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Música y psicoanálisis. La palabra, lo inconsciente.

Víctor Daniel Velasco Romo

Guadalajara, Jalisco, Octubre 2014. CONEFI UdeG

Hablar de música es difícil. Escribir sobre ella, peligroso y quizás inútil. Claro, esto no
es porque tenga que ver con lo incomunicable, con lo inefable, ósea, con los
sentimientos, con lo borroso, con el alma o lo vago del alma, o porque las palabras
que se utilicen al querer hablar de música, destruyan al expresarlo, todo ese conjunto
de movimientos afectivos, que genera la simple escucha del arte musical.

Al contrario, hablar de música es difícil ya que podría llegar a ser un pensamiento


más preciso que el pensamiento verbal, esto, dentro de la lógica de que llega a ser
mucho más riguroso hablar de aquello inefable como lo que produce la música en el
hombre, que la simple articulación de una lengua. Wittegnstein menciona que,
“Cuando uno no se esfuerza en tratar de expresar lo inexpresable, entonces nada se
pierde. Esto quiere decir que lo inexpresable está contenido inexpresablemente en lo
que es expresado”.

Por ejemplo, el silencio no se encuentra afuera, en la fragmentación de palabras o


en la falta de éstas, sino que ya es algo inexpresablemente expresado, en el sentido
que guardar silencio, es ya un proceso para la articulación de un discurso, o para que
el analista ponga palabras a algún impasse de su analizante. El silencio como lo
inexpresablemente expresado para expresar algo, o para que se exprese algo, llega a
ser un proceso punzante también para un artesano, el cual llega a guardar silencio
mientras da forma a la pieza artesanal, la cual terminara siendo un “producto”
meramente metalingüístico, entonces ¿El silencio es el comienzo para realización de
un producto metalingüístico? De ser así entonces, ¿habría que considerar a la música
como un producto metalingüístico?

Entonces de serlo, la música es un lenguaje que no miente, que no engaña, no


tiene piedad. Lleva al límite el lenguaje: “Incluso se puede decir que su dominio
comienza allí donde acaba el del habla, se presenta como un producto metalingüístico
sin palabras, el más fuerte, y el más directo”.

La música es al mismo tiempo lo más concreto, lo más material, y una de las artes
más inmateriales. Es también lo más carnal de las artes, por influir en el actuar del
hombre de manera psicosomática. Se produce aquí y ahora en el aliento, en los
músculos, en la fatiga, al igual que también produce felicidad o depresión.

A uno tal vez le gustaría pasar, prescindir de ella. Y sin embargo la música; es un
producto metalingüístico que atrapa. Uno no sabe por dónde, y se expande en lo que
se llama cuerpo, como el deseo, el cual es fundamental en la teoría psicoanalítica y
del cual nadie se ha librado. Pero ¿Desde cuándo? ¿Desde tiempos antiguos?

A partir del lenguaje oral el cual representa una experiencia natural del hombre, o
sea, a partir de que el hombre comienza a comunicarse de manera oral, emitiendo
sonidos de cualquier tipo mediante el habla, se considerada esto como una de las
primeras manifestaciones del arte musical, en este sentido, entre la música y el
hombre existe una antigüedad aproximada, por ejemplo, en la caza de animales,
donde se imitaban los sonidos de la naturaleza los cuales facilitaban la captura del
animal que asechaban. Dichos sonidos eran pobres en melodía, pero con ciertos
timbres y ritmos muy específicos.

El proceso de la articulación de sonidos mediante el habla, evoluciono a la


articulación de la palabra, la cual al igual que la música, ha sido considerada como
persuasiva y apaciguadora. En ambas se expresa el ser y la intimidad del hombre; en
la palabra hay tal fuerza al igual que en una melodía, que llegan como una flecha y
penetran hasta lo más profundo del alma de quien escucha.

Ahora, al igual que en la música como en la palabra, hay una experiencia


mediante el acto de escucha, esta experiencia de escucha ha sido descrita como una
virtud, la cual puede cambiar el corazón de todo hombre. La experiencia a partir de la
escucha de una melodía, o de la palabra, pueden deleitar al hombre y producir una
significación en su alma. Lo más asombroso de esto es, que no existe algún tipo de
formula determinada, ambas llegan y sucumben a nivel psicosomático al hombre.

Las sonoridades por medio del habla, desde la imitación de ciertos timbres y
ritmos de la naturaleza, hasta la articulación de la palabra, representan las primeras
manifestaciones del arte musical, como su génesis. En la palabra y en la música
existe una tonalidad. En ambas, tanto para el que la formula, como para el que las
escucha, experimenta movimientos afectivos. Ambas han sido utilizadas de manera
terapéutica y también se han situado las dos en una sola representación. Orfeo,
podría ser el claro ejemplo de una potencia artística al representar la música y la
palabra en un solo acto encantador; su lira en conjunto con sus oraciones, formaron
plegarías o relatos encantadores, generando una serie de fenómenos en el actuar del
hombre.

A partir de la escucha del arte musical, ¿se logran superar por un momento las
leyes de la naturaleza? Está arte ejerce efectos poderosos sobre el cuerpo, el alma y
la mente, ya sea de manera inmediata o residual, en éste sentido, las expresiones
sonoras de una melodía llegan a trastocar el carácter de las personas de manera
moderada o juiciosa, estimulante o exuberante, triste, pesada o relajada. Al igual que
en la sesión analítica donde la palabra es fundamental, y es génesis del arte musical,
tal vez no logre superar la leyes de la naturaleza, pero si suspenderlas, ya que la
palabra con su respectiva tonalidad también genera mediante la disposición a
escuchar del analizante, una serie de movimientos a nivel psicosomático; se entra
análisis de una manera, pero al término de la sesión tal vez no se valla igual.

Arístides Quintiliano, denomino “pasiones” a los fenómenos del arte musical que
se manifiestan en el actuar del hombre: las cuales son expresiones que se
manifiestan de manera clara en estados afectivos, exhibiéndose de un modo intenso
como si algo poseyera al hombre, o como pequeñas epilepsias que serían
equivalentes a pequeñas muertes en dicha experiencia.

Entonces, la música concebida como algo valioso, y con una gran capacidad para
despertar y complacer la regulación del alma, también ha sido considerada como el
arte de la musas, la cual da orden a los sonidos en el tiempo, e inclusive en textos
antiguos como la Odisea y la Ilíada, el arte musical también es expuesta de manera
preponderante, por influir en el actuar del hombre como una experiencia catártica.

La catarsis también puede ser inducida en el analizante mediante la palabra


durante la sesión analítica, generando así, una serie de movimientos afectivos.

En la escucha analítica al igual que en la escucha musical, es escuchar a la vez,


indisociables, sonidos y sentidos, eso que se llama un canto, alegría o lamento. El
timbre estruendoso o velado, la intensidad, el ritmo agotado o maniaco, la frase
desligada o ligada, que no son exteriores a lo que se dice, sino que son lo que se
dice.

En el análisis, las palabras tienen a veces el mismo poder de disonancia y


producen una sensación de que algo no significa falso, sino de que adquiere su
sentido en otra parte. Algo que no se comprende es de hecho comprensible en otra
parte, y de otro modo. La interpretación del psicoanalista podría recordar lo que se
dice en la armonía clásica, a propósito de las disonancias:

 Hay que prepararlas, dejar que se oiga la nota peligrosa, falsa, en un primer
acorde en el que es consonante, luego, manteniéndola en su lugar, variar en
torno a ella, y cambiar ese acorde por otro que ella subvierte.

 Estas disonancias hay que resolverlas, y hacer que la armonía se traslade a


partir de su posición inestable hacia un sonido que restablezca la consonancia.

La similitud que existe tanto en la música como en el psicoanálisis es difícil de


escribir. No porque la palabra arruine lo que pasa ahí, sino que hay algo inefable en
ambas. La sesión analítica al igual que una melodía llegan a mover en el hombre una
serie emociones, como; conmocionar, emocionar, producir rebelión, sentimientos de
poder, de amor, de ternura, de tristeza o alegría, e inclusive de miedo o de evocación
de lo siniestro. En la sesión analítica el poder reside en la palabra y como se
mencionó anteriormente en la palabra hay música, hay una tonalidad. Ambas tienen el
poder para sucumbir el corazón del hombre.

La sesión analítica al igual que la música genera en el hombre una significación a


partir de la escucha, ya que a partir de la escucha se interpreta, se captan
disonancias, contradicciones, turbulencias y movimientos inesperados entre nuestro
pensamiento y el discurso articulado.

Tanto el psicoanálisis y la música llegan a representar lo que no es representable,


vivencia y/o experiencia que es latente tanto de manera psíquica y corporal, la cual
evoca pasiones, recuerdos y sentimientos, e incluso hace que surja lo inconsciente y
cura lo no reconocible.

El arte, es una actividad que devela un saber inconsciente, pero cualquier


concepción simbólica-materialista, ósea, la producción de bienes simbólicos a partir
de fenómenos inconscientes, ha de ser concebido como un “trabajo del inconsciente”.
Entonces, no será apto solamente aquel inconsciente que produce lo que se conoce
como arte, y tampoco será apta la persona que aprecia o reflexiona a partir de alguna
representación artística, para así ser acreedor de un inconsciente cualitativamente
más rico y profuso, que un inconsciente burgués empobrecido por su rígida estupidez
y por su impulso cuantificador.
Al contrario, si tomamos en cuenta lo que plantean las primeras líneas del
marxismo lacaniano de David Pavón-Cuéllar, habría entonces que levantar con
ímpetu los “fenómenos inconscientes”, los cuales han perdido el valor que
anteriormente se les era otorgado, y los cuales no solo se encuentran sublimados en
el arte musical u otras artes, y los cuales no solamente emergen en quienes también
las aprecian, sino que también son latentes en las labores del proletario, del artesano,
de un jornalero, de un agricultor o un apicultor; labores que son tan dignas de apreciar
al igual que un contrapuntístico trabajo intelectual, o una bella pieza de Bach.

Si llegamos a considerar el acto artístico como una producción del inconsciente,


habría que revalorar la producción del inconsciente, y cuestionarnos si en la
actualidad hay una desvalorización del arte o de los fenómenos inconscientes.

Lo inconsciente concebido, de alguna u otra manera en cualquier actividad


humana, es porque en dicha actividad se obedece a una especie de saber
inconsciente, como un habla que impregna en todos los aspectos, y al ser sujetos
discursivos hay palabras, de las cuales, la música emergió, y en la cual hay un saber
inconsciente, y un significante, por ende toda materia que trasciende el lenguaje es
música, y es arte.

En honor a los estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal de Ayotzinapa;


por que levantaron la voz y donde hay voz hay palabra, y la palabra tiene tonalidad al
igual que la música, y ahí es donde ésta el arte.
Referencias bibliográficas

Cruz, M. (2012). Algunas composiciones sobre la composición lirica y musical en


psicoanálisis. México: UNAM.

Pavón-Cuéllar, D. (2014). Elementos políticos de marxismo lacaniano. México:


Paradiso Editores.

Enrique, O. (2005). Música y psicoanálisis: cuestiones de oreja. Argentina;


Universidad John F. Kennedy.

Lain, P. (2005). La curación por la palabra en la antigüedad clásica. Barcelona:


Anthropos.

Nietzsche, F. (2010). El nacimiento de la tragedia. México: TM.

Rowell, L. (1999). Introducción a la filosofía de la música. Barcelona: Gedisa.

Schneider, M. (2002). Músicas nocturnas. El lado oculto del lenguaje musical.


Barcelona: Paidos.

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