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Las fronteras del lenguaje: cuerpo y discurso

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Autor: Leonardo Leibson

Presentación

“Cuando se trata de estructurar, de hacer funcionar por medio de símbolos la relación sexual, ¿qué es lo que la
obstaculiza? Es que el goce se entromete. ¿Se puede tratar el goce sexual directamente? No, y por eso está la
palabra. El discurso comienza porque hay hiancia. No puedo quedarme acá, quiero decir que rechazo toda
posición de origen y que después de todo nada nos impide decir que la hiancia se produce porque el discurso
comienza. Para el resultado da lo mismo . Lo cierto es que el discurso está implicado en la hiancia (…)”
J. Lacan, 17/3/71

Plantear que hay un afuera del lenguaje implica hablar de la dialéctica entre el lenguaje y el cuerpo y de lo que esta dialéctica va arrojando (más que
produciendo) en su acontecer sincrónico y diacrónico: un sujeto (que no es la persona ni la conciencia) y una corporeidad (que no se reduce a la imagen
unificante). Afuera del lenguaje es tanto un sitio como un tiempo.

Pascal Quignard nos habla de “ la experiencia concreta de lo indecible ”, cuando la palabra queda en la punta de la lengua y no llegamos a formularla. Lo
describe como un evento casi extático, aureolado de cierto malestar angustioso. Esta experiencia, nos dice, “ nunca es vaga ”. Impacta puntual y
materialmente. Nos hace sentir el exilio que habitamos en tanto sujetos de y a un lenguaje del que no somos dueños. Un lenguaje que viene de afuera y
que también puede dejarnos afuera. Como dice Quignard:

“ La palabra (nom) en la punta de la lengua nos dice que el lenguaje no es en nosotros un acto reflejo (…) Que el
lenguaje en nosotros es adquirido, eso quiere decir: podemos conocer su abandono”. “La falta del lenguaje en los
hombres es primera. Precede al objeto perdido; precede al mundo”.

Por esto, la experiencia con el lenguaje es también la experiencia de sus límites. La palabra que falta, aunque esté en la punta de la lengua, es una forma
de esto.

La pregunta por el afuera del lenguaje es, en esta dialéctica, la pregunta por los efectos del lenguaje en el cuerpo -comenzando por la constitución del
cuerpo en tanto tal- y de cómo esos efectos podrán decirse, de distintos modos, por distintos caminos.

Idea clave 1
Si el psicoanálisis es una praxis del lenguaje, lo es también de estos efectos que se presentan como
obstáculos bajo las múltiples y a la vez monótonas formas del malestar. Pero que de esto nada sabríamos si no
hubiera una diferencia entre lo dicho y el decir.

Una lógica de la enunciación

Giorgio Agamben , comentando el método que M. Foucault propone a partir de La arqueología del saber , destaca su coincidencia con lo que
Benveniste , en esa misma época ( circa 1969), planteara acerca de la “semántica de la enunciación”. Lo cual, señala Agamben, es una extraña aporía
dado que:

“ si la enunciación no se refiere al texto del enunciado, sino al hecho de que tenga lugar, ¿en qué sentido es posible
hablar de una “semántica” de la enunciación? ”. Y agrega: “¿no representará la enunciación la identificación de una
dimensión no semántica en el lenguaje ?”.

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Idea clave 2
La enunciación no se refiere a un texto sino a un puro acontecimiento, hecho de lenguaje: que el lenguaje
tenga lugar o más bien que pase por un lugar dejando marcas de un sujeto, que no es el del enunciado sino
que se constituye en el acontecimiento mismo, entre el enunciado y la enunciación.

Volviendo a Foucault y su programa, dice Agamben:

“ Frente al sistema de las ciencias y la multiplicidad de saberes que definen, en el interior del lenguaje, frases,
proposiciones dotadas de sentido y discursos más o menos bien formados, la arqueología reivindica como territorio
propio el puro tener lugar de estas proposiciones y de estos discursos; es decir, el afuera del lenguaje, el hecho bruto
de su existencia ”. (El subrayado es del autor)

Para el psicoanálisis, en este tener lugar del decir, la transferencia es lo que hace lugar donde se despliegan la demanda y la interpretación, donde se
efectúa la transmisión que causa un resto intransmisible.

Lo que queda afuera del lenguaje es el acontecimiento de que habrá habido un sujeto encadenado al lenguaje: “ Que se diga resta olvidado tras lo que se
dice en lo que se escucha. ”

Un sujeto que puede ser planteado como “ la inexistencia en cuyo vacío prosigue sin tregua el difundirse indefinido del lenguaje ” (dice Foucault, citado por
Agamben en pág. 147). Un sujeto que es pura función, insustancial.

Vemos cómo la lingüística y la filosofía del lenguaje pueden arribar a esta conclusión y ofrecérsela al psicoanálisis, no sin considerar que sin el
psicoanálisis probablemente jamás habrían llegado a esa conclusión. A su vez, el psicoanálisis puede tomar esta afirmación y de hecho que Lacan así lo
hizo.

Plantear un sujeto de lenguaje, insustancial, sin embargo no deja de acarrear ciertos problemas al psicoanálisis en tanto práctica, dado que tanto el horror
como el pánico, o la angustia o el síntoma –para no mencionar, sintéticamente, a la sexualidad en tanto tal- no son insustanciales, no son incorporales (en
el sentido de los estoicos). No son sin cuerpo.

Idea clave 3
Pero a la vez, la práctica del psicoanálisis nos obliga a plantear un cuerpo que no podría ser ajeno a las
vicisitudes de la subjetividad. Y una de esas vicisitudes, de suma actualidad, es el arrasamiento subjetivo: la
aniquilación, el exterminio de la enunciación.

Proponemos llamar a esto: la catástrofe.

La catástrofe se impone en el cuerpo e impone al cuerpo en su dimensión más cruda de necesidad biológica: necesidad imposible, pero real. Imposible por
real. Si eso se impone (y esto es un hecho político del lenguaje porque es un modo y un efecto del ejercicio del poder) el vacío en el que el sujeto podría
alojarse es anulado. Se borra la enunciación y queda abolido así el afuera del lenguaje. Todo es lenguaje y no hay lugar para que tenga lugar la
enunciación. Retomaremos esto más adelante, a propósito de la particularidad del testimonio.

Idea clave 4
La catástrofe descoyunta la trama entre lo simbólico y lo imaginario que enmarca en hueco a lo real como
imposible de decir y de escribir.

De ahí que este afuera del lenguaje pueda y requiera ser considerado como un hecho también clínico. Es condición para que un sujeto tenga lugar en el
lenguaje. Con las consecuencias que esto lleva sobre el cuerpo.

Idea clave 5
El cuerpo es impuesto en el momento de la catástrofe y las consecuencias en la subjetividad retornan sobre el
cuerpo, que entonces se convierte, a su pesar, y a pesar incluso de los mecanismos biológicos, en un
testimonio mudo o más bien en un recordatorio sin texto de la catástrofe subjetiva.

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Silencio, medicina trabajando

“Cnl. KURTZ:
It's impossible for words to describe what is
necessary to those who do not know what horror means.
Horror. Horror has a face...And you must make a friend of horror.”

(de Apocalypse now , John Milius y Francis Coppola )

Lo catastrófico deja sus marcas y con estas marcas se construyen cuadros clínicos. Se pueden agrupar una serie de designaciones nosográficas,
caracterizadas por esa mudez que mencionábamos. Sin pretender introducir ninguna nueva nosología, citaré a los “ataques de pánico”, las enfermedades
llamadas “psicosomáticas” (alineables con lo que Freud llamara “neurosis actuales”, con su correlato de “insuficiencia psíquica”), ciertas formas de la locura
(no siempre sinónimo de psicosis). Esta lista podría extenderse, sin olvidar que nunca es ajena la denominación de un cuadro al modo de respuesta que se
propone para él.

Por ahora, propongo un breve recorrido por las “locuras” y esos modos de respuesta tratando de ubicar en ese diálogo extraño los efectos sobre la
enunciación.

Si hay en la locura irrupción del lenguaje, la locura muestra esa irrupción de la manera más descarnada. Una irrupción que toma la forma de una respuesta
anticipada a una pregunta que no llega a formularse y que deja a un sujeto en la inermidad de no poder hacerse responsable, a pesar de lo cual se ve
obligado a hacer algo con esa respuesta para no quedar aplastado por ella, a defenderse, a realizar un trabajo en el cual intentar consistir, aun al precio
más alto. Y ese trabajo, si bien es corporal, no puede ser realizado, planeado y efectuado sino en y con el lenguaje.

Que el lenguaje sirva para defenderse de los ataques del lenguaje, y que el cuerpo no sea sólo el territorio de esa batalla sino también la herramienta y el
blanco nos lleva a preguntarnos: ¿qué diferencia hay ahí entre “el lenguaje” que se impone y “el lenguaje” cuando sirve para defenderse? ¿Cuál es la
dimensión del lenguaje que se nos muestra gracias a los testimonios de la locura?

Porque, y al mismo tiempo, la locura implica la imposibilidad para un sujeto de encontrarse en el texto que produce. Hay ahí una imposibilidad de lectura en
tanto no puede registrarse la distancia entre lo dicho y el decir.

Al quedar detenido en la certeza que no se dialectiza, en lo que aparece como holofrase, no se vislumbra ahí una abertura, una hiancia entre el lenguaje y
lo que quedaría afuera. El sujeto no puede encontrarse, construirse en la lectura (o sea, en la interpretación) de lo que dice, de lo que en él se dice, de lo
que se dice a través de él, de lo que se dice de él. Queda mudo y ciego frente al jeroglífico que, en cierto modo, no le dice nada.

Idea clave 6
Ahí no falta la palabra, no hay "palabra en la punta de la lengua", el lenguaje no desfallece. Lo que sí desfallece,
hasta derrumbarse, es el cuerpo, la razón de la imagen, la posibilidad misma de afirmarse como sujeto. Cuando
el cuerpo se convierte en puro significado (holofrásico, unívoco, sin enunciación), funciona como si no hubiese
nada perdido ahí, como si el goce no existiese.

La locura se comporta ahí como la ciencia (al menos la ciencia médica): no considera la ex -sistencia del goce como imposible. Que se lo padezca no
quiere decir que se lo admita, o sea que se le haga lugar en y con el discurso. Esto no hace que el goce sea ni más loco, ni más real ni mucho menos más
posible. Hace que no haya modo de negociar con esa imposibilidad.

Así, la existencia se convierte en padecimiento que anonada al sujeto hasta llegar a aniquilarlo como tal (recordemos no sólo el pasaje al acto en el que
alguien cae -más que se arroja- de la escena del mundo, sino también la caquexia vesánica, ese dejarse morir, tan incomprensible o más para quienes lo
observan, y que nos podría llevar a un punto de juntura entre la locura y el llamado "musulmán" de los campos de exterminio). Intentaremos retomar algo
de esto luego, al hablar del testimonio.

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El enrollamiento de la significación sobre sí misma opacifica más aún y cada vez más el posible, el necesario vacío de sentido. A veces queda especificado
como falta de sentido común y se convoca a la ciencia para que lo resuelva, para que rellene esa carencia, enderezando el sentido, mancomunándolo.
Pero la ciencia médica, su discurso, no puede poner en juego la disyunción entre saber y verdad, entre dicho y decir, con lo cual queda en posición
simétrica al loco (que está tomado por un saber que es verdad), reforzando y reafirmando su locura.

Idea clave 7
Por eso la ciencia (sea mediante la operación diagnóstica al estilo del DSM, sea por la acción farmacológica, o
la psico-educativa) no cura (algo que en sí es más bien del orden de lo incurable) pero sí realiza una acción:
silencia. Donde silenciar equivale a sellar esa abertura entre enunciado y enunciación.

Silenciar el síntoma (o sea el modo de decir de ese sujeto acerca de su modo de constituirse) está en la línea de la solución, de la "solución final".

El testimonio, necesariamente impreciso

Podemos evocar aquí, aunque pueda parecer un tanto forzado, el modo de silenciamiento utilizado por el nazismo que en el libro La Shoah en el siglo se
desarrolla como el uso del eufemismo . Los autores lo plantean como “ la pretensión de establecer una operatoria entre símbolos de referente cierto
(símbolos y no significantes) que eliden el punto en que algo de lo real hace tope ”.

Esto, dicen, es homólogo con el exterminio “ como único modo de sostener el fenómeno como positividad por fuera del discurso ”, como “ símbolo puro ”
que intenta “ eliminar lo real mismo en aras de un universo puramente simbólico ”. También agregan: " El eufemismo no tiene posibilidad de deslizamiento,
no remite a otra cosa. Se convierte en una sinonimia obligada y obligatoria ".

Era el lenguaje oficial del régimen y su uso no podía ser alterado. Por ejemplo, los integrantes de los Sonderkommandos (es decir, los prisioneros de los
campos que debían ocuparse de retirar y cremar los cuerpos de los gaseados) estaban obligados a usar bajo pena de muerte inmediata las palabras
Figuren (marionetas), Schmattes (trapos) o Stücken (piezas) para referirse a los cadáveres.

Agreguemos: la ciencia moderna (y acá podría leerse un efecto del nazismo) genera eufemismos y los aplica. Cuando el psicoanálisis se pretende
"científico", también.

El eufemismo es una caricatura cruel de los límites del lenguaje. El testimonio, al menos como lo considera G. Agamben, es la comedia trágica de ese
límite.

El testimonio arranca en ese fuera de lenguaje, en la falta radical de palabra. O al menos de la experiencia radical de no disponer de ella, de haber tenido
que renunciar a su disposición. El eufemismo impone que no falte palabra alguna. El testimonio resiste en ese exacto punto al eufemismo ( o sea al
exterminio del discurso) que es el intento de abolir el hecho de que el hombre no es el amo del lenguaje. Cuando las palabras tienen un sentido preciso ya
no se precisan las palabras.

Idea clave 8
La imprecisión, la evanescencia, lo inoportuno del testimonio buscan el límite y lo ponen a funcionar.

El “musulmán” sería, para Primo Levi (y de ahí parte Agamben), el testigo perfecto. El que ha traspasado el límite de lo humano sin estar por ello más allá
de lo humano y se convierte así en lo no humano que es la esencia de lo humano. El musulmán, como forma clínica de ese aniquilamiento del espacio
entre lo dicho y el decir, aparece como un paradigma en negativo del fuera de lenguaje. El testimonio " exige una subjetividad que atestigua, en la
posibilidad misma de hablar, una imposibilidad de la palabra ".

Esta posibilidad concernida por una imposibilidad permite también diferenciar al testimonio de una declaración (ante un juez, ante la policía, ante un
médico). Esa diferencia no está en el texto sino en la escena de su enunciación. La declaración es una relación de los hechos que puede funcionar como
denuncia, como prueba o incluso como solicitud. Su destino final es el archivo.

Idea clave 9
En el testimonio, en tanto acto de decir, la relación misma está cuestionada y el sujeto se encuentra interpelado
en el punto donde la relación falla, no es inscribible. Esto supone una escucha que atienda tanto a lo dicho
como al decir, como al espacio entre ambos.

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El horror de la catástrofe no es decible pero sí puede ser imaginarizado y –parcialmente- nominado. Estas dos operaciones son imprescindibles para que
haya texto y para que en ese texto se revelen los vacíos, los puntos ciegos o autorreferenciales en los que la enunciación despunta. Esos son también los
sitios donde el sujeto apuesta a responder. Aunque la respuesta no consista en una relación entre hechos sino en lo que cae por fuera de esa relación.

Idea clave 10
En eso que cae insiste y ex-siste lo que podrá afirmarse como subjetividad. Los efectos del lenguaje retornan
desde ese afuera/adentro, sitio desde el cual, al alojarse fugazmente, el sujeto puede sostenerse para intentar
negociar con el horror.

Resumen

El presente trabajo plantea la exploración de la zona límite entre lo simbólico (el lenguaje) y lo real (el cuerpo en tanto sustancia gozante) y los efectos que
se desprenden en este límite concernientes a la constitución de la subjetividad.

Para ello se recurre a una discusión de Giorgio Agamben acerca de ciertas afirmaciones de Michel Foucault atinentes a las características de la
enunciación en tanto ésta permite ubicar una “dimensión no semántica del lenguaje”. Esto lleva a la idea de un sujeto “insustancial”, que no deja de ser
problemática para la práctica analítica en tanto ésta no puede desconocer la dimensión real del cuerpo y su presencia como modos de goce.

Este artículo opone a esa idea de una subjetividad insustancial, la noción de catástrofe, y explora dicha noción en diversos ángulos clínicos –los síntomas
actuales, los efectos de la biopolítica, el uso del eufemismo en el régimen nazi-. Para concluir, se plantea la experiencia del testimonio como experiencia de
ese límite, en tanto vecina a la del psicoanálisis.

ANEXO

Contenidos Complementarios

Contenido complementario 1

Dice Agamben:
“La arqueología de Foucault se parece a la de Freud; aunque se los tome desde distintas puntas, el tratamiento de los restos es semejante. Sacar a la luz
los restos para que así puedan inscribirse como perdidos tiene que ver con el descubrimiento de la imposibilidad de recuperar algo que no sean marcas de
lo que se dijo en el hecho de decir. Y que esas marcas no ofrecen la clave de un sentido oculto sino la posibilidad de un registro que altera lo que fue y
relanza un decir.”

Agamben, G. (2000). Op. cit., p.146. El subrayado es del autor.

Contenido complementario 2

“Es imposible para las palabras describir lo necesario para aquellos que no saben lo que el horror significa. Horror. El horror tiene un rostro… Y usted debe
hacerse amigo del horror.”

Contenido complementario 3

La locura hace objeción en el borde donde se intenta suturar verdad y saber. La locura no es sugestionable, no se hipnotiza con el sentido. Aunque la
intuición delirante se plantee como un saber que es verdad, sin hiancia, sin dialéctica, eso lanza una dialéctica: la del delirio (que se combina con la del
acting o la del pasaje al acto). Hay puntuación sin texto, pero la puntuación hace alusión a que habría un texto. La locura, en su dimensión de testimonio,
apela a la racionalidad, que no consiste en ningún “examen de realidad”. La racionalidad es lo que del Logos se interroga en el decir del oráculo. La locura
da testimonio (también) del carácter oracular de esta palabra proveniente de Otro que goza en lalengua. La locura es un modo particular de no rendirse a
ese Otro que somete casi completamente, de resistir al intento de exterminio dando testimonio de lo logrado de ese exterminio y mostrando a su vez lo que
allí falló (porque algo falló, si no, no habría testimonio). En este sentido la locura, así como el síntoma neurótico, tiene algo de “incurable”.

Contenido complementario 4

Esto puede extenderse a ciertos planteos clínicos que rápidamente entran en lo que se ha dado en llamar "psicosomática".

Contenido complementario 5

Se puede establecer cierto paralelo con la "insuficiencia psíquica" que describe Freud a propósito de la Neurosis de Angustia: ahí, la exigencia pulsional no
ha lugar, lo cual no es sólo que se la aparte con asco o vergüenza sino que no es admitida la dimensión pulsional en tanto tal.

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Contenido complementario 6

Uno de los posibles tratamientos de esto consiste en el encuentro con otro (con minúscula) con quien o mediante quien surja la posibilidad de plantear y
efectivizar estos dos pasos: 1°) que exista alguna inscripción de esta imposibilidad; 2°) a partir de ahí, la construcción de una localización (delirante, o sea
en la realidad) parea esa imposibilidad, lo cual supone la construcción de estrategias de resistencia a lo que se impone (o sea, las muletas imaginarias pero
que incluyan en su función de soporte la hiancia, aunque más no fuera como no denegación de esa hiancia).

Contenido complementario 7

Evocamos aquí la “Endlössung... der Juden Frage”: la solución final para la cuestión judía.

Contenido complementario 8

Especialmente en “Lo que queda de Auschwitz”, op.cit.

BIBLIOGRAFÍA

Referencias bibliográficas

1.Quignard, P. Le nom sur le bout de la langue, pp.57 y 68. Paris: Gallimard. El subrayado me pertenece.

2. Agamben, G. (2000). “Lo que queda de Auschwitz, el archivo y el testigo”. Homo sacer III. Valencia: Pretextos.

3. Lacan, J. (1981). El Seminario de Jacques Lacan. Libro 20. Aún (sesión del 19/12/72). Buenos Aires: Paidós.

4. Lacan, J. (1984). El Seminario de Jacques Lacan. Libro 3. Las Psicosis. Buenos Aires: Paidós.

5. Sneh, P. y Cosaka J.C. (1999). La Shoah en el siglo, del lenguaje del exterminio al exterminio del discurso, pp.33-95. Buenos Aires: Xavier Bóveda.

6. Agamben, G. (2000). Op. cit., p. 153.

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