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Hablar de música es difícil. Escribir sobre ella, peligroso y quizás inútil. Claro, esto no
es porque tenga que ver con lo incomunicable, con lo inefable, ósea, con los
sentimientos, con lo borroso, con el alma o lo vago del alma, o porque las palabras
que se utilicen al querer hablar de música, destruyan al expresarlo, todo ese conjunto
de movimientos afectivos, que genera la simple escucha del arte musical.
La música es al mismo tiempo lo más concreto, lo más material, y una de las artes
más inmateriales. Es también lo más carnal de las artes, por influir en el actuar del
hombre de manera psicosomática. Se produce aquí y ahora en el aliento, en los
músculos, en la fatiga, al igual que también produce felicidad o depresión.
A uno tal vez le gustaría pasar, prescindir de ella. Y sin embargo la música; es un
producto metalingüístico que atrapa. Uno no sabe por dónde, y se expande en lo que
se llama cuerpo, como el deseo, el cual es fundamental en la teoría psicoanalítica y
del cual nadie se ha librado. Pero ¿Desde cuándo? ¿Desde tiempos antiguos?
A partir del lenguaje oral el cual representa una experiencia natural del hombre, o
sea, a partir de que el hombre comienza a comunicarse de manera oral, emitiendo
sonidos de cualquier tipo mediante el habla, se considerada esto como una de las
primeras manifestaciones del arte musical, en este sentido, entre la música y el
hombre existe una antigüedad aproximada, por ejemplo, en la caza de animales,
donde se imitaban los sonidos de la naturaleza los cuales facilitaban la captura del
animal que asechaban. Dichos sonidos eran pobres en melodía, pero con ciertos
timbres y ritmos muy específicos.
Las sonoridades por medio del habla, desde la imitación de ciertos timbres y
ritmos de la naturaleza, hasta la articulación de la palabra, representan las primeras
manifestaciones del arte musical, como su génesis. En la palabra y en la música
existe una tonalidad. En ambas, tanto para el que la formula, como para el que las
escucha, experimenta movimientos afectivos. Ambas han sido utilizadas de manera
terapéutica y también se han situado las dos en una sola representación. Orfeo,
podría ser el claro ejemplo de una potencia artística al representar la música y la
palabra en un solo acto encantador; su lira en conjunto con sus oraciones, formaron
plegarías o relatos encantadores, generando una serie de fenómenos en el actuar del
hombre.
A partir de la escucha del arte musical, ¿se logran superar por un momento las
leyes de la naturaleza? Está arte ejerce efectos poderosos sobre el cuerpo, el alma y
la mente, ya sea de manera inmediata o residual, en éste sentido, las expresiones
sonoras de una melodía llegan a trastocar el carácter de las personas de manera
moderada o juiciosa, estimulante o exuberante, triste, pesada o relajada. Al igual que
en la sesión analítica donde la palabra es fundamental, y es génesis del arte musical,
tal vez no logre superar la leyes de la naturaleza, pero si suspenderlas, ya que la
palabra con su respectiva tonalidad también genera mediante la disposición a
escuchar del analizante, una serie de movimientos a nivel psicosomático; se entra
análisis de una manera, pero al término de la sesión tal vez no se valla igual.
Arístides Quintiliano, denomino “pasiones” a los fenómenos del arte musical que
se manifiestan en el actuar del hombre: las cuales son expresiones que se
manifiestan de manera clara en estados afectivos, exhibiéndose de un modo intenso
como si algo poseyera al hombre, o como pequeñas epilepsias que serían
equivalentes a pequeñas muertes en dicha experiencia.
Entonces, la música concebida como algo valioso, y con una gran capacidad para
despertar y complacer la regulación del alma, también ha sido considerada como el
arte de la musas, la cual da orden a los sonidos en el tiempo, e inclusive en textos
antiguos como la Odisea y la Ilíada, el arte musical también es expuesta de manera
preponderante, por influir en el actuar del hombre como una experiencia catártica.
Hay que prepararlas, dejar que se oiga la nota peligrosa, falsa, en un primer
acorde en el que es consonante, luego, manteniéndola en su lugar, variar en
torno a ella, y cambiar ese acorde por otro que ella subvierte.