacionadas la mas
carilla y la cubeta; el tiempo de fraguado debe emplearse para tranquilizar al
paciente.
10. Una vez endurecido el conjunto, se retira el fiador y se desinserta la
mascarilla de la cara, mientras que la cubeta se retiene en la boca.
11. Luego se desinserta la cubeta y se procede al positivado de la misma.
Cuando se ha alcanzado un punto de dureza que permita los cambios posi-
dónales sin que varíe la morfología del positivado se vuelve a introducir el
mango en la huella del envolvente de escayola de la mascarilla. Al colocar el
fiador en la mascarilla, ésta y la cubeta retoman la misma posición que ocu-
paban sobre el paciente y puede procederse al positivado de la mascarilla,
que se unirá al de la cubeta formando un solo bloque (Fig. 1 5.3).
116 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Figura 15.3.

12. Se pone la fecha y el nombre en el dorso con un lápiz de tinta en la


mascarilla completa así obtenida que incluye la arcada superior.
1 3. La arcada inferior se obtendrá con la técnica ordinaria de impresión
y vaciado, en la cual también constará el nombre y la fecha.
Hemos obtenido así unos registros estables que nos servirán para contras-
tar el éxito o fracaso de nuestro tratamiento y completar con datos que no son
fáciles de ver en el sujeto alguna relación ocluso-facial que se pone de mani-
fiesto al observar la mascarilla desde distintos ángulos.
16
Experimentación animal

Después de numerosas observaciones clínicas y de ver a todos nuestros


pacientes desde el punto de vista de la biomecánica craneofacial y compro-
bar que nuestras predicciones a boca cerrada de las características oclusales
deducidas de la limpie observación de su cara, especialmente de su nariz y
su frente, se cumplían, quisimos dar un paso más y nos pasamos a la experi-
mentación animal. Concebimos nuestra experimentación de la siguiente
manera: si a un animal joven se le somete a modificaciones sustanciales en su
manera de morder, debería existir una modificación ósea como correlato a
dicha alteración funcional.
Elegimos el gato por presentar ventajas respecto a su coste, por su resis-
tencia y fácil mantenimiento postoperatorio, así como por sus peculiares
características anatómicas que siempre nos llamaron poderosamente la aten-
ción y que vamos a resaltar aquí para mejor comprensión de nuestra idea.
El gato, como todos los félidos y los cánidos, presenta sus arcos cigomáti-
cos con las características que describimos en capítulos anteriores y que pen-
samos podían ser fácilmente modificables. Pensamos que si se hiciera un
corte en los arcos cigomáticos inmediatamente antes de su apoyo temporal la
tracción de los maseteros modificaría las curvas de dicho arco cigomático y
con ello habría modificaciones masticatorias que podrían dar alteraciones
óseas posteriores.
Con esta idea nos lanzamos a intervenir quirúrgicamente, provocando una
sección con pelo de segueta tipo helicoidal en la parte más posterior del arco
cigomático; previa anestesia general, dábamos un punto de sutura a la piel y
esperábamos de cuatro a seis meses. Sacrificando a los gatos, nos encontra-
mos con la sorpresa de haberse soldado el arco sin haber ningún otro tipo de
alteraciones apreciables.
Esto nos proporcionó la experiencia, basada en nuestro fracaso, de tener
que provocar en la intervención una pequeña resección de dos o tres milíme-
tros para que no se estableciera la consolidación de la fractura por el callo óseo.
118 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Así las cosas nos lanzamos a operar otra tanda de seis gatos en los
que elegimos operar dos del lado derecho, dos del lado izquierdo y
dos bilateralmente. De nuevo una espera de seis meses con el fra-
caso total ya que por unas causas o por otras no sobrevivieron para su
observación posterior.
Cambiamos de centro donde interveníamos y ya con más habi-
lidad quirúrgica, más práctica anestésica y algo más de metodología
para asegurar la supervivencia, nos lanzamos a operar otra serie de
otros cuatro gatos, dos de ellos intervenidos bilateral mente, uno en la
derecha y otro en la izquierda, con una supervivencia de seis meses.
Esto nos permitió el poder mostrarle a ustedes las fotografías del
caso operado bilateral mente, en el que se aprecian las siguientes mo-
dificaciones óseas:
1. Gran acercamiento al cráneo del segmento anterior del arco
cigomático en los dos lados (Fig. 16.1).
2. Alargamiento oblicuo de las órbitas (Fig. 16.2).

Figura 16.1.

Figura 16.2.
EXPERIMENTACIÓN ANIMAL 119

Figura 16.3.

3. Soldadura de la apófisis frontal del arco cigomático con la apófisis


orbitaria del frontal, cerrando la órbita en su parte posterior, aislando
la con el puente óseo de la zona correspondiente a la fosa temporal en
el lado derecho que se pone patente con la sombra que proyecta la
Figura 16.3.
4. Ligero abombamiento del escudo frontal en su parte más próxima a la
sutura coronal (Fig. 16.4)

Lógicamente pensando, al establecerse el puente óseo entre el arco cigo-


mático y el frontal, la dirección de las fuerzas había cambiado por verticali-
zación de los maseteros y daba como consecuencia el que el pequeño liga-
mento existente entre la apófisis orbitaria y la cigomática diera paso, por una
exigencia mecánica, al callo óseo que da por resultado el cierre posterior de
la órbita, característica de especies que ocupan eslabones más altos en la
escala evolutiva, siendo los mustélidos los primeros representantes de esta
característica de órbita cerrada.

Figura 16.4.
120 BIOMECÁNICA CRANEOFACIAL

Esta observación unilateral en un gato operado bilateralmente nos hizo


pensar que por causas que se nos escapan el gato, pese a su intervención bila-
teral, usaría predominantemente una hemiarcada para su masticación.
Quisimos repetir la experiencia animados después de tanto fracaso por el
hallazgo que nos mostraba el caso operado bilateralmente y nos lanzamos a
una serie de quince gatos, de los cuales no pudimos encontrar supervivencia
más que en cuatro, sin que ninguno de ellos mostrara variaciones anatómicas
apreciables.
Después de esta experiencia, no del todo satisfactoria y tampoco del todo
decepcionante, la cual debería ser repetible para confirmar la relación fun-
cional oclusal con la morfología craneofacial, invitamos a otros investigado-
res a que con más medios, mejor técnica, más paciencia y mejor suerte,
corroboren estos hallazgos provocando secciones en los arcos cigomáticos de
gatos u otros animales con el fin de comprobar la repercusión del cambio de
funcionalidad del aparato estomatognático y que nos ayudaría a interpretar la
evolución de las especies.
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