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Basilio de Cesarea, Contra Eunomio, Libro I,

De parte mía, podría decir que aunque la denominación de in-generado parezca acordarse muy bien con
nuestro pensamiento, sin embargo, dado que no se encuentra en ningún pasaje de la Escritura y es el
primer término fundamente de su blasfemia, sería oportuno callarla, porque el término ‘Padre’ tiene la
misma expresividad de ‘in-generado’, además del hecho de introducir la noción de ‘Hijo’ que le está
unida por relación. De hecho, quien es por esencia ‘Padre’ y es el único a serlo, no proviene de ningún
otro y no provenir de ningún otro es lo mismo que decir in-generado. Por tanto, debemos usar más la
denominación de ‘Padre’ que aquella de ‘in-generado’ para no querer ser más sabiondos que nuestro
mismo Salvador que ha dicho: Vayan y bauticen en el nombre del Padre y no del ‘in-generado’.

[Eunomio ha dicho que a Dios Padre] le pertenece la definición de in-generado, es más, que el mismo
es substancia in-generada.
Pienso que quien presta un poco de atención pueda individuar fácilmente la deshonestidad que hemos
visto en estas palabras, pero no es accesible hacerlo manifiesto a todos, sin embargo, lo intentaremos.
[Eunomio] después de haber dicho que si Dios no pre-existe a sí mismo ni tampoco otro pre-existe a él,
entonces a él le pertenece la definición de in-generado. Enseguida ha entendido que [su razonamiento
es incompleto, puesto que] si a Dios le pertenece la definición de in-generado, es evidente que esa
definición le viene del exterior, pero lo que es externo a Dios no es su substancia… habiéndose
preocupado bien poco de la risa a la que sería sujeto por el hecho de decir cosas privadas de
consecuencialidad ha desviado sus palabras, corrigiéndolas, hacía la idea que quería, diciendo: ‘es más,
el mismo es substancia in-generada’… pasa, por tanto, a construir la tesis según la cual la condición de
in-generado es la substancia del Dios del universo, para obtener, una vez demostrado eso, la concorde
admisión que el Unigénito es disimile al Padre según la substancia.

10. La cuestión está en estos términos: no hay un único nombre que, abarcando la naturaleza de Dios,
baste a explicarla en modo completo; en cambio, nombres múltiples y varios, cada uno con su propio
significado, componen una idea, en cierto modo obscura y pequeña en relación al todo, pero suficiente
para nosotros. Entre los nombres que se dicen respecto a Dios, algunos muestran lo que está presente
en él, otros, al contrario, lo que está ausente. De estos dos tipos de términos se genera en nosotros como
una imagen de Dios en base a la negación de las características incongruentes y a la admisión de
aquellas que le pertenecen.

12. ¡Cuánta altanería y arrogancia… creer de haber descubierto la mismísima substancia del Dios que
está por encima de todo!… Puesto que presume de haber penetrado la substancia del Dios del universo,
interroguémoslo: ¿De dónde dice de haber llegado a comprenderla? ¿Del pensamiento común? Pero
éste nos sugiere que Dios existe, no que cosa es. ¿De la enseñanza del Espíritu? ¿Cuál enseñanza?
¿Dónde está?…

15. Razonando, descubriremos que la idea de ‘in-generado’ se nos presenta cuando indagamos no “qué
cosa es”, sino más bien, por usar una expresión que estoy obligado a utilizar, “cómo es”. De hecho,
nuestra mente, examinando si el Dios que está sobre todo tenga una causa superior a sí mismo, se da
cuenta que no puede concebir una causa para él, y a este hecho, es decir, que la vida de Dios no tiene
principio, lo denomina con el término ‘in-generado’. Como cuando hablamos de los hombres y
decimos que un tal desciende de otro, con ello referimos de cada uno no ‘qué cosa es’ sino ‘de dónde
desciende’, así también, hablando de Dios, la palabra ‘in-generado’ indica de él no ‘qué cosa es’ sino
que no proviene ‘de ninguna causa’.

18… el Evangelio enseña que sobre él [=Hijo] Dios Padre ha impreso su sello y el Apóstol dice que él
es imagen del Dios invisible. Una imagen no inanimada ni fabricada por mano, no obra de la técnica y
del pensamiento, sino una imagen viviente, es más, ella misma es vida y permanece indiferenciada no
en la semejanza de forma, sino en la substancia misma. De parte mía afirmo que la expresión ‘ser en
forma de Dios’ tiene el mismo valor que ‘ser en la substancia de Dios’. Como, en efecto, las palabras
‘haber tomado forma de siervo’ significan que nuestro Señor fue generado en la substancia del hombre,
así, diciendo ‘ser en forma de Dios’, el Apóstol presenta propiamente la peculiaridad de la substancia
divina.

19… Si efectivamente ha hablado de ‘comunión de substancia’ pensando en una suerte de distribución


de una materia pre-existente y de una repartición entre los seres derivados de ella, tampoco nosotros
mismos podremos aceptar esta opinión, y podremos mostrar que aquellos que la afirman, si hay
algunos, no son menos impíos de aquellos que afirman la desemejanza. En cambio, si se entiende la
‘comunión de substancia’ considerándola como el principio del ser, único e igual para ambos y si,
pensando hipotéticamente que el substrato del Padre sea la luz, se reconoce que la luz es también la
substancia del Unigénito y que, cualquiera que sea el principio del ser admitido por el Padre, el mismo
se adapta también al Hijo; si se entiende en este modo la ‘comunión de substancia’, la aceptamos y
diremos que es nuestra doctrina. De hecho, bajo este aspecto también la divinidad es única. Es evidente
que la unicidad es concebida según el principio de la substancia, de modo que la diferencia está en el
número y en las propiedades que caracterizan a cada uno, pero como principio de la divinidad se
considera la unicidad.

20… No es posible que el Dios del universo no co-exista desde la eternidad con la propia imagen que
es reflejada fuera del tiempo y que no tenga conexión con ella no solo más allá del tiempo sino también
más allá de todos los siglos. Por tanto, se habla de ‘reverberación’, a fin que pensemos en la conexión
[entre el Padre y el Hijo]; y se habla de ‘sello de la substancia’, a fin de que aprendamos la
consubstancialidad.
… hay un tipo de orden que no ha sido establecido por nuestra disposición, sino que viene propiamente
por disposición natural, como en relación al fuego y la luz que es su efecto. De hecho, en estas cosas
decimos que es primero la causa y después el efecto, sin separarlos con un intervalo de tiempo uno del
otro, sino concibiendo en el pensamiento la causa respecto al efecto… [Por ello] nosotros decimos que
el Padre está antes del Hijo según la relación de las causas con los efectos, no según la diferencia de
naturaleza ni según la preeminencia temporal, de otro modo, deberíamos excluir absolutamente que
Dios sea Padre, porque si no hay conexión natural o igualdad de naturaleza [entre el Padre y el Hijo]
esto haría de los sujetos seres extraños uno del otro.

25. Es claro para cualquiera que la expresión ‘más grande’ se dice o según el principio de la causa o
según la sobreabundancia de la potencia o la superioridad de la dignidad o la preeminencia de la masa.
[Entre el Padre y el Hijo] es impracticable el paragón según la masa porque en Dios no cabe pensar en
la cantidad… Por otra parte, decir que Cristo difiere en potencia en confronto con la potencia del Padre
es ciertamente de personas infantiles y que no escuchan la palabra del Señor que dice: Yo y el Padre
somos una cosa sola y la expresión una cosa sola se asume como equivalente de la igualdad e
identidad en la potencia… Por otro lado, si la cátedra dada al Hijo está a la derecha del Padre, ¿Qué
otra cosa significa sino que su dignidad tiene igual honor con el Padre?…
Falta, entonces, hablar del ‘más grande’ según el aspecto de la causa. De hecho, porque el principio del
Hijo es el Padre, he aquí que el Padre es ‘más grande’, en cuanto causa y principio. Propiamente por
esto el Señor dijo así: Mi Padre es más grande que yo, es decir, en cuanto Padre. ¿La Palabra ‘Padre’
que otra cosa significa, sino que él es causa y principio de aquel que ha sido generado por él?
Libro II, 4. ¿Qué persona con buen sentido defenderá el razonamiento según el cual, donde los nombres
son diversos, es necesario que sean diversas también las substancias (τὰς οὐσίας)? Los nombres
(προσηγορίαι) de Pedro y Pablo y en general de todos los hombres son diversos, sin embargo, la
substancia es única para todos. Por tanto, nosotros somos iguales los unos a los otros por la mayor parte
de los aspectos, pero resultamos diversos unos de otros solamente por las propiedades particulares (τοῖς
δὲ ἰδιώμασι) consideradas en relación a cada uno. En consecuencia, también los nombres no son
indicativos de la substancia sino de la peculiaridad (τῶν ἰδιοτήτων) que caracterizan a cada uno
singularmente. Por tanto, cuando sentimos decir ‘Pedro’, no pensamos en su substancia en base al
nombre – aquí entiendo ‘substancia’ el substrato material (οὐσίαν δὲ λέγω νῦν ὑλικὸν ὑποκείμενον)
que el nombre no explicita en ningún modo – sino imprimimos en nosotros la noción de las
propiedades particulares que se consideran en relación a él.

Libro II, 9… ¿Quién no sabe que, entre los nombres, algunos significan las cosas y que otros, en
cambio, señalan la relación con otras realidades? Por ejemplo, ‘hombre’, ‘caballo’, ‘buey’ indican
propiamente cada una de las realidades de las que son el nombre; en cambio ‘hijo’, ‘esclavo’ o ‘amigo’
muestran la conexión de uno con respecto a otro. Por tanto, quien oye decir ‘ser generado’ no es
inducido a pensar en una substancia determinada, sino que entiende que eso está relacionado con otra
realidad. En efecto, ‘ser generado’ se dice de aquello que ha sido generado por otro.

Libro II, 12. El Dios del universo es Padre desde la eternidad y nunca ha iniciado a ser Padre. Ni la
falta de poder le impedía realizar su voluntad ni tuvo que esperar el pasar de algunos siglos para que
pudiera cumplir el propio deseo cuando hubiera conseguido el poder de generar con el madurar de la
edad, como en el caso de los hombres y animales, es de locos pensar y decir estas cosas. En cambio su
‘paternidad’, por llamarla así, la posee naturalmente con la propia eternidad.
Por lo tanto, también el Hijo, siendo antes de los siglos y habiendo siempre estado, nunca ha
comenzado a existir, sino que desde cuando el Padre era, era también el Hijo y en la noción de Padre
entra inmediatamente aquella del Hijo. No hay ningún principio para el Padre y el principio del Hijo es
el Padre: en medio a los dos no hay nada… Pero el Padre no supera al Hijo por un intervalo de tiempo,
sino que le es antepuesto por causa.
Por tanto, si se ha demostrado eterna la coparticipación del Hijo con Dios Padre y si nuestro
pensamiento pasa del Hijo al Padre sin dejar ningún vacío, sino uniendo al Hijo con el Padre sin
interrupción, los cuales no tienen ninguna cosa interpuesta que los separe, ¿Cuál oportunidad puede
dejarse ahora a la perversa blasfemia de aquellos que dicen que el Hijo ha llegado a existir a partir de la
nada?

Libro II, 28. En cambio, si se aceptara lo que es verdad, es decir, que el generado y el ‘in-generado’ son
propiedades distintivas consideradas en la substancia y que guían hacía la noción clara y distinta del
Padre y de Hijo, se huiría del peligro de la impiedad y se salvaguardaría la coherencia en los
razonamientos. De hecho, las propiedades, como si fueran características y formas consideradas en la
substancia, distinguen lo que es común, gracias a las características particulares, pero no rompen la
igualdad de naturaleza de la substancia. Por ejemplo, es común la divinidad, pero son propiedades la
‘paternidad’ y la ‘filiación’: de la combinación de los dos elementos, el común y el propio, se realiza en
nosotros la comprensión de la verdad, de modo que, escuchando hablar de ‘luz in-generada’ pensamos
en el Padre; en cambio, escuchando hablar de ‘luz generada’, entendemos la noción del Hijo. En cuanto
‘luz’ y ‘luz’, no hay ninguna oposición entre ellos; en cambio, se considera en ellos la distinción en
cuanto ‘generado’ e ‘in-generado’.

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