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“Salí de casa con ganas de deshacerme de todo el pasado que lle­

vaba a cuestas. Recorrí caminos y trochas, junto con una peque­


ña tula donde residía lo esencial para seguir sabiéndome yo
mismo como yo. Esto puede sonar un poco contradictorio, sin
embargo así lo hice: con la mínima memoria encerrada y sin mu­
chos recuerdos que me hicieran odiar. — Qué ingenuo fui— . Lle­
gué, entonces al pueblo X y traté infructuosamente de reconocer
en su gente y en sus calles un lugar para mi tula. Las caras no las
pude ver nunca, pues estas no me miraban; los lugares tampoco
me pertenecían, pues estos tampoco me reconocían. Nunca he
llegado a saber dónde estoy, aunque si estoy seguro de lo que he
vivido y de lo que he perdido.
A l recordar estos instantes de aflicción y soledad no pude me­
nos que sentir el temor de que vinieran... de que Ellos vinieran
por mi también. Por eso, al principio, me gustó la idea de ser ab­
solutamente 'invisible’ en X. Sin embargo, Ellos nunca llegaron,
aunque siempre estaban a llí... es decir, a Ellos, que no los veía,
sí los estaba viendo.
Es posible que hubiese dejado percibir el m iedo que sentía y
lo transm itiera con la mirada a los demás, de tal m anera que lo
que veía en ellos, los otros, no era más que el reflejo de la m a­
nera com o yo me relacionaba conmigo mismo. Es posible, tam ­
bién, que, aunque deseoso de retirar de mi todos los recuerdos
que me relacionaran con ‘aquello’, estos perm anecieran, com o
filtros, sumergidos en mis ojos.
Todo lo que vi antes de X y después en X m e llen ó de h o ­
rro r, . . . todo lo que vi me quedó grabado com o un a h u ella in­
d eleble en la m ente y el corazón. Nada me gustó y, a p esar de
mi mismo, allí estaban presentes. No me veían p o rq u e jam ás
pude verm e en todo aquello, sin em bargo tod o lo ve ía porque
tengo mi historia y en ella lo he relacio n ad o. D ejé de ser yo
mismo p o r culpa de haber visto dem asiado y en el instante en
que lo supe odié mis ojos. Por ‘e sto ’ que puede son ar algo con­
fuso, más ‘aq u ello’ que me quitó hasta las ganas de sentir náu­
seas, he hecho lo que hice.”
“La verdad del arle reside en su poder de romper el monopolio de la
realidad establecida (es decir de aquellos que la lian establecido) para
definir lo que es real”. H. Marcuse

Una imagen logra concretar un poder de lenguaje estructurado


entre significados y significantes que el “otro” de m anera activa
interviene para poseerla y dejarse poseer por ella entrando en una
dialéctica de seducción que, a través del pensam iento y de eso
que llam am os “piel”, nos cuestiona. Es la imagen una fuente
irreal que trastoca los límites de lo visible y lo decible. En ella
entram os en un juego para poder encontrar realidades que tan­
to nos atañ en y que tienden a perderse en el cotidiano; es po r
ello que la ob ra de arte en sí, tiene una connotación política.

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después del , la autoría y ei caracici UUWU1UUUV|W.,____r_____
quier objeto una vez entre a un MUSEO. Con el orinal, Duchamp
nos deja entrever, con ironía, algunas brechas de esa realidad
imperante en el medio artístico para mostrarnos otra posibilidad
de observar el mundo a través del arte: En la actitud del artista y
en el ejercicio mental del espectador, quien, en su proceso inter­
no lograría impulsar la obra fuera de su propia visibilidad.
En el paso de lo inmanente a lo trascendente se conjugan
diversas problemáticas que sólo llevan a desgarrar el eje entre
el pensamiento y el espíritu. De allí que la búsqueda en el trata­
miento y en la investigación de fuerzas desestabilizadoras sea una
de las connotaciones esenciales en el artista. Política es esta acti­
tud y no dejará de serlo mientras el arte sobreviva como arte.

2
Otra cosa distinta y apoyándonos en lo anteriormente dicho, es el
gradante p o r las m anifestaciones violentas dentro del país. El
irte nos ha perm itido hasta ahora, confrontar los distintos muñ­
io s en los cuales estam os inmersos. De esta m anera tenem os
conflictos políticos y sociales planteados por Obregón ( Violen-
ña de 19 6 2 ), p o r G ran ad a (Solo con su muerte de 1963), o por
A lcán tara H errán y Luis Caballero cuyas obras reflejan el cuer­
do com o m etá fo ra de realidades nacionales. El arte se ha con-
/ertido en ese espejo de juegos estéticos y realidades donde
podríam os transgredir el cuerpo para buscar su esencia y así po-
Je r en co ntrar nuevas alternativas dentro del Yo minimizado por
la vio len cia.

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ptvtpuuucmc dicho, y no tanto ia visión de nuestra realid
A dem ás, lo que podría llamarse un pensamiento estético,
sido dirigido por poetas que pregonan la búsqueda de la p
sía absoluta.12

1. Andrés Holguín, Antología crítica de la poesía colombiana. Tomo 2, Bogotá, 197


2. David Jiménez, La nueva poesía, desde 1970, La Gran Enciclopedia de Colombia
Circulo de Lectores, Bogotá, 1992, p. 313
— ios coetáneos al poeta— como las gue­
rra s. la vio len cia, la miseria y el hambre no aparecen
suficientem ente reflejados, transmitidos, vivenciados en sus poe­
m as". Tam bién D avid Jiménez, en un ensayo publicado en La
gran enciclopedia de Colombia del Círculo de Lectores, afirma
algo sim ilar a la expresión de Andrés Holguín. Dice que la poe­
sía co lo m b ian a más nueva “tiene su propia manera de partici­
p a r en la h isto ria colectiva. Aunque dé la impresión de no
so m e terse para nada a las normas de reconocer la verdad de un
se n tim ie n to colectivo o la autenticidad de un comportamiento
c u ltu ra l”.2
En esto tiene mucha razón porque la poesía colombiana ha
te n id o siem p re com o objetivo la búsqueda form al del poema
p ro p ia m e n te dicho, y no tanto la visión de nuestra realidad.
A d e m á s , lo que podría llam arse un pensam iento estético, ha
sid o d irig id o p o r poetas que pregonan la búsqueda de la poe­
sía absoluta.
Todas las calles que conozco
son un largo monólogo mío,
llenas de gentes como árboles.3

Estos versos los repetimos muchos de los admiradores de esta obra, com o p a rte de n u e s­
tra vida, y síntesis de la historia de cuarenta años de vida urbana en Colom bia. A llí se ex ­
presa un sentimiento frente a la violencia de la realidad cotidiana, y ante la que la p o esía se
convierte en salvación.
De este m odo E l transeúnte es la versión del mito m oderno que rin d e c u lto a e se
contexto concreto e insular que es la urbe. Com o personaje representa al h o m b re c o n ­
tem poráneo sorprendido en la tram pa de la ciudad. Su angustia y soledad son las d e l s e r
que se ha p erd ido en esta nueva m odalidad de infierno que ha sido desde sus in ic io s la

1. Rogelio Echavarría, E l transeúnte, sexta edición, Universidad de Antioquia, Medellín, 1994, p. 29


— »wj i ucuuí cs am ouiantes, ciegos y prostitutas como símbolos de una vida
que se en fren ta en fo rm a inclem ente a la dificultad. Estos aspectos los ratifica el mis­
m o p o e ta cuando habla de los hechos que han incidido en su desarrollo como poeta:
“L as situaciones que nos ha tocado sortear a todos. La vida, por ejem plo, en esta ciu­
d a d ”.3 Se re fie re concretam ente a M edellín.
L a o b ra de Jo sé M anuel Arango, Poemas reunidos (19 9 7 ), nos enseña la ciudad
com o p o esía enco ntrada a cada paso, pintada en los m uros e incluso en lugares tan
insospech ad os com o las dem oliciones. Están allí la calle y la esquina con su secreta
intim idad. Se tra ta de una intimidad que es oscuridad y claridad a la vez. El poeta alu­
de a la oscuridad que propicia la realidad y a la claridad que nos revela la poesía. Muestra
los anden es con sus som bras y voces. A sí la poesía se convierte en m anifestación, en
señales y huellas del día de la vida de la ciudad. Hace énfasis en dos instantes de pleni­
tud y p o r lo m ism o cruciales: el m ediodía y el atardecer. Son m om entos en los cuales
el m undo experim enta el movimiento real de la dinámica de la vida. En estos instantes
la rea lid ad se hace poesía por sí sola. En muchas ocasiones, el p o eta perm anece allí
com o su espacio y su tiem po y m ira todo desde un ángulo más íntim o. E ntonces sus
poem as sem ejan el diario de la vida y la música que la acom paña. Este es el m om ento
en el cual ahonda en tópicos como la noche, el am or, la m uerte a m odo de presencias
que se llevan para siem pre. En esta fase el poeta habla desde su soledad y opta por el
jueg o en busca de com pañía.
De esta m anera el poeta asume la vivencia y la cotidianidad com o el encuentro con
el ser de la vida diaria. Pero es la realidad la que se hace voz de la poesía, el medio y el
ser histórico que ha vivido por ejem plo, el M edellín de los últim os veinticinco años. Sin
dejar de ser poesía, muestra esta realidad y la resuelve por encima del conflicto de la poesía
entiende que debe decir lo que nadie más dice y para quien la palabra hace parte de su
propia responsabilidad de poeta.
La noche es el símbolo de la realidad difícil que se rechaza y maldice. Con ella esta
poesía crea su propio espacio y lugar. La noche es oscuridad física que manifiesta todas
las limitaciones. Por ello también es una condición que se presenta en el día. Ésta se ex­
presa a través de términos como dormir, despertar y vigilar, voces en infinitivo que indi­
can una acción permanente, que se asocia a otras con las que también se expresa un sentido
activo. Son la manifestaciones de los personajes que persisten en esta poesía. Hay perso­
najes nocturnos como las hechiceras, los diablos, los vampiros. También, y son los más
presentes, aparecen personajes que viven la noche dentro del día. Estos son los muertos,
las sombras, los fantasmas, los ladrones, los ciegos, los ancianos, los cuervos y los
afiladores de cuchillos, entre otros. Además son términos o conceptos que determinan
tal noción de lo nocturno y que el poeta llama “el país secreto”, oculto porque hace par­
te de la conciencia de todos. Se trata de un medio que sin tregua vive en las sombras donde
se confabulan muchos espectros, se siente ira y se subvierte, se llega a la ironía y al sar­
casmo punzante o se explota en una fiesta nocturna que más parece un aquelarre donde
los brujos y hechiceros se solazan y liberan de sus dolores cotidianos o se reponen de sus
luchas. Esta poesía invoca a los seres de la noche y los reúne entre muchas presencias
imaginarias que buscan la llegada del alba. Por ello el epígrafe de Bertold Breeht:

Verdaderamente vivo en tiempos sombríos.


iOué tiempos estos en que
Verdaderamente vivo en tiempos sombríos.
¡Qué tiempos estos en que
hablar sobre árboles es casi un crimen
porque supone callar sobre tantas alevosías!9

a noche es un universo que da a esta poesía su propio espacio. La vida de la noche per-
ite ratificar al poeta su misión creadora y su gran lucha con libertad. Ello solo es posi-
e para él entre las sombras, la fantasía y las presencias imaginarias que son la base y el
iento de su voz. O curre que estos poemas se hallan basados en sueños reales. Esta noche
5 absoluta y p o r ello se extiende hasta la existencia del día. La noche aquí se da como
posición a la luz. Es la oscuridad que se puede encontrar en pleno día. Los seres de la
oche existen en razón de esta claridad que se les ha negado. En ella se enfrentan dos
oderes y dan lugar a una guerra rabiosa. Todo es brega en ellos. El amor, el afecto, la
im ura son momentáneos. Estos seres de las sombras semejan el cosmos del cual proce-
en. Son similares al poeta, viven en sueños, crean y conspiran también porque quieren
i libertad como el ejercicio fundam ental de la vida. Escuchemos sus palabras:

Hay cambio de guardia en la noche.


Algún ciego tañe el viento.

). luán Manupl Rnra P a íc S e r r í n F H i r i ^ n o c o l f s h a l l o m M a t p n I ln¡vpr<;¡dad Narional. Boaotá. 1987. d. 9


ciudad de los países subdesarrollados. Su voz y su recorrido corresponden a la expre­
sión del transeúnte como itinerante de la vida en pos de la trascendencia de la poesía.
A sí vida y poesía parecen valores equiparables dentro de esta obra. Con tal fundamento
la poética se convierte en una forma de ética que explica la razón de este ser y le da
sentido a su existencia.
Presenta el destino del hombre que viene del cosmos y va hacia el cosmos. Se en­
cuentra en la tierra de paso en medio de la prosaica cotidianidad, y ello le induce a la
aceptación de la vida como en la tragedia griega, con amor y dolor. De esta manera El
transeúnte muestra la vivencia de la calle y sobre todo de la individualidad en medio de la
multitud. Ello determina un sentido muy original en esta poesía que lleva a quien la lee a
preguntarse de dónde procede este universo desnudo y directo que deja al descubierto la
carnadura de la vida como lo esencial de su mensaje. Lo anterior le da fundamento al
térm ino tránsito como única realidad palpable de la huella del hombre. El tránsito como
verd ad ero sentido del tiempo para el autor expresa la vida. Esta se refiere al devenir que
el poeta convierte en poesía. Ello se logra a través de la omnisciente presencia del crea-
J úi M m,¡pn p.Rprihe v hace la noesía a oartir de su

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