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La Comisión de Ubicación de Tierras de 1917: Análisis y Participa-

ción de los Rapanui.


Cristián Moreno Pakarati1

“ALLIANCE, n. In international politics, the union of


two thieves who have their hands so deeply inserted
in each other’s pockets that they cannot separately
plunder a third”
Ambrose Bierce, The Devil’s Dictionary

Introducción

Tal como han señalado otros autores2, la historia de Rapa Nui entre 1888 y 1953 pue-
de ser analizada en función de las relaciones entre los vértices de un triángulo formado por la
Comunidad Rapanui, la empresa a cargo de la explotación ovejera y el Estado de Chile. La evo-
lución de cada uno de estos actores y sus interrelaciones durante estos tres cuartos de siglo
son complejas. Uno de los ámbitos más importantes en los que se desenvuelven conflictos,
encuentros y desencuentros entre los tres actores es el de la tenencia y propiedad de la tierra
así como los derechos que correspondían a cada uno en Rapa Nui. Estos derechos, que origi-
nalmente se encontraban exclusivamente en manos de los rapanui, no fueron disputados sino
hasta fines de la década de 1860 cuando los poderes coloniales comienzan a “adquirir” tierras.
La formación de efímeras alianzas y pactos tácitos entre dos de los actores, en desmedro de
un tercero, configuraron la dinámica sobre la cual se abordó el conflicto de tierras en la isla
durante todo el siglo XX.

Es interesante analizar, entonces, la situación y los antecedentes de cada uno de los ac-
tores en el escenario isleño. Los rapanui inicialmente mantenían intereses comunes pero con
el paso del tiempo diversificaron sus formas de actuar ante los otros dos poderes, dividiéndo-
se y siendo desprovistos de poder soberano3. El colapso demográfico de la década de 1860 y
el éxodo masivo hacia la polinesia francesa en la década de 1870 dejaron una Rapa Nui casi
deshabitada hacia fines del siglo XIX y a los pocos rapanui sobrevivientes reducidos a una
pequeña reserva (casi un ghetto) en el sector de Hanga Roa para 1896.

La empresa ovejera, el segundo vértice, evolucionó a partir de una aventura de explo-


tación comercial creada por el francés Jean-Baptiste Dutrou-Bornier en la década de 1870,
pasando por varias formas, hasta llegar a una sociedad comercial de capitales anglo-escoceses
(Williamson, Balfour) bautizada como Compañía Explotadora de Isla de Pascua en 1903. El
poder de esta sociedad se mantuvo en la cúspide del escenario isleño desde el asesinato en
Valparaíso del kin Simeón Riro Kāiŋa a Ngure (en 1897)4, autoridad elegida en la Isla por la
Comunidad para hacer frente a las crecientes ambiciones de los poderes coloniales, hasta la
rebelión liderada por María Aŋata Veri Tahi (en 1914) que desafió el poder de la Compañía en
Rapa Nui5.

1
Historiador, Ahireŋa Rapa Nui: cnmoreno@uc.cl
2
Foerster, 2010 comunicación personal. Véase Rolf Foerster (2009, 2011) y Miguel Fuentes (2011).
3
Moreno Pakarati (2011a).
4
Véase Sánchez Manterola (1994) cfr. Foerster (2010)
5
Véase Routledge (1919: 140-149), Vives Solar (1917), McCall (1992) y Castro (2006 y 2011).

1
El Estado, por su parte, se mantuvo en general alejado y observante desde una atalaya
en el continente, haciendo ejercer su soberanía desde el barco de guerra que ocasionalmente
visitaba la Isla, confiado en su supuesta influencia política sobre la situación en Rapa Nui. El
ejemplo más claro de su debilidad era el doble rol estatal/privado de los administradores de
la Compañía, quienes al mismo tiempo eran considerados “subdelegados marítimos” y por
ende, la máxima autoridad fiscal. Desde luego, los administradores anteponían los intereses
privados —de quienes les pagaban un salario— a los del Fisco. Por lo mismo, este poder esta-
tal “pasivo” fue aprovechado y utilizado por la Compañía para subyugar (o controlar) a los
isleños durante el período 1898-1914 configurándose durante este tiempo una especie de
poder combinado Compañía-Estado. Sin embargo, tras la llamada “Rebelión de Aŋata”, el Es-
tado se separó de la Compañía, decidiendo —por fin— romper su pasividad con representan-
tes independientes en la Isla. Estos nuevos subdelegados marítimos separados de la Compa-
ñía, cuyo primer representante fue José Ignacio Vives Solar (entre 1914 y 1917), eran necesa-
rios para “mediar” entre los otros dos poderes que actuaban en Rapa Nui y también para ga-
rantizar los intereses propios del poder Estatal.

Al año siguiente de la rebelión de Aŋata, en 1915, caduca el contrato original de


arriendo de la Isla a la Compañía Explotadora (originalmente otorgado al empresario Enrique
Merlet). Como consecuencia de ambas situaciones, entre 1916 y 1917, se produce un conflicto
entre la Compañía y el Estado, en el cual ambos pondrían en jaque sus respectivos poderes
sobre Rapa Nui y pondrían en peligro la configuración de este triángulo. Los isleños, desafian-
tes contra la Compañía (pero no aun contra el Estado chileno), habían organizado no sólo la
rebelión de Aŋata sino que también el homicidio de Juan Bautista Cousin, empleado francés de
la Compañía Explotadora de Isla de Pascua (CEDIP) el 22 de agosto de 19156, generando una
situación sumamente tensa. Ambas acciones encenderían alarmas entre las autoridades chile-
nas acerca de la verdadera situación en Rapa Nui. A pesar de que el 21 de junio de 1916 se
prorroga la concesión a la CEDIP por veinte años más, la situación da un vuelco con la visita a
la Isla del obispo y vicario castrense Rafael Edwards Salas en julio de ese mismo año. Este
inicia a su regreso una violenta campaña contra la Compañía Explotadora debido a la situa-
ción de los rapanui en lo que a él le parecía una explotación inhumana7.

Por si fuera poco, la tensión entre los dos poderes coloniales alcanzó su clímax con el
intento unilateral de delimitación de los terrenos privados en la Isla por parte del gerente de
la CEDIP, Enrique Merlet, el 27 de septiembre de 1916, buscando inscribirlos en el Conserva-
dor de Bienes Raíces. Este hecho desencadenó el desahucio del contrato de arriendo con efec-
to inmediato y una confrontación cuyos eventos han sido analizados en profundidad por auto-
res ligados a ambas partes interesadas8 así como en un trabajo del antropólogo Rolf Foerster
que explica las causas de su desenlace9. El conflicto se resolvería finalmente en tablas —
aunque se puede ver como una victoria estratégica de la Compañía— a través de un nuevo
código llamado Temperamento Provisorio (decretado el 5 de mayo de 1917). Este “tempera-
mento” resguardaba todas las tierras como propiedad del Fisco, pero permitía el dominio de
la empresa explotadora en la Isla una vez más. En esto ambas partes quedaron conformes,
pero no tomaron en cuenta (como era costumbre) al tercer vértice del triángulo: los nativos
de Rapa Nui.

6
Foerster (2009)
7
La ofensiva de Edwards puede seguirse a través de la prensa: El Mercurio, El Chileno y El Heraldo de Valpa-
raíso; El Mercurio y Las Últimas Noticias de Santiago (Agosto-Noviembre). Véase R. Edwards (1918)
8
Rocuant (1916) y Vergara (1939)
9
Foerster (2011)

2
Una de las consecuencias de estos juegos de poder fue el envío en junio de 1917 de
una comisión a Rapa Nui, a bordo de la corbeta General Baquedano, con el fin de estudiar los
derechos de uno y otro poder colonial sobre la tierra en la isla. Resalta en este evento la parti-
cipación de los miembros de la comunidad rapanui en los estudios estatales llevados a cabo en
la Isla, pese a que es meramente instrumental. Con este artículo pretendemos demostrar dos
cosas: Primero, que los rapanui, ignorados para casi todas las decisiones que se tomaban en el
continente para la Isla (a 3.800 km de distancia y entre cuatro paredes), fueron utilizados por
el Estado cuando la coyuntura ameritaba, especialmente en vista de los intereses estatales. Y,
en segundo lugar, que la propiedad de la gran mayoría de las tierras de la isla, aun conside-
rando válidos los contratos de compra y venta dudosos de Dutrou-Bornier y John Brander,
siempre fue de los rapanui a pesar de que esto fue convenientemente ignorado y ocultado por
los otros dos poderes del triángulo.

El origen del problema de los límites de tierra.

No es objetivo de este artículo discutir en extenso la ilegitimidad de la propiedad de la tierra


de la CEDIP (que nos parece obvia) o los problemas asociados a la soberanía: Este tema ha
sido ampliamente tratado en libros y otros artículos desde el punto de vista legal10 y con otras
miradas en los trabajos del Consejo de Ancianos de 198811 y el reciente artículo de Edmundo
Edwards de 201112. Ciertamente en la época antigua, antes de la llegada de los colonos euro-
peos en la década de 1860, los rapanui habitaban en una isla tribalizada donde cada grupo
(mata) se sentía ligado a un territorio (kaiŋa) y donde “las tierras de los individuos no tenían
deslindes definidos, dado que eran comunitarias, pero sí existían diferentes derechos de uso
en un mismo territorio”13. Para comprender bien la génesis del conflicto que llevó al envío de
la Comisión de 1917, es necesario analizar los orígenes de los derechos reclamados sobre las
tierras por los poderes coloniales, tanto el Estado como la Compañía.

Dos poderes coloniales diferentes existían en Rapa Nui entre 1866 y 1871: El poder
comercial privado y el poder eclesiástico de la Misión Católica francesa. El primer contrato de
compra de tierras conocido en Rapa Nui se remonta al 3 de agosto de 1868. En esta escritura,
el colono francés Jean-Baptiste Onésime Dutrou-Bornier (cabeza y fundador del poder comer-
cial privado en la Isla) adquiere nada menos que 706 hectáreas en la laguna del cráter y las
laderas exteriores oeste y noroeste del volcán Rano Kau hasta Hanga Piko. Los vendedores
fueron Nicodemio Poura, Agustín Kovehu, Victorio Vaioopua, Daniel Kotupa, Komati, Gregorio
Riko y Petero Mati (sic) quienes se repartieron 100 piastras en especies si lo que aparece en el
contrato es efectivo (Porteous 1981: 56 y 60).

La repartición de la Isla entre los dos poderes coloniales continúa con la adquisición el
5 de octubre de 1868 de 335 hectáreas por parte del jefe de la misión en Rapa Nui, Hipólito
Roussel14. Estas 335 hectáreas son el territorio comprendido entre los sectores de Haŋa O ‘Ua,
Haŋa Roa y Puna Poho, en la costa occidental y Tu’u Tapu, Puna Pau y Vai Raŋa hacia el inte-
rior, es decir, gran parte del actual pueblo de Haŋa Roa. Entre junio de 1869 y enero de 1870,

10
Rochna-Ramírez (1996), Rocuant (1916), Vergara (1939).
11
Consejo de Jefes de Rapanui et al. (1988: 283-301).
12
E. Edwards (2011)
13
Consejo de Jefes de Rapanui et al. (1988: 283).
14
Vergara (1939: 113, Anexo XIV). También en Conte (1994: 253).

3
la voracidad territorial de Dutrou-Bornier lo llevará a efectuar 19 compras de terreno en la
Isla, la mayoría cuestionables o dudosas, ya que muchos de los “documentos” que las respal-
dan carecen no sólo de los límites de las parcelas sino que también de los nombres de los ven-
dedores (Porteous 1981: 59). En el primero de estos contratos aparentemente fraudulentos,
prueba de la ambigüedad del terreno transado, Dutrou-Bornier adquiere las tierras de “Ko
Hipa y alrededores” en la despoblada región de Hotu ‘Iti el día 10 de junio de 1869. La única
de estas 19 escrituras que especificaba la extensión de las tierras adquiridas data del 1 de
noviembre de 1869 a través de la cual, el tangata hōnui y aliado del capitán francés, Torometi,
le transfiere 9 hectáreas de tierra en Hanga Piko (Porteous 1981: 60). La adquisición fraudu-
lenta de estas tierras fue tan escandalosa que Hipólito Roussel, sacerdote de la Misión Católica
y miembro del Consejo de Estado que se había formado en la Isla, se niega a validarlos con su
firma por haber sido hechos “bajo la presión del fusil” y “en detrimento, sobre todo, de los
huérfanos” lo que inició la enemistad entre ambos poderes coloniales.

Un segundo contrato de compra de tierras a favor de la Misión y que le transfería 300


hectáreas (en Vaihū, para la instalación de una segunda parroquia) fue extendido el 2 de di-
ciembre de 1869 a nombre del misionero Gaspar Zumbohm. El vendedor, un tal “Pierre Mau”
(tahitiano o mangarevano) las había adquirido anteriormente de los rapanui Nopereto Veri
Horou y Tepano Taumoai. Sin embargo, no subsisten otros registros de la primera venta a este
polinésico no-rapanui. La iglesia de Tahiti conservó estos contratos e incluso guardó un mapa
que, a diferencia de la mayoría de los contratos de compra y venta de tierras de Dutrou-
Bornier, al menos señalaba la ubicación exacta y los límites de sus 635 hectáreas en rapanui.
Esta es toda la tierra que sería adquirida por la Misión católica ya que los misioneros no nece-
sitaban más. De hecho, de no ser por las desavenencias entre Hipólito Roussel y Gaspar Zum-
bohm, probablemente nunca se hubiese hecho esta segunda compra que básicamente permi-
tió a Zumbohm hacerse cargo de una segunda iglesia en la costa sur, lejos del autoritario sa-
cerdote Roussel. El intenso conflicto con Dutrou-Bornier que se gestó en 1869 culminó con la
partida de los misioneros y un gran éxodo de rapanui hacia la Polinesia Francesa dos años
después dejando la isla con apenas algo más de un centenar de habitantes.

Cinco compras de tierra adicionales fueron hechas por Dutrou-Bornier y sus colabora-
dores, el danés/alemán (nacido en Flensburg) Christian Hans Schmidt y el tangata hōnui Ngu-
re de la tribu Miru, entre enero y agosto de 1873. Son las únicas adquisiciones hechas por el
francés tras su asociación con el empresario John Brander de Tahiti y la retirada de los misio-
neros católicos en 1871. Estos últimos contratos misteriosamente retornan a la parafernalia
legal que la mayoría de los contratos anteriores carecía, incluyendo las extensiones de los
terrenos adquiridos (Porteous 1981: 59). El más importante de los contratos es el del 9 de
mayo de 1873 a través del cual Christian Hans Schmidt adquiría, a nombre de Dutrou-Bornier,
1.031 hectáreas en el sector de Ma’uŋa Tea-tea, en la península de Poīke15. El 9 de julio, 812
hectáreas entre Hanga Piko, Apina, Vai Kapua y Vinapū son adquiridas por 300 francos en
especies. Del mismo modo, y también a precios irrisorios, el 15 de agosto de 1873 Dutrou-
Bornier adquiere dos parcelas de 187 y 432 hectáreas en “Koheky” (sic) y “Promaga, en Ton-
gariki” (sic) respectivamente (Porteous 1981: 60).

Sin embargo este “gobierno” colonial que había adquirido, a escala isleña, un vasto im-
perio territorial, comenzó a desintegrarse. Ngure, el más importante jefe rapanui durante los
años de Dutrou-Bornier en la Isla e indispensable aliado de este último a ojos de la población
nativa, fallece alrededor de 1875 (probablemente debido a alguna enfermedad) dejando al

15
Vergara (1939: 119-120, Anexos XVI-XVII).

4
francés desprotegido. En septiembre de 1875, Christian Hans Schmidt, abandona la Isla para
reunirse con su esposa chilena Mercedes Salas en Tahiti. Sin sus dos aliados, Jean Baptiste
Onésime Dutrou-Bornier es finalmente emboscado y asesinado por un grupo de rapanui en
agosto de 1876. Incluso su socio y financista en Tahiti, John Brander, muere en 1877, quedan-
do su hijo, John Brander, Jr., como heredero de los intereses familiares en Rapa Nui. Con los
misioneros fuera y Dutrou-Bornier muerto, la posesión de la tierra y la soberanía fueron ejer-
cidas durante casi un año por los rapanui restantes que vivían en la Isla. Sin embargo, poco
sospechaban estos que al permitir que gentes foráneas se involucraran, la suerte de las tierras
de Rapa Nui sería decidida en tribunales extranjeros.

Nuevos actores y nuevos problemas.

Las vicisitudes de la compleja batalla legal que se originó con la muerte de Dutrou-
Bornier escapan al enfoque de este artículo. Los herederos del capitán francés y de John Bran-
der se disputarían los derechos sobre terrenos y propiedades en los tribunales tahitianos y
franceses desde 1879 hasta 1893. Poco o nulo impacto tuvieron en dichos tribunales las in-
tervenciones y apelaciones tanto de la Iglesia Católica como de los rapanui que vivían en la
Polinesia Francesa en 1884 impugnando la legitimidad de las propiedades coloniales. En el
caso de los alegatos efectuados por los nativos el tribunal tahitiano desestimó sus derechos
usando el pueril argumento de que no poseían títulos de propiedad ni escrituras que los con-
firmaran (El Consejo 1988: 291-292). Tampoco se consideró a los herederos rapanui de Du-
trou-Bornier: Su viuda Koreto Pua ‘Akurenga (~1849-1887) y sus hijas Carolina (1870-1952)
y Marta (1872-1917), todas residentes en Rapa Nui. Finalmente los tribunales rematarían los
bienes de la sucesión Brander-Bornier y John Brander, Jr. se los adjudicaría en 1884. Las tie-
rras continuarían en litigio por nueve años más hasta que las últimas apelaciones son final-
mente rechazadas por la corte de Burdeos en Francia en 1893.

En los documentos utilizados durante la liquidación de los bienes de la sucesión Bran-


der-Bornier en 1884, aparecen como sus propiedades en Rapa Nui las siguientes tierras:
“Kohipa, Hangahuiha, Koveraahuka, Koakanga y Kohehu, Hanga Mahiko, Moaitatai,
Hangatintinga, Koamangaro, Papahopea, Koaranini, Hopukumeamea, Ana-kena, Han-
gahono, Hanga-Piko, Vaimoai, Kureti y Moaiava, Hangatuhati, Anoock, Kononu y Nuva-
nuva, Vinapu, Hangatiko, Mataveri y Piano-Kau, Utu-iti, Nonga-teatea, Haga-Piko-
Apina, Vaihopua y Ninepu, Koheki, Poomaga” (sic) 16.
Estas tierras, como es lógico, aparecían como propiedad de la sucesión, sin especificar exten-
sión ni deslindes de cada parcela. Resulta increíble que, a pesar de los reclamos y apelaciones,
un tribunal haya considerado válidos tales contratos en Tahiti, sin confirmar detalle alguno de
la compra, sin determinar los límites de cada uno de esos territorios y aceptando simplemente
la palabra de Brander acerca de la extensión total de su latifundio17.

Un nuevo actor, la República de Chile, comienza a manifestar su interés por anexar la


Isla a su territorio desde 1886. El oficial de la Armada, Policarpo Toro Hurtado se encarga
desde 1887 de negociar con los actores que aseguraban tener derechos sobre la Isla. En las
negociaciones con John Brander, Jr., éste intenta simplificar la complejidad del problema de
tierras en vista de que el litigio continuaba en tribunales internacionales. Ese año, Brander

16
Rocuant (1916: 62)
17
En palabras de Steven Roger Fischer: “These lands had never been surveyed, and even in the various filed
certificats de vente at Pape’ete their boundaries were but vague tribal and topographical approximations”
(Fischer 2005: 151).

5
escribe a Toro sobre sus propiedades en la Isla: “The land of Mataveri comprises a piece of
land of seven hundred and six hectares, besides nineteen other pieces, situated round the Is-
land” (Vergara 1939: 92, Anexo III). Algo después en un inventario de sus propiedades en la
isla elaborado en 1889 por John Brander, Jr., éste menciona:
“una extensión de terreno como de unas 700 hectáreas más o menos en Mataveri, y
otros pedazos más, diseminados en varias partes de la Isla, que sólo he indicado al se-
ñor Toro, no señalándole sus deslindes por no tener en ésta los documentos y por
creerlos innecesarios, pues los límites de dichos terrenos los entregué a don Policarpo
Toro por una escritura pública en Tahiti”18.

Al no poder comprar un terreno en litigio, Policarpo Toro simplemente arrienda las


tierras de Brander y firma una promesa de compra para cuando el tribunal resolviere. Sin
embargo en 1892, el intento de colonización chileno de Isla de Pascua fracasa rotundamente y
se convierte en una víctima más de la Guerra Civil de 1891 en Chile. Para cuando los tribuna-
les fallaron en 1893, no había dinero, ni ánimo, ni interés en cumplir con la promesa de com-
pra. Por eso, Brander se vio en la necesidad de encontrar otro comprador: el empresario fran-
cés avecindado en Valparaíso, Enrique Merlet.

Curiosamente en el contrato de Promesa de Venta de Brander a Merlet en mayo de


1895, se indica (sin que nada hubiese cambiado) que fuera de los pequeños terrenos pertene-
cientes al Gobierno de Chile (antiguamente de la Iglesia Católica), “la superficie de la Isla es de
propiedad de Brander, con excepción de pequeñas hijuelas, si las hay, que puedan pertenecer
a los indígenas, o de terrenos que no representan valor alguno para el cultivo, habitaciones o
fines análogos. Estas excepciones, si las hay, no representan sino un valor insignificante con
relación a la propiedad materia del presente contrato”19. La afirmación de Brander, quizás
imbuida de una seguridad mucho mayor tras el fallo favorable en la corte francesa, difiere
enormemente de sus declaraciones anteriores cuando negociaba con Policarpo Toro. En base
a esta falacia que reemplazaba “un terreno de 700 hectáreas y 19 trozos diseminados alrede-
dor de la isla” por “toda la superficie de la isla con excepción de pequeñas hijuelas” se firma-
ron todos los contratos entre el Estado y Enrique Merlet, olvidándose de los nativos isleños
que en realidad seguían siendo dueños —legales— de la mayor parte de la superficie de Rapa
Nui. El 3 de septiembre Merlet arrienda terrenos, edificios, enseres y animales que el Fisco
posee en la Isla por $1200 anuales y algunas condiciones. El 27 de enero de 1896 se firma la
escritura de venta de los terrenos que John Brander, Jr. traspasa a Enrique Merlet quien ya
había tomado posesión de estos mientras que el pago se efectúa en julio de 1897. Todo parece
una victoria clara para la Compañía ovejera que queda como ama y señora de Rapa Nui, sin
embargo, los otros dos actores en el escenario isleño tenían algo que decir.

Hay muchos elementos irregulares en las bases de los derechos de la Compañía sobre
la tierra de la Isla. Los trabajos que se han hecho desde el punto de vista “legal” en ambos sen-
tidos (pro-Compañía y pro-Estado) no han tomado en cuenta un hecho concreto: Rapa Nui
tenía su propio gobierno y autoridades en los tiempos del litigio (la década de 1880). Hacia
1882 una monarquía católica y un consejo de jefes ejercían independientemente el poder polí-
tico en la casi despoblada isla, por lo tanto, contratos celebrados de esta forma ante un tribu-
nal extranjero no tenían validez en Rapa Nui aun cuando fuese impecable el proceso a ojos de

18
“Inventario de las propiedades de John Brander en Rapa Nui”, 7 de septiembre de 1889 en Vergara (1939:
148, Anexo XXV).
19
“Promesa de Venta” de John Brander a Enrique Merlet en Vergara (1939: 151, Anexo XXVI).

6
los tribunales tahitianos y/o chilenos.20. Es indudable que la Isla no se encontraba bajo juris-
dicción francesa y ninguna otra nación había establecido su dominio en ella por lo tanto los
tribunales tahitianos no tenían derecho a tomar determinaciones sobre territorios fuera de su
competencia. En el caso de los contratos de tierra de sus ciudadanos, éstos sólo fueron presen-
tados por una de las partes interesadas (el “comprador”, Dutrou-Bornier ó quien se adjudicó
sus bienes, John Brander, hijo), sin comparecer ante el tribunal tahitiano la contraparte (el
“vendedor” rapanui), y cuando apareció algún testigo, su testimonio no fue considerado. Las
críticas a la legalidad de los contratos de compraventa a favor de Dutrou-Bornier hechos por
un testigo presencial como el padre Roussel21 y corroborados por el testimonio del Obispo de
Axiéri, Tepano Jaussen, y una docena de rapanui en los mismos tribunales de Tahiti son otra
muestra de la ilegitimidad de los derechos de Dutrou-Bornier y sus sucesores.

Apenas seis de las parcelas en disputa tenían un área exacta declarada en los docu-
mentos de compraventa. El hecho es que tanto John Brander Jr. como Enrique Merlet (La
Compañía), negociaron con el gobierno chileno (el Estado) en base a estos contratos sin que
hasta 1917 se determinaran, finalmente, los límites de las extensiones de todas las tierras
gracias al estudio en terreno que veremos a continuación. ¿Por qué tomó tanto tiempo tratar
de aclarar esta situación? Quizás porque a ninguna de las dos partes le convenía sacar a la luz
lo poco claro de estos contratos: Ignorar el problema se convirtió en la forma de hacerlo “des-
aparecer”. Había dos poderes del triángulo a los que les convenía seguir asociados de esta
forma, en perjuicio del tercer vértice (la comunidad rapanui) sin aclarar la dudosa integridad
de los contratos de compraventa y derechos de propiedad de la CEDIP. Esto, hasta que la im-
pertinencia de Enrique Merlet en septiembre de 1916 con su intento de inscribir las tierras de
la isla en el Conservador de Bienes Raíces, llevó al Estado a cambiar de aliado, buscando apoyo
en los rapanui para tratar de debilitar la posición de la Compañía atacando su talón de Aqui-
les: La falta de legitimidad en sus derechos de tierra.

Los rapanui aún confiaban de cierta forma en el Estado chileno para resolver sus pro-
blemas. Sólo hay que comprobar la disposición de los nativos ante el sumario que se llevó a
cabo a bordo de la corbeta General Baquedano tras la llamada “rebelión de Aŋata” en 191422.
El principal enemigo era la Compañía, mientras que el Estado chileno por intermedio de “la
Baquedano” representaba para los rapanui un posible aliado y una poderosa instancia media-
dora a la cual se podía acudir para terminar con las injusticias del otro vértice del triángulo
que acompañaba a los rapanui en la Isla23. Los rapanui mantuvieron esta postura rebelde con-
tra la CEDIP y amistosa hacia el Estado hasta por lo menos fines de los años 20, momento en
que aparecen más grises en estas complejas relaciones. Los rapanui convivían a diario con la
Compañía, no así con el Estado chileno, siendo —a esta escala— la CEDIP quien le disputaba el
poder. Este Estado “benefactor” se veía como vinculado estrechamente con la Iglesia Católica,
en esos tiempos necesaria para el consuelo espiritual de la muy devota y católica Rapa Nui,
con sacerdotes como Zósimo Valenzuela y Rafael Edwards que llegaban en el barco de la Ar-
mada. Por lo mismo, utilizando al Estado, los rapanui aspiraban a restarle poder a la porfiada
Compañía Explotadora y, del mismo modo, el Estado, usando a los rapanui, buscaba el mismo
objetivo. Los rapanui, despojados de sus tierras y maltratados, no iban a desaprovechar la
oportunidad de estar en el bando ganador para variar.

20
Moreno Pakarati (2011b) y El Consejo (1988: 293)
21
Roussel (1994: 267)
22
Consejo de Jefes de Rapa Nui et al. (1988: 304-349).
23
Véase la interpretación de Nelson Castro (2011: 117-118).

7
Temperamento Provisorio y viaje de la Baquedano en 1917.

Como señalamos anteriormente, el 7 de Noviembre de 1916 el Estado caducó el contrato a la


Compañía Explotadora de Isla de Pascua24 pasando ésta a depender de la Armada de Chile y
debiendo abandonar la Isla todos los empleados de la CEDIP, incluyendo su administrador
Henry Percival Edmunds. No poca influencia en esto tuvo la acción del Obispo Rafael Edwards
y sus denuncias tras su viaje a Rapa Nui a mediados de 191625. Sin embargo, siguiendo la tóni-
ca de la administración chilena de Rapa Nui en el siglo XX, todo este lío y los grandes planes a
futuro en vistas de la nueva situación poco efecto concreto tuvieron en la Isla. Una Comisión
Consultiva con grandes nombres fue llamada a estudiar problemas jurídicos y administrativos
y “proponer al Gobierno las medidas conducentes a salvaguardar los intereses fiscales y mejo-
rar las condiciones de vida de los isleños”26. Sin embargo la creación de esta Comisión tuvo
pocos efectos concretos en la vida de los isleños. Podría discutirse que quizás la consecuencia
principal fue el “detener” a la CEDIP, pero en la práctica esto no se hizo notorio en la Isla y el
impacto de este quiebre entre el Estado y la Compañía tuvo menos efectos que las resolucio-
nes tomadas tras la Rebelión de Aŋata en 191427. Tanto es así que tras una intensa campaña
propagandística de la Compañía, en Mayo de 1917 se acepta el “Temperamento Provisorio”
propuesto por la Compañía con leves modificaciones sugeridas por el Estado, “mientras se
resuelve en definitiva sobre la delimitación de los derechos que corresponden en la Isla al
Fisco y a la Compañía”28. Sin embargo este “Temperamento Provisorio” recién se terminó por
decreto en 1929 y en la práctica no se estableció un nuevo código/contrato hasta 1936, casi
20 años después.

En este contexto, el 27 de mayo de 1917, zarpó desde Iquique con dirección a Rapa Nui
la corbeta de la Armada chilena General Baquedano al mando del capitán de fragata José Tori-
bio Merino. A bordo viajaba el obispo Monseñor Rafael Edwards Salas, quien ya había efec-
tuado su primer —y polémico— viaje a la Isla el año anterior. Esta vez, Edwards lideraba la
Comisión consultiva que se proponía estudiar diversos temas relacionados con la situación de
la Isla en ese entonces y llevaba ayuda humanitaria para los rapanui. Lo acompañaban los
misioneros Bienvenido de Estella, quien permanecería por ocho meses y dejaría algunos es-
critos de su experiencia en Pascua29, y Modesto de Adiós. También viajaba un variopinto gru-
po con distintos propósitos: Una expedición científica sueca comandada por el naturalista Carl
Skottsberg quien dejaría extensos tratados sobre su visita30, el nuevo subdelegado Exequiel
Acuña Landeros con su numerosa familia, y dos familias de colonos (al estilo del fracasado
intento colonizador chileno de 1888) entre los que iba Antonia Calderón, quien tendría poste-
riormente descendencia en la Isla. Finalmente, el administrador de la Compañía, Percy Ed-
munds, regresaba también en este viaje tras haber recuperado sus atribuciones con el Tempe-
ramento Provisorio.

La presencia de estos pasajeros, así como la carga destinada a Rapa Nui, no fue muy
del agrado del capitán quien señalaría con evidente disgusto en carta dirigida al Director Ge-

24
Vergara (1939: 50)
25
Foerster (2011).
26
Vergara (1939: 50).
27
Véase el análisis de Foerster respecto a la verdadera batalla que se produjo en la prensa escrita chilena a
fines de 1916 en Foerster (2011).
28
Vergara (1939: 183).
29
Estella (1919), (1920) y (1922)
30
Skottsberg (1920)

8
neral de la Armada que esperaba que se tomaran medidas “que impidan que esta parte de los
viajes de instrucción de la Baquedano pierdan su carácter y se conviertan primero en abaste-
cedores de la Isla, y después se aprovechen para sacar sus productos y traerlos al continente
con peligro para la salubridad del resto del país por tratarse de un lugar infestado por la le-
pra” y que “el Supremo Gobierno debe solucionar esta situación porque hasta el concesionario
no posee actualmente buque para este servicio”31.

El día 15 de junio la Baquedano llega a Rapa Nui, anclando en la bahía de La Peróuse


debiendo todos desembarcar aquí para ser transportados a caballo hacia Mataveri y Hanga
Roa32. El 17 zarpa el buque, de regreso con el anterior Subdelegado Marítimo José Ignacio
Vives Solar quien dejaría a dos hijas no reconocidas en la Isla: Mahina Make, nacida el 16 de
octubre de 1915 de Graciela Make Nive (a su vez hija del alemán Carlos Mack); y María Ángela
“Carmela” Cardinali Pakomio, nacida el 30 de junio de 1917 de Magdalena “Mamōe” Pakomio
Angata. El subdelegado sería reemplazado a instancias del obispo Edwards por su liberal
comportamiento sexual. De ahí que el nuevo subdelegado, Exequiel Acuña, fuera un hombre
casado viajando con su familia completa a la Isla. Los sacerdotes y los miembros de la Comi-
sión de Ubicación de Tierras permanecerían en la Isla por cerca de un mes.

Estudios de los Terrenos en Litigio

Una vez llegada la Baquedano, se hicieron las primeras tratativas para determinar la ubicación
y extensión de los terrenos que supuestamente eran propiedad de la Compañía Explotadora
de Isla de Pascua a través de su representante, Enrique Merlet, quien los había adquirido de
John Brander Jr., como constaba en las actas del litigio llevado a cabo en los tribunales tahitia-
nos. El día 14 de junio, se envía una nota al administrador de la CEDIP —residente en Matave-
ri— Henry Percival Edmunds en la cual se solicita entre otros puntos que indique la “ubica-
ción, cabida exacta o aproximada y delimitación de las tierras que a continuación se expre-
san”33:
Regiones Tierras Corregido (1917) Nombre Real
Utuite [Hotu ‘Iti] Kohipa Ko Hipa Ko Hipa
Hanga Huiha Hangaikiri Haŋa ‘Ika ‘Iri
Kovervauka Ko Vero Auka Ko Vero a ‘Uka
Koakanga y Kohehu Ko Akahanga/Ko Eu Akahaŋa/Ko ‘Eu
Hanga Mahiko Sin corrección. Haŋa Mai Hiku
Moaitutai Moai Tutahi Moai Tu’u Tahi
Hangatintinga Hanga Teetenga Haŋa Tēteŋa
Koamangaro Ko Maunga Roa Mauŋa Roa
Vaimoai Vai Moai Vai Mōai
Hangatuhate Hanga Tuhata Haŋa Tu’u Hata
Costa Nordoeste Papahopea Papa Oteo Papa O Teo
Karanini Aranihinihi ‘Ara Nihi-nihi
Hopukuameamea Puku Kainga Meamea Puku Kaiŋa Mea-mea

31
José Toribio Merino, Carta dirigida al Señor Director General de la Armada. Recibida el día 5 de junio de
1917. Corbeta General Baquedano, Oficio n°92, 27 de mayo de 1917. Archivo de la Armada Nacional: Infor-
mes de la Corbeta General Baquedano.
32
Skottsberg 1920: 3.
33
Corbeta General Baquedano, Oficio n°120, 17 de julio 1917. Archivo de la Armada Nacional: Informes de la
Corbeta General Baquedano.

9
Anakena Anakena Sin corrección. ‘Ana Kena
Angapiko Angapiko Innecesario investigar. Haŋa Piko
Mataveri Ruroki y Mociava Kureki/Moihava Kureki/Mōai Hava
Vinahu Vinahu Vinapu Vinapū
Hangahono Hanga Ho-onu Haŋa Ho’onu
Nuranura Koterunaruna Ko Te Runa-runa
Anoock-Komenu Ana O Hoka/Ko Memu ‘Ana O Hoka/Ko
Memu
Hanga Piko Innecesario investigar. Repetido.
Mataveri y Piano Kau Innecesario investigar. Mataveri/Rano Kau34

Sin embargo, el administrador Edmunds respondería lo siguiente:


“Ubicación de tierras: Este punto me es del todo imposible contestarlo, pues no conoz-
co casi ninguno de los nombres que me indica en su Oficio. Esto no es de extrañar,
porque por motivo de lo subdividida que estaba la Isla en tiempos antiguos, cada pe-
dazo de suelo tiene su nombre, llegando el caso que he contado en la extensión de una
cuadra, como veinte nombres, de modo que no es raro que muchas de las tierras citadas
no tengan ni un décimo de cuadra así como pueden haber otras de gran extensión”35.

No es de extrañar que Edmunds no reconociera casi ninguno de estos topónimos ya


que se encontraban pésimamente transcritos. Debido a esta situación los encargados de la
comisión de ubicación de tierras, el Teniente 2° Julio Ilabaca León y el contador Alberto Ba-
rrientos Adriasola, debieron recurrir al conocimiento de los nativos para determinar la ubica-
ción y la extensión de dichos terrenos. El primero de julio de 1917 se reunieron en presencia
del nuevo Subdelegado Marítimo de la Isla, Exequiel Acuña (más tarde bautizado con el apodo
de “Vere ‘Oru” [“Barba de cerdo”]), “los naturales más ancianos de la isla (…) con el fin de ates-
tiguar la ubicación y detalles particulares de los lugares mencionados en varias escrituras de
compra-ventas a los naturales”36. Entre los convocados se encontraban varios ancianos que
habían sido informantes de Katherine Routledge en 1914-1915

Los rapanui elegidos fueron exclusivamente de sexo masculino:


- Porotu “Hoŋi a Tu’a Kava” a Ure ‘Ao Viri (~1845-1924). De linajes Ure o Hei y Hau
Moana , ya era adulto cuando llegaron los barcos esclavistas peruanos y los misioneros
católicos. Fue informante de Katherine Routledge en 1914-1915. Algunas leyendas re-
copiladas en tiempos de Sebastián Englert (sacerdote residente en Pascua durante el
período 1935-1969) fueron oídas por sus informantes de labios de Porotu. Su edad fue
estimada por la Comisión de 1917 en 70 años. Tuvo descendencia entre los Fati a tra-
vés de su hija.
- Joseph “Ioteva” Avimereka Mahereŋa (~1844-1918). De linajes Miru y Hau Moana. No
debe confundirse con Gabriel “Kapiera” Revahiva Mahareŋa quien se encontraba en el
leprosario para esta época. No dejó descendencia pero crió a Graciela Make Nive
(“Fandango”). Su edad fue estimada en 78 años.

34
Nótese que faltan algunos sitios señalados por topónimos especialmente de los contratos de Dutrou-
Bornier en 1873: Vai Kapūa, “Promaga” o “Poomaga” y “Koheky” [Ko Heki].
35
Carta de Henry Percival Edmunds al Comandante José Toribio Merino. Transcrita por el destinatario para
el Obispo Monseñor Rafael Edwards. Corbeta General Baquedano, Oficio n°106, Junio 1917. Archivo de la
Armada Nacional: Informes de la Corbeta General Baquedano.
36
Ilabaca (1917).

10
- Esteban María Huki a Te Pou (~1846-1927). De linaje Tupahotu. Patriarca de la fami-
lia Hucke (Huke ó Huki). Se casó con la hija de Naporeone Kaituo’e, taŋata hōnui de la
tribu Miru. Tuvo una larga descendencia. Por esta época trabajaba a jornal para la
Compañía de Merlet. Su edad fue estimada en 70 años por la Comisión.
- Fabián “Papiano” Reŋa Ma’eŋo ‘Iti (~1847-1926). De linaje Tupahotu. Padre de Ur-
bano Manava, quien fuera capataz de la Compañía Explotadora durante la década de
1900. Según el relato de Vives Solar había sido quien en 1876 protegió a Koreto y a sus
hijas de los asesinos de Dutrou-Bornier quienes querían eliminarlas también37. Su
edad fue estimada en 80 años por la Comisión.
- Eutimio “Haro Mamōe” Raŋitopa a Te Ka’i (~1850-1922). De linajes Ure o Hei y Ra’a.
No tuvo descendencia aunque adoptó a María “Tito” Carmela, hija de su mujer Anasta-
sia “Neke” Huki Kaituo’e, la cual tuvo muchos hijos. Fue uno de los informantes de
Routledge en 1914-1915. Su edad fue estimada en 80 años por la Comisión.
- Juan “Ioane” Nuku Vavara, apodado a veces “Juan Cruz”38 (~1842-1926). De linajes
Tupahotu y Miru o Kao. Tuvo tres hijos, ninguno de los cuales tuvo descendencia. Era
tío de Juan Tepano y tenía reliquias en una cueva familiar en los acantilados al norte
de Ahu Te Peu. También es considerado un anciano sabio por la generación siguiente
de informantes, especialmente los de Englert.
- Ramón “Paramoni” Te Haha a Ure ‘Iti (~1851-1918). De linaje Miru Nui-nui. No tuvo
descendencia. De acuerdo con su relato fue en su infancia tu’ura del ‘ariki Nga’ara, fa-
llecido hacia 1860. Fue informante de Routledge en 1914-1915. Su edad fue estimada
en 60 años.
- Román “Oromana” Hei a Pa’eŋa (~1851-1927), a veces llamado Ramón o Germán. De
linajes Marama y Nga Ure. Patriarca de la familia Hei. Tuvo dos hijas y reconoció a una
tercera. Fue también informante de Katherine Routledge. Su edad fue estimada en 80
años por la Comisión.
- Buenaventura Te Hati Reŋa a Roŋo Pu’a (~1859-1932), llamado “Fati”. De linajes Nga
Ure y Marama, aunque nació en Omohi debido a una coincidencia. Tuvo seis hijos de
los cuales sólo uno tuvo descendencia. Fue otro de los informantes de Routledge, pro-
bablemente el más joven. Su edad fue estimada en 70 años por la Comisión.

Como intérprete aparece nuevamente


—tal como en la expedición de Routledge
tres años antes— el nombrado por la Ar-
mada como Cacique, Juan Tepano Rano
(~1872-1947), figura controversial en la
Isla pero que tenía buena llegada con los
ancianos y con la Armada. Tepano era resis-
tido por las facciones más radicales pero
era uno de los que procuraba mantener viva
la memoria de la isla a partir del testimonio
de los ancianos. A partir de él y de los lepro-
sos se retransmitió toda la información de
la tradición oral de los korohu’a39, nombra-
dos anteriormente, a las nuevas generacio-
nes y a los estudiosos y académicos extran-

37
Vives Solar (1920)
38
Englert (1980: 84-85)
39
“Viejo” en rapanui.

11
jeros.

Los comisionados Ilabaca y Barrientos elaboraron un documento junto a estos sabios ra-
panui a partir de los terrenos mencionados en los contratos de compraventa, como aparecen
en el libro de la CEDIP. Esto sirvió para corregir los nombres de cada uno de los sitios, obtener
su significado (traducido por Tepano) y para determinar su ubicación en el mapa, material
invaluable para el conocimiento de los topónimos antiguos en Rapa Nui (los nombres corregi-
dos se pueden ver en el cuadro expuesto anteriormente). Al final del documento todos los
korohu’a firmaron con cruces, excepto el letrado Juan Tepano, el Subdelegado y los dos encar-
gados de la Comisión. Finalmente se envía el documento a la corbeta Baquedano el mismo 1 de
julio.

A continuación venía el trabajo en terreno que buscaba el reconocimiento de cada sitio


y la determinación de sus deslindes. Por recomendación del ex subdelegado Vives Solar y del
mismo administrador Edmunds, los encargados de la Comisión salieron a terreno a fines de
junio con el viejo rapanui Porotu a Ure ‘Ao Viri y con Juan Tepano. Sobre estos Ilabaca señala
lo siguiente: “Porotu manifestó siempre tener muy buenos conocimientos geográficos de la
localidad y Juan Tepano es sin duda el natural más ilustrado de la isla y habla regularmente el
castellano por haber estado largas temporadas en Chile”40. También agrega que “Porotu es un
hombre inteligente, de muy buena memoria y que goza de merecida reputación como conoce-
dor de la Isla”. La intención de los encargados era originalmente llevar a varios ancianos sa-
bios a terreno, pero debido a que se encontraban “demasiado ancianos y achacosos” y que la
mayor parte de ellos “ya no podían subir a caballo”,41 decidieron salir a investigar sólo con los
dos anteriormente mencionados y posteriormente trabajar con otros korohu’a con el fin de
confirmar las observaciones hechas en terreno.

Este fue un trabajo de varios días que requería ir a sitios distantes y dispersos por
toda la superficie de la Isla. Para esto llevaron la información obtenida del documento elabo-
rado con los ancianos y utilizaron los conocimientos del viejo Porotu. Hay que considerar que
las nuevas generaciones de rapanui no conocían más allá de Haŋa Roa desde que fueron con-
finados ahí (como en un ghetto) por la administración de Enrique Merlet en 1896. El estudio
incluye también planos específicos de cada sitio y una descripción detallada. Sin embargo, en
contra de lo que las autoridades chilenas esperaban, los sitios nunca tuvieron deslindes cla-
ramente definidos por lo que Porotu se vio complicado al pedírsele que señalara sus límites
exactos. Algunos de los sitios representaban áreas muy pequeñas o simples hitos geográficos
individuales por lo que la Comisión en terreno determinó que todos los terrenos eran de di-
mensiones muy reducidas. En algunos casos, Porotu señaló haber conocido o tenido una refe-
rencia de algunos de los rapanui citados en los contratos de compra y venta como personas
que habitaban en esos territorios supuestamente vendidos a Dutrou-Bornier. Se consideró
innecesario revisar los terrenos de Rano Kau, Mataveri y Haŋa Piko por ser los únicos cuya
extensión aparece detallada en los contratos de compra y venta entre Dutrou-Bornier y los

40
Tepano formó parte del Ejército de Chile en el Regimiento 2° de Línea, Maipo de Playa Ancha. Según una
placa en el museo del Regimiento, Tepano habría participado como tambor en la Guerra del Pacífico (siendo
un joven adolescente) y como Sargento Segundo en la Guerra Civil de 1891. Sabemos que regresó al regi-
miento en 1898 cuando viajó junto al kin Riro, regresando a la Isla en 1900. En el censo de 1916, se indica
que estuvo cinco años en el continente (la cual es la misma información que recogió el misionero Bienveni-
do de Estella en sus viajes a la Isla).
41
Ilabaca, 1917.

12
nativos. Al regresar, el trabajo en terreno fue cotejado una vez más con la información de los
demás korohu’a, coincidiendo todos “unánimemente” con lo indicado por Porotu42.

Conclusiones y Mapas

La interpretación de la Comisión chilena de ubicación de tierras fue que los terrenos compra-
dos por Dutrou-Bornier entre 1869 y 1876 comprendían en total 921 hectáreas (de las cuales
706 pertenecían a Rano Kau, Mataveri y Haŋa Piko). Este número es incluso menor que el se-
ñalado por Víctor Vergara en su estudio de 1939 con 2.275 hectáreas43 y de seguro no repre-
senta “toda la superficie de la Isla con excepción de pequeñas hijuelas”. Al parecer Vergara no
había tenido a la vista la información de esta Comisión de 1917. Esta bajísima cifra fue lograda
haciendo una interpretación sui generis de las compras hechas por Dutrou-Bornier: Conside-
rando la información recibida por parte de los nativos y la gran cantidad de topónimos que
hay en la Isla, los encargados determinaron que cada nuevo nombre representaba un límite
para el topónimo anterior, obteniendo cifras de un puñado de hectáreas para cada uno. De
esta forma se obtuvieron deslindes aproximados para los lugares que el aventurero francés
había adquirido, sin embargo es difícil creer que este trabajo haya determinado los límites
exactos de cada sitio porque la exactitud en la delimitación no existe en Rapa Nui y en algunos
casos al mencionar un hito específico, los rapanui se refieren también, en términos vagos, al
área circundante. Esta interpretación debe analizarse más bien como un acuerdo entre los
rapanui y los comisionados chilenos para reducir al mínimo el área reclamada como propie-
dad por la CEDIP.

Ya que estos sitios jamás fueron cerrados o demarcados ni por los “propietarios” ori-
ginales ni por Dutrou-Bornier (el francés no compró parcelas sino que áreas de deslindes no
determinados), los límites tuvieron que ser definidos por la Comisión chilena, optando senci-
llamente por los topónimos. Carlos Charlín Ojeda intentó sistematizar la toponimia de Rapa
Nui en los años 40, pero su libro contiene una gran cantidad de errores, especialmente en las
traducciones44. Similares resultados obtuvo el menos ambicioso trabajo de Carlos Duque Ta-
pia en 198245. El problema es que los topónimos de la Isla tienen distintas características. Al-
gunos como Poīke, Roīho, Oroi o Hotu ‘Iti, por ejemplo, representan extensas áreas en cuyo
interior se hallan muchísimos sectores o accidentes geográficos más pequeños, cada uno con
su propio topónimo. Esto señala una desprolijidad en el estudio llevado a cabo por Ilabaca ya
que cada nuevo topónimo no representa necesariamente un límite para el topónimo anterior.
Por otra parte, en 1988, el Consejo de Ancianos tomó una interpretación aún más dura, seña-
lando que “Al decir por ejemplo (…), Anakena, se refiere a una cueva de más o menos 5x6 me-
tros y no, como se dice, que es un sector, puesto que cada piedra y cueva tienen su propio
nombre” y que Puna Pau ó Vai Raŋa se referían a dos aguadas “de 2x2 y 4x5 metros”46 lo cual
es cierto si se interpreta de forma obsesivamente rigurosa. El hecho de que Dutrou-Bornier no
señalara el área en cada contrato (fraudulento o no) permite estas interpretaciones aunque es
evidente que el francés pretendía inscribir vastas extensiones de tierras a su nombre.

42
Ibid.
43
Vergara 1939: 40.
44
Charlín, 1947
45
Duque, 1982
46
Consejo de Jefes de Rapa Nui et al. (1988: 289-290)

13
Finalmente debe considerarse que en el estudio de la Comisión de 1917 no se tomaron
en cuenta las 1.031 hectáreas adquiridas por Christian Hans Schmidt el 9 de mayo de 1873 a
nombre de Dutrou-Bornier que consistían en “las tierras de Maunga Teatea” ni tampoco otros
tres contratos de ese año por 812 hectáreas en Hanga Piko, Apina, Vai Kapua y Vinapū, 187
hectáreas en Ko Heki y 432 hectáreas en “Promaga” o “Poomaga” cerca de Tongariki. Es decir,
si sumáramos todo esto a las 921 hectáreas determinadas por los comisionados daría como
resultado 3383 hectáreas para la CEDIP. De todas maneras, si la Comisión hubiese estudiado
en terreno, con los rapanui, aquellos topónimos, probablemente hubiera concluido que dichos
topónimos por ningún motivo abarcaban regiones tan extensas como las que pretendía Du-
trou-Bornier.

A continuación algunos mapas elaborados con el software Google Earth.

¿La Isla de Dutrou-Bornier en 1876? En rojo las “propiedades” de Dutrou-Bornier y luego de la Compañía Explo-
tadora e Isla de Pascua. En blanco algunos topónimos adicionales.

En concordancia con la Comisión de 1917 no hemos incluido las tierras de Ma’uŋa


Tea-tea en la península de Poīke. Puede verse en este mapa cómo las tierras supuestamente
adquiridas por Dutrou-Bornier se encuentran parejamente distribuidas por toda el área de la
Isla. Queda claro que la intención del francés no era apropiarse de estos pequeños sitios, sino
que obtener propiedades extensas que cubrieran ojalá toda la Isla a excepción de la tierra de
la Misión Católica. En la lista de sus contratos puede verse que adquirió las 706 hectáreas de
Mataveri y Rano Kau por la suma ridícula de 100 francos por ende es de suponer que al pagar
precios similares por otros terrenos y cifras mayores de hasta 580 francos por Anakena y 200
por Akahanga y Ko ‘Eu47, las superficies imaginables en estos contratos dudosos o fraudulen-
tos son a lo menos equivalentes. Esto fue posible precisamente por lo que señalan los misio-
neros como Hipólito Roussel, quienes se negaron a firmar los contratos de Dutrou-Bornier
debido a que “tales compras se habían realizado bajo la presión del fusil en detrimento… so-
bre todo de los huérfanos”48. Huérfanos que se habían vuelto herederos de extensos territo-
rios debido a la enorme mortandad que produjeron las epidemias viruela de 1863-1864 y las
de tuberculosis de 1866-1871.

47
Consejo de Jefes de Rapa Nui et al. (1988: 288)
48
Roussel (1994: 267).

14
Zona Norte. En rojo las “propiedades” de Dutrou-Bornier y luego de la Compañía Explotadora e Isla de Pascua. En
blanco algunos topónimos adicionales.

En el sector de la costa norte y noroeste, el francés obtuvo sólo dos pequeños sectores,
‘Ara Nihi-nihi, que señala el nombre de un camino cerca del ahu (plataforma ceremonial)
Ma’itaki te Moa y Puku Kaiŋa Mea-mea, un promontorio en las cercanías del ahu de Vai Matā y
la aguada Vai ‘Uru. Por lo tanto, esta es la zona de menor densidad de “propiedades” del fran-
cés. Estos representan los terrenos de varios clanes Miru como los O Kao, Toko Te Rangi, Ha-
mea y Ra’a. Los Miru fueron, en su mayor parte, aliados de Dutrou-Bornier durante el conflicto
con los misioneros católicos debido a que algunos de sus jefes (como Ngure y Kaituo’e) desea-
ban restaurar la religión y costumbres pre-católicas.

15
Zona Este. En rojo las “propiedades” de Dutrou-Bornier y luego de la Compañía Explotadora e Isla de Pascua. En
blanco algunos topónimos adicionales.

En este sector, los contratos señalaban Papa Oteo, una roca plana algo al norte de Ahu
a Kapu, entre la bahía de Haŋa Kio’e y Hiku o te ‘Ika; Ana o Hoka, una cueva en el sector de
Roīho entre los cerros Hiva-hiva y Ma’ea Mahoru; Ko Memu, una planicie junto al cráter Hiva-
hiva y Ko te Runa-runa, llanura donde se halla el ahu hoy conocido como Akivi (Ahu a Tive)49.
Era territorio de la tribu Marama ancestralmente aunque lentamente pasó a la esfera de in-
fluencia Miru durante tiempos protohistóricos.

Zona Suroeste. En rojo las “propiedades” de Dutrou-Bornier y luego de la Compañía Explotadora e Isla de Pascua.
En blanco algunos topónimos adicionales.

En este sector se encontraba el lugar donde residía Dutrou-Bornier y más adelante los
futuros administradores de la Compañía Explotadora de Isla de Pascua (con excepción de Ale-
xander Salmon): Mataveri. En tanto Kureki y Moai Hava (Moe Hava según otros) son dos hitos
específicos entre el cráter llamado Te Manavai y el cerro Orito, mientras que Rano Kau es,
desde luego, el cráter más grande de toda la Isla. Haŋa Piko es una pequeña bahía donde se
encuentra hoy el puerto principal de Rapa Nui. Finalmente, Vinapū es un sector frente a tres
ahu, uno de ellos llamado Tahiri50. Este sector era territorio de la tribu Hau Moana.

49
Véase respecto al nombre de este ahu lo que señala Barthel (1962: 101)
50
Mulloy (1961)

16
Zona Sur. En rojo las “propiedades” de Dutrou-Bornier y luego de la Compañía Explotadora e Isla de Pascua. En
blanco algunos topónimos adicionales.

Aquí se hallan dos sectores específicos. La aldea de Akahaŋa, una de las más importan-
tes y pobladas de la Isla antiguamente y que difícilmente pudo haber sido vendida en su tota-
lidad a Dutrou-Bornier por una sola persona o por un grupo reducido de éstas. Ko ‘Eu es la
planicie que se extiende frente al ahu Ura ‘Uraŋa Te Mahina. Ma’uŋa Roa es un pequeño cerro
hoy cubierto de eucaliptus y que domina las planicies que descienden hacia Akahaŋa. Aquí ya
se encontraban las abandonadas tierras del sector oriental de la Isla cuya población había sido
desarraigada en 1868 y concentrada en Haŋa Roa. Es importante destacar que uno de los ma-
yores enemigos de Dutrou-Bornier y de sus aliados Miru era el rapanui converso y taŋata
hōnui de la tribu Ure o Hei, Tepano Roma a ‘Ure Mo’eŋa, originario de la aldea de Akahaŋa
como señala el padre Roussel51. Es difícil imaginar, por lo tanto, que estas tierras hubiesen
sido vendidas sin irregularidades al francés, al menos antes de 1871, fecha en que Roma parte
hacia la Polinesia Francesa. Después de esto es posible que las tierras hayan sido “vendidas”
ilegítimamente por algún otro rapanui. Algo similar puede decirse en el caso de ventas en las
cuales no participa su dueño, como es el caso de la venta del sector de Ma’uŋa Tea-tea por
Ngure, jefe de los Miru paganos de Anakena a Christian Schmidt en 187352. Este es el sector de
las tribus Marama, Nga ‘Ure y Ure o Hei.

51
Hippolyte Roussel, Informe en Archives générales de la Congrégation des Sacrés Coeurs 75-2, Maison Prin-
cipale, Roma. Hemos utilizado la copia del original en Cools (1971).
52
Vergara (1939: 120)

17
Zona Este. En rojo las “propiedades” de Dutrou-Bornier y luego de la Compañía Explotadora e Isla de Pascua. En
blanco algunos topónimos adicionales.

En este sector se halla el área más densa de tierras señaladas en los contratos de com-
pra y venta. Cuatro bahías Haŋa Tēteŋa, Haŋa ‘Ika ‘Iri, Haŋa Mai Hiku y Haŋa Tu’u Hata. Segu-
ramente se le asignaba este nombre a también al villorrio o aldea que existía frente a sus cos-
tas. Se sabe gracias a la información de Roussel que en Haŋa Tēteŋa y Haŋa Mai Hiku había
dos aldeas bastante pobladas53. También es imposible que estas tierras hayan sido vendidas
legítimamente por una sola persona o un grupo pequeño. Moai Tu’u Tahi es un ahu moai que
se halla algo al interior desde Haŋa Mai Hiku, circundado por una extensa planicie. Vai Moai es
un sector al sur de Ma’uŋa Toa-toa junto a la costa. Ko Vero a ‘Uka y Ko Hipa son dos áreas
indefinidas en planicies interiores cerca del cerro Te O’i Reŋa. Estos eran territorios pertene-
cientes a las tribus Tupahotu, Koro ‘O Roŋo, Nga Ruti y Ure o Hei (Hiti ‘Uira).

Zona Noreste. En rojo las “propiedades” de Dutrou-Bornier y luego de la Compañía Explotadora e Isla de Pascua.
En blanco algunos topónimos adicionales.

53
Roussel, Informe en Archives générales de la Congrégation des Sacrés Coeurs 75-2, op cit.

18
Este sector tiene también baja densidad de terrenos propiedad de la Compañía. Como
vimos anteriormente, ‘Ana Kena es una cueva, aunque hoy en día se designa con ese nombre
la extensa área desde Haŋa O Hiro hasta Hira Moko incluyendo la bahía Haŋa Rau o Te ‘Ariki y
la playa Morī a ‘One con la planicie de ‘Oro Maŋa. Este sector pertenecía al linaje real de los
Miru Nui-nui, descendientes de Hotu Matu’a. Considerando que en 1873 Ngure seguía siendo
el taŋata hōnui ó jefe de ‘Ana Kena, Dutrou-Bornier no pudo hacerse “legalmente” de este te-
rreno con anterioridad a esa fecha. Además ‘Ana Kena era también una de las áreas más den-
samente pobladas por lo tanto cualquier contrato para la venta de todo ese terreno es inváli-
do. Haŋa Ho’onu en tanto es una bahía en territorio Tupahotu, uno de los distritos más pobla-
dos de la Isla lo que también invalidaría el contrato de adquisición de esas tierras. Falta agre-
gar las tierras de Ma’uŋa Tea-tea, sector perteneciente al linaje Moko Mae de los Tupahotu.

Casi con total certeza, la intención de Dutrou-Bornier había sido obtener la mayor par-
te de la Isla de los nativos rapanui. Para esto usó métodos reñidos con la moral, sin duda, pero
su modus operandi resulta algo burdo ya que salta a la vista en muchos casos que tales tierras
no pudieron ser vendidas por una sola persona o un grupo pequeño de éstas ya que no eran
dueñas de lo que el francés (y luego la CEDIP) alegaban que había sido vendido. La Comisión
de 1917 consideró que no eran más de 921 las hectáreas, también velando por los intereses
del Estado, sacando por conclusión que todo el resto de las más de 16 mil hectáreas de la Isla
eran propiedad del Fisco chileno (confirmándolo con la Inscripción de 1933). Al menos los
mapas de Brander consideraban ciertas áreas como propiedad de los nativos, cuestión que el
Gobierno chileno jamás aceptó. Para Vergara en 1939, 2.275 hectáreas eran de la Compañía y
635 de los Misioneros, dando por sentado que todo el resto pertenecía al Fisco chileno. Noso-
tros dudamos de la gran mayoría de los contratos de Dutrou-Bornier, especialmente de los no
reconocidos siquiera por sus antiguos aliados, los misioneros franceses y de los firmados con
posterioridad a 1871. Pero aun cuando un tribunal que no tenía jurisdicción sobre una Isla
con soberano propio (Atamu Tekena) determinó que dichos contratos eran válidos, la Comi-
sión de 1917, con sus vicios metodológicos y todo, demostró que las tierras adquiridas eran
probablemente mucho menos de lo que la Compañía imaginaba, aunque falló en demostrar
que todo el resto pertenecía, no al Fisco chileno, sino que a los nativos rapanui.

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