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CAPITULO I EL PROCESO PENAL Y EL DERECHO PROCESAL PENAL:

En nuestro país la forma característica a través de la cual se da inicio al estudio


del proceso penal por parte de los procesalistas tradicionales suele ser la de
definir el objeto de estudio es decir explicar en breves palabras o frases lo que
el “proceso penal” o el “derecho procesal penal” serían en esencia.
Como consecuencia de lo anterior, en las primeras páginas de los de los textos
que existen sobre la materia es posible encontrar una variada gama de
conceptos y definiciones que intentan describir al proceso penal y el derecho
procesal penal. En el marco de esta aproximación tradicional sin perjuicio de
algunas diferencias se concibe al Proceso penal primordialmente como un
conjunto de facultades plazos y trámites judiciales que deben ser realizados con
el objeto de investigar un presunto delito y sancionar al eventual responsable del
mismo. Por su parte el Derecho procesal penal es concebido como un conjunto
de normas jurídicas que regulan en detalle al proceso penal, y que, normalmente,
se contienen en una recopilación de normas denominada código de
procedimiento penal.
El Punto de partida en esta aproximación que denominaremos procedimentalista
precisamente por el acento que pone en los aspectos procedimentales es el de
establecer conceptos que iluminaran al estudio posterior de estas disciplinas. Así
a partir de estos conceptos y de lo que ellos proyectan se procede a estudiar en
forma casi exclusiva la dimensión normativa del proceso penal (su código
fundamentalmente) por medio de la exposición sistemática y deductiva de las
reglas que lo regulan, su clasificación, sus relaciones internas y significado a la
luz de la opinión de otros autores, entre otros aspectos. El énfasis de estudio
para los profesores del ramo se encuentra en el análisis dogmático y exegético
de las normas jurídicas que establecen los plazos y trámites que constituyen al
procedimiento y cómo deben realizarse aquellos ante los tribunales que tienen
jurisdicción en la materia penal.
Para los estudiantes de derecho, el estudio del proceso penal se transforma en
la memorización de normas, conceptos y clasificaciones de la más variada
naturaleza acerca de las distintas instituciones normativas procesales, de sus
requisitos legales, de sus plazos, entre otras materias.
Otras dimensiones posibles de aproximación al proceso penal, como por
ejemplo, la de contextualizar las normas jurídicas con los procesos políticos
sociales y culturales en los cuales ellas interactúan o la de revisar las prácticas
concretas de los actores del sistema y su compatibilidad con las normas legales
que la regulan en abstracto, no forman parte de la cátedra de derecho procesal
penal ni de la preocupación de los académicos que desarrollan esta disciplina.
El estudio del derecho procesal aparece así como un estudio que no pone en
cuestión las premisas normativas que le sirven de punto de partida y que no
considera las restricciones que el contexto social introduce a la aplicación de
esas mismas normas.
El resultado de todo esto es un enfoque que arriesga el peligro de sustituir el
entorno de restricciones por las normas y los conceptos que le subyacen. Este
es un defecto que es necesario evitar. La dogmática procesal, surge atada a un
conjunto de idealizaciones políticas y morales y a una cierta confabulación de
circunstancias históricas que es necesario no olvidar. Cuando se olvida ese piso
histórico sobre el que la dogmatica se erige, los juristas pierden de vista las
importantes funciones sociales que la dogmatica esta –inevitablemente- llamada
a cumplir. Es necesario entonces rehuir ese enfoque demasiado unilateral que
en el extremo configura un tipo de figura legal que puese ser denominada del
fetichismo de la ley.
En este contexto, Peña señala que la aproximación tradicional al estudio del
proceso penal genera un cierto fetichismo acerca de la función de las leyes. Asi,
peña sostiene que “Nuestra cultura legal suele estar atada a una visión mas bien
formalista del derecho, que se deja secuestrar fácilmente por el aspecto mas
bien linguistico de las reglas, olvidando el sentido publico y político que las
anima. Ese defecto de nuestra cultura legal es una especie de fetichismo, el
fetichismo de la ley. Como usted sabe, el fetichismo es un fenómeno de
transferencia de significados y funciones. Donde existe, el fetiche pasa a
sustituir, en la imaginación del fetichista, el objeto con el que, primitivamente, se
vinculaba. Algo de eso ocurre en la cultura legal chilena en la que suele ocurrir
que el estudio de las reglas, particularmente de las reglas procesales, se efectua
no echando mano a los propósitos publico y políticos que las animan, sino
recurriendo a una técnica mas bien lingüística y terminológica, que, hipnotizada
por las palabras, por los tramites y por los plazos, acaba postergando-y lo que
es peor, aveces olvidando definitivamente- los propósitos de reforma política que
subyacen a las reglas. Ese tipo de cultura es un formidable obstáculo para el
cambio jurídico y político y quizá explique por que, por ejemplo, en nuestro país
somos tan prodigos en constituciones, pero tan pobres en tradición
constitucional.
Queda claro entonces que esta aproximación procedimentalista, aunque no
errada del todo, ya que nos muestra una dimensión del “objeto de estudio” (o al
menos una parte de esa dimensión), es deficiente para tener una comprensión
del proceso penal y del derecho procesal penal que supone lo puramente
procedimental o al fetiche legal. en efecto, este punto de vista no permite tener
una visión panorámica que de cuenta de los problemas fundamentales que se
encuentran detrás del diseño y funcionamiento de un sistema procesal penal,
cuestiones, que por cierto, exceden a los aspectos puramente dogmáticos o no
contextuales de la ley que regula al proceso penal. Los conceptos desarrollados
por el procedimentalismo no nos dicen mucho en verdad acerca de lo que un
proceso penal es efectivamente en la practica, tampoco acerca de cual es el rol
que en el juegan las garantías fundamentales, de cuales son los valores que se
ponen en juego al momento de su diseño y si estos tienen o no alguna
vinculación con el modelo de organización política del estado al que pertenecen.
Tampoco nos permite aclarar mucho el rol y las funciones que cumplen los
distintos actores que intervienen en el.
Los conceptos y definiciones desarrollados por el procedimentalismo se han
traducido en una comprensión extremadamente estrecha y pobre acerca del
funcionamiento del proceso penal y del desarrollo del derecho procesal penal en
nuestro país. Tal vez, esto constituye una de las causas que pertimen explicar el
abandono casi absoluto en el cual se encontraba nuestro sistema de justicia
criminal hasta principio de los años 90 y el nivel de desconocimiento y falta d
comprensión de la crisis que este enfrentaba dentro de nuestra comunidad
jurídica. La falta de conciencia de los juristas acerca de las funciones políticas y
sociales de su disciplina y acerca del entorno de restricciones en medio de las
cuales su argumentación se desenvuelve, acaba desproveyendo el trabajo del
jurista de la función de la crítica y mejora del derecho que el está llamado a
cumplir. Un derecho procesal desprovisto de conciencia acerca de su propio
contexto y de su propia inspiración política y moral, posee una neutralidad solo
aparente, una neutralidad ingenua que acaba contribuyendo al deterioro del
sistema legal, a la substitucion de los fines subyacentes por los medios
explícitos.
Es por estas razones que en este libro optamos por una forma diferente de dar
inicio al estudio del proceso penal y del derecho procesal penal en nuestro país.
Creemos que para tener una mejor y más completa comprensión del proceso
penal es necesario complejizar el punto de partida, enriquecer el enfoque del
estudio, proponer distintas dimensiones de análisis, diferentes entradas que nos
permitan acercarnos de una forma reflexiva al tema en vez de de en
desasgastarnos en desarrollar y explicar conceptualizaciones abstractas e
incompletas o repasar exegéticamente las normas del nuevo código,
aproximaciones que dificultarán más de lo que iluminarán nuestro estudio.
En esta dirección explicaremos en forma introductoria cuatro dimensiones o
entradas que creemos permitirán comprender mejor el fenómeno de estudio y
consiguientemente, los capítulos posteriores del presente libro. Ninguna de esas
entradas pretende desviar el trabajo del jurista de su sentido más propio - la
producción de decisiones mediante la argumentación en base a las normas- sino
que, cada una de ellas pretende enriquecer esa misma argumentación por la vía
de aumentar la información acerca del contexto en que el derecho se
desenvuelve.

1. -El proceso penal como parte del sistema de justicia criminal


Una primera forma de aproximarse al proceso penal es la de entenderlo como
parte integrante de un sistema de mayor magnitud, el de la justicia criminal. El
sistema de justicia criminal constituye el ámbito de acción a través del cual el
estado regula su poder más intenso y violento de intervención respecto de los
derechos de los ciudadanos (el poder punitivo). Este poder está constituido por
la posibilidad que tiene las agencias estatales de privar a los ciudadanos de su
vida, libertad, propiedad y otros derechos como consecuencia del
quebrantamiento del ordenamiento jurídico causado por estos últimos. Cómo se
podrá apreciar, por la importancia y nivel de afectación a los derechos
fundamentales que puede significar la intervención del sistema de justicia
criminal, su utilización suele reservarse para hacer frente a la infracciones o
conflictos sociales más extremos y graves, a los atentados más peligrosos y
serios en contra de los valores reconocidos por el sistema legal, aquellos que no
encuentran solución o alguna respuesta o salida razonable en otros ámbitos de
la actuación estatal (subsidiariedad del derecho penal o principio de ultima o
extrema ratio).
Ahora bien, al igual que el sistema legal la justicia criminal no es unívoca, en
efecto el sistema puede ser visto o analizado desde distintas perspectivas, cada
una de las cuales subraya o destacan diferentes componentes y dimensiones
del mismo.
En primer lugar, puede verse como SISTEMA DE CARÁCTER
EMINENTEMENTE NORMATIVO es decir, integrado por un cuerpo de normas
legales que:
1. describen prohibiciones
2. establecen sanciones en caso de incumplimiento de las mismas
3. regulan procedimientos para la determinación de cuando se ha realizado
estas conductas prohibidas y, consiguientemente, en los que se autoriza
la aplicación de las sanciones, y por último
4. regula la ejecución de las sanciones aplicadas.
En segundo lugar, puede ser comprendido como SISTEMA ADMINISTRATIVO
O BUROCRÁTICO es decir, conformado por diferentes agencias e instituciones
principalmente estatales, que intervienen en la creación y ejecución de normas
penales.
Finalmente, también puede analizarse como un SISTEMA SOCIAL es decir,
como un sistema de actitudes, valoraciones y respuestas sociales frente al
comportamiento criminal.
De acuerdo a Hazard, " estos tres aspectos deben ser integrados en el examen
de las frases específicas de la justicia criminal y en la interpretación del sistema
como un todo". Así, el arresto y persecución criminal del autor de un robo puede
ser considerado simultáneamente como una manifestación de una prohibición
legislativa en contra del robo, como una respuesta de la policía, la fiscalía, los
tribunales y el sistema penitenciario frente a una conducta que aparece como
criminal, y como la interpretación de la comunidad del comportamiento en
cuestión.
La justicia criminal como todo es la resultante de la interacción entre las reglas
legales, las prácticas administrativas y las actitudes y comportamientos sociales.
Como consecuencia de lo anterior, no obstante el proceso penal se refiera sólo
a alguna de las fases concretas del sistema de justicia criminal, su estudio debe
ser realizado teniendo siempre presente el impacto e influencia recíprocos que
cada decisión, conducta o forma de alguno de sus componentes tienen en los
restantes que integran al sistema. De ahí que como todo sistema, la justicia
criminal aspire a una cierta coherencia entre sus distintos componentes que le
permitan operar dentro de parámetros mínimos de razonabilidad en sus
diferentes fases para el cumplimiento de sus objetivos básicos.
La falta de coherencia entre el proceso penal y el resto de los componentes del
sistema tiende a generar contradicciones relevantes entre los principios que se
declaran como fundantes del mismo y su funcionamiento concreto. En nuestro
país, Jorge Mera, uno de los pocos académicos que ha escrito sobre el tema,
pone de manifiesto la severa incoherencia que se produce en nuestro sistema
entre el Código Penal, que contiene el cuerpo principal de normas que regulan
al derecho penal sustantivo –que en general se adecua los valores y garantías
propias del Estado democrático de derecho-, y las normas procesales penales
vigentes con anterioridad a la reforma procesal penal, que establecían un
proceso inquisitivo preliberal sin garantías.
Esta incompatibilidad se traducía entre otras cosas en una incongruencia entre
la declaración escrita de la vigencia del principio de legalidad o reserva penal, a
nivel de derecho penal sustantivo, que exige un estándar muy estricto a las
agencias estatales para la penalización de conductas y, cómo contrapartida una
utilización, extensa de la prisión preventiva que permitían aplicar, en los hechos
y sin altos requerimientos, penas anticipadas a los procesados.
Lo mismo ocurre si se contrasta el discurso político criminal, que fundamenta la
aplicación de las medidas alternativas a las penas privativas de libertad
contenidas en la ley 18.216, con la forma en que en la práctica se utilizaba la
prisión preventiva en el área del proceso penal.
Otros severos problemas de falta de coherencia podrían ser identificados con el
trabajo más detallado del tema, sin embargo, nos interesa profundizar un poco
más acerca de cómo el proceso penal se inserta dentro del sistema judicial
criminal y revisar los principales elementos que lo integran dentro de las
perspectivas de análisis del sistema que hemos propuesto precedentemente.
I. El sistema de justicia criminal como un sistema normativo
Desde el punto de vista normativo el sistema judicial criminal es
fundamentalmente un complejo sistema de normas y reglas legales, para
entender mejor esta afirmación revisaremos someramente en qué consisten
estas normas y reglas.
Una primera forma de analizar las reglas que integran el sistema de justicia
criminal es la de revisar las materias que estas regulan. Desde este punto de
vista es posible afirmar que ellas abarcan una cantidad muy dispersa de
cuestiones.
Por una parte, nos encontramos con las NORMAS TRADICIONALMENTE
DENOMINADA DERECHO PENAL SUSTANTIVO, las que en términos
generales son aquellas que:
1. establece las prohibiciones (tipifica las conductas consideradas como delito
por el ordenamiento jurídico)
2. Establece los presupuestos de la responsabilidad penal para quienes realizan
las conductas prohibidas, y
3. Establecen sanciones.
En segundo lugar, forman parte de este cuerpo normativo un conjunto de reglas
que regulan la ejecución de las sanciones, las cuales podrían ser catalogadas
como DERECHO DE LA EJECUCIÓN PENAL (el que incluye entre otras cosas,
el derecho penitenciario).
En tercer lugar, aparecen las normas o reglas que forman parte de lo que
tradicionalmente se denomina como DERECHO PROCESAL PENAL O
DERECHO PENAL ADJETIVO. En términos generales éstas establecen los
procedimientos para la denominación de la responsabilidad por infracción a las
prohibiciones y para la aplicación de sanciones.
A lo anterior habría que agregar, además, las normas que regulan la
organización, funcionamiento y competencia de los tribunales - que suelen
conocerse con el nombre de DERECHO PROCESAL ORGÁNICO- y las que
regula la organización y funciones de las otras agencias estatales que
intervienen en el sistema de justicia criminal, como la policía y el ministerio
público.
El contenido principal de este libro se refiere a lo que tradicionalmente se conoce
como el derecho procesal penal aun cuando las normas de otro tipo que hemos
mencionado precedentemente serán objeto de referencias y preocupaciones
permanentes. Esto ya que la separación de estas distintas reglas como
cuestiones distintas sólo es posible ser realizadas en abstracto. En el
funcionamiento concreto del sistema, en cambio, todas ellas normalmente
confluyen en la toma de decisiones más básicas del mismo. Por ejemplo, cuando
se discute la procedencia o no de la prisión preventiva en un caso. Allí confluyen
normas procesales (las reglas que establece la exigencia para el uso de tal
medida), penas sustantivas (por ejemplo para establecer gravedad del delito
imputado y la probabilidad de pena para el caso concreto), y de ejecución (las
condiciones bajo las cuales podría o no cumplirse tal medida), qué debe ser
ponderadas por el juez al momento de tomar la decisión.
Segunda forma de analizar las reglas que componen al sistema estudia las
fuentes en las que éstas se contienen. Al respecto nos interesa detenernos
particularmente en las fuentes del derecho procesal penal, las que son diversas
y recorren los distintos peldaños de la pirámide normativa en la que se
estructuran nuestro sistema legal.
En primer lugar, en tanto el derecho procesal penal intenta regular las
intervenciones de los órganos estatales de persecución penal en la investigación
y sanción de los delitos y, por otra parte, intenta regular los derechos y garantías
básicas que los ciudadanos pueden invocar frente a esta actividad estatal, es
que nos encontramos en presencia de una regulación del poder estatal (el poder
coercitivo ni más ni menos) que requiere ser contenida al menos en sus
principios básicos, por las normas fundamentales de un país, es decir, la
constitución.
En base a esto, se suele mencionar por la doctrina que el derecho procesal penal
es fundamentalmente derecho constitucional aplicado, derecho constitucional
reformulado o derecho constitucional reglamentado, o sea, una regulación
específica de principios constitucionales básicos acerca de las facultades de los
órganos estatales y de los Derechos ciudadanos en materia de persecución
penal.
Desde esta perspectiva considerando además el principio de supremacía
constitucional, la norma de Rango legal otras inferiores que regulan el proceso
penal debieran ser una consecuencia directa de los mandatos constitucionales,
y consiguientemente coherentes y consistente con los mismos.
En el caso chileno, sin embargo, esto no ha sido tan claro., una de las
características históricas de nuestro sistema procesal penal anterior a la reforma
fue su falta de adecuación al sistema constitucional que,, con variaciones e
interrupciones, estuvo formalmente vigente en Chile desde algún tiempo
después de la Independencia., en efecto la definiciones básica de nuestro
sistema procesal penal inquisitivo,, aún vigente residualmente en el país prende
la legislación colonial y no han sido alterados en lo fundamental durante los casi
dos siglos de vigencia de nuestro sistema constitucional republicano.
Un segundo problema en nuestro país distinta naturaleza eso sí, tiene que ver
con la ambigua relación de las garantías básicas del proceso penal en nuestra
carta fundamental vigente Y la u más pobre utilización e interpretación de ellas
por parte de nuestros tribunales y la doctrina procesal penal tradicional. La
ambigüedad de las normas constitucionales referidas a la regulación del proceso
penal en nuestro país subsanada en buena medida por un conjunto de normas
muy específicas y precisas contenidas en los tratados internacionales de
Derechos Humanos vigente y rectificados por chile, la que se entienden
incorporadas a la legislación interna en virtud del artículo 5 inciso segundo de la
Constitución. Así por ejemplo, tanto la convención americana sobre Derechos
Humanos, artículos 7 y 8, pacto internacional de derechos civiles y políticos,
artículo 9 y 14, regular con alguna extensión la estructura central de derechos y
garantías que configuran al debido proceso tal cómo se entiende la actualidad.
En un segundo nivel de la pirámide normativa de nuestro sistema legal aparecen
las disposiciones de Rango legal que regulan el detalle el procedimiento para la
investigación y aplicación de sanciones penales. Estas normas tradicionalmente
se contienen en un solo cuerpo normativo en los países de tradición Europea
continental como el nuestro, el que suelen denominarse código de procedimiento
penal, código procesal penal o código de enjuiciamiento criminal. Con todo, cada
vez es más frecuente encontrar regulaciones dispersas, contenido en distintas
leyes, que establecen regulaciones específicas para ciertas categorías de casos
(la ley 20.000, qué sanciona el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias
psicotrópicas) o cierta categoría de personas (código de Justicia militar referido
a la situación de delitos cometidos por militares).
En un tercer nivel, es posible encontrar una serie de disposiciones de carácter
reglamentario dictadas por las propias instituciones que intervienen en distintas
etapas del sistema de justicia criminal, orientada regular sus actuaciones en el
desarrollo del proceso o establecer pautas de actuación institucionales frente a
diversas situaciones. Como por ejemplo, a nivel del poder judicial, la Corte
Suprema dispone de la facultad de dictar autos acordados para regular aspectos
de funcionamiento de los tribunales de procedimiento ante las Cortes, cuando
esto no ha sido explicitados en las normas legales o constitucionales (auto
acordado sobre tramitación del recurso de amparo). De otra parte, y orgánicas e
instituciones como las policías del Ministerio Público Establece en competencias
para que la autoridades Superiores de las últimas dictan reglamento para regular
diversos aspectos de ellas. Es así, como por ejemplo, a nivel de Ministerio
Público y fiscal nacional ha dictado diverso instructivo generales y oficios para
regular la forma de proceder de los fiscales adjuntos y del resto de los
funcionarios de la institución en diversas materias.
En resumen, si analizamos el sistema de justicia criminal como sistema
normativo, encontramos que éste Está compuesto por una maraña bastante
compleja de reglas de Rango diverso y que regula materia bastante variadas que
se entrecruzan permanentemente. En consecuencia, desde el punto de vista
estrictamente normativo reducir el estudio del proceso penal al código del ramo,
hace el procesalismo tradicional, entrega una visión limitada del mismo.

II. Sistema de justicia criminal como sistema burocrático


Una segunda respectiva para analizar el sistema de justicia criminal es el
entenderlo como una compleja organización de instituciones estatales que
interactúan en función de crear, aplicar y ejecutar las normas penales. Si bien es
cierto que también es posible identificar algunos particulares instituciones
privadas que intervienen en distintas fases del sistema (por ejemplo, abogados
particulares que ejercen la defensa de imputados o víctimas que participan en
calidad de querellantes), éste se concibe tradicionalmente como sistema
fundamentalmente público.
La dimensión burocrática de análisis del sistema de justicia criminal es
indispensable para entender varios fenómenos en el funcionamiento del mismo
que no quedan cubiertos por los aspectos puramente normativos que lo
estructuran. En primer lugar, la organización y roles que formalmente se le
asigna a los diversos actores que participan del proceso aspecto que se asocia
más directamente la manera de que normativamente se estructuran las
instituciones del sistema y los diversos poderes y roles que la ley confiere a los
distintos actores. En segundo lugar cubre las relaciones específicas que se
producen entre esos actores, esta segunda dimensión es descrita bajo el
concepto de "criminal court comunitty" por david Johnson con el objetivo de
Resaltar que un elemento esencial para entender los resultados de sistema y los
poderes efectivos que cada actor dispone la práctica sólo es posible de ser
adquirido a través del análisis de las relaciones que se producen entre los
distintos actores en un escenario de trabajo que se caracteriza por ser un ámbito
compartido por todos y en el cual existe interdependencia entre unos y otros.
En consecuencia, teniendo presente esta dimensión del sistema es posible
captar parte de los resultados de la tramitación de casos se explican por la
interacción de varias agencias estatales que tienen roles y objetivos distintos,
incluso antagónicos entre sí (por ejemplo fiscalía y defensa). De otra parte, no
indica que todo esta ciencia estatales que en ciertas culturas corporativas y
prácticas que permiten explicar sus dinámicas de comportamiento Más allá de la
definición a normativa acerca de sus objetivos y funciones. Todos estos
elementos deben considerarse al analizar las distintas etapas del proceso penal.
El objeto central de nuestro estudio del presente libro se vincula las agencias
estatales que intervienen en la etapa de aplicación de las normas penales. Otras
agencia que intervienen en la creación de las mismas (poder ejecutivo y
Congreso, fundamentalmente) y en su ejecución (gendarmería y otras
autoridades penitenciarias) no van a ser parte de nuestro análisis.
Respecto de las agencias estatales que intervienen en la aplicación de las
normas penales, los problemas que ha producido la aproximación
procedimentalista es que tradicionalmente ha reducido el análisis de los actores
al estudio de los tribunales. En efecto, para procedimentalismo la idea de
proceso penal, consiguientemente la aplicación de normas penales, se asocia
fuertemente a la idea de un tribunal que dicta fallos. En este contexto, el proceso
sólo se constituye como un objeto relevante de estudio partir de la intervención
formal de un juez. Lo que ocurre antes de eso, igualmente la actividad
investigativa policial, no constituye actividad del proceso penal, y por tanto,
afuera del objeto de estudio.
De otra parte la intervención de otras agencias que colaboran en la producción
de información (por ejemplo, el caso del servicio médico legal) siempre realizada
en calidad auxiliares de la administración de la justicia, que también desde un
punto de vista, ellas quedan subordinadas primordialmente el estudio de lo que
hacen los tribunales.
El énfasis que los estudios domésticos daban al análisis de los tribunales se ve
reforzado en el contexto del sistema inquisitivo debido a que al menos en su
definición normativa el protagonista casi absoluto del proceso era la persona al
juez, que en el caso chileno ha sido el juez del crimen. En el sistema inquisitivo
al juez del crimen cumple los roles principales del sistema: Es investigador es
controlador de las garantías, toma la decisión de formular cargos en contra del
imputado y finalmente resuelven imputación formulada por medio de dictación
de sentencia.
El reducir el estudio del proceso penal y el derecho procesal penal sólo aquello
que hace los órganos jurisdiccionales representa un grave error se quiere
entender el funcionamiento del sistema. Así por ejemplo aunque los
antecedentes empíricos disponibles en Chile son escasos, como también lo lo
son en el extranjero, ellos muestran qué el sistema de justicia criminal se define
en gran parte Durante la etapa de investigación policial de los delitos no cuando
estos son resueltos o conocidos por los tribunales. Esto quiere decir que una
gran cantidad de casos no ingresan al sistema y que otros sí lo hacen, todo como
decisiones adoptadas en esta primera etapa. Esto último pone en cuestión a los
estudios procesales tradicionales que no se hacen cargo de las decisiones
adoptadas por los organismos policiales en los momentos preliminares del
procedimiento ni menos de las funciones policiales y su rol en la investigación
criminal. No puede predicarse con otras agencias estatales que intervienen en la
producción de información para que el proceso penal pueda ser llevado adelante,
por ejemplo, el servicio médico legal o el registro civil. Cómo se puede ver
entender las funciones y dinámica de esta agencia resulta trascendental para
comprender el funcionamiento del sistema.
Adicionalmente en el contexto de un sistema como el que estableció la reforma
se ha complejizado número de actores que intervienen. Dentro de los nuevos
actores, el Ministerio Público se erige como un componente central que requiere
ser objeto de análisis muy detallado para entender la dinámica del sistema en
este sentido el ministerio público en el nuevo modelo no sólo está llamado
cumplir ciertos roles procesales de una suma importancia, tales como ser el
responsable de la investigación preliminar y del ejercicio de la acción penal
pública, sino que también debe cumplir un conjunto de otras funciones orientadas
a la consolidación del modelo procesal propuesto que va más allá de los
aspectos estrictamente procesales de su función. Reducir la importancia del
Ministerio Público sólo el cumplimiento de sus funciones procesales constituye
un grave error que pueden transformarse en un obstáculo para la
implementación del nuevo sistema.
Otro actor de nuevo sistema justicia criminal y la defensa penal pública, si bien
es cierto que si te metes Y te iba a existir en un sistema de defensa la corporación
de asistencia judicial y los abogados de turno, esto no tuvieron ni la
responsabilidades ni el peso institucional que tiene el sistema vigente diseñado
para el proceso penal. Aquí también surge otro actor institucional cuya
configuración institucional y trabajo concreto deberá ser objeto de análisis y muy
específico para atender la dinámica de sistemas.

III. El sistema de justicia criminal como sistema cultural


El reconoce la norma instituciones que integran el sistema de justicia criminal no
es suficiente para entenderlo adecuadamente, el sistema también puede ser
visto como un sistema cultural, es decir, un conjunto de actitudes valoraciones y
respuestas sociales frente al delito, sistema cultural crea un determinado tipo de
cultura un mente se denomina como cultura legal. Lo legal de un país puede ser
entendido como las ideas, valores actitudes y opiniones que la gente sostienen
una sociedad acerca del derecho y el sistema legal (en este caso de la justicia
criminal).
En este sentido Alberto Binder ha puesto de manifiesto 500 año de vigencia el
sistema inquisitivo, en América Latina, este mucho más que un sistema
normativo administrativo de organización del proceso penal, sino un sistema que
ha producido una forma particular de entender culturalmente la justicia criminal
o una forma particular de situarse ante la realidad y considerarla. Esta particular
forma en que él denomina como "cultura inquisitiva" Binder destacó que la cultura
inquisitiva se caracteriza por ser una forma particular de comprender cómo debe
aplicarse el poder Penal del Estado basada en una mentalidad eminentemente
formalista y burocrática,, que genera un lenguaje absolutamente oscuro, actitud
temerosa a jueces y abogados frente a la Innovación en fin. Una mentalidad
eminentemente conservadora muy poco creativa. Algo similar y a la vez
complementario, es planteado por Peña cuando nos habla de una cultura legal
fetichista nuestro país y particularmente referido al estudio de lo procesal.
Esta cultura inquisitiva en opinión de Binder, es una de las causas que permite
explicar la vigencia y persistencia del modelo inquisitivo la región., en
consecuencia de un esfuerzo serio de transformación del sistema inquisitivo
pasa por considerar que el cambio cultural constituye una parte tan central de la
Reforma como El reemplazo de su estructura y de las reglas sustantivas que lo
regula es evidentemente una tarea de largo aliento pero requiere un trabajo
específico, no se da por ósmosis. O como consecuencia inmediata del cambio
legal por el contrario muchas veces la principal razón del fracaso de reformas
legales,, que en el papel aparecen como adecuadas técnicamente sí oportunas
políticamente, no has ido su falta de cantidad sino su falta de absorción cultural
por parte de los operadores llamado a llevarla a cabo y por la comunidad su
conjunto.
2.- El proceso penal en el contexto histórico y político
Cuando analizamos la dimensión normativa del proceso penal indicamos que en
atención a quien este ámbito se pretendía regular El ejercicio del poder punitivo
Estatal y los derechos ciudadanos básicos frente al mismo, estábamos
fundamentalmente en presencia de un derecho de carácter constitucional. La
estrecha relación entre el derecho constitucional y el derecho procesal penal ha
sido una idea persistente en el procesalismo comparado. Así James goldsmith,
señalaba la década de los treinta del siglo pasado que " ruptura del proceso penal
de una nación no es sino el termómetro de los elementos corporativos autoritario
de su constitución" varias décadas después roxin ha señalado que: El derecho
procesal penal es un sismográfico de la constitución del Estado esta afirmación
es junto con Resaltar la vinculación entre Constitución y derecho procesal penal
pone claramente de manifiesto que estamos en presencia de una disciplina de
alta contingencia política o muy estrechamente vinculada a la estructura política
del Estado en que se sitúa. En este mismo sentido damaska ha destacado que
el estudio de las afinidades entre los procesos legales y la ideología política es
muy relevante para comprender la lógica de los mismos ya que.... Después de
todo los regímenes políticos se legitiman por medio de la administración de la
justicia que establecen. A partir de estas consideraciones surge la necesidad de
contextualizar al estudio de los distintos modelos de justicia criminal en relación
a los fenómenos políticos y sociales que se dan en la época que esto surgen y
desarrollan.
Julio maier, en su libro derecho procesal penal justifica también la necesidad de
abordar el estudio histórico político antes de comprender la función de analizar
las reglas específicas derecho procesal penal. Maier afirma que el derecho como
materia de estudio es un objeto cultural y qué en cuanto tal, es altamente
contingente este destaca que esto es particularmente intenso respecto del
derecho procesal penal, porque es ahí donde se realiza el ejercicio efectivo del
poder penal Estatal o donde el poder Penal del Estado está más a flor de piel.
Consecuentemente anterior antes de iniciar un estudio más especializado de
algunas estructuras procesales, Maier. Dedica un porcentaje importante de su
libro el estudio al proceso penal en su inserción de la historia política
No vamos a realizar en esta Introducción a la fuerza que realiza Maier en su
trabajo, sin embargo. Es interesante avisar el punto que hemos venido
desarrollando. Uno de los procesos y los sistemas de justicia criminal encuentran
claro vínculos o relaciones de la forma en que se organiza un estado
determinado. No se puede entonces, define cular su Análisis del contexto
histórico político en el cual están insertos. Así como veremos en el próximo
capítulo el sistema inquisitivo no puede ser entendido Sí sólo los estudiamos
como parte de un progreso científico en materia jurídica, que se logra producto
del trabajo de los nacientes universidades europeas de la época. Para
comprenderlo de cuadra mente requerimos entender que este es el producto de
un largo y complejo proceso político, cuál es el surgimiento del estado absoluto,
y consiguientemente un fuerte proceso de centralización del poder de los países
europeos continentales que encuentra su máxima expresión en los siglos XV,
XVI y XVII. Lo mismo puede decirse del modelo procesal surgido en Europa
continental en el siglo XIX. Este modelo se explica mucho más por el proceso de
transformación que sufrió el estado absoluto en el período postrevolucion
francesa que como un avance de los técnicos del derecho.
,. Sobre la base de estas mismas consideraciones que tenemos que tener
presente el hecho de que sí predicamos En la actualidad que la forma de
organización política que consideramos legítima es el estado de derecho esta
forma de organización impone también un conjunto de limitaciones acerca de
Qué es o de Cómo podemos organizar un proceso legítimo el interior del mismo.,
no cualquier forma o modelo procesal será compatible legítimo la luz del Estado
de derecho. Sino sólo aquellas que respete los valores que estructuran el mismo,
esta idea que parece tan sencilla y básica la luz de lo que hemos venido
señalando todo por completo ajena a nuestra doctrina, procesal penal nacional.
Aquí analizado al derecho procesal a temporalmente y sin consideración al
contexto político donde esté se ha insertado, su estudio ha sido similar al que un
científico podría realizar un microscopio, es decir dónde lo único relevante es
qué proporción del objeto que puede ser observadas en microscopio sin ninguna
relación con el mundo externo el cual pertenece la muestra respectiva.
3) La eficiencia garantía en la base del proceso penal

Esta tercera aproximación nos interesa comprender mejor acceso penal y el


derecho procesal penal por medio de la identificación de los objetos que tradición
tradicionalmente se le adjudican y que permiten su configuración concreta.
La doctrina procesal está bastante de acuerdo en que por medio del proceso
penal, intenta Por una parte aplicar de la forma más eficiente posible la coerción
estatal, otra Establecer un estatuto de resguardos o protecciones al individuo
frente al uso de ese poder. Al primer objetivo se le refiere normalmente como
eficiencia y al segundo como garantías.. Los objetivos parecen a primera vista
muy problemático debido a que ellos se manifiestan como contradictorio o
antagónicos, así por una parte, esta fuerza es un cuento de nuestra voluntad
para que se ejerce intensamente la coerción respecto de las personas que no
respetan los mandatos y prohibiciones contenidas en el sistema jurídico, pero
por otra parte dan cuenta de que no estamos dispuestos a que ella se desarrolle
sin límite relativamente intensos ya que eso podría llevar a un uso abusivo de la
misma.
Protesta situación de conflicto y quienes intenta demostrar que la contradicción
es sólo aparente y que podría ser posible tender que ambos objetivos son
equivalente al menos complementarios. Parece que este fuerzo sea conveniente
ya que tienda ocultar una tensión efectivamente existente en el proceso que
acarrea consecuencias muy directas para las personas que, lo mismo siempre
deben tener presente para su diseño y para comprender su funcionamiento. Otra
parte ello desconoce que la contradicción de objetivos que el proceso penal pone
tan a flor de piel no es una cuestión desvinculada de nuestra forma de
organización política sino es una cuestión de vinculada de nuestra forma de
organización política sino que se trata de una consecuencia directa de la
paradoja a través de la cual se estructura estado moderno. Como señala Peña
“la organizaciones del Estado monopoliza la fuerza, expropiando la a los
ciudadanos para favorecer hacia una vida sin zozobras, pero al mismo tiempo el
estado en monopolizar la fuerza se erige, también una gran amenaza... Barry
qué hueva el estado representa por eso simultáneamente el problema y la
solución. Es decir, no estamos solo en presencia de objetivos Aparentemente
incompatibles que pueden ser fácilmente equilibrados por vía de Un diseño
técnicamente correcto, frente una paradoja que se encuentra la base de la
estructuración de las sociedades modernas e intentar suavizar el conflicto nos
hace perder la guardia cerca de los ríos Qué significa el sistema de justicia
criminal en su funcionamiento asumiendo el mismo punto de vista Alberto
sostiene que los modelos procesales penales no son sino una síntesis
culturalmente condicionado de la dialéctica que se da entre eficiencia y garantía.
Para Binder, el proceso penal estará siempre constituido por un, permanente
conflicto entre estas fuerzas,. Por lo que cada sistema procesal una regulación
del mismo se realiza en cada país depende fundamentalmente de cómo se
resuelve culturalmente ese conflicto en ese momento y en esa sociedad
determina. Incluso más Binder sostiene que la síntesis de estas fuerzas( el
proceso penal) no estática,. Sino que se encuentra en permanente estado de
ebullición antes que en estado de equilibrio. Se lleva que diversos factores como
la condición social de los involucrados establezcan diferencias en Cómo se
resuelve el conflicto entre eficiencia y garantías en un mismo país en un mismo
tiempo. Así el proceso penal funcionará probablemente de forma bastante
distinta tratándose de un personaje público relevante que respecto una persona
socialmente marginada.
A esta altura conviene detenerse brevemente los significados más concretas que
tienen estas fuerzas del funcionamiento del sistema de justicia criminal para
comprender un poco mejor esta dinámica de contradicción.
Cuando nos referimos a garantía materia procesal penal lo que estamos
haciendo referimos a un conjunto de derechos fundamentales que hoy día se
agrupan bajo la noción de debido proceso el debido proceso consiste
fundamentalmente en el establecimiento de ciertos parámetros estándares
mínimos que debe cumplir cualquier proceso penal en un estado derecho para
asegurar que la discusión y aplicaciones de sanciones penales en este caso) se
haya realizado en un entorno de razonabilidad y Justicia para las personas que
intervienen en su desarrollo.
Esta noción es ciertamente vaga en esta formulación preliminar, encuentra
desarrollos más específico de los tratados internacionales de Derechos
Humanos que contemplan un conjunto de derechos según ya tuvimos la
oportunidad de mencionar previamente, especialmente la jurisprudencia que ha
surgido de la aplicación en el ámbito internacional. En consecuencia Si se quiere
analizar cuán garantista del proceso penal normalmente el primer paso será
contrastar la vigencia de esa garantías internacionales con ese proceso
determinado (ya sea normativa o empíricamente).
Deficiencia en cambio suele ser normalmente asociada a la idea de capacidad
sistema de justicia criminal de condenas a personas la lógica de esta afirmación
está la idea de que si detrás de la eficiencia se encuentra la opción de aplicación
de la coerción estatal., será más eficiente la medida que exista mayor nivel de
coerción efectivamente aplicada. No creemos sin embargo que esta idea sea del
todo correcta efectivamente un componente de la eficiencia. Ir a la capacidad
que tenga el sistema de esclarecer los hechos delictivos y Consecuentemente
aplicar sanciones a quienes corresponda. Desde que como sociedad decidimos
tenemos sistema de justicia criminal la idea de que este permite a la autoridades
públicas a aplicar sanciones penales( coerción estatal) parece una obviedad. Sin
embargo esto es sólo una parte del contenido de eficiencia y aquella debe
entenderse con mayor amplitud. Entrevista la eficiencia significa que el estado
dispondrá el mecanismo el proceso penal, qué le va a permitir dar respuesta a
los ciudadanos frente a la ocurrencia de ciertos conflictos sociales que definimos
como delito. Por lo mismo el parámetro fundamental no será la cantidad de
condenados lo quieres sólo una respuesta posible sino precisamente la cantidad
de respuesta que el sistema puede ofrecer ella se incluirán no solo las condena
sino también otras decisiones que adopta el sistema que son Igualmente
legítimas como respuesta, porque ello significa que el sistema ha discriminado
en esos casos que la aplicación de coerción no era legítima conveniente. En el
fondo, se trata de que el estado al momento de decidir aplicar la coerción puede
tener herramientas para discriminar En qué caso ella efectivamente necesario y
en qué otros casos no lo es. Crear el escenario en donde estas decisiones
pueden ser adoptada legítimamente será misión central del proceso penal.
Dentro de esas otras respuestas posibles encuentran, en el sistema las
absoluciones, los orígenes definitivos los acuerdos reparatorios, las
suspensiones condicionales del procedimiento, entre otras.
Lo que queremos enfatizar a esta altura es que el proceso penal sin garantía se
transforma en un proceso ilegitimo en un estado de derecho pero a la vez
pretender un proceso penal que no busque obtener niveles importantes de
eficiencia ( cluyendo la posibilidad de aplicación intensa de la coerción) tampoco
lo es. El cómo resolveremos desafinaciones contrapuestas en el sistema será
una parte importante del objeto de estudio del presente libro.

5. Modelos procesales penales: Sistema inquisitivo versus sistema


acusatorio
Lo largo de esta introducción hemos hecho alusión a conceptos tales como el
sistema inquisitivo y sistema acusatorio. Vinos más genéricos también hemos
hablado del modelo procesal o de justicia criminal ¿de qué estaríamos hablando
en ambos? Casos nos interesa detenernos brevemente en este tema pues
creemos que una cuestión común de confusión en la literatura jurídica
especializada mañana falta de rigurosidad o incluso promiscuidad que existe en
la utilización de conceptos como los mencionados sólo desconocimiento que se
tiene del rol que cumplen su tramitación pendiente
Pag. 56
Su tramitación pendiente hasta 1973 año en el que se produjo el quiebre
institucional sin que el proyecto finalizará su tramitación constitucional. Tal y
como. En otros intentos de reforma este proceso termina con la mantención de
las estructuras del sistema inquisitivo no obstante es posible rastrear el efecto
del proyecto de calcio hasta la ley número 18.857, pitada A fines del gobierno
militar que recogió algunos elementos del proyecto original pero bastante
distorsionados y mediatizados.
La ley número 18.857 de 1989 introdujo una gran cantidad de modificación al
código procedimiento penal de 1906 ya que en su mayor parte estuvieron
orientadas a mejorar el funcionamiento del sistema racionalizando sus trámites
intentando reducir regulación de los procesos: Asimismo Busco otorgarle mayor
coherencia solos, contradicciones o aclarando afecto que no se encontraba
suficientemente desarrollado. No obstante esta modificaciones parciales al
código de procedimiento penal durante el periodo del gobierno militar no se
produjo un proceso de adecuación sustantiva de la administración de justicia a
los requerimientos y expectativas propias de un estado democrático de derecho
y menos la alteración de las estructuras centrales del proceso penal vigente en
la época.
El gobierno encabezado por Patricio aylwin, a partir del año 1990 se dan impulso
concreto destinado a lograr cambios sustantivos en la administración de la
justicia, reformas cuyo énfasis principal es el de la adecuación de esta actividad
a los requerimientos de un estado democrático de derecho. Dentro de ellas dos
iniciativas se refirieron al proceso penal en forma más específica. Primera de
ellas estuvo constituida por las denominadas " leyes cumplido” que busca
mejorar los estándares de respeto de los Derechos individuales en el contexto
de un proceso de crítica a lo que había sido práctica sistemática de violaciones
de estos mismos derechos así la ley número 19.047 asumió explícitamente la
tarea de adecuar la legislación interna a las normas internacionales de Derechos
Humanos. Y subjetivo se cumplió muy parcialmente en cuanto nos intentó un
cambio de estructuras inquisitivas. La segunda fue la reinstauración del
ministerio público en primera instancia. This initiative a no prosperó debido a una
percepción generalizada de que reforma centrada exclusivamente en la etapa
instructoria del procedimiento penal no era suficiente para solucionar los
problemas estructurales que se aquejaban a este, lo que apareció prestamente
manifestado en una serie de informes evacuados por diversas instituciones
durante la tramitación del proyecto. Si bien es cierto que este proyecto falleció
durante su tramitación legislativa, constituye un hito que permitió generar una
discusión más amplia acerca de la necesidad de realizar una reforma radical al
sistema inquisitivo vigente.
Cómo es posible observar, óxido numeroso proceso de reforma legislativa por
medio de los cuales se han ido introduciendo al sistema inquisitivo cierto
derechos individuales alguna limitación a la Facultad del órgano encargado de la
persecución penal, cambios orgánicos (como la supresión de los promotores
fiscales) y otras modificaciones de carácter procedimental administrativo, estante
ninguno de este proceso Ha logrado poner en cuestión la parte del sistema y su
lógica básica, incluso muchos de ellos las acento. Esto resulta en cierta forma
sorprendente si es que se revisa en una parte importante de la doctrina nacional
ha sostenido desde antiguo la necesidad de realizar cambios más relevantes al
sistema.
LA REFORMA PROCESAL PENAL EN CHILE
Nuestro país inició formalmente el proceso de transformación de nuestro sistema
procesal penal a partir de la presentación al congreso del proyecto de nuevo
código procesal penal junio de 1995. Sin embargo esto constituye sólo un mito
de un trabajo Mucho más largo y complejo que se encuentra terreno fértil a partir
del gobierno de Eduardo frei. El gobierno encabezado por el presidente frei 1994
al año 2000 impulsó desde su inicio es un conjunto importante de políticas
públicas destinadas a lograr la modernización y adecuación de nuestro sistema
judicial a los requerimientos de un estado democrático. Dentro de este marco la
reforma estructural del sistema de enjuiciamiento criminal se transformó la
principal prioridad de las políticas públicas en el ámbito de la administración de
Justicia para el sexenio de gobierno. Es así como desde el primer discurso anual
de rendición de cuentas de la gestión gubernamental realizado, el 21 de mayo
de 1994 que en realidad tuvo un carácter de fijación del programa de trabajo del
gobierno para los futuros 6 años de mandato debido a que esté solo lleva 3
meses en el ejercicio de sus funciones el presidente de la república
expresamente destacó la necesidad de:
Reformar profundamente nuestro procedimiento penal de modo que agilice la
resolución de los conflictos que permite el contacto directo entre el juez la parte
que solicita justicia separa la función investigadora, cierta ministerio público la
sentencia dura que en esencia corresponde al juez. Fin de cautelar debidamente
las garantías procesales propias de un estado democrático, lograr la sanción de
los delincuentes la víctima de tortura seguridad a la ciudadanía.
. Con posterioridad todo el discurso del 21 de mayo profundizarán en el
compromiso del gobierno en la materia denominado incluso Este cambio de
sistema procesal como la reforma del siglo el área de judicial guisados los seis
años de gestión gubernamental se estima que la reforma procesal penal.
Será uno de los principales legados institucionales del gobierno D.F. Obstante lo
anterior si se quiere tener una visión más completa y una comprensión más fina
de la Reforma procesal penal de nuestro país no puede verse Sólo como un
camión pesado por una reforma Autónoma por parte del Estado, miento de
reforma de la justicia penal chileno Bed es un proceso de cambio social bastante
complejo, que han intervenido una multiplicidad de actores y a concluido un
conjunto diverso de factores. No sólo en el ámbito local sino también en interna
por eso mismo el resultado de este proceso da cuenta de una serie de
compromisos muchos de los cuales aparecen como contradictorio y que resulta
necesario tenerlos presentes objeto de tener una visión integral del proceso de
reforma dejado de haber un cierto nivel de rechazo por un sector de la comunidad
jurídica nacional al menos por un período en lo que sigue se realizará una visión
somera de estos aspectos objeto de tener una visión más amplia de este
proceso.
La reforma como compromiso
La diversidad actores que han intervenido la formulación y desarrollo de la
Reforma procesal penal en nuestro país sumándole Chucky, por la magnitud de
los cambios propuestos resulta indispensable contar con un amplio consenso
político y técnico, llevado a que la reforma se construye sobre la base de un
delicado consenso entre los diversos actores con distintos objetivos. La reforma
desde este punto de vista es el producto de la confluencia de un conjunto diverso
de intereses que incluso pueden ser visto como contradictorios entre sí. De
hecho entre los grupos que ha promovido la reforma se encuentran Por una parte
que no buscan cambiar el actual sistema con el fin de mejorar su capacidad de
contribuir a la seguridad pública y otorgar mayor protección a la víctima de los
delitos, quién es puro trap intentan introducir estándares de respeto a las
garantías individuales controlar la actividad de la policía reducir el uso de la
prisión preventiva,. Este tipo de intereses cruzados atraviesan parte de las
instituciones procesales concretas y discursos y fundamentos que giran en torno
a la reforma. En consecuencia debe formar parte de la lectura con la cual uno
debe aproximarse el estudio de las mismas.
Profundizando un poco más acerca de los contenidos de este compromiso
necesario precisar que los grupos conservadores han expresado su punto de
vista en cuanto a la relación entre justicia criminal y la seguridad pública ellos
creen que las sanciones penales constituyen en efectivo. Desincentivo a la
comisión de delitos. El riesgo de ser capturado en causado y condenado deberá
aumentar y en consecuencia el delito deberá hacerse menos beneficioso del
punto de vista económico., piensan apoyan el proceso de reforma con el fin de
el misterio legitimar el sistema de justicia criminal para así poder usarlo más
extensivamente, al menos contar con una posibilidad de usar los más
extensivamente.
En otra posición constituida por los grupos que apoyan la reforma debido a las
garantías que introducen, no están interesados deben extender el uso del
sistema penal sino más bien reducirlos. General este grupo son muy escépticos
acerca de la utilidad del sistema penal como método para reducir la criminalidad
y su principal espectativa es que la reforma contribuye a reducir las expresiones
más violentas y abusivas del cual el sistema y abra oportunidad para la reducción
del uso de sanciones penales en general.
No obstante lo contrapuesto de esta Visión Es la discusión de la Reforma
permitido crear importante áreas de coincidencia que no existían previamente el
sector más conservador ha desarrollado un claro pollo a la idea de introducción
de garantía básica en el sistema. Tema liberal en especial o grupos académicos
ha comenzado a generar una mayor preocupación por la eficiencia del sistema
y por la necesidad de dar respuesta a las demandas ciudadanas por seguridad.
Algunos grupos críticos estiman que esta Alianza entre dos polos se basa en un
Moto engañó o en el mejor de los casos en una suerte de mal entendido que
cada uno de los grupos utiliza para sus propios fines, con ello se anticipa que la
implementación de la Reforma se transformará en una completa frustración para
algunos de sus impulsores debido a la incapacidad de respuesta a los dos grupos
de intereses en pugna. Con todo esto te mueres pareciera no ser razonable ya
que la reforma introduce un sistema más complejo, que de algún modo es tu
nuevo cenar y dónde la discusión entre estos dos tipos de intereses sociales
deben tener lugar. El acuerdo básico no es sobre la orientación futura del sistema
penal, acerca de la construcción de un sistema en el que esa discusión se puede
dar de un modo abierto y constructivo
Con todo el trabajo por la reforma no ha significado un concepto monolítico sino
que ha generado también importante resistencia por parte de distintos sectores
una buena parte de la resistencia inicial provino de sectores académicos
vinculados al procesalismo tradicional en chile y algunos sectores del poder
judicial (tanto jueces de distinta categoría como funcionarios judiciales). Las
causas de la resistencia de la Reforma son variadas y difícil explicación, algunas
de ellas se fundamentan en la desconfianza de diverso tipo, tanto respecto de
los contenidos del proyecto, cuánto respecto a las personas que lo encabezaron
Ya que ellos no pertenecían a los núcleos de procesal y stá tradicional en el
círculo de abogados cercanos al poder judicial.
También un gran factor de rechazo fuera que se hicieron cambio tan radical ya
que algún sentido significaba un cuestionamiento importante la reforma
tradicional de hacer las cosas y a quienes la ejercen
De otra parte también hubo desconocimiento y falta de comprensión de los
contenidos del proyecto que llevarían a rechazos a priori. Debe incluirse también
dentro de estas razones los temores que un cambio de este tipo generan relación
a ciertos derechos adquiridos por parte de distintos operadores del sistema la
oposición pública a la reforma se tradujo en este primer momento en un conjunto
declaraciones de los departamentos de derechos procesales de la Universidad
de Chile de la Universidad de Concepción de ministro de la corte de apelaciones
y de miembro de la asociación de empleados del poder judicial. Junto con lo
anterior estos sectores Se realizaron distintas actividades de lobby a nivel del
legislativo, las que En definitiva no se tradujeron en propuestas que pudieran
cuestionar seriamente el impulso por la reforma, cuando sí tuvieron impacto en
algunas materias, por ejemplo la reforma constitucional del año 1997 por la que
se creó al ministerio público. Con el tiempo esta primera resistencia se fueron
apaciguando y de buena parte de los antiguos opositores y en su apoyo a la
reforma., esto no significa que se haya acabado la resistencia de la Reforma, de
hecho un número importante de personas e instituciones mantuvieron la posición
crítica respecto de la misma aunque sin público intenso durante bastante tiempo.
Una segunda hora de resistencia al cambio que se presentó de manera diversa.
Se trataba de ponerse la formulación del proyecto sino de introducir de cambio
significativo en relación al sistema originalmente presentado mediante la
colaboración de propuestas alternativas temas contenidos en el nuevo código.
Un caso claro es lo que ocurre con la propuesta del instituto chileno de derecho
procesal que intentó crear un conjunto nuevo de procedimientos simplificados y
abreviados que relativizan severamente la centralidad del juicio oral del modelo
original. Como ésta hubo otras propuestas que dan cuenta de un cierto desprecio
por principios centrales sustentados por la reforma. Otro ejemplo se encuentra
en el debate producido en torno al tema de La regulación de los recursos
procesales en contra de la sentencia del juicio oral que llevó a ciertos sectores a
proponer un sistema de apelación abiertamente compatible con los principios
sobre los cuales se estructura el modelo de la reforma.
Silvia la distinta forma de la que se manifestó la resistencia al proyecto no fue lo
suficientemente fuerte como para revertir la voluntad política a favor de la
Reforma o alterar radicalmente el proyecto de reforma alguna influencia
ejercieron las que se traduzca en varios cambios en el congreso. Otra parte como
hemos señalado precedentemente la felicidad otro país y la región demuestra
que esperar que esta resistencia vuelvan a manifestar en forma más intensa
probablemente en el período de implementación Y puesta en marcha del nuevo
sistema. Con todo como veremos más adelante está no ha surgido con mucha
fuerza en nuestro país y un proceso para saber cuidado una vez instalado en
todo el territorio nacional.
La reforma nace como una iniciativa de la sociedad civil
Una de las características más llamativas del proceso de reforma al sistema de
juicio mente criminal en Chile de qué se trata de un proceso que nace primero
con una iniciación de cierto grupo de la sociedad civil y luego es tomada por parte
del Estado entregando un carácter de proyecto gubernamental oficial. De Grey
ocurriera hubo un intenso y planificado trabajo bipartidista instituciones y
personas que fueron creando el ambiente propicio para que esta nueva iniciativa
podría transformarse en lo que hoy es considerado la reforma judicial más
importante del siglo XX.
Es así como un conjunto de organizaciones no gubernamentales intuiciones
académica y universidades desarrollaron algunos . Antes de la adopción oficial
del proyecto por parte del Ministerio de justicia, un intenso trabajo orientado
producir toda información teórica necesaria para la discusión pública de estos
temas y lograr afinar los diagnósticos y consensos necesarios que permitieron
hacer viable tanto desde la perspectiva técnica como política el impulso de las
reformas de carácter estructural del sistema de justicia criminal.
Hay quienes han descrito este proceso como estrategia de "Routine policy-
making" (relación de políticas públicas como rutina). Así, de la barra, al Describir
el proceso de reforma chileno ha señalado que este corresponde a este tipo de
estrategia. La barra describir la estrategia de la siguiente forma: " routitine policy-
marking". El que se basa en presentar la reforma como un desarrollo técnico
natural derecho o como un simple reconocimiento de tendencias Leganés
moderna esta estrategia considera el uso de expertos para sacar el tema fuera
del debate público y así desarrollar borradores técnicamente depurados para ser
presentados a la autoridad pública no estamos de acuerdo con esta
caracterización la reforma chileno un elemento identificable común de este tipo
de estrategias en la existencia de un pequeño grupo de técnicos o expertos que
participan en la promoción del cambio legal,. Pero una cosa es quién participa
en el proceso de reforma legal y otra muy distinta la estrategia que adopta para
llevarla adelante a diferencia del "routing policy-marking"., el caso chileno uno de
los objetivos centrales de la estrategia seguida por los promotores de la Reforma
fue el vender la idea de necesidad y forma abierta de esta manera se podría
transformar la justicia criminal en un tema de debate de demanda-pull En ese
sentido Por ejemplo hemos sostenido en trabajos anteriores que en el caso de
chicano el mayor apoyo de la Reforma Avenida desde fuera de la comunidad
jurídica, menú de su componente más tradicionales, queriendo apuntar con ello
que uno los grupos que han apoyado con más fuerza sido los medios de
comunicación que públicamente han presionado a favor de la Reforma. Por otra
parte, la necesidad de la Reforma se justifica por los grupos reformistas no sólo
como consecuencia de demandas técnicas sino centralmente como cambio
político de adecuación del sistema de justicia criminal al ideario político del nuevo
estado democrático chileno. Estos dos elementos marcar una diferencia muy
importante con el tipo de estrategia que de la Barrera describen su trabajo. De lo
anterior es necesario reconocer que las reformas legales han sido
tradicionalmente concebidas en América Latina como problema de orden técnico
jurídico o doctrina, sin considerar las importantes implicancias políticas que
significan los cambios legales de la vida social. Biología predominante en la
relación de la Reforma del derecho procesal penal ha sido la de considerar la
reforma como un problema de modificación de asuntos de orden técnico de
fenómeno legal. Conectó estrella concepción de los cambios legales la
comprensión tradicional del proceso penal en la región como una disciplina muy
formalista que básicamente se preocupa del estudio de las reglas
procedimentales, los trámites y procesos regulados de los códigos. Mito
característico del actual movimiento de reforma sido el intento por cambiar esta
concepción limitada de los cambios legales considerando para ellos el proceso
penal y sistema de justicia criminal forman parte de un sistema político social que
también se verá afectado por la reforma.
Retomando nuestro cuento original uno de los elementos que contribuyó a
decantar un consenso los diversos actores de la comunidad jurídica nacional fue
la elaboración de un conjunto de estudio empírico que nos habían realizado
hasta el momento nuestro país que permitieron tener una aproximación de la
realidad del funcionamiento del sistema esto contribuyó a una diferencia
fundamental con anteriores procesos de reforma llevados adelante gentiles Ya
que en general ellos no contaron con antecedentes empíricos que permitirá
sustentar la necesidad de aprobación de las propuestas legislativas presentadas.
A juicio de algunos actores relevantes en dichos procesos esta carencia
constituyó uno de los factores que influyeron en el hecho de que los proyectos
respectivos no se concretarán en forma relevante este trabajo de preparación de
la Reforma permitió además el gran una capacidad técnica que tampoco se
dispuso en procesos anteriores al cambio y que ha sido muy importante durante
el desarrollo de todo proceso de reforma. Bueno aparte de esto estudio actividad
académica se concentran en los trabajos comprendidos por un grupo de
académicos de la escuela de derecho de la universidad Diego portales que
desde el año 1991 inició investigaciones empíricas y dogmáticas en el área.
Junto con esta Universidad y otras instituciones no gubernamentales que
cumplieron un rol decisivo en la ejecución del programa completo de trabajo para
la elaboración de proyectos de reforma. Estos son las corporaciones de
promoción Universitaria y fundación.
La primera actividad pública en la que se plantea la necesidad de discutir una
reforma estructural a nuestro sistema procesal penal un seminario internacional
organizado por la corporación de promoción Universitaria en noviembre de 1992
dicho seminario contó con un sistema de los profesores argentino julio maier y
Alberto binder. Principales promotores del cambio el proceso de la región en este
momento, permitieron a los asistentes conocer - todos ellos actores relevantes
de la comunidad jurídica nacional- reforma que se había iniciado en América
Latina a partir de la década de los 80.
Como consecuencia del éxito de este seminario y con la idea de promover y
continuar la discusión del tema entre la corporación de promoción Universitaria
creó el Foro de discusión sobre la oralidad de los procesos penales. El foro se
constituyó como una instancia de reunión y discusión que funciona durante el
segundo semestre del año 1993 en forma permanente a la cual estuvieron
convocada miembro del poder judicial académicas y abogados, qué
representaba a la distintas opiniones relevantes en el tema de nuestro país. El
foro se reunió quincenalmente a discutir acerca de los principales problemas que
el sistema frente a las posibles vías de superación de aquellos para los cuales
se contó con la colaboración de materiales para cada sesión y con la consultoría
de experto nacional y extranjeros en cada una de ellas
Dentro del contexto del trabajo del foro se realizó en octubre de 1993 un
seminario internacional que tuvo por objeto discutir el proyecto de ley que
pretendía Reinstalar el Ministerio Público en primera instancia proyecto cuya
tramitación se encontraba pendiente a esa fecha. Yo no tuvo fuerte impacto
público ya que llegó a la conclusión por parte distinto espositori asistente que
sólo una reforma radical al sistema podría superar los problemas que lo
aquejaba. El ministro de la Corte Suprema concluyó que sus comentarios
calificados al procedimiento vigente como un sistema de colapso total. De otra
parte la organización de este seminario permite el desarrollo de una alianza
estratégica de trabajo entre la corporación de la promoción Universitaria y la
fundación Paz ciudadana. Recogieron los consenso alcanzado hasta el año 1993
en el foro, enero de 1994 en 22 iones suscriben el convenio destinado a la
elaboración de la propuesta del Código de procedimiento pelar los presupuestos
sobre los cuales Amén tituciones diseñará su programa de trabajo fueron
básicamente en entender- trabajo para la reforma como un asunto de carácter
multidimensional, decir que no sólo involucra cambios de carácter jurídicos
procesales sino también el desarrollo paralelo de una serie de inversiones, cómo
conseguir el trabajo técnico con la mayor excelencia académica, sin perjuicio de
lo cual se busca proponer un proyecto realista que tome en consideración las
diversas variables en la realidad social y política del país: Hacer un trabajo
abierto a la comunidad que permite la participación activa de los distintos actores
sociales, en especial de los miembros la comunidad jurídica y política nacional,
reconocer que todo trabajo estará destinado a ser recogido por las autoridades
públicas por lo que necesariamente debe considerar los objetivos y prioridades
de estos finalmente se mire la reforma procesal es solo uno de los ámbitos del
sistema penal que requieren un cambio profundo sin perjuicio de lo cual se lo
estimo prioritario en una etapa primera del trabajo.
Sobre esta base se estableció un cronograma de trabajo cuya finalización se
programó para el mes de diciembre de 1994 con la entrega del borrador final de
anteproyecto de la ley y los informes de los estudios complementarios de este a
la autoridades públicas. Originalmente planificado sufrí una base de
trascendental importancia y a qué producto la gran coincidencia de los
diagnósticos propuestos realizados como Asimismo una exitosa estrategia
comunicacional y política en Ministerio de Justicia convocó públicamente la
institución gestora del proyecto con el objeto de establecer una relación tripartita
encargada de llevar adelante el proceso de reforma. Agosto 1994 helenización
adquirió carácter gubernamental. Canción del gobierno importó formalizar su
voluntad política por la reforma. La modalidad de trabajo esta incorporación
significa un ingreso de miembros representantes del gobierno al Foro al equipo
técnico de trabajo y el equipo de coordinación. Desde el punto de vista físico
también importante el trabajo del foro se trasladó al Ministerio de Justicia.

Las distintas dimensiones del trabajo por la reforma


La reforma tampoco puede ser vista solamente como el trabajo de algunos
expertos encaminado a la redacción de un conjunto de proyectos de ley. Por el
contrario, desde sus inicios el trabajo emprendido supuso la creación de distintas
instancias de trabajo destinado al cumplimiento de los objetivos diversos, aun
cuando todos orientados a la consecución de un mismo fin.
Durante la primera etapa de trabajo del diseño y formulacion de proyectos
legislativos, las instancias que se asumieron las diversas responsabilidades, el
trabajo que involucro el proceso de reforma fueron básicamente tres:
- el foro: El Foro de la Reforma procesal penal fue la principal intención de
trabajo, continuadora del foro formado en 1993 pero ampliando el número de sus
integrantes mediante la incorporación activa de los asesores del Ministerio de
Justicia, de un grupo importante de ministro de la Corte Suprema en
representación oficial de ésta, académicos, representante de instituto de
estudios legislativos de la distintas bancadas políticas y abogados. Este foro
estuvo integrado con más de 60 miembros los cuales asistieron en forma
periódica a las reuniones de trabajo programadas con frecuencia, por lo general
quincenal.
Las principales funciones del foro fueron las de dar las orientaciones generales
para la redacción de los anteproyectos de la ley y una vez redactados, estos,
proceder a la revisión detallada de cada uno de ellos. Para estos efectos, varios
de sus miembros redactaron informes sobre las distintas materias abordadas,
expresando sus opiniones al respecto.
- El equipo técnico: El equipo técnico fue un equipo de trabajo integrado en un
primer momento por 4 especialistas y luego por 5. Cuya principal función fue la
redacción concreta del articulado de los proyectos de ley que Integra la reforma
para este efecto se tuvieron especialmente presente la discusión sostenidas en
el foro, en concreto a este equipo le correspondiera la redacción del anteproyecto
de nuevo código procesal penal, el anteproyecto de reformas al código orgánico
de tribunales y el anteproyecto de la leyes adecuatorias del sistema jurídico
nacional la reforma procesal penal.
Antes del equipo técnico fueron contratados con dedicación de media jornada
durante todo el año 1994 una parte importante de 1995 con el objetivo de cumplir
su función uno de sus integrantes cumple el rol de director y otro del secretario
del mismo asumiendo en atención a su función en el trabajo de mayor dedicación
que la media jornada.
Durante el desarrollo del plan de trabajo del equipo técnico, este contó con
asesorías permanentes y temporales de expertos nacionales y extranjeros.
Dentro de ella destaca la asesoría presentada por el jurista argentino Alberto
Binder, quién contribuyó Decisivamente en la formulación de las pautas
generales de la reforma y el desarrollo de la metodología de trabajo para el
equipo técnico.
- Grupo de coordinación: El grupo de coordinación estuvo integrado por los
representantes de la corporación de promoción Universitaria, la Fundación la paz
y el Ministerio de Justicia y por el director del equipo Tecnico.
A esta instancia le correspondió la planificación del trabajo en sus distintas
dimensiones: técnico, comunicacional, político; la adopción de las decisiones de
estrategia a seguir en esta distintas áreas; la evaluación periódica de los
productos obtenidos por el foro y el equipo técnico y otras instancias de trabajo,
y la coordinación del trabajo técnico procesal con el resto de dimensiones
contenidas en el trabajo para la reforma.
El trabajo coordinado de estas tres instancias permitió que en el curso de 1995
se concluyera la redacción de casi todos los proyectos de ley, no obstante
muchos de ellos fueron presentados a su trámite legislativo Durante los años
1996, 1997, 1998 incluso durante 1999, según veremos más adelante.
Ahora bien, la estructura y requerimientos de nuevo sistema procesal penal
importaba la necesidad de rediseñar por completo el funcionamiento y gestión
de los tribunales del clima que presenta en forma deficitarias de organización y
distribución de la carga de trabajo que las hacían incompatibles con los objetivos
previstos para la reforma mercurio respecto a la creación del Ministerio Público
organismo existente hasta ese momento que por tanto requería ser dotado no
sólo de los mecanismos legales que le permiten actuar y los Procedimientos
Penales sino que también del diseño de implementación de la infraestructura
humana y material necesario para su adecuado funcionamiento..
Estrechamente vinculado a estos se encontraban la necesidad de realizar
estudios paralelos que permitirán precisar con mayor denominación posible el
impacto económico que nuevo sistema involucraría.
En este entendido la reforma incorporó la elaboración de un esquema de trabajo
organizacional económico que se tradujo en la entrega de varios informes
preparados por especialistas de las respectivas áreas. Así se elaboran
consultorías en el ámbito organizacional,, estudio de evaluación del costo del
sistema de justicia criminal inquisitivo y de los cursos del sistema propuestos en
la reforma un estudio de costo beneficio de la reforma (rentabilidad social), una
simulación computacional acerca del funcionamiento del sistema,, un estudio
para determinar una posible distribución de tribunales fiscalías, entre otros. Este
esfuerzo fue muy importante porque permitió( un trabajo multidisciplinario inédito
en nuestro país para el desarrollo de reformas legales y que ha sido tomado
como modelo para posteriores propuestas de reforma legal) por ejemplo lo
estudio de reforma del sistema de medidas alternativas a las penas privativas de
libertad.
0 dentro del esquema de trabajo por la reforma también se consideró
indispensable destinar importante esfuerzo por poner en conocimiento a los
distintos actores de la comunidad jurídica como Asimismo de la sociedad en
general la sidra matrices que integraba la propuesta de cambio evento de dicho
objetivo se diseñó y ejecutó una política de difusión pública a través de distintos
medios de comunicación social, especialmente de prensa escrita, por medio de
la publicación periódica artículo de opinión que justifica la necesidad de la
Reforma o explicativos de los principales cambios que esto involucra., de la
misma forma fueron diseñados ejecutados varios programas de difusión a nivel
regional en colaboración con el instituto de estudios judiciales los colegios
regionales de abogados y distintas instituciones académicas a lo largo del país.
Por otra parte, el programa de trabajo de la Reforma, estructurado en el
entendido de que la participación amplia iniciativa como también el conocimiento
por parte de los principales actores del sistema acerca de su viabilidad resulta
fundamentales para su consolidación definitiva, involucra también una actividad
política de sensibilización a diferentes niveles en este contexto el integrante del
grupo de coordinación sostuvieron reuniones con diversas instituciones
gubernamentales y privadas con el objeto de sensibilizar las en la materia.
Además se logró incorporar con diversos niveles de participación, canciones
pertenecientes a diversos estamentos relevantes dentro de la comunidad jurídica
nacional, entre las que destacan: Sociación Nacional de magistrados oración
Nacional de reparación y Reconciliación el Instituto chileno de ciencias penales,
instituto chileno derecho procesal, centro de estudio de asesoría legislativa, el
Instituto libertad el centro de estudios del desarrollo y otro conjunto de
universidad
Señalar que la medida en que productos de discusión se reforma fue entrando a
su dimensión político legislativo, estructura inicial del trabajo recientemente
escrito - orientado fundamentalmente a la producción de los textos normativos y
a la generación de consensos básicos en torno a los mismos- fue segundo
espacio la nueva estructura de trabajo que se realiza en el Ministerio de Justicia,
particularmente en la división jurídica. A medida que la complejidad del proyecto
y las tareas pendientes fueron crecientes en Ministerio de Justicia seguirá
necesidad de crear una estructura de trabajo específica que pudiera hacerse
cargo de las mismas así se creó- decreto supremo 210 del 2 de marzo de 1998-
sonido coordinadora de la Reforma procesal penal. La unidad fue creada con el
objeto de cumplir con el seguimiento legislativo de los proyectos de reforma y la
planificación para la implementación del cambio. Si bien es cierto buena parte de
los técnicos que intervinieron en las etapas anteriores el proceso siguieron
trabajando. Isla general como asesores tener la unidad coordinadora, esto
significó que la creación de un equipo nuevo de trabajo que son una parte
importante de las labores pendientes, asimismo de las responsabilidades
generales del proyecto. Formas posibles dentificar que la medida de que se
consolida un equipo en el Ministerio de Justicia, la participación que
originariamente tiene la institución gestora del proyecto disminuye en forma
proporcional. Esta situación lleva que la conducción del proceso de reforma
legislativa y ha sido llevado en forma casi exclusiva por el Ministerio de Justicia
aún cuando se sigue reconociendo públicamente el carácter tripartito del
proyecto y ocasionalmente se reunían los gestores Originales del mismo pero en
la medida que el proceso de implementación de la Reforma vaso, esta estructura
de trabajo también cambio
Estante mantenerse el trabajo de la unidad coordinadora durante toda la etapa
de implementación, la dinámica de este proceso generó un fortalecimiento muy
significativo de las capacidades técnicas de la instituciones del sector, qué fue
flotando el rol central cumplido por el ejecutivo en la materia. Así buena parte de
la gestión del proceso paso de manos del Ministerio de Justicia a las propias
instituciones
Paso de este proceso de transferencia de error de la implementación estuvo
establecido a nivel normativo y luego naturalmente y su trabajo dio pie para que
la instituciones del sector tomara las riendas en el desarrollo del proceso, el
primerito se dio como señalábamos, a través de la Reforma realizado al código
orgánico de tribunales la que creó en su Artículo 6 transitorio la comisión de
coordinación de la Reforma procesal penal con la función de realizar los estudios
y proposiciones técnicas que facilitan la puesta en marcha del nuevo sistema
procesal penal y la acción mancomunada con el fin de las instituciones de ellas
representadas, así como hacer el seguimiento y evaluación del proceso de
implementación de la Reforma procesal penal. Millos integrada con
representantes del Ministerio de Justicia (el ministro de Justicia quien preside y
el subsecretario), la Corte Suprema (su presidente y un ministro designado por
el plano de la misma), el ministerio público (fiscal nacional yo fiscal regional
elegido por el consejo del ministerio público) el presidente del colegio de
abogados con mayor número de afiliados. Además, con un secretario ejecutivo
designado por la comisión en equipo de profesionales de apoyo. Accionamiento
de dicha comisión fue extendido aún con posterioridad al proceso de puesta en
marcha en la región Metropolitana.
Estado actual de la Reforma procesal penal chilena
Nos detendremos brevemente en esta sección para entregar información acerca
de la manera en que fue llevado adelante el proceso de implementación de la
reforma y luego daremos una mirada general acerca de los principales logros
desafíos perímetros por la misma de sus primeros cinco años de funcionamiento

Información acerca del proceso de implementación


Importante recordar que la reforma procesal penal chilena supuso un complejo
proceso de transformación legislativa instalación de nuevas instituciones es
decir, significado de forma muy sensibles a los cuerpos normativos que regulan
el sistema de juzgamiento criminal como alabe la transformación creación y
puesta en marcha de las distintas instituciones que lo integran en materia de
reforma legislativa el proceso de cambio y concluyó en mayo de 2002 con la
aprobación de la última reforma legal que integraba el paquete de proyecto
originalmente presentado por el ejecutivo del Congreso Nacional. Finalizó un
proceso que tarda cerca de 7 años en su conjunto y que inició con la presentación
del proyecto de nuevo código procesal penal en junio de 1995
Número uno contiene un resumen de los distintos proyectos que integraron el
paquete original de reformas la fecha de presentación a trámite legislativo y la
fecha de publicación en el diario oficial de Ecuador lo que da cuenta de lo largo
y complejo del proceso legislativo que implica una discusión de varios proyectos
de forma paralela tanto con la cámara de diputados como por el senado.
Además, la tabla permite decir que algunos proyectos de ley( particularmente el
que crea la defensoría penal pública y el que establece normas adecuadas
fueron aprobado incluso con posterioridad a la entrada en vigencia la Reforma
en su primera etapa de implementación género gran necesidad operar con un
régimen de emergencia materia defensa penal pública y una serie de problemas
interpretativos respecto a la aplicación del nuevo proceso penal y sus principios
un conjunto de áreas en donde existió legislación especial aplicable al
tratamiento de delitos (por ejemplo materia tributaria de aduanas). Con respecto
a la implementación Y puesta en marcha del nuevo sistema, número 4 de la Ley
Orgánica constitucional del Ministerio Público establece un sistema gradual de
entrada en vigencia de la Reforma por razones en cuatro etapas. El sistema se
justificó tanto por razones técnicas la dificultad de capacitar y llenar todos los
cargos de jueces Fiscales Defensores y funcionarios que importa la reforma de
una sola vez) como presupuestaria (dividir el costo de inversión inicial en varias
etapas) este sistema de implementación propuso incluso la aprobación de una
norma transitoria constitucional. La trigésimo sexta que utiliza la aplicación
gradual de la Reforma.

MENSAJE DEL CÓDIGO PROCESAL PENAL

MENSAJE DEL EJECUTIVO

HONORABLE CÁMARA DE DIPUTADOS


La modernización del sistema de administración de justicia, constituye un es-
fuerzo de crecimiento institucional que, cercano ya el fin de siglo, es ineludible,
para el desarrollo y consolidación de nuestro sistema constitucional y
democrático. Existe en el país un amplio consenso sobre la falta de adecuación
del sistema vigente a los requerimientos de los tiempos actuales, siendo ésta
percibida como un obstáculo a las metas de desarrollo que el país se ha trazado
para los años venideros.
La modernización del sector justicia en Chile ha sido definida, por el Gobierno
que tengo el honor de presidir, como una política que tiende a adecuar el
conjunto de las instituciones que participan de la administración de justicia a los
procesos de desarrollo político y económico que ha experimentado Chile en las
dos últimas décadas. Mientras el sistema de administración de justicia en Chile
fue diseñado y constituido, en lo fundamental, hacia mediados del siglo XIX,
permaneciendo desde entonces sin cambio alguno, la sociedad chilena se ha
transformado en un sentido económico y político.
En materia económica el cambio funda-mental ha consistido en la
privatización de la actividad productiva, donde el Estado ha adquirido un rol
regulador tendiendo, mediante la privatización, a abandonar su rol productivo
inmediato. El padrón estatal del desarrollo ha quedado atrás. De una economía
proteccionista, fundada en la sustitución de importaciones, la sociedad chilena
ha transitado hacia un modelo de economía de mercado, abierta a la
internacionalización y centrada en el fomento a las exportaciones. De un sistema
productivo cuyo principal agente era el Estado, la sociedad chilena ha dado paso
a un modelo que supone un Estado descentralizado que enfatiza y fomenta el
esfuerzo y la iniciativa privada.
El cambio político más importante en Chile ha sido, a su turno, la
consolidación del modelo democrático, el que a su vez exige el respeto a los
derechos humanos como un principio fundamental de legitimidad.
Ambos fenómenos plantean crecientes exigencias al sistema de
administración de justicia, que hacen necesaria su moderniza-ción, sobre lo cual
se ha decantado un importante consenso en el país.
En efecto, el desarrollo económico ha supuesto y supondrá en el futuro un
creciente número y variedad de los litigios, que exigen, a la vez, rapidez y
eficiencia en su resolución. En contraste con ello las características que presenta
el gasto público en justicia y la evolución del trabajo de los tribunales muestra,
de otra parte, que en justicia el gasto público es regresivo. Los costos de litigar
se subsidian y, de esa manera, quienes acceden al sistema son subsidiados por
los que resultan excluidos, es decir, los más pobres. Las deficiencias del sistema
de justicia criminal, a su turno, constituyen una de las fuentes más características
de la marginalidad en Chile. Al afectar de un modo discriminatorio a los sectores
sociales más vulnerables y no consultar formas eficientes de reinserción, el
sistema de justicia penal en Chile produce marginalidad. Así, pues, desde un
punto de vista económico se requiere hacer más redistributivo el gasto en
justicia, se necesita evitar que el sistema penal produzca marginalidad y, en fin,
se requiere maximizar la imparcialidad y la eficiencia del sistema legal en su
conjunto, bases indispensables para los títulos de propiedad y el crédito.
Los cambios políticos, a su turno, exigen una justicia accesible, imparcial,
igualitaria y que maximice las garantías. La necesidad de prevenir la corrupción,
supone, a la vez, una activa participación de los ciudadanos en el control del
poder y ello aumenta la necesidad de contar con un poder judicial eficiente e
independiente.
En suma, se hace necesario modernizar el poder judicial para garantizar la
gobernabilidad de parte del sistema político, la integración social y la viabilidad
del modelo de desarrollo económico.
Mediante la modernización de la administración de justicia, se busca favorecer
la consolidación del estado de derecho democrático y del modelo de desarrollo
económico. Queda descontado que, desde el punto de vista de la política pública
que se ha definido para el sector, ambos objetivos globales del proceso no
resultan necesariamente contrapuestos, sino más bien que enlazados el uno al
otro, poseyendo, en todo caso, primacía el primero por sobre el segundo.
El objetivo global de modernización de la justicia -definido como la
maximización de las garantías y la imparcialidad del estado democrático y el
incremento del bienestar- se encuentran a lo menos tres diversas áreas en las
que es necesario efectuar reformas, a saber, el área de acceso a la justicia; el
área del derecho de menores; y el área del sistema penal.
La reforma al sistema penal constituye una labor que se extiende más allá
de la reforma al proceso penal. Supone modificar nuestros criterios de
criminalización primaria, introduciendo principios como los de lesividad y última
ratio; supone, además, supervigilar la ejecución de las penas para evitar así
castigos excesivos y favorecer la reinserción; exige modificar la relación entre el
estado y la policía, para favorecer la oportunidad y la selectividad en el uso de la
fuerza; y supone, por sobre todo, de un modo urgente y prioritario, modificar el
proceso penal para transformarlo en un juicio genuino, con igualdad de armas
entre el estado y el inculpado y con plena vigencia de la oralidad, la oportunidad
y la inmediación.
Este proyecto de Código de Procedimiento Penal que se somete a la
consideración del H. Congreso Nacional constituye, por eso, la pieza central de
esa reforma procesal y debe erigirse, además, como el primer y decisivo paso
hacia una reforma del sistema penal en su conjunto.
El proyecto de Código constituye el núcleo básico de un nuevo modelo
procesal penal que, a su vez, aspira a producir una importante transformación
en el conjunto del sistema de justicia criminal. Se busca cambiar
fundamentalmente el modo en que los tribunales desarrollan el procedimiento
penal, proyectando ese cambio hacia el trabajo de los organismos policiales,
hacia el funcionamiento del sistema penitenciario y, en general, respecto del
conjunto de las actividades estatales que constituyen la respuesta represiva a la
criminalidad.
La proyección de la reforma hacia el conjunto del sistema penal debe
producirse a través de dos mecanismos principales: el primero de ellos es la
creación de un Ministerio Público. Este organismo debe, además de cumplir su
rol específico como órgano acusador en el procedimiento penal, asumir la
función de ordenar la utilización de los recursos represivos del sistema conforme
a criterios generales, conocidos y legitimados por medio de la discusión pública
y frente a órganos representativos de la comunidad. El segundo consiste en
devolver a las decisiones judiciales, y en especial a la sentencia judicial, su plena
centralidad como forma de control y legitimación de la utilización de dichos
métodos represivos. Se busca entonces reordenar las oportunidades y los
supuestos de las actuaciones de los diversos órganos, con miras a enfatizar el
carácter principal de las decisiones judiciales.
En consecuencia, éste proyecto establece las bases procedimentales de un
nuevo sistema procesal penal que pretende abandonar el modelo inquisitivo y
avanzar hacia otro con una orientación de carácter acusatorio. Es en esta
perspectiva que este proyecto debe ser analizado, comprendido y criticado. Las
instituciones que propone han sido diseñadas con estas orientaciones, y
debieran ser evaluadas a partir de su idoneidad para darles cumplimiento.

RENTABILIDAD DE LA REFORMA PROCESAL PENAL

Desde el punto de vista político y constitucional, el mayor defecto del sistema


penal en Chile es que carece de un genuino juicio contradictorio que satisfaga
las exigencias del debido proceso. El sistema penal en Chile, en su fase
procesal, contra-dice así una de las garantías inherentes al sistema político.
Según lo acreditan diversos estudios, y la observación histórica lo pone de
manifiesto, el proceso penal en Chile posee una estructura inquisitiva, absolutista
y secreta, que despersonaliza al inculpado y que no se corresponde con la
noción de ciudadanía propia de un Estado Democrático. La consolidación de la
democracia exige la reforma al proceso penal de modo que satisfaga las
exigencias de un juicio público y contradictorio. La reforma al proceso penal que
proponemos constituye, entonces, una profundización de las instituciones
democráticas que conforman al Estado chileno.
Pero no se trata sólo de satisfacer las exigencias del debido proceso, llevando
así a término el desarrollo del Estado Constitucional. Todavía esa reforma resulta
exigida por la idea y el principio de los derechos humanos que fundan al sistema
político y que constituyen, como es sabido, uno de los compromisos más
delicados del Estado ante la comunidad internacional. Se ha dicho, con razón,
que los sistemas de enjuiciamiento criminal son los más elocuentes indicadores
del grado de respeto por los derechos de las personas que existe en un
ordenamiento estatal o, dicho de otro modo, que el autoritarismo se revela en la
forma en que los poderes públicos encaran el reproche a las conductas
desviadas o a las formas de comportamiento anómico.

En las sociedades que, como la nuestra, han instalado a la democracia como


forma de convivencia y como método para la adopción de las decisiones
públicas, y donde, por lo mismo, las violaciones masivas a los derechos humanos
suelen estar clausuradas, es el sistema procesal penal el sector del Estado en el
cual las formas más abusivas hacia las que tiende el poder suelen manifestarse.
Las víctimas de esas infracciones cotidianas a los derechos de las personas
suelen ser los sectores que los procesos de modernización excluyen,
haciéndolos extremadamente vulnerables. Algo de eso ocurre hoy en Chile.
Estudios empíricos recientes ponen de manifiesto cómo el número de
detenciones practicadas por los organismos policiales es superior al número de
causas ingresadas ante el órgano jurisdiccional, resultando, así, que existen
formas de control social penal al margen de la supe vigilancia de los jueces y
personas que son sometidas al rigor del sistema penal en su conjunto, sin que,
nunca, se les formule cargo alguno.
En los cinco años transcurridos desde el año 1987 hasta 1991 -un período
que cubre gobiernos distintos- el promedio de causas ingresadas a los tribunales
del crimen en relación a las detenciones efectuadas es de un 60.6 por ciento, de
manera que el cuarenta por ciento del total de quienes son detenidos en Chile -
una media anual de 750.000 personas- son privados de libertad, aunque sea por
breve lapso, sin ingresar al sistema jurisdiccional. Ocuparse de la reforma
procesal penal para, a través de ella, fortalecer las garantías, constituye, así, una
tarea exigida por los principios en materia de derechos fundamentales. La
reforma al proceso penal importará, por lo mismo, un mayor goce cotidiano de
los derechos humanos.
No se agotan ahí, sin embargo, los efectos y las ventajas políticas de la
reforma al proceso penal. Si modernizar el Estado significa someter la gestión
de sus diversos órganos a criterios de eficiencia en la gestión y en el diseño,
entonces, la modernización del Estado exige la reforma al proceso penal. En la
situación actual, se trata no sólo de un procedimiento que confiere pocas
garantías, sino que, además, se trata de un procedimiento carente de eficiencia
y, lo que es peor, displicente con las víctimas y los usuarios que a él acceden.
Algunos estudios empíricos de carácter exploratorio, por otra parte, atribuyen al
procedimiento penal vigente en Chile, funciones latentes de penalización
informal, dada la alta incidencia de la prisión preventiva y el bajo número de
sentencias condenatorias (En lo que atinge nada más a las causas que ingresan
al sistema jurisdiccional, las fuentes primarias muestran que, para el año 1990,
si se excluyen las faltas y los cuasidelitos, el promedio de causas finalizadas
mediante sentencia definitiva a nivel nacional alcanza apenas a un 17 por ciento
y los sobreseimientos a un 69 por ciento. Un análisis más fino de esas cifras -
que excluya juzgamientos por leyes especia-les- indicaría todavía que la tasa de
sentencias definitivas alcanza apenas a un seis por ciento.
En fin, las fuentes primarias disponibles y diversas fuentes de carácter
secunda-rio, indican que la mayor parte de quienes están recluidos en las
prisiones del país son personas que se encuentran detenidas o procesadas y
sólo la menor parte condenadas. A lo largo de la década del ochenta y en lo que
va del noventa, la población condenada nunca supera el cuarenta y nueve por
ciento de la población privada de libertad.). Se trata, pues, de un sistema que
posee formas deficitarias de división del trabajo, obsoleto y deficiente en su
gestión. La reforma al proceso penal debe traducirse, entonces, en una mejora
en la gestión jurisdiccional del Estado.
A ese conjunto de efectos políticos de una reforma procesal penal, debe
agregarse, todavía, la relevancia económica de la reforma. Esta se traducirá en
una mejor utilización del gasto público en justicia, por una parte, y en una mayor
integración social, por otra, contribuyendo así a acentuar la función de equidad
que compete al Estado.
Como ocurre en todos los sectores del Estado, los recursos para la
persecución penal son inevitablemente escasos y, por ese motivo, no toda forma
de conducta desviada puede ser reprimida. El cambio en las pautas de movilidad
social y las asimetrías inherentes a los procesos de modernización, permiten
prever que esa brecha entre conductas a reprimir y recursos disponibles se
acentuará en el futuro inmediato. En los hechos todo sistema penal es
inevitablemente selectivo. Existe una zona de la criminalidad que queda,
también, inevitablemente fuera del sistema. En el caso del proceso penal chileno
esa selectividad es discriminatoria, puesto que no hace más que reproducir los
sistemas de estratificación social, afectando sólo a los sectores sociales más
vulnerables. Las fuentes primarias muestran que buena parte de la represión
penal se traduce en la persecución de la criminalidad de bagatela cuando es
cometida por esos sectores. Este fenómeno no sólo es grave por lo inicuo de la
discriminación que supone, sino que, además, importa un uso gravemente
ineficiente del gasto público, puesto que, como lo muestra la baja tasa de
sentencias definitivas que logra -nada más un seis por ciento del total, excluidas
las dictadas por leyes especiales, según ya se anotó- el actual sistema es
ineficiente en la criminalidad común e inexistente con respecto a la criminalidad
socialmente menos vulnerable y de más alta lesividad.
Es, pues, necesario, instituir un órgano -el Ministerio Público- que en base a
criterios político criminales explícitos y sometido a estrictos controles de
responsabilidad, conduzca la selectividad del sistema penal hacia la criminalidad
más lesiva. La reforma procesal penal supondrá, así, una persecución más
eficiente y una selectividad en base a criterios político criminales explícitos. El
gasto público en el sector deberá optimizarse en base a criterios que permitan
su control.
De otra parte, como ya se dijo, el sistema procesal penal chileno con su
recurso casi exclusivo a la privación de libertad, suele segregar a los inculpados
de sus grupos de pertenencia, lo cual, tratándose de jóvenes, se traduce en un
ingreso a formas permanentes de marginalidad que, luego, inducen a esos
mismos sujeto a nuevas y más graves formas de criminalidad. En otros términos,
el diseño del actual proceso penal produce marginalidad y, por esa vía, acentúa
las posibilidades de la conducta desviada. Un Estado atento a corregir, en base
a criterios de equidad, los resultados espontáneos de los procesos sociales y
económicos, debe ocuparse del proceso penal puesto que, con ello, produce
integración al proceso de crecimiento económico y evita una fuente permanente
de marginalidad productiva.
Como es obvio, cada sujeto que se incorpora al sistema penal y que padece
el ingreso al circuito de la marginalidad, es una pérdida inmensa de inversión
social y de esfuerzo público. La reforma procesal penal deberá corregir ese
camino de marginalidad, permitiendo, mediante la intervención del ministerio
público, favorecer la reincorporación social y económica de quien ingresa al
sistema.
En fin, y ahora desde un punto de vista social, la reforma que se propone se
traduce en una ganancia social para quienes son víctimas de la conducta
delictual. En Chile, por motivos diversos, existe una gran inseguridad subjetiva,
un fuerte temor a la criminalidad. Una de las fuentes de esa inseguridad
subjetiva, es la indefensión que provoca el deficiente diseño del proceso penal.
En los hechos, el proceso penal pone de cargo de las víctimas la iniciativa de la
persecución penal, puesto que la actividad de los organismos de persecución
penal pública es ineficiente y, según ya se vio, no logra focalizarse sobre la
criminalidad más grave sino sólo sobre los sectores sociales más vulnerables.
La extrema dilación y la estructura de los procedimientos, por otra parte,
distancian a la infracción del castigo, privando a este último de sus funciones
simbólicas y protectoras. La reforma procesal penal, en la medida que instituye
un órgano específico encargado de la persecución penal pública sometido a la
conformidad de la víctima y, al mismo tiempo, en la medida que abrevia la
distancia temporal entre la infracción y el castigo, contribuye a disminuir los
factores que acentúan la inseguridad subjetiva en Chile. El ministerio público
será un órgano estatal especializado en la persecución penal, en la protección
de la víctima y en una represión imparcial y rápida de la delincuencia.
Las precedentes consideraciones ponen de manifiesto cómo emprender el
proyecto de reforma procesal penal importa, una vez logrado, una ganancia
social neta. Al emprender este proyecto de reforma invertiremos en legitimidad,
en derechos humanos y en seguridad.
ELABORACIÓN DEL PROYECTO
A partir de estos puntos de vista el Gobierno que presido, por intermedio del
Ministerio de Justicia, ha formulado el presente proyecto de nuevo Código de
Procedimiento Penal que se somete a la aprobación del H. Congreso Nacional,
y por su intermedio a la comunidad nacional. Se trata de una propuesta destinada
a ser analizada amplia-mente por la comunidad jurídica, política y por la
población en general, con al expectativa de que su conocimiento y análisis pueda
suscitar amplios consensos así como permitir su perfeccionamiento.
El proyecto ha sido elaborado durante el año 1994 en el contexto de un
acuerdo de colaboración técnica en que el Ministerio de Justicia ha contado con
la directa colaboración de La Fundación Paz Ciudadana y La Corporación de
Promoción Universitaria. El trabajo se ha estructurado a partir de un Foro de
discusión en cuyo seno se han diseñado los lineamientos básicos de la reforma,
el que se integra con un conjunto de académicos, abogados y magistrados
convocados con el criterio de buscar la más amplia representatividad entre los
diversas roles al interior del sistema jurídico y las diversas sensibilidades
políticas, culturales e ideológicas.
La siguiente es la lista de personas que fueron invitadas a participar en el
Foro:

- Alberto Balbontin Retamal


- Alberto Chaigneau del Campo
- Alejandro Solís Muñoz
- Carlos Kunsemüller L.
- Carlos Pecchi Crocce
- Clara Szcazranski
- Claudio Díaz Uribe
- Claudio Osorio
- Consuelo Gazmuri Riveros
- Cristian Maturana
- Cristian Riego Ramirez
- Cristina Villarreal H.
- Davor Harasic Yaksic
- Eduardo Novoa Aldunate
- Eleodoro Ortíz Sepúlveda
- Enrique Montero Marx
- Enrique Tapia Witting
- Enrique Zurita Camps
- Felipe de la Fuente
- Felipe González Morales
- Francisco Cumplido Cereceda
- Gastón Gómez Bernales
- Germán Hermosilla Arriagada
- Gonzalo Alvarado
- Gillermo Navas Bustamante
- Haroldo Brito Cruz
- Hernán Alvarez García
- Hugo Fruhling Ihrlich
- Jorge Bofill Genzsch
- Jorge Correa Sutil
- Jorge Ferdman Niedman
- José Luis Cea Egaña
- Juan Agustín Figueroa
- Juan Bustos Ramírez
- Juan Enrique Vargas Viancos
- Juan Guzmán Tapia
- Julio Salas Vivaldi
- Luis Bates Hidalgo
- Luis Correa Bulo
- Luis Ortiz Quiroga
- Manuel Guzmán Vial
- Marcos Libedinsky Tschorne
- Marcos Vasquez Espina
- María Inés Horvitz
- María Pia Guzmán Mena
- Mario Garrido Montt
- Mario Verdugo Marinkovic
- Mauricio Duce Julio
- Miguel Soto Piñeiro
- Milton Juica Arancibia
- Mirtha Ulloa González
- Nelson Contador
- Orlando Poblete
- Raúl Tavolari Oliveros
- Ricardo Galvez Blanco
- Ricardo Rivadeneira M.
- Roberto Dávila Díaz
- Sergio Yáñez Pérez
- Tito Solari Peralta
- Waldo Ortúzar Latapiat
- Zarco Luksic Sandoval

También han tenido participación en el Foro a través de calificados


representantes las siguientes organizaciones de la comunidad jurídica e
instituciones académicas y de asesoría en materias legislativas: El Colegio de
Abogados de Chile, la Asociación Nacional de Magistrados, el Instituto Chileno
de Derecho Procesal, el Instituto de Ciencias Penales, el Instituto Libertad y
Desarrollo, el Centro de Estudios y Asesoría Legislativa (CEAL), el Instituto
Libertad, el Programa de Asistencia Legislativa (PAL) y el Centro de Estudios
para el Desarrollo (CED).
A partir de los consensos y lineamientos entregados por el Foro, se ha
procedido a la redacción del proyecto por parte de una comisión dirigida por el
señor Cristian Riego, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Diego
Portales, e integrada por el señor Jorge Bofill, profesor de la Facultad de Derecho
de la Universidad de los Andes, la señora María Inés Horvitz, profe-sora de la
Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, el señor Raúl Tavolari, profesor
de las Facultades de Derecho de las Universidades de Chile y Valparaíso, y el
señor Mauricio Duce, académico de la Facultad de Derecho de la Universidad
Diego Portales, quien ha actuado como secretario.
Cabe señalar que el proyecto representa el eje central respecto de un
conjunto de otros proyectos legislativos y trabajos complementarios que deberán
necesariamente formar parte del proceso de reforma del sistema procesal penal
chileno. Este conjunto de proyectos y trabajos es actualmente objeto de una
segunda etapa del proyecto de colaboración técnica que el Ministerio de Justicia
lleva adelante con la Fundación Paz Ciudadana y la Corporación de Promoción
Universitaria.

FUENTES
Los documentos que otorgan los parámetros básicos usados para el diseño
del proyecto han sido la Constitución Política de la República y los Instrumentos
Internacionales de Derechos Humanos que obligan al país, habiéndose tenido
en cuenta especial-mente entre estos últimos a la Convención Americana sobre
Derechos Humanos y al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
También ha sido fuente principal del proyecto la legislación procesal vigente,
en especial el Código de Procedimiento Penal, del cual se han mantenido todas
aquellas normas que no resultan contradictorias con el nuevo sistema y que
constituyen parámetros conocidos para jueces y abogados, existiendo muchas
veces a su respecto un caudal de interpretaciones y jurisprudencia
suficientemente asentadas. El Código Orgánico de Tribunales y el Código de
Procedimiento Civil han sido considerados para efectos de buscar mantener
coherencia con sus normas y, en general, se han conservado las remisiones a
materias que en esos cuerpos resultan adecuadamente reguladas. Cabe hacer
presente que entre los proyectos que deben acompañar al de Código de
Procedimiento Penal, se encuentra una modificación importante del Código
Orgánico de Tribunales destinada a organizar los tribunales necesarios para el
sistema propuesto.
También han sido fuentes directas para el trabajo realizado diversos textos
de legislación extranjera, tanto de nivel legal como constitucional, así como
opiniones doctrinales o jurisprudencia relativas a ellos. Entre los códigos
extranjeros de más frecuente utilización estuvieron el Código Procesal Penal
Italiano de 1988, la Ordenanza Procesal Penal Alemana de 1877, la Ley de
Enjuiciamiento Criminal Española de 1882, El Código Procesal Penal de la
Nación Argentina de 1992, el Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba
de 1992 y el Código Procesal Penal Peruano de 1991.
Pero además de estos textos legales, han sido de extraordinaria utilidad para
el trabajo del Foro y de la Comisión Técnica el Código Procesal Penal Modelo
para Iberoamérica desarrollado por el Instituto Iberoamericano de Derecho
Procesal. Asimismo, se ha utilizado su antecedente más directo que es el
Proyecto de Código Procesal Penal de la Nación Argentina de 1986 y otros
proyectos posteriores vinculados directamente con el Modelo como son el
Proyecto de Código Procesal Penal de Guatemala de 1991 y el Proyecto de
Código Procesal Penal de el Salvador de 1993.

Asimismo se ha utilizado el método de titular cada uno de los artículos con


una referencia a su contenido, siguiendo el sistema de las legislaciones más
modernas.

CONTENIDO DEL PROYECTO


1) BREVE EXPLICACIÓN DE LOS ÓRGANOS DEL SISTEMA PROPUESTO Y
DEL PROCEDIMIENTO ORDINARIO

El procedimiento de aplicación general propuesto en el proyecto contempla la


participación de diversos órganos en una instancia única. La primera de las
etapas del procedimiento es la de instrucción; ella está a cargo de los fiscales
del ministerio público, quienes deberán investigar los delitos y preparar la
acusación. También en esta fase se contempla la participación de un tribunal
unipersonal llamado juez de control de la instrucción, encargado de resolver
todos los conflictos que puedan presentarse entre la actividad de investigación
del fiscal y los derechos e intereses del imputado y los demás intervinientes.
En los casos en que el fiscal formule acusación se dará lugar a una audiencia,
llamada intermedia, ante el mismo juez de control de la instrucción, destinada
básica-mente a preparar el juicio.
El juicio se celebrará en forma pública ante un tribunal colegiado de tres
miembros, frente al cual deberá formularse la acusación, plantearse la defensa
y producirse las pruebas, en una o varias audiencias orales que se deberán
desarrollar en forma continuada y con la presencia permanente del fiscal y del
imputado y su defensor.
Al término del juicio el tribunal dictará su sentencia la que sólo será objeto de
limitadas posibilidades de impugnación ante los tribunales superiores.
No serán objeto de explicación detenida muchas regulaciones del proyecto
que dicen relación con los mecanismos procedimentales específicos destinados
a hacer operativas las instituciones propuestas. En algunas de ellas no se han
introducido innovaciones fundamentales, como por ejemplo en las normas sobre
costas del párrafo 6º del Título III del Libro I, o en las relativas a plazos del párrafo
1º del mismo Título y libro. En otras se ha buscado simplificar mecanismos,
aligerando cargas y demoras, como es el caso de las normas sobre
comunicaciones entre autoridades o las relativas a notificaciones y citaciones,
de los párrafos 2º y 3º del Título III del Libro I, respectivamente. Finalmente,
algunas de estas reglamentaciones son completamente nuevas, por cuanto se
refieren a actividades vinculadas a instituciones procesales que no existían o que
han cambiado fundamentalmente, cual es el caso de las normas sobre registro
de las actuaciones de la instrucción y de la audiencia intermedia del párrafo 5º
del Título III del Libro I, o de las relativas al acta del juicio oral del párrafo 5º del
título III del libro II.

2) PRINCIPIOS BÁSICOS

Ha parecido necesario comenzar el texto del proyecto con una explicitación


de los principios básicos que deben regir el enjuiciamiento criminal en nuestro
sistema jurídico. Se trata de la especificación de contenidos de la Constitución
Política de la República y de Tratados Internacionales de Derechos Humanos,
que constituyen las bases a partir de las cuales se procede al diseño del nuevo
sistema.
El eje del procedimiento propuesto está constituido por la garantía del juicio
previo, es decir, el derecho de todo ciudadano a quien se le imputa un delito a
exigir la realización de un juicio público ante un tribunal imparcial que resuelva
por medio de una sentencia si concurren o no los presupuestos de aplicación de
una pena o medida de seguridad. Como elemento integrante de esta garantía
básica se consagra el sistema oral, a partir de la constatación de que este
método sencillo y directo de comunicación es el único que permite asegurar que
el conjunto de actos que constituyen el juicio se realicen de manera pública,
concentrada, con la presencia permanente de todos los intervinientes y sin
admitir la posibilidad de mediaciones o delegaciones, como las que tantos
problemas y distorsiones han causado en el sistema vigente.
Se pretende entonces cambiar fundamentalmente el modo en que los jueces
conocen los casos para su resolución, pasando del sistema de la lectura de
expedientes a uno en que la percepción tanto de las pruebas como del debate
de las partes se realice de forma directa, en el juicio.
Pero además de constituir una garantía, el juicio público y su realización por
el método oral, constituyen un mecanismo indispensable para que la
administración de justicia cumpla con las demás funciones que la sociedad le
encomienda. Una de ellas es la de resolver los conflictos, en este caso penales,
de un modo que sea percibido como legítimo por la comunidad, con miras a
reforzar la confianza de la ciudadanía en el sistema jurídico. Esta función
difícilmente puede ser cumplida si los actos constitutivos del proceso no son
accesibles o no resultan comprensibles al conjunto de la comunidad. En el mismo
sentido el juicio público constituye un componente antiquísimo de la cultura
universal, que ha demostrado tener la capacidad de permitir una adecuada
socialización del trabajo del sistema judicial y de mejorar su percepción por parte
del común de la gente. En este mismo sentido, el establecimiento del juicio como
núcleo del sistema busca resaltar la figura del juez como actor del sistema
institucional.
También el proceso penal está llamado a desempeñar un importante efecto
preventivo general, que normalmente se atribuye a la etapa de ejecución de la
pena. El enjuicia-miento público de los delitos permite socializar más
directamente el mensaje de que existe una respuesta estatal rigurosa a los actos
que la sociedad considera inaceptables, inhibiendo con ello a quienes pudieren
pretender llevarlos a cabo en el futuro y reafirmando ante el conjunto de la
comunidad la vigencia de los valores del sistema jurídico. También el juicio oral
favorecerá la producción de este efecto que parece tan necesario en el tiempo
actual.
Directamente vinculado con la exigencia del juicio previo se encuentra el
principio que obliga a tratar al imputado como inocente mientras no haya sido
dictada en su contra una sentencia condenatoria, el que éste proyecto recoge
explícitamente. Como consecuencia directa de este principio surge la necesidad
de rediseñar el régimen de medidas cautelares aplicables a quienes se
encuentran en calidad de imputados, a partir del reconocimiento de su
excepcionalidad. Esta tarea se encara en los Títulos VI y VII del Libro primero.
En lo fundamental, este rediseño de las medidas cautelares se basa en la
afirmación de la excepcionalidad de las mismas y en su completa subordinación
a los objetivos del procedimiento. En cuanto a lo primero, el proyecto propone
dar plena aplicación a la presunción de inocencia, afirmando que quien es objeto
de un procedimiento criminal en calidad de imputado no debe sufrir, en principio,
ningún detrimento respecto del goce y ejercicio de todos sus derechos
individuales en tanto éstos no se vean afectados por la imposición de una pena.
No obstante, a partir del reconocimiento de la necesidad de proteger los
objetivos del procedimiento respecto de actuaciones del imputado que pudieren
afectarlos, se autoriza al juez para adoptar un conjunto de medidas específicas
y debidamente fundadas que restringen los derechos del imputado, cuando ello
parezca indispensable para garantizar su comparecencia futura a los actos del
procedimiento o al cumplimiento de la pena, para proteger el desarrollo de la
investigación, para proteger a las víctimas o para asegurar los resultados
pecuniarios del juicio. Excepcionalmente, se autoriza a otras autoridades de la
persecución penal para anticipar la adopción de alguna de estas medidas pero
siempre sujeta su decisión al control posterior del juez.
Además, es necesario establecer un conjunto de controles específicos
respecto de la medidas cautelares que implican formas de privación de libertad,
buscando racionalizar y limitar al máximo su utilización. Para estos efectos se ha
diseñado un sistema de control judicial de la prisión preventiva por medio de
audiencias orales, con presencia del imputado y su defensor. Estas audiencias
orales pueden ser provocadas cada dos meses por el imputado o su defensor y
deben convocarse de oficio por el juez cada cuatro meses.
Con el mismo objetivo, se disponen límites a la utilización de la prisión
preventiva destinados a mantener un criterio de proporcionalidad en relación con
la pena posible. En orden a ello se han ampliado las situaciones en que la
privación de libertad debe ser excluida como medida cautelar, en especial en
aquellos casos en que se pueda esperar la aplicación de alguna de las medidas
alternativas contempladas en la ley 18.216 al momento de la sentencia. Este
último constituye un aspecto esencialmente sensible. En efecto, si el legislador
ha previsto la posibilidad de que un condenado cumpla su condena en un
régimen de libertad asistida, con el objeto de favorecer la resocialización,
representa un contrasentido el que aún antes de emitirse tal condena, es decir,
en una etapa en la cual es imputado es presuntamente inocente, deba
permanecer privado de libertad. También se ha fijado un límite máximo a su
duración atendiendo al mismo criterio; en este sentido la prisión preventiva
deberá cesar siempre que se cumpla la mitad del tiempo de privación de libertad
correspondiente a la pena esperada; y, un límite temporal absoluto de 18 meses,
entendiendo que el Estado no puede disponer ilimitadamente de la libertad de
una persona presuntamente inocente.
Finalmente, se establece un conjunto de medidas cautelares personales
menos intensas que la prisión preventiva y que el juez debe utilizar con
preferencia a ésta cuando resulten adecuadas para asegurar los objetivos del
procedimiento. Entre las que debieran tener un mayor efecto práctico está el
arresto domiciliario, que fue introducido con buenos resultados para un conjunto
específico de casos por la Ley Nº 19.164, la sujeción a la vigilancia de una
persona o autoridad, la prohibición de salir del país o del ámbito territorial que
fije el juez, y otras restricciones al libre desplazamiento, destinadas a proteger a
las víctimas o los resultados de la investigación. El estable-cimiento de estas
medidas deberá ser acompañado de un programa destinado a su adecuada
implementación, el que resultará socialmente muy conveniente en cuanto
permita disminuir la utilización de la privación de libertad sin detrimento de los
objetivos del procedimiento.
Parece necesario destacar también la introducción a nivel de los principios
básicos del sistema el de la promoción de los intereses concretos de las víctimas
de los delitos. En virtud de éste se impone a los fiscales la obligación de velar
por sus intereses y, a los jueces, la de garantizar sus derechos durante el
procedimiento. Estas declaraciones generales dan lugar a diversas normas
desarrolladas a lo largo del proyecto, por medio de las cuales se busca darles
efectividad. Entre las más importantes están aquellas que le otorgan a la víctima
el carácter de sujeto procesal aún en el caso de que no intervenga como
querellante, reconociéndole un conjunto de derechos que buscan romper su
actual situación de marginación. Entre otros, se encuentran el derecho a ser
informada de los resultados del procedimiento, a solicitar medidas de protección
ante eventuales futuros atentados y a recurrir contra el sobreseimiento definitivo
o la sentencia absolutoria.
Con la misma orientación de relevar la posición de la víctima en el
procedimiento criminal se plantea la mantención de la posibilidad de la querella
como modo de intervención formal en el procedimiento, considerándose
adicionalmente la posibilidad de que el querellante pueda incluso forzar una
acusación, contra la opinión del fiscal, cuando a juicio del juez de control de la
instrucción exista mérito suficiente para ello.
Se mantiene la posibilidad de la demanda civil en el procedimiento criminal
con algunas innovaciones destinadas a favorecer la posición de los afectados
por los resultados del delito. La primera de ellas consiste en la obligación de los
fiscales de demandar civilmente en favor de la víctima, cuando ésta no cuente
con abogado particular; la segunda, en la obligación del tribunal del fallo de
pronunciarse sobre la demanda civil aún en el caso de absolver al imputado.
Otro de los principios generales del sistema propuesto consiste en la
aplicación directa de las normas constitucionales e internacionales de derechos
humanos relevantes en cuanto a la regulación del procedimiento penal. Esta
disposición obedece a la necesidad de reforzar la noción de que el procedimiento
penal se organiza a partir del desarrollo de los principios generales del
ordenamiento jurídico que regulan la relación entre el Estado y los ciudadanos y
que se encuentran recogidos en esos cuerpos normativos. En este sentido, se
trata de resaltar la importancia de estos principios por sobre los mecanismos
procesales específicos consagrados en la ley. Los jueces deberán trabajar
integrando las normas procedimentales con las de carácter constitucional e
internacional, interpretando y aplicando las primeras de modo que den
cumplimiento a las exigencias contenidas en las dos últimas.

3) INSTRUCCIÓN

Gran parte de las críticas al procedimiento vigente se dirigen en contra del


sistema de instrucción consagrado en el actual Código, caracterizable como el
sistema del sumario criminal. El núcleo central de las críticas dirigidas en su
contra dice relación con lo inadecuado de entregar la tareas de investigación y
administración de la persecución a un órgano judicial.
La labor judicial aparece estrechamente vinculada a algunas características
que parecen propias de su naturaleza y que se justifican en ciertos valores que
debe cautelar. Por ejemplo, el rol judicial se distingue por una cierta pasividad,
por la disposición de los jueces a la resolución de conflictos promovidos por las
partes, frente a las cuales mantienen una actitud imparcial. Asimismo, el rol
judicial se caracteriza por una cierta rigidez en cuanto a la posición de sus
integrantes en el sistema. Características como la inamovilidad en los cargos, la
formalidad en los nombramientos, así como reglas bastante rígidas en cuanto a
la competencia de cada tribunal, se justifican en orden a garantizar la
independencia de cada juez, así como la preexistencia del tribunal y de reglas
objetivas para su integración.
Estas particularidades, no obstante, resultan contradictorias con la necesidad
de una organización racional de la persecución penal. Esta última es una tarea
fundamental-mente activa, que requiere un compromiso de la organización con
la promoción de intereses estatales concretos, como son la investigación de los
delitos, su sanción y la satisfacción de las necesidades de las víctimas. Pero
además, un eficiente manejo la persecución penal requiere de un modo de
organización flexible, que permita la permanente adaptación de métodos de
trabajo, la agrupación de casos similares, la constitución de equipos
especializados de acción, la posibilidad de la incorporación de personal auxiliar
en situaciones especiales, la movilidad territorial de los recursos huma-nos,
etcétera. Asimismo, el valor de la independencia debe ceder lugar al
favorecimiento de una actuación colectiva nacional o regional con miras a
ejercitar de un modo uniforme los mecanismos represivos y a operar en el ámbito
territorial que resulte adecuado a las características del delito de que se trate.
La realidad del modelo vigente parece clara expresión de la contradicción
entre ambos roles. Por una parte, se obliga a los jueces a asumir un compromiso
en la actividad persecutoria, con lo que se compromete su imparcialidad, pero a
la vez, esta actividad no es ni puede ser desempeñada de un modo eficiente.
Cada juez, en cuanto investigador y acusador, opera como unidad aislada sin
conexiones con las otras unidades que cumplen funciones similares, debiendo
hacerse cargo cada uno de ellos de la variedad más amplia de casos, sin contar
con la adecuada asesoría técnica, la que, por otra, parte resultaría muy difícil de
organizar para una forma de funcionamiento tan dispersa. Piénsese en la
situación de cualquiera de los jueces del crimen de nuestras ciudades, que
además de fallar los casos, deben perseguir las formas más disímiles de
criminalidad desde robos con violencia a delitos bancarios, o desde tráfico de
estupefacientes hasta delitos de los funcionarios públicos, pasando por
atentados sexuales, homicidios de diverso tipo, incontables faltas e infracciones
menores, delitos culposos, etcétera.
Agréguese a lo anterior las enormes dificultades organizacionales y
administrativas que al sistema judicial le significa el gestionar la persecución
penal. La mayor parte de la enorme carga administrativa y de las dificultades de
su manejo en los tribunales del crimen deriva de la actividad destinada a llevar
adelante los sumarios criminales. Este problema es de tal magnitud que en la
práctica impide al juez concentrarse debidamente en la resolución de los casos
de que debe conocer. Piénsese también en las enormes posibilidades de
mejoramiento en términos de la racionalidad general del sistema y en el
tratamiento particular de cada caso si, como propone el proyecto, se libera a los
jueces de esta carga, reservando su tiempo al conocimiento y resolución de los
casos en sus diversas etapas, en tanto el rol persecutorio se encarga a un
organismo especializado. Los efectos organizacionales y administrativo del
cambio propuesto están siendo objeto de estudios particulares que
oportunamente serán acompañados a este proyecto.
El sistema propuesto concibe a la instrucción como una etapa de preparación
del juicio, en que una de las partes, el fiscal, con el auxilio de la policía y otros
organismos especializados, debe investigar el hecho denunciado y recolectar los
medios de prueba que, en el momento oportuno, utilizará para respaldar su
acusación frente al tribunal que deba dictar el fallo.
Se abandona, en consecuencia, el modelo de instrucción formal en que el
juez incorpora al expediente actuaciones de prueba que podrán servir
directamente como fundamento a la sentencia. El rol del juez pasa a ser aquí
otro completamente diferente. El tribunal que interviene en esta etapa, al que se
propone llamar juez de control de la instrucción, está encargado
fundamentalmente de resolver los conflictos que la actividad persecutoria del
fiscal y de la policía en su auxilio pueden generar en relación con los derechos
de un imputado que debe ser tenido como inocente.
Excepcionalmente, el juez podrá realizar actos que constituyan anticipación
de prueba, en aquellos casos en que pueda resultar imposible su producción
durante el juicio y siempre con plena participación de las partes que tuvieren
derecho a intervenir en él. También corresponderá al juez la resolución de otros
conflictos que puedan producirse durante la instrucción, como aquellos relativos
a la intervención de querellantes u otros interesados y los que digan relación con
formas de terminación anticipada del procedimiento.
La actividad del fiscal durante la instrucción se caracteriza por su
informalidad, se lo faculta para desarrollar las diligencias que resulten
técnicamente apropiadas para el esclarecimiento de los hechos y la
determinación de las responsabilidades, debiendo llevar un registro sencillo de
sus actuaciones. Se propone una regulación muy precisa de la forma en que los
organismos policiales deberán prestar auxilio al ministerio público en el
desarrollo de estas tareas.
Especialmente relevante resultan en esta etapa las facultades que se otorgan
al ministerio público para organizar su trabajo de modo eficaz. Los criterios de
asignación, agrupación, control y evaluación de casos no son regulados por la
ley procesal, sino que su definición corresponderá a las autoridades del
ministerio público, de acuerdo con lo que se disponga en la correspondiente ley
orgánica. Con ello se espera dar lugar a una verdadera racionalización de la
persecución penal a partir de criterios generales, emanados de un órgano con
competencia técnica y con una visión de conjunto respecto de todo el sistema.
Se propone también facultar al ministerio público para archivar
provisionalmente todas aquellas denuncias que no parezcan susceptibles de una
investigación exitosa. El uso de esta facultad, bajo el control de las víctimas y
limitada a delitos de ocurrencia común pero de poca gravedad, debiera ahorrar
muchos recursos al sistema, evitando su desgaste en casos respecto de los
cuales no existe expectativa razonable de éxito.
El proyecto ha seguido la tendencia de los sistemas más modernos como el
Alemán y el Italiano, otorgando a los fiscales la facultad de no iniciar o de
abandonar la persecución penal en casos de mínima gravedad, cuando resulte
conveniente por no estar comprometido el interés público.
Tal como ocurre en los sistemas mencionados, se ha procurado delimitar de
modo preciso el ámbito de aplicación de esta facultad y se la ha sujetado a
estrictos controles tanto por parte de juez como del propio ministerio público.
Este a su vez deberá responder de su utilización frente a las autoridades
representativas de la voluntad popular, de acuerdo con lo que disponga la
respectiva ley orgánica. Asimismo, se propone que cuando la víctima se interese
en la persecución su voluntad se imponga de modo absoluto.
Se ha estimado indispensable introducir este principio a lo menos en la
medida necesaria para manejar un conjunto importante de situaciones de
mínima o nula gravedad que hoy día llegan a conocimiento del sistema, en que
la persecución penal parece claramente contraria no sólo a la conveniencia
social concreta, sino a las concepciones generalmente aceptadas sobre la
convivencia en una sociedad democrática, y cuya correspondencia con tipos
penales se explica únicamente por la antigüedad de los mismos.
En el diseño planteado por el proyecto, las amplias facultades del ministerio
público durante la instrucción tienen como límite los derechos individuales de las
personas. En los casos en que su actividad afecte o pueda afectar esos
derechos, procederá siempre la intervención judicial, en general previa, por
medio de audiencias orales, en las que el juez deberá calificar la legalidad de la
actuación y cautelar por el respeto a los derechos de quienes puedan resultar
afectados por ella. Entre las medidas que requieren esta intervención judicial
estarán siempre las medidas cautelares dirigidas en contra del imputado y
también algunas actividades de investigación que puedan afectar sus derechos
o los de cualquier otra persona. Al efecto, el proyecto enumera un conjunto de
medidas específicas que requieren este control, pero a la vez consagra la
posibilidad de que el afectado requiera al juez reclamando de cualquier otra
actividad persecutoria que pueda implicar afectación de sus derechos.
Para aquellos casos en que sea necesario requerir la intervención judicial por
primera vez en relación con una medida determinada o cuando se pretenda
formalizar la persecución para eventuales futuras medidas, se propone el
establecimiento de la formulación de cargos por parte del fiscal ante el juez. Se
trata de una institución procesal que obliga a formalizar y judicializar la
instrucción, con el fin de otorgar garantías al imputado en cuanto al conocimiento
de la existencia y contenido de la persecución penal que se dirige en su contra,
a permitir su declaración judicial como medio de defensa frente a esa imputación
y a dar lugar a la intervención del juez para el control de la actividad investigativa
y las eventuales medidas cautelares.
La formulación de cargos debiera constituirse en un adecuado sustituto del
sometimiento a proceso, manteniendo de éste el contenido de garantía, en
cuanto permite al afectado conocer la imputación y facilita su defensa y en cuanto
limita el ámbito de la persecución y de la eventual acusación a los cargos
formalmente planteados, impidiendo que se sorprenda al imputado; pero,
mitigando todos los elementos negativos del sistema vigente. El sistema
propuesto evitará el prejuzgamiento que implica una resolución judicial basada
en presunciones fundadas de participación e impedirá los efectos de interdicción
del imputado que hoy surgen del sometimiento a proceso, como son el arraigo
de pleno derecho, su conexión directa con la prisión preventiva y la libertad
provisional, las anotaciones en el prontuario y demás efectos restrictivos de
derechos.
Se propone también el establecimiento de un plazo máximo de dos años para
la instrucción a partir de la formulación de cargos, en la convicción de que una
vez dirigida formalmente la investigación en contra de una persona, ella
representa una carga que no puede ser prolongada indefinidamente en el tiempo.

4) SALIDAS ALTERNATIVAS Y PROCEDIMIENTOS ABREVIADOS


El examen de los problemas del sistema vigente, así como la experiencia
comparada muestran que uno de los mayores obstáculos al éxito de la justicia
criminal lo constituye el manejo de volúmenes muy grandes de casos, cuyos
requerimientos suelen exceder con mucho las posibilidades de respuesta de los
órganos del sistema con sus siempre limitados recursos.
Por otra parte, los avances de las disciplinas penales muestran como las res-
puestas tradicionales del sistema, fundamentalmente las penas privativas de
libertad en el caso chileno, resultan socialmente inconvenientes para una
multiplicidad de casos, sea porque los problemas asociados a ellas resultan
mayores que sus eventuales beneficios, o porque la rigidez en su aplicación
desplaza soluciones alternativas socialmente más productivas y más
satisfactorias para los directamente involucrados en el caso, especialmente las
víctimas o los civilmente afectados por el delito.
Es a partir de estos dos planteamientos que se ha considerado necesario
incorporar en el proyecto dos tipos de innovaciones. En primer lugar, se propone
avanzar hacia la creación de un sistema de justicia criminal que otorgue diversas
posibilidades de solución a los conflictos de que conoce, abriéndose, todavía
limitadamente, a la posibilidad de soluciones distintas a las tradicionales en
aquellos casos en que los diversos actores del sistema -jueces, fiscales y demás
partes- estén de acuerdo en su conveniencia. En segundo lugar, se propone la
creación de algunos procedimientos simplificados en que por la vía de acuerdos
entre todos los intervinientes o de algunos de ellos, se supriman etapas del curso
ordinario del procedimiento de modo que se permita alcanzar una solución rápida
del caso por medio de una sentencia definitiva, siempre que ello resulte posible
sin vulnerar los valores que el sistema busca proteger.
Las salidas alternativas se regulan en el párrafo 8º del Título I del libro II y son
la suspensión condicional del procedimiento y los acuerdos reparatorios. La
primera de estas posibilidades consiste fundamentalmente en una anticipación
del tipo de solución que la sentencia otorgará al caso cuando probablemente
resulte aplicable alguna de las medidas alternativas de la ley 18.216. Con
acuerdo del fiscal y el imputado, el juez podrá suspender el procedimiento
sujetando a este último a ciertas formas de control de baja intensidad, por un
período no superior a tres años. Una de las ventajas de esta solución dice
relación con la oportunidad de la medida, pues su decisión temprana evita los
efectos estigmatizantes del procedimiento y la eventual prisión preventiva para
quien, finalmente, se hará acreedor a una medida no privativa de libertad
destinada a su reinserción social. La otra ventaja es que su aplicación no
requiere de aceptación de culpabilidad ni de su declaración por parte del juez.
En consecuencia, de cumplir adecuadamente con las condiciones en el plazo
estipulado, el imputado se reincorporara plenamente a la vida social, sin que
pese sobre su futuro el antecedente de una condena penal.
En el caso de revocarse la suspensión condicional, por no cumplimiento de
las condiciones o por la comisión de un nuevo delito, será necesario reiniciar el
procedimiento hasta la dictación de la sentencia, incluyendo, en el segundo caso,
el nuevo delito en la acusación.
El establecimiento de los acuerdos reparatorios como forma de terminación
de los procedimientos busca reconocer el interés preponderante de la víctima,
en aquellos delitos que afectan bienes que el sistema jurídico reconoce como
disponibles.
El sistema vigente consagra, salvo escasas excepciones, el principio de que
una vez que los órganos del sistema han tomado conocimiento del hecho, la
víctima queda totalmente desplazada de la posibilidad de obtener que se
abandone la persecución, aun en pro de obtener otra forma de reparación al
daño sufrido. Este sistema hace ponderar un interés estatal abstracto en la
afirmación de la vigencia de la norma por sobre el interés concreto del afectado.
Además, implica una pretensión irrealista. En la práctica, cuando las partes están
de acuerdo en la posibilidad de una reparación satisfactoria, ella se produce
fuera del control del tribunal. En estos casos la víctima evita la continuación del
procedimiento a cambio de la compensación recibida, por ejemplo, negando su
colaboración en la producción de las pruebas o incluso distorsionando las
mismas en favor del imputado.
El efecto concreto de esta indisponibilidad de la persecución penal es, en
ocasiones, evitar la posibilidad de soluciones satisfactorias para los
involucrados, pero también eventualmente, para el resto de la comunidad. Pero
además, hace que los acuerdos a los que de hecho se llega sean poco
transparentes, resultando imposible para el sistema controlar la libertad del
consentimiento de las partes y evitar la utilización de presiones, engaños u otras
prácticas indebidas para su obtención.
El ámbito dentro del cual se propone aceptar estos acuerdos queda
delimitado de modo bastante general y deberá ser precisado en lo sucesivo tanto
por la ley penal y su interpretación, como por la jurisprudencia. Se establece de
modo preciso el deber del juez de verificar que quienes han concurrido al
acuerdo lo han hecho libre e informadamente.
Entre las posibilidades de simplificación de los procedimientos que se
proponen, la principal es el llamado procedimiento abreviado regulado en el
Título II del Libro IV. Se trata fundamentalmente de la posibilidad de que el
imputado renuncie a su derecho al juicio oral cuando manifieste su acuerdo en
los hechos contenidos en la acusación y en los antecedentes de la instrucción
que la fundan.
Por medio de este procedimiento se busca dar una salida expedita a aquellos
casos en que no exista una controversia sobre los resultados de la investigación
realizada por el fiscal. Se ha preferido esta fórmula a aquella en que se exige
una aceptación explícita de culpabilidad para permitir al juez un control más
intenso sobre los antecedentes del caso. El proyecto faculta al juez incluso para
absolver en el caso que, a pesar del reconocimiento de hechos realizado por el
acusado, éstos no sean constitutivos de delito o el conjunto de los antecedentes
de la instrucción lo llevaren a adoptar esa decisión.
Dada la trascendencia de la renuncia del acusado al juicio oral, que según ya
se ha dicho constituye el núcleo central de garantías del sistema propuesto, se
impide su aplicación a casos en que se arriesguen penas privativas de larga
duración o la de muerte. Asimismo, se otorgan al juez amplias facultades para
controlar que el consentimiento del imputado haya sido libre e informado,
pudiendo incluso rechazar el acuerdo y dar paso al juicio oral si no lo estimare
así. Se proponen otras dos formas de simplificación del procedimiento que son
menos formales por no implicar renuncia a derechos esenciales por parte del
imputado, pero que pueden tener una gran importancia práctica en cuanto
permiten acortar el período de instrucción, cuya prolongación excesiva suele ser
una de las dificultades más importantes en los diversos sistemas.
La primera de estas posibilidades consiste en que la audiencia de formulación
de cargos de paso directamente al juicio oral, realizándose en ella misma las
actuaciones que correspondan a la audiencia intermedia y dictándose a su
termino el auto de apertura al juicio. Este procedimiento ha sido concebido para
ser aplicado fundamentalmente a casos en que el fiscal haya podido obtener la
prueba necesaria en un momento muy cercano a la ocurrencia de los hechos,
por ejemplo, cuando la policía ha detenido al imputado en delito flagrante y ha
logrado identificar inmediatamente a los testigos y demás medios de prueba. Se
ha buscado en todo caso cautelar el derecho a defensa permitiendo al juez
otorgar un plazo adicional para que el imputado ofrezca sus pruebas.
La segunda posibilidad se refiere a la facultad que se otorga al juez para
acortar el plazo legal de la instrucción durante la audiencia de formulación de
cargos. Se pretende que cuando no se trate investigaciones complejas, el juez
obligue al fiscal a limitar la duración de la instrucción y sus cargas sobre el
imputado al tiempo mínimo posible, forzándolo a acusar o cerrar el caso en un
plazo breve.

5) ETAPA INTERMEDIA

Se propone mantener el sobreseimiento temporal y definitivo como formas de


término anticipado de aquellos procedimientos en que se haya imputado
formalmente a alguien por medio de la formulación de cargos. En el caso del
sobreseimiento temporal, que en el sistema actual constituye la forma de término
ampliamente mayoritaria, se ha pretendido limitar fuertemente su aplicación por
cuanto se trata de una salida bastante insatisfactoria. Desde los puntos de vista
de la víctima y de la sociedad, constituye un fracaso de la investigación que no
se reconoce formalmente. Desde el punto de vista del sistema, implica mantener
un número amplísimo de casos abiertos con todos los problemas de manejo
administrativo que ello acarrea. Respecto del imputado, se mantiene
indefinidamente la posibilidad de la persecución en su contra con la
incertidumbre que ello implica. Este último sólo podrá liberarse de esta carga en
cuanto se capaz de probar positivamente su inocencia -con lo cual se produce
una distorsión de uno de los componentes básicos de la presunción de inocencia
como es el que la carga de la prueba recae sobre el acusador- o cuando
transcurran los plazos de prescripción.
El proyecto propone restringir la utilización del sobreseimiento temporal por
falta de antecedentes para continuar la investigación a aquellas situaciones en
que exista la expectativa razonable de que ellos aparezcan en el futuro, fijándose
además un plazo de un año al cabo del cual el sobreseimiento temporal se
transforma en definitivo si los antecedentes esperados no se presentan.
Los sobreseimientos han de ser propuestos por el fiscal y pronunciados por
el juez. Este deberá apreciar el contenido de la instrucción y podrá cambiar la
causal o el tipo de sobreseimiento solicitado. Se propone otorgar además al juez
la posibilidad de representar a las autoridades del ministerio público aquellas
solicitudes de sobreseimiento que en su opinión no se ajusten al mérito de los
antecedentes reunidos. No obstante, deberá acoger la opinión institucional del
Ministerio Público si insiste en el sobreseimiento. Se ha buscado esta fórmula
con el fin de controlar severamente la posibilidad de que algún fiscal pueda
utilizar los sobreseimientos como forma de término de casos que podrían ser
llevados a juicio, excediendo con ello las específicas facultades que se le otorgan
para promover salidas alternativas al procedimiento. Se ha procurado a la vez
cautelar la imparcialidad de los jueces evitando que se transformen en actores
de la persecución penal, llevándola incluso más allá de la voluntad del ministerio
público.
El único caso en que se ha estimado necesario llevar adelante la acusación
en contra de la opinión del fiscal, es aquél en que tanto el querellante como el
juez coinciden en que la instrucción arroja antecedentes suficientes para la
apertura del juicio. En este caso ha parecido que la voluntad de una víctima u
otro interesado habilitado, con la disposición a asumir la carga de la acusación,
más la opinión favorable del juez, deben imponerse sobre la opinión del fiscal.
La solución contraria podría generar una sensación muy fuerte de frustración
respecto del sistema y constituir un exceso de poder en manos del ministerio
público.
La formulación de la acusación por parte del fiscal dará lugar a la citación a
una audiencia intermedia que estará llamada a cumplir diversas funciones. Las
más importantes son: dar pie a la formalización de la defensa frente a la
acusación, permitir el control judicial de la misma, y, en su caso, preparar la
realización del juicio fijando su contenido y los medios de prueba que serán
admitidos al mismo.
Asimismo, la audiencia intermedia constituye la última oportunidad para dar
lugar a la suspensión condicional del procedimiento y a un acuerdo reparatorio.
También, puede transformarse en la etapa final del procedimiento si se acuerda
la aplicación del procedimiento abreviado.
Se ha buscado garantizar el ejercicio de la defensa frente a la acusación
otorgando la posibilidad de que ésta se presente anticipadamente por escrito o
en forma oral en la propia audiencia. En cualquier caso la presencia del acusado
y su defensor constituyen requisitos de validez de la audiencia.
En cuanto al control judicial de la acusación, éste se limita a la facultad del
juez para ordenar la corrección de vicios formales y a la posibilidad de rechazar
la acusación decretando el sobreseimiento definitivo cuando se aleguen
causales que se enumeran en forma taxativa, y siempre que su demostración no
requiera la realización de actividades probatorias. Para esta última forma de
control, se utiliza la terminología tradicional de excepciones de previo y especial
pronunciamiento. Las razones para proponer esta forma limitada de control de la
acusación, que se aleja de la mayoría de los modelos extranjeros, dicen relación
con, por una parte, evitar la anticipación del juicio admitiendo prueba sobre el
fondo del debate, y, con cautelar la independencia judicial, por la otra,
reafirmando el principio de que la promoción de la persecución penal
corresponde a los fiscales y no a los jueces. El entregar a los jueces amplias
facultades para rechazar la acusación por insuficiencia de pruebas u otros
motivos similares con fines de garantía para el acusado, importaría una
aprobación de aquellas acusaciones que pasen a la etapa del juicio,
produciéndose con ello una intromisión judicial en la función acusatoria.
En consecuencia, como regla general el juez deberá proceder a la
preparación del juicio fijando el tribunal competente, su objeto, las personas que
deban intervenir en él y determinando las pruebas que deban producirse sobre
la base de los ofrecimientos formulados por las partes, todo por medio de una
resolución a la que el proyecto denomina auto de apertura del juicio oral.
En cuanto al control de la admisibilidad de las pruebas, también se ha optado
por entregar al juez facultades limitadas de control en sentido negativo, es decir,
sólo puede rechazar pruebas por causales específicas, destinadas en general a
cautelar la adecuada realización del juicio. También en este caso se ha querido
enfatizar el rol de las partes en cuanto al impulso probatorio, resguardando así
la imparcialidad de la función judicial.
6) JUICIO ORAL
Como ya se ha dicho, el sistema pro-puesto se basa en la consagración del
juicio como elemento rector del conjunto del procedimiento. Esta centralidad se
traduce directamente en la concentración de las actividades más importantes del
procedimiento en la audiencia principal. En todos los casos en que una
acusación deba ser objeto de una tramitación ordinaria hasta su término por
sentencia definitiva, el juicio deberá constituir la oportunidad para la formulación
de la acusación, el ejercicio de la defensa, la presentación de la prueba, el debate
sobre la misma y la dictación de la sentencia.
No obstante, cuando por decisión de uno de los intervinientes o acuerdo de
varios de ellos, el caso pueda ser objeto de alguna otra forma de salida del
sistema, el juicio deberá ser también un elemento central, en cuanto permita
equilibrar las opciones a partir de las cuales se resuelve o no una forma distinta
de término del procedimiento. Tanto el fiscal como el imputado considerarán las
posibilidades de una suspensión condicional del procedimiento o de proceder en
forma abreviada, por ejemplo, a partir de sus expectativas respecto del juicio,
pero además, cualquiera de ellos puede siempre optar por el juicio si tiene dudas
sobre los beneficios de la alternativa que se le presenta.
La regulación de la organización del juicio y su desarrollo se encuentran
contenidas fundamentalmente en el Título III del Libro II del proyecto. No
obstante, la mayor parte de las normas que regulan la rendición de la prueba en
el juicio se regulan en el Título IX del Libro I.
Se propone una explicitación de los principios que deben regir el desarrollo
del juicio con miras a su cabal comprensión por parte de una comunidad jurídica
para la cual éste constituye una novedad. Se pretende sobre todo evitar que
interpretaciones inadecuadas puedan dar lugar a una distorsión del nuevo
sistema por medio de la mantención de prácticas incompatibles con el, tales
como serían, por ejemplo, una preeminencia de la lectura de documentos, la
posibilidad de la discontinuidad de las audiencias o el desarrollo de la audiencia
sin la presencia de todos los intervinientes, fenómenos que han ocurrido en
diversas ocasiones en el contexto latinoamericano.
Se regula detalladamente el orden y la forma en que debe producirse la
prueba, poniéndose énfasis en la percepción directa de la misma. Se reconoce
sólo un número muy limitado de excepciones en las cuales un medio de prueba
puede ser reemplazado por la lectura de un acta en la que conste su producción
con anterioridad.
Tanto con el fin de preservar la continuidad del juicio como de garantizar que
la sentencia se dicte sobre la base de lo acontecido en él, se dispone que la
resolución sobre la absolución o condena sea comunicada a las partes en la
misma audiencia en que ha concluido el debate, luego de la deliberación
producida entre los jueces. La resolución de los demás contenidos de la
sentencia, así como la redacción de la misma pueden ser postergados por un
máximo de 30 días.
Una de las innovaciones fundamentales que el proyecto propone dice relación
con el abandono del sistema de prueba legal originalmente consagrado en el
Código así como del sistema de la apreciación de la prueba en conciencia
establecido con posterioridad para algunos casos.
Se propone la adopción del sistema de la libertad probatoria en cuanto a la
introducción de los medios al juicio, haciéndose expresa mención a la posibilidad
de que se utilicen como medios de prueba todos aquellos mecanismos modernos
por medio de los cuales resulta posible hacer constar hechos de manera
confiable. En cuanto a la apreciación de la prueba, se propone la adopción del
sistema de libre valoración de la prueba, único compatible con el reconocimiento
de la autonomía de cada juez para adquirir la convicción sobre los hechos del
caso. Se mantiene la exigencia de convicción del tribunal como estándar
necesario para la condena.
Paralelamente al reconocimiento de la libertad del juez para la valoración de
la prueba, se enfatiza la necesidad de la explicitación de los razonamientos
utilizados para el establecimiento de los hechos a partir de los diversos medios.
Esta fundamentación debe constituirse en una de las exigencias más rigurosas
para los jueces como único modo de garantizar el posterior control de sus
decisiones, tanto por parte de los tribunales que conozcan de los recursos en
contra de la sentencia como por parte del conjunto de la sociedad.
Se propone también explicitar los límites negativos de la libertad de valoración
con que cuentan los jueces, indicándose que ella no puede contradecir las reglas
de la lógica, los conocimientos científicamente afianzados ni las máximas de
experiencia.
7) RECURSOS
La concepción básica que inspira el régimen de recursos que el proyecto
propone implica un radical cambio en el sistema de controles de la actividad de
los jueces penales. El modelo vigente funciona sobre la base de un muy intenso
sistema de controles verticales. Prácticamente todas las decisiones de
relevancia que un juez del crimen adopta son objeto de revisión, incluso sin
reclamación de parte, por sus superiores jerárquicos. Este sistema, que se
explica históricamente por la necesidad de controlar a un órgano único en
primera instancia, con exceso de atribuciones, ha contribuido fuertemente a la
irracionalidad administrativa del sistema, a la desvalorización de las decisiones
del juez individual y a las ya mencionadas burocratización y pérdida de
individualidad de la función judicial y su proyección pública.
Como se ha expuesto largamente en las explicaciones anteriores, el sistema
pro-puesto plantea un conjunto mucho mas complejo de órganos y de relaciones
entre ellos en el nivel de la instancia general. A partir de ese diseño, el sistema
de controles de la actuación de cada uno de los funcionarios públicos que
intervienen esta dado por la intervención de los otros en las distintas etapas del
procedimiento. Estas han sido diseñadas precisamente con el objetivo de evitar
la concentración de facultades y lograr que cada una de las decisiones de
relevancia sea objeto de consideración por más de uno de los órganos del
sistema, así como de un debate previo con la mayor transparencia posible.
Los cambios más importantes que el proyecto propone se refieren a la
apelación y a la consulta. Estos mecanismos de control no resultan en general
compatibles con el nuevo sistema. La primera razón para ello dice relación con
la contradicción entre la forma de tramitación de esos recursos y la centralidad
del juicio oral en el procedimiento propuesto. La vigencia de un sistema oral
requiere que el fundamento fáctico de la sentencia provenga de la apreciación
directa de las pruebas que los jueces obtienen en el juicio. En consecuencia, su
revisión por parte de jueces que no han asistido al juicio y que toman
conocimiento de él por medio de actas, lo priva de su centralidad confiriéndosela,
en cambio, a la tramitación del recurso de apelación.
Precisamente, con el fin de mantener el principio de la centralidad del juicio
oral se propone que éste sea conocido por un tribunal colegiado de tres
miembros. Con ello, se obtiene que como regla general la sentencia sea objeto
de una decisión colectiva, minimizándose la posibilidad de erro-res.
En cuanto a la apelación de las resoluciones que se dicten durante la
instrucción, éstas tampoco podrán en general ser objeto de un mecanismo de
revisión ante un tribunal superior. En la medida en que la instrucción pasa a ser
una etapa preparatoria del juicio todo lo que en ella se resuelva tiene un carácter
provisional y queda sujeto a la decisión definitiva que realizara el tribunal
colegiado. Permitir la apelación significaría además de alargar y entrabar el
trámite del procedimiento, otorgar excesiva relevancia a decisiones que sólo
tienen sentido en cuanto permiten avanzar hacia el juicio.
No obstante, hay algunas situaciones en las que la apelación no ha podido
ser evita-da. En primer lugar, están aquellos casos en que el tribunal de control
de la instrucción dicta resoluciones que no siendo sentencias definitivas ponen
término al procedimiento, como son los sobreseimientos. En segundo lugar,
están aquellas resoluciones que, aun siendo provisionales, afectan de modo
irreparable los derechos de algunos de los intervinientes, como la que ordena la
prisión preventiva respecto del imputado o en general aquellas que se refieren a
medidas cautelares. En ambas situaciones ha parecido imprescindible que las
resoluciones de un tribunal unipersonal sean revisadas por un tribunal con mayor
número de integrantes, como es una sala de la Corte de Apelaciones.
El recurso fundamental que propone el proyecto es el de casación, como
medio de impugnación de aplicación general en contra de las sentencias
definitivas. Como norma general este será procedente ante la Corte Suprema,
pero corresponderá ante la Corte de Apelaciones en los casos en que la
sentencia definitiva sea dictada por un tribunal unipersonal como en los casos
en que se falla en un procedimiento por faltas o en uno tramitado de manera
abreviada.
La interposición del recurso de casación otorga a la Corte Suprema una
competencia limitada para revisar la sentencia. Ella sólo puede ser ejercida en
cuanto la propia sentencia o el procedimiento en el que se funda adolezcan de
vicios originados en la violación de disposiciones legales o constitucionales. Con
ello se cautela la intangibilidad de los hechos establecidos por el tribunal del
juicio a partir de su percepción directa de la prueba.
En la regulación del recurso se ha buscado limitar la excesiva formalidad del
mismo, restringiendo severamente la posibilidad de su rechazo por
inadmisibilidad con base en defectos de ese tipo. Asimismo, se han mantenido
algunas facultades del tribunal para casar de oficio la sentencia.
Se espera que por medio de la resolución de los recursos de casación la Corte
Suprema pueda desarrollar un proceso de estandarización en la aplicación de la
ley por parte de los tribunales inferiores. Este desarrollo deberá abarcar no sólo
la aplicación de la ley penal, sino también los parámetros de interpretación de la
ley procesal para la determinación precisa de los estándares a los cuales debe
apegarse el procedimiento.
Se ha incorporado expresamente la posibilidad de que por medio del recurso
de casación pueda revisarse la infracción de las normas constitucionales. Esa
propuesta es coherente con la intención antes indicada de una incorporación
creciente de las normas de la carta fundamental al desarrollo jurisprudencial en
materia de procedimiento penal.
8) PROCEDIMIENTOS ESPECIALES Y EJECUCIÓN
El libro IV del proyecto trata de los procedimientos especiales y de la
ejecución de las sentencias penales, entre los primeros ya ha sido abordado el
procedimiento abreviado, respecto de los demás cabe señalar que el proyecto
ha recogido en general los contenidos del Código de Procedimiento Penal
vigente adaptándolos a los principios y mecanismos propios del nuevo sistema.
Entre las innovaciones que vale la pena resaltar se encuentra la incorporación
de garantías básicas en el procedimiento aplicable a los inimputables por
enajenación mental. Entre estas garantías se encuentran las de limitar las
posibilidades de aplicación de una medida de seguridad a aquellos casos en que
se acredite judicialmente la existencia de un hecho típico y antijurídico, el
reconocimiento del derecho a defensa del afectado, la limitación de la duración
de la medida aplicable al tiempo correspondiente a la pena mínima asignada al
delito de que se trate y el establecimiento del control judicial de las medidas de
seguridad.
En cuanto a la ejecución de las sentencias, la innovación más importante se
refiere al establecimiento del control judicial de la ejecución de las penas y
medidas. Se otorga competencia al tribunal que dictó la sentencia para ejercer
este control y para conocer de todas las solicitudes o reclamaciones que los
afectados formulen con fundamento en normas de carácter penal o penitenciario.
Esta última norma viene a despejar cualquier duda existente sobre las
facultades de los jueces para controlar la ejecución penal, abriendo amplias
posibilidades de desarrollo para una actividad jurisprudencial destinada a fijar
parámetros mínimos a las condiciones de vida intramuros así como para
controlar los aspectos más importantes de las decisiones que en el ámbito
penitenciario se adoptan comúnmente.

LA REFORMA PROCESAL PENAL

El Proyecto de Ley que mediante el presente mensaje se somete a la


consideración del H. Congreso Nacional, es el inicio de una reforma integral al
sistema procesal penal, tal como lo señaláramos al iniciar esta exposición de
motivos.
Dicha reforma estará constituida además por otros cuatro Proyectos de Ley.
El primero de ellos es el que crea el Ministerio Público como un órgano
autónomo, por lo que contiene también algunas modificaciones al Ordenamiento
Constitucional vigente.
En segundo término, enviaremos al Congreso Nacional un Proyecto de Ley
que contendrá las modificaciones orgánicas que es necesario introducir a la
actual estructura del Poder Judicial, para la cabal aplicación de la reforma
procesal penal. En este proyecto se incluirá además el régimen de transición del
sistema vigente al que se contiene en este Proyecto y que se aplicará una vez
aprobado. Cabe señalar sobre este punto, que la experiencia comparada nos
enseña que uno de los aspectos más complejos de la reforma procesal penal es
el que se relaciona con la entrada en vigencia de las modificaciones que en su
oportunidad serán aprobadas por el H. Congreso Nacional. Es por esto que
incluiremos en este Proyecto la regulación necesaria. En todo caso, cabe
señalar que el principio que regirá esta entrada en vigencia es la progresividad,
la que no afectará los procesos iniciados con anterioridad a la aprobación del
Proyecto, los que continuarán regidos por el Código vigente, hasta su
culminación.
En tercer lugar propondremos sustantivas modificaciones al actual sistema
de defensa pública en materia penal, con el propósito de hacer realidad el
principio de igual ante la ley, que constituye uno de los principios fundamentales
que orienta este Proyecto.
Por último, presentaremos un Proyecto de Ley destinado a provocar las
necesarias derogaciones a que debe dar lugar la aprobación del conjunto de
Proyectos que configuran la reforma procesal penal.
Todas las iniciativas señaladas se sumarán a la tarea de desarrollar y
consolidar nuestro sistema constitucional y democrático, que se inicia con el
presente Proyecto de Ley que establece un nuevo Código de Procedimiento
Penal.
En razón de lo anteriormente expuesto, someto a consideración de la H.
Cámara de Diputados, para ser tratado en la actual Legislatura Ordinaria de
Sesiones, el siguiente Proyecto de Ley.

Santiago, 9 de Junio de 1995.- EDUARDO FREI RUIZ-TAGLE.- María


Soledad Alvear Valenzuela.

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