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Esta reflexión gira alrededor de un episodio poco común, a veces incómodo e inaceptable en la
cotidianidad: la muerte. Para desarrollarla he ingeniado tres apuntes: el primero, una provocación
acerca del sentido de la reflexión como oficio del buen educador; el segundo, unas
consideraciones sobre la muerte y el tercero versa acerca del suicidio.
instamos a los educadores a que hagan lo suyo en otras palabras, a que tematicen y expliciten las
reflexiones sobre los episodios de la convivencia escolar.
La muerte —apunta Octavio Paz en El laberinto de la soledad (1993)— es la palabra que jamás se
pronuncia porque quema los labios». No obstante, Colombia es un gran cementerio: «Si no fuera
por la muerte, Colombia no daría señales de vida».
La muerte es algo que no se quiere, es algo que todos vemos pero que nadie quiere ver, porque el
mejor lugar para esconder algo es donde todo el mundo lo ve.
«La nuestra es una cultura negadora de la muerte…, jugamos a ser inmortales». Pareciera una
verdad de a puño que dos de cada tres colombianos prefieren no hablar de la muerte, aunque el
99 por ciento haya tenido alguna conexión con el dolor por ese motivo.
en el campo pedagógico lo decía Freire (1971, p. 15), «el educador sabe que tiene que morir como
educador, para que el educando pueda nacer como educador».
La muerte, la compañera perfecta de la vida, la dadora de vida, entra y sale todos los días de las
aulas de clase, se posa allí cual mariposa invisible, traspasa las fronteras de la casa, los confines del
colegio y hasta los contornos del ciberespacio, ríe con los transeúntes, asusta a los pájaros, sacude
el agua, nos previene con su presencia cuando ocurre un accidente y con cualquier síntoma
anatómico. La muerte es la sombra impalpable del profesor y de los alumnos. La escuela nace con
la muerte, crece y decrece con ella, posibilita su reproducción y la transformación.
Frente al profesor hay tantas vidas como muertes, pero él o ella sólo avizoran las vidas, las fuertes
las ignoran consciente o inconscientemente, hay más preocupación por el eros que por el tánatos,
siendo que este último es más potente que el primero.
Digamos que hasta acá nada nuevo está pasando, salvo la disminución de serotonina y de
endorfinas y la liberación de más cortisol, por el desasosiego que produce el tema; aunque se está
evocando de manera insignificante un hecho con el cual el currículo no se siente comprometido,
con esa última etapa de la existencia, la muerte, apenas hace parte del currículo oculto.
Pero algo debe empezar a pasar cuando en un colegio distrital los docentes encuentran que más del
30 por ciento de los estudiantes revela haber tenido pérdidas de familiares cercanos por muerte:
madre, padre, hermanos, tíos y amigos, y un estimado similar por otras pérdidas emocionales
(mascotas, animales, plantas, relaciones de pareja, bienes). Y
en los educadores, 60 % hacen manifiestan sus de duelos en los últimos cinco años.
Surgen entonces las preguntas: ¿Qué está haciendo el currículo formal con esos niños, niñas y
adolescentes?, ¿qué políticas públicas se han impulsado en las secretarías de Salud y Educación, en
los respectivos ministerios y en las eps para la elaboración de duelos, tanto de educandos como
educadores y padres de familia?, ¿y qué decir de la salud mental de los maestros? ¡No más
inteligencia maquiavélica!
En términos generales la muerte se encuentra definida como la culminación de la vida, cuando una
persona muere sus signos vitales se encuentran nulos.
Las diferentes religiones, tienen una interpretación propia de lo que significa la muerte, por
ejemplo para la religión cristiana, la muerte no es el fin de la vida, todo lo contrario, es el paso
hacia una nueva vida al lado de Dios, la muerte es la vía del mundo terrenal hacia el cielo, o el
infierno según sea el caso. Para los musulmanes, la muerte representa lo mismo que el
cristianismo, la única diferencia es que ellos no tienen la creencia de que al morir van a ir al
infierno, ya que ellos esperan la intervención del profeta Mahoma para que los salve de la
condena.
En el hinduismo, la muerte no significa la ida al cielo o al infierno, ellos creen que la persona al
morir, su alma volverá a través de la reencarnación, y no necesariamente reencarnara en un
cuerpo humano
Tuve a la mejor y la más amorosa madre mundo, simplemente perfecta en todo…, papá, inteligente
como nadie. Creo que no hubiera podido nacer en una mejor familia». Entonces, si de encontrar
responsables se tratara, la familia estaría exenta
así como se debe aprender a reconocer y a amar la muerte, el silencio, lo diminuto, la sombra, lo
invisible, la vida, la reflexión.
Cada año, cerca de 800.000 personas entre los 15 y los 29 años se quitan la vida, siendo esta la
segunda causa de muerte en el mundo, según lo reveló la OMS.
Medicina Legal reveló que existe un reporte que indica que en el país, durante los primeros siete
meses del año, 156 niños se han quitado la vida, por diferentes circunstancias.
Sostuvo que el mayor rango de suicidios en lo corrido del año se viene presentando en jóvenes
con edades entre los 15 y 17 años, y que habrían sido motivados por problemas con sus padres y
en sus entornos escolares.
La principal causa del suicidio en los jóvenes en Colombia son las rupturas amorosas, la segunda
son las enfermedades mentales, seguido de los problemas económicos y la falta de empleo, según
el último informe Forensis de Medicina Legal.
En el documento se reveló que, del primero de enero al 31 de diciembre del 2017, se registraron
2.571 casos de suicidios en jóvenes entre los 20 y 24 años. En total, 515 casos más que en el 2016.