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EL CAZADOR DE
ALMAS
(Guardianes Universales 2)
KELLY DREAMS
© Edición Abril 2012
© Kelly Dreams.
Portada: ©Google Imágenes.
Diseño y Maquetación: Kelly Dreams
Corrección: Marta Gómez / Raquel
Pardo
Quedan totalmente prohibido la
preproducción total o parcial de esta
obra por cualquier medio o
procedimiento, ya sea electrónico o
mecánico, alquiler o cualquier otra
forma de cesión de la obra sin la previa
autorización y por escrito del
propietario y titular del Copyright.
Dedicado a:
Nagore, Alia, Charo, Marta, Marga,
Alicia, Lara, Atram, Johanna, Mellisa,
Karitha y a todas las chicas de Dark
Hunter Love, mi segunda familia.
Os quiero, chicas.
En el Presente
Nueva York.
N
—¿ o podíamos haber empezado por
la Acrópolis? —preguntó Lluvia
esperando junto a Nyxx el funicular que
ascendería por la colina Likavitos desde
cuya cima se conseguía una panorámica
estupenda de la ciudad—. Me gustan las
cosas rotas, Nyxx.
Nyxx se inclinó sobre ella,
revolviéndole el pelo antes de rodear sus
hombros con un brazo e indicarle el
recorrido de aquella cabina sujeta por
cables.
—No te quejes, ya hemos salido
bastante temprano para que tengas tiempo
de ver toda la ciudad, o al menos lo más
importante —aseguró y señaló la cima de
la colina—. Desde allí arriba podrás ver
la Acrópolis y prácticamente toda la
ciudad de Atenas. Después
descenderemos a pie, y podrás sentarte a
hablar de filosofía o botánica con cada
planta y flor del camino.
Lluvia se sonrojó al recordar que
aquello era exactamente lo que había
hecho el día anterior. Sus mejillas
ganaron intensidad ante el recuerdo del
día que Nyxx le había obsequiado, el que
había comenzado con la transformación de
aquel hermoso lobo en el hombre que
ahora le rodeaba los hombros con el
brazo y que le había hecho el amor con
tanta pasión y suavidad sobre la tierra
fértil del Santuario de Dodona, que no
estaba segura de si podría volver a ser
nunca la misma.
El lobo la había hecho sentirse
necesitada, había disfrutado de sus
correteos e incluso de sus lametones, pero
eso era algo que ni loca confesaría a su
amante, entonces él había estado allí,
agradeciéndole a ella, ¡a ella! por su
aceptación de lo que él era, por la forma
en la que se mantenía a su lado a pesar del
miedo que sabía tenía. Nyxx la había
tumbado allí mismo, en la mullida hierba
iluminada por la tenue luz de los faros, se
había inclinado sobre ella, manteniendo
su peso sobre un codo y había estirando la
mano hacia su audífono con obvia
intención de quitárselo.
—No —lo había querido detener ella
—. Nyxx, no oigo sin él.
—Shhh —le susurró acariciándole la
nariz—. No necesitas oír, solo sentir…
Lluvia se mostró nerviosa cuando él
desconectó el aparato y se lo sacó
dejándola nuevamente en su sordo mundo.
Una solitaria lágrima se escurrió por su
mejilla pero no llegó a tocar el suelo pues
él la atrapó con sus labios. Ella miraba
sus labios pero él no decía una sola
palabra, solo bajó sobre ella y se la
comió con los ojos, deslizando sus manos
por su cuerpo, por encima de su ropa
mientras la acariciaba y la besaba con
ternura, tomándose su tiempo.
Lluvia se estremeció cuando él llevó la
mano hacia su suéter y se movió lo
suficiente para tomar la tela y tirar de
ella, sacándoselo por la cabeza, dejándola
solamente la blusa que llevaba debajo la
cual se metía por dentro de sus pantalones
vaqueros.
Se estremeció y abrió la boca, no
estaba segura de si salió sonido alguno de
sus labios por qué no lo oyó.
—Nyxx… estamos al aire libre… —
murmuró con inseguridad en sus palabras.
Él solo le sonrió y bajó su boca para
reclamar la suya en un húmedo beso
mientras sus manos trabajaban en los
botones de su blusa desabotonando uno
por uno dejando su cálida piel expuesta al
frío de la noche. El calor empezó a
extenderse por su cuerpo, la excitación
empezó a dar paso a la profunda
necesidad que nacía entre sus muslos y su
boca se convirtió en un sendero de fuego
que iba dejando llamas por su piel.
Nyxx dejó su boca para lamer su
camino tras cada botón que era desatado,
la necesitaba tanto como su lobo, él había
sentido la necesidad del animal por
marcarla como suya, la necesidad que se
hacía tan suya que no sabía a quien
correspondía cada pensamiento. Ahora
mismo los dos eran uno solo con una
misma idea en mente, hacer suya a esa
pequeña hembra que había demostrado no
temer a ninguno de los dos. Su polla
empujaba pulsante contra sus pantalones,
el cambio siempre lo dejaba excitado
pero los juegos previos que había tenido
con ella en su forma de lobo, el sabor que
había probado a través de los sentidos del
can, le habían dejado necesitado, la
ansiaba, así como ansiaba tomarse su
tiempo, quería disfrutar de ella, que ella
disfrutase de él. Había visto el temor y la
incertidumbre en la mirada de Lluvia
cuando vio que le retiraba el aparato de
su oído y más que nunca estuvo decidido a
hacerlo. Quería enseñarle que el mundo
era mucho más que sonidos y por todas
las almas del purgatorio, que esa noche no
dejaría que le quedase duda alguna. Ella
era hermosa, preciosa para él tanto si oía
como si no.
Sus labios encontraron el montículo de
sus pechos, acunados por el encaje del
sujetador, lo lamió por encima de la tela,
con lentos y deliberados lametones que la
hicieron temblar bajo sus manos. Su mano
derecha había terminado de desabotonar
los botones de la blusa y ahora se
entretenía acariciándole el vientre,
haciendo círculos sobre su pequeño
ombligo, disfrutando de la ligera
curvatura de su vientre, de la suavidad de
su piel mientras deslizaba la lengua al
borde del encaje del sujetador y lo seguía
hasta el otro pecho. Lluvia se encorvaba
bajo él, arqueando la espalda y haciendo
ascender sus pechos. Se estaba excitando,
él podía oler ya su miel llenando su sexo,
mojando las braguitas que serían del
mismo encaje de aquella pequeña pieza
que cubría sus pechos y el saber que era
por él lo hacía excitarse aún más. Los
pequeños pezones que tanto le gustaba
chupetear se erguían contra la tela,
orgullosos y atrayentes, una tentación que
no pensaba dejar pasar.
Ella gimió cuando él bajó la boca sobre
sus pechos succionando al cálido interior
de su boca uno de sus pezones. Sus manos
habían estado extendidas a ambos lados,
hundiéndose en la suave hierba,
acariciando con las yemas de los dedos la
tierra bajo ellos, conectándose con ella,
sintiendo el latido y el poder entrar en su
cuerpo haciéndola consciente de muchas
cosas y aumentando su sensibilidad. Podía
sentir el disfrute masculino casi tan
claramente como el suyo propio, podía
sentir el gimoteo de placer del lobo
fuertemente unido a Nyxx y el saber que
aquello era provocado por ella la derritió
por dentro, haciendo que se mojara aún
más.
Nyxx sintió el cambio pero no se
detuvo, había sangre poderosa corriendo
por las venas de su compañera. De algún
modo Lluvia estaba conectada con la
tierra, con los árboles y las plantas y
aquella conexión se había ampliado
saliéndose de los límites en Dodona,
como si la tierra del Santuario estuviese
dando la bienvenida a una hija largamente
perdida.
Deslizó la mano hacia abajo,
encontrando el botón de sus vaqueros y lo
desabrochó, sus dedos se hundieron por
debajo del elástico de sus braguitas,
acariciando los suaves rizos hasta
encontrar los húmedos pliegues que
guardaban la más dulce de las entradas.
Muy suavemente deslizó uno de sus largos
dedos hasta encontrar la pequeña
protuberancia que encendería su deseo a
picos imposibles, una sonrisa lobuna
curvó sus labios cuando la encontró y
empezó a masajearla, arrancando
ahogados jadeos de la boca de Lluvia
quien apretó las piernas para mantener su
mano allí, haciendo que se ampliara el
placer.
“Ábrete para mí”
Nyxx dejó salir la sensual orden casi
sin darse cuenta, recordando tardíamente
que ella no tenía la facultad de conectarse
con él de esa manera.
“Ella se conectó con nosotros” Le
recordó su lobo oportunamente. Sí, ella le
había escuchado cuando estaba en forma
de lobo, pero ahora… Lluvia relajó sus
muslos y se entregó a él mientras
suspiraba su nombre.
“Lluvia, ¿puedes oírme, mikrés?”
Probó nuevamente, su mano nunca dejó de
moverse en el interior de su pantalón,
como tampoco lo hizo su boca sobre el
crecido pezón.
—Sí… —jadeó ella sin ser consciente
de estar hablando en voz alta.
Nyxx sonrió para sí y dejó que el
húmedo pezón se deslizara de su boca
para ascender por su cuerpo y mirarla a
los ojos, unos ojos marrones con motas
doradas que estaban completamente
oscurecidos por el deseo. Él bebió de su
mirada antes de descender sobre su boca
y mordisquearle los labios. No necesitaba
coaccionarla para que abriera la boca, sus
pequeños jadeos lo hacían por ella y no
dudó en hundir la lengua y hacerla rodar
contra la de ella, gimiendo ante su sabor
mientras apretaba y alzaba las caderas
contra su mano.
Ella rompió el beso solo para tomar
aire y mirarle a través de sus tupidas
pestañas, una de sus manos dejó la hierba
y subió a su rostro acariciando su
barbilla, pasando las yemas de los dedos
por su barba en una tierna caricia.
—Te quiero… —la oyó susurrar antes
de que ella misma se apretase contra él
para recuperar su boca y chupar su lengua
con timidez, ganando confianza a medida
que él gemía en respuesta.
El lobo aulló en su interior, febril, tanto
o más que él ante la sincera y tímida
declaración de ella. Lluvia lo quería. Una
cálida tranquilidad y aceptación inundó a
Nyxx que volvió a hundirse en ella con
renovadas ansias haciendo que la ropa
que los cubría a ambos desapareciera con
un solo pensamiento.
Su sexo saltó ahora libre de
restricciones, acunándose contra la cadera
femenina. Lluvia jadeó cuando sintió la
gruesa y larga vara frotándose contra el
muslo mientras Nyxx se movía y deslizaba
la lengua por su cuello, lamiéndola,
mordisqueándola mientras su mano
trabajaba entre sus piernas y la otra
atormentaba sus pezones. Su boca pronto
sustituyó a la mano chupando ávidamente
de sus pechos, amamantándose con
glotonería solo para prodigarle suaves y
lentas caricias después.
Lluvia empezó a moverse inquieta bajo
él, su cabeza echada hacia atrás, sus
brazos estirándose sobre la fresca hierba,
un agradable contraste contra su
enfebrecida piel. Estaba desesperada,
ardiendo, le necesitaba con
desesperación.
—Nyxx… por favor —gimoteó
lanzando la cabeza de un lado a otro, sus
manos volando hacia la ancha espalda de
él al tiempo que sus piernas se extendían
ahora libres de las restricciones de la tela
—. Te necesito… por favor…
Como toda respuesta él sacó la mano de
entre sus piernas y se alzó sobre ella,
lamiéndose los dedos que habían estado
en su interior, saboreándola mientras ella
lo miraba embelesada, totalmente perdida
en las profundidades de sus ojos verdes.
—Os necesito… —murmuró
estirándose bajo él, arqueando su cuerpo
femenino y cálido contra el suyo—, a ti…
al lobo… todo lo que eres… te necesito.
El lobo aulló en respuesta a su petición
delirante, ante la aceptación de ella, y ese
mismo delirio fue el que sintió Nyxx ante
sus palabras y la desnuda sinceridad y
necesidad que leyó en sus ojos. Ella lo
estaba aceptando por completo, sin
reservas, aceptaba su maldición, lo
aceptaba a él. En todos los siglos que
había vivido desde su maldición, jamás
pensó que podía llegar a pasar algo así,
que encontraría a su compañera y que le
aceptaría por completo. Había tenido
demasiado miedo de que eso sucediera,
después de todo, era una Gypsy y sería un
estúpido si volvía a caer nuevamente en el
mismo error, pero Lluvia… Era pura, no
había malicia en ella, ni artimañas, era tan
transparente y tierna que no concebía que
supusiese un peligro para ella. Y la
amaba… Por todas las almas, cómo la
amaba.
Bajó la cabeza sobre su rostro y volvió
a besarla, la frente, los ojos, su pequeña
nariz, los labios. Sus manos se deslizaron
sobre sus muslos, separándolos aún más
para hacerse sitio, llevándose a sí mismo
a la entrada femenina, anhelando poseerla,
marcarla como solo él podría hacerlo,
como ambos podrían hacerlo. Tomó su
muslo alzando la pierna femenina sobre su
cadera mientras la acariciaba y se
introdujo poco a poco, permitiendo que lo
tomase poco a poco, sujetándola cuando
ella quiso empalarse por completo con él.
Necesitaba sentirla por completo, como
sus músculos internos se abrazaban a su
alrededor desesperados por ordeñarlo.
Finalmente todo su eje estuvo en su
interior, tan profundo que ya no era capaz
de distinguir donde empezaba uno y donde
acababa el otro. Se inclinó sobre ella,
apartándole el pelo del rostro y susurró
muy lentamente, marcando las palabras
con sus labios para que ella pudiera
leerlo tanto en sus labios como en sus
ojos:
—Te amo, Lluvia —le dijo con
suavidad—. Eres mía, nunca te dejaré
marchar.
Entonces empezó a moverse lentamente,
hundiéndose en ella solo para volver a
retirarse y volver a hundirse, tomándola
sobre la tierra que tanto le había dado y
tanto le había quitado. Como si ella
presintiese su dolor, se abrazó a él,
gimiendo y jadeando con sus embates
hasta que todo su mundo estalló y en sus
labios solo acudió su nombre. Nyxx no
tardó mucho en unirse a ella, explotando
en su interior, derramándose y marcándola
para siempre. Era su compañera, la única
y lo sería para siempre.
—¿Lluvia? —la llamó Nyxx.
Ella se sonrojó todavía más, su cara
ardiendo lo que atrajo una sonrisa irónica
a los labios de Nyxx quien la empujaba ya
hacia la fila del funicular, mientras le
susurraba al oído.
—¿En qué estabas pensando, mikrés?
Lluvia sacudió la cabeza, ni loca iba a
decírselo. Eso era lo que había ocurrido
la noche anterior, y prácticamente durante
todo el día. Nyxx le había hecho el amor
con ternura, le había dicho que la amaba,
y habían pasado el resto del día
vagabundeando por las inmediaciones del
santuario, disfrutando del día, de las
ruinas cuando llegaron las visitas y se
unieron a los guías y de su tiempo a solas,
correteando entre los árboles, mirando las
flores para retozar como dos adolescentes
calientes por los rincones. Aquel había
sido un recuerdo que Lluvia atesoraría
para siempre, pasase lo que pasase a
partir de ahora, nadie podría robarles
aquella noche.
—En nada que deba compartir contigo —
murmuró entrando en la enorme cabina
del funicular—. ¿Estás seguro de que esto
es seguro?
—Mientras no se rompa algún cable o se
estropee la polea —le respondió Nyxx
entrando tras ella.
Lluvia entrecerró los ojos y lo apuntó con
un dedo.
—Haz uno de esos comentarios mientras
estemos de camino —le dijo con mucha
suavidad—, y serás hombre muerto.
—Intentaré contener mi entusiasmo,
pequeña —le aseguró sonriendo con
divertida ironía.
Desde la cima del monte Lykavittos
podía verse una panorámica de la ciudad
de Atenas con el montículo de la
Acrópolis al fondo, era impresionante ver
como el verde salpicaba la ladera y se
entretejía entre los edificios y casas de la
ciudad. Desde aquella altura la ciudad era
algo realmente impresionante, una gran
urbe en la que sedaban cita la cultura y el
turismo.
—¿Son islas? —preguntó Lluvia
sujetándose el pelo con la mano, evitando
que le golpease en la cara. Desde aquella
altura, el aire se hacía presente.
—Son las islas de Salamina y Egina —
respondió Nyxx entrecerrando los ojos
para poder ver en el horizonte—. Una de
tantas.
—Me gustaría ver Delfos —aseguró ella
pensativa—. Aunque estoy segura que no
podría hacer sombra a Dodona.
Nyxx sonrió con diversión.
—Te ha conquistado el lugar.
Ella negó con la cabeza.
—No sé explicarlo, pero algo me
marcó allá arriba —aseguró mirándose
las manos. Había sentido la tierra, por un
momento, se había sentido conectada con
aquel lugar, más aún después de que
hubiesen hecho el amor.
Nyxx recogió su larga melena entre las
manos y se la retorció suavemente a la
espalda para que no le molestara. Ella se
volvió a medias y sonrió.
—Efaristo —le sonrió Lluvia habiendo
aprendido a decir “gracias”.
—Paracalo —le respondió Nyxx
inclinando la cabeza al tiempo que
tomaba su guía y consultaba el itinerario.
—¿Sabías que este monte recibió su
nombre por que en la antigüedad había
muchos lobos? Deberías sentirte como en
casa, Nyxx.
Él sonrió ante aquella comparativa.
—Sí, puedo sentir la llamada, mikrés
—se burló con ironía.
Ella sonrió y señaló la capilla
típicamente griega, con cúpula ovalada
sobre la que se alzaba una cruz y la planta
baja cuadrangular.
—Vamos a ver ese edificio antes de que
salga algún lobo de la zona y decidas irte
a corretear.
—Te llamaré para que vengas a jugar con
nosotros —le prometió Nyxx con una
mirada muy sensual.
Lluvia miró su reloj ahora adaptado al
horario del país y le dedicó una pícara
sonrisa.
—Son las once de la mañana, Nyxx,
hace menos de dos horas que te has
levantado de la… ¿Era la cama? ¿El sofá?
¿El asiento de atrás del coche?
Nyxx gruñó por lo bajo y se inclinó
sobre su oído, acariciándole el pabellón
de la oreja.
—No he oído que te quejaras ni en los
de delante, ni en los de atrás —le
respondió con un ronroneo perruno—.
Pero estoy abierto a reclamaciones…
La mirada de Lluvia bajó discretamente
a su entrepierna y se lamió los labios al
ver la evidente erección empujando contra
los vaqueros de color negro que se había
puesto.
—Abajo chico, todavía quiero ver la
Acrópolis, el Ágora y…
Nyxx la abrazó desde atrás haciéndola
reír. Los turistas que estaban cerca de
ellos sonrieron con indulgencia, haciendo
que ella se sonrojase.
—Deja de hacer eso, todos nos miran —
musitó sonrojada.
Nyxx aflojó su abrazo pero no la soltó.
—Siempre puedo arrastrarte a algún lugar
oculto y continuar con nuestra charla en
privado.
Ella sacudió la cabeza y señaló con su
guía el edificio.
—Allí, ahora —le dijo señalando el lugar
con su dedo índice—. Y no protestes.
Ante aquello Nyxx solo pudo gruñir
—De acuerdo, la espera solo hará el
tenerte finalmente más dulce —gruñó para
sí.
Nyxx era consciente de que su tiempo
estaba pasando rápidamente, le habían
concedido cinco días y ya había gastado
tres de ellos, mañana debería volver a
Nueva York y enfrentarse con el Juez. La
idea le producía cierta curiosidad, estaba
ansioso por saber que se le había ocurrido
a Shayler, no iba a permitir que el joven
juez o cualquier otro lo apartase ahora de
Lluvia, y si tenía que luchar contra ellos
para conservarla, lo haría. Sabía que la
muerte de aquel humano había complicado
las cosas, pero si se volviese a ver en esa
situación no dudaría en hacer lo mismo, y
esta vez no permitiría que el otro
indeseable se escapase, nadie amenazaba
a su compañera y quedaba con vida. Eso
le recordaba que tenía una pequeña cuenta
pendiente con Lyon, ese Guardián se
había pasado de la raya y Nyxx estaba
más que deseoso de decirle que podía
hacer con sus juguetitos.
Después de ver la pequeña capilla,
descendieron a pie por el Barrio
Loukianou el cual estaba circundado por
árboles y flores. Lluvia se había detenido
en innumerables ocasiones para oler las
plantas, o por el simple placer de
disfrutar del paisaje, no podía hacer más
que permitírselo, después de todo él
mismo disfrutaba de su compañía. El
cielo estaba totalmente despejado y el día
radiante, con una temperatura agradable
para el mes de Noviembre.
Lluvia parecía ser aficionada a los
bocadillos, o eso, o pensaba que el
detenerse a comer tranquilamente en un
restaurante lo arruinaría, ya que se había
negado cuando Nyxx se lo había sugerido
y en cambio había insistido en que
comprasen unos bocadillos y continuaran
hacia la Acrópolis. Estaba decidida a ver
las ruinas milenarias antes de abandonar
el país, de eso no había duda.
—Agapi, la Acrópolis no va a moverse
de ahí por que te detengas un instante y
comas tranquilamente —le aseguró Nyxx
tendiéndole un botellín de agua para bajar
el bocadillo que se estaba comiendo, o
quizás debiese decir, deborando.
Lluvia sacudió la cabeza.
—Estoy bien —aseguró ella tomando la
botella de sus manos—. Estoy
acostumbrada a comer mientras camino, te
asombraría la de calorías que quemas.
Nyxx prefirió no responder a eso, se
limitó a enlazar un brazo en su cintura y
tiró de ella deteniéndola.
—Llevas los últimos cuatro días sin
parar, durmiendo más bien… poco —
respondió con una mueca al darse cuenta
entonces de ese pequeño detalle. Ni
siquiera la había dejado descansar—.
Estás llevando un ritmo infernal, así que
vamos a sentarnos allí y comerás
tranquilamente.
Ella abrió la boca para protestar pero
Nyxx no le dejó.
—No, agapi —la interrumpió—.
Siéntate.
Lluvia suspiró, sabía que por mucho
que insistiera él no iba a moverse, y era
una formidable mole que mover, en caso
de querer intentarlo. Era muy consciente
de que no les quedaba apenas tiempo,
mañana se cumplían los cinco días de
plazo que había mencionado Nyxx y sabía
que debían volver, de un modo u otro y a
juzgar por el hecho de que no lo había
visto sacar ningún billete para Nueva
York, estaba segura de que viajarían de la
manera rápida. Tendría que procurar
mantener el estómago vacío.
—Mañana se cumplen los cinco días —
murmuró ella tomando asiento en un banco
de piedra al lado de una fuente—. ¿Qué
ocurrirá cuando volvamos?
Nyxx se sentó a su lado.
—Seguramente volverás a apropiarte de
algún macetero —le respondió él con
diversión.
Ella puso los ojos en blanco.
—Gracias por advertirme —respondió
con un mohín, entonces suspiró y miró
hacia delante, los edificios, la gente
paseando, los letreros en los autobuses—.
El tiempo ha pasado demasiado rápido y
ni siquiera sabemos como romper tu
maldición…
—Eso ya no importa —negó Nyxx
rodeándola con un brazo.
Ella se inclinó hacia delante y lo miró.
—Sí importa, Nyxx —respondió con un
gesto desesperado—, a mí me importa.
Quiero hacer esto por ti, pero no se como.
Nyxx se inclinó hacia ella, le acarició la
mejilla con los nudillos y le besó la
cabeza.
—Ya has hecho más de lo que pensé
que podría hacer nunca nadie por mí,
Lluvia —respondió mirando a su
alrededor—, has hecho que vuelva a
mirar esta tierra sin que el pasado empañe
mi visión, en cierto modo me has devuelto
mi hogar.
Ella bajó la mirada ante sus palabras,
todo lo que había hecho era permanecer a
su lado, quererlo, había sido el propio
Nyxx el que se había permitido dejar el
pasado atrás.
—Pero la maldición…
Nyxx le apartó el pelo del rostro y le
levantó la barbilla.
—Mi lobo y yo estamos demasiado
apegados —respondió él a modo de
broma—. No sé si ahora podríamos
soportar una separación, el divorcio
podría deprimirle…
Lluvia sacudió su cabeza.
—Nyxx, estoy hablando en serio —
protestó ella.
Nyxx le acarició el rostro y la atrajo hacia
él para besarla, entonces le confesó algo.
—No creo que se pueda romper ya la
maldición, Lluvia —aceptó a escasos
centímetros de su rostro—. Hay cosas que
tú no sabes.
Lluvia lo miró con tristeza.
—Pues cuéntamelas —le pidió con
angustia—. Quiero ayudarte Nyxx, pero
no sé como puedo…
—Mi alma no está completa —la
interrumpió.
Lluvia sacudió la cabeza.
—¿Qué quieres decir?
Nyxx tomó su mano en la suya y la
acarició, observando el bocadillo a
medio comer durante un momento.
—Exactamente lo que has oído, Mikrés
—respondió con un suspiro y alzó la
mirada hacia ella—. Tuve que entregar la
mitad de mi alma, y la de mi lobo para
poder salvar a alguien que era inocente.
Lluvia no podía creer lo que le estaba
diciendo. Era tan increíble.
—Pero… cómo… ¿Por qué?
Nyxx recordó aquel haciago día en el
que había apuñalado a Dryah, y lo que
tuvo que entregar a la Puerta para poder
salvar a su pequeña amiga. Aquella había
sido la primera vez que Nyxx había oído
la esencia misma de la Puerta de las
Almas, y su respuesta había sido clara, si
quería recuperar a su amiga, tendría que
entregar un alma a cambio, la suya.
—Soy Cazador de Almas, creí que
estaba haciendo mi trabajo y en cambio,
prácticamente entrego en bandeja el Fin
de los Tiempos —respondió haciendo un
mohín, al ver como habían cambiado las
cosas y cual había sido el destino de
Dryah. Su papel actual en el universo—.
Cedí la mitad de mi alma, y la de mi lobo
para traer a Dryah de vuelta.
—¿Dryah? —preguntó Lluvia
recordando a la muchacha rubia que había
venido con el a la tienda—. La chica
rubia con la que viniste a la tienda.
Nyxx asintió y la miró con ironía.
—Tuve que convencerla para que me
acompañase a la tienda, necesitaba una
excusa para poder acercarme a ti cuando
descubrí finalmente quien eras —aceptó
Nyxx con simpatía.
Lluvia se sonrojó. Nunca nadie había
hecho tanto por acercarse a ella.
Entonces, las palabras de Nyxx volvieron
a su mente, y su semblante cambio.
—Pero entonces… —negó ella.
Nyxx la atrajo hacia él.
—Nada, mikrés —negó acariciándole el
pelo—. Solo cómete el bocadillo para
que podamos continuar con tu paseo.
Lluvia se lo quedó mirando durante un
instante.
—¿Qué hizo que te convirtieses en un
Cazador de Almas? —le preguntó
entonces queriendo saber algo más de él.
Nyxx hizo una mueca y suspiró.
—Bueno, la misma noche en que la
Armaya cayó sobre mí, esa parejita que
conociste en tu piso, se presentó con
intención de llevarme hasta la puerta —
respondió él con un encogimiento de
hombros—. La cosa no salió como ellos
esperaban, los mantuve a raya durante
toda una noche, entonces amaneció y la
segunda parte de la maldición se hizo
realidad.
Lluvia lo miró esperando que se
explicara.
—¿La segunda parte de la maldición?
—preguntó sorprendida.
—Mi alma vagaría durante toda una
noche para volver a ser humano con el
comienzo del día —respondió él con
cierto tono de ironía en la voz—. Por
supuesto, el amanecer trastocó los planes
de mis compañeros y Seybin pensó que yo
sería un bonito añadido para su colección.
Él vio la rabia que había entonces en mi
interior y supo que me devoraría si no
hacía algo para sacarla, así que, me puso
una espada en las manos, me dio una
patada en el culo y me mandó a cazar.
Lluvia parpadeó un par de veces y
suspiró profundamente ante una de
aquellas respuestas para las que no tenía
nada que añadir, por más que lo intentara,
había cosas que todavía se le hacían
difíciles de digerir. Bajando la mirada al
bocadillo que todavía tenía entre manos,
dejó escapar la pregunta que la había
estado rondando últimamente.
—¿Qué ocurrirá cuando volvamos?
Nyxx bajó la mirada encontrandose con
los ojos marrones de ella.
—No te preocupes por eso.
Lluvia dejó escapar un resoplido e
insistió.
—Un poco tarde para eso. ¿Qué va a
ocurrir?
Él se encogió ligeramente de hombros y
decidió ser totalmente sincero.
—Imagino que tendré que oír al Juez y me
someteran a juicio.
Lluvia frunció el ceño.
—A juício, pero ¿por qué?
—¿Tan pronto has olvidado lo que
ocurrió en Central Park? —Nyxx esbozó
una sonrisa irónica.
Lluvia abrió desmesuradamente los ojos,
entonces apretó los puños y sacudió la
cabeza.
—Quebranté las leyes, mikrés —
continuó Nyxx con facilidad—. Se supone
que no podemos enfrentarnos a los
humanos, mucho menos matarlos… Por
mucho que se lo merezcan.
Lluvia se extremeció.
—Si no hubieses estado allí… él…
él… —Lluvia apretó los ojos y se levantó
como un resorte—. ¡No pueden acusarte
por eso! ¡No es justo! ¡No lo permitiré!
Nyxx sintió que se derretía por dentro
ante la firme y fiera defensa de su
compañera, por primera vez en su vida,
alguien estaba dispuesto a defenderle al
costo que fuera. Pero no iba a dejar que
nada le pasara, antes moriría que verla
herida.
—No pasará nada, el Juez es un hombre
justo —le aseguró Nyxx—. Todo se
resolverá.
Lluvia sacudió la cabeza y miró
directamente al hombre frente a ella.
—Iré contigo —respondió con rotundidad
—. Y no te atrevas a decirme que no.
Nyxx alzó las manos en señal de
rendición, no iba a discutir con ella por
eso.
Satisfecha con su respuesta, volvió a
sentarse y se dispuso a comer
tranquilamente, aunque ya podía ser arena
o pasto lo que se llevase a la boca por
que no se daría ni cuenta. Su mente estaba
trabajando ya en la manera de exculpar a
Nyxx, tenía que haber algo que pudiera
esgrimir ante el juez después de todo, lo
había hecho para protegerla.