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Migración y Familia

El papel de los hijos y las hijas en la


adaptación de las familias inmigrantes
Comunicación y Sociedad
Colección dirigida por Howard Giles
(University of California, Santa Bárbara)
Colección Comunicación y Sociedad

La sociedad actual se enfrenta a una gran cantidad de


problemas de todo tipo. Se considera, equivocadamente o no,
que la falta de comunicación (o comunicación inadecuada) en-
tre los actores implicados es la causa de gran parte de estos
problemas. Nos referimos a conflictos de ámbito político, de
incumplimiento de leyes, conflictos entre los grupos sociales y
los relacionados con el género, la orientación sexual, la nacio-
nalidad, la identidad étnica, la edad, etcétera.

Nuestro objetivo en esta colección única de libros in-


ternacionales es ofrecer a los lectores un mejor conocimiento
sobre la disciplina emergente de la comunicación y sobre lo que
esta puede aportar a la sociedad y a cada uno de nosotros en
nuestras vidas privadas. Los libros los han escrito expertos en
comunicación que son investigadores de primera línea y apor-
tan nuevos adelantos en sus campos respectivos.

Esta colección, por tanto, constituye un esfuerzo para


abrir un diálogo en diversas áreas sociales donde hay vacíos de
información, con la convicción de que un conocimiento más
amplio de los temas de la comunicación hará que haya más
tolerancia y promocionará un activismo social pacífico y efectivo.

Howard Giles
Universidad de California, Santa Bárbara
Director de la colección
Migración y Familia
El papel de los hijos y las hijas en la
adaptación de las familias inmigrantes

por

Vikki S. Katz
Rutgers - State University of New Jersey
Consejo Editorial
Dana Mastro (University of Arizona)
Peter Monge (University of Southern California)
Sik Hung Ng (City University of Hong Kong)
Lluís Pastor (Universitat Oberta de Catalunya)
Miles Patterson (University of Missouri - St. Louis)
Linda Putnam (University of California, Santa Bárbara)
Maria Àngels Viladot (Universitat Oberta de Catalunya)

Primera edición en lengua castellana: julio, 2011


Diseño de portada: Marina Ysart
Ilustración de la portada: Matanna Katz
Traducción: Júlia Torrubia Zaurin
© 2011 del texto: Vikki S. Katz
© 2011 de esta edición: Editorial Aresta, www.editorialaresta.com
Editorial UOC, www.editorialuoc.com
ISBN: 978-84-9788-419-8
Depósito legal: SE- -2011
Impreso en España por Publidisa

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño general y la cubierta, puede ser copiada,
reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma ni por ningún medio, sea este
eléctrico, químico, mecánico, óptico, grabación, fotocopia, o cualquier otro, sin la previa
autorización escrita de los titulares del copyright.
AGRADECIMIENTOS

Quiero manifestar mi agradecimiento a Kayla Booth,


Dan Goldman, Carmen González, Judy Manouchehri, Mat-
thew Matsaganis, Lucy Montgomery y Renee Reichl-Luthra por
las ideas y las correcciones que han aportado al presente libro.
También a mi familia, Ian, Cheryl y Jeff Katz, por sus
aportaciones y por su apoyo, como siempre. Quiero dar las
gracias de forma espacial a mi madre, Cheryl, por sus ideas
sobre la portada. Por recoger estas ideas y crear el diseño de la
portada estoy muy agradecida a mi prima, Matanna Katz. Mi
agradecimiento también al doctor Howie Giles, el intrépido
director de esta colección, a Bernat Montagut de la Editorial
Aresta por su orientación y apoyo en la edición y a Jovey Stew-
art por su revisión meticulosa del manuscrito.

También estoy agradecida a Kayla Booth, Beni


González, Stefani Gómez, Tania Guamán, Michelle Hawks y
Andrés Pulido por su ayuda en los proyectos de investigación,
que han contribuido a dar forma a este volumen. Y finalmente,
a los muchos padres y jóvenes inmigrantes que a lo largo de los
años han compartido conmigo sus historias y experiencias y
que todavía me siguen inspirando.
AUTORA

Vikki S. Katz es profesora colabo-


radora de Comunicación en la Escuela de
Comunicación e Información de la
Universidad de Rutgers, la Universidad
Estatal de New Jersey. Graduada en
Comunicación y Educación para la
Ciudadanía en la Universidad de California,
Los Ángeles, obtuvo un máster y un
doctorado en Comunicación en la Escuela de Comunicación de
Annenberg de la Universidad de Southern California.
Sus investigaciones analizan los procesos de adaptación
de los migrantes a sus nuevas sociedades y cómo el análisis de
los modos de comunicación que establecen con su nuevo en-
torno puede ayudarnos a comprender dichos procesos. En su
investigación, ha examinado cómo la comunicación en la fami-
lia, la relación con los medios de comunicación, la relación con
los vecinos y los contactos con las organizaciones de la comu-
nidad afectan al proceso de asentamiento de los migrantes en
los Estados Unidos y en otros países.
Ha realizado estudios sobre la relación entre los medios
de comunicación y el asentamiento de los inmigrantes, tema
sobre el que ha publicado recientemente un libro titulado
Understanding ethnic media: Producers, consumers, and societies (Sage
Publications, 2010), escrito en colaboración con el doctor
Mateo Matsaganis y la doctora Sandra Ball-Rokeach.
La mayor parte de sus investigaciones se han centrado
en el estudio de los hijos de los inmigrantes como principales
portavoces en lengua inglesa de sus familias, así como en el rol
de intermediarios en temas de lengua, cultura y medios de co-
municación que estos desempeñan para ayudar a sus familias,
tanto en el ámbito privado como en el público.
Actualmente imparte clases en las áreas de comunica-
ción familiar, teoría de la comunicación en los medios de co-
municación, metodologías de investigación, comunicación in-
tercultural, medios de comunicación étnicos y memoria comu-
nicativa.
ÍNDICE

Capítulo 1 Migración y familia 13

Capítulo 2 Los jóvenes como intermediarios 29

Capítulo 3 La intermediación en el hogar 43

Capítulo 4 La intermediación en el trabajo 63

Capítulo 5 La intermediación en los ámbitos de


la salud y de los servicios sociales 81

Capítulo 6 La intermediación en la escuela 97

Capítulo 7 La influencia de la intermediación


infantil en los propios jóvenes, en sus
familias y en el entorno 115

Apéndice 127

Referencias 131

Lecturas recomendadas 141



CAPÍTULO 1

Migración y familia

Qué duda cabe de que las ciudades más grandes del


mundo se están transformando debido a la creciente diversidad
de la población. Caminando por las calles de Nueva York,
Londres, Atenas o Barcelona, es fácil sentirse abrumado por la
diversidad lingüística y étnica, visible hasta en una simple man-
zana de la ciudad. Los países que tradicionalmente han sido
receptores de emigración, como los Estados Unidos e Inglate-
rra, integran ahora nuevos grupos en sus estructuras sociales ya
de por sí variadas. Al mismo tiempo, los países que histórica-
mente han sido emisores de emigración, como Grecia y Espa-
ña, se enfrentan ahora al desafío y a la oportunidad de integrar
una población cada vez más heterogénea. Estos cambios po-
blacionales plantean problemas, tanto a nivel local como na-
cional, relacionados con la integración económica, cultural y
cívica de los inmigrantes. En lo que se refiere a los hijos de los
inmigrantes, las preocupaciones tienden a centrarse en su edu-
cación: ¿En qué idiomas debe permitirse que se expresen los
jóvenes en la escuela? ¿Qué deben aprender para convertirse en
ciudadanos de pleno derecho y tener acceso a los mismos re-
cursos y oportunidades que sus homólogos nativos? Para mu-
chas naciones estas cuestiones han sido temas de gran impor-
tancia que están siendo abordados con mayor o menor acierto
según el país.

13
Los responsables de las políticas de inmigración, los in-
vestigadores y los periodistas debaten frecuentemente y de
forma separada sobre las necesidades de los inmigrantes adul-
tos y las de sus hijos (hayan nacido en el país de origen de sus
padres o en el país de acogida). Sin embargo, si consideramos
la familia como una unidad cohesionada, resulta más fácil en-
tender los cambios que se producen en sus miembros por cau-
sa de la experiencia migratoria y del asentamiento. Estos cam-
bios tienen a su vez consecuencias importantes en los esfuer-
zos que hacen las familias inmigrantes para integrarse en las
sociedades de acogida.

¿Por qué emigran las familias?


Las personas emigran por razones muy diversas. Por lo
general, los investigadores suelen distinguir entre los emigran-
tes voluntarios y los involuntarios. Las personas que se trasla-
dan a otro país en busca de mejores oportunidades, especial-
mente económicas, suelen definirse como emigrantes voluntarios.
Los emigrantes involuntarios, en cambio, son refugiados, personas
que buscan asilo, víctimas de persecuciones, de guerras, de
traumas sociales o de inestabilidad en sus países de origen. La
línea entre emigrantes voluntarios y emigrantes involuntarios
no resulta fácil de trazar, ya que difícilmente podríamos con-
vencer a un emigrante que dejó su pueblo por falta de medios
para mantener a su familia de que su emigración fue «volunta-
ria». Ya se trate de procesos voluntarios o involuntarios, el pa-
pel de la familia en el desplazamiento y en el asentamiento es
fundamental.
Las personas no siempre pueden emigrar con su fami-
lia, pero la familia suele ser un motivador principal para la

14
emigración. Un adulto joven puede que se traslade a otro país
solo, pero con el propósito expreso de mandar dinero a su casa
para ayudar a su familia. Otros, puede ser que lo hagan para
que sus hijos, nacidos o por nacer, tengan acceso a más opor-
tunidades educativas y sociales de las que tendrían en su país de
origen. En otros casos, las personas emigran con fines de
reagrupación familiar, como, por ejemplo, los padres ancianos
que son reclamados por sus hijos adultos o los hijos menores
de edad que inicialmente se habían quedado al cuidado de otros
familiares y que se reúnen con sus padres una vez que estos se
han estabilizado en el nuevo entorno. Independientemente del
escenario concreto que mejor describa las experiencias de un
individuo o de una unidad familiar, existen muchas formas
mediante las cuales la familia puede motivar la migración.
En muchos casos, los miembros de la familia y los ami-
gos íntimos no solo influyen en la decisión de emigrar, sino
también en el lugar escogido para hacerlo. La mayoría de los
emigrantes se desplazan a lugares donde ya tienen redes socia-
les. Este fenómeno se denomina migración en cadena, ya que los
vínculos sociales constituyen trayectorias muy habituales que
alientan la emigración entre comunidades específicas, tanto en
los países de origen como en los de acogida. Los familiares que
ya se han establecido en la comunidad de acogida pueden ser
un recurso muy valioso para encontrar una vivienda, oportuni-
dades de empleo y también para responder a las preguntas de la
vida cotidiana, tales como la forma de inscribir a los jóvenes en
la escuela o los lugares donde comprar a buen precio. Los fa-
miliares también pueden brindar apoyo emocional a los recién
llegados que experimentan un choque cultural; y es que contar
con personas de confianza que ayuden a acceder al nuevo en-
torno puede facilitar el proceso de establecimiento.

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Si bien la presencia de familiares en la zona suele mejo-
rar la capacidad de los recién llegados para adaptarse al nuevo
entorno, existen algunas pruebas de que los lazos familiares
cercanos es un factor que también representa ciertos inconve-
nientes, especialmente en el caso de los inmigrantes con bajos
ingresos. El hecho de tener cerca una red familiar extensa
podría acabar agotando los recursos personales de tiempo o
dinero de los recién llegados, pues se suele esperar de ellos que
ayuden a los familiares, incluso cuando no disponen de recur-
sos suficientes ni para ellos mismos. Asimismo, una vincula-
ción muy estrecha con la familia también podría limitar el desa-
rrollo individual de los inmigrantes con más talento. Los fami-
liares pueden ser de gran ayuda a la hora de encontrar empleo,
pero, en algunos casos, los jóvenes que estarían capacitados
para obtener empleos mejor remunerados y de mayor estatus
acaban trabajando en la construcción junto a los miembros de
su familia. Si la solidaridad familiar se considera más importan-
te que el éxito individual, estos jóvenes difícilmente lograrán
desarrollar su talento.
El hecho de que los lazos familiares puedan motivar,
limitar y/o facilitar los desplazamientos y las decisiones de los
emigrantes evidencia la complejidad de las relaciones entre
familia y migración. Estas relaciones son de carácter dinámico,
ya que tanto la migración y el establecimiento en el país de aco-
gida como las relaciones familiares son procesos en los que no
es posible fijar un momento preciso para su finalización. Por
este motivo, requieren negociaciones continuas, flexibilidad y
capacidad de adaptación. En el siguiente apartado veremos
cómo la migración y el establecimiento en el nuevo país pue-
den modificar el funcionamiento de las familias.

16
¿Cómo cambia la migración la estructura familiar?
De la misma manera que un divorcio, un nuevo hijo u
otros cambios importantes en la vida pueden alterar la dinámi-
ca familiar, los procesos migratorios también provocan cam-
bios en las familias. Cuando una pareja emigra a otro país, se
produce un cambio en su realidad económica y en las oportu-
nidades que experimentan ambos miembros. Los hombres son
más propensos que las mujeres a sufrir un descenso en el esta-
tus social como consecuencia de la emigración. Si tenemos en
cuenta que en muchas partes del mundo los hombres aún tie-
nen un mayor acceso a la educación que las mujeres, es más
probable que posean títulos universitarios y que estos no sean
reconocidos en el país de acogida. Como resultado, y por citar
dos ejemplos, hombres con la titulación de médico en Filipinas
a menudo trabajan como enfermeros en los Estados Unidos, y
alrededor de un tercio de los taxistas y conductores de limusi-
nas nacidos en el extranjero que trabajan en Nueva York ha
cursado estudios universitarios o posee un título universitario.
Es un hecho habitual que los inmigrantes experimenten
estos cambios de estatus en la escala social y económica. Aun-
que las mujeres también pueden sufrirlos en algunos casos,
para muchas de ellas emigrar significa trabajar fuera del hogar
por primera vez, lo que puede conllevar un aumento de la
independencia económica y del estatus social. En los países
desarrollados, donde el sector de servicios es muy potente y
generalmente favorece a las trabajadoras femeninas (por la ma-
yor oferta de empleos relacionados con el cuidado infantil o de
ancianos y con los servicios de limpieza), las mujeres podrían
estar en mejor situación para encontrar trabajo de forma más
rápida que sus maridos e incluso ganar más dinero que estos.

17
El hecho de trabajar fuera de casa hace que muchas de ellas
lleguen a esperar y a exigir una mayor participación en las deci-
siones económicas del hogar de la que podrían haber tenido en
su país de origen. Sin embargo, esta creciente autonomía no
está exenta de posibles inconvenientes. Para muchos hombres,
el nuevo estatus económico de sus mujeres pone en peligro su
papel tradicional de principal responsable de la toma de deci-
siones dentro de la familia. Es probable que este cambio cause
conflictos en los matrimonios inmigrantes debido al ajuste de
los nuevos roles.
Además, la presión que comporta el hecho de que am-
bos miembros de la pareja deban trabajar a menudo se traduce
en que los padres pasan menos tiempo en casa con sus hijos.
Esto puede provocar que los jóvenes asuman, en edades más
tempranas, mayores responsabilidades respecto a las tareas
domésticas, como cocinar, limpiar y cuidar de sus hermanos
menores. En muchas familias inmigrantes, sin embargo, los
jóvenes asumen algo más que las tareas del hogar convenciona-
les. Estos suelen adaptarse más fácilmente que sus padres a los
matices y a las normas de la cultura de acogida, ya que, nor-
malmente, además de tener mayor facilidad para adquirir el
idioma, pasan la mayor parte del tiempo en la escuela, lo que
los obliga a interactuar con la nueva cultura y a comunicarse en
la lengua del país de acogida. En consecuencia, los jóvenes
suelen convertirse en intermediarios lingüísticos y culturales
entre sus padres y el país de acogida, actuando como intérpre-
tes del nuevo idioma y de las normas culturales.
El hecho de que los jóvenes actúen como intermedia-
rios también modifica las dinámicas comunicativas de la familia
inmigrada. Aunque los jóvenes no pasan a tomar las decisiones
familiares más importantes por el simple hecho de tener mayor

18
facilidad para aprender el idioma y adaptarse a la cultura ―los
padres siguen siendo la principal autoridad―, influyen y contri-
buyen más a la toma de decisiones familiares que si sus familias
no hubieran emigrado. Los investigadores han señalado, por
ejemplo, que una de las consecuencias de la migración en las
familias latinoamericanas es que la comunicación entre padres e
hijos pasa a ser más abierta y que los padres esperan que sus
hijos asuman más pronto las responsabilidades familiares.
No todas las familias inmigradas experimentan del
mismo modo estos cambios en la dinámica familiar. Por ejemplo,
es poco probable que aquellos inmigrantes que se desplazan
por motivos profesionales, que hablan el idioma del país de
destino y que son contratados por sus habilidades específicas,
internacionalmente transferibles y reconocidas, experimenten
un descenso de estatus o de ingresos y seguramente, como
padres, tengan mayor capacidad para desenvolverse en el nuevo
contexto sin depender demasiado de sus hijos. Para la mayoría
de los inmigrantes, sin embargo, la ayuda de los jóvenes se
convierte en una parte esencial del funcionamiento familiar
cotidiano. Esta última tipología de inmigrantes es en la que se
centrará este libro.

¿En qué consiste la intermediación


que realizan los jóvenes?
Este libro se centra en la intermediación que desempeñan los
jóvenes, entendida como las tareas que estos llevan a cabo con el
fin de crear y de mantener los vínculos entre sus padres inmi-
grantes y la comunidad de destino. Estas conexiones entre los
padres y los demás residentes, organizaciones, instituciones,
recursos o medios de comunicación locales ayudan significati-
vamente a las familias a desenvolverse en el nuevo entorno.

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Para crear y mantener estas conexiones, los jóvenes pueden
actuar como intermediarios respecto al idioma, las normas cul-
turales y los medios de comunicación. En la mayor parte de los
casos, hacer de intermediarios en situaciones cotidianas implica
las siguientes tareas, aunque no se limita solamente a estas.

▪ Negociar los horarios laborales y las condiciones


económicas de sus padres con los respectivos jefes.
▪ Negociar los contratos de alquiler y las reparaciones
de las viviendas o establecimientos con los respectivos
propietarios.
▪ Hacer de intérpretes de las conversaciones entre sus padres
y sus vecinos.
▪ Hacer de intérpretes de las citas médicas, de los servicios
sociales y de las reuniones escolares.
▪ Rellenar los formularios relacionados con la asistencia
sanitaria, las compañías de seguros o los programas de
bienestar social y ciudadanía.
▪ Explicar los deberes o cualquier otra información
relacionada con la escuela a los padres o hermanos.
▪ Explicar el argumento de programas televisivos o de
películas que se emiten en la lengua del país de acogida.
▪ Responder mensajes electrónicos o materiales recibidos
por correo electrónico.
▪ Pagar las facturas familiares y verificar las operaciones
bancarias mensuales.
▪ Emitir o recibir llamadas telefónicas que requieran hablar
en la lengua del país de acogida.
▪ Realizar búsquedas en Internet con el fin de localizar
determinados servicios o lugares de la comunidad.

Lejos de ser una lista exhaustiva, los puntos anteriores


muestran la gran variedad de actividades cotidianas mediante
las cuales los jóvenes contribuyen al funcionamiento familiar.

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Como veremos en los capítulos posteriores, algunas de estas
tareas de intermediación que los jóvenes realizan les causan
ansiedad y les resultan difíciles de realizar, mientras que otras
las realizan de forma rutinaria. Durante mi investigación, las
familias se quedaban perplejas al ver que yo estudiaba algo «tan
normal para los jóvenes» ―para muchas de ellas, el hecho de
que los jóvenes hagan de intermediarios es algo tan corriente
que no es digno de estudio, como tampoco lo sería estudiar
cómo se dobla la ropa o se vacía el lavavajillas—. Sin embargo,
estas tareas de intermediación ―y las habilidades de los jóvenes
para llevarlas a cabo con buenos resultados― tienen un impac-
to muy significativo en la capacidad que desarrollan sus familias
para conectarse con los recursos locales que necesitan para
integrarse y prosperar en el nuevo entorno.
La forma que tienen los jóvenes de involucrarse en las
labores de intermediación varía de un contexto a otro. Algunos
de los factores decisivos para una buena actuación son: el tipo
de actividad que deban realizar, la familiarización con el lugar y
la importancia que otorguen a dicha actividad, además de las
posibles diferencias individuales entre jóvenes. También es
necesario tener en cuenta la etapa del desarrollo en la que se
encuentran. A medida que van creciendo, aumenta su capaci-
dad para el pensamiento abstracto y para el razonamiento
complejo, lo cual les permite realizar una mayor variedad de
tareas. Estos cambios suelen coincidir con la preadolescencia o
la adolescencia, etapas en las que los padres esperan que sus
hijos se impliquen cada vez más en la intermediación y en otras
responsabilidades familiares. Además, su dominio del idioma
suele aumentar con la edad y la experiencia.
Sin embargo, muchos investigadores que estudian los
procesos migratorios dan por sentado que los jóvenes interme-

21
diarios son completamente bilingües, y por lo general no es así.
Lo más común es que al entrar en la escuela estos jóvenes
hablen solamente el idioma de sus padres. A pesar de esto, en
muchos países reciben muy poco apoyo para el aprendizaje de
la lengua del país de acogida. Esta forma de aprender una len-
gua, basada en «nadar o hundirse», resulta a menudo substrac-
tiva, puesto que se supone que los jóvenes deben reemplazar su
lengua materna por la del país de acogida (un enfoque aditivo
animaría al niño a mantener su lengua materna al mismo tiem-
po que aprende la nueva). Algunos jóvenes son capaces de
«nadar» y triunfar en este contexto educativo, mientras que
otros tienen dificultades y acaban «hundiéndose». El resultado
es que, aunque muchos jóvenes intermediarios desarrollan ca-
pacidades bilingües, otros tienen graves dificultades para des-
empeñar tareas de intermediación, debido a su limitada capaci-
dad lingüística en una de las dos lenguas. Si los jóvenes no
comprenden bien lo que se espera de ellos, la capacidad de sus
familias para entender y actuar en función de la información
que estos les proporcionen también será más limitada. Como
veremos en el presente libro, una comprensión limitada puede
tener graves consecuencias para el funcionamiento familiar así
como para el de los barrios en los que residen.

¿Cómo se integran las familias inmigrantes


en sus nuevos entornos?
Existen dos razones por las cuales es importante enten-
der cómo las familias inmigrantes se desenvuelven en relación a
los recursos y a los servicios de su nuevo entorno. En primer
lugar, la forma de conectarse con los recursos locales es deter-
minante para explicar su proceso de integración. El desarrollo y
el mantenimiento de vínculos locales significativos —con otros

22
residentes, con organizaciones e instituciones o con medios de
comunicación locales— fomentan un sentimiento de pertenen-
cia a la comunidad. Los sentimientos y las conductas que refle-
jan este sentimiento de pertenencia —como realizar tareas de
voluntariado en la escuela de los hijos, ayudar a un vecino,
hacer reciclaje o asistir a reuniones sobre política local— son
formas muy positivas de participación ciudadana. Este tipo de
acciones son indicadores significativos de una buena integra-
ción. En segundo lugar, las decisiones que toman las familias
con relación a los lugares que frecuentan y a las personas en las
que confían influirán directamente en muchos aspectos de su
bienestar, desde el acceso a la asistencia médica hasta la equi-
dad en el ámbito educativo.
Para hacer de intermediarios entre sus familias y otros
residentes u organizaciones locales, los jóvenes deben poseer
plena capacidad comunicativa en la lengua del país de acogida y
ser conocedores de sus normas culturales. Las labores de in-
termediación que desempeñan estos jóvenes también incluyen
poner en contacto a sus padres con distintos medios de comu-
nicación a los que, de otro modo, los padres no tendrían acceso.
Por ejemplo, puede ocurrir que los padres accedan a los conte-
nidos de los periódicos, la televisión, la radio, el correo o las
llamadas telefónicas, emitidos en la lengua del país receptor,
únicamente a través de sus hijos. Además, los jóvenes también
pueden hacer de intermediarios entre sus padres y las nuevas
tecnologías, como los ordenadores, Internet o los teléfonos
móviles.
Los jóvenes inmigrantes, al igual que sus homólogos
nativos, a menudo tienen mayor facilidad con las nuevas tecno-
logías de la que posee la generación de sus padres. Esto no
significa, sin embargo, que por el hecho de tener acceso al con-

23
tenido de los medios tomen decisiones por su cuenta en nom-
bre de su familia. Las tareas de intermediación relacionadas con
los medios de comunicación a menudo implican el trabajo en
equipo entre padres e hijos. Los jóvenes suelen tener mayor
facilidad para utilizar nuevos aparatos, pero no tienen suficien-
tes conocimientos sobre el mundo real como para realizar tareas
de decodificación y de evaluación de contenidos de los medios.
Los padres aportan su comprensión adulta sobre el funciona-
miento del mundo y su capacidad para enseñar a los hijos a
decodificar los mensajes de los medios. De esta manera, ambas
partes ponen en común sus recursos para elaborar una com-
prensión que les permita encontrar la mejor manera de lograr
un objetivo, ya sea encontrar un buen médico o las indicacio-
nes más adecuadas para moverse en su entorno.
Los procesos de comprensión compartidos que desarro-
llan padres e hijos no se limitan únicamente a la intermediación
con relación al contenido de los medios. Cuando los jóvenes
actúan como intermediarios con relación al idioma o a las
normas culturales, acuden sistemáticamente a sus padres para
recibir apoyo y asegurarse de que entienden correctamente los
matices de las conversaciones y de los acontecimientos adultos.
Con el tiempo, padres e hijos desarrollan episodios de interme-
diación con buenos resultados, afinando las habilidades y emple-
ando de nuevo aquellas estrategias que han funcionado ante-
riormente. Aunque estas estrategias para comprender los
fenómenos de forma compartida se gestan en el hogar, las
conversaciones en el seno de la familia conducen a decisiones
relacionadas con la comunidad: los lugares a donde ir y las per-
sonas en quienes confiar a la hora de acceder a los servicios
más necesarios, como por ejemplo la asistencia sanitaria, las
escuelas y los servicios sociales. Del mismo modo, las labores

24
de intermediación que desempeñan los jóvenes en lugares
públicos, como las escuelas o los consultorios médicos, influ-
yen en el modo en que, posteriormente, trasladan en casa a sus
padres el contenido de estas visitas médicas, escolares o de
otros servicios. En consecuencia, las relaciones entre el hogar
familiar y la comunidad deben considerarse mutuamente influ-
yentes.
La relación entre la familia y la comunidad también de-
be ser considerada como un proceso dinámico: por ejemplo,
las habilidades de los jóvenes para desempeñar los roles de
intermediarios cambian y se desarrollan a medida que estos se
van haciendo mayores. La mayor parte de los progenitores
también desarrollan de forma independiente las habilidades que
les permiten desenvolverse en la nueva comunidad. Puede dar-
se el caso de que los padres inmigrantes se inscriban en cursos
de idiomas para aprender la lengua del país de acogida, o que la
aprendan de manera informal mediante las interacciones coti-
dianas en la comunidad y en el trabajo. De hecho, buena parte
de los estudios muestran que los padres a menudo comprenden
prácticamente bien la lengua de la sociedad de destino. Sin em-
bargo, en muchos casos carecen de la suficiente confianza o de
la capacidad para responder y, por lo tanto, sus hijos les ayu-
dan. Con el tiempo, cuando ya se sienten más cómodos y tie-
nen una mayor competencia lingüística, la dependencia de sus
hijos suele disminuir e incluso llega a desaparecer.
Las conversaciones familiares en el hogar y las interac-
ciones que tienen lugar en el exterior nos dan pistas que permi-
ten explicar por qué las comunidades de inmigrantes más des-
favorecidas a menudo son víctimas de desigualdades sociales
persistentes, especialmente en lo que se refiere a la calidad de la
atención médica y educativa. En muchos países, los responsa-

25
bles de las políticas de inmigración, los investigadores y las
personas implicadas en la comunidad se preocupan de que los
inmigrantes no sean víctimas de las desigualdades sociales. Este
libro tiene como objetivo explicar cómo una mayor compren-
sión de los factores que determinan un acceso satisfactorio ―o
todo lo contrario― a los recursos locales puede contribuir a los
esfuerzos conjuntos hacía la igualdad social. En los capítulos
que siguen vamos a investigar cómo las diferentes formas que
tienen los jóvenes de desempeñar las labores de intermediación
tienen un efecto directo en el tipo de vínculos que sus familias
crean y que mantienen en la nueva comunidad.

Guía del libro


Este libro se centra en las aportaciones que hacen los
jóvenes al proceso migratorio y de asentamiento de sus fami-
lias. En este capítulo hemos ofrecido una perspectiva general
de los vínculos entre familia, migración y asentamiento en la
comunidad. En el capítulo 2 vamos a profundizar en los pro-
pios jóvenes que actúan como intermediarios; quiénes son, qué
hacen y cómo lo hacen. En los capítulos 3, 4, 5 y 6 estudiare-
mos las labores de intermediación que desempeñan los jóvenes
en situaciones concretas ―en el hogar familiar (capítulo 3), en
los negocios familiares o en los lugares de trabajo de los padres
(capítulo 4), en el ámbito de la atención sanitaria y en el de los
servicios sociales (capítulo 5) y, finalmente, en las escuelas
(capítulo 6). En cada uno de estos casos tendremos en cuenta
los beneficios y los costes que conllevan el rechazo o la acepta-
ción de estas actividades, tanto para los jóvenes como para sus
familias. Por último, en el capítulo 7 se habla de la repercusión

26
que tiene la intermediación en las comunidades y en los países
receptores, en las familias inmigrantes y en los propios jóvenes.
En la medida de lo posible, con este libro hemos queri-
do hacer un esfuerzo consciente para incluir una muestra de los
distintos países receptores, así como de los diversos grupos de
inmigrantes. Sin embargo, este esfuerzo se ve limitado por los
lugares en los que se han realizado las investigaciones con
jóvenes inmigrantes y por los grupos que se han estudiado. Por
estas razones, el presente libro se centra en casos de Estados
Unidos más de lo que habríamos deseado. Espero que esta
recopilación de los estudios realizados hasta la fecha sobre las
aportaciones que hacen los jóvenes promueva futuras investi-
gaciones en este ámbito, con una mayor representación de gru-
pos de inmigrantes en otros países.
En algunos casos, cuando las ilustraciones o los ejem-
plos eran de utilidad, se han incluido los discursos y las histo-
rias de los propios padres y jóvenes inmigrantes, procedentes,
en su mayoría, de mi propia investigación. También se incluye
al final de este libro un breve resumen de los proyectos de in-
vestigación de los que se han extraído estas historias. Asimis-
mo, los lectores interesados podrán encontrar referencias a las
investigaciones específicas que se mencionan en cada capítulo.
En uno de los ejemplos, en el capítulo 3, se ha incluido una cita
de las investigaciones de la doctora Nelly Elias (Universidad
Ben Gurion, Israel) y de la doctora Dafna Lemish (Universidad
de Southern Illinois, EE.UU.) en relación con las familias de
origen ruso que emigran a Alemania. Debo agradecerles que
me hayan permitido esta aportación.

27

CAPÍTULO 2

Los jóvenes como intermediarios

Ya hemos mencionado algunos de los motivos por los


que los hijos de las familias inmigrantes, debido a sus respon-
sabilidades familiares, pueden tener infancias distintas a las de
los otros jóvenes. Pero ¿cómo ayudan a sus familias? Y ¿cómo
repercute esta ayuda en el proceso de asentamiento familiar y
en el desarrollo del niño? En este capítulo, nos centraremos en
los jóvenes adolescentes ―en lo que hacen por sus familias, en
cómo lo hacen, en el impacto que ello tiene en su adolescencia
y en cómo les ven sus familias y las personas de su entorno—.

¿Qué es la intermediación?
Se usan gran variedad de términos para describir las ac-
tividades que realizan los jóvenes adolescentes para ayudar a
sus padres inmigrantes a vincularse con el nuevo entorno. Al-
gunos emplean la palabra traducción, que significa sustituir pala-
bras en una lengua por palabras en otra lengua. Sin embargo,
cualquiera que haya utilizado alguna vez un diccionario o un
traductor automático como herramienta para comunicarse en
otro idioma puede dar fe de que el intercambio de palabras de
un idioma a otro no garantiza la obtención de significados equi-
valentes. Lo que hacen estos jóvenes requiere más habilidades
que el mero conocimiento del vocabulario en ambos idiomas.

29
La elaboración de significados equivalentes requiere, además de
habilidades lingüísticas, ciertos conocimientos prácticos de más
de una cultura. Así, sería más preciso utilizar el término inter-
pretación que el de traducción para describir lo que hacen estos
jóvenes para ayudar a sus familias.
Sin embargo, el término interpretación también tiene limi-
taciones ya que puede aplicarse a acciones aisladas de elabora-
ción de significados. No implica la construcción de relaciones,
lo cual suele ser uno de los objetivos más importantes de la
tarea que desempeñan los jóvenes para ayudar a sus padres.
Por ello, el término que mejor describe esta actividad es el de
intermediación ya que, mediante la misma, los jóvenes establecen
y mantienen relaciones entre su familia y otros miembros de su
entorno como vecinos, trabajadores de los servicios locales,
comerciantes y medios de comunicación que consideran fiables.
En otros contextos, empleamos la palabra «intermedia-
rio» para denominar a la persona que negocia la relación entre
dos partes poniéndolas en contacto y manteniendo dicha rela-
ción. Por ejemplo, los intermediarios financieros establecen y
mantienen relaciones entre los individuos y las instituciones
financieras, los intermediarios inmobiliarios lo hacen entre
compradores y vendedores de viviendas y propiedades comer-
ciales, etc. El esfuerzo que realizan los jóvenes para crear y
mantener relaciones entre su familia y el nuevo entorno se pa-
rece, en muchos aspectos, a los esfuerzos que se realizan en
otros tipos de intermediación. Sin embargo, como veremos
más adelante, su posición social por el hecho de ser jóvenes
hace que los roles de intermediación les resulten más compli-
cados de lo que les resultan a los adultos que los desempeñan
en los contextos habituales.

30
¿Qué clases de intermediación desempeñan los jóvenes
con más frecuencia? En este libro, nos centramos en tres di-
mensiones básicas de la intermediación: la lengua, la cultura y
los medios de comunicación. Los jóvenes intermedian entre
dos lenguas y entre, al menos, dos culturas, pues, en algunos
casos, además de las normas culturales del país de origen y del
de acogida, los jóvenes deben contemplar también las normas
de la cultura institucional. Por ejemplo, en el ámbito sanitario,
los jóvenes, además de actuar como intermediarios entre las
normas culturales de sus padres y las de la cultura de acogida,
deben tener en cuenta la cultura institucional de la medicina
occidental. Del mismo modo, los jóvenes también hacen de
intermediarios entre sus padres y los medios de comunicación,
ya sean tradicionales o modernos, ayudándoles a conectarse y a
comprenderlos. A menudo, la intermediación en temas de len-
gua, de cultura y de medios de comunicación está interrelacio-
nada.

¿Qué jóvenes es más probable que asuman


roles de intermediarios?
En el seno de una familia, no todos los jóvenes asumen
el mismo grado de responsabilidad en lo que concierne a la
intermediación. Aunque no todo el mundo coincide a la hora
de determinar los factores que más influyen en que un adoles-
cente se convierta en el intermediario familiar, la mayor parte
de investigadores indican que el orden de nacimiento, el género
y la personalidad son los factores más determinantes. El hijo
mayor de la familia es más probable que se convierta en el in-
termediario principal. Como ocurre en muchas familias, el hijo
mayor suele ser el encargado de ayudar a los padres, ya sea
cuidando de los hermanos menores, desempeñando las tareas

31
domésticas o, en este caso, actuando como intermediario de los
esfuerzos que realizan los padres para desenvolverse en contex-
tos extraños. Además, algunos colectivos de inmigrantes reco-
nocen formalmente que el papel del hijo mayor es distinto del
que tienen sus hermanos. Por ejemplo, las familias de inmi-
grantes coreanos y chinos residentes en Estados Unidos a me-
nudo esperan que el hijo mayor actúe como un segundo padre,
aconsejando y castigando, si es necesario, a los hermanos me-
nores.
Incluso en familias en las que el papel del hijo mayor
no es explícitamente distinto al del resto, en el sentido que co-
mentábamos anteriormente, en la práctica, las responsabilida-
des de los hermanos mayores suelen ser distintas de las que
asumen los hermanos menores. En las familias inmigradas, el
hijo mayor tiene más probabilidades que los hermanos meno-
res de hablar el idioma materno. Las razones que lo explican
son simples. Normalmente, el hijo mayor crece en un entorno
en el que prácticamente solo se habla el idioma de los padres,
lo cual fomenta que tenga mayor dominio del mismo. A conti-
nuación, al incorporarse a la escuela, descubre y aprende la
lengua del país de destino. Como su familia le necesita para
hacer de intermediario, es muy probable que a medida que vaya
creciendo aumenten sus competencias en ambas lenguas, re-
afirmando aún más su papel. Sin embargo, cuando los herma-
nos menores entran en escena, suelen crecer en un contexto en
el que se mezclan la lengua materna y la del país de destino, ya
que sus hermanos hablan ambas lenguas. Por lo tanto, es me-
nos probable que dominen la lengua del país de origen de sus
padres. En algunos hogares, las diferencias relativas a las compe-
tencias lingüísticas son tan notables que los hermanos mayores

32
actúan como intermediarios entre los hermanos menores y los
padres o abuelos.
El orden de nacimiento no es el único factor que de-
termina quién será el intermediario principal en una familia, el
género también tiene un papel importante. Las hijas tienen
mayores probabilidades que sus hermanos de convertirse en las
intermediarias principales de su familia. Este fenómeno puede
explicarse por varias razones. En primer lugar, la intermedia-
ción se suele dar con mayor frecuencia para ayudar a las ma-
dres que a los padres. Las madres, a no ser que trabajen fuera
del hogar, tardan más en aprender la lengua del país de acogida
que sus maridos, lo que las hace más susceptibles a recibir la
ayuda de sus hijos. En segundo lugar, muchas de las tareas de
intermediación están ligadas a las responsabilidades tradiciona-
les de crianza tales como llevar los niños al médico o asistir a
las reuniones escolares —actividades de las que normalmente
se hacen cargo las madres—. En casa, la intermediación con
relación al correo electrónico, las llamadas telefónicas o los
deberes de un hermano más joven suele estar generalmente
vinculada a las tareas domésticas que también suelen ser terri-
torio femenino, especialmente en las familias inmigradas más
tradicionales.
Se espera de las chicas que contribuyan de forma activa
y con más frecuencia que sus hermanos a las actividades tradi-
cionalmente asociadas al sexo femenino como cuidar de los
niños, cuidar de la casa o cocinar. Por ello, es más probable que
se encuentren en casa, a disposición de sus madres, para reali-
zar las tareas de intermediación cuando estas lo necesiten. Por
último, es habitual que en muchas familias inmigradas se con-
trole más de cerca a las jóvenes adolescentes que a sus herma-
nos varones. Los jóvenes gozan de actitudes más permisivas

33
respecto a los horarios de llegada a casa o al tiempo que pue-
den pasar con sus amigos sin el control de los adultos, sin em-
bargo, a las jóvenes no se les permite alejarse mucho de casa.
De nuevo, esto aumenta la probabilidad de que estén en el
hogar cuando sus padres necesitan su ayuda en tareas de inter-
mediación.
Es interesante resaltar que el género también está rela-
cionado con las habilidades lingüísticas. Es más probable que
las chicas muestren mayor capacidad bilingüe que los chicos,
precisamente porque pasan más tiempo en casa con su familia.
En consecuencia, dedican más tiempo a interactuar con fami-
liares y amigos en la lengua materna de sus padres, lo que au-
menta su competencia. Los niveles relativamente más elevados
de bilingüismo que presentan las jóvenes, las hacen más hábiles
para ayudar a sus familias con la intermediación y las diferen-
cias entre sus habilidades y las de sus hermanos se vuelven aún
más perceptibles a lo largo del tiempo. Existe también una
conexión entre el género y los logros educativos; entre las fami-
lias de inmigrantes residentes en Estados Unidos originarios de
Vietnam, América Central y las Antillas, la República Domini-
cana y Haití, las jóvenes tienen más probabilidades que sus
hermanos de obtener mejores resultados escolares en el institu-
to y de ir, a posteriori, a la universidad. Los investigadores
apuntan un sentimiento más fuerte de identidad familiar, un
nivel más alto de bilingüismo y una mayor supervisión de las
actividades que desempeñan por parte de los padres, como los
motivos que hacen que las jóvenes sean, con frecuencia, supe-
riores a los jóvenes en los barrios de inmigrantes más desfavo-
recidos económicamente.
Independientemente del sexo del hijo que asume mayor
responsabilidad en las labores de intermediación, la personali-

34
dad es también un factor importante. A veces los padres perci-
ben que uno de los hermanos menores está más predispuesto a
ayudar o tiene más cualidades que sus hermanos mayores y se
acaba convirtiendo en el principal intermediario de la familia,
incluso aunque los hermanos mayores vivan en el hogar. No
hace falta decir que cuando los hermanos mayores se van del
hogar familiar, son los más pequeños los que pasan a encargar-
se de la intermediación. La personalidad también tiene un papel
importante en las familias en que los jóvenes comparten res-
ponsabilidades ―por ejemplo, un niño que sea más sociable
seguramente acompañará a los progenitores a las consultas
médicas o a las reuniones escolares, mientras que el hermano
más reservado se encargará del correo y de revisar las cuentas
familiares—. Como veremos en los próximos capítulos, el tra-
bajo en equipo entre hermanos en torno a las tareas de inter-
mediación permite obtener resultados más satisfactorios que
trabajando por separado.
Sea cual sea el factor determinante para que un niño
acabe siendo el intermediario con mayor implicación (orden de
nacimiento, personalidad, género o una combinación de los
tres), la característica que comparten estos jóvenes adolescentes
es que, en comparación con sus hermanos u otros jóvenes de
su misma edad, suelen pasar mucho más tiempo en casa, inter-
actuando con sus padres y haciendo cosas para ellos. Los
vínculos familiares estrechos se han relacionado con un mayor
sentido de identidad familiar y con mejor rendimiento escolar.
En la última parte del libro analizaremos más detalladamente
estos resultados. Mientras que estos tres factores están vincula-
dos a la identidad de quién asume las tareas de intermediación,
el factor más importante que determina quién acaba siéndolo
es la edad.

35
¿Cómo influye la edad en la intermediación?
Estudios realizados con anterioridad nos muestran que,
al entrar en las etapas de la adolescencia y la preadolescencia,
los hijos de las familias inmigrantes asumen más responsabili-
dades de intermediación. A medida que crecen, los jóvenes
adolescentes son considerados cada vez más maduros y capa-
ces de desempeñar una mayor variedad de tareas más comple-
jas. Estudios previos al nuestro muestran que la progresión en
edad biológica de los jóvenes está relacionada con un aumento
de las habilidades bilingües y del bagaje cultural, así como un
mayor dominio del uso del lenguaje y de la elaboración de los
significados. Además, los jóvenes adolescentes pueden plante-
arse reflexivamente su papel de intermediarios, de una forma
en la que no pueden hacerlo los niños más pequeños, ya que
este tipo de reflexiones requiere capacidades para pensar de
forma abstracta y concreta sobre los sucesos y las experiencias
pasadas.
En Estados Unidos, los jóvenes adolescentes empiezan
la enseñanza secundaria (lo que equivale al primer y segundo
curso de la ESO) aproximadamente a los 11 años de edad. Los
padres tienen la percepción de que con este cambio, de la es-
cuela al instituto, los hijos ya son lo suficientemente adultos
como para ocuparse de las tareas de intermediación de mayor
complejidad. Aunque las investigaciones indican que los hijos
pueden seguir haciendo de intermediarios hasta bien entrada la
edad adulta e, incluso, cuando ya tienen su propia familia, todas
coinciden en afirmar que el período más intenso de interme-
diación empieza alrededor de los 11 años y se prolonga mien-
tras los jóvenes adolescentes viven en casa. Los hijos pueden
permanecer en el hogar familiar hasta mucho después de aca-

36
bar el bachillerato (generalmente alrededor de los 18 o 19
años), pero una vez que trabajan a tiempo completo suelen
tener menos tiempo para acompañar a los padres en sus ges-
tiones. Así, al hablar de intermediación juvenil, nos referimos a
jóvenes y adolescentes de entre 11 y 19 años de edad.
La edad hasta la que una persona es considerada niño
fluctúa según el contexto, en España el término niño suele em-
plearse para designar a los menores de 11 años, y se llama prea-
dolescentes y adolescentes a los que han superado dichas eda-
des. En este libro los denominamos «jóvenes» (los/las), enten-
diendo que nos referimos a los jóvenes de menor edad. Aun-
que sin embargo es frecuente entre los estudiosos de la infancia
utilizar las mismas etiquetas que los jóvenes/niños-as emplean
para referirse a sí mismos y estos tienden a autodenominarse
«hijos» o «niños». Por otra parte, en mi investigación, además
de autodenominarse «niños», también describieron las tareas de
intermediación que estaban por encima de sus posibilidades
como «cosas de mayores». La distinción entre sus capacidades y
las de «los mayores» confirma que se autodefinen como niños.
Seguramente porque los patrones familiares están tan arraiga-
dos que todos seguimos siendo los «niños» de nuestros padres,
incluso cuando ya hace mucho tiempo que nos consideran
adultos. Así, los intermediarios siguen siendo los niños a los
ojos de sus familias y referirse a ellos de esta forma encaja con
la realidad que ellos perciben.
Finalmente, cuando los jóvenes hacen de intermedia-
rios entre sus padres y los miembros de la cultura de acogida,
su rol de hijos es el que más sobresale. En estas interacciones,
los jóvenes adolescentes son los representantes de sus padres,
sus defensores y sus portavoces; rara vez hablan en nombre

37
propio y, por lo tanto, cuando hacen de intermediarios, al de-
nominarlos «niños» se resalta su rol ante los demás.
Pero ¿qué implicaciones conlleva esta visión de los ni-
ños? En el siguiente apartado analizaremos cómo y cuando se
desarrolla el concepto de infancia, entendida como un período
diferenciado de la edad adulta, y de qué manera esta concep-
tuación influye en cómo estos jóvenes adolescentes son perci-
bidos por los demás.

Definir la infancia
A pesar de que a menudo no seamos conscientes de
ello, el concepto de «infancia» es una idea reciente del mundo
occidental. Durante la mayor parte de la historia de la humani-
dad, los niños/jóvenes han sido un recurso económico para
sus familias. Actualmente, lo siguen siendo en muchos países
en vías de desarrollo y los ingresos procedentes de su trabajo
son indispensables para la supervivencia familiar. No ha sido
hasta este último siglo cuando, en Occidente, la infancia ha
empezado a considerarse como un período exclusivamente dedi-
cado al desarrollo y a la maduración personal de los niños / ado-
lescentes.
Este cambio surgió a medida que se fue instaurando la
educación para toda la población infantil y con ello la necesi-
dad de un período en la vida para la formación académica. En
esta misma época, hacía finales del siglo I , también se limitó
el trabajo infantil en las fábricas, pero no fue hasta 1938 cuan-
do se ilegalizó en Estados Unidos. Estas modificaciones en
materia de leyes desplazaron a los niños/adolescentes de las
fábricas y las tiendas a las escuelas. En la actualidad, la idea de
infancia como un período en el que «los niños/adolescentes

38
pueden ser niños/adolescentes» se ha generalizado de tal forma
que el concepto de niño/niña trabajador es contrario a las ex-
pectativas y a los valores sociales.
Sin embargo, los inmigrantes a menudo proceden de
países en vías de desarrollo en los que la infancia no se benefi-
cia del mismo estatus privilegiado. En las zonas rurales de di-
chos países, por ejemplo, se da por sentado, e incluso en algu-
nos casos resulta imprescindible para la economía familiar, que
los niños/adolescentes colaboren en los trabajos del campo,
aunque ello implique abandonar la escuela. Del mismo modo,
los inmigrantes que provienen de áreas urbanas, en sus países
de origen, también pueden tener expectativas culturales que
entren en conflicto con las del país de acogida sobre las obliga-
ciones de los niños/adolescentes, más allá de su educación.
Una de las diferencias más evidentes entre sistemas culturales
distintos es la edad en la que los niños/adolescentes son consi-
derados legalmente adultos, con los derechos y obligaciones
que ello implica. Legalmente, la línea que separa la infancia de
la edad adulta (o «mayoría de edad») varía según los países: se
sitúa en los 18 años en Estados Unidos y en la Unión Europea,
en 15 en Irán, 16 en Cuba y Escocia, 20 en Japón y Corea del
Sur y 21 en Namibia, Egipto y Singapur. Estas diferencias con
relación a la mayoría de edad ponen de manifiesto que la infan-
cia es una creación de la sociedad, que puede tener límites muy
variables según el lugar en el que vivamos.
Socialmente, la frontera entre «infancia» y «edad adulta»
puede ser muy distinta de la que establece la ley. Todos sabe-
mos que, para nuestros padres, seguimos siendo los «niños/
jóvenes» hasta mucho después de la mayoría de edad legal.
Esto es aún más evidente en las familias inmigrantes, en las que
la colaboración de los niños/adolescentes podría ser de gran

39
importancia para el bienestar familiar incluso hasta bastante
después de que estos sean mayores de edad. En el capítulo 4 se
analizará este fenómeno en el contexto de los negocios familia-
res y de los lugares de trabajo de los progenitores, ámbitos
donde se produce con gran frecuencia.
Independientemente del contexto ―lugares de trabajo,
hospitales, escuelas u otros escenarios―, los jóvenes adolescen-
tes suelen negociar entre dos partes que tienen expectativas
muy distintas sobre lo que es una conducta infantil adecuada.
Los jóvenes adolescentes intermediarios, con frecuencia se ven
obligados a expresar las opiniones y las demandas de sus pa-
dres a personas que quizás no entiendan o no valoren que los
jóvenes adolescentes desempeñen roles propios de personas
adultas o que hablen sobre temas inadecuados para su edad. En
este sentido, es probable que infrinjan las expectativas de la
cultura occidental sobre lo que los jóvenes adolescentes deben
decir o hacer. Este fenómeno dificulta que los esfuerzos de los
intermediarios se traduzcan en respuestas positivas por parte
de las personas que trabajan en los servicios locales, los maes-
tros o los clientes. Al mismo tiempo, los jóvenes adolescentes
también deben tener en cuenta la forma en que son percibidos
por sus familias. Aunque los padres puedan necesitarles para
desempeñar tareas de adultos, siguen esperando que estos sean
bien educados y respetuosos, tal como exigen sus expectativas
culturales.
Por ello, aunque los intermediarios sean adolescentes o
hayan alcanzado prácticamente la edad adulta, en términos
legales, lo más probable es que tanto los progenitores como los
interlocutores con los que se comunican los sigan percibiendo
como niños. Cuando hacen de intermediarios, los jóvenes ado-
lescentes no hablan en nombre propio ―sino que, más bien,

40
representan el discurso, los deseos y las opiniones de sus pa-
dres. El resultado es que son percibidos como niños (y más
exactamente, como los hijos de sus padres) por ambas partes
de la interacción intermediada.
Estos niños/jóvenes suelen ser muy conscientes de su
posición como hijos de inmigrantes, especialmente si sus fami-
lias forman parte de un grupo visible, que pudiera estar en el
punto de mira de colectivos contrarios a la inmigración. Los
hijos de familias con bajos ingresos y con bajo nivel educativo
saben de su posición desigual y de la de sus familias ante los
médicos, los maestros y los clientes con los que negocian. Los
efectos combinados de inmigración, raza y nivel socioeconó-
mico crean grandes diferencias sociales entre las familias inmi-
grantes y la población nativa del país. En ocasiones, los esfuer-
zos que realizan los jóvenes de menor edad cuando hacen de
intermediarios pueden ser poco valorados por los interlocuto-
res. Existen dos motivos para ello: en primer lugar, porque
pueden ser percibidos como demasiado jóvenes para hablar
con y para los adultos y en segundo lugar, porque el hecho de
que sus padres les necesiten para hacer de intermediarios puede
reforzar las creencias populares sobre la capacidad limitada de
los mismos. Cuando existe una distancia social tan marcada, la
intermediación de los jóvenes se ve afectada por estos factores,
lo cual repercute en su grado de confianza para aclarar las du-
das o para defender los intereses familiares.
Así, estos «jóvenes» recorren múltiples dimensiones
culturales y sociales con el objetivo de intermediar conexiones
significativas entre su familia y las instituciones locales. En el
siguiente capítulo nos centramos en la intermediación que des-
empeñan en el hogar familiar, como base para la comprensión
de la que tiene lugar en los espacios públicos.

41

CAPÍTULO 3

La intermediación en el hogar

¿Cómo influye la vida doméstica de las familias inmi-


grantes en la adaptación y la integración de sus miembros al
nuevo entorno? Para comprender la forma en que las familias
inmigrantes se desenvuelven en su nuevo entorno, es necesario
entender primero de qué forma interactúan sus miembros dentro
de las mismas. Las conversaciones y las decisiones familiares
—sean trascendentales o superficiales— tienen lugar durante
las comidas, mientras se revisan las facturas o cuando se hacen
las tareas escolares. La comunicación dentro de la familia pro-
porciona una buena oportunidad para que sus miembros com-
partan la información y las noticias locales con las que han es-
tado en contacto a lo largo del día. Los jóvenes, por ejemplo, al
pasar mucho tiempo en la escuela, están continuamente ex-
puestos a las noticias y a la información local, así como a las
normas de la sociedad de acogida. Los progenitores, al interac-
tuar con sus compañeros de trabajo, comparten información
que les puede ser de utilidad cuando deben resolver problemas.
Además de las interacciones que se producen en el contexto
laboral, los padres (normalmente las madres) también llevan a
sus hijos al médico, hacen la compra y se encargan de realizar
otras gestiones dentro de la comunidad.
Todos estos entornos y actividades permiten a los
miembros de la familia enterarse de lo que sucede en el ámbito

43
local y obtener información sobre los emplazamientos de de-
terminados recursos, sobre su funcionamiento y sobre otros
temas. El hecho de compartir esta información en casa puede
ayudar al resto de la familia a resolver dudas y problemas y
promover nuevas conductas relacionadas con el entorno
―buscar más información por Internet, asistir a reuniones loca-
les o ponerse en contacto con un médico. De este modo, la
comunicación intrafamiliar fomenta la participación en el en-
torno y esta, la comunicación intrafamiliar.
La información que obtienen los jóvenes sobre los re-
cursos locales y las normas culturales que aprenden en la escue-
la suelen ser elementos importantes en las conversaciones de
las familias inmigrantes. Así, los jóvenes no solo recopilan in-
formación por medio de la intermediación, sino que también lo
hacen a través de las conexiones que establecen en el curso
normal de su jornada escolar. La información obtenida a través
de los medios de comunicación también suele ser un compo-
nente esencial de estas conversaciones. En este capítulo se ana-
lizará la influencia del contacto con los medios de comunica-
ción en la vida doméstica y en las estrategias de asentamiento
en el nuevo entorno.

Los medios de comunicación en la


vida familiar de los inmigrantes
En los tiempos actuales, los medios de comunicación
están tan imbricados en la vida familiar que se han convertido
en un elemento esencial en su forma de funcionar. Los diferen-
tes medios como los teléfonos (tradicionales y móviles), la
prensa escrita (periódicos, revistas e información recibida por
correo), la televisión, la radio e Internet modelan la vida fami-
liar en muchos aspectos ―desde la disposición de las salas de

44
estar alrededor del televisor hasta la coordinación de las activi-
dades familiares—. En este aspecto, las familias inmigrantes no
se diferencian de las autóctonas, sin embargo, la relación que
establecen con los medios no suele ser la misma.
Una de las diferencias más significativas entre ambos
tipos de familias está relacionada con el idioma. Muchos inmi-
grantes adultos prefieren estar conectados con los medios de
comunicación producidos en el idioma de su país de origen,
por dos razones: porque les resultan más fáciles de entender y
porque tratan asuntos que tienen un interés especial para ellos.
Estos medios de comunicación étnicos se diferencian de los
dominantes porque están producidos por miembros de un
grupo étnico o inmigrante determinado y van destinados a este
mismo grupo. Los medios étnicos proporcionan a los inmi-
grantes de todo el mundo una sensación de proximidad respec-
to a su país de origen. Al mismo tiempo, pueden convertirse en
un elemento esencial para su asentamiento en el nuevo país, ya
que suelen ofrecer información útil. Por ejemplo, explican
cómo matricular a los hijos en la escuela, cómo encontrar tra-
bajo, dónde encontrar determinados productos y servicios, y
también informan sobre los derechos en los nuevos entornos
de acogida.
Si tenemos en cuenta que muchos padres inmigrantes
no dominan el idioma local, las conexiones con los medios
dominantes suelen producirse en compañía de los hijos. En
muchas familias, tanto inmigrantes como nativas, es habitual
que los jóvenes tomen la iniciativa en el manejo de las nuevas
tecnologías, encargándose de programar los reproductores de
DVD o enseñando a sus padres a enviar mensajes de móvil.
Sin embargo, en el caso de las familias inmigrantes la ayuda que
los hijos prestan a sus padres incluye una mayor variedad de

45
tareas. Así, el hecho de que los padres estén poco familiariza-
dos con la lengua y la cultura del país receptor implica que,
además de hacer de intermediarios entre sus padres y los «nue-
vos» medios de comunicación, también lo hacen con los me-
dios «tradicionales», como el teléfono, el correo, los periódicos,
la radio y la televisión que no emiten en su lengua.
Por ello, los hijos de los inmigrantes tienen más proba-
bilidades de conectarse a los medios de comunicación junto a
sus padres que los hijos de familias autóctonas. Según un estu-
dio realizado por la Universidad de Harvard en 2002, solo un
20 % de los adolescentes procedentes de familias inmigrantes
afirmaron ver la televisión «solos la mayor parte del tiempo».
De entre los que veían la televisión acompañados, la mayoría lo
hacían con sus padres y/o con sus hermanos. Por el contrario,
un estudio más amplio sobre los adolescentes estadounidenses
puso de manifiesto que alrededor de un tercio de ellos ven la
televisión «solos la mayor parte del tiempo». En las familias
inmigrantes, ver la televisión suele ser una actividad en grupo
más que individual.
¿Qué diferencia hay entre conectarse a los medios de
comunicación solo o hacerlo en compañía de otros miembros
de la familia? En las familias inmigrantes, el tiempo que se de-
dica a los medios constituye un espacio para la comunicación
familiar sobre los contenidos que se experimentan de forma
conjunta. El contacto con los medios étnicos en familia es una
buena ocasión para que los padres expliquen a sus hijos los
sucesos de su país de origen y otros aspectos relacionados. Al
mismo tiempo permite que los jóvenes mejoren la compren-
sión del idioma nativo de sus padres. Para muchos de ellos, este
tipo de experiencias resultan divertidas. Por ejemplo, algunos
hijos de inmigrantes rusos residentes en Israel y en Alemania

46
manifestaron que les gustaba mucho ver la televisión rusa junto
a sus padres porque era un momento para estar en familia. El
contacto con los medios étnicos permite que los jóvenes pasen
más tiempo con sus padres o abuelos inmigrantes que no en-
tienden el inglés. Además, las conversaciones que surgen a par-
tir de los contenidos mediáticos pueden contribuir a que los
jóvenes desarrollen un sentimiento profundo de identificación
étnica o racial con la cultura de la familia.
Del mismo modo que el contacto con los medios de
comunicación del país de origen es una oportunidad para que
los jóvenes aprendan sobre la cultura de sus padres, el contacto
en familia con los medios mayoritarios del país receptor puede
servir para que padres e hijos compartan temas e inquietudes
relacionados con el hecho de vivir en otro país. Los medios
pueden actuar como profesores de cultura contribuyendo a la
familiarización de los inmigrantes con las expectativas sociales
del nuevo entorno. Para los jóvenes que crecen en comunida-
des de inmigrantes muy cerradas, los medios de comunicación
autóctonos pueden ser un buen recurso para acercarse a la cul-
tura juvenil del país de acogida. Para los padres, es una forma
de pasar más tiempo con ellos y de familiarizarse con las expec-
tativas culturales de su nuevo entorno. La conexión en familia
con los medios dominantes también permite que padres e hijos
comenten sus contenidos y cómo deben entenderse los mensa-
jes que se transmiten.
Los medios dominantes también pueden actuar como
profesores de lengua. El contacto con los medios proporciona
oportunidades para que padres e hijos escuchen, lean e inter-
preten la lengua del país de acogida y se sientan, así, más
cómodos con ella. En una entrevista, un joven de 12 años, que

47
había emigrado de Rusia a Alemania cuando tenía diez, dijo lo
siguiente a los investigadores:
Durante los primeros meses que pasé aquí, no podía ver
la televisión más de media hora, porque no entendía nada.
Sin embrago, lo hacía cada día, igual que si fueran debe-
res... y ahora lo entiendo todo en alemán.

Pocos jóvenes pensarían que ver la televisión es hacer


los «deberes», pero el testimonio de este joven ilustra el gran
valor educativo que pueden tener los medios de comunicación
para los inmigrantes. Incluso teniendo un buen dominio del
idioma del país receptor, los medios de comunicación pueden
ser un recurso útil para aprender la forma de utilizar el idioma
local así como el argot.
Teniendo en cuenta que con frecuencia los medios son
como profesores de cultura para los inmigrantes y para sus
hijos, estos no suelen percibir su contenido con la misma vi-
sión crítica que el de los medios con los que están más familia-
rizados culturalmente. Un estudio sobre familias de inmigrantes
residentes en Estados Unidos, procedentes del sur de Asia,
puso en evidencia que los jóvenes nacidos en Estados Unidos
solían considerar los medios étnicos como la principal fuente
de formación cultural y veían su contenido como un retrato fiel
de la vida en la India. Sin embargo, sus padres, que habían vi-
vido realmente en la India, eran más conscientes ―y por tanto
más críticos― de lo exagerados que pueden llegar a ser los con-
tenidos de determinados medios de comunicación.
Lo interesante del caso es que se cumplían los mismos
patrones, pero en sentido contrario. Mientras que los jóvenes
nacidos en Estados Unidos veían los medios del país receptor
con una mirada crítica y consideraban que sus representaciones

48
eran poco realistas, sus padres las veían fieles a la realidad. Mu-
chas adolescentes habían tenido dificultades con sus padres
para que les dejaran asistir al baile de graduación del instituto
porque estos habían visto en las películas y programas de tele-
visión americanos que las chicas perdían la virginidad después
de participar en ellos. No querían correr el riesgo de que sus
hijas formaran parte de este particular rito cultural iniciático.
Este ejemplo muestra que el consumo de medios de
comunicación en familia ―como cualquier otra actividad fami-
liar― posibilita la cooperación pero también puede ser fuente
de conflicto. No todos los jóvenes perciben positivamente
estas experiencias familiares con los medios de comunicación.
A veces, los padres que tratan de recrear los valores familiares a
través de la visualización conjunta de los medios de comunica-
ción de su país de origen se encuentran con una gran resisten-
cia por parte de sus hijos, los cuales tienen la percepción de
que estas acciones representan un impedimento para su inte-
gración en la cultura dominante. Por ejemplo, en un estudio,
algunos adolescentes de origen magrebí nacidos en Francia
reconocieron que reposicionaban las antenas parabólicas de sus
casas a escondidas de sus padres con el objetivo de recibir un
mayor número de canales franceses, en vez de los canales étni-
cos preferidos por sus progenitores.
Como todos los padres del mundo, los inmigrantes
también se preocupan por los contenidos mediáticos a los que
sus hijos pueden tener acceso de forma autónoma. Por ello,
ponen en práctica varias estrategias de vigilancia para controlar-
los. Algunos optan por ubicar los dispositivos multimedia, co-
mo televisores y ordenadores, en la sala, de modo que los hábi-
tos de uso sean más visibles y sea más fácil el control. Las con-
ductas respecto a este tema pueden variar según la procedencia

49
o la familia. Según el estudio realizado por la Universidad de
Harvard, mencionado anteriormente, las tres cuartas partes de
adolescentes americanos con padres procedentes de la Re-
pública Dominicana, Centroamérica y México tenían un televi-
sor en su habitación, mientras que solo lo tenía un tercio de los
adolescentes americanos con padres procedentes de China.
Existe también una dimensión asociada al género en
temas de vigilancia. Los hijos varones tienen más libertad que
las hijas para conectarse a los medios sin la supervisión paterna.
Muy probablemente, el control que ejercen los padres sobre
sus hijas en este aspecto forma parte de un patrón de vigilancia
más amplio que se caracteriza por un mayor control sobre las
jóvenes que sobre los jóvenes. Según el mismo estudio, los
hijos varones de padres inmigrantes también tienen mayores
probabilidades que las hijas de tener un televisor en su habita-
ción (el 70 % de los jóvenes encuestados, frente al 57 % de las
jóvenes).
No es sorprendente que los jóvenes vean más televisión
solos que las jóvenes. Casi la mitad (46 %) de las encuestadas
dijo que la mayor parte del tiempo veía la televisión con sus
padres, mientras que los jóvenes que también lo hacían eran
poco más de un tercio (36 %). Las jóvenes, al pasar más tiempo
en familia que sus hermanos varones, tienen mayores probabi-
lidades de estar en contacto con la televisión, la música y las
revistas en el idioma de sus padres. Ello también refuerza su
capacidad para comunicarse en el idioma de sus padres e in-
crementa su identificación con la cultura de origen. Estos pa-
trones también permiten explicar por qué las jóvenes desem-
peñan con más frecuencia el papel de intermediarias.
A pesar de que estos patrones de consumo de medios
de comunicación pueden variar según el origen familiar y el

50
sexo de los hijos, los medios son canales de transmisión impor-
tantes para que la familia esté en contacto con las noticias y la
cultura del país de origen, con las del nuevo entorno y también
para que sus miembros estén conectados entre ellos. Los me-
dios de comunicación, étnicos o dominantes, en nuevos forma-
tos o en formatos tradicionales, ayudan a reunir a la familia y a
dar sentido a su nuevo entorno. De este modo, los medios de
comunicación fomentan la integración hacia dentro de la familia y
ayudan a mantener la unidad familiar y los marcos de referencia
comunes vinculados al país de origen y al nuevo entorno. Por
una parte, ayudan a no desvincularse de la lengua y la cultura
nativas y por otra, a la adquisición de las normas y de la lengua
del país receptor.
Las conexiones con los medios de comunicación influ-
yen tanto en la percepción familiar de integración hacia dentro,
como en la de integración hacia fuera en la sociedad receptora. La
capacidad de los miembros de la familia para identificar los
recursos más adecuados a sus necesidades y el acierto que estos
tengan para tratar dichos temas y desarrollar estrategias de
afrontamiento adecuadas dependerá, en parte, de la fuerza de
los vínculos familiares. Las familias con vínculos más estables
suelen estar mejor preparadas para trabajar juntas y resolver
problemas del día a día. Los intercambios entre padres e hijos
sobre el contenido de los medios de comunicación, los signifi-
cados y el control se reflejan en el uso que hacen las familias de
los medios para vincularse y, en última instancia, integrarse en
sus comunidades de acogida. En el siguiente apartado, se abor-
dan algunos de los factores que tienen mayor influencia en los
patrones familiares de uso de los medios de comunicación y en
las estrategias de integración externa en las comunidades de
acogida.

51
Familia, medios de comunicación y entorno
Hemos analizado cómo las conexiones con los medios
de comunicación ayudan a los inmigrantes a estar en contacto
con su país de origen. De igual modo, estas conexiones tam-
bién son un elemento fundamental para estar en contacto con
las noticias y los recursos de los nuevos entornos. A través de
los periódicos, la radio, la televisión e incluso los tablones de
anuncios locales, los inmigrantes pueden estar al corriente de
las oportunidades que hay en el barrio, comentarlas posterior-
mente con el resto de la familia y conectar con ellas si es nece-
sario. Para comprender en profundidad lo que las familias sa-
ben sobre su entorno y sobre la forma de acceder al mismo —y
lo que no saben o a lo que no pueden acceder—, es convenien-
te que analicemos los medios de comunicación y los contenidos
que tienen a su disposición en el barrio donde residen. Tam-
bién debemos tener en cuenta aquellos medios de comunica-
ción que, no siendo accesibles para los inmigrantes adultos,
puedan acabar siéndolo, a través de sus hijos.
No debe sorprendernos el hecho de que los inmigran-
tes que viven en entornos con bajos ingresos económicos ten-
gan menos acceso a los medios que los residentes de entornos
más acomodados. Las inversiones de las empresas de medios
de comunicación en los barrios que no consideran mercados
lucrativos suelen ser limitadas y es poco probable que los em-
presarios del territorio consideren que la publicación de un
periódico local o de otros medios similares son una buena
oportunidad para hacer negocio Además, los barrios con me-
nos recursos económicos, a diferencia de los más ricos, no
suelen disponer de equipamientos públicos con ordenadores ni
con conexión a Internet de alta velocidad.

52
Las anteriores son las limitaciones de ámbito local que
influyen en el entorno mediático de las familias inmigrantes. El
otro factor importante que afecta a dicho entorno es su nivel
de ingresos. Mientras que las familias de mayor nivel económi-
co se pueden permitir la compra de cualquier aparato multime-
dia que deseen, no ocurre lo mismo en las familias inmigrantes
con pocos recursos económicos, ya que disponen de unos in-
gresos limitados y se ven obligadas a seleccionar únicamente
algunos de ellos. Por ejemplo, todas las familias procedentes de
Centroamérica que entrevisté en Los Ángeles tenían, al menos,
un televisor en casa y estaban abonadas a la televisión por ca-
ble. En cambio, aunque la mayoría tenía ordenador, menos de
la mitad tenía conexión a Internet. Varios padres me explicaron
que no la tenían porque era demasiado cara. Sin embargo, en
aquel momento, resultaba más caro suscribirse a la televisión
por cable que a una conexión de Internet. El hecho de decan-
tarse por la televisión por cable y no por la conexión a Internet
influía en la facilidad con la que ellos y sus hijos podían localizar
la información y los recursos locales necesarios.
¿Cuáles son las diferencias entre usar la televisión por
cable o la conexión a Internet para encontrar oportunidades e
información relacionada con el entorno? Si pensamos en los
diferentes medios de comunicación como herramientas que
poseen distintas propiedades, resulta evidente la mayor efecti-
vidad de Internet para este propósito. Internet es un medio
más interactivo ya que su formato permite personalizar las
búsquedas informativas de una forma que no permite la televi-
sión. Además, está estructurado de forma menos lineal que la
programación televisiva. Si queremos saber el tiempo que hará,
por ejemplo, no queda más remedio que esperar hasta que se
emita el programa deseado. El formato lineal y la naturaleza

53
menos interactiva de la televisión hacen que la búsqueda per-
sonalizada sea menos efectiva que con Internet que, en cambio,
es más interactivo y menos lineal. Por lo tanto, al escoger la
programación por cable, en detrimento de Internet, los padres
(aunque no sean conscientes de ello) pueden estar dificultando
las tareas de localización de información local necesaria por
parte de sus hijos.
A menudo, el acceso a determinados medios de comu-
nicación representa un reto para los inmigrantes adultos. Si no
hablan el idioma del país de acogida, se verán limitados a los
contenidos de los medios en su propio idioma. Los medios de
comunicación étnicos suelen proporcionar información local
destinada a los inmigrantes, pero no siempre cubren el mismo
tipo de información que los medios en el idioma del país de
acogida. Los inmigrantes que no saben leer o escribir en su
lengua materna se enfrentan a los desafíos adicionales que
comporta el hecho de no poder establecer contacto con los
formatos escritos, tales como periódicos, revistas e informa-
ción que se puede encontrar a través de Internet y, en conse-
cuencia, dependerán principalmente de los medios audiovisua-
les como la televisión y la radio. Por último, incluso los inmi-
grantes capaces de acceder a los medios de comunicación pro-
ducidos en ambos idiomas pueden carecer de la experiencia o
de las habilidades para utilizar las nuevas tecnologías, como
Internet, de forma efectiva. Para los inmigrantes con alguna o
más dificultades de este tipo, la intermediación de los hijos
puede ayudarles a conectarse con recursos a los que de otro
modo no tendrían acceso.
Las tareas de intermediación que realizan los jóvenes
amplían, en algunos aspectos, las conexiones que establecen sus
padres a través de los medios con la información del entorno. El

54
teléfono es particularmente importante para este propósito.
Los padres inmigrantes a menudo reconocen que evitan con-
testar el teléfono por temor a que las personas que llaman no
hablen su idioma. Algunos de ellos utilizan contestadores au-
tomáticos para cribar las personas que llaman porque, de este
modo, pueden usar las grabaciones para orientar a sus hijos
cuando tienen que devolver las llamadas. Los jóvenes también
suelen realizar llamadas para reclamar la corrección de errores
en las facturas, concertar citas médicas y confirmar reuniones
en la escuela y en otras instituciones locales. Normalmente,
padres e hijos comentan el contenido de la llamada telefónica
antes de realizarla, para acordar el objetivo de esta. En estas
circunstancias, hay algunos jóvenes que efectúan la llamada de
forma independiente y al terminar informan a los padres. En
otros casos, o cuando los jóvenes que hacen de intermediarios
son más jóvenes, los padres suelen permanecer a su lado para
estar disponibles y asegurarse de que transmiten la información
correcta y toman las decisiones adecuadas.
El teléfono móvil, aunque es un recurso que no todas
las familias pueden permitirse, es también un elemento impor-
tante en las tareas de intermediación que realizan los jóvenes. A
veces, los padres que disponen de teléfono móvil lo utilizan
para disponer de sus hijos como si fueran traductores de guar-
dia, incluso si estos no están físicamente presentes. Los teléfo-
nos móviles permiten que los progenitores —las madres, en
particular— puedan dejar a sus intermediarios en casa al cargo
de sus hermanos menores, de las tareas del hogar o haciendo
los deberes y, al mismo tiempo, tenerlos a su disposición cuan-
do están en el médico, en el supermercado o en otros lugares
donde puedan necesitar ayuda.

55
A pesar de que todas las familias inmigrantes disponen
de un televisor y de canales por cable en casa, los jóvenes afir-
man que rara vez encuentran la información local que necesitan
por medio de la televisión, por muchas de las razones que hemos
expuesto anteriormente. Internet es una herramienta más útil
para localizar servicios, buscar direcciones y encontrar infor-
mación sobre la cobertura de seguro médico o suscribirse a los
servicios médicos. Los jóvenes que no tienen conexión a Inter-
net en sus casas, generalmente, dicen tener menor conectividad
y conocer menos los recursos disponibles en línea que aquellos
que sí que disponen de la misma
El hecho de no tener un ordenador en casa no significa
necesariamente que los jóvenes no tengan acceso a Internet.
Las bibliotecas públicas, las escuelas y los centros locales ofre-
cen acceso gratuito o de bajo coste a Internet en muchos ba-
rrios. Sin embargo, los jóvenes que tienen un ordenador en
casa tienen ventaja sobre aquellos que no disponen de él. Hay
muchas formas de conectarse a Internet. Los jóvenes que solo
tienen la ocasión de acceder a los ordenadores en la escuela o
en la biblioteca local puede que posean los conceptos básicos
para conectarse, pero probablemente sientan menos conectividad
con relación a este medio. La conectividad se refiere a la inten-
sidad (es decir, la frecuencia de uso), a la amplitud (es decir, el
alcance de su uso) y a la productividad (es decir, el grado de
efectividad que tiene este medio, para cada persona, para lograr
determinados objetivos) de las experiencias que tienen con
Internet. En general, los jóvenes que tienen acceso desde sus
casas demuestran mayores niveles de conectividad a Internet y
tienden a ser intermediarios más eficaces con relación a los
contenidos en línea que los jóvenes que solo tienen acceso
desde lugares públicos.

56
Los jóvenes también actúan como intermediarios con
relación a los documentos en papel, tales como facturas, bole-
tines informativos, impresos para solicitar servicios, seguros
médicos, la carta de ciudadanía, etcétera. Los documentos es-
critos suelen representar un gran reto para ellos, además de ser
el tipo de intermediación que les provoca más ansiedad. Hay
dos razones básicas por las que esto ocurre. En primer lugar,
los documentos impresos son más susceptibles de poner en
evidencia el lenguaje de los jóvenes y las limitaciones relaciona-
das con la edad. Como ya comentamos en el capítulo 1, mu-
chos investigadores dan por sentado que los jóvenes que hacen
de intermediarios son bilingües y manejan ambas lenguas con
fluidez, pero no siempre es así. Muchos jóvenes capaces de
hacer de intermediarios en situaciones que requieren solamente
comunicación oral o informal, como una conversación tele-
fónica, no pueden hacerlo cuando se trata de medios de comu-
nicación escritos. La lengua formal, escrita, resulta más pro-
blemática para los jóvenes porque su formato no les permite
hacer preguntas o fijarse en las señales no verbales para desci-
frar el significado correcto. Incluso si los jóvenes son comple-
tamente bilingües, la mayoría de los intermediarios son sim-
plemente demasiado pequeños para entender en profundidad
los matices de los documentos oficiales como los formularios
de seguros médicos o de las solicitudes para obtener un visado.
Los adolescentes recuerdan con gran ansiedad las situaciones
en las que sus padres dependían de ellos para rellenar este tipo
de documentos y en las que tenían la impresión de no estar a la
altura de las circunstancias.
La segunda razón por la cual los documentos impresos
representan un mayor reto para los jóvenes es porque, a menu-
do, esta documentación está relacionada con los servicios y las

57
ayudas más importantes que ofrece el entorno. Por tanto, es
inevitable que, en el caso de cometer errores, aumente la pena-
lización. Según dicen los jóvenes, la cumplimentación de for-
mularios relacionados con asuntos de inmigración, cartas de
ciudadanía, asistencia médica y la escuela es particularmente
estresante por dos razones: por la dificultad de su contenido y
porque las consecuencias de cometer un error pueden ser muy
graves.
El apoyo de los padres y de los familiares es fundamental
cuando los jóvenes deben enfrentarse a este tipo de desafíos.
Además de darles mayor confianza, hace que sean más eficaces
en la intermediación de información sobre el entorno. Ya
hemos hablado con anterioridad de las formas de conectarse a
los medios de comunicación que tienen los hijos de los inmi-
grantes cuando están junto a su familia. Estos mismos patrones
se repiten cuando es necesario intermediar en los contenidos
de los medios. Padres e hijos suelen trabajar juntos para com-
prender qué información local servirá para abordar un problema
o satisfacer una necesidad y para saber con qué medios deben
establecer contacto los jóvenes para encontrar dicha informa-
ción (tales como una llamada telefónica, buscar algo en línea,
etc.). Una vez los jóvenes han reunido la información necesa-
ria, padres e hijos deciden conjuntamente sobre la mejor forma
de actuar sobre la base de los conocimientos que han adquiri-
do. Así, tanto unos como otros contribuyen con sus habilida-
des respectivas a resolver este tipo de problemas que afectan a
toda la familia. Los jóvenes contribuyen con su conocimiento
relativamente superior del idioma, de la cultura del país de aco-
gida y de los medios de comunicación. Los padres complemen-
tan estas aportaciones con su conocimiento adulto del funcio-
namiento del mundo y de las necesidades de la familia. Juntos

58
desarrollan un plan para que la información sobre el entorno
que han logrado reunir sirva para tomar las decisiones familia-
res sobre el lugar al que hay que dirigirse para conseguir los
bienes y los servicios que necesitan.
Los hermanos también suelen ayudarse mutuamente en
las tareas de intermediación. Los investigadores señalan que
existen diferencias entre los patrones de adaptación de los dife-
rentes hermanos. El hijo mayor suele tener más dominio del
idioma familiar de sus padres y es más probable que desarrolle
un sentimiento de identidad dual formado por la cultura fami-
liar y por la cultura de acogida. Los hermanos menores, en
cambio, suelen presentar más aculturación respecto a la socie-
dad de acogida y son menos tradicionales que sus hermanos
mayores. Estas trayectorias de desarrollo diversas dan lugar a
virtudes y habilidades distintas, susceptibles de complementar-
se entre sí, si los hermanos trabajan de forma conjunta. En el
capítulo 4 analizaremos con mayor detalle este tipo de relacio-
nes entre hermanos.
No todas las familias trabajan juntas de una forma tan
eficiente. La migración conlleva factores de estrés importantes
que repercuten en ellas: dificultades económicas, soledad, nue-
vas responsabilidades y otras dificultades similares que surgen
al tener que moverse en entornos desconocidos. Además de las
dificultades propias de la inmigración, las familias inmigrantes
también deben hacer frente a aquellas que son comunes en las
otras familias como las enfermedades, las adicciones o el divor-
cio. Estas formas de fractura familiar pueden impedir que los
miembros de la familia tengan el tiempo o la predisposición
necesarios para trabajar en equipo alrededor de las tareas de
intermediación de los jóvenes. Este tipo de circunstancias favo-
recen que las familias se encierren en sí mismas. Cuando estas

59
deben luchar para superar una enfermedad aguda o crónica de
alguno o de varios de sus miembros, una situación de drogo-
dependencia o un problema de alcoholismo de uno de los
miembros de la pareja, un divorcio u otros factores de estrés
similares, a menudo, no pueden hacer otra cosa que intentar
sobrevivir. En tiempos de crisis familiar, cuando precisamente
sería más necesaria la intermediación para conectar a la familia
con los recursos locales y aliviar, de este modo, sus dificultades,
los jóvenes acaban invirtiendo más esfuerzos en mantener la
cohesión familia que en las tareas de intermediación.

La intermediación en el hogar y en la comunidad:


conexiones entre ellas
En este capítulo ha quedado claro que la intermedia-
ción que desempeñan los jóvenes en el hogar depende de mu-
chos factores. Los jóvenes pueden controlar algunos de ellos,
pero la mayoría quedan fuera de su alcance. Por ejemplo, no
depende de ellos que vivan en barrios equipados con recursos
multimedia o que sus familias puedan pagar los medios de co-
municación que son más útiles para desempeñar las actividades
de intermediación. Del mismo modo, tampoco pueden contro-
lar la estructura ni las dificultades familiares, como las enfer-
medades o los problemas derivados del consumo de sustancias.
Sin embargo, en estas condiciones, los jóvenes pueden
influir y, de hecho, influyen en el tipo de recursos del entorno
con los que conectan sus familias. Establecen contacto con los
medios de comunicación y diseñan estrategias junto a sus pa-
dres y hermanos que les permiten, por una parte, localizar lo
que la familia necesita y, por otra, establecer y mantener el con-
tacto con estas fuentes. Las tareas de intermediación que des-
empeñan los jóvenes en el hogar tienen una influencia directa

60
sobre el conocimiento que tiene la familia acerca de los recur-
sos disponibles, las decisiones familiares a la hora de acceder a
ellos y sobre el grado de acierto en los procesos de desarrollo y
de mantenimiento de conexiones con estos recursos.
El acceso a los recursos de la comunidad y la inversión
de tiempo en la misma son una parte esencial de la adaptación
a la vida en un nuevo lugar. Los intermediarios, en la medida
de sus posibilidades, tienen un papel decisivo en la integración
de sus familias a este entorno. En los capítulos siguientes, deja-
remos la intermediación familiar que precede a las relaciones
con el entorno para centrarnos en la repercusión que tiene di-
cha intermediación en espacios comunitarios como los lugares
de trabajo de los padres, los servicios de salud y las escuelas.

61



CAPÍTULO 4

La intermediación en el trabajo

Los hijos que actúan como intermediarios influyen en


diferentes aspectos de las decisiones de los padres en temas
laborales. Su existencia, como la de todos los hijos, repercute
en la organización del trabajo de los progenitores y en la forma
de gastar el dinero. Sin embargo, a diferencia de otros hijos, los
intermediarios contribuyen activamente a las experiencias que
viven sus padres en el ámbito laboral.
¿De qué forma contribuyen los intermediarios al traba-
jo de sus padres? Los hijos pueden dejar libres a sus padres
para el trabajo remunerado asumiendo responsabilidades del
hogar, como el cuidado de hermanos menores u otras tareas
que, de otro modo, deberían realizar sus padres. Además, cuando
alguno de ellos se incorpora a un nuevo empleo, los hijos sue-
len ayudarle a negociar el salario o a reivindicar lo que le perte-
nece, actuando como intermediarios en las conversaciones con
las personas que los contratan. Por último, si los padres traba-
jan por cuenta propia, los jóvenes intermediarios suelen cola-
borar en el negocio familiar sin cobrar nada o prácticamente
nada, lo que favorece la rentabilidad del negocio.
¿Qué efecto tiene la participación de los hijos en estas
esferas de la vida adulta sobre las relaciones familiares? En este
tipo de situaciones, hay «contratos» implícitos entre los distin-
tos miembros de la familia que dictan el tipo de trabajo que le

63
pertenece a cada uno y la clase de recompensa que obtienen los
jóvenes como resultado. Algunas veces, la recompensa es fi-
nanciera pero en la mayoría de los casos no es así. Los jóvenes
son recompensados con el sentimiento de «estar ganándose el
pan» o de «estar pagando» a sus padres los sacrificios que estos
han tenido que hacer al emigrar. En los últimos apartados de
este capítulo nos fijaremos en estas formas de «pago», en lo que
representan para los jóvenes y en el efecto que tienen sobre el
funcionamiento de estas familias.

Trabajar para que los padres tengan tiempo libre


Las familias inmigrantes, al igual que muchas otras fa-
milias, también suelen necesitar dos sueldos para poder sobre-
vivir económicamente. En muchos casos, uno o ambos proge-
nitores se ven obligados a trabajar en más de un lugar para
poder subsistir. En estos hogares, al igual que en todos en los
que los padres trabajan durante muchas horas, los jóvenes de-
ben asumir una mayor responsabilidad sobre sí mismos y sobre
sus hermanos. Al hacerse cargo del cuidado de los hermanos
menores, de la cocina, de la compra y de la limpieza de la casa,
colaboran en la vida laboral de sus progenitores dejándoles
tiempo libre, lo que les permite disponer de más horas, de ma-
yor flexibilidad o recuperar energía para trabajar. Los investiga-
dores llevan tiempo estudiando este tipo de tareas domésticas
como una forma de empleo no remunerada, que no suele con-
siderarse como un «trabajo», a pesar de la gran importancia que
tiene para el funcionamiento familiar.
Otra forma de colaborar activamente que tienen los
jóvenes para dejar más tiempo libre a sus padres es ir a trabajar
con ellos. Las jóvenes pueden ir a limpiar casas con sus madres

64
los fines de semana o en época de vacaciones y los jóvenes,
cuando no están en la escuela, puede que ayuden a sus padres
en trabajos de jardinería. La colaboración con los progenitores
en sus trabajos facilita que estos dispongan de más tiempo y
posibilita que asuman otros compromisos laborales y que ga-
nen más dinero.

La intermediación en el trabajo
Los jóvenes a menudo actúan como intermediarios en
las conversaciones y las negociaciones entre sus padres y las
personas que los contratan. Los padres que realizan trabajos
auxiliares esporádicos suelen tener distintos jefes y trabajan
para cada uno de ellos una o dos veces por semana. En este
tipo de empleos no suele haber otros trabajadores que hablen
su idioma y que puedan hacer de intermediarios. Así, los jóve-
nes contribuyen a la experiencia laboral de los progenitores
intermediando en las conversaciones telefónicas y en las inter-
acciones cara a cara entre estos y sus jefes respectivos en una
amplia gama de actividades: desde la negociación de los salarios
o de las condiciones laborales hasta la intervención cuando
alguna de las partes que integran el entorno laboral ―ya sean
los padres o los responsables― están descontentos.
Los jóvenes afirman que estas conversaciones suelen
resultarles muy difíciles; ya que deben recurrir a las palabras de
sus padres para hablar de temas delicados como los salarios y,
en este tipo de negociaciones, existen muchas probabilidades
de que se produzcan conflictos de intereses. A veces, cuando
alguno de los progenitores se siente tratado injustamente —ya
sea porque le han pagado muy poco o demasiado tarde o por-
que las condiciones laborales eran más duras de lo esperado—,

65
los jóvenes se ven obligados a moderar la indignación o la de-
cepción de sus padres con el objetivo de obtener la respuesta
deseada. En estos casos, los jóvenes se ven obligados a calibrar
el lenguaje tanto de los padres como de los jefes durante la
intermediación, tratando de hacer los ajustes culturales necesa-
rios entre los mensajes de ambas partes. Un ejemplo de ello
podría ser suavizar el tono o el mensaje de una declaración de
enfado o irrespetuosa, con el fin de reducir la probabilidad de
que la otra parte responda negativamente.
En estos casos, los jóvenes, además de traducir el idio-
ma, realizan ajustes culturales. Son parte interesada, y están
implicados en el resultado de sus esfuerzos. Por ello, suelen
participar activamente en la elaboración de los mensajes, con el
objetivo de lograr el mejor resultado posible para sus padres.
La capacidad de los jóvenes para manejar simultáneamente el
lenguaje, la cultura y los significados, con el fin de establecer o
de reforzar relaciones importantes, tiene una repercusión directa
en el bienestar de sus familias. Aunque generalmente estos
jóvenes no ayudan de forma activa a sus padres a buscar empleo,
su papel como intermediarios puede contribuir a que estos ne-
gocien y mantengan su empleo.
Los jóvenes también pueden contribuir a la estabilidad
laboral de sus padres actuando como intermediarios en infor-
maciones relacionadas con los derechos de los trabajadores, las
ayudas, los impuestos, etc. Para los inmigrantes de muchas
partes del mundo, los derechos de los trabajadores y el uso de
recursos legales contra sus jefes son conceptos nuevos, que
muy probablemente no existían en sus países de origen. Los
jóvenes intermediarios, en cambio, al estar más familiarizados
con la lengua del país de acogida y con sus normas culturales,
puede que ya conozcan la existencia de estos derechos o que

66
estén lo suficientemente motivados como para averiguar cómo
funcionan y que puedan compartir esta información con sus
padres.
Si uno de los progenitores sufre un accidente laboral,
los jóvenes actúan como si fueran sus defensores en las nego-
ciaciones con los responsables, con los servicios de asistencia
sanitaria y, si es necesario, también con los abogados, con el
objetivo de obtener una indemnización por las lesiones. Los
hijos, de la misma manera que hacen de intermediarios para
que sus padres conozcan los derechos asociados a su empleo, a
veces, también contribuyen a que entiendan las responsabilida-
des que deben asumir con relación al mismo, como, por ejem-
plo, traduciéndoles las normas de seguridad que se encuentran
en manuales que no están disponibles en su idioma. Del mismo
modo, pueden prestarles ayuda a la hora de rellenar los formu-
larios de declaración de impuestos traduciéndoles las instruc-
ciones, aunque este tipo de documentos les resulten, a menudo,
muy difíciles de entender.
La intermediación que desempeñan los jóvenes me-
diante las actividades mencionadas anteriormente contribuye a
la capacitación de los progenitores para el trabajo y tiene un
papel fundamental cuando deciden invertir el dinero que han
ganado con su trabajo. Es evidente que los jóvenes representan
un gasto económico considerable para los padres, sin embargo,
también les ayudan a moverse para que puedan ahorrar e inver-
tir el dinero que ganan. Los investigadores describen que los
jóvenes ayudan a sus padres a abrir cuentas bancarias, a solici-
tar tarjetas de crédito y también a pedir préstamos. Los jóvenes
intermediarios a menudo informan de que son ellos quienes
realizan las llamadas a las entidades bancarias para reclamar, en

67
el caso de que se produzcan errores en los cargos de las tarjetas
de crédito o de las cuentas bancarias.
Los jóvenes de mayor edad también afirman que, a la
hora de comprar una casa, a menudo ayudan a sus padres a
tramitar formularios y a revisar los contratos o que participan
en reuniones para solicitar un préstamo. Este tipo de decisio-
nes financieras importantes genera inquietud e incertidumbre
en todas las personas, pero aún más en los inmigrantes que, a
menudo, no conocen en profundidad el sistema financiero ni el
idioma en el que están escritos los formularios. Por ello, el
hecho de que los hijos intermedien en estos procesos como
defensores activos de los intereses familiares facilita de forma
directa un elemento primordial del asentamiento definitivo de
los inmigrantes en el nuevo país: la compra de una vivienda
familiar.

«Trabajo de mostrador»: trabajar en la empresa familiar


Aunque muchos inmigrantes se trasladan a un nuevo
país y encuentran trabajo en empresas ya existentes, hay otros
que abren negocios propios. Algunos lo hacen desde el mo-
mento de su llegada, mientras que otros dan este paso en una
etapa posterior. En ciertos grupos de inmigrantes el número de
personas que trabaja por cuenta propia es muy elevado, inde-
pendientemente del país en el que se instalen. Por ejemplo, los
inmigrantes chinos y coreanos residentes en el Reino Unido y
en Estados Unidos presentan, en comparación con otros gru-
pos étnicos que viven en estos países, el índice más alto de
autoempleo. Estos inmigrantes suelen regentar restaurantes en
los que sirven comida tradicional de sus respectivos países de
origen. En Estados Unidos, los inmigrantes chinos y coreanos a

68
menudo son propietarios de tintorerías y lavanderías, negocios
que se han acabado convirtiendo en nichos étnicos, dentro de
la gran economía estadounidense.
El autoempleo puede tener algunas ventajas, pero tam-
bién es muy arriesgado ya que, a menudo, los nuevos negocios
tardan años en alcanzar una rentabilidad estable. Se ha escrito
mucho acerca del límite difuso entre la vida familiar y la labo-
ral, durante este periodo transitorio. En muchos casos, la ren-
tabilidad del negocio requiere un esfuerzo incalculable por par-
te de ambos cónyuges y de otros familiares ―que, en muchos
casos, acaban siendo los hijos― para poder sobrevivir.
Los jóvenes generalmente informan que su incorpora-
ción a los negocios familiares se produce de modo gradual. Los
hijos de los inmigrantes chinos que trabajan en los restaurantes
familiares de comida para llevar en Londres afirman que a me-
dida que van haciéndose mayores y son más útiles para el ne-
gocio familiar aumenta la confianza que depositan sus padres
en ellos. Cuando son pequeños lo más probable es que laven
los platos en la cocina, pero a medida que crecen, empiezan a
«despachar», interactuando directamente con los clientes. En
muchos negocios de este tipo, los jóvenes son la cara pública
de la empresa porque dominan la lengua del país de acogida y
tienen mayor habilidad para comprender las normas culturales
que rigen las expectativas de los clientes con relación al servi-
cio. Aunque normalmente los padres adquieren un vocabulario
específico relacionado con el trabajo que les permite tomar
comandas siempre que los clientes pidan directamente los pla-
tos que aparecen en la carta, se pueden ver en apuros si alguien
se queja o les hace alguna petición especial. Por ello, una vez
que los hijos son suficientemente mayores para trabajar en el

69
mostrador, suelen ser estos los que cogen los pedidos e inter-
actúan directamente con los clientes.
Los jóvenes informan que también actúan como inter-
mediarios en las relaciones entre sus padres y los proveedores.
Primero, buscan los ingredientes que resultan más económicos,
ya sea por Internet o por teléfono y, después, hacen de inter-
mediarios en los primeros encuentros, acuerdos y contratos.
Con el paso del tiempo, los jóvenes suelen interactuar directa-
mente con el proveedor y solamente acuden a sus padres en el
caso de que haya un desacuerdo con relación a los precios o al
pago, o bien si tienen dudas de cómo manejar alguna cuestión
determinada. Por ello, aunque siguen estando supeditados a la
autoridad de sus padres y les gusta así, al hacerse mayores son
capaces de mantener las relaciones rutinarias con relativa inde-
pendencia. Del mismo modo, los jóvenes intermediarios in-
forman que realizan los pagos de las facturas del negocio a final
de mes, que calculan los impuestos y que gestionan los depósi-
tos bancarios con el dinero obtenido de los beneficios.
Al igual que ocurre con la intermediación, las expectati-
vas concretas respecto a las tareas que han de desempeñar los
jóvenes en los negocios familiares dependen de varios factores.
Una vez más, el mayor de los hijos suele tener más responsabi-
lidad que los hermanos menores, y las hermanas mayores, a
menudo, trabajan más que sus hermanos. Sin embargo, la cul-
tura hace que los padres de las familias de inmigrantes de ori-
gen chino o coreano pongan muchas expectativas en los hijos
mayores como posibles candidatos para el traspaso del nego-
cio, cuando ellos se retiren. A lo largo del tiempo, también
cambian las responsabilidades de los hermanos. Por ejemplo, a
medida que los más pequeños van madurando, pueden liberar a
los mayores de las responsabilidades laborales. Y son ellos

70
mismos los que, cuando los hermanos mayores empiezan la
universidad o se van lejos de casa, se quedan detrás del mos-
trador «despachando».
Existen pruebas de que las diferencias entre los herma-
nos influyen en el tipo de trabajo que cada uno desempeña en
los negocios familiares. Los jóvenes que han nacido en el país
de acogida informan que tienen más sentimientos ambivalentes
hacia sus responsabilidades familiares que los que emigraron
con sus padres cuando eran adolescentes o preadolescentes.
Estos últimos consideran su labor en el negocio familiar como
algo más normal que sus hermanos menores, que presentan un
nivel de aculturación más elevado. Es probable que el énfasis
familiar en las necesidades colectivas, frente a las individuales,
sea culturalmente más coherente para los hermanos mayores,
que presentan un grado menor de aculturación. Los hijos meno-
res son más propensos a querer tomar decisiones individuales
sobre su futuro, al igual que sus homólogos del país de acogida.
Sin embargo, estas diferencias en el grado de acultura-
ción pueden ser beneficiosas para los negocios familiares. Los
hermanos mayores, que probablemente no han asimilado tan-
tos elementos de la cultura del país receptor, suelen tener más
dominio del idioma del país de origen que sus hermanos meno-
res, lo que les hace mejores candidatos para trabajar en las tareas
que requieran estar cerca de los padres, o bien interactuar con
proveedores del país de procedencia, de un modo culturalmen-
te apropiado. Los hermanos más pequeños, que ya han asimi-
lado en mayor grado la cultura y la lengua del país de acogida,
en cambio, pueden ser mejores candidatos para trabajar cara al
público, lo que requiere interactuar con los clientes, o para las
tareas que requieren la interacción con los proveedores que no
hablan el idioma de sus padres. Este tipo de relaciones permite

71
que los hermanos pongan en común sus recursos lingüísticos y
culturales con el objetivo de beneficiar y de fortalecer el nego-
cio familiar y también la propia familia.
Los padres no suelen pedir explícitamente a sus hijos
que empiecen a trabajar en el negocio familiar. Más bien, los
hijos asumen de forma implícita las necesidades de los padres,
y sus roles laborales se van desarrollando según el contexto y
las necesidades familiares. Estas necesidades pueden variar con
el tiempo, la participación de los hijos puede ser especialmente
importante cuando los padres abren un nuevo negocio, y dejan
de serlo cuando este es lo suficientemente rentable como para
contratar empleados externos a la familia. Sin embargo, mu-
chos inmigrantes prefieren mantener el negocio «entre familia»,
lo que significa que prefieren también los contratos de trabajo
implícitos, sobreentendidos, que se establecen entre sus miem-
bros, a la contratación de mano de obra externa. Por ejemplo,
consideran que el trabajo de los familiares garantiza una mayor
confianza y continuidad que la contratación de trabajadores,
que pueden aparecer y desaparecer en cualquier momento y
que, además, requiere repetidas entrevistas y cierta formación.
Además, para conseguir una clientela fiel, el producto también
debe ser coherente. El trabajo que desempeñan los jóvenes en los
negocios familiares es de mayor calidad, porque los jóvenes
contribuyen más al éxito del negocio que los empleados pagados.
Además, la contratación de empleados externos, en los
negocios de tradición familiar, puede afectar a la dinámica fa-
miliar y también a la del negocio. Los jóvenes intermediarios
afirman que, en caso de contratar empleados externos, tanto
ellos como sus padres están muy atentos al lenguaje que estos
utilizan y a su forma de comportarse con los clientes. Además,
no hablan delante de ellos de los beneficios y de otros asuntos

72
privados como suelen hacer normalmente. Por estas razones,
aun cuando podrían permitirse contratar a trabajadores exter-
nos, los inmigrantes prefieren que su negocio siga siendo ex-
clusivamente familiar.
Las expectativas implícitas que impregnan los contratos
laborales no escritos que rigen el trabajo familiar se basan en
que, cuando sea necesario, los familiares, a diferencia de los
trabajadores asalariados, siempre irán más allá de lo estricta-
mente impuesto. Ya sea dedicando más horas o asumiendo un
mayor número de tareas; trabajar con la familia significa un
compromiso familiar y laboral al mismo tiempo. Entre las fa-
milias de inmigrantes chinos y coreanos propietarias de nego-
cios, las expectativas de los padres sobre las obligaciones que
los hijos deben asumir en la empresa familiar están cultural-
mente normalizadas. Igual que ocurre con la intermediación,
trabajar en el negocio familiar es algo que simplemente se espe-
ra que hagan los jóvenes, especialmente si los otros jóvenes de
la comunidad inmigrante también lo hacen. En consecuencia,
de acuerdo con las normas culturales, los jóvenes que se resis-
ten a colaborar están rompiendo dos tipos de compromisos: el
laboral y el familiar. Esta presión que ejerce la cultura y tam-
bién la comunidad representa una dificultad para los jóvenes
que incumplen estas expectativas, ya que dar la espalda al ne-
gocio familiar equivale a dar la espalda a la familia.
Aunque desde el punto de vista de la comunidad inmi-
grante, la ayuda a los padres en el negocio es algo común entre
los «buenos» jóvenes, dicha conducta puede que no esté tan
bien considerada en el contexto más amplio del país de acogi-
da. Los jóvenes son plenamente conscientes de que trabajar
con sus padres los hace diferentes a los ojos de los clientes y
también de los otros jóvenes, en la escuela. Legalmente, se

73
supone que los jóvenes no deben trabajar antes de los 16 años
en Estados Unidos ni en el Reino Unido. Aunque los clientes
acepten, tácitamente, que un menor de 16 años trabaje esporá-
dicamente en un negocio familiar, porque entienden que es
algo necesario para la supervivencia de la familia, no significa
necesariamente que estos se sientan cómodos al hacer transac-
ciones con los jóvenes.
Como ya comentamos en el capítulo 2, la definición
occidental de la infancia no contempla el trabajo a esas edades.
Los jóvenes intermediarios que trabajan en los negocios fami-
liares incumplen esta definición de la conducta infantil, de mo-
do que pueden incomodar a los clientes. En consecuencia,
cuando están detrás del mostrador, los jóvenes tratan de satis-
facer múltiples expectativas culturales a la vez; por una parte,
tienen que ser «buenos» jóvenes, de acuerdo con lo que esperan
sus padres de ellos, y por otra, deben manifestar una conducta
adecuada a su edad, que se corresponda con la concepción que
tienen los clientes. La quiebra de las expectativas que estos
puedan tener podría repercutir en el éxito del propio negocio.
Por ello, cuando los jóvenes trabajan detrás del mostrador —
tomando nota de las comandas, interactuando con los clientes,
gestionando las quejas cuando una comanda no se ha prepara-
do bien, etc.— tienen que ajustar sutilmente su conducta de
forma que sea adecuada profesionalmente pero también con
relación a la edad.
Mientras que las familias presuponen que los jóvenes
contribuirán al negocio familiar, estos a menudo lo ven como
una elección. Saben que, muchas veces, sus padres no pueden
permitirse la contratación de empleados, y ven los sacrificios
que estos hacen día tras día para sostener la supervivencia fami-
liar. Por ello, la mayoría de los jóvenes señalan que se ofrecen

74
como voluntarios para ayudar o para asumir más responsabili-
dades en el negocio familiar con el fin de evitar a los padres la
situación embarazosa de tener que pedir ayuda de forma explí-
cita. Los jóvenes reconocen la necesidad de contribuir a las
estrategias de supervivencia familiar en la medida que pueden.
Compartir trabajo y sacrificios también significa compartir re-
compensas; los jóvenes se benefician directamente de los éxitos
financieros de los negocios de sus padres.

Formas de pago
Dado que la colaboración de los jóvenes en los nego-
cios de sus padres suele ser más bien informal y se rige por
normas más bien implícitas, que tienen que ver con la lealtad
familiar, los jóvenes intermediarios no suelen recibir recom-
pensas de tipo económico. En algunas familias, reciben salarios
simbólicos o una paga como recompensa por su colaboración,
ya sea en el negocio familiar o en el lugar de trabajo de sus pa-
dres. Algunas veces, también se les paga un porcentaje del di-
nero que han ayudado a ingresar en las arcas familiares. Sin
embargo, normalmente, los jóvenes ven las ganancias econó-
micas como una recompensa y no como un derecho. A mu-
chos jóvenes les resulta extraña la idea de recibir dinero por
ayudar a sus padres. Los hijos de inmigrantes chinos que traba-
jan en los restaurantes familiares de comida para llevar en Lon-
dres consideran de forma distinta el trabajo remunerado y la
ayuda que prestan a sus padres en los negocios familiares que,
en muchos casos, se prolonga durante las noches y los fines de
semana, incluso cuando ya son adultos y trabajan formalmente
en otros lugares.

75
Para muchos padres e hijos, los intercambios económi-
cos complican la dinámica familiar. La mayoría de los jóvenes
explican que prefieren no recibir dinero a cambio de su contri-
bución, por dos razones. En primer lugar, como suelen ayudar
a sus padres a pagar las facturas de fin de mes y a gestionar los
depósitos bancarios, saben con certeza que estos no pueden
permitirse pagarles un sueldo, por mucho que quieran. En al-
gunas familias, los padres les ofrecen dinero no solamente co-
mo muestra de agradecimiento, sino también como una re-
compensa por no poder pasar más tiempo con ellos, ir juntos
de vacaciones, etc.
En segundo lugar, muchos jóvenes intermediarios pre-
fieren no aceptar el dinero de sus padres porque ven sus pro-
pias aportaciones como una oportunidad para devolverles los
muchos sacrificios que han hecho por ellos. Los jóvenes inter-
mediarios suelen ser muy conscientes, e incluso se sienten cul-
pables, de que sus padres hayan dejado a parte de su familia en
el país de origen y de que sufran las humillaciones que compor-
ta la vida en un país nuevo en el que, a veces, puede ser muy
difícil entenderse y hacerse entender por los vecinos. Además,
son conscientes también de que sus padres desempeñan traba-
jos agotadores para que puedan tener más oportunidades que
las que tuvieron ellos. Una de las hijas adolescentes de unos
trabajadores agrícolas inmigrantes procedentes de México a la
que entrevisté me dijo que su madre le decía todas las mañanas:
«Trabajo con las manos para que tú tengas la oportunidad de
trabajar con la mente». La mayoría de los hijos de inmigrantes
crecen con alguna versión de esta máxima en la cabeza; es el
deber de los jóvenes hacer realidad las esperanzas y aspiraciones
por las que sus padres se han sacrificado. Ayudar a los padres

76
para que estos no sufran tantas cargas es, para muchos jóvenes,
la única forma de pago que se pueden imaginar.
Para muchos jóvenes intermediarios, estas recompensas
emocionales —como sentirse útiles, aliviar las cargas de los
padres, etc.— son importantes elementos motivadores para
continuar ayudando a su familia. Además, estas recompensas
psicológicas también tienen un impacto significativo en el desa-
rrollo de su identidad. Como seguiremos viendo en los capítu-
los siguientes, los jóvenes intermediarios a menudo se identifi-
can a sí mismos, ante todo, por sus valores altruistas. En con-
secuencia, consideran que ayudar a su familia a la consecución
de metas colectivas es más importante que sus propias necesi-
dades y deseos personales ―como hacer los deberes, estudiar
para los exámenes o hacer planes para el futuro—.
Este fenómeno ocurre especialmente en las familias
inmigrantes en las que los hermanos adquieren una reputación
de «buenos» o de «malos» hijos, dentro de la familia. La reputa-
ción se refiere al conjunto de ideas que comparten todos los
miembros de la familia sobre un miembro en concreto; el «lis-
to», el «simpático», etc. En las familias inmigrantes, los «bue-
nos» jóvenes suelen ser aquellos que colaboran más en el ámbi-
to familiar. Su motivación para seguir manteniendo el com-
promiso familiar y laboral es la recompensa psíquica que reci-
ben, basada en la gratitud y la aprobación de los padres, por su
«bondad». Esto puede actuar como una forma de presión social
para no defraudar a la familia ni cargar de trabajo de forma
injusta a otros miembros de la misma.
Por ejemplo, si un hermano mayor se va de casa, em-
pieza sus estudios en la universidad o, por otro motivo, deja de
ayudar en el negocio familiar, está ejerciendo una presión adi-
cional sobre el resto de los hermanos y también sobre sus pa-

77
dres. Si los jóvenes perciben que el hecho de marcharse, para ir
a la universidad o para aprovechar otras oportunidades, pone
en peligro la viabilidad de los negocios familiares, es muy pro-
bable que renuncien a ello, sin que incluso sus padres sepan de
la existencia de estas oportunidades. Otra opción es que los
jóvenes traten de comprometerse y escojan una universidad
cercana al domicilio, de modo que puedan seguir cumpliendo
con los compromisos familiares.
Ser un «buen» niño está claramente vinculado a las ex-
pectativas culturales de lo que es una conducta apropiada. Se
considera «buen» niño a aquel que es respetuoso y que, además
de cumplir las expectativas que tienen los padres, hace honor a
los valores tradicionales con la creencia de que las necesidades
familiares son lo más importante. Para que los jóvenes «malos»
corrijan sus actitudes, se les compara con los hermanos u otros
jóvenes de la comunidad, considerados «buenos». La reputa-
ción de «bueno» o «malo» que adquiere un niño dentro de la
familia no es necesariamente estática, sino que puede renego-
ciarse con el paso del tiempo y el cambio de circunstancias. Por
ejemplo, cuando un hermano mayor se va de casa para ir a la
universidad, para trabajar fuera o para casarse, es probable que
los hermanos menores que no habían sido tan «buenos» con-
tribuyentes se impliquen más en los asuntos familiares. En al-
gunas familias, estos cambios tan grandes en las responsabili-
dades que afectan a los hermanos más pequeños pueden crear
sentimientos de culpabilidad y resentimiento.
Como alternativa, es muy probable que los jóvenes in-
termediarios desarrollen estrategias a largo plazo, mediante las
cuales los hijos más pequeños asuman más responsabilidades
para que los hermanos mayores puedan ir a la universidad, con
la condición de que, cuando acaben, vuelvan para liberar a los

78
hermanos menores cuando estos deban ir a la universidad.
Como ya comentamos en el capítulo 3, el trabajo en equipo
entre hermanos y el reparto de responsabilidades que facilitan
las tareas de intermediación también son aplicables en los ne-
gocios familiares. La mayoría de los padres inmigrantes son
muy partidarios de la educación superior para que, de este mo-
do, sus hijos no tengan que trabajar tan duro como han tenido
que hacerlo ellos, sin embargo, suelen ser moderadamente am-
bivalentes cuando ello implica perder mano de obra de con-
fianza, a corto plazo. Las familias en las que padres e hijos se
comunican y cooperan entre sí tienen más capacidad para ela-
borar estrategias eficaces que permitan sacar adelante el nego-
cio familiar, sin necesidad de que ninguno de los hijos tenga
que hacer sacrificios inadecuados que afecten a su desarrollo
personal.
En este capítulo hemos analizado algunas de las com-
plejidades que surgen al entremezclar las responsabilidades
familiares y laborales como estrategia de supervivencia de las
familias inmigrantes. Aunque es probable que padres e hijos
tengan sentimientos opuestos con relación a las responsabili-
dades familiares que limitan los deseos y las oportunidades
individuales, los sentimientos de culpa, el afecto y la lealtad son
fuertes agentes motivadores para seguir negociando estas difi-
cultades. Los compromisos que asumen los jóvenes con rela-
ción a los negocios familiares y al trabajo de sus padres cam-
bian con el tiempo. Los jóvenes pueden volverse más útiles a
medida que maduran y también pueden compensar las necesi-
dades familiares con la estabilidad de los negocios de sus pa-
dres o de su situación económica. Cuando los inmigrantes se
establecen en el nuevo país durante largos períodos de tiempo,

79
su situación financiera y laboral también cambia. Con el tiem-
po, los hijos también se vuelven menos necesarios.
Sea cual sea la situación laboral de los padres ―negocio
propio, trabajo en negro en el sector de servicios o trabajo re-
gularizado en una empresa ya existente―, las tareas de interme-
diación que realizan los jóvenes son fundamentales para que
aquellos establezcan y mantengan contacto con los clientes, los
proveedores y con las personas que los contratan. Este tipo de
labor, no remunerada, no solo contribuye a que funcionen los
negocios familiares ―sino que también hace que funcionen las
propias familias. Como ya hemos apuntado en este capítulo,
hay otros factores ―como la salud y el bienestar individual de
los miembros de la familia y la educación de los jóvenes― que
afectan a la relación entre la familia, el trabajo y el proceso de
asentamiento de los inmigrantes. En los siguientes capítulos
vamos a analizar cómo influyen las tareas de intermediación
que desempeñan los jóvenes en las relaciones familiares dentro
del contexto educativo y sanitario.

80
CAPÍTULO 5

La intermediación en los
ámbitos de la salud y
de los servicios sociales

La asistencia sanitaria y los servicios sociales suelen es-


tar entre los primeros servicios locales con los que contactan
los inmigrantes al llegar al país de destino. Antes de encontrar
médico, inscribirse a programas de ayuda alimentaria o de re-
llenar formularios para solicitar un visado, es preciso haber
localizado, primero, los lugares adecuados para realizar estas
tareas tan importantes. En este capítulo analizaremos los servi-
cios sanitarios y los servicios sociales simultáneamente ya que,
en la práctica, resultan muy difíciles de separar. Los programas
de asistencia social se encargan, por ejemplo, de ayudar a los
nuevos usuarios a encontrar un médico o, por ejemplo, el
mismo médico, si ve que la familia lo necesita, puede derivar a
un paciente a un programa subvencionado de atención infantil.
Además, la consideración de la asistencia sanitaria y los
servicios sociales desde un punto de vista holístico es un reflejo
de que la salud va más allá de la atención médica. Para tener
una buena salud, además de poder acceder a la asistencia sani-
taria tradicional, es necesario disponer de otros muchos bienes
y recursos como alimentos sanos, salud dental, cuidados para
los jóvenes, espacios deportivos y lúdicos, etc., que ayuden a
crear una sensación general de bienestar personal y familiar.

81
¿Qué papel desempeñan los jóvenes en las relaciones que esta-
blece su familia con los recursos locales? En este capítulo, tra-
taremos de las conexiones locales que establecen estas familias
al ocuparse de su salud y bienestar y del papel que tienen los
jóvenes cuando las intermedian.

Intermediación y salud familiar


Los inmigrantes que disponen de pocos recursos
económicos, generalmente, se encuentran con serias dificulta-
des para acceder a los servicios de asistencia sanitaria. Algunas
de ellas son: la falta de seguro médico o la limitada cobertura
de este, problemas de comunicación con los profesionales de la
salud a causa de las diferencias lingüísticas y culturales, o la
falta de hábitos relacionados con los controles preventivos. En
consecuencia, en Estados Unidos, los inmigrantes con menor
poder adquisitivo se benefician con menor frecuencia de una
atención médica regular y presentan una mayor incidencia de
enfermedades crónicas o susceptibles de prevención como la
diabetes, enfermedades del corazón, hipertensión, asma y cier-
tos tipos de cánceres. Muchos de los países receptores de inmi-
gración disponen de programas especiales para facilitar el acce-
so de los inmigrantes más desfavorecidos a los servicios de
salud, sin embargo, no se suele sacar el máximo provecho de
ellos. Por ejemplo, los latinoamericanos, que representan el
mayor grupo de inmigrantes de Estados Unidos, consumen en
asistencia médica la mitad que los americanos nacidos en el
país. En 2005, los gastos anuales de asistencia médica de los
inmigrantes latinoamericanos eran, en promedio, de 962 $ por
persona, cifra que se duplicaba en el caso de los latinoamerica-
nos nacidos en Estados Unidos (1.870 $) y que representaba

82
menos de un tercio de la que invertían los blancos nacidos en
este mismo país (3.117 $). Otros estudios han revelado que
también en Canadá, el Reino Unido y Australia, los nuevos
inmigrantes suelen recibir peor atención sanitaria que sus
homólogos nativos.
Las dificultades que experimentan los inmigrantes en el
ámbito sanitario representan un problema importante, ya que
una salud frágil, además de tener repercusiones en todos los
ámbitos de la vida de un individuo, afecta, de forma significati-
va, al funcionamiento y a la prosperidad global de la familia.
Cuando uno de sus miembros está enfermo o tiene un acciden-
te, el resto debe ajustar sus funciones y responsabilidades. Si el
principal encargado de traer dinero a casa no puede trabajar,
los otros se verán obligados a compensarlo de algún modo, ya
sea poniéndose a trabajar o bien invirtiendo más horas en los
empleos que ya tienen. Asimismo, los roles de crianza tendrán
que trasladarse a otros miembros de la familia para poder satis-
facer, así, las necesidades de la persona enferma. Este tipo de
cambios suelen resultar muy estresantes para todas las familias,
pero especialmente para los inmigrantes recién llegados, ya que,
generalmente, no cuentan con el apoyo de familiares cercanos
ni tampoco están completamente familiarizados con el nuevo
entorno.
En este contexto, las tareas de intermediación que des-
empeñan los jóvenes permiten interconectar la familia y los
servicios locales de salud, incluidos médicos y servicios sociales
como oficinas de bienestar social, programas de asistencia ali-
mentaria o subsidios de desempleo. Como ya comentamos en
el capítulo 3, las relaciones de las familias inmigrantes con las
instituciones locales empiezan en casa. Los jóvenes localizan e
intermedian estas conexiones sirviéndose de las llamadas tele-

83
fónicas, del correo postal, de las búsquedas en Internet y de
otros medios de comunicación. Juntos, padres e hijos, buscan
información sobre los recursos disponibles en la zona y sobre
su funcionamiento y después deciden cuáles son los más ade-
cuados a sus necesidades familiares. Las estrategias que desa-
rrollan en casa, de forma conjunta, son las mismas que emplea-
ran en las interacciones con las instituciones locales. En el si-
guiente apartado nos centraremos en las conexiones de las fa-
milias inmigrantes con los centros de salud y en los factores
que influyen en la intermediación que desempeñan los jóvenes
en ellos.

La intermediación de las relaciones con


el personal de los centros médicos
Las investigaciones sobre la intermediación infantil en
el ámbito sanitario ponen de manifiesto algunos patrones im-
portantes. El primero es que esta intermediación es distinta —y
más difícil— para los jóvenes que la que se da en otros contex-
tos. Algunas tareas que forman parte de ella son: acompaña-
miento de los padres a las visitas médicas, ya sean rutinarias o
de urgencias, traducción de los diagnósticos y los planes de
tratamiento que recomiendan los médicos, gestión de las rece-
tas y cumplimentación de formularios y documentos para los
consultorios médicos y las compañías de seguros. Existen bas-
tantes razones que hacen que la intermediación en el ámbito
médico resulte más dificultosa para los jóvenes.
La razón principal es que estas interacciones no suelen
ser rutinarias ni formar parte del día a día, ya que las familias
inmigrantes no suelen acceder de forma regular a los servicios
de salud por las razones expuestas anteriormente. En conse-
cuencia, las experiencias de los hijos de los inmigrantes en los

84
centros de salud, es más probable que estén vinculadas a etapas
más avanzadas de la enfermedad o a situaciones que requieren
atención urgente que a las visitas rutinarias. En las situaciones
de urgencia, sobre todo, suele haber mucha presión para que
comprendan y transmitan la información, muy compleja y po-
tencialmente impactante, y también para que lo hagan de forma
rápida. Muchos jóvenes informan de que el vocabulario, la
terminología médica y las descripciones de los tratamientos se
encuentran, con frecuencia, muy por encima de sus posibilidades
de comprensión y que en estos contextos no son capaces de
desempeñar su rol de intermediarios tan bien como desearían.
Incluso durante las visitas más rutinarias o que no son
de urgencias, la intermediación en el ámbito médico sigue sien-
do distinta a la intermediación en el hogar, en los negocios de
los padres o en las reuniones con los maestros. En estos con-
textos, los jóvenes están muy familiarizados con el lugar en el
que intermedian, con los contenidos, con el vocabulario que se
espera que comprendan y también con los procedimientos y las
interacciones que se dan con más frecuencia. En cambio, los
contextos médicos no suelen ser lugares familiares para ellos y,
por ello, desconocen las reglas, los procedimientos y el lenguaje
complejo que emplea el personal sanitario. Debemos añadir a
estas dificultades la ansiedad que comporta la enfermedad o el
dolor de un familiar. No es de extrañar que los jóvenes inter-
mediarios informen de que experimentan más emociones nega-
tivas —como ansiedad, impotencia o miedo al fracaso— cuan-
do intermedian en contextos médicos que cuando lo hacen en
otros ámbitos locales. Estos sentimientos, junto con los malos
recuerdos de experiencias pasadas, impiden, en muchos casos,
que los jóvenes desempeñen estas actividades de forma tan
brillante como podrían hacerlo en otras circunstancias.

85
En algunos lugares, los centros de salud se han adapta-
do a los cambios demográficos locales y han contratado a per-
sonal que habla las lenguas de los grupos de inmigrantes que se
han instalado en la zona. Los inmigrantes adultos que contac-
tan con este tipo de servicios tienen más probabilidades de
saber desenvolverse según sus necesidades médicas indepen-
dientemente de la ayuda de sus hijos. Sin embargo, especial-
mente en el caso de los inmigrantes con pocos recursos, la
probabilidad de encontrase con un médico que hable su idioma
nativo sigue siendo baja. En Estados Unidos, el porcentaje de
médicos con nociones básicas de otros idiomas, que no sean el
inglés, es muy limitado. El personal bilingüe en los centros
médicos no suelen ser los médicos sino, más bien, las enferme-
ras o el personal administrativo. En consecuencia, aun cuando
los centros de salud disponen de personal bilingüe, no es por-
que haya sido contratado específicamente para ese propósito.
Por estas razones, los padres informan de que, cuando tienen
visitas médicas, suelen presentarse acompañados de sus hijos,
incluso aunque exista la posibilidad de que algún miembro del
personal esté disponible para ayudarlos a comunicarse con el
médico.
¿Por qué los padres prefieren que sean sus hijos los que
les hagan de intermediarios, incluso en circunstancias en las
que podría haber un adulto que lo hiciera por ellos? Existen
algunas razones que lo explican. A pesar de que los centros
médicos dispongan de personal administrativo con habilidades
bilingües, muchos inmigrantes tienen la impresión de que los
ponen en un compromiso si solicitan su ayuda o de que, en
realidad, estos no desean ayudarles. En este tipo de situaciones,
no hay tiempo suficiente para que se cree un sentimiento de
simpatía o de confianza que propicie un clima adecuado para

86
que los padres se sientan cómodos al hablar de temas privados
que a veces pueden ser embarazosos, o sobre sus preocupacio-
nes personales.
Por otra parte, entre padres e hijos ya existe esta sensa-
ción de complicidad. Las estrategias de intermediación que han
ido perfeccionado de forma conjunta, en el hogar y en visitas
médicas anteriores, proporcionan una base para trabajar en
equipo en la consulta médica. Cuando Hilda (una de mis in-
formantes) explicaba por qué prefería a su hija como interme-
diaria, a pesar de que hubiera personal administrativo disponi-
ble que hablara español, decía literalmente: «El personal puede
que hable mi lengua, pero mi hija lo hace con el corazón». Dijo
que confiaba en su hija para transmitir lo que ella misma quería
expresar o aquello que sentía, incluso si no se estaba expresan-
do a la perfección. En otras palabras, Hilda tenía plena con-
fianza en su hija para que fuera su representante.
Este sentimiento de confianza es habitual, pero no por
ello la situación deja de ser complicada. Las visitas médicas de
las familias inmigrantes suelen generar inquietud en todos los
participantes de la interacción —a los padres, a los jóvenes
intermediarios y también a los médicos—. La escasa familiari-
dad que tienen los progenitores con el sistema médico del país
receptor y el acceso limitado a este tipo de servicios, los con-
vierte, con frecuencia, en pacientes nerviosos, lentos a la hora
de revelar información y reacios a hacer preguntas o a aclarar
dudas. Para muchos padres no resulta fácil que sus hijos tengan
que intermediar situaciones delicadas, embarazosas o propias
de adultos. Del mismo modo, los jóvenes también deben ma-
nejar sus propios sentimientos con relación a estas situaciones;
después de todo, acompañar a mamá al ginecólogo o a papá a
hacerse una revisión para prevenir el cáncer de próstata, aunque

87
se trate de visitas «rutinarias», provoca que los jóvenes conoz-
can cierta información sobre sus padres que, tanto unos como
otros, hubieran preferido no compartir.
En este tipo de situaciones, los sentimientos de ver-
güenza que experimentan los jóvenes, sumados al malestar de
los padres, dificultan aún más las tareas de intermediación.
Además, los jóvenes carecen de la formación propia de los
intérpretes médicos profesionales. Como resultado, es impro-
bable que sepan cuándo deben presionar a sus padres para ob-
tener más información sobre alguna una condición médica o
para aclarar alguna cuestión con relación a los síntomas. Si a
ello le añadimos la fuerte conciencia que tienen sobre su posi-
ción social y su deseo de ser deferentes y respetuosos con sus
padres, está claro que cuando son ellos los que hacen de intér-
pretes en este ámbito, la información que reciben los médicos
sobre las dolencias de los progenitores será incompleta.
Este tipo de interacciones también generan inquietud
entre los profesionales. La mayoría de los programas de los
estudios de medicina no proporcionan formación sobre cómo
relacionarse con pacientes que no hablan el mismo idioma y,
sin duda, la formación médica tampoco prevé competencias
para optimizar la comunicación a través de los jóvenes. En
consecuencia, los profesionales informan que estas interaccio-
nes les producen cierta inquietud porque creen que no están
ofreciendo una buena atención.
Las investigaciones indican que los médicos, sin ser
conscientes de ello, no acaban de conectar de forma significati-
va con los jóvenes intermediarios y con sus progenitores. Una
de las razones más comunes por las que esto ocurre es que los
médicos no gestionan adecuadamente la forma de dirigirse a
los padres y a los jóvenes. Por ejemplo, estos suelen dirigir la

88
primera pregunta a los padres, pero una vez que el niño co-
mienza a intermediar en las respuestas, los profesionales pue-
den cometer el error de seguir conversando directamente con
el niño. Esta práctica puede resultar algo ofensiva para los pa-
dres, que sienten que no se les da el reconocimiento apropiado,
ni como pacientes ni como miembros adultos de la familia.
Por otra parte, los profesionales que solo se dirigen a
los adultos e ignoran, de forma notable, la intermediación des-
empeñada por los jóvenes también corren el riesgo de que se
produzcan malentendidos durante la interacción. En estas si-
tuaciones, puede darse el caso de que los médicos hablen du-
rante mucho rato, sin detenerse para que los jóvenes tengan la
oportunidad de transmitir la información a sus progenitores.
Además, los médicos que no saben verificar si el niño ha com-
prendido bien lo que se le está explicando o que emplean un
lenguaje técnico que está fuera de su alcance, a menudo, no se
dan cuenta de que el mensaje no se había comprendido hasta
que la familia vuelve a la consulta sin haber cumplido las ins-
trucciones requeridas por el tratamiento.
Las diferencias entre los jóvenes intermediarios y tam-
bién entre las familias tienen un papel determinante en la cali-
dad de la atención que reciben. Los jóvenes que se crían en
familias con padres que son proactivos, que preguntan y que
saben defender sus intereses, son más propensos a reflejar este
tipo de conductas cuando hacen de intermediarios. Si se ha
transmitido a los jóvenes que cuando no entienden algo deben
preguntar y, además, se les ha animado a hacerlo, es más pro-
bable que estos expresen ante el médico que no han entendido
algo y también que pidan aclaraciones cuando sea necesario.
En consecuencia, se convierten en miembros activos de las
interacciones que intermedian y, por ello, son capaces de

89
transmitir la información entre sus padres y el personal de los
centros de salud, de modo más competente.
No debe sorprendernos que los intermediarios que tie-
nen más tendencia a tomar parte de forma activa en las interac-
ciones con los médicos, a defender los intereses de sus familias,
a preguntar y a pedir aclaraciones, también obtengan mejores
calificaciones en la escuela y presenten mayores niveles de bi-
lingüismo. En este sentido, los ricos se hacen cada vez más
ricos; los padres que cuentan con intermediarios más hábiles
están mejor informados. En cambio, las familias que dependen
de jóvenes intermediarios con una capacidad bilingüe más limi-
tada y con dificultades escolares tienden a presentar una com-
prensión más limitada de sus condiciones de salud así como de
los tratamientos que deben realizar, además, se benefician con
menos frecuencia de la atención médica e informan de una
mayor incidencia de enfermedades crónicas ―de hecho, las
familias con estas características son las que experimentan ma-
yores desigualdades en el terreno de la salud—.
Los patrones comentados anteriormente ponen de ma-
nifiesto algunos puntos importantes: en primer lugar, los pa-
dres que enseñan a sus hijos a gestionar de manera adecuada
las situaciones difíciles y que saben luchar por las necesidades
familiares son un modelo muy importante para los jóvenes
intermediarios, aunque no puedan hacerlo en la lengua del país
de acogida. En segundo lugar, existe una relación significativa
entre el desarrollo intelectual de cada niño y las habilidades que
presenta para intermediar a favor del bienestar colectivo de su
familia. Estudiaremos este fenómeno con más detalle en el
capítulo 6. Por último, a pesar de que, como todos los pacientes,
las familias inmigrantes también tienen el deber de luchar acti-
vamente por su propia salud y bienestar, hay que tener en

90
cuenta que los médicos raramente reciben formación dedicada
a gestionar de forma efectiva las interacciones con la población
inmigrante. Si contemplamos los cambios que está experimen-
tando la población actual en Norteamérica, Europa, Australia y
en muchos otros lugares, debería priorizarse la preparación de
los futuros médicos para que puedan enfrentarse a estos retos y
oportunidades fruto de estas circunstancias cambiantes.
Los médicos y el resto del personal de los centros de
salud actúan al mismo tiempo como individuos y como repre-
sentantes de las instituciones en las que trabajan, como los
hospitales y las clínicas. En el siguiente apartado estudiaremos
cómo los jóvenes intermediarios tratan de establecer y mante-
ner los contactos con estas instituciones, en su conjunto, y
también con el personal de los centros de salud, individual-
mente.

La intermediación de las relaciones con las


instituciones médicas y de servicios sociales
Aunque el primer contacto que tiene una familia con
los servicios médicos o de asistencia social suele producirse por
medio de un miembro individual, el carácter de la institución
en sí influye en la capacidad de sus trabajadores para atender a
los residentes locales. Los estudiosos que investigan los países
receptores de inmigración señalan que los inmigrantes, cuando
acaban de llegar, muestran cierta desconfianza hacia las institu-
ciones locales del país de acogida. Esto puede explicarse por las
experiencias anteriores en su país de origen, donde los servicios
públicos quizás eran de mala calidad o estaban asociados a la
vigilancia o al control gubernamental sobre los ciudadanos. En
otros casos, puede que la escasa familiaridad con el sistema
médico occidental represente una barrera o que por falta del

91
permiso de residencia teman contactar con los servicios nece-
sarios, por miedo a que los devuelvan a su país de origen. El
establecimiento de una relación de confianza con alguien que
trabaje en estas instituciones —ya sea un médico, un trabajador
social u otro miembro del personal— puede ser un buen puen-
te para que los inmigrantes que se enfrentan a estos obstáculos
tengan acceso a los recursos disponibles en esa institución.
Un miembro del personal que es percibido como agra-
dable y servicial por los jóvenes intermediarios y por sus fami-
lias puede ayudar a conectar a la familia con los recursos y los
servicios de la institución en la que trabaja y también con otras
instituciones locales. Las familias que tienen este tipo de rela-
ción con un miembro del personal tienden a recibir atención de
forma más regular y a tener experiencias más positivas con
relación a esa institución, además, son muy fieles a esta perso-
na, llegando, en algunos casos, a mantener la relación cuando
alguno de ellos se traslada a otra zona. Los jóvenes intermedia-
rios informan que, cuando están familiarizados con algún
miembro del personal, experimentan sentimientos más positi-
vos con relación a las interacciones y a los resultados de estas y
que la relación puede prolongarse durante mucho tiempo. Esto
concuerda con algunos hallazgos que indican que las relaciones
a largo plazo entre médicos y pacientes se vuelven cada vez
más agradables y personales con el paso del tiempo. Además, el
personal sanitario que se familiariza con las necesidades de una
familia en particular estará mejor preparado para conectarla en
el futuro con otros recursos locales que pueda necesitar.
Sin embargo, por extraordinario que sea un trabajador,
las familias que no tienen otros contactos además de esta per-
sona corren el riesgo de perder el contacto con la atención
médica u otros servicios si este trabajador se desplaza a otro

92
barrio o se jubila. Por ello, los jóvenes intermediarios que lo-
gran poner en contacto a sus familias con instituciones de ser-
vicios sociales o sanitarios integrales —lo cual significa que los
trabajadores, además de estar en contacto con el resto de los
compañeros de trabajo, están al corriente de los recursos y de
las oportunidades que hay en otros sectores de la misma insti-
tución y que los diferentes sectores, a su vez, son eficientes y
muestran interés por las necesidades de las familias a las que
atienden— tienen menos dificultades para que la familia logre
sus objetivos que los jóvenes que viven en barrios donde las
instituciones carecen de este tipo de funcionamiento integrado.
Como es lógico, los jóvenes no pueden controlar el ti-
po de instituciones que hay en el barrio donde residen y este es
un factor que puede complicar los esfuerzos de intermediación.
Como veremos en el siguiente apartado, los jóvenes tienen a
menudo dificultades para realizar los trámites necesarios para
acceder a los servicios deseados, además, las gestiones burocrá-
ticas en este ámbito a menudo requieren un profesional que
ayude a los jóvenes a desenvolverse entre normas y reglamen-
tos. Los jóvenes que consiguen con buenos resultados poner
en contacto a su familia con una institución integral también
suelen ser capaces de explotar esta conexión, extendiéndola a
otras nuevas, si los recursos de los que dispone dicha institu-
ción están bien conectados entre sí y se implican con el resto
de las personas y los departamentos.
Las instituciones integradas es probable que estén vin-
culadas a otros servicios relacionados que las familias también
pueden necesitar. Por ejemplo, Women Infants and Children
(WIC), con sede en Estados Unidos, es un programa de asis-
tencia alimentaria para mujeres embarazadas y nuevas madres,
financiado con fondos federales. Más allá de los servicios y del

93
apoyo directo que este ofrece, su misión institucional obliga a
que tanto las mujeres beneficiarias como sus respectivos hijos
tengan un médico asignado, que podrán escoger entre tres op-
ciones. Por ese motivo, los jóvenes que conectan a sus madres
y hermanos menores con WIC, los están vinculando simultá-
neamente a un programa de ayuda nutricional y a una atención
médica apropiada, sin necesidad de esfuerzos ni tareas de in-
termediación adicionales. Por ello, los inmigrantes que conec-
tan con instituciones integrales tienen más probabilidades de
establecer conexiones significativas y adecuadas a las necesida-
des familiares en el ámbito de la asistencia médica y de los ser-
vicios sociales.

Los trámites administrativos como


barreras de las instituciones
Para acceder a los servicios sociales o médicos, los
jóvenes intermediarios y sus familias deben enfrentarse, inevi-
tablemente, a una gran cantidad de documentos oficiales, for-
mularios y otras normas. Sin duda, estos documentos actúan
como verdaderas barreras de estas instituciones, al decidir
quiénes cumplen o no los requisitos para beneficiarse de los
servicios y de las ayudas. Por ello, las tareas de intermediación
en torno a los documentos impresos se encuentran entre las
más importantes que desempeñan los jóvenes —ya que posibi-
litan el acceso de su familia a los recursos locales más valiosos.
Pero, desgraciadamente, de forma sistemática los jóvenes con-
sideran que los documentos impresos son los más difíciles a la
hora de intermediar.
Victoria, una niña intermediaria de 13 años en el mo-
mento de la entrevista, nos dio una pista de por qué estos
documentos plantean problemas especiales. Me dijo que habla-

94
ba perfectamente inglés y español, pero ¿esos formularios
médicos? «Estos están escritos en lenguaje antiguo, y yo no lo
hablo». Mediante este comentario Victoria manifestaba que se
había dado cuenta de la diferencia que existe entre el inglés
hablado, informal y «el antiguo» con el que, evidentemente, se
refería al inglés formal. Mientras que muchos jóvenes interme-
diarios se las arreglan con el inglés informal en la mayoría de
las situaciones, los formularios oficiales como los de inscrip-
ción a los seguros médicos, los impresos de reembolso, los
formularios relativos a la inmigración y a la naturalización y los
que permiten el acceso a la asistencia social, requieren el domi-
nio del inglés formal.
Aunque los jóvenes podrían pedir ayuda a miembros
del personal médico o administrativo para rellenar los formula-
rios en las oficinas, las familias suelen rellenarlos en casa, don-
de no hay nadie a quien poder preguntar. Por ello, y porque el
hecho de que cometer algún error podría hacer que sus familias
no tuvieran acceso a los servicios y a los recursos que realmen-
te necesitan, los jóvenes suelen enfrentarse a estos documentos
con un cierto temor. A veces, estos miedos se intensifican de-
bido al recuerdo de experiencias anteriores, difíciles, con estos
mismos tipos de trámites. Algunos jóvenes informan que sus
padres se sienten inquietos o se enfadan con ellos si no saben
rellenar estos formularios con facilidad, y señalan que esta
tampoco es una experiencia agradable para los padres.
Sin embargo, el nerviosismo que experimentan, tanto
padres como jóvenes, en estas ocasiones, no conduce necesa-
riamente a resultados negativos. Los jóvenes a menudo mani-
fiestan que están inquietos debido al esfuerzo que han realizado
para completar estos documentos, consultando Internet, dic-
cionarios y, en ocasiones, teniendo que recurrir a los profesores

95
para garantizar un buen trabajo. En consecuencia, cuando el
esfuerzo ha dado un buen resultado —lo cual significa que los
hermanos menores han podido acceder a la atención sanitaria
pública, o que uno de los padres ha conseguido una green card,1
etc.— los niveles de orgullo y de alegría que experimentan pa-
dres e hijos son aún mayores.
Por todo lo anteriormente expuesto, los esfuerzos que
realizan los jóvenes para intermediar en las conexiones entre su
familia y la atención sanitaria y otros servicios son de una com-
plejidad considerable. Si celebramos en exceso los éxitos de los
jóvenes en este contexto, corremos el riesgo de restar impor-
tancia al esfuerzo que representa para ellos mismos y sus fami-
lias enfrentarse a las dificultades estructurales que comporta el
acceso a los recursos y a los servicios que necesitan. Sin embar-
go, si nos centramos solo en la dificultad que representan las
barreras estructurales, corremos el riesgo de que las familias
pierdan la capacidad para desarrollar las estrategias innovadoras
que les permiten resolver activamente sus propios retos y pue-
dan experimentar el verdadero éxito que ello conlleva. En el
próximo capítulo vamos a analizar las relaciones complejas,
que de manera similar, se establecen entre las familias inmi-
grantes, los jóvenes intermediarios y sus logros en el terreno
educativo.


1 Documento de identidad para residentes permanentes en los Estados Unidos que

no posean la nacionalidad estadounidense. Los poseedores de esta tarjeta tienen


derecho a residir y trabajar en el país (N. de la T.)

96
CAPÍTULO 6

La intermediación en la escuela

En este capítulo nos centraremos en las relaciones en-


tre los padres inmigrantes, los jóvenes intermediarios y la es-
cuela. La intermediación en el ámbito escolar incluye tareas
como ayudar a los padres a comunicarse con los maestros du-
rante las reuniones, explicarles las tareas que deben hacer en
casa o rellenar impresos relacionados con la escuela. ¿Pero en
qué se diferencian estas actividades de las que desempeñan los
jóvenes en el ámbito de la salud, en los servicios sociales o en
el negocio de sus padres? En primer lugar, en el contexto edu-
cativo, los jóvenes son los beneficiarios directos de su interme-
diación. Sin embargo, no ocurre lo mismo en los otros contex-
tos, pues, aunque se beneficien de forma indirecta de los resul-
tados de la misma, la principal motivación es el beneficio fami-
liar colectivo. La segunda diferencia es que la propia experien-
cia educativa les facilita la tarea cuando intermedian para sus
hermanos menores, ya que a menudo han ido a la misma es-
cuela e, incluso, han tenido los mismos profesores.
En consecuencia, los jóvenes suelen sentirse más
cómodos haciendo de intermediarios en la escuela que en otros
contextos locales, que ya hemos mencionado. En cambio, para
los adultos, la escuela es un lugar más bien incómodo, ya que
suelen sentirse inseguros debido a su escaso dominio de la len-
gua del país o por la falta formación académica. Sin embargo,

97
los jóvenes se encuentran en ella como en casa y tienen menos
dificultades para ayudar a sus progenitores a desenvolverse en
este ámbito que en otros contextos, como el médico.
Ya hemos comentado en capítulos anteriores que los
jóvenes intermediarios tienden a identificarse con sus roles de
ayudantes. La ayuda a su familia es el valor que consideran más
importante, y le dan más prioridad, incluso, que a sus respon-
sabilidades y necesidades individuales. Por ello y por ser los
beneficiarios directos, tienden a infravalorar la intermediación
en el ámbito escolar y a considerarla menos importante que la
que desempeñan en otros contextos en los que los principales
beneficiarios son sus familiares. En los siguientes apartados
analizaremos las particularidades de la intermediación en el
entorno educativo, su influencia en las relaciones entre los
jóvenes, con los maestros y con la propia escuela, y la repercu-
sión que esta tiene sobre el desarrollo personal e intelectual de
los jóvenes.

La intermediación en el entorno escolar


A pesar de que los padres inmigrantes dan mucha im-
portancia a la educación de sus hijos, el pluriempleo y la pre-
sión que comporta el proceso de asentamiento hacen que el
contacto con la escuela no sea tan amplio como desearían. Una
de las estrategias adoptadas por muchas familias inmigrantes
durante el proceso de asentamiento consiste en delegar las res-
ponsabilidades diarias relacionadas con la escuela a los hijos
mayores, más específicamente, al que actúa normalmente como
intermediario principal. Esas responsabilidades incluyen el
acompañamiento de los hermanos a la escuela, la transmisión a
los padres de información y de noticias relacionadas con este

98
ámbito e incluso, a veces, la participación en las reuniones con
los tutores, en lugar de los adultos. Asimismo, también les ayu-
dan a hacer los deberes, los preparan para ir a la escuela por las
mañanas, etc. En consecuencia, en las familias inmigrantes, los
hermanos mayores suelen tener un papel más determinante en
los éxitos y fracasos escolares de sus hermanos que en las fami-
lias autóctonas.
Los progenitores de las familias que se encuentran en
esta situación suelen reunirse con los hijos mayores con una
periodicidad diaria o semanal para valorar conjuntamente el
progreso escolar de los más pequeños y solo intervienen si la
situación lo requiere. Según algunos investigadores, los hijos
mayores suelen estar, al menos en este ámbito, casi al mismo
nivel que sus padres, ya que es habitual que estos les pidan
consejo y opinión sobre los resultados y las actividades escola-
res de sus hermanos. Estos patrones refuerzan la idea de que
los hermanos mayores son los «expertos» en temas educativos
dentro de la familia, lo cual aumenta su confianza para inter-
mediar en este contexto.
Cuando los progenitores contactan directamente con la
escuela, también confían en sus hijos para que intermedien en
las relaciones con los maestros. Teniendo en cuenta que en las
entrevistas entre padres y tutores, los jóvenes no son intérpre-
tes desinteresados, algunos investigadores han cuestionado la
fiabilidad de los intermediarios en este contexto, debido a la
posibilidad de que estos mientan u oculten información negati-
va proporcionada por sus maestros. La conclusión general es
que no lo hacen ―a pesar de que podrían estar tentados de
hacerlo, ya que, lógicamente, ningún niño quiere transmitir
información que sirva para que sus padres le castiguen. Sin
embargo, los jóvenes señalan que no pueden modificar dema-

99
siado el discurso de los maestros aunque algunas veces les gus-
taría hacerlo. A pesar de que los padres no pueden comunicar-
se de forma autónoma con los docentes, por lo general, son
capaces de comprender suficientemente el inglés y el lenguaje
no verbal como para intuir la mayor parte de lo que estos di-
cen. En consecuencia, si el hijo transmite a los padres un men-
saje positivo, cuando el tono, los gestos y la expresión facial del
maestro indican lo contrario, ya saben que el niño no dice la
verdad.
Los investigadores señalan que lo más habitual es que
los jóvenes resten importancia a sus éxitos y que se sientan
sumamente culpables por sus fracasos. En algunos casos, los
maestros pueden vulnerar, sin querer, las normas culturales con
respecto a la humildad y a la autopresentación. Los docentes
americanos, por ejemplo, tienden a describir los logros de los
estudiantes en términos elogiosos. En muchas familias inmi-
grantes, es culturalmente inapropiado que un niño utilice lite-
ralmente esos términos para describir su propio progreso. Por
ello, los estudiantes que presentan un alto rendimiento suelen
minimizar sus éxitos cuando hacen de intermediarios en las
reuniones. Juana, por ejemplo, una niña que tenía 13 años
cuando hablamos con ella, nos explicó que, en una entrevista
reciente, la tutora les había dicho a sus padres que era «la mejor
alumna de la clase». Sin embargo, ella sabía que, si reproducía
literalmente estas palabras, infringiría las expectativas culturales
de sus progenitores con relación a la modestia deseable en los
jóvenes. Por ello, decidió alterar el mensaje original diciendo
que la maestra había dicho que «lo estaba haciendo bastante
bien».
Aunque la mayoría de los progenitores son capaces de
hacerse una idea de lo que dicen los profesores y de comprenderlo

100
suficientemente como para controlar la intermediación de sus
hijos, la historia de Juana ilustra que los padres, a veces, pueden
pasar por alto detalles importantes. Quizás, la diferencia entre
«ser la mejor alumna de la clase» y «hacerlo bastante bien» no
sea muy significativa, pero en caso de información más negati-
va, los jóvenes no suelen especificar si se trata de un problema
con relación a los exámenes o a la comprensión de ciertos ma-
teriales. En estas situaciones, la falta de habilidades lingüísticas
o la escasa familiaridad con el sistema educativo de los padres
hacen que muchas veces no sean capaces de obtener los deta-
lles que les permitirían ayudar a sus hijos. La mayor parte de
ellos, simplemente, confía en que los jóvenes acabarán resol-
viendo por sí mismos estas dificultades.
No todos los padres inmigrantes dependen de los jóve-
nes para establecer contactos con el personal académico. Como
ya comentamos en el capítulo 5, las instituciones locales ofre-
cen diferentes recursos para ayudar a los inmigrantes a contac-
tar con ellas. Los inmigrantes que tienen la suerte de vivir en
barrios donde las escuelas son más sensibles a los recién llega-
dos suelen sentirse más acogidos e integrados en el entorno
escolar. Cuando los centros cuentan con personal bilingüe o
con recursos similares, los padres se desenvuelven en este
ámbito con mayor facilidad sin la ayuda de sus hijos.
Los progenitores que se implican en la escuela asistien-
do a las reuniones, participando en las asociaciones de padres o
realizando tareas de voluntariado, entre otras actividades,
aprenden mucho sobre el sistema escolar del país receptor du-
rante el proceso. Además, con el tiempo, cada vez se sienten
más cómodos y seguros, lo que puede dar lugar a ciertas con-
ductas como ponerse en contacto de forma proactiva con los
maestros para hacer un seguimiento de sus hijos o luchar para

101
defender sus derechos cuando sea necesario. Los jóvenes cuyos
padres se involucran en las actividades escolares suelen ser
también alumnos más brillantes; según los investigadores, el
modelado de conductas proescolares y el mayor seguimiento de
sus actividades en este ámbito por parte de los padres son dos
razones que favorecen un alto rendimiento.
Sin embargo, hay dos razones por las que muchos de
ellos no acaban involucrándose de esta manera. En primer lu-
gar, y como ya se mencionó anteriormente, las obligaciones
laborales pueden reducir la disponibilidad de los padres durante
el horario lectivo e impedir que participen en los acontecimien-
tos escolares. En segundo lugar, puede ser que sus expectativas
sobre el papel que deben ejercer en la educación de sus hijos
no coincidan con las de los docentes. En los países occidenta-
les, la implicación de los padres en la educación de sus hijos es
considerada como una señal de afecto y una inversión. En
América Central, por ejemplo, los padres son más laissez faire y
se considera que dejar más libertad a los maestros para que
enseñen según su criterio es una muestra de respeto. Por ello,
desde la perspectiva de estos padres, la implicación activa y el
cuestionamiento de los métodos docentes, podría ser cultural-
mente inapropiado. Sin embargo, los profesores que no cono-
cen esta norma cultural podrían malinterpretar las intenciones
de los padres y atribuir erróneamente la falta de implicación a
la falta de interés. En el siguiente apartado se analizarán los
motivos por los cuales las atribuciones desempeñan un papel
tan importante en los resultados escolares de los jóvenes y en
sus logros como intermediarios.

102
La intermediación y las relaciones con los maestros
El desajuste de expectativas no se produce exclusiva-
mente entre los padres inmigrantes y los maestros, también
puede darse entre maestros y alumnos y ocasionar malentendi-
dos. En muchos países, debido al creciente interés por las
pruebas estandarizadas, los profesores se han visto obligados a
«enseñar para superar las pruebas». Para conseguirlo, los maes-
tros tienen que priorizar el aprendizaje de los contenidos es-
pecíficos sobre los cuales se realizará la evaluación. Los maes-
tros esperan que su esfuerzo se vea correspondido por la aten-
ción y la disposición de los estudiantes para aprender dichos
contenidos. Sin embargo, los conceptos y las tareas concretas
en los que se centran estas pruebas (y por lo tanto los docen-
tes) para evaluar el rendimiento escolar pueden entrar en con-
flicto con las expectativas de determinados alumnos. Los estu-
diantes, especialmente los que proceden de países con una cul-
tura escolar menos desarrollada, suelen llegar a la escuela con la
idea de que los maestros se preocuparán por ellos de una for-
ma más personalizada, que irá más allá de la mera impartición
de conocimientos estrictamente académicos.
En estos casos, existen motivos reales para el desajuste
de expectativas entre alumnos y maestros. Las responsabilida-
des vinculadas a la intermediación pueden provocar que los
estudiantes lleguen a clase cansados, sin haber hecho los debe-
res o distraídos e inquietos debido a la situación que viven en
casa. Como la mayoría de los docentes no se imagina que las
responsabilidades ligadas a la intermediación ocupan gran parte
del «tiempo libre» de los estudiantes, cuando estos no hacen los
deberes y presentan un estado de fatiga visible, pueden inter-
pretar que no se implican lo suficiente en las tareas escolares.

103
Como resultado, los maestros suelen mostrar cierta desaproba-
ción que es percibida por los jóvenes intermediarios como una
falta evidente de interés personal hacia ellos y sus circunstan-
cias. De igual manera, esta actitud por parte del maestro dismi-
nuye la probabilidad de que los jóvenes informen de sus difi-
cultades y soliciten ayuda para solucionarlas.
Un ejemplo extraído de mi propia investigación ilustra
las diferencias entre ambos puntos de vista. Luis, un niño de 11
años en el momento de la entrevista, tenía un hermano menor
con una epilepsia grave. Después de haber pasado un «mal día»
debido a la enfermedad de su hermano, que había acabado por
la noche en un servicio de urgencias, Luis había ido temprano a
la escuela sin acabar los deberes con la intención de pedir ayu-
da a sus maestros. Dos de ellos, al ver que no los había acaba-
do, le dijeron, decepcionados por su falta de compromiso: «Se
supone que esto deberías haberlo terminado en casa». En cam-
bio, un tercer maestro le preguntó: «¿Qué ha pasado? ¿Por qué
no has podido terminar los deberes?». Al realizar esta pregunta,
este maestro demostró un interés personal y gracias a la res-
puesta de Luis pudo hacerse una idea de las difíciles circuns-
tancias que le rodeaban. Sin embargo, los dos primeros atribu-
yeron erróneamente que Luis no había hecho los deberes por
pereza o por falta de interés.
Los investigadores insisten en la importancia de la atri-
bución para entender por qué algunos estudiantes progresan de
manera adecuada y otros no. En este caso, la atribución se re-
fiere a la manera que tienen alumnos y profesores de interpre-
tar mutuamente sus conductas respectivas, ya sean positivas o
negativas. Tomemos la historia de Luis como ejemplo. Cuando
Luis llega a clase sin haber acabado los deberes, los profesores
tienen varias opciones. Si no recogen más información mediante

104
preguntas, es probable que atribuyan su conducta a determina-
das características no deseables de su personalidad y que acaben
concluyendo que es un chico perezoso o poco interesado. En
cambio, el maestro que le preguntó pudo atribuir correctamente
la conducta de Luis a una causa externa. La atribución de una
conducta negativa (deberes sin hacer) a una causa externa (en-
fermedad de un familiar) en lugar de a una causa interna (la
pereza o la falta de interés) repercute en el trato que Luis reci-
birá en el futuro.
La existencia de grupos tan numerosos y la exigencia de
los contenidos educativos obligan a los maestros, sin ser cons-
cientes de ello, a clasificar a los alumnos en varias categorías:
buenos/malos, brillantes/lentos, motivados/perezosos, etc.,
tan solo a partir de breves interacciones. Pero ¿por qué son tan
importantes estas categorizaciones y atribuciones? Los investi-
gadores se refieren a ellas como la profecía de autocumplimiento.
Los estudiantes son sensibles a las expectativas que los maes-
tros depositan, directa e indirectamente, en ellos. Los alumnos
cuyos profesores no esperan demasiado de ellos tienen mayor
probabilidad de presentar un bajo rendimiento académico. En
cambio, aquellos que reciben regularmente un feedback positivo
tienden a presentar mejoras en su rendimiento. Algunos inves-
tigadores han descubierto que los maestros suelen preguntar
más a los jóvenes que a las jóvenes, especialmente en las clases
de matemáticas y ciencias, y también a los estudiantes blancos
más que a los que pertenecen a minorías étnicas. Con el tiem-
po, puede ser que tanto las jóvenes como los estudiantes de
minorías étnicas levanten menos la mano, creyendo que si el
profesor no les pregunta es porque duda de sus conocimientos.
Es evidente que la gran mayoría de los docentes no ca-
tegorizan a los estudiantes ni realizan atribuciones erróneas

105
sobre las causas de su conducta de forma premeditada. Al con-
trario, muchos eligen esta profesión para dedicarse a mejorar la
vida y las condiciones de los jóvenes. Sin embargo, y sobre
todo en los barrios más desfavorecidos, existe una serie de
factores estructurales que dificultan las relaciones personales
entre alumnos y maestros. El gran número de alumnos por
clase y la inestabilidad de la población estudiantil suelen ir
acompañadas de otras dificultades en el entorno como la vio-
lencia de pandillas, la escasez de recursos y la inestabilidad fa-
miliar. En Estados Unidos, los docentes que trabajan en ba-
rrios de estas características no suelen tener mucha experiencia,
la mayoría no residen en los barrios donde trabajan y tampoco
mantienen estos puestos durante mucho tiempo, ya que son
trasladados a otras escuelas. La constante rotación del personal
docente no ayuda a establecer confianza y familiaridad con los
estudiantes. En cambio, si un maestro permanece más tiempo
en el centro y va conociendo a diferentes hermanos de aquella
familia, puede establecer una relación más cercana.
Además de las dificultades relacionadas con el personal
docente, las condiciones específicas que rodean a los jóvenes
intermediarios también pueden agravar la situación. Las res-
ponsabilidades de intermediación conllevan la disponibilidad
de los jóvenes para salir de la escuela cuando la familia les ne-
cesita, lo cual provoca un mayor número de ausencias que las
del estudiante promedio. Además, por ese motivo, los interme-
diarios también tienen que renunciar en muchas ocasiones a
actividades extraescolares como los deportes o el refuerzo. La
participación en estas actividades fomenta un sentimiento de
vinculación con los docentes y representa un apoyo adicional
para la obtención de buenos resultados. En consecuencia, los
intermediarios se ven atrapados en un círculo vicioso; ya que a

106
pesar de que sus responsabilidades no les permiten vincularse a
los recursos escolares, si lo hicieran, mejorarían sus conoci-
mientos y estarían más capacitados para las tareas de interme-
diación.
La escasa vinculación de muchos jóvenes intermedia-
rios con la escuela dificulta la resolución de problemas de ma-
nera proactiva. Como ilustró la historia de Luis en este mismo
capítulo, no es habitual que los estudiantes revelen de forma
voluntaria los motivos por los cuales no asisten a clase, no
hacen los deberes o no participan en las sesiones de refuerzo
extraescolares. Si los maestros no hacen las preguntas adecua-
das para romper su silencio, es probable que se los acuse erró-
neamente de falta de implicación. La investigación señala que
existe cierta tendencia entre los jóvenes inmigrantes a no bus-
car activamente el apoyo de los profesores por miedo a ser
rechazados, a hacer el ridículo o por otras razones similares.
Por ese motivo, los jóvenes intermediarios corren el riesgo de
quedarse cada vez más rezagados. Si añadimos a este fenómeno
las estrategias ya mencionadas de los padres inmigrantes con-
sistentes en dejar que los jóvenes gestionen su educación, es
evidente que los adultos no se dan cuenta de que sus hijos tie-
nen un problema hasta que este es realmente grave.
Ello no significa que los jóvenes intermediarios obten-
gan peores resultados escolares que sus coetáneos. De hecho,
algunos investigadores indican que la intermediación fomenta
el desarrollo de ciertas cualidades como el dominio del lenguaje
y el sentido de la responsabilidad en edades tempranas. Sin
embargo, la forma de organizarse que tiene cada niño para su-
perar los problemas de tiempo que comportan estas actividades
depende, en gran medida, de su capacidad individual. Los jóve-
nes con buen rendimiento académico, por ejemplo, son los que

107
suelen desarrollar más habilidades gracias a la intermediación,
aunque también existe en su entorno un conjunto de factores
positivos relacionados —capacidad innata para el rendimiento
escolar, actitud proactiva frente a las dificultades, buenas rela-
ciones con los maestros y padres que siguen con atención su
actividad académica—.
Las necesidades familiares pueden hacer que los jóve-
nes intermediarios con dificultades escolares tengan problemas
para acceder a los recursos que el centro pone a su disposición
con el fin de solventarlas. También es importante destacar que
las experiencias que tienen los jóvenes para desarrollar simultá-
neamente las tareas de intermediación y las responsabilidades
educativas se vuelven más complicadas con el tiempo. Una vez
que los jóvenes piden ayuda directamente a un profesor y este
les responde, es más fácil que lo vuelvan a hacer, pues el éxito
normalmente genera más éxito. Sin embargo, también ocurre lo
mismo en el caso contrario, cuando los jóvenes se encuentran
en una espiral descendente, se desvinculan progresivamente de
los estudios y cada vez expresan menos sus dificultades.
Estos patrones expuestos anteriormente demuestran
que las tareas de intermediación forman parte de patrones co-
municativos familiares e individuales más amplios. Los jóvenes
que son sociables, proactivos y sin miedo a preguntar, gene-
ralmente, obtienen mejores resultados académicos y aplican sus
conocimientos a las tareas de intermediación con resultados
satisfactorios. Normalmente son los padres quienes les enseñan
este tipo de conductas comunicativas y los animan a reprodu-
cirlas, explicándoles que su rendimiento individual está muy
relacionado con los beneficios colectivos logrados mediante la
intermediación.

108
Del mismo modo, es más probable que los jóvenes que
tienden a encerrarse en sí mismos y a no pedir ayuda como
consecuencia de sus conductas comunicativas tengan dificulta-
des en la escuela y con las responsabilidades de intermediación.
Además, normalmente, provienen de familias que también pre-
sentan este tipo de conductas. En el próximo apartado estudia-
remos con más detalle este vínculo entre los patrones de co-
municación familiares y el rendimiento escolar de los jóvenes
intermediaros.

La intermediación y el rendimiento escolar


Como ya hemos comentado, los padres inmigrantes, al
igual que otros padres, también desean que sus hijos obtengan
buenos resultados escolares. Con frecuencia, una de las razones
más importantes que motiva el proceso migratorio es el acceso
de los hijos a mejores oportunidades educativas. Es probable
que los progenitores que provienen de comunidades de inmi-
grantes con pocos recursos no hayan tenido acceso a la forma-
ción académica, especialmente las mujeres que proceden de
zonas rurales, en las que ir a la escuela representaba un gasto
adicional para sus familias. En estos casos, el idioma no es el
único impedimento para ayudar a los jóvenes con las tareas
escolares; a ello debemos añadirle la conciencia de los progeni-
tores sobre su escasa formación académica. Sin embargo,
cuando los conocimientos de los jóvenes no superan los de los
padres, estos se implican activamente en su educación y les
brindan apoyo en materias como las matemáticas, donde el
lenguaje no es una parte fundamental del contenido que se
imparte.

109
Los jóvenes, al empezar la escuela en el país de acogida,
suelen adaptarse mejor a las clases de matemáticas que a las de
otras materias. Este fenómeno resulta evidente si se observa la
elevada presencia de estudiantes chinos y procedentes del sub-
continente indio que hay en las facultades de matemáticas, in-
geniería e informática en Norteamérica y Europa. Pero ¿por
qué las matemáticas ofrecen mayores oportunidades laborales
tanto a los padres como a los hijos inmigrantes? La respuesta
es evidente: porque tienen un lenguaje propio. Independiente-
mente de la lengua vehicular en la educación, la resolución de
problemas matemáticos así como los números y los símbolos
que se utilizan son universales.
La mayoría de los padres de origen mexicano a los que
entrevisté, a pesar de tener escasa formación académica, eran
capaces de ayudar a sus hijos con las tareas de matemáticas y,
de hecho, muchos de ellos les habían enseñado a resolver pro-
blemas utilizando sus propios libros de texto mexicanos. Te-
niendo en cuenta que, al emigrar, la mayor parte de los proge-
nitores suelen llevarse consigo lo justo y necesario, que los vie-
jos libros de matemáticas formaran parte de su equipaje de-
muestra la importancia que le dan a la educación. Tanto los
padres como los jóvenes intermediarios tienen recuerdos muy
positivos de los momentos que han pasado juntos haciendo los
deberes de matemáticas.
Este tipo de interacciones son muy constructivas por-
que, pese a las posibles limitaciones lingüísticas, convierten a
los progenitores en una referencia en el terreno educativo e,
igual que ocurre con las tareas de intermediación, fomentan el
trabajo en equipo entre padres e hijos. La única diferencia es
que, en estas situaciones, el principal benefactor es el niño.
Además, también pueden servir para que los jóvenes aprendan

110
nuevo vocabulario en español mientras estudian matemáticas.
Por último, el tiempo invertido junto a sus hijos para apoyarlos
en las tareas escolares demuestra que los adultos se implican en
su educación. Así, no es extraño que los jóvenes intermediarios
a los que entrevisté prefirieran las matemáticas al resto de las
asignaturas y que además sea en la que obtienen los mejores
resultados.
El apoyo que prestaron los progenitores a sus hijos, al
menos durante los primeros cursos, con los ejercicios de ma-
temáticas, ayudó a que estos mejoraran su rendimiento. Mis
investigaciones sobre los jóvenes intermediarios y también las
realizadas por otros autores indican que estos patrones no se
mantienen en las asignaturas de lengua o en las que la lengua es
un elemento fundamental, como el inglés o la historia. Sin el
dominio de la lengua del país receptor es difícil hacerse una
idea de lo que dice un libro de historia. Sin embargo, no ocurre
lo mismo en el caso de las matemáticas.
Según muestran las investigaciones en el terreno del
aprendizaje, este fenómeno se debe a que las personas apren-
demos mejor los nuevos conocimientos cuando se encuentran
en la zona de desarrollo próximo. Literalmente, esta expresión sig-
nifica que aprendemos mejor cuando la nueva información está
próxima o es parecida a la que ya conocemos. Esto significa
que los conocimientos ya asimilados en la lengua materna pue-
den servir para el aprendizaje de un nuevo idioma. Por ejem-
plo, si un inmigrante sabe los acontecimientos que desencade-
naron la Segunda Guerra Mundial en su lengua materna, será
capaz de seguir una lección de historia sobre este tema, en la
lengua del país de acogida. A partir de lo que ya sabe (la histo-
ria de la Segunda Guerra Mundial), tendrá la posibilidad de
aprender términos e ideas equivalentes en el idioma del país de

111
acogida. Del mismo modo, si un estudiante recibe lecciones en
un idioma que ya conoce, el lenguaje, en este caso, puede con-
vertirse en un vehículo para el aprendizaje de nuevos conteni-
dos. Y, de hecho, esta es la forma más convencional de apren-
der ―una vez los alumnos son capaces de entender la lengua
que se emplea en el ámbito escolar, serán capaces de leer un
capítulo de un libro o aprender las leyes de la gravedad, por
ejemplo—.
Así, el contenido puede ser un vehículo para el apren-
dizaje de idiomas, del mismo modo que el idioma puede ser un
vehículo para el aprendizaje de nuevos contenidos. Lo que no
funciona, según los investigadores, es tratar de enseñar a al-
guien un contenido nuevo en un idioma desconocido, que es
precisamente la situación en la que se encuentran a menudo
muchos padres y estudiantes inmigrantes.
Una vez que los hijos han superado el nivel de conoci-
mientos de los progenitores, en general, se las tienen que arre-
glar solos. Muchos jóvenes intermediarios ayudan a sus herma-
nos menores a hacer los deberes, pero muy pocos tienen al-
guien a quien acudir cuando ellos lo necesitan. Por ello, los
intermediarios que en otras circunstancias hubieran sido alum-
nos brillantes, lo son de todos modos y su éxito escolar no
suele ser producto de la intermediación, sino que se produce a
pesar de ella.
Para los jóvenes que crecen en familias inmigrantes de
culturas colectivistas, las necesidades familiares son lo más im-
portante y los deseos y las necesidades individuales, general-
mente, se encuentran en segundo plano. Desafortunadamente,
cuando las familias deben atender necesidades inmediatas y
para ello requieren que sus hijos hagan de intermediarios, las
tareas escolares a menudo quedan por hacer. Aunque los padres

112
inmigrantes desean fuertemente que sus hijos obtengan buenos
resultados escolares, son ambivalentes con respecto al «éxito» si
eso significa que sus hijos triunfen independientemente de sus
familias. El sistema educativo occidental define el rendimiento
escolar como un logro individual —como una actividad en la
cual el estudiante recoge únicamente los frutos de su esfuerzo—.
Los jóvenes que están atrapados en esta red familiar y
que, de hecho, se definen por sus responsabilidades familiares
podrían pensar que esta definición de éxito es solitaria. Cuando
entrevisté a varios estudiantes de secundaria que presentaban
un alto rendimiento escolar, hijos de los trabajadores agrícolas
inmigrantes en California, les pregunté a todos cuál era su prin-
cipal motivación para obtener tan buenos resultados, incluso
en condiciones extremadamente difíciles. Sin excepción, las
razones que los llevaban a conseguir un éxito individual tenían
raíces colectivas —son buenos estudiantes para poder ir a la
universidad y, a la larga, ayudar a sus padres, de modo que ya
no tengan que trabajar en el campo nunca más, en unas condi-
ciones tan duras—. Otros investigadores que se centraron en
estudiantes de origen vietnamita, chino y coreano obtuvieron el
mismo tipo de respuestas: los logros individuales, como el éxi-
to académico, sirven para la consecución de objetivos colecti-
vos —hacen sentir orgullosos a sus padres, convalidan los sa-
crificios y el esfuerzo que tuvieron que hacer para criarlos en
un país desconocido y, a largo plazo, permiten recompensar a sus
padres mediante la ayuda económica u otros tipos de ayudas—.
Una vez más, es fácil pensar en la relación que hay en-
tre estos contratos informales, no verbales, en el ámbito educa-
tivo y la forma en que estos acuerdos funcionan en los nego-
cios familiares, tal y como se explica en el capítulo 4. Si bien
todas las familias están sujetas a este tipo de obligaciones,

113
beneficios y recompensas no verbales, en las familias inmigran-
tes, especialmente en aquellas en que los intermediarios tienen
un papel fundamental para la supervivencia cotidiana de la fa-
milia en tal variedad de contextos, estos contratos son aún más
complicados. En el capítulo final estudiaremos los patrones
surgidos de las tareas de intermediación en los distintos contex-
tos y veremos la importancia que tiene entender las aportacio-
nes infantiles al proceso de asentamiento familiar, para com-
prender en profundidad el proceso de integración, las trayecto-
rias educativas de los jóvenes y el tejido social cambiante de las
nuevas sociedades.

114
CAPÍTULO 7

La influencia de la intermediación
en los propios jóvenes, en sus
familias y en el entorno

Los fenómenos migratorios han reconfigurado nuestras


sociedades y todavía lo siguen haciendo. La creciente diversi-
dad de lenguas, culturas y experiencias que participan en el
proceso de asentamiento de los inmigrantes crea nuevos retos y
oportunidades para ellos mismos y también para la sociedad
que los acoge. En los países desarrollados como Estados Uni-
dos, Canadá, Australia o los de la Unión Europea, la emigra-
ción se ha convertido en un tema político y social de primera
línea, tanto a nivel nacional como local. Las preguntas recu-
rrentes sobre a quiénes debería permitirse emigrar, a dónde
deberían trasladarse y cómo deben integrarse en nuestras so-
ciedades son los temas que más ocupan los debates.
La información que contiene el presente libro puede
contribuir a este debate básicamente de dos maneras. En pri-
mer lugar, dado que los jóvenes colaboran de forma notable en
el proceso de asentamiento de sus familias, no se puede hablar
de integración sin mencionar las responsabilidades que aquellos
asumen con la intermediación. La segunda razón tiene que ver
directamente con los más jóvenes. La mayoría de los jóvenes
que nacen en Estados Unidos y en muchos países europeos

115
tiene, al menos, uno de los progenitores inmigrante y la tasa de
natalidad de las familias inmigrantes va en aumento en países
como Canadá, Australia, Sudáfrica y muchos otros. Para abor-
dar a fondo las necesidades de estos jóvenes debemos com-
prender primero cómo sus demandas han dado forma a su
propio desarrollo. Estas dos dimensiones ponen de manifiesto
que la integración debe entenderse desde una perspectiva fami-
liar y que para comprenderla debemos tener en cuenta las apor-
taciones que realizan los jóvenes, así como su desarrollo educa-
tivo y social.
De los capítulos leídos hasta ahora se desprenden algu-
nas tendencias importantes. En los siguientes apartados se revi-
sarán cinco de ellas, que nos permitirán la comprensión de los
resultados asociados a la integración familiar y al desarrollo de
los jóvenes. Primeramente se analizará la interrelación entre las
conductas familiares en el hogar y las que se producen en el
exterior, así como la «invisibilidad» de las tareas de intermedia-
ción durante estos procesos. A continuación proseguiremos
con la diversidad de resultados que se pueden obtener median-
te la intermediación, las diferencias entre los éxitos personales y
los familiares y, por último, la forma en que todos estos elemen-
tos pueden contribuir a la comprensión —y al modo de abordar-
las— de las desigualdades sociales con las que se encuentran las
familias inmigrantes a la hora de integrarse en el nuevo entorno.

La intermediación como nexo entre


el hogar y los espacios públicos
Las interacciones que se producen en los espacios
públicos empiezan en el hogar y conforman las futuras conver-
saciones familiares sobre las actividades locales. Este fenómeno

116
se observa en la influencia de las conversaciones familiares
privadas en la posterior interpretación informativa y en la toma
de decisiones familiares relativas a las instituciones y a los luga-
res del entorno a los que acudir. Del mismo modo, la interme-
diación que se da en los espacios públicos influye en la que se
produce en casa, subsiguiente a estas experiencias que tienen
lugar en el entorno.
La familia y el entorno no solo se influencian mutua-
mente sino que además tienen una relación dinámica. La capa-
cidad de los jóvenes para la intermediación aumenta a medida
que se hacen mayores y pueden asumir tareas más sofisticadas.
La familiarización de los progenitores con el país de acogida y
con su idioma también suele aumentar con el tiempo, por lo
que les resulta cada vez más fácil desenvolverse en el entorno
de forma independiente. Progresivamente los padres dependen
cada vez menos de sus hijos, e incluso pueden prescindir de la
intermediación. En estos casos, los jóvenes solamente hacen de
intermediarios durante un período de tiempo transitorio. Sin
embargo, en muchas familias, aun cuando los padres ya pueden
arreglárselas sin su ayuda, siguen confiando en los jóvenes (que
ya se han hecho mayores) para comprobar que han entendido
los mensajes correctamente. Esta tendencia pone de manifiesto
la naturaleza duradera de los patrones comunicativos familiares,
incluso cuando las circunstancias permitirían su modificación.
Sin embargo, con el tiempo, estos patrones sufren al-
gunos cambios. A medida que padres e hijos van desarrollando
sus habilidades individuales, están más preparados para elabo-
rar sucesos de intermediación cada vez mejores resultados,
perfeccionando sus habilidades y empleando de nuevo aquellas
estrategias que han funcionado anteriormente. Las familias que
tienen la capacidad para confeccionar y desarrollar conjunta-

117
mente estrategias de intermediación con las que obtienen bue-
nos resultados, además de tener más probabilidades de estable-
cer y mantener contactos con la comunidad, lo cual es de gran
importancia para ellas, también refuerzan la cooperación entre
padres y jóvenes intermediarios, lo cual aumenta la sensación
de cohesión familiar.
La intermediación, además de conectar a la familia con
los recursos del entorno, puede convertirse, también, en una
estrategia paterna para proteger a los hijos de los posibles con-
flictos locales. En barrios presuntamente conflictivos, tener a
los hijos cerca para que hagan de intermediarios o para que
«ayuden» en el negocio familiar puede ser un recurso para pro-
tegerlos o mantenerlos cerca de casa. Así, la intermediación es
un buen recurso para crear contactos en el entorno y también
para proteger a la familia de este.

Conexiones invisibles
A pesar de que la intermediación es fundamental para el
funcionamiento de las familias inmigrantes, también es en gran
parte invisible. Ello se debe a que está tan imbricada en las
rutinas cotidianas que la familia no tiene conciencia de ella has-
ta que algo falla. Los progenitores son conscientes de la impor-
tancia de la intermediación, del mismo modo que muchos de
nosotros lo somos de la electricidad o de nuestro coche: solo
nos damos cuenta de lo dependientes que somos de ellos
cuando hay un corte eléctrico o tenemos un pinchazo. Cuando
los jóvenes no pueden hacer de intermediarios —ya sea porque
el vocabulario de una conversación o el contenido de un do-
cumento están por encima de sus posibilidades o porque están
enfermos, por ejemplo— los miembros de la familia se dan

118
cuenta de lo importante que es la intermediación para su vida
cotidiana.
Estas ocasiones, en las que la intermediación se hace vi-
sible, son una buena oportunidad para que padres e hijos
hablen de cómo evitar estos incidentes en la rutina diaria. Sin
embargo, la mayor parte de las familias no hablan de la inter-
mediación en estos términos. La invisibilidad de estas tareas
que realizan los jóvenes a diario conlleva consecuencias negati-
vas importantes para ellos. El hecho de que estén tan imbrica-
das en la vida familiar hace que a los jóvenes les resulte difícil
admitir que no han entendido algo, que están nerviosos por
una interacción en especial o que, por culpa de tales conse-
cuencias, tienen dificultades en la escuela. Esta falta de comu-
nicación se refleja en las conductas comunicativas de los jóve-
nes, también en otros contextos. Los jóvenes rara vez hablan
de la intermediación con personas externas a su familia, como
podrían ser los maestros, otros adultos o los amigos que, al igual
que ellos, hacen de intermediarios para ayudar a sus familias.
Como ya se ha comentado en el capítulo 6, el mutismo
infantil en torno a las responsabilidades familiares puede tener
consecuencias negativas en sus relaciones en el ámbito escolar
y también en la forma que tienen sus maestros de percibirlos.
En consecuencia, es muy poco probable que los jóvenes acu-
dan a sus profesores para hablarles de las dificultades ligadas a
las tareas de intermediación o para pedirles consejo sobre
cómo rellenar documentos oficiales, por poner un ejemplo. Del
mismo modo, los jóvenes podrían ayudarse entre ellos si habla-
ran de sus éxitos y de sus fracasos. Esto, sin embargo, tampoco
suele ocurrir. Milagro, una niña de 13 años a la que entrevista-
mos, fue una excepción que rompía este patrón generalizado:

119
A veces hablamos de este tema [la intermedia-
ción ; cuando surge, así, en la conversación. Con mi amiga
Lola, que también ayuda mucho en su casa y demás,
hablamos de lo que hacemos... intercambiamos ideas y
comentamos cosas como: «Ah, la próxima vez probable-
mente tendrás que preguntar más sobre esto o sobre
aquello» y cosas así. Aunque muchas veces no lo parezca,
siempre aprendemos algo la una de la otra.

Este tipo de conversaciones, en las que la intermedia-


ción es el tema principal y aparece de forma explícita, represen-
tan un punto de apoyo, en este caso para Milagro, que muy
pocos intermediarios tienen. Del mismo modo que la coopera-
ción entre hermanos suele conducir a unos resultados más sa-
tisfactorios, el apoyo de personas de confianza externas ayuda a
la obtención de mejores resultados y a la mejora de las habili-
dades infantiles para la intermediación.

Trayectorias divergentes de infancia y de integración


Los jóvenes como Milagro presentan ciertas conductas
que explican por qué además de intermediar en contactos con
mejores resultados entre sus familias y otros miembros del
entorno también experimentan menos dificultades a la hora de
hacerlo. Algunos jóvenes son capaces de transferir del ámbito
doméstico al público las habilidades y estrategias que dominan.
De hecho, aquellos jóvenes que descubren por sí mismos
cómo hacerlo tienden a establecer mejores conexiones para sus
familias y también a presentar un mayor rendimiento escolar.
Ya hemos hablado de cómo las experiencias que tienen
los jóvenes equilibrando las responsabilidades escolares y las
familiares se vuelven más complicadas con el tiempo. Una vez
que los jóvenes solicitan ayuda de forma premeditada a un

120
maestro, a un médico o a otro adulto —y la reciben— son más
propensos a volverlo a hacer, ya que el éxito genera más éxito.
También ocurre lo mismo en la situación contraria. En ocasio-
nes, los jóvenes intermediarios se pueden ver inmersos en una
espiral descendente, lo cual les conduce a una desconexión y a
un aislamiento progresivo de los posibles puntos de ayuda y
apoyo. Si añadimos a estos silencios la invisibilidad general de
las tareas de intermediación, puede ser que los jóvenes tengan
cada vez más dificultades para encontrar una persona de con-
fianza a quien explicar sus dificultades con las responsabilida-
des familiares.
¿Por qué algunos jóvenes son capaces de identificar con
mucho más acierto a las personas que les pueden prestar ayuda
en las tareas de intermediación y de acudir a ellas de forma
premeditada cuando lo necesitan? Los jóvenes cuyos padres les
enseñan cómo manejar de forma proactiva las situaciones difí-
ciles son más propensos a tomar, ellos mismos, la iniciativa.
Una vez más, debemos referirnos al trabajo conjunto entre
padres e hijos, mediante el cual las familias perfeccionan estra-
tegias para lograr sus objetivos. En este contexto, una conducta
proactiva significa saber buscar los recursos informativos nece-
sarios, identificar a las personas adecuadas para responder a las
cuestiones y pedir aclaraciones de forma explícita. Como ya se
ha comentado, muchos de estos jóvenes son muy conscientes
de su posición como hijos de inmigrantes, lo cual afecta al grado
de seguridad que tienen cuando deben defender sus intereses en
nombre de la familia. Contar con el modelo de unos progenito-
res que no se cohíben a la hora de defender sus propios intereses
—en el idioma que sea— otorga a los jóvenes el coraje necesa-
rio para hacer lo mismo cuando actúan como intermediarios.

121
Los jóvenes más propensos a defender los intereses
familiares, a hacer preguntas y a pedir aclaraciones también
reciben mejores calificaciones en la escuela y presentan niveles
más altos de bilingüismo. En este sentido, los ricos se vuelven
cada vez más ricos, los padres cuyos hijos desarrollan estas
conductas también están mejor informados sobre lo que dice el
personal médico y otros profesionales que trabajan en el sector
de servicios. Por otra parte, los padres que dependen de jóve-
nes intermediarios con una capacidad bilingüe limitada y con
dificultades escolares, también tienden a ser menos activos a la
hora de contactar con los recursos locales. La combinación de
una intermediación incompleta y un estilo comunicativo no tan
directo conlleva menos preguntas aclaratorias y menos interac-
ciones con los médicos, maestros y profesionales de los servi-
cios sociales. Las consecuencias de ello se reflejan en el mutis-
mo constante de los jóvenes y también de sus familias.

Los beneficios individuales y familiares


El apartado anterior sugiere que las tareas de interme-
diación resultan más gratificantes para aquellos jóvenes que son
perfectamente capaces de desempeñarlas sin temor a no estar a
la altura. Para muchos jóvenes, ayudar a sus familias es un ver-
dadero orgullo y, de hecho, cuando hablan de asuntos como
ayudar a sus padres para que tengan una vida mejor o de re-
compensarles por todo lo que han hecho, se llenan de emotivi-
dad. Además, se identifican firmemente con su rol colaborativo
y el hecho de sentirse útiles y valorados por las contribuciones
familiares que realizan se convierte en un gran aliciente para
seguir haciéndolo. Como resultado, muchos jóvenes dejan en
segundo plano sus necesidades y deseos personales —como

122
hacer los deberes, estudiar para los exámenes o hacer planes de
futuro— para poder ayudar a sus familias en la consecución de
metas colectivas.
En ocasiones resulta preocupante que los jóvenes ante-
pongan las necesidades familiares a sus propias necesidades
individuales. La renuncia a ciertas oportunidades que les permi-
tirían colmar su potencial académico e intelectual, porque con-
sideran que las necesidades familiares son prioritarias, nos da
una pista de por qué los hijos de familias inmigrantes tienden a
mostrar un rendimiento más bajo en la escuela y/o menos
probabilidades de asistir a la escuela con regularidad.
Sin embargo, este asunto presenta muchas más dimen-
siones. Como ya se ha comentado en el capítulo 6, la definición
occidental de éxito educativo tiende a ser de carácter individua-
lista, lo que significa que los éxitos y los fracasos que experi-
mentan los jóvenes son exclusivamente el resultado de su pro-
pio esfuerzo o de la falta de este. Esta definición restrictiva de
lo que significa el éxito educativo no encaja con todos los
jóvenes y, por las razones anteriormente expuestas, muchos de
los hijos de familias inmigrantes no se identifican con ella. Una
definición más global debería tener en cuenta que los éxitos
individuales de estos jóvenes lo son también de sus familias y que
los beneficios que obtienen en el terreno educativo sirven para
enorgullecer a los progenitores, dando sentido a la migración.

¿Qué relación existe entre la intermediación


y las desigualdades sociales?
En el presente libro se muestra la importancia de las
contribuciones que desempeñan los jóvenes en el proceso de
asentamiento de sus familias. Los padres, independientemente

123
de su posición social, coinciden en señalar que la ayuda de
aquellos les hace sentir mejor. Sin embargo, no es adecuado
pensar que la intermediación es una forma de recompensar la
situación desfavorecida en la que se encuentran muchas fami-
lias debido al bajo nivel de ingresos o a las limitadas habilidades
lingüísticas. En el capítulo 3 se ha analizado la influencia del
entorno y de la elección de aparatos y recursos multimedia por
parte de los progenitores, el tipo de conexiones que establecen
los jóvenes con los medios de comunicación. En este contexto,
los factores anteriores se combinan para reducir las probabili-
dades de que los jóvenes accedan a Internet desde su casa.
Aunque el hecho de no tener un ordenador en casa no
significa que los jóvenes no se conecten a Internet, sí que im-
plica una conectividad más limitada. Ello significa que tienen me-
nos oportunidades de conectarse regularmente o de utilizar
Internet como herramienta de consulta habitual. En conse-
cuencia, están menos familiarizados con los contenidos en línea
y suelen tener menos habilidades para encontrar información
que los jóvenes que disponen de conexión en casa. La des-
igualdad social resultante del acceso limitado a las tecnologías
de la información se denomina brecha digital y es cada vez más
importante en muchos países. Los jóvenes intermediarios que
se encuentran en la cara más desfavorecida de la llamada bre-
cha digital no solo experimentan más dificultades para conectar
con la información y los recursos locales necesarios para sus
familias sino que, además, están mucho menos preparados para
enfrentarse a los desafíos laborales del siglo I que dependen,
en gran medida, del conocimiento de las nuevas tecnologías.
Esta pérdida de oportunidades y de recursos de gran
valor afecta tanto a los hijos como a los progenitores. En los
capítulos 5 y 6 se analizaron detenidamente aquellas interacciones

124
con los profesionales nativos en las que los padres pueden ob-
viar detalles importantes sobre aspectos médicos, sociales o
relacionados con la evolución de sus hijos en la escuela. En
parte, esto puede explicarse por los factores que se han señala-
do anteriormente —algunos jóvenes tienen niveles más altos
de bilingüismo que otros, son más proactivos a la hora de co-
municarse y son mejores aplicando lo que han aprendido de
una experiencia de intermediación a otra.
Otro de los factores se basa en el contexto y depende
del grado de comodidad que sientan los jóvenes en los distintos
ámbitos. Por ejemplo, hay diferencias entre los sentimientos de
familiaridad, de autoridad y de ansiedad que experimentan los
jóvenes y los padres en los contextos médicos y educativos.
Los jóvenes experimentan más dificultades en el contexto
médico sin saber cómo ni cuándo presionar a sus padres o a los
profesionales para aclarar dudas u obtener información más
precisa. En cambio, los padres tienden a sentirse más dudosos
e inseguros en el entorno escolar. Estas inseguridades ponen de
manifiesto la necesidad del trabajo en equipo, pero también
nos ayudan a comprender por qué, a menudo, las familias in-
migrantes no saben exactamente cómo reaccionar o cómo pro-
ceder cuando finalizan estos encuentros.
Por todo lo expuesto en este capítulo y, de hecho, a lo
largo de todo el libro, la intermediación debe considerarse co-
mo un fenómeno complejo. Si celebramos en exceso los logros
de los intermediarios, corremos el riesgo de restar importancia
a las graves dificultades estructurales a las que se enfrentan,
tanto ellos como sus familias, al acceder a los recursos y a los
servicios que necesitan. Sin embargo, si nos centramos solo en
las barreras estructurales, nos arriesgamos a perder el trabajo en
equipo que padres e hijos llevan a cabo para abordar activa-

125
mente sus propios retos, así como los logros que dicho trabajo
conlleva.
Por ello no existe un modelo único que explique la in-
tegración de las familias inmigrantes y el desarrollo de los jóve-
nes intermediarios. Para entender realmente las necesidades de
estas familias debemos escuchar las experiencias de padres e
hijos y confeccionar programas que se ajusten a sus necesida-
des específicas en el entorno. La intermediación, con indepen-
dencia de la calidad de sus resultados, no es un fenómeno que
necesariamente deba o que pueda ser «fijado» hasta que real-
mente comprendamos cómo funciona.
Más bien, espero que estas páginas sirvan para que los
encargados de elaborar políticas, los investigadores y los ciuda-
danos implicados tomen conciencia de que la labor conjunta
que desempeñan padres e hijos constituye una de las fortalezas
inherentes a estas familias. La comunicación en equipo y el
desarrollo de estrategias son factores determinantes para equilibrar
las desigualdades entre familias inmigrantes y nativas. Por ello
deben ser considerados siempre que hablemos de integración.

126
APÉNDICE

Notas de la autora sobre su investigación


relacionada con la intermediación infantil

Desde el año 2006 me dedico al estudio de las aporta-


ciones de los jóvenes intermediarios a sus familias inmigrantes
en diferentes contextos.
Entre 2006 y 2008, investigué este fenómeno en una
zona habitada por ciudadanos de origen mexicano y centroa-
mericano situada en el sur de Los Ángeles. Históricamente, los
habitantes de esta zona eran de origen afroamericano, pero en
las últimas dos décadas el aumento de la población latinoame-
ricana, tanto americanos como procedentes de la inmigración,
ha cambiado su composición. Los participantes en la investiga-
ción fueron inmigrantes latinoamericanos cuyos hijos desem-
peñaban con frecuencia tareas de intermediación. El nivel de
ingresos del 95 % de las familias que participaron en la misma
se situaba por debajo del umbral nacional de pobreza y un
52 % de los progenitores tenía un nivel educativo inferior al
segundo curso de la ESO. Las familias llevaban 8 años de pro-
medio viviendo en la zona.
Para realizar este estudio, utilicé un formato de investi-
gación que se conoce como «diseño anidado o jerárquico». El
estudio empezó con un número muy amplio de participantes
contactados mediante una encuesta telefónica, y de ese grupo
se seleccionaron grupos cada vez más pequeños para llevar a
cabo la investigación mediante otros métodos como la entre-

127
vista en profundidad y las observaciones de las familias durante
largos periodos de tiempo. Empecé con los datos de una en-
cuesta telefónica al azar que me permitió contactar con 300
familias latinoamericanas residentes en el barrio. La encuesta
incluía preguntas sobre cuándo, dónde y con qué frecuencia los
jóvenes hacían de intermediarios para sus progenitores. Los
encuestados que indicaron que sus hijos hacían a menudo de
intermediarios fueron contactados posteriormente para ser
entrevistarlos con mayor detenimiento. Con la ayuda de mis
asistentes de investigación, entrevistamos a veinte padres y
madres y a los hijos respectivos que estos habían señalado co-
mo intermediarios habituales. De estas veinte familias, selec-
cionamos a cuatro que nos autorizaron a acompañarlas en sus
reuniones escolares, sus citas médicas y en sus encuentros con los
servicios sociales, lo cual nos permitió observar la intermediación
infantil en acción.
Finalmente, entrevisté a 35 personas anglohablantes,
trabajadores de las escuelas, clínicas y oficinas de servicios so-
ciales a los que habíamos acudido con las familias, para cono-
cer su punto de vista sobre la comunicación a través de los
jóvenes. Nota importante: siempre que se menciona en este
libro a un niño o a un progenitor por su nombre, se utiliza un
seudónimo para proteger su intimidad.
Los hallazgos de este proyecto han sido presentados a
congresos profesionales y publicados en revistas especializadas
(las referencias se incluyen al final de este apéndice). Los resul-
tados también se han presentado a profesionales locales que
trabajan con los inmigrantes, a las organizaciones benéficas de
Los Ángeles dedicadas a mejorar los servicios destinados a las
familias inmigrantes.

128
En otro proyecto estudié cómo la intermediación infan-
til en los contextos rurales se enfrenta a retos distintos de la
que se produce en contextos urbanos. En 2009 realicé entrevis-
tas en profundidad a 12 adolescentes, hijos de trabajadores
agrícolas inmigrantes, residentes en diferentes comunidades de
California. Estos jóvenes solían hacer de intermediarios en los
entornos locales y también entre sus padres y sus respectivos
jefes, que cambian con mucha frecuencia debido al trabajo
temporero en el campo que realizan los progenitores. Los ado-
lescentes entrevistados participaban, en aquel momento, en un
programa destinado a jóvenes de familias con bajos ingresos de
alto rendimiento escolar, con posibilidades de ser admitidos en
la universidad. Mediante las entrevistas se estudiaron las tareas
de intermediación que realizaban estos jóvenes, los sentimien-
tos y los recuerdos que tenían al respecto, así como las estrate-
gias que habían desarrollado para ayudar de forma eficaz a sus
familias sin dejar de obtener excelentes resultados académicos.
Los hallazgos de este estudio están siendo analizados para su
publicación posterior en el ámbito político y académico.
Para finalizar, también encontramos en este libro refe-
rencias a la investigación que se está desarrollando actualmente
con familias inmigrantes residentes en New Brunswick, una
ciudad ubicada en Nueva Jersey. Las familias de esta comuni-
dad forman parte de una inmigración relativamente reciente (la
mayoría llegaron no hace más de 10 o 15 años) y proceden
principalmente de Oaxaca, México. Un gran porcentaje de las
familias que entrevisté en California también eran originarias de
Oaxaca. Cuando termine la investigación, mi intención es
comparar cómo familias del mismo origen (Oaxaca, México)
pueden experimentar procesos de adaptación distintos en fun-
ción del entorno en el que se hayan instalado (Los Ángeles,

129
CA, o New Brunswick, NJ). Debido a las razones ya expuestas
en este libro, los recursos y la capacidad de respuesta a los cam-
bios demográficos de una determinada comunidad influyen en
la forma de desenvolverse de las familias en el nuevo entorno.
Por ello, espero observar en qué medida influyen estas carac-
terísticas locales en la forma de la intermediación y en el lugar
en el que esta se produce, así como en las dificultades que expe-
rimentan las familias y los jóvenes en su proceso de integración.

Referencias publicadas de la investigación


Katz, V. S. (2010). How children of immigrants use media to
connect their families to the community: The case of Latinos in
South Los Angeles. Journal of Children and Media 4(3), 298-315.
Wilkin, H. A., Katz, V. S. y Ball-Rokeach, S. J. (2009). The role of
family interaction in new immigrant Latinos’ civic engagement.
Journal of Communication 59(2), 387-406.
Estos artículos están disponibles en formato electrónico en la
página web www.vikkikatz.com. También encontraréis allí otras
publicaciones adicionales no disponibles en papel en el
momento de la publicación del presente libro.

130
REFERENCIAS

Referencias por capítulo

Capítulo 1: Migración y familia

Buriel, R. (1993). Childrearing orientations in Mexican American


families: The influence of generation and sociocultural factors.
The Journal of Marriage and the Family 55, 987-1000. Investigación con
familias mexicanas residentes en Estados Unidos que compara el desajuste
de expectativas con relación a las responsabilidades y las contribuciones de
los niños al funcionamiento familiar entre los padres inmigrantes y los
nacidos en Estados Unidos.
Crawford, J. (1995). Bilingual education: History, politics, theory and practice
(4.ª ed.). Bilingual Education Services. Presenta las perspectivas
aditivas y sustractivas en temas de bilingüismo en los niños en edad escolar.
Massey, D., Durand, J. y Malone, N. (2002). Beyond smoke and mirrors:
Mexican immigration in an era of economic integration. Nueva York:
RussellSage. Ofrece una idea global sobre el funcionamiento de la
migración en cadena, a partir de datos recopilados durante varias décadas
que permiten documentar los movimientos migratorios de mexicanos en
Estados Unidos͘
Waldinger, R. y Lichter, M. (2003). How the other half works. Berkeley:
University of California Press. Habla de cómo la presión familiar
puede limitar las opciones laborales de los inmigrantes con talento y de las
consecuencias del declive en el nivel económico y el estatus laboral como
resultado de la migración͘
Geller, A. (2007, Jan. 7). Filipino M.D. picks life in U.S. as nurse.
Disponible en: http://www.usatoday.com/news/health/2007-
01-07-jacintochoice_x.htm
Lorenzo, F. M., Galvez-Tan, J. Icamina, K. y Javier, L. (2007). Nurse
migration from a source country perspective: Philippine country
case study. Health Services Research 42(3), 1406-1418.

131
Schaller, B. (2004, Jul. 6). The changing face of taxi and limousine
drivers. Disponible en:
http://www.schallerconsult.com/taxi/taxidriversummary.htm

Capítulo 2: Los jóvenes como intermediarios

Ariès, P. (1962). Centuries of childhood. (trad. R. Baldick). Nueva York:


Vintage Books. Revisión histórica y exhaustiva sobre el desarrollo de la
idea de infancia como una etapa diferenciada en los países occidentales.
Lopez, N. (2003). Hopeful girls, troubled boys: Race and gender disparity in
urban education. Nueva York: Routledge. Explora cómo las
expectativas de género conducen a las niñas a presentar un mayor
rendimiento escolar así como mayores niveles de bilingüismo y de apego
familiar que los niños en las familias inmigrantes procedentes de la
República Dominicana, Haití y las Antillas.
Orellana, M., Dorner, L. y Pulido, L. (2003). Accessing assets:
Immigrant youth’s work as family translators or «para-
phrasers». Social Problems (50)4, 505-524. Estudia las diferentes
actividades de intermediación que realizan los niños para ayudar a sus
padres y analiza las diferencias entre los tipos de intermediación que tienen
lugar en diferentes contextos.
Pyke, K. (2005). «Generational deserters» and «black sheep»:
Acculturative differences among siblings in Asian immigrant
families. Journal of Family Issues 26(4), 491-517. Describe los roles de
los hermanos mayores así como de los más pequeños en familias inmigrantes
procedentes de China y Corea, así como la forma en que estos afectan al
desarrollo del lenguaje de los niños en Estados Unidos.
Thorne, B. et al. (2003). Raising children, and growing up, across
national borders. En P. Hondagneu-Sotelo (ed.), Gender and U.S.
immigration (pp. 241-262). Berkeley: University of California
Press. Analiza las diferencias entre las definiciones legales de «adulto» y
«niño» en distintos países y contextos.
Zelizer, V. (1985). Pricing the priceless child: The changing social value of
children. Princeton: Princeton University Press. Una revisión
histórica sobre la evolución del concepto de infancia, desde la época de la
«utilidad económica» hasta la del «valor sentimental inestimable».

132
Zhou, M. y Bankston III, C. (1998). Growing up American: How
Vietnamese children adapt to life in the United States. Nueva York:
Russell Sage. Estudia cómo se desenvuelven los hijos de los inmigrantes
vietnamitas en el hogar, con las responsabilidades familiares, y también
dentro del sistema educativo estadounidense.

Capítulo 3: La intermediación en el hogar

De Block, L. y Buckingham, D. (2008). Global media, global children:


Migration, media and childhood. Londres: Palgrave Macmillan. Una
investigación detallada sobre el papel de los medios de comunicación en las
vidas de los jóvenes inmigrantes de las diásporas en distintos contextos.
Trata temas como el desarrollo de la identidad juvenil o los jóvenes como
productores de los medios de comunicación.
Durham, M.G. (2004). Constructing the «New ethnicities»: Media,
sexuality and diaspora identity in the lives of South Asian
immigrant girls. Critical Studies in Media Communication 21(2), 140-
161. Compara las experiencias con los medios de comunicación entre los
niños educados en Estados Unidos y sus padres inmigrantes, procedentes del
subcontinente Indio, e incluye también la alusión del presente libro a los
progenitores que prohíben a sus hijos la asistencia al baile de fin de curso del
instituto.
Elias, N. y Lemish, D. (en prensa). Between three worlds: Host,
homeland and global media in the lives of immigrant families in
Israel and Germany. Journal of Family Studies. Estudio comparativo
de las experiencias de las familias inmigrantes de origen ruso en Alemania
e Israel que incluye la cita del capítulo 3 de un niño encuestado de 12 años,
reimprimida en el presente libro con el permiso de los autores. Este artículo
también trata los conceptos de integración hacia dentro e integración hacía
fuera.
Hargreaves, A. y Mahdjoub, D. (1997). Satellite television viewing
among ethnic minorities in France. European Journal of
Communication 12(4), 459-477. Este estudio se centra en el contacto que
establecen los inmigrantes marroquíes del norte de África con los medios de
comunicación. La alusión a los adolescentes que reconocían que
reposicionaban las antenas para recibir un mayor número de canales
franceses está extraída de este artículo.

133
Katz, V. S. (2010). How children of immigrants use media to
connect their families to the community: The case of Latinos in
South Los Angeles. Journal of Children and Media 4(3), 298-315.
Revisa cómo los hijos de los inmigrantes centroamericanos intermedian para
sus padres en las conexiones con el entorno a través de los medios de
comunicación.
Livingstone, S. y Bovill, M. (2001). Children and their changing media
environment: A European comparative study. Mahwah, NJ: Lawrence
Erlbaum. Una revisión exhaustiva, muy amena, sobre el entorno
mediático de los jóvenes, basada en las investigaciones de los autores y
colegas de investigación en Bélgica, Dinamarca y Finlandia, Francia,
Alemania, el Reino Unido, Israel, Italia, Holanda, España, Suecia y
Suiza.
Louie, J. (2003). Media in the lives of immigrant youth. New Directions
for Youth Development 100, 111-130. En este artículo podemos
encontrar las alusiones del libro al estudio realizado en 2002 por la
Universidad de Harvard sobre los hijos de los inmigrantes y sus entornos
mediáticos (título completo: Longitudinal Student Adaptation Study).
Matsaganis, M., Katz, V. y Ball-Rokeach, S. J. (2011). Understanding
ethnic media: Producers, consumers, and societies. Thousand Oaks, CA:
Sage Publications. Revisa los roles de los medios de comunicación étnicos
en la vida de los inmigrantes, de las minorías étnicas y lingüísticas, y en las
poblaciones indígenas de todo el mundo, desde la perspectiva de los
consumidores, de los productores, del entorno y también de los periodistas.
Roberts, D. F., Foehr, U. G., Rideout, V. J. y Brodie, M. (1999). Kids
and media at the new millennium. Menlo Park, CA: Henry J. Kaiser
Family Foundation. Estudio realizado a nivel nacional que analiza
cómo los niños establecen contactos con los medios de comunicación en
Estados Unidos. Es la fuente de información de la cita que aparece en el
libro relacionada con los porcentajes de niños que suelen contactar con los
medios de comunicación sin compañía de los adultos. Recientemente se han
realizado más encuestas, concretamente en 2004 y en 2009, pero no se han
incluido en ellas estas cuestiones. Los resultados de las encuestas más
recientes se encuentran disponibles en:
http://www.kff.org/entmedia/entmedia030905pkg.cfm

134
Rueda, R., Monzó, L. D. y Arzubiaga, A. (2003). Academic
instrumental knowledge: Deconstructing cultural capital theory
for strategic intervention approaches. Current Issues in Education
6(14). Disponible en:
http://cie.asu.edu/volume6/number14/index.html. Habla de
cómo los hijos de los inmigrantes aprenden la lengua y la cultura del país de
acogida, a través del contacto diario con las escuelas.
Wilkin, H. A., Katz, V. S. y Ball-Rokeach, S. J. (2009). The role of
family interaction in new immigrant Latinos’ civic engagement.
Journal of Communication 59(2), 387-406. Analiza cómo los miembros
de las familias inmigrantes comparten la información del entorno entre ellos,
y cómo este intercambio informativo influye en su implicación con la
comunidad.

Capítulo 4: La intermediación en el trabajo

Hondagneu-Sotelo, P. (2001). Doméstica: Immigrant workers cleaning and


caring in the shadows of affluence. Berkeley: University of California
Press. Un estudio sobre las mujeres inmigrantes que son trabajadoras
domésticas en Los Ángeles, así como de las relaciones de sus hijos con su
trabajo.
Orellana, M. (2001). The work kids do: Mexican and Central
American immigrant children’s contributions to households and
schools in California. Harvard Educational Review, 71(3), 366-389.
Investiga la intermediación infantil como forma de trabajo no remunerado y
la influencia de estas tareas en el funcionamiento familiar.
Park, L. (2002). Asian immigrant entrepreneurial children. En: L. Võ
y R. Bonus (eds.), Contemporary Asian American communities:
Intersections and divergences. Filadelfia: Temple University Press.
Una introducción al concepto de «trabajo de mostrador» de los niños en los
negocios familiares de los inmigrantes. También incluye entrevistas a jóvenes
coreanos y chinos sobre sus experiencias trabajando en dichos negocios en el
contexto estadounidense.

135
Pyke, K. (2005). «Generational deserters» and «black sheep»:
Acculturative differences among siblings in Asian immigrant
families. Journal of Family Issues 26(4), 491-517. Explica con detalle
las diferencias entre los procesos de adaptación de los hermanos mayores y
también de los más pequeños en las familias inmigrantes de origen coreano y
chino, así como las posibilidades que tienen los hermanos de poner en
común sus puntos fuertes en el hogar y también en el negocio familiar, para
trabajar en equipo. Trata también las reputaciones familiares de «buenos»
niños y «malos» niños.
Song, M. (1999). Helping out: Children’s labor in ethnic businesses.
Philadelphia: Temple University Press. Un estudio exhaustivo sobre
los hijos de los inmigrantes chinos que trabajan en los restaurantes
familiares de comida rápida en Londres. Analiza los contratos invisibles
que se establecen entre ellos en el ámbito laboral, el trabajo que realizan los
niños detrás del mostrador, las reputaciones familiares de «buenos» niños y
«malos» niños y las relaciones entre la deuda con la familia y con el negocio
familiar.
Valenzuela, A. (1999). Gender roles and settlement activities among
children and their immigrant families. American Behavioral Scientist
(42)4, 720-742. Trata de los roles que desempeñan los niños como
asistentes de sus padres en el trabajo y también explicándoles los derechos de
los trabajadores, las recompensas a las que tienen derecho por los accidentes
laborales, etc.

Capítulo 5: La intermediación en los ámbitos de la salud y de


los servicios sociales

Huff, R. M. y Kline, M. V. (1999). Promoting health in multicultural


populations: A handbook for practitioners. Thousand Oaks, CA: Sage
Publications. Un estudio exhaustivo sobre las dificultades que
experimentan los inmigrantes y los grupos minoritarios cuando acceden a la
asistencia sanitaria, así como de las desconfianzas que algunos de ellos
experimentan hacía los servicios públicos.
Leduc, N. y Proulx, M. (2004). Patterns of health services utilization
by recent immigrants. Journal of Immigrant Health 6(1), 15-27.
Revisa los retos más importantes a los que deben enfrentarse los inmigrantes
cuando acceden a la asistencia social en Canadá.

136
Lipsky, M. (2010). Street-level bureaucracy: Dilemmas of the individual in
public services (edición del 30 aniversario). Nueva York: Russell
Sage Foundation. Una investigación imprescindible del rol que
desempeñan los trabajadores individuales de los servicios públicos como
porteros de los recursos institucionales.
Mohanty, S., Woolhandler, S., Himmelstein, D., Pati, S., Carrasquillo,
O. y Bor, H. (2005). Health care expenditures of immigrants in
the United States: A nationally representative analysis. American
Journal of Public Health 95(8), 1-8. Este estudio es la fuente de los datos
que aparecen en este libro relacionados con los gastos en el ámbito de la
sanidad de los inmigrantes latinoamericanos, de los latinoamericanos
nacidos en Estados Unidos y de los blancos nacidos en Estados Unidos, en
el año 2005.
Murray, S. B. y Skull, S. A. (2005). Hurdles to health: Immigrant and
refugee health care in Australia. Australian Health Review 29(1),
25-29. Un estudio sobre las dificultades a las que deben enfrentarse los
inmigrantes y los refugiados en Australia.
Small, M. L. (2006). Neighborhood institutions as resource brokers:
Childcare centers, interorganizational ties, and resource access
among the poor. Social Problems 53(2), 274-292. Analiza cómo la
integración interna dentro de las instituciones facilita a los inmigrantes de
los barrios más desfavorecidos el acceso a los servicios.
Street, R. (1991). Accommodation in medical consultations. En H.
Giles, J. Coupland y N. Coupland (eds.), Contexts of
accommodation: Developments in applied sociolinguistics. Cambridge:
Cambridge University Press. Habla de cómo las relaciones médico-
paciente se vuelven más personales y agradables con el tiempo, y ambas
partes cambian la forma de interactuar con relación a las preocupaciones de
salud que experimentan los pacientes.
U.S. Department of Health & Human Services (2009). Office of
Minority Health. Disponible en:
http://www.omhrc.gov/templates/browse.aspx?lvl=1&lvlID=2.
Recurso informativo sobre las condiciones y las enfermedades que presentan
más riesgo para los inmigrantes estadounidenses.

137
Capítulo 6: La intermediación en la escuela

Buchmann, C., DiPrete, T. A. y McDaniel, A. (2008). Gender


inequalities in education. Annual Review of Sociology 34, 319-337.
Este artículo analiza las diferencias en el trato escolar entre chicos y chicas e
incluye estudios que indican que los chicos participan más respondiendo
preguntas en clase que ellas.
Dorner, L., Orellana, M. y Li-Grining, C. (2007). «I helped my mom»
and it helped me: Translating the skills of language brokers into
improved standardized test scores. American Journal of Education
113(3), 451-478. Habla de los buenos resultados que obtienen los niños
intermediarios en las pruebas estandarizadas, con relación a otros niños de
su misma clase.
Ferguson, R. F. (2003). Teachers’ perceptions and expectations and
the Black-White test score gap. Urban Education 38(4), 460-507.
Este artículo analiza las diferentes expectativas y atribuciones de los
profesores para con los estudiantes blancos y las minorías. Un ejemplo de
ello sería llamar más a menudo a los estudiantes blancos para que
respondan preguntas que a los que forman parte de minorías.
Huss-Keeler, R. (1997). Teacher perception of ethnic and linguistic
minority parental involvement and its relationships to children’s
language and literacy learning: A case study. Teaching and Teacher
Education 13(2), 171-182. Este artículo recoge las opiniones de los
profesores con relación a la implicación de los padres inmigrantes
pakistaníes en la educación de sus hijos, así como de las posibles
consecuencias negativas de las atribuciones incorrectas que realizan los
profesores en el Reino Unido.
Louie, V. S. (2004). Compelled to excel: Immigration, education, and
opportunity among Chinese Americans. Palo Alto, CA: Stanford
University Press. Describe la presión y las expectativas puestas en los
hijos de los inmigrantes chinos para que obtengan excelentes resultados en la
escuela como forma de compensar y reflejar los esfuerzos realizados por los
progenitores.

138
National Science Foundation (2004). Higher education in science
and engineering. Disponible en:
http://www.nsf.gov/statistics/seind04/c2/c2s4.htm.
Proporciona información sobre los porcentajes de estudiantes universitarios
nacidos en el extranjero que estudian en las universidades estadounidenses,
proporcionalmente y por país de origen.
Olsen, L. (1997). Made in America: Immigrant students in our public schools.
Nueva York: The New Press. Un estudio exhaustivo sobre las
experiencias de los estudiantes, inmigrantes y nativos, en un instituto
americano. Este libro analiza las interacciones entre los estudiantes de
distintos países de origen con el resto, y también con los estudiantes de
padres americanos.
Reese, L. (2001). Morality and identity in Mexican immigrant parents’
visions of the future. Journal of Ethnic and Migration Studies (27)3,
455-472. Analiza las diferencias entre las expectativas de los padres
mexicanos y de los profesores estadounidenses con relación a la implicación
de los progenitores con la escuela, así como su ambivalencia con relación a
los modelos de éxito individualistas habituales en las escuelas
estadunidenses.
Sánchez, I. G. y Orellana, M. F. (2006). The construction of moral
and social identities in immigrant children’s narratives-in-
translation. Linguistics and Education 17(3), 209-239. Describe cómo
los niños infravaloran los elogios que les hacen sus profesores y se sienten
exageradamente culpables por sus defectos cuando hacen de intermediarios
en las reuniones entre padres y profesores.
Stanton-Salazar, R. D. (2001). Manufacturing hope and despair: The school
and kin support networks of U.S.-Mexican Youth. Nueva York:
Teachers College Press. Estudia las formas de apoyo que reciben los
hijos de los inmigrantes de su entorno, como por ejemplo unos padres que
enseñan a sus hijos conductas activas de implicación con la escuela, etc.
También analiza el riesgo que corren los niños de caer en «espirales
negativos», como resultado de la falta de relaciones de confianza con el
personal escolar que permitan confesar que necesitan ayuda.

139
Valdés, G. (1996). Con respeto: Bridging the distances between culturally
diverse families and schools. Nueva York: Teachers College Press.
Habla de algunas de las dificultades que experimentan los padres
inmigrantes para conectar de forma significativa con las escuelas
americanas; analiza también las habilidades de los progenitores para
ayudar a sus hijos con las tareas escolares que están por encima de sus
límites de conocimientos académicos.
Valenzuela, Abel (1999). Gender roles and settlement activities
among children and their immigrant families. American Behavioral
Scientist (42)4, 720-742. Analiza los roles de los niños como
intermediarios entre las escuelas y sus hermanos menores.
Valenzuela, Angela (1999). Subtractive schooling: U.S.-Mexican youth and
the politics of caring. Nueva York: State University of New York
Press. Estudia el desajuste de expectativas entre los estudiantes
inmigrantes y los profesores estadounidenses entre una relación personal y la
mera impartición de los contenidos académicos.
Zhou, M. y Bankston, C. (1998). Growing up American: How Vietnamese
children adapt to life in the United States. Nueva York: Russell Sage
Foundation. Expone las experiencias migratorias de los inmigrantes
vietnamitas y de sus hijos, incluyendo las experiencias educativas de los
niños y sus sentimientos con relación a los logros educativos como una forma
de devolver a los padres el sacrificio que estos han tenido que hacer.
Zúñiga, V. y Hamann, E. T., (2006). Going Home? Schooling in
Mexico of Transnational Children. Confines de relaciones
internacionales y ciencia política 2(4), 41-57. Disponible en:
http://digitalcommons.unl.edu/teachlearnfacpub/45/. Describe
las relaciones del aprendizaje de las matemáticas en las escuelas mexicanas
y las estadounidenses, y también algunas de las dificultades que
experimentan los estudiantes cuando se encuentran entre estos dos sistemas.

140
LECTURAS RECOMENDADAS

Merrifield, J., Bingman, M. B., Hemphill, D., BennettdeMarrais, K.


P. (1997). Life at the margins: Literacy, language, and technology in
everyday life. Nueva York: Teachers College Press. Un estudio
exhaustivo sobre las estrategias que desarrollan los adultos analfabetos
para sobrevivir en entornos que requieren alfabetización (tradicional y
de los medios de comunicación). La base para entender cómo los
inmigrantes adultos ―ya sean analfabetos o tengan escaso dominio de la
lengua del país receptor― crean estrategias para desenvolverse por el
entorno.

Orellana, M. F. (2009). Translating childhoods. New Brunswick, NJ:


University of Rutgers Press. El primer libro dedicado
específicamente a las actividades de intermediación que realizan los
niños y en cómo influyen estas en el desarrollo de su infancia, en su
autoidentificación, en las relaciones familiares y en los logros escolares.

Song, M. (1999). Helping out: Children’s labor in ethnic businesses


Philadelphia: Temple University Press. Un estudio exhaustivo
sobre la vida de los hijos de los inmigrantes chinos residentes en el Reino
Unido que trabajan en los restaurantes de sus padres de comida rápida
o para llevar. Este libro analiza las relaciones que establecen estos
niños y también sus padres entre trabajo, familia, educación y entorno,
así como los contratos informales que desarrollan y que tienen un papel
fundamental en la negociación de conflictos y la cooperación para
sobrevivir y prosperar en los nuevos entornos.

141
Stanton-Salazar, R. D. (2001). Manufacturing hope and despair: The school
and kin support networks of U.S.-Mexican Youth. Nueva York:
Teachers College Press. Este libro se centra en los éxitos
académicos de los niños, resultantes de los sistemas de apoyo escolares,
en el hogar y en el entorno. Habla también de las dificultades que
tienen los niños inmigrantes para crear y mantener las conexiones con
las personas que podrían ayudarles y hacerles de guía para obtener
éxitos escolares, especialmente cuando tienen responsabilidades
familiares considerables que les dejan poco tiempo para fomentar estas
relaciones.

Valenzuela, Abel (1999). Gender roles and settlement activities


among children and their immigrant families. American Behav-
ioral Scientist (42)4, 720-742. Un resumen exhaustivo de las
contribuciones de los niños al proceso de asentamiento de sus padres
mediante la intermediación en los entornos médicos, escolares, en los
lugares de trabajo y en otros emplazamientos de la comunidad.

Valenzuela, Angela (1999). Subtractive schooling: U.S.-Mexican youth and


the politics of caring. Nueva York: State University of New
York Press. Este libro representa una revisión exhaustiva de las
expectativas de los estudiantes inmigrantes y de los maestros en las
escuelas que se encuentran en las zonas más desfavorecidas. Las
razones que explican este desencaje de expectativas y también la
implicación y el éxito de los niños en la escuela se encuentran tanto
dentro como fuera de la clase.

142



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