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Capitulo cuarto

El espejo de la pornografía

E l exceso J e libertad parece, pues, que no termina en otra cosa


sino en un exceso de esclavitud lo mismo para el particular
que para la ciudad. /.../ Y por lo tanto, es natural que la tiranía
no pueda establecerse sino arrancando de la democracia;
es decir, {pie, a mi parecer, de la extrema libertad
uile la nittyor y más cruda esclavitud.
P l a t ó n , República'

I.levar una vida inmersa en todo momento


en la apasionada conciencia del propio género, desear
convertirse en un sexo vengador: son cosas imposibles
y están lejos de los objetivos del feminismo.
D enise R il e Y, ¿Y o soy ese nombre f

Mi esfuerzo por captar el poder retórico que tiene la teoría social


de ('enero de Cacharme McKinnon surge de un objetivo que sobre­
pasa el cuestionamiento critico de su representación de las mujeres
como seres siempre y únicamente vulnerables en lo sexual y sus
ideas políticas sobre la pornografía o sus polémicas sobre la Primera
l-iimicnda. Dado que la obra de McKinnon ha tenido una extraor­
dinaria acogida en el ámbito político, este ensayo pretende aclarar
algunos aspectos de la composición y delimitación de este poder de
influencia dentro «le m i proyecto teórico. (Cómo es posible y a que
m drlv el Iwxho «le que el complejo análisis político y la voz radical

I li <tr M. ItmKfcLv i x Imih. t | M l\.U„. NUInJ. Muiuj. m i. |N«lrfcnT|.


J04 Cl O l'H U U l LA l'UKfMLXiKAHA

de McKinnon haya logrado tal aceptación? ¿En que medida otros


feminismos pueden competir con un poder scmqanrc a través de
análisis más polivalentes en su representación de la subordinación
>• la construcción del género, más sensibles a la raza y a la clase del
genero, más compatibles con la rica diversidad de la experiencia se­
xual femenina, más complejos en su representación de la sexualidad
y cl impulso sexual, más singulares y democráticos en su visión polí­
tica? En otras palabras, si bien McKinnon puede esrar -equivocada»
en su concepción del marxismo, cl genero, la sexualidad, cl poder, el
Estado, la relación que existe entre la libertad y la igualdad, llegados
a este punto,estos aspectos resultan menos importantes que cl vigo­
roso marco de «verdad» que genera. ¿Cómo ha logrado McKinnon
desarrollar con tanto éxito un feminismo militante durante los años
80, una década tan claramente hostil con todas las militancias a la
izquierda de su centro?
Ya sea por su colaboración en el desarrollo de ordenanzas anti-
pornográficas en algunas ciudades del medio Oeste norteamericano
o, más recientemente, en Canadá, o por sus análisis sobie los episo-
dios de acoso sexual en el noticiario de MacNcil/l.chrer, Catharine
McKinnon lia sido aceptada y tomada en serio por importantes
instituciones judiciales y mediáticas, asi como por honorables pro­
ceres de la academia: un hecho en absoluto habitual y realmente
excepcional para una feminista no liberal. En otoño de 19 9 1 apa­
reció en la portada del suplemento del N ew York Times y por esa
misma época fue saludada por cl filósofo Richard Rorty com o la
nueva profeta do nuestra era. Elegida -persona de la semana» por
la cadena NBC en la ¿poca de las audiencias del caso 1lilI-Thomas,
poco después de participar en las prestigiosas Gauss I.ecturcs de
la Universidad de Princeion, ha aparecido frecuentemente en los
medios de comunicación discutiendo temas como la pornografía,
el acoso sexual o la violencia en el lenguaje.
No solo MacKinnon ha aparecido inusualmente en los titulares
de los medios de comunicación más importantes, sino que también
ha recibido una acogida similar por parte de las feministas radica
les. I-aro teórico iiKiicstionahlc del movimiento Iciiiiiust.i contu
W tN O V BROW N iOs

la pornografía, es también una importante figura en el campo de


la jurisprudencia feminista, que ha vivido un rápido desarrollo, y
su persuasiva retórica despliega sus facultades incluso entre perso­
nas normales y corrientes: muicrcs y hombres jóvenes de todas las
orientaciones sexuales y políticas, de cualquier clase y raza, que se
sienten cautivados, sacudidos y estimulados por su obra.
Cualquiera que haya visto o escuchado a MacKinnon no pue­
de sino percibir que es extraordinariamente inteligente, articulada,
carismática; una maestra en un estilo oratorio en el que se com-
hinan una rabia cargada de razón y una fría racionalidad, que
reparte empirismo a golpes de martillo mientras interpela a las
ansiedades femeninas: todo lo cual ha de aparecer mencionado en
un análisis que pretenda dar cuenta de su poder y aceptación en el
seno de la política norteamericana, las aulas de las facultades de
Derecho o las comunidades de activistas feministas. Sin embargo,
sin restar importancia a estos elementos, ni a la autentica brillan­
tez y destreza que cnarbolan algunos de sus argumentos, quiero
plantear una serie de cuestiones distintas sobre la posición política
ile McKinnon: cuestiones relacionadas con las estructuras lógicas
y narrativas de su prosa, sus estrategias retóricas y la repercusión
política de su escritura.
fin cierto modo, desentrañar la potencia analítica de McKinnon
implica desenmascarar cl presunto radicalismo de su obra. Conlleva
explorar los modos en los que su formulación de cuestiones de géne­
ro, a |K‘sar de sus coqueteos con la construcción social y su interés por
sustituir argumentas que provienen de la diferencia con los argumen­
tos que provienen de la desigualdad, se hace internamente eco de ideas
imivcrsalizahlcs, transculturales y transhistóricas sobre el orden sexual
ik- las ci isas que son propias de los conservadores políticos ortodoxos.
Mior.i bien, profundizaren la aceptación de sus argumentos no significa
solí >identificar esc cuerpo conservador bajo una indumentaria radical.
I K- hecho, los complejos vínculos residuales que McKinnon tiene con cl
h u í xilino y son análisis monológicos y estructurales sobre la opresión

siiM.it.iu cuestiones sobre los potenciales retóricos que poseen deter­


minadas estructuras lógk.is y narrativas. IV»r ello, la cuestión por la
166 £ t £SP£|0 0 £ la P o r n o g r a fía

que un estudio de la obra de McKinnon brinda una posibilidad única


podría ser formulada con estas palabras:; puede un discurso feminis­
ta radical y posfundacional que aborde la cuestión de las mujeres, la
sexualidad y la ley con sus lógicas necesariamente parciales y sus
verdades provisionales,sus conocimientos situados, sus sujetos Muidos
y su soberanía descentrada - asumir la tarca de reclamar el poder o de
impugnar el poder hcgcmónico, del modo en que lo hace el discurso
de McKinnon? ;0 acaso los compromisos propios del análisis femi­
nista posfundacional lo condenan a una cierta marginación política,
a ser permanentemente un tábano, a la autoconsolación de la filósofa
por saberse en el lado de la verdad y no en el del poder? ¿Ks posible
que. en el contexto de la vida política de finales de la modernidad, y
especialmente en el ámbito legal, las estrategias político-teóricas de
la subversión, el desplazamiento, la diversificación y la «significación
puedan compararse o competir con la clase de reivindicaciones sis­
temáticas y oncológicas que formula MacKinnon sobre la condición
de las mujeres y lo que es bueno para ellas? ¿Y es la posible respuesta
con la que podamos responder a esta pregunta, específica e inherente
al margen de la resonancia del campo discursivo contemporáneo en el
que se inserta esa clase de reivindicaciones: un campo que permanece
formalmente dominado por un dialecto político modernista? ¿O qui­
za podemos aventurarnos con postulados más cuasitrasccndentales
sobre las posibilidades que brindan cierras estructuras sistemáticas
analíticas y formas de lógica silogísticas, sobre las maneras en las que
cierros modos (científicos) de análisis totalizan, reducen,sistematizan
y logran sus poderosísimos efectos precisamente a través de su ma­
yor violencia discursiva? ¿Pueden además estos ignorar o dominar
eficazmente las incursiones posmodernas gracias al uso de esta forma
superior de violencia? Aunque estas no sean preguntas que puedan
ser respondidas en su totalidad en lo que sigue, sí que nos sirven para
enmarcar y dar impulso a esta investigación sobre la estructura reto­
rica de la obra de MacKinnon.
W E N O Y B K C pV/N 167

La sexualidad es al feminismo lo que el trabajo es al marxismo


G m I A R I N E M A C K IN N O N ,
Touiard a Fcmmist Theory o f tbe State

U teoría social de género de MacKinnon es una adaptación del


marxismo, con respecto al cual, paradójicamente, intenta colo­
carse en paralelo mientras que, al mismo tiempo, lo desplaza*. A
la vez que se pone en paralelo con su lógica explicativa, sistemá­
tica y totalizadora del entorno de la producción y la condición
material del trabajo en su explicación y crítica de la sociedad de
clases. MacKinnon desarrolla un argumento analógico acerca de
la sexualidad y el género. Sin embargo, al desplazar el énfasis que
pone el marxismo en el predominio de la clase y la economía, como
rasgo de la construcción y el posicionamiento social de mujeres
y hombres, MacKinnon considera el marxismo como una teoría
social tendenciosa en lugar de incluyente y aboga por el feminis­
mo como aquello que puede «dar la vuelta al marxismo y ponerlo
patas arriba*'. Su deseo de medirse con el marxismo y desplazar
mi sisrematicidad aparece reflejado en este pasaje:

No se ha considerado que el feminismo tenga un método, ni


siquiera un argumento central. Ha sido considerado (¿por par­
le de quién?) no como un análisis sistemático, sino como una
descabalada recopilación de denuncias y cuestiones que, toma­
das en conjunto, desenlien, en lugar J e explicar, las desgracias
del sexo femenino, t i reto pasa por demostrar que el fem i­
nismo coincide plenamente con una explicación central de la

Y.i p i■ •nto.cn T au ard j Fem iniil T b e o ry o f<!>* S fjfr {Cambridge. Harvard Univ. Pirsc,
■ vSv), M.v kiiiiinn *r refiere .il marxismo y al feminismo como dos teorías sociales de
I»mJ cc, definiendo y rastreando dos .procesos sociales básicos- <pifi. 4I. Sin embargo,
. n.irnlo emprende un análisis crítico del método marxista aplicado al feminismo, dice
•M feminismo: -ve relaciona con el marxismo al igual que el marxismo So luce Con 1»
• ••momia potinca clásica: ex cuconclusión final y su critica definitiva* Ipdg. 1x5!.
\ IM.. pag. «as-
>68 E l ESPEJO DE I.A PORNOGRAFÍA

desigualdad sexual a través de un acercamiento particular a su


objeto de análisis que es, asimismo, aplicable al conjunto de la
sociedad, incluida la clase*.

La teoría social de género de MacKinnon se basa en una identifi­


cación conceptual decisiva y en una equivalencia conceptual igual­
mente decisiva: depende del establecimiento de una identidad —no
una mera relación— entre sexualidad y género, y una equivalencia
— no una mera analogía— entre la relación marxisia entre capital
y trabajo y la relación hombre-mujer en el feminismo. Para Marx,
la organización de la producción que manifiesta la relación capi­
tal-trabajo es el material que constituye la clase en el capitalismo;
para MacKinnon, la organización de la sexualidad que se revela en
la relación hombre-mujer es el material que constituye el género en
la dominación masculina. 1.a sexualidad es la sustancia del género
porque el trabajo es la sustancia de la clase y la clase es como el
genero: ambas son relaciones de dominio y subordinación enraiza­
das en procesos sociales fundamentales como son, respectivamente,
la actividad sexual y la producción. Por tanto, la organización del
deseo supone al género lo que la organización del trabajo supone
a la clase: elementos plenamente constitutivos que se encuentran
enmascarados en una forma ideológicamente naturalizada que le­
gitima el orden existente. Si la sexualidad significa la organización
del deseo humano y el trabajo significa la organización de la capa­
cidad productiva del ser humano, la primera construye el género
y la segunda la clase: juntas generan la historia, el mundo social,
la ideología, el Estado y al individuo. «Al igual que la apropiación
del trabajo de unos para el beneficio de otros define una clase, la
de los trabajadores, la expropiación organizada de la sexualidad
de unas en beneficio de otros define el sexo: la mujer»1.4

4 //«*/., p*g. io K.

J ü>u i.. pjg. J . CUK: empezar » nlcitl.fn.ir aquí una cctir .ir prolilrmat ><«. U analogía
que prrtcivdc csuMcvrr MacKinnon entre iraha|n, veio.tUtr y gtnrro. I a wtualidad,
que MacKinnon define, a vccev, como la ••rgantrao.'in itd d r w .triando ahteru»
mi honi número de prrRuniat «terca del retan* .. ,U .lew,.- y, ..i,*,,
WENDY 8R0 WN :69

F.n la perspectiva de MacKinnon, la cualidad sexual del proceso


que denomina deseo forma un bucle cerrado respecto a la forma­
ción del género que no se encuentra cerrado en el argumento de
M arx sobre la formación de la clase. Si en las sociedades domina­
das por varones el género es una relación de dominación y subor­
dinación, entonces, al igual que la sexualidad constituye el género,
afirma MacKinnon, en esa clase de sociedades la sexualidad es la
crotización de la dominación y la subordinación*. I’or tanto, no
se trata solo de que los varones expropien la sexualidad femenina
—del mismo modo en que el capital expropia el trabajo— , sino
que el propio deseo heterosexual establece, en la medida en que la
crotiza, una subordinación de genero mediante la crotización de
la dominación y la subordinación como posiciones de genero. En
las sociedades dominadas por varones la sexualidad es la eteriza­
ción del dominio del varón: una erorización que produce género
en tanto dominación, una diferenciación de genero que reproduce
la erótica de esa misma dominación. Por tanto, «el feminismo es
una teoría que trata sobre cómo la crotización de la dominación
y la subordinación crea genero, crea a la mujer y al hombre en la
forma social en la que los conocem os-'. Para MacKinnon, si el
sexo es al genero lo que el trabajo a la clase — solo que en mayor

-cualquier c u u que una uxtedad conrK na en c í í h k í * — abt enas ciKSttooct


terrea del estatus Mitológico d i la sociedad y lo ciútico—,e s eje d f ^ desigualdad
de niñero* porque la sexualidad o una forma dr poder: , 1c hecho, la forma de po­
der que crea et género. M ira , sin lugar a duda, fundamentó ni» ideas sobre el trabajo
m ino poder en la dimensión generadora del trabajo: su capacidad a la hora de producir
■ usa plusvalía que puede ser merca Militada com o fuerza de trabajo, apropiada como
idiicvalor y solidificada como capital. Aunque MacKinnon postula -la expropiación
•>r$amzaJa de la sexualidad de unas para «I uso de otros-,com o definitoria del sexo y
la mujer y concibe -el género y la familia como sus formas solidificadas- <rb*í., págs.
t «). no llega a aclarar cómo —a partir ik qué capacidad generativa se lleva a (*b o
la economía política de la sexualidad. Por tamo, allí donde el razonamiento de M arx se
■ nuestra lógico jdialtcricol y en desarrollo len progreso), el de MacKinnon es tautoló­
gico (circular) y estático (anclado en equnalcncias y s:logismos| Como se explicará en
la parte final de este capitulo, esto nene implicaciones potincas que van más allá de U
simple im l x mn que puede producir su falta de coherencia analítica.

i. fW .,|xág. n J.
frtttimsm lhM "Hlifir,l: I W m r i ,'.o « l . i f r j n J I m p . Cambridge, Harvard Univ. Press,
m * ? . pag- so
170 EL £ S P Í)0 DE LA P O R N O G fiA H A

grado, porque la cualidad sexual del sexo erotiza la desigualdad del


genero, no solo la impone coercitiva o ideológicamente— , entonces
cualquier cuestión feminista, cualquier injusticia o daño sufrido
por las mujeres, se traspasa a la sexualidad: la construcción de lo
femenino es el proceso por el que la posición vulnerable de la mujer
y la posibilidad de violación sobre ella se convierten en feminidad;
la construcción de la dependencia económica de la mujer supone
su disponibilidad sexual por parte del varón; el incesto, el acoso
sexual, la violación y la prostitución son — todos ellos— modelos
J e subordinación sexual; el hecho de que las mujeres no dispongan
de un discurso autorizado da cuenta de la perpetua condición de
violencia sexual en la que viven*.
Sin embargo, es en la pornografía donde MacKinnon encuentra
el más poderoso y evidente vehículo de subordinación de las mu­
jeres en la cultura contemporánea. No siendo -una fantasía ino­
cente ni una representación equivocada, corrupta y desorientada,
de una sexualidad que, de otra manera, sería natural y saludable»,
la pornografía «institucionaliza la sexualidad de la supremacía
masculina, fusionando la erotización de la dominación y la sumi­
sión con la construcción social de lo masculino y lo femenino»*.
I’ara MacKinnon, la pornografía es el producto destilado de las
relaciones de genero en los regímenes de dominación masculina;
no es una mera expresión, sino la institución que legitima la do­
minación masculina:

La pornografía, desde una óptica feminista, es una forma de


sexo no consentido, una herramienta de política sexual, una
institución de la desigualdad de género. Desde esta perspecti­
va, la pornografía no es una fantasía inocente, ni una represen­
tación equivocada, corrupta y desorientada de una sexualidad
que. de otra manera, seria natural y saludable. Junto con la vio­
lación y la prostitución, de la que forma parte, la pornografía

H T ouu rJ j iTininhm i*/ itw Si,tu-, ilmt,, p a p 1 0 9 - 111


•1 fím wnim l Imntijififd, oh. , p*g. 1 - 1 .
•A’tN O V 0 R O W N >71

institucionaliza la sexualidad de la supremacía masculina, que


mezcla la erotización del dominio y la sumisión con la cons­
trucción social de lo masculino y lo femenino. E l género es se­
xual. La pornografía configura el sentido de esa sexualidad. I.os
hombres tratan a las mujeres tal como entienden que son las
mujeres: la pornografía establece quién pertenece a esa catego­
ría. E l poder de los hombres sobre las mujeres significa que el
modo en que los hombres ven a las mujeres define qué es lo que
pueden ser las mujeres. La pornografía opera de esa manera' .

Aunque MacKinnon nunca lo dice de manera tan clara, la porno­


grafía, supuestamente, es respecto a la dominación del varón lo
mismo que. para M arx, representa el liberalismo respecto al capi­
talismo: algo que da seguridad en el plano institucional, naturaliza
en el discursivo, oscurece en lo ideológico y consuma el poder de
la clase dominante en el histórico.

Necesariamente, surgen no pocas cuestiones acerca del intento de


MacKinnon de establecer el genero y la sexualidad como catego­
rías y dinámicas válidas para explicar cómo se construye la clase
.1 través del trabajo. Podríamos empezar por sorprendernos por su
fracaso a la hora de desarrollar una teoría específica de la sexua­
lidad y el genero, frente al que supone adaptar una teoría sobre el
trabajo y la clase para su proyecto. Si el sexo es al género lo mis­
mo que el trabajo es a la clase, entonces, supuestamente, para una
1 mica feminista y una teoría de la emancipación se necesita una
teoría de la sexualidad, no una teoría sobre el trabajo adaptada al
sexo, lis más, dada la importancia que concede la teoría de clase
de Marx a la capacidad de generación de plusvalía —y, por tanto,
.» I.i producción de plusvalor y al apoyo de una aspiración revolu­
cionaria supeditada a la posihilidad de colectivizar el trabajo y de1

1 llnJ, (sin 1»»


?2 f l r S P F | O m i A P O R N C X .IW iA

compartir colectivamente los beneficios producto de esa capacidad


de generar plusvalor—, y dada la ausencia de este mecanismo en
el poder (los poderes) que construye(n) el género n organiza(n) el
deseo, cabría preguntarse, por otra parte, si una teoría de clase
marxista puede ser de utilidad a la hora de establecer una teoría
de genero basada en la sexualidad. Incluso si se diera por sentado
que una única relación social, llamada sexualidad, fuera produc
tora de género, ¿seria apta para un aparato teórico concebido para
aprehender la clase? ¿Y qué sucedería si la sexualidad no fuera
reducible a una única relación social, sino que fuera ella misma
un complejo modelo no esquemático de discursos y economías
que no fueran solo constituyentes de la semiótica del género, sino
también de la raza y las formaciones de clase? ¿Que sucedería si el
género, en general, y la subordinación de las mujeres,en particular,
no recayera en una única relación social, sino que tuvieran diver­
sas localizaciones y principios de producción y reproducción: por
ejemplo, en los discursos que conforman la maternidad, la raza,
la verdad filosófica, la ciudadanía, la clase, la heterosexualidad,
la guerra, la ciencia y rodo lo demás? ¿Acaso la resistencia de la
sexualidad a ser sistematizada y la falta de un único mecanismo
sobre el que pivote el género hace que la subordinación de género
sea menos real que las diferencias de clase, o la violencia sexual
sea menos injuriosa que el trabajo explotado? ¿O acaso es que el
género, por ello, no sirve del todo para organizar una forma teóri­
ca monológica y una práctica política unificada? A esrc respecto,
¿es posible que la ansiedad que muestra MacKinnon a la hora de
dotar al feminismo de sisrematicidad, de una única lógica, de un
mecanismo y un principio explicativo, indique una ansiedad mar
cadameiue lardomodcrnista —al igual que faloccntrica— sobre
qué conforma lo real y lo poderoso?
F.n la medida en que el marxismo de MacKinnon pretende ser
menos doctrinal que metodológico, genera la ilusión de haber pasado
por una reconfiguración quirúrgica para adaptarse a su objeto y, con
ello, omitir una de las principales preocupaciones de MacKinnnn
a sal>er, cine el emparejamiento de marxismo v feminismo conlleve,
W ENDY BROW N 17J

necesariamente, la subordinación del segundo". Sin embargo, la


adopción del marxismo por parte de MacKinnon, como método y
visión del mundo, puede, en última instancia,generar problemas más
insidiosos para el feminismo que ot ros esfuerzos más explícitamen­
te limitados a asimilar inquietudes feministas a un léxico inarxista
no reconstruido: esfuerzos que ponían de manifiesto el carácter del
trabajo de las mujeres —cuidados y servicios— , su plano de agravio
—corporal, privativo, subjetivo—, su conciencia — siempre por enci­
ma de una relación con el modo de producción— y su localización
social —aislada, privada— para convertirse en candidatos modestos
de cara a una comprensión inteligente en términos como -produc­
ción de plusvalía» o historia de la lucha de clases*. En palabras
de la propia MacKinnon, la repercusión y el valor permanente de
la teoría marxista están relacionados con su análisis crítico de «las
leyes dinámicas del movimiento de la sociedad en su totalidad, mate
rialidad c historicidad, que combinan determinación y capacidad de
acción, pensamiento y situación, que se encuentran completamente
fundamentados en el interés*". En otras palabras, MacKinnon no
tiene la intención de apropiarse de las categorías de la teoría mar-
xisra, ni de su teoría de la historia ni de su enfoque histórico sobre
la vida social, sino solo de una parte de su ciencia de la dominación.
I >e hecho, el suyo es un relato sorprendentemente no histórico y no
dialéctico de dinámicas sociales antagonistas que constituyen una
totalidad social comprensible. En este punto, MacKinnon no solo
asume sino que exagera las construcciones totalizadoras de la vida
social que lleva a cabo el marxismo — incluyendo su reducción de
los sujetos y la subjetividad a posiciones del sujeto— y su genera­
lización ontológica de la producción específica del sujeto desde el
punto tic vista histórico (aunque esto en menor medida).

■ i -IU|i> lo- intentos murxtsus de dar lugar o dar una respusu al feminismo, incluyen
slo I. n u il» |\irie de las leorias voci.-d-íomumCM, subyncc uno de estos tres enfoques:
..|iii| iihu'wi y colapso. derivación y subordinación y sustitución de las contradic-
. i.iiii». (Tousi/d. 1 1+niiniiiti ofrite Su i s ^iI hJ . , pág. 6 o).
I * ll’l.l . (M|'_ su
¡74 ÍJ. E S f íj O O í LA P O R N O G R A F ÍA

El equivalente conceptual que establece MacKinnon entre la do­


minación absoluta del capital y la dominación absoluta por parce
de los hombres — -dado que muchos trabajan y son muy pocos
los que se llevan las ganancias |_| algunos folian y a otros se los
folian ••1'— dcsescncializa el género, convirtiéndolo en un completo
producto del poder. Al mismo tiempo, esta equivalencia conceptual
unifica y unlversaliza el género a la vez que lo priva de contenido
histórico: despojándolo de cualquier otra especificidad mayor que
provenga de la clase, la edad, la sexualidad, la raza o la cultura,
o identificándolo de manera absoluta, respectivamente, con posi­
ciones sociales de dominación y subordinación, o convirtiendo el
genero en nada más que una función de esa clase de posiciones,
sin concederle ninguna plasticidad, espacios interiores complejos
y diversos, versatilidad o espacio de imaginación. En esta sustitu­
ción de sujetos políticos mistificados por otros reificados, en esta
subversión de estrategias analíticas desn atu ralizados con otras
desliistorizadoras y totalizadoras, MacKinnon opera, a la vez, den­
tro v fuera de un marco marxista. Repite una limitación concre­
ta y propia del marxismo, pero la repite con un rasgo diferencial
que, como veremos, intensifica la fuerza de esa misma limitación.
Pues, eu primer lugar, ¿qué es lo que está repitiendo? Tanto
Haudriilard como Arcndt nos recuerdan que la poderosa crítica
analítica que elabora M arx de la economía política del siglo xix
pudiera haber sido menos arquitnédica respecto a su contexto his­
tórico concreto de lo que M arx hubiera podido imaginar, o de lo
que sus seguidores generalmente reconocen. Conforme al análisis
de Baudrillard, M arx se encontraba tan inmerso en el medio de la
economía política capitalista que presentó las producciones y conse­
cuencias culturales de esta en un tono más oncológico que histórico
y, por ello, reificó la actividad del proletariado del siglo x ix como
una verdad eterna del ser humano, y la cultura de la industrializa
ción europea del siglo X IX como e l alma de la historia. De acuerdo
con la lectura que lleva a cabo Baudrillard, el hecho de que en las

t IM . p4|i 4
WÉNDY BROWN J75>

sociedades europeas industrializadas de mediados del siglo xtx se


establecieran, finalmente, dos grandes clases enfrentadas condujo a
M arx a considerar que el elemento plenamente constituyente de la
historia era la lucha de ciases y que el elemento plenamente cons­
tituyente del ser humano era el trabajo. Dice Baudrillard:

Ahora bien, si Marx se refiere al destino ulterior de la fuerza


de trabajo objetivado en el proceso de producción, como tra­
bajo social abstracto, /.../ esta potencialidad productiva —la
de cualquier hombre en cualquier sociedad— «de transformar
con fines útiles para el individuo o !a sociedad aquello que los
rodea» /.../ jamás es cuestionado por la teoría mancista: la cri­
tica y la historia se detienen extrañamente ante este postulado
antropológico. Curioso destino para un concepto marxista. /.../
l.a teoría marxista, radical en cuanto a su análisis lógico del
capital, se apoya por el contrario en un consenso antropológico
con las opciones del racionalismo occidental, en la forma defini­
tiva que este cobró con el pensamiento burgués del siglo XVlli'*.

-Abrumado», como expresa Hanuah Arendt, «por la capacidad


productiva real sin precedentes del ser humano occidental |cn la
era moderna]», M arx deduce el «ser humano» a partir de su épo­
ca y, con ello, dcshistoriza las valencias relativas de la economía
política y sus elementos constitutivos — trabajo, fuerza de trabajo
> relaciones de producción—, incluso cuando trata el desarrollo
de medios específicos de producción como un problema de la dia­
léctica y la historia1'. -Sin embargo»,como recuerda baudrillard,
••diferenciar los modos de producción es volver insuperable la evi
dencia de la producción como instancia determinante, y también
generalizar a toda la historia humana el modo de racionalidad dei

i | |ran Kmdrillnrd. E l etpcjo de h producción, erad. de Irene Agoíf. Barcelona, Gedisa,


ío o x p ij;» . l i l i .
1 1 II j i i i u Ii A iriull, l . i ¡¡u n lin ó n trunun,i, ir.id. dr Ramón G il Nóvale*. Barcdoon,
l'tiiltiv, *oot.
176 Ll ESPÉJÜ D£ LA PORNOGRAFÍA

lo económico como modo genérico del devenir h u m a n o - D e este


modo, pasando por alto una oncología crítica del hombre como
productor que es, a su vez, históricamente producido, M arx postula
un homo faber que refleja especularmente, en lugar de criticar, la
era de la economía polírica: «es el desarrollo de la productividad
abstracta y generalizada — la forma desarrollada de la economía
política— el que presenta a esc mismo concepto de producción
como movimiento y fin genérico del hombre (o incluso el concepto
de hombre como productor)»'7. La producción, en tanto instancia
determinante, sostiene Baudrillard:

circunscribe toda la historia del hombre a aquello que sin duda


no constituye más que un gigantesco modelo de simulación: im ­
plica, en cierta forma, volverse contra el orden del capital uti­
lizando como instrumento de análisis de la fantasía ideológica
el medio más sutil que esta haya elaborado. ¿Inversión «dialéc­
tica»? Cabe preguntarse si no es el sistema el que conduce aquí
su dialéctica, la de su reproducción universal. Si se formula la
hipótesis de que jamás hubo rti habrá, literalmente, nuis que un
único modo de producción, aquel que rige la economía política
capitalista —concepto que solo tiene sentido con respecto a la
formación económica que lo produce f o la teoría que analiza d i­
cha formación económica)—, entonces la generalización, incluso
«dialéctica», de este concepto no es más que la universalización
ideológica de los postulados de dicho sistema".

Al igual que Baudrillard sugiere que M arx «generaliza a toda la


historia humana el modo de racionalidad de lo económico como
modo genérico del devenir humano-, del mismo modo la tesis de
MacKinnon que afirma que la sexualidad es plenamente constitu­
tiva del genero, y que la hctcroscxunlidad es la forma dominante

1 6 £ l espejo Je U ptodueciñn, oh. cil.. p.ÍR. \o.


17 lliid,, p.ijt 18 .
18 tbnl., p.iRv 10 11
W ENOY 8R O W N 177

masculina del género, «generaliza el modo de racionalidad [sexual


pornográfico heterosexual] a toda la historia humana,como modo
genérico del devenir humano {del genero] «.Así como el ■ •descubri­
miento" de Marx de que la producción económica es el fundamento
ontológico de la humanidad, la tesis de MacKinnon no hace sino
reflejar la época en la que surgió y servir de espejo a esa expresión
hiperbólica del género como sexualidad propia de los Estados
Unidos de finales del siglo xx, así como revelar hasta qué punto la
construcción y regulación del género a través de una panoplia de
discursos, actividades y distinciones diferentes de la sexualidad ha
sido severamente erosionada y desestabilizada. Entre otras cosas,
por la privatización y la feminización generalizada del trabajo re­
productivo: una división del trabajo según el género basada en el
intercambio entre trabajo doméstico y producción social; códigos
religiosos, políticos y cívicos marcados por el género; y otras es
leras de actividad y normas sociales marcadamente determinadas
por el género: en suma, todos los elementos de la construcción del
género que están institucionalizados — y, por tanto, se imponen—
en espacios distintos a la organización del deseo. La desestabili
/ación de estos ámbitos distintos de la producción y la regulación
del género no solo lleva a MacKinnon, sino también a otras teóri­
cas feministas supuestamente muy diferentes a ella —aquellas que
teorizan el género como performatividad cara a cara frente a las
normas heterosexuales, por ejemplo— a entender que el género se
encuentra casi por completo constituido por la organización (he­
terosexual) del deseo"1.
si bien una división sexual del trabajo, claramente definida y
presentada de manera compleja, puede haber organizado sistemas

• 1 1 |iin|x«! ftaudnlbrd moiK'ton» que l»t cmegoríM psicoanaliiicas emprenden el vuelo


i partir «Je l.i historin que las produce — -todo lo que hemos d xh o sobre k » cooeeptos
mili visu-, vale |\u.i loe «Jet inconsciente, la represión, el complejo de F-dipo, etcétera-
t il'u l. p.IR. ,|7), pero im > llega a desarrollar este punto. Ademas (Uudnllard insinúa que
■ I pr. dilema culi los cxmceplus psicuaiialílico* es su cumplKidid con el peol'lciiu de 1»
eiimnmia m arxiu.i. Mi idea, que no es la de Kaudnll.ird, dada su taita de atención a
la ..m tltixcum .leí género, es que « i «aia.ler dr,hisfi>ri/*d» rq á relacionad» io n los
«iiilstitiivcirtrs iiatuiali/jdos del genero
178 E l ESPEJO OE 1A P O R N O G R A F ÍA

de genero —lugares sociales marcados por el género, producciones


de la subjetividad y mecanismos de subordinación— de manera más
profunda en otros tiempos y lugares, la organización del deseo he­
terosexual, culturalmente normativa, incluida la pornografía como
su expresión comercial, surge en nuestra época con una gran carga
de violencia10. Es más, al igual que en la lectura de Baudrillard. «el
sistema de la economía política no solo produce al individuo como
fuerza de trabajo vendida c intercambiada: produce también la
concepción misma de la fuerza de trabajo como potencialidad hu­
mana fundamental»,el orden sexual pornográfico,del que la teoría
de MacKinnon es espejo, no produce solo mujeres en tanto sexua­
lidad, sino la propia idea de sexualidad como rasgo esencial del
genero. De acuerdo a la elaboración que lleva a cabo Baudrillard:

Más profundamente que en la ficción de unos individuos que


intercambian libremente su fuerza de trabajo en el mercado, el
sistema se enraíza en la identificación de los individuos con su
fuerza de trabajo y en sus actos de -transformación de la na­
turaleza con fines humanos». En pocas palabras, no solo hay
explotación cuantitativa del hombre, como fuerza productiva,
por el sistema de la economía política capitalista, sino también
sobredeterminación metafísica del hombre, como productor, por
el código de la economía política. F.s aquí, en última instancia.

ío Este es. do manera sign ifiam *, un argumento diferente de la afirmación de Heggl


*>bre ü relación entre b filosofía y la Iñstoria en la que - b In t u ía de Minerva vuela
al atardecer-. Lo que pretendo sugerir es que la reducción de la construcción del ¿mero
y su regulaoon conforme a órdenes sexuales heterosexuales es un proceso histórico de
nuestro tiempo, no que .MacKinnon no este m is que tomando de nunera retrospectiva lo
que estaba integrado en un orden que ahora se está desarmando. Ademas quiero expo­
ner un segundo argumento: b evidencia del desarme del régimen de género heterosexual
aparece por rodas panes en la cultora popular, desde Madonna y Michacl Ja c io ni al
hijo posiblemente tpuer de Ronald Reagan o Pee W'e Hermán. En resumen. MacKinnon
elabora en su rcoria un momento histórico muy peculiar, al «nal que hito M arx cuando
describió - Nuestra épica, la época de la burguesía, se distingue, un embargo, por habré
simplific ado b s contradicciones de clase. Coda sociedad va dividiéndose, c.nU ve/ mas, en
do, grandes campo, enemigos, en dos grandes d n e x que se ir esif mitán dinstumnile-.
la burguesía y el proletariado- (K. M ar» y h Fnnrk, H mam/ieir» . .MmmUa, I'uMho .
in.v. |og «•).
Wt NDV 8R0 WN >79

donde el sistema racionaliza su poder: y en esto el marxismo


colabora con la astucia del capital

l.o que pretendo señalar es que la teoría de genero que elabora


MacKinnon, constituida plenamente por la sexualidad y con la
pornografía como expresión definitiva del dominio masculino, está
históricamente producida, en primer lugar, por la erosión de otros
espacios de producción de género y de efectos de género y, en se­
gundo, por la profusión, proliferación, desprivatización y difusión
de la sexualidad a finales del siglo x x . El fenómeno que Mareuse
denominó desublimación represiva, y que Foucault concibió, a
su vez, como producción de un régimen específico de sexualidad,
es lo que podríamos llamar la era pornográfica que la teoría de
MacKinnon -refleja* cual espejo en lugar de descodificarla desde
la historia o desde el análisis. De este modo, además, su teoría so­
cial de genero refleja, más que dcconstruyc, a los sujetos de la por­
nografía masculina heterosexual — tanto el consumidor masculino
como la modelo femenina— , sujetos que, cabe pensar,desempeñan
en gran medida (y en vano) la función de apuntalar o estabilizar
una dominación sexual /de género que se encuentra en sí misma
desestabilizada por las erosiones producidas por otros elementos
de la subordinación de género característicos de finales del siglo xx.
En otras palabras, si no solo se encuentran descentradas las
divisiones de trabajo y actividad de acuerdo con el género, sino
también el propio régimen de binarismo sexual — la heterosexuali-
dad— a causa de las fuerzas político-económico-culturalcs de fina­
les de la modernidad, entonces la teoría de género de MacKinnon
involuntariamente consolida el genero a partir de los síntomas que
evidencian un momento de crisis de la dominación masculina. En
este sentido, MacKinnon concibe como estructura de genero pre­
finida, universal y transhistórica lo que no es más que una expresión
Inpcrporiiográfica: de hecho, esto es señal de la crisis que acom­
paña el cambio de un dualismo de género sobredeterminado, y la

¡ i 1 1 n ftrio J e Li fiw lu O io n , «4 i i i i . p a g i* .
Ido E l CSPEIO DE IA PORNOGRAFÍA

subordinación de acuerdo con el género —aquí infravalorado— ,


a un presente y un íuturo caracterizados por la erosión de la hete-
rosexualidad obligatoria como elemento constitutivo de las cons­
trucciones cotidianas de género**.
El intento de MacKinnon de entender el genero al margen de
la pornografía, su construcción de una teoría social de genero que
refleja la pornografía heterosexual masculina, no solo convoca un
sujeto de genero determinado absoluta, total e individualmente,
sino que codifica la era pornográfica como la verdad y no como
la hipérbole de la construcción de genero: no logra descifrar que
los miles de millones de dólares que genera la industria del porno
no son sino el «estado de emergencia» —como Nictzschc calificó
la hiper-racionalidad de la filosofía griega clásica— de un régimen
heterosexual masculino dominante*'- Por otra parte, su gesto de
considerar la pornografía como la representación literal y esen­
cial de una heterosexualidad determinada por el género identifi­
ca de manera precisa al consumidor pornográfico masculino y al
suicro pornográfico femenino como la ontología de lo masculino
y lo femenino. En su afirmación de que «la pornografía significa
literalmente eso que expresa»*4, MacKinnon no solo hace una pe­
tición de principio sobre las operaciones de la representación y la
fantasía, sobre la hermenéutica y la interpelación, sino que onto-
logiza la pornografía como género. En suma, la teoría de genero
de MacKinnon no es sino el reflejo especular de esa pornografía
exclusivamente masculina que pretende criticar: un reflejo que se
manifiesta de múltiples maneras.

¿ 1 La propia MacKinnon te «la cuenca de rilo- -Si te entiende que la pornografía vanílica
literalmente «O que cxprcvi. padrino* deducir de ello que la te.xt*ilidj«i vr ha convertid»
eit d f.»*ei»nio de lo» EE.UU. a día de boy y que etum oc entrando en lo» último» día» de
la República de Wrimar- {ftnúmoM unnnnU( ifti , oh. e it, pÍR t j|.
1 $ Nietítthe, E l oeato d< los ídolos. Biblioteca Nueva. Nietr.cche tm ttrnr que 'a lit-
per racionalidad «Je lo» griegos ha «k- ic r considerada un «mioma -et li iu m i n i que
toda la reflexión griega proyecta sobre la revela una Mluacnm detetperada,
había un pdtgro y no quedaba rná» «pie una posibilidad. o perecer o »ei a/■ uir.iameule
« i i b i i m /i 'I ' .

i .| Im nm uri bnmn>li|inl,n|> m . |U |. 11
W E N O V 0RÜ 7VN 181

Hn primer lugar, en la teoría de género de MacKinnon, como


en el porno heterosexual masculino que ella analiza, las posiciones
de los sujetos masculino y femenino aparecen representadas como
si fueran implacablemente duales y absolutas, concebidos los suje­
tos literalmente, no de manera metafórica ni condicionada, como
sujeto y objeto, persona y cosa, dominante y dominado: o, como
lo manifiesta Drucilla Corncll en Heyond Accomodation, como
«follador y follada»*'.
En segundo lugar, en la teoría de género de MacKinnon, como
sucede en el pomo heterosexual masculino que ella analiza, las posi­
ciones de sujeto masculino y femenino están única y exclusivamente
conformados por lo sexual. No se trata solamente de que el genero, en
ese caso, carezca de otros elementos constituyentes, sino que la crea
i ion del género no parece muy diferente de otras formaciones y otras
vectores de poder —por ejemplo, la raza—, excepto en la medida en
que estas diferencias adquieren una expresión sexual. Se puede pasar
la sexualidad por la raza, al igual que la subordinación racial puede
MT sexualizada; pero las diferencias entre las mujeres se diluyen cuan­
do se toma la sexualidad como el eje universal de la subordinación.
En esta sobredeterminación metafísica del género como sexualidad,
MacKinnon colabora con la astucia de la pornografía. (Recuérdese la
idea de BaudriUard de que el marxismo colabora con la astucia del ca­
pital por su complicidad con la sobredeterminación metafísica del ser
humano como productor dentro del código de la economía política).
En tercer lugar, en la teoría de MacKinnon, como sucede en el
pomo heterosexual masculino que ella analiza, las |x>siciones del
•.líjelo masculino y femenino quedan fusionadas con la subjetividad
del varón y la hembra, de modo que las subjetividades masculina
\ femenina quedan totalizadas, dicotomizadas y completamente
sexualizadas. Cito a MacKinnon:

, fl«-y >»«./ Ainm m oJaíitm : l'.lhu-jl femitmni. D etim tlruflion .r»./ thf lu ir , N ew York,
►. « l l l f i l n r , I«#»/l, | O j;. i i - i
Él ISPÉIO DE JA PORNOGRAFIA

IVnal mujer es un ser que identifica y es identificada como al­


guien cuya sexualidad existe para otro que es, socialmente, va­
rón. l.o que se llama sexualidad femenina es la capacidad de
provocar un deseo en ese otro. Considerar la sexualidad de la
mujer de este modo obliga a enfrentarnos con el hecho de si
existe algo así: es decir. la idea de posesión que implica • de la
mujer».¿Acaso la sexualidad de la mu/er significa su ausencia?**

Si el genero es sexualidad, como sucede en la pornografía hetero­


sexual masculina, entonces no solo la sexualidad femenina sino la
totalidad de la conciencia femenina consiste, exclusivamente, en lo
que los hombres — ahora unificados bajo el rol de sujeto-consumi­
dor— demandan. I’or tanto, concluye MacKinnon: *si las mujeres
están definidas socialmente de modo que la sexualidad femenina no
puede ser vivida ni manifestada, ni sentida, ni siquiera experimentada
en el plano corporal de otra manera que conforme a esta definición
obligatoria, entonces no existe tal cosa como la mujer como tal; no
hay más que encarnaciones andantes que encaman los deseos pro­
yectados de los hombres-16 17. Ni que decir tiene que esta privación de
la subjetividad femenina de cualquier elemento que no se manifieste
en el ámbito pornográfico hace que cualquier proyecto emancipa-
torio sea prácticamente quimérico. MacKinnon no parece tampoco
capaz de responder a su propia pregunta acerca de la conciencia
— «¿cómo puede la mujer dosificada en su cabeza",cómplice en su
cuerpo, entender su propia condición?- “ — ; tampoco a la hora de
imaginar la creación de un futuro sexual femenino feminista.
En cuarto lugar, tanto en la teoría de MacKinnon como en la por­
nografía que analiza, la heterosexual idad es el pasado, el presente y el
futuro del género por los siglos de los siglos. Si el género es lo mismo
que la sexualidad, la sexualidad siempre está marcada por el género
y las mujeres son sexo para los hombres, entonces, por ejemplo, la

16 ToiiW .i trm m isl Theury o f ib e S lJtr, »(•. u t.. jm h ii K.


* 7 f W . , jú *. i iv.

i * I M . . p»« r 16 .
W f.N D Y BftOW N tB}

sexualidad Icsbica, o ha n no existe, ya que es sexo para los hombres


o imita la heterosexualidad: y, en efecto, estas son las figuras retóricas
de la representación del lesbianismo en el porno específicamente mas­
culino, como lo son también de la propia visión de MacKinnon sobre
el lesbianismo: -Si la construcción sexual de la mujer pasa por ser para
otro, no puede escaparse más de la ausencia concreta y temporal
de los hombres de lo que puede ser eliminada (...| por la permisividad
sexual que. en este contexto, se asemeja a mujeres encarnando roles
masculinos»1’ . Y también «el sexo lésbico.como mero sexo entre mu­
jeres, dada una definición social del genero y la sexualidad, no tras­
ciende por definición b croti/ación de la dominación y la sumisión y
mi equiparación social con la masculinidad y la feminidad»
Por último — y aquí el terreno se vuelve más especulativo— , la
teoría social de género de MacKinnon no es sino el reflejo especular
de la pornografía por la propia estructura de su prosa y su efectismo
retórico, de un modo semejante a como Baudrillard entiende que el
marxismo es un espejo del cótiigo de la economía política. Podría
parecer que la estructura retórica pornográfica presente en la escritu­
ra y las intervenciones públicas de MacKinnon parece inherente a la
cualidad insistente y batalladora de su prosa: en esos pulsos rítmicos
tic oraciones sencillas formadas por sujeto-verbo-objeto, en las que
una idea aparece incesantemente repetida, reelaborada, conducida
y arrojada al auditorio; en una estructura silogística sobrecarga­
da que convierte la lógica silogística en algo más prolítíco, tóxico.

1■> Ibttl., pift. i iS.

i • ' 'v - bn -r>oe* Sexualíty H ave a History?- \Dtscoursei vfSexuithty. From


troto*/* tu A ID S en Domna StaMon ed.. Ann Arbor, Umv. of Michigan T ro s. 19 9 1I
MacKinnon elabora m is extensamente ius «omentarii» sobre la sexualidad Icsbica.
|t i i i no lo hace de un modo que resulte ni analítica ni politicamente consistente. Aquí
■ ■ •■ a mucura: -late mujeres y los hombre ion aún mujeres y hombres en el mundo,
10, luso aunque x rjii gays o lesbiana!. Ksto Ixace que Lie mujeres lesbianas queden subor­
dinadas de manera diferenciada dentro de otro grupo subordinado; el de las mujeres; y
los houilwes xays queden wbordinados de manera dileretv ,ada dentro de un grupo
doiiiiiutilr; el «Ir los hombrrs.
la hrtrnnrxualid.td >e (instruye en torno al genero, como el paradigma domi
uanlr ilr sexo. la homosexualidad sr toma roye en torno al júnelo, como el paradigma
«uholdinxlo dr sexo. Ambir, están luolmiilamnile impregnados de genero, aunque de
m an»a diUrenlr*. pag M I
i&4 f L l SPt IO Dt lA PORNOC.ftAf iA

estimulante en exceso, inquieto y menos rebatible; en la literalidad


y la fuerza que poseen sus afirmaciones generales — -la pornografía
funciona asi-— que, a la vez, estructuran la escena y hacen que cual­
quiera (hombre) entre en ella de acuerdo a su propia imaginación;
en el uso de tiempos verbales simples y en voz activa, de adverbios
hiperbólicos y fragmentos de oraciones desplegados estratégicamen­
te; en el hueco que se produce entre la representación y la acción;
en su forma de dirigirse al auditorio directa y personalizada; en la
forma insistente y reiterada en la que se refiere al genero, la sexua­
lidad y la representación como «lo real»; en la personificación y la
activación de cosas o conceptos. Véase:

En la pornografía las mujeres desean desposesión y crueldad.


Los hombres, a los que se les permite poner palabras (y otras
cosas) en las bocas de las mujeres, crean escenas en las que las
mujeres desean desesperadamente que las aten, las golpeen, las
torturen, las humillen y las asesinen, o sencillamente que las
agarren y abusen de ellas. F-sto tiene un valor erótico desde el
punto d e vista de los hombres. E l sometimiento, por s í mismo,
es el contenido del deseo sexual de las mujeres y de su deseabdi-
dad. l a función de las mujeres pasa por ser violadas y poseídas,
la de los hombres pasa por violarlas y poseerlas en nombre del
espectador, ya sea en la pantalla, en la cámara o en la pluma",

Y escuchemos de nuevo:

L o que. d e acuerdo con el punto de vista liberal, parece amor y


romance, se asemeja más a l desprecio y al odio desde el punto de
vista feminista. E l placer y el erotismo se convierten en vioLhion.
E l deseo se muestra como ansia de dominación y sumisión. I a
condición de vulnerabilidad que genera la disponibilidad sexual
de las mujeres proyectada por los hombres ese ámbito de a>
litación que se nos permite, pidiendo que operen sobre nosotm*

ii Irm im in l/iw inA|M .nt> til . imit. 1 1 *


W EN DV BROW N i® s

(un entretenimiento breve, m u diversión, antes de volver a ¡...¡I


supone una victimización. E l juego se configura de acuerdo con
unos roles previamente estipulados, la fantasía se convierte en
vehículo ¡le expresión de la ideología ¡ . . . ¡ y admiración J e la
belleza física natural se convierte en cosificación'1.

l.o que intento mostrar es que MacKinnon repite uno de los rasgos
utás problemáticos del marxismo, pero también uno de los más per­
suasivos desde el punto de vista retórico: la proyección especular
estilística de su objeto de critica. El análisis de MacKinnon obtiene
buena parte de su poder a partir de la repercusión social que tiene
aquello que ataca, la excitación libidinal que suscita, la culpabilidad
pornográfica que pulsa y reelabora: todo ello bajo la impronta de la
crítica radical. Esto supone una afirmación ligeramente diferente de la
atrevida declaración hecha por Drucilla Cornell de que «MacKinnon
v folla al público-, aunque coincide con ella en la ¡dea: la teoría de
genero de MacKinnon transpira un estilo pornográfico, nos suspende
en una experiencia pornográfica compleja en la que ella opera, a la
ve/, como proveedora y como objeto de deseo, y su análisis se pre­
senta como sustitunvo de un sexo por cuyo deseo ella nos condena.
I st.i misma sustitución forma parte de una cadena pornográfica; la
l*omografía como sustituto del sexo y la infinita sustituibilidad de
tollas las partes implicadas por la pornografía se reflejan en el espejo
di la insistencia de MacKinnon en la igualdad sexual como sustituía
•l>I placer sexual y la infinita sustituibilidad de todas las partes impli-
i .ul.is por la representación del hombre y de la mujer en el régimen
.!■ dominación masculina. El análisis de MacKinnon participa, asi­
mismo, de la cadena pornográfica de prohibición y transgresión: al
igual que la pomograh'3 se basa en un deseo construido a partir de
una prohibición y, por ello, ha de restablecer una y otra vez las prohi-
• ..... íes que pretende deshacer a través de la transgresión, el análisis
•I* M.u Kinnoii participa en ese mismo proyecto haciendo que el nú-
..... " d e prohibiciones aumente, a través de su oratoria transgresora.

u l M . p i i ' i |<i
i8 É EL CSPEIÚ DE IA PORNOCSftAf lA

elaborando nuestro deseo de manera que se enfrente políticamente a


sí mismo. Si bien, de este modo, colabora con la «astucia de la por­
nografía», quizá como cómplice de su producción, su retórica refleja
de modo especular la estrategia de la pornografía en la medida en que
subraya una y otra vez sus prohibiciones, su carácter transgresor y su
tndocibilidad, a pesar de su persistencia. Además, al igual que sucede
con la pornografía, esta economía de la transgresión y la prohibición
forma un circuiro cerrado: del mismo modo que la atracción sexual
que genera el pomo radica en su condición temporal repetitiva y en
su aislamiento espacial, lo poderoso del análisis de MacKinnon se
vincula con sus clausuras teóricas, a menudo señaladas, y sus forclu-
siones políticas. «No hay salida» es el comentario más habitual que
hacen las estudiantes tras la lectura de su obra.
Kn resumen, en su forma de ensayar un poderoso código /<>»•
d e r g r O H m i {pornográfico) de género y sexualidad, rccscribicndo y
explotando el poder de ese código incluso a pesar de que denuncie
sus contenidos, la teoría de MacKinnon permite una fácil identi­
ficación y reconocimiento culturales, dotando a su «•radicalismo-
de una repercusión y un emplazamiento culturales scductoramcntc
familiares en lugar de amenazadores. De este modo, su supuesto
radicalismo salvaguarda, a la vez, el placer de lo conocido, de lo
prohibido, el que provoca aleccionar contra lo prohibido y el con­
fort que suministra el conservadurismo —el género es lo eterno y el
placer sexual es un oprobio— en una era que no tiene esperanzas
por una transformación política real.
Si bien ¡a fuerza del análisis de MacKinnon proviene, en pane, de!
método marxista del que se intenta apropiar para el discurso femi­
nista, también amplifica una de sus tendencias más problemáticas al
desprenderlo de la historia, la dialéctica y las dinámicas del cambio.
Para Marx, la evolución de la sociedad en «dos grandes clases, que
se se enfrentan directamente» es un logro histórico que se ha «con
sumado» únicamente a mediados del siglo x ix ‘ *. {l!sta consumación
ha resultado ser, como considero que ha sucedido también con la

11 11 n u m / irtlo ot» 11 1 , |>»i¡ |


w cnoy bro w n 187

hipcraexualizadón del género,un período bastante breve en la historia


del capitalismo, una formación social dualística que, probablemente,
se estaba dilucidando en el propio momento en que Marx estaba es­
cribiendo, y que pasó por una posterior reconfiguración a través del
ascenso de la clase media, el capital empresarial, el declive de la bur­
guesía, etcétera) Es más,como proceso histórico estructurado por la
contradicción inherente de la dominación y la explotación de dase,
el capitalismo genera en el proletariado no solo a una clase que sir­
ve a las necesidades del capital, sino también a «sus sepultureros»»*.
Por el contrario, el relato estático que elabora MacKinnon so­
bre el antagonismo sexual, unido a su visión marxista acerca de
la cualidad invasiva de este antagonismo en el plano social —su
función como estructura de dominación en lugar de como mero
interés ocasional— .elimina teóricamente tanto el mecanismo como
la trayectoria de transformación política propuesta por la teoría
marxista, es decir, el desarrollo de la historia de acuerdo con una
lucha condicionada por las contradicciones del sistema. Asimismo
elimina una de las posibilidades transformadoras que pone delante
el marxismo, ya que rechaza investir a la clase de las mujeres con
esa modalidad de poder eon la que M arx invistió al proletariado:
ansiosa por no sentimentalizar la feminidad o el poder sexual fe­
menino, MacKinnon elimina la propia dinámica de cambio social
con la que M arx contaba para la praxis emancipatoria; a saber,el
hecho de que la clase que «está en la sociedad, pero no pertenece
1 ella» acumula toda la fuerza productiva, pero nada del poder
social y político de la sociedad'5. Para M arx, «para que la clase

Ihi,l.. (Wg, 5?.


, , c ir ii crítica ele Drucilla Corncll a M .icK nooo. cr. I.i que atirma que -lo femenino*
•>. <- reihicihle a c<íeno Ja» mujer*» han de ser concebidas como tale» por lo» hombre»:
P 11.1 decirlo de «uu manera sen .illj.et error fundamental de MacKinnon es reducir Ij
■ • ilnl.nl Icincniita al objeto sexualizado que nosotras somos para rifo» mediante li
-b mifii * Kín completa de lo femenino COft el -mundo real*, tal y com o es visto y cons-
itunVi por Ij mirada masculina* iBeytmá Acom 'm itbhim . oh. cu.. p*R- i j o ). Cornetl
•un u u «ludir, por Hita parte, la totalización de MacKinnon y, por otra, una feminidad
. . 1 . atizada .1 travé» ele la movilización de un •imaginario femenino* que sea produc-
...... ..... carezca ilc contenido rtpecífico | 8 r v 'W dcomzmiiiiiriiin.óh. cit.,|táft. 17I.
«S8 E l ESPEJO DE LA POnMOGfW riA

oprimida pueda emanciparse, es preciso que los poderes produc­


tivos adquiridos ya y las relaciones sociales existentes no puedan
coexistir»'*. Sin embargo, a diferencia del capital, el sexismo para
MacKinnon es «casi mccafísicamcnte perfecto y completamente
estático: sin una historia o una dinámica de transformación que lo
abra a un futuro difcrcnte»,\ F.s más, mientras que la exploración
del trabajo se realiza por el beneficio y esa explotación se debe a
su capacidad de generar plusvalía, la sexualidad carece de esa di­
mensión; por ello sería posible que la razón de ser del sexismo re­
curriera, de manera un tanto oscura, a los placeres específicos de
la dominación sexual masculina.
Fste vaciamiento de la historia, de la capacidad generativa y dia­
léctica del marxismo, hace que una teoría política radical se trans­
forme en un proyecto implícitamente positivista y conservador. F.l
propio significado de una crítica radical se transforma cuando ya
no se brinda la posibilidad de rectificar la crítica en una perspecti­
va histórica, cuando no hay dinámica social y el poder desplegado
por la clase dominante no es recuperable por la clase subordinada,
dado que nunca le perteneció a esta última sino que, de hecho, le
es ajeno. La posibilidades de un cambio social radical se evaporan
desde el momento en que la dase oprimida se convierte en una mera
derivación de la clase dominante y no tiene significado ni existen­
cia cultural al margen de esa derivación y cuando los oprimtdos
no tienen recursos propios para el desarrollo de esa conciencia o
capacidad de acción, precisamente por el hecho de que han sido
producidos subjetivamente, no solo emplazados, por el poder do­
minante. Mientras que M arx distinguió entre las condiciones en
las que el proletariado se encuentra fácricamcnte y su conciencia
potencial de su propia situación como hechos en contradicción
con la ideología dominante —de hecho M arx consideró que las
contradicciones entre condiciones materiales, conciencia proleta­
ria e ideología dominante tenían un potencial revolucionario—, el

|6 Kart M arx, M r r u iJr ú /il< >«i|u , irjtl. dr |<>w Mr va, Madrid, I n lw . io o i,p A ( i »

t ? T u m ird .r Irm m ut l'h rtry tl<r SlJlr, «di. 1 11., pan 1 1 \


WÉNDY BflOWN 189

modo en que MacKinnon posrula su idea de organización de la


sexualidad como organización de genero borra esa distinción. 1.a
dominación masculina no organiza sencillamente una clase para
que la sirva, sino que, produciendo una clase cuya identidad sea
-ser para los hombres», genera una clase cuya subjetividad es su
posición social y viceversa.
Desde este punto de vista, MacKinnon no es, como ella sugiere,
simplemente posmarxista desde un punto de vista metodológico,
sino que es posmarxista desde un punto de vista histórico; de hecho,
ella es poshistórica. Es una marxista para quien la historia nunca
ha existido o nunca ha tenido importancia, para quien el pasado
ha sido borrado y el futuro es un abismo, pero para quien tiene
un peso incalculable lo que M arx llamó «la carga de la pesadilla
de las generaciones de los muertos en los cerebros de los vivos».
<lomo análisis total de una totalidad social, un marxismo al que se
le han extirpado la lucha histórica, la contingencia y la variación,
a la vez que las perspectivas de cambio que surgen de su seno, es
exactamente un totalitarismo. De hecho, un «manifiesto comunis­
ta» escrito sin tener en cuenta la historia o la razón histórica, sin
dialéctica, sin una dinámica de cambio, no solo cambiaría su tono,
pasando de la excitación a la depresión, sino que se convertiría en
una demostración de esa condición que define como manera de ser
natural; la dominación capitalista se mostraría enraizada en una
voluntad de dominación combinada con una capacidad inherente
tic dominación y sus víctimas, con ello, se revelarían como seres
necesitados de protección, no de emancipación. No es sorprenden­
te. por tanto, que MacKinnon insista siempre en que lo que ya no
necesitan las mujeres es una emancipación sexual.
En otras palabras, una teoría al modo marxista, pero sin historia
1 sin dialéctica, se convierte en conservadora en la medida en que
■■ vuelve positivista desde un punto de vista hermenéutico y onto-
lógico: la condición que describe pierde su carácter históricamente
>oiiiingcntc y socialmcntc dinámico. Nunca existió un pasado di­
ferente y el futuro no ofrece salidas ni promesas. Quiero hacer ver
«pie este núcleo «le la leona «le MacKinnon es clara muestra «le las
iy > CL Í S P Í JO D i LA P O R N O G R A fiA

ansiedades de una época que se debate en la agonía de una crisis teó­


rica y política próxima al fin de la historia, una época determinada
por haber perdido la fe en un movimiento progresista y ideológico
de la historia. De hecho, en el modo en el que vacía a la teoría so­
cial marxista de las leyes hisróricas de desarrollo y las dinámicas de
cambio, el análisis de MacKinnon coincide con determinadas crí­
ticas posestructuralisras a la historiografía marxista, la dialéctica y
las lógicas de las contradicciones sistcmicas: críticas que conciben a
estos puntos como parte de la asunción aerifica y problemática por
parte del marxismo de los fundamentos de la Ilustración.
Este fenómeno del «fin de la historia» —articulado en un plano
por objeciones teóricas contemporáneas a la historiografía pro­
gresista y, en otro, tanto por el colapso global de las aspiraciones
socialistas como por el recorte de las promesas liberal-democráti­
cas de mejora social— alimenta en la opinión de muchos un con­
junto de angustiosas preguntas acerca de la identidad política, la
estrategia, la posibilidad y el futuro. Lo que la combinación de la
crítica teórica y las impugnaciones a la historiografía progresista
aparentemente políticas parece configurar es un pasado, un presente
y un futuro de dominación sin descanso: precisamente lo mismo
que se articula en la teoría totalizadora y circular del poder mas­
culino y la subordinación femenina. Por tanto, la caracterización
que elabora MacKinnon de las mujeres como víctimas continuas
de la construcción de género no es la única muestra de su deses­
peración radical ante este momento histórico; también lo son el
tipo de intervenciones políticas que realiza: su insistencia en la
necesidad de aislamos de los peores abusos que realiza esa clase
de dominación no a través de estrategias emaiK'ipatorus, sino de
restricciones y regulaciones de la sexualidad, el discurso y todo lo
demás. Perdida la promesa de un movimiento hacia delante, una
vez que una libertad política autentica no parece ya posible, ni si
quiera inteligible, lo mejor que cabe esperar es un poco de alivio
respecto de los excesos de la dominación: no libertad, sino censura,
no las garantías de la Primeia I nmieiuia «n o mas derechos pala
presentar demandas poi danos; no experimentos arriesgados con
VZENOY BROWN igi

la resignificación y la emancipación, sino más policía, más regula­


ción. más pestillos de seguridad en las puertas.
No obstante, apuntar que la visión de MacKinnon muestra ele­
mentos comunes con las críticas teóricas de finales de la modernidad
y con desarrollos políticos globales no es igual que afirmar que sean
exactamente lo mismo. De hecho, sus afirmaciones sobre una totali­
dad social, sobre un dualismo simple que invade lo social y estructura
esa totalidad, y acerca de cómo ese dualismo gobierna de manera
incesante y universal la producción de todos los sujetos, tosías ellas
chocan de frente con las ideas posesrructuralistas sobre el carácter
de unos órdenes sociales construidos de manera múltiple y de suje­
tos sociales que tienen cierta capacidad de una resignificación sub­
versiva. Allí donde buena parte de la teoría contemporánea y de los
desarrollos políticos contemporáneos ponen en cuestión —es decir,
tli-construyen y desestabilizan— las categorías de sujeto, identidad y
sociedad que resultan tan importantes para las sociedades modernas
v. más concretamente, las sociedades liberales, MacKinnon resucita,
restaura y reelabora estas categorías. De acuerdo con su relato, hay
hombres y mujeres, dominadores y dominadas, explotadores y explo­
tadas, sistemas sociales y totalidades sociales. I’or tanto, MacKinnon
m*s brinda la tranquilidad de reconocernos en términos modernis­
tas, incluso aun cuando explote el creciente sentimiento popular y
u.idéntico de que no tenemos ya a mano ningún futuro modernista.
I )esdc este punto de vista, parecería que la propia estructura y las
«alegorías que despliega su teoría -sus dimensiones tautológicas y
(••i.dizadoras,sus dualismos y sus absolutos, sus extraños silogismos
i min forzadas equivalencias— articulan una ansiedad profundamen­
te moderna, canalizándola en una suene de militancia que no hace
tiaila para averiguar sus elementos constitutivos. Por ello, es posible
que la luer/a retórica de la teoría de género de MacKinnon sea in-
hrrcnic tanto a s ii rcconfiguración especular de una desesperación
pollina propia ile la modernidad como a sus cadencias pornográficas
t k aso, «le manera especial, a la interacción potcncialmcnte fascis-
11 entre una ilescspernciém manipulada y una excitación lihidinal.

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